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lunes, 4 de diciembre de 2023

Oficio, lecturas, reflexiones y laudes +

 San Juan Damasceno, presbítero y doctor de la Iglesia, memoria libre


Común de doctores de la Iglesia


Salterio: lunes de la primera semana


Nació en Damasco, en la segunda mitad del siglo VII, en el seno de una familia cristiana. Gran conocedor de la filosofía ingresó en el monasterio de San Sabas, próximo a Jerusalén, fue ordenado sacerdote. Escribió numerosas obras teológicas sobre todo contra los iconoclastas. Murió a mediados del siglo VIII.

 -Señor, ábreme los labios.

R/. -Y mi boca proclamará tu alabanza.


Ant: Venid, adoremos al Señor, fuente de la sabiduría.

Animaos los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy» (Hb 3,13)

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

-se repite la antífona

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

-se repite la antífona

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

-se repite la antífona

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.

-se repite la antífona

Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
"Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso."»

-se repite la antífona

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Venid, adoremos al Señor, fuente de la sabiduría.

 
Himno


Experiencia de Dios fue vuestra ciencia,
su Espíritu veraz os dio a beberla
en la revelación, que es su presencia
en velos de palabra siempre nueva.

Abristeis el camino para hallarla
a todo el que de Dios hambre tenía,
palabra del Señor que, al contemplarla,
enciende nuestras luces que iluminan.

Saber de Dios en vida convertido
es la virtud del justo, que, a su tiempo,
si Dios le dio la luz, fue lo debido
que fuera su verdad, su pensamiento.

En nuestro corazón de criaturas,
no se encendió la luz para esconderla,
que poco puede andar quien anda a oscuras
por sendas de verdad sin poder verla.

Demos gracias a Dios humildemente
y al Hijo, su Verdad que a todos guía,
dejemos que su Luz, faro esplendente,
nos guíe por el mar de nuestra vida. Amén.



Salmo 6: Oración del afligido que acude a Dios


Ant: Sálvame, Señor, por tu misericordia.

Ahora mi alma está agitada... Padre, líbrame de esta hora (Jn 12,27)

Señor, no me corrijas con ira,
no me castigues con cólera.
Misericordia, Señor, que desfallezco;
cura, Señor, mis huesos dislocados.
Tengo el alma en delirio,
y tú, Señor, ¿hasta cuándo?

Vuélvete, Señor, liberta mi alma,
sálvame por tu misericordia.
Porque en el reino de la muerte nadie te invoca,
y en el abismo, ¿quién te alabará?

Estoy agotado de gemir:
de noche lloro sobre el lecho,
riego mi cama con lágrimas.
Mis ojos se consumen irritados,
envejecen por tantas contradicciones.

Apartaos de mí, los malvados,
porque el Señor ha escuchado mis sollozos;
el Señor ha escuchado mi súplica,
el Señor ha aceptado mi oración.

Que la vergüenza abrume a mis enemigos,
que avergonzados huyan al momento.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Sálvame, Señor, por tu misericordia.

Segundo Salmo


Salmo 9 A-I: Acción de gracias por la victoria


Ant: El Señor es el refugio del oprimido en los momentos de peligro.

De nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos

Te doy gracias, Señor, de todo corazón,
proclamando todas tus maