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jueves, 7 de diciembre de 2023

Oficio, lecturas, reflexiones y laudes +

 


San Ambrosio, obispo y doctor de la Iglesia, memoria obligatoria



Memoria obligatoria

07 Diciembre

Biografía


Nació en Tréveris, hacia el año 340, de una familia romana. Estudió en Roma y comenzó una brillante carrera en Sirmio. El año 374, mientras vivía en Milán, fue inesperadamente elegido obispo de aquella ciudad y fue ordenado el día 7 de diciembre. Cumplió con toda fidelidad su ministerio, ejercitándose principalmente en la caridad para con todos, como verdadero pastor y maestro de sus fieles. Protegió con valentía los derechos de la Iglesia; con sus escritos y con sus obras, defendió, contra los arrianos. La fe verdadera. Murió en Sábado santo, el día 4 de abril del año 397.


V/. -Señor, Ábreme los labios.
R/. -Y mi boca proclamará tu alabanza.

Invitatorio

Salmo 94: Invitación a la alabanza divina

Ant: Venid, adoremos al Señor, fuente de la sabiduría.

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

-se repite la antífona

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

-se repite la antífona

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

-se repite la antífona

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.

-se repite la antífona

Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
"Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso."»

-se repite la antífona

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Venid, adoremos al Señor, fuente de la sabiduría.

 
Himno

Experiencia de Dios fue vuestra ciencia,
su Espíritu veraz os dio a beberla
en la revelación, que es su presencia
en velos de palabra siempre nueva.

Abristeis el camino para hallarla
a todo el que de Dios hambre tenía,
palabra del Señor que, al contemplarla,
enciende nuestras luces que iluminan.

Saber de Dios en vida convertido
es la virtud del justo, que, a su tiempo,
si Dios le dio la luz, fue lo debido
que fuera su verdad, su pensamiento.

En nuestro corazón de criaturas,
no se encendió la luz para esconderla,
que poco puede andar quien anda a oscuras
por sendas de verdad sin poder verla.

Demos gracias a Dios humildemente
y al Hijo, su Verdad que a todos guía,
dejemos que su Luz, faro esplendente,
nos guíe por el mar de nuestra vida. Amén.

Salmo 17,31-51 - IV: Acción de gracias

Ant: La promesa del Señor es escudo para los que a ella se acogen.

Perfecto es el camino de Dios,
acendrada es la promesa del Señor;
Él es escudo para los que a él se acogen.

¿Quién es dios fuera del Señor?
¿Qué roca hay fuera de nuestro Dios?
Dios me ciñe de valor
y me enseña un camino perfecto;

Él me da pies de ciervo,
y me coloca en las alturas;
Él adiestra mis manos para la guerra,
y mis brazos para tensar la ballesta.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: La promesa del Señor es escudo para los que a ella se acogen.

Salmo 17,31-51 - V:

Ant: Tu diestra, Señor, me sostuvo.

Me dejaste tu escudo protector,
tu diestra me sostuvo,
multiplicaste tus cuidados conmigo.
Ensanchaste el camino a mis pasos,
y no flaquearon mis tobillos;

yo perseguía al enemigo hasta alcanzarlo,
y no me volvía sin haberlo aniquilado:
los derroté, y no pudieron rehacerse,
cayeron bajo mis pies.

Me ceñiste de valor para la lucha,
doblegaste a los que me resistían;
hiciste volver la espalda a mis enemigos,
rechazaste a mis adversarios.

Pedían auxilio, pero nadie los salvaba;
gritaban al Señor, pero no les respondía.
Los reduje a polvo, que arrebataba el viento;
los pisoteaba como barro de las calles.

Me libraste de las contiendas de mi pueblo,
me hiciste cabeza de naciones,
un pueblo extraño fue mi vasallo.

Los extranjeros me adulaban,
me escuchaban y me obedecían.
Los extranjeros palidecían
y salían temblando de sus baluartes.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Tu diestra, Señor, me sostuvo.

Salmo 17,31-51 - VI:

Ant: Viva el Señor, bendito sea mi Dios y Salvador.

Viva el Señor, bendita sea mi Roca,
sea ensalzado mi Dios y Salvador:
el Dios que me dió el desquite
y me sometió los pueblos;

que me libró de mis enemigos,
me levantó sobre los que resistían
y me salvó del hombre cruel.

Por eso te daré gracias entre las naciones, Señor,
y tañeré en honor de tu nombre:
tú diste gran victoria a tu rey,
tuviste misericordia de tu Ungido,
de David y su linaje por siempre.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Viva el Señor, bendito sea mi Dios y Salvador.

V/. Escucharás una palabra de mi boca.

R/. Y les darás la alarma de mi parte.

Lectura

V/. Escucharás una palabra de mi boca.

R/. Y les darás la alarma de mi parte.

Sión, refugio de los moabitas. Conversión de Efraín


Is 16,1-5; 17,4-8

Enviad reses al soberano del país, desde la Peña del desierto al Monte Sión. Como pájaro espantado, nidada dispersa, van las hijas de Moab por los vados del Arnón.

«Danos consejo, toma una decisión; adensa tu sombra como la noche, en pleno mediodía; esconde a los fugitivos, no descubras al prófugo. Da asilo a los fugitivos de Moab, sé tú su escondrijo ante el devastador.»

Cuando cese la opresión, termine la devastación y desaparezca el que pisoteaba el país, se fundará en la clemencia un trono: sobre él se sentará con lealtad, bajo la tienda de David, un juez celoso del derecho, dispuesto a la justicia.

Aquel día la riqueza de Jacob quedará pobre, y macilenta la gordura de su cuerpo: como el segador abraza la mies y su brazo siega las espigas; como se espigan los rastrojos del valle de Refaín y queda sólo un rebusco; como al varear el olivo quedan dos o tres aceitunas en lo alto de la copa, y cuatro o cinco en las ramas fecundas -oráculo del Señor, Dios de Israel-.

Aquel día el hombre mirará a su Hacedor, sus ojos contemplarán al Santo de Israel; y ya no mirará los altares, hechura de sus manos, ni contemplará las estelas y cipos que fabricaron sus dedos.

R/. Suscitaré a David un vástago legítimo, que hará justicia y derecho en la tierra. Y le llamarán así: «Señor-nuestra-justicia»


V/. Se fundará en la clemencia un trono: sobre él se sentará con lealtad un juez celoso del derecho.

R/. Y le llamarán así: «Señor-nuestra-justicia»

L. Patrística

Que el encanto de tu palabra cautive el favor del pueblo
San Ambrosio, obispo

(Carta 2,1-2.4-5.7: PL 16 [edición 1845], 847-881)

Recibiste el oficio sacerdotal y, sentado a la popa de la Iglesia, gobiernas la nave contra el embate de las olas. Sujeta el timón de la fe, para que no te inquieten las violentas tempestades de este mundo. El mar es, sin duda, ancho y espacioso, pero no temas: Él la fundó sobre los mares, el la afianzó sobre los ríos.

Por consiguiente, la Iglesia del Señor, edificada sobre la roca apostólica, se mantiene inconmovible entre los escollos del mundo y, apoyada en tan sólido fundamento, persevera firme contra los golpes de las olas bravías. Se ve rodeada por las olas, pero no resquebrajada, y, aunque muchas veces los elementos de este mundo la sacudan con gran estruendo, cuenta con el puerto segurísimo de la salvación para acoger a los fatigados navegantes. Sin embargo, aunque se agite en la mar, navega también por los ríos, tal vez aquellos ríos de los que afirma el salmo: Levantan los ríos su voz. Son los ríos que manarán de las entrañas de aquellos que beban la bebida de Cristo y reciban el Espíritu de Dios. Estos ríos, cuando rebosan de gracia espiritual, levantan su voz.

Hay también una corriente viva que, como un torrente corre por sus santos. Hay también el correr del río que alegra al alma tranquila y pacífica. Quien quiera que reciba de la plenitud de este río, como Juan Evangelista, Pedro o Pablo, levanta su voz; y, del mismo modo que los apóstoles difundieron hasta los últimos confines del orbe la voz de la predicación evangélica, también el que recibe de este río comenzará a predicar el Evangelio del Señor Jesús.

Recibe también tú de la plenitud de Cristo, para que tu voz resuene. Recoge el agua de Cristo, esa agua que alaba al Señor. Recoge el agua de los numerosos lugares en que la derraman esas nubes que son los profetas.

Quien recoge el agua de los montes, o la saca de los manantiales, puede enviar su rocío como las nubes. Llena el seno de tu mente, para que tu tierra se esponje y tengas la fuente en tu propia casa.

Quien mucho lee y entiende se llena, y quien está lleno puede regar a los demás; por eso dice la Escritura: Si las nubes van llenas, descargan la lluvia sobre el suelo.

Que tus predicaciones sean fluidas, puras y claras, de modo que, en la exhortación moral, infundas la bondad a la gente, y el encanto de tu palabra cautive el favor de pueblo, para que te siga voluntariamente a donde lo conduzcas.

Que tus discursos estén llenos de inteligencia. Por lo que dice Salomón: Armas de la inteligencia son los labios del sabio, y, en otro lugar: Que el sentido ate tus labios, es decir: que tu expresión sea brillante, que resplandezca tu inteligencia, que tu discurso y tu exposición no necesite sentencias ajenas, sino que tu palabra sea capaz de defenderse con sus propias armas; que, en fin, no salga de tu boca ninguna palabra inútil y sin sentido.

R/. Proclama la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, reprocha, exhorta, con toda paciencia y deseo de instruir.


V/. ¿Quién se compara en gloria contigo, que ungiste reyes para que se convirtieran?

R/. Con toda paciencia y deseo de instruir.

San Ambrosio, obispo y doctor de la Iglesia, memoria obligatoria

Is 26,1-6: Que entre el pueblo justo, el que es fiel.

Aquel día, se cantará este canto en el país de Judá:

«Tenemos una ciudad fuerte,

ha puesto para salvarla murallas y baluartes:

Abrid las puertas para que entre un pueblo justo,

que observa la lealtad;

su ánimo está firme y mantiene la paz,

porque confía en ti.

Confiad siempre en el Señor,

porque el Señor es la Roca perpetua:

doblegó a los habitantes de la altura

y a la ciudad elevada;

la humilló, la humilló hasta el suelo,

la arrojó al polvo,

y la pisan los pies, los pies del humilde,

las pisadas de los pobres.»

Sal 117,1.8-9.19-21.25-27a: Bendito el que viene en nombre del Señor.

Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Mejor es refugiarse en el Señor
que fiarse de los hombres,
mejor es refugiarse en el Señor
que fiarse de los jefes.

Abridme las puertas del triunfo,
y entraré para dar gracias al Señor.
Ésta es la puerta del Señor:
los vencedores entrarán por ella.
Te doy gracias porque me escuchaste
y fuiste mi salvación.

Señor, danos la salvación;
Señor, danos prosperidad.
Bendito el que viene en nombre del Señor,
os bendecimos desde la casa del Señor;
el Señor es Dios, él nos ilumina.

Mt 7,21.24-27: El que hace la voluntad del Padre entrará en el Reino de los cielos.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

- «No todo el que me dice "Señor, Señor" entrará en el reino de los cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en el cielo.

El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca.

El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se hundió totalmente.»



Pistas para la Lectio Divina

Autor: P. Fidel Oñoro Consuegra, cjm con el apoyo de la Sociedad de las Hijas de San Pablo en Colombia y el equipo del Instituto Bíblico Pastoral Latinoamericano de la Corporación Universitaria Minuto de Dios. Publicado en la edición "A la escucha del maestro".

Actitudes ante la venida del Señor (I): Construir nuestro proyecto con base en el de Dios
Isaías 26,1-6
“Confiad en Yahveh por siempre jamás, porque en Yahveh tenéis una Roca eterna”

Los tres primeros días de esta semana nos condujeron por medio de este itinerario: el pueblo mesiánico, la persona del Mesías y los signos del Mesías en medio de su pueblo. En estos tres días que vienen las lecturas nos conducen por un nuevo itinerario que enfatiza las actitudes que nos corresponde tomar ante la venida del Señor.

La profecía de hoy nos introduce en una nueva serie de tres lecciones de “Adviento” y nos inculca las actitudes que nos corresponde adoptar frente a la venida del Señor a nuestras vidas. Todas ellas están relacionadas con la fe y nos exigen compromisos concretos. Sólo así podremos hacer del “Adviento” el ejercicio de la espera activa de un Dios salvador que viene a nuestro encuentro.

La enseñanza de hoy es presentada por el profeta Isaías mediante la didáctica de un canto que hay que aprenderse. Lo interesante es la dinámica interna que nos presenta.

1. Aprender la segunda canción: “Aquel día se cantará este cantar en tierra de Judá” (v.1ª)

Partamos de esta realidad humana: el problema no es tanto el alcanzar una meta sino conseguir que los logros no se deshagan. Con este propósito el profeta Isaías, después de la canción de la victoria que celebraba las primeras emociones, le enseña ahora una segunda canción al pueblo. Los asuntos de Dios, la espiritualidad, no son cuestión de emociones pasajeras sino de solidez de vida.

La primera canción celebraba la obra salvífica de Dios y expresaba la felicidad porque las cosas salieron bien, por su parte, la segunda, trata de inculcar en el pueblo el compromiso que le corresponde. Hay que aprenderla de memoria y practicarla en el ejercicio cotidiano de la fe.

2. De las manos poderosas y misericordiosas de Dios a los pies del peregrino: “Él derroca a los habitantes de los altos... la pisan pies, pies de pobres, pisadas de débiles” (v.5-6)

La descripción de la ciudad (v.2) y la invitación a abrir sus puertas (v.3), indica que se trata de una canción de caminantes que llegan a su ciudad.

El profeta se inspira en la escena de los peregrinos, quizás antiguos exiliados, desplazados de sus tierras y casas, despojados de sus bienes básicos, que regresan contentos a su espacio vital. El regreso no ha sido fácil, para lograrlo han tenido que enfrentar y superar los factores adversos.

El primer coro alegre -el entonado ayer- no deja de resonar y le da pautas a la nueva composición.

• Virtualmente se traza una especie de eje vertical que comienza en las manos poderosas de Dios (25,10) y culmina en la tierra, en los pies descalzos de los humildes peregrinos -pobres y mendigos- que participan de la victoria obrada por Dios (26,6).

• Al desplazamiento horizontal del caminante se le yuxtapone el desplazamiento vertical que expresa la acción de Dios (26,5).

La acción de Dios (“derroca”, “hace caer”, “abaja”, “hace tocar”) se conjuga con la acción del hombre (“la pisan pies de pobres”). En la medida en que caminan, con sus pasos firmes los humildes van afirmando la victoria.

Pero, ¿contra qué o quién es la confrontación?

3. Dos proyectos en conflicto: la ciudad del hombre y la ciudad de Dios

El canto está siendo entonado por un solista y es él quien hace la descripción. El juglar expone ante todo lo que capta en el trasfondo espiritual del escenario. Para ello se vale de la comparación entre dos ciudades:

• la ciudad santa (26,1-4) y

• la ciudad rebelde (26,5-6).

El cantor invierte el orden: primero exalta la victoria de la ciudad de Dios y luego cuenta el fracaso de la ciudad pérfida. La segunda ciudad se viene al piso, mientras que la primera tiene garantizada su firmeza.

En ambas ciudades se destaca la “muralla”. En la antigüedad una muralla le daba identidad a la ciudad, no sólo externa sino también internamente, es decir, por cuanto garantizaba la unidad y la defensa de la misma, la muralla es el símbolo del proyecto de sociedad que allí se quiere construir.

Por eso, con la repetida referencia a las murallas, todo el canto apunta a la exaltación de la solidez del proyecto de Dios acogido por los humildes, mientras que en un segundo plano se nota la inconsistencia del proyecto de los orgullosos que creen poder hacer todo exclusivamente con sus propios esfuerzos.

4. Características de la ciudad de Dios: “Tenemos una ciudad fuerte” (v.1b-4)

La ciudad santa no es cualquier conglomerado de casas, ella aparece más bien como una construcción unificada, ideada por un único arquitecto que ha pensado en sus aspectos más importantes: “para protección se le han puesto murallas y antemuro” (26,1b).

Lo más bello es que de repente se nota una trasposición metafórica que hace del corral de piedra y de los baluartes de defensa militar, una imagen del mismo Dios como salvador de su pueblo. En un momento dado, la construcción-refugio es lo de menos y lo que sobresale es la comunidad reunida por Dios, que se identifica con Él y con su proyecto.

El canto sigue: el río humano de los peregrinos llega entonces a las puertas del Templo, que es el corazón de la ciudad, y la procesión realiza su rito de entrada.

En él, el pueblo declara sus compromisos. Se trata, ante todo, de tres actitudes que hay que vivir en la cotidianidad (26,2b-3a):

• “Gente que guarda la fidelidad”: se trata la constancia en el camino del Señor;

• “Gente de ánimo firme”: se trata de la “fuerza de voluntad”, para sostener la fidelidad;

• “Gente que conserva la paz”: se trata de los esfuerzos por mantener el siempre difícil equilibrio en las relaciones.

Se pone de relieve el esfuerzo que realiza el hombre. Pero no se trata de algo que proviene solamente de las propias fuerzas sino que está basado en la confianza en Dios.

5. La clave de todo es la confianza en Dios: “Confiad en Yahveh por siempre jamás” (v.4)

La confianza en Dios, que es una manera de expresar la experiencia de la fe, es lo más importante y es la garantía de las tres características de un pueblo justo. Por ello se habla en estos términos: “Porque en ti confió” (v.3b).

No perdamos de vista que este pueblo, humilde pero recto, que redescubre su proyecto en la historia a la luz de su fe, es el que luego exalta María en su Magníficat (ver Lc 1,50-53). La comunidad de los humildes no está sola, su fundamento es el mismo Dios, quien es “Roca” fuerte e inamovible, no cambia de idea de un día para otro, porque es siempre fiel. La firmeza del proyecto de justicia y fraternidad proviene de la solidez de Dios. No hay mejor ni más seguro apoyo.

La actitud de base está clara: a esta ciudad-comunidad, donde se realiza el sueño de Dios para su pueblo, sólo se entra mediante la práctica fiel de sus enseñanzas y la confianza total en Él. Sólo los que están dispuestos a ser justos pueden atravesar el umbral de sus puertas.

Y esta profecía se realiza en Jesús (Mateo 7,21.24-27)

La parábola que contrapone la casa construida sobre la roca con la casa construida sobre la arena (Mt 7,24-27), traslada a la persona de Jesús, el MESÍAS, la profecía isaíanica. Como enseña el mismo Jesús en Mt 7,21, no basta la oración vocal, es necesario el compromiso de vivir según el querer de Dios (la “fidelidad”). Es en el seguimiento del Maestro, esto es, mediante la escucha y la puesta en práctica de sus enseñanzas, que se forma la nueva y definitiva comunidad, el pueblo justo que inaugura el mundo nuevo. Esta es la verdadera Roca que siempre se sostendrá.

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón:

La venida del Señor nos pide la actitud de la fe: acoger su Palabra y hacerla parte de nuestros proyectos, porque sólo en Él nuestra vida tiene consistencia. La motivación más profunda de nuestros esfuerzos debe ser la de permanecer fieles a los proyectos de Dios, fundados en la fe-confianza en Él. Esta confianza se concreta en compromisos.

1. ¿Cuál es mi proyecto de vida? ¿Está identificado con el proyecto que Dios tiene para mí y para el mundo?

2. ¿Qué tan sólido es mi camino con el Señor?

3. ¿Sobre qué se apoyan mis esfuerzos en la vida? ¿Qué busco con ellos?

4. En estos días en que el paisaje urbano se transforma con arreglos de Navidad, ¿cómo relaciono esta realidad con la profecía sobre la ciudad de los pobres de Dios?

5. ¿Qué compromisos me pide el Señor de manera que pueda contribuir en la construcción de su proyecto de ciudad?

7 de diciembre. 8º Día de la Novena

PUERTA DEL CIELO


— A través de María encontramos siempre a Jesús.

— La intercesión de Nuestra Señora.

— La devoción a la Virgen, señal de predestinación.

I. Ave, maris stella, // Dei Mater alma, // atque semper Virgo, // felix caeli porta. Dios te salve, estrella del mar, // Madre santa de Dios, // y siempre Virgen, // dichosa puerta del Cielo1.

Ianua caeli, Puerta del Cielo, así la hemos invocado tantas veces en las letanías del Santo Rosario. Ella es la entrada y el acceso a Dios, es la Puerta oriental del Templo2 de la que habla el Profeta, porque por allí nos llegó Jesús, el Sol de justicia. Y es, a la vez, «la puerta dorada del Cielo por la que confiamos entrar algún día en el descanso de la eterna bienaventuranza»3. A través de María encontramos siempre a Jesús.

Los hombres han recorrido a veces mil caminos extraviados, buscando a Dios con nostalgia; han intentado llegar a Él a fuerza de brazos, de complicadas especulaciones, y han olvidado esta entrada sencilla que es María, «que nos conduce al interior del Cielo de la convivencia con Dios»4.

Se cuenta de fray León, un lego que acompañaba siempre a San Francisco de Asís, que después de morir el santo depositaba todos los días sobre su tumba hierbas y flores y meditaba sobre las verdades eternas. Un día se quedó dormido y tuvo una visión del día del Juicio. Vio que se abría una ventana en el Cielo y aparecía Jesús, el amable Juez, acompañado de San Francisco. Descolgaron una escala roja, que tenía los peldaños muy espaciados, de tal manera que era imposible subir por ella. Todos lo intentaron y poquísimos consiguieron subir. Al cabo de un tiempo, y como llegara de la tierra un gran clamor, se abrió otra ventana, en la que apareció de nuevo San Francisco, y la Virgen al lado de Jesús. Tiraron otra escala, pero esta era blanca y con los peldaños mucho más juntos. Y todos, con inmensa alegría, iban subiendo. Cuando alguno de ellos se sentía especialmente débil, Santa María le animaba llamándole por su nombre y enviando a alguno de los ángeles que la servían para que le echase una mano. Y así subieron uno tras otro5. No deja de ser una leyenda piadosa, que nos enseña una verdad esencial y consoladora, conocida desde siempre por el pueblo cristiano: con la Virgen es más fácil la santidad y la salvación. Sin la Virgen no solo se hace todo más difícil, sino que quizá se vuelve imposible, pues Dios mismo ha querido que fuera «la dispensadora de todos los tesoros que Jesús nos conquistó con su Sangre y su Muerte»6.

La Virgen no solo es la Puerta del Cielo Ianua caeli, sino una ayuda poderosísima para que lleguemos a él. Pues, «asunta a los cielos, no ha dejado esta misión salvadora, sino que con su múltiple intercesión continúa obteniéndonos los dones de la salvación eterna. Con su amor materno se cuida de los hermanos de su Hijo, que todavía peregrinan y se hallan en peligros y ansiedad hasta que sean conducidos a la Patria bienaventurada. Por este motivo, la Santísima Virgen es invocada en la Iglesia con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora»7.

Por voluntad divina, la Santísima Virgen es la Mediadora ante el Mediador, como enseña San Bernardo8, y subordinada a Él. Todas las gracias nos vienen de manos de María, de tal manera, afirman muchos teólogos, que Cristo no nos otorga nada sino a través de Nuestra Señora. Y Ella está siempre bien dispuesta a concedernos lo que le pidamos y nos ayude en nuestra salvación. No nos quedemos cortos durante esta Novena en la petición. Con motivo de la gran fiesta que estamos preparando, Ella otorga sus dones con largueza.

II. San Alfonso M.ª de Ligorio afirma que María es Puerta del Cielo porque, de la misma forma que toda gracia e indulto que otorga el Rey pasa por la puerta de su palacio, de igual modo ninguna gracia desciende del Cielo a la tierra sin pasar por las manos de María9.

Desde su vida terrena, aparece Nuestra Señora como la dispensadora de las gracias. Por Ella, Jesús santifica al Precursor, cuando visita a su pariente Isabel. En Caná, a instancias de María realizó Jesús su primer milagro, convirtiendo el agua en vino; allí también, por este milagro, sus discípulos creyeron en Él10. La Iglesia comienza su camino, a través de la historia de los hombres y de los pueblos, el día de Pentecostés, y «se sabe que al comienzo de este camino está presente María, que vemos en medio de los Apóstoles en el cenáculo “implorando con sus ruegos el don del Espíritu Santo”»11.

Por la intercesión ante su Hijo, María nos alcanza y distribuye todas las gracias, con ruegos que no pueden quedar defraudados. Esta intercesión es aún mayor después de su Asunción al Cielo y de haber sido elevada en dignidad por encima de los ángeles y de los arcángeles. Ella nos distribuye el agua de la fuente, no toda de una vez afirma San Bernardo-, sino que hace caer la gracia gota a gota sobre nuestros corazones resecos, a unos más, a otros menos. De la fuente que brota del corazón del Padre, nos distribuye enseguida a nosotros todo cuanto somos capaces de recibir12. Ella conoce perfectamente nuestras necesidades y nos distribuye las gracias que necesitamos. Solo nuestra mala voluntad puede impedir que esas gracias lleguen al alma.

Por el conocimiento que tiene de las necesidades espirituales y materiales de cada uno de sus hijos, Nuestra Señora, llevada por su inmensa caridad, intercede constantemente por nosotros. Mucho más cuando se lo pedimos con insistencia, como hacemos estos días. Otras veces dejaremos en sus manos la solución de los problemas que nos agobian, con el claro convencimiento de que Ella sabe mejor que nosotros lo que nos conviene: «Madre mía... ya ves que necesito esto y aquello... que este amigo, este hermano, este hijo... están lejos de la Casa paterna...». En Ella se dan con toda plenitud las palabras de Jesús en el Evangelio: quien busca, encuentra: quien pide, recibe: al que llama, se le abrirá13. ¿Cómo nos va a dejar en la puerta cuando le pedimos que nos abra? ¿Cómo no nos va a socorrer si nos ve tan necesitados?

III. Ianua caeli, ora por eis... ora pro me.

El título de Puerta del Cielo le conviene a la Virgen por su íntima unión con su Hijo y por cierta participación en la plenitud de poder y de misericordia que deriva de Cristo, Nuestro Señor. Él es, por derecho propio y principal, el camino y la entrada a la gloria, ya que con su Pasión y Muerte nos abrió las puertas del Cielo, antes cerradas. A María la llamamos Puerta del Cielo porque, con su intercesión omnipotente, nos procura los auxilios necesarios para llegar al Cielo y entrar hasta el mismo trono de Dios14, donde nos espera nuestro Padre.

Además, ya que por esa puerta celestial nos llegó Jesús, vayamos a Ella para encontrarle, pues «María es siempre el camino que conduce a Cristo. Cada encuentro con Ella se resuelve necesariamente en un encuentro con Cristo mismo. ¿,Qué otra cosa significa el continuo recurso a María, sino un buscar entre sus brazos, en Ella y por Ella y con Ella, a Cristo, nuestro Salvador»15. Siempre, como los Magos en Belén, encontramos a Jesús con María, su Madre16. Por eso se ha dicho en tantas ocasiones que la devoción a la Virgen es señal de predestinación17. Ella cuida de que sus hijos acierten con la senda que lleva a la Casa del Padre. Y si alguna vez nos desviamos, utilizará sus recursos poderosos para que retornemos al buen camino, y nos dará su mano como las madres buenas para que no nos desviemos de nuevo. Y si hemos caído, nos levantará; y nos arreglará una vez más para que estemos presentables ante su Hijo.

La intercesión de la Virgen es mayor que la de todos los santos juntos, pues los demás santos nada obtienen sin Ella. La mediación de los santos depende de la de María, que es universal y siempre subordinada a la de su Hijo. Además, las gracias que nos obtiene la Virgen ya las ha merecido por su honda identificación con la Pasión y Muerte de Cristo. Con su ayuda entraremos en la Casa del Padre.

Con esos pequeños actos de amor que le estamos ofreciendo estos días, no podemos ni siquiera imaginar la lluvia de gracias que está derramando sobre cada uno de nosotros y sobre las personas que le encomendamos, y sobre toda la Iglesia. «Las madres no contabilizan los detalles de cariño que sus hijos les demuestran; no pesan ni miden con criterios mezquinos. Una pequeña muestra de amor la saborean como miel, y se vuelcan concediendo mucho más de lo que reciben. Si así reaccionan las madres buenas de la tierra, imaginaos lo que podremos esperar de Nuestra Madre Santa María». No nos separemos de su lado; no dejemos un solo día de acudir a su protección maternal.


Salmo 56: Oración matutina de un afligido

Ant: Despertad, cítara y arpa; despertaré a la aurora.

Misericordia, Dios mío, misericordia,
que mi alma se refugia en ti;
me refugio a la sombra de tus alas
mientras pasa la calamidad.

Invoco al Dios altísimo,
al Dios que hace tanto por mí:
desde el cielo me enviará la salvación,
confundirá a los que ansían matarme,
enviará su gracia y su lealtad.

Estoy echado entre leones
devoradores de hombres;
sus dientes son lanzas y flechas,
su lengua es una espada afilada.

Elévate sobre el cielo, Dios mío,
y llene la tierra tu gloria.

Han tendido una red a mis pasos,
para que sucumbiera;
me han cavado delante una fosa,
pero han caído en ella.

Mi corazón está firme, Dios mío,
mi corazón está firme.
Voy a cantar y a tocar:
despierta, gloria mía;
despertad, cítara y arpa;
despertaré a la aurora.

Te daré gracias ante los pueblos, Señor;
tocaré para ti ante las naciones:
por tu bondad, que es más grande que los cielos;
por tu fidelidad, que alcanza a las nubes.

Elévate sobre el cielo, Dios mío,
y llene la tierra tu gloria.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Despertad, cítara y arpa; despertaré a la aurora.

Jeremías 31,10-14: Felicidad del pueblo redimido

Ant: «Mi pueblo se saciará de mis bienes», dice el Señor.

Escuchad, pueblos, la palabra del Señor,
anunciadla en las islas remotas:
«Él que dispersó a Israel lo reunirá,
lo guardará como un pastor a su rebaño;
porque el Señor redimió a Jacob,
lo rescató de una mano más fuerte.»

Vendrán con aclamaciones a la altura de Sión,
afluirán hacia los bienes del Señor:
hacia el trigo y el vino y el aceite,
y los rebaños de ovejas y de vacas;
su alma será como un huerto regado,
y no volverán a desfallecer.

Entonces se alegrará la doncella en la danza,
gozarán los jóvenes y los viejos;
convertiré su tristeza en gozo,
los alegraré y aliviaré sus penas;
alimentaré a los sacerdotes con enjundia,
y mi pueblo se saciará de mis bienes.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: «Mi pueblo se saciará de mis bienes», dice el Señor.

Salmo 47: Himno a la gloria de Dios en Jerusalén

Ant: Grande es el Señor y muy digno de alabanza en la ciudad de nuestro Dios.

Grande es el Señor y muy digno de alabanza
en la ciudad de nuestro Dios,
su monte santo, altura hermosa,
alegría de toda la tierra:

el monte Sión, vértice del cielo,
ciudad del gran rey;
entre sus palacios,
Dios descuella como un alcázar.

Mirad: los reyes se aliaron
para atacarla juntos;
pero, al verla, quedaron aterrados
y huyeron despavoridos;

allí los agarró un temblor
y dolores como de parto;
como un viento del desierto,
que destroza las naves de Tarsis.

Lo que habíamos oído lo hemos visto
en la ciudad del Señor de los ejércitos,
en la ciudad de nuestro Dios:
que Dios la ha fundado para siempre.

Oh Dios, meditamos tu misericordia
en medio de tu templo:
como tu renombre, oh Dios, tu alabanza
llega al confín de la tierra;

tu diestra está llena de justicia:
el monte Sión se alegra,
las ciudades de Judá se gozan
con tus sentencias.

Dad la vuelta en torno a Sión,
contando sus torreones;
fijaos en sus baluartes,
observad sus palacios,

para poder decirle a la próxima generación:
«Éste es el Señor, nuestro Dios.»
Él nos guiará por siempre jamás.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Grande es el Señor y muy digno de alabanza en la ciudad de nuestro Dios.

Lectura

Sb 7,13-14

Aprendí la sabiduría sin malicia, la reparto sin envidia y no me guardo sus riquezas. Porque es un tesoro inagotable para los hombres: los que la adquieren se atraen la amistad de Dios, porque el don de su enseñanza los recomienda.

V/. Que todos los pueblos proclamen la sabiduría de los santos.

R/. Que todos los pueblos proclamen la sabiduría de los santos.

V/. Y que la asamblea pregone su alabanza.

R/. La sabiduría de los santos.

V/. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo

R/. Que todos los pueblos proclamen la sabiduría de los santos.

Cántico Ev.

Ant: Los sabios brillarán con esplendor de cielo, y los que enseñan la justicia a las multitudes serán como estrellas por toda la eternidad.



Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Los sabios brillarán con esplendor de cielo, y los que enseñan la justicia a las multitudes serán como estrellas por toda la eternidad.

Preces

Demos gracias a Cristo, el buen Pastor que entregó la vida por sus ovejas, y supliquémosle, diciendo:

Apacienta a tu pueblo, Señor

- Señor Jesucristo, que en los santos pastores nos has revelado tu misericordia y tu amor,
haz que por ellos continúe llegando a nosotros tu acción misericordiosa.


- Señor Jesucristo, que a través de los santos pastores sigues siendo el único pastor de tu pueblo,
no dejes de guiarnos siempre por medio de ellos.


- Señor Jesucristo, que por medio de los santos pastores eres el médico de los cuerpos y de las almas,
haz que nunca falten a tu Iglesia los ministros que nos guíen por las sendas de una vida santa.


- Señor Jesucristo que has adoctrinado a la Iglesia con la prudencia y el amor de los santos,
haz que, guiados por nuestros pastores, progresemos en la santidad.

Fieles a la recomendación del Salvador, digamos con filial confianza:

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre;

venga a nosotros tu reino;

hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día;

perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.

No nos dejes caer en la tentación,

y líbranos del mal.

Final

Señor y Dios nuestro, tú que hiciste al obispo san Ambrosio doctor esclarecido de la fe católica y ejemplo admirable de fortaleza apostólica, suscita en medio de tu pueblo hombres que, viviendo según tu voluntad, gobiernen a tu Iglesia con sabiduría y fortaleza. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

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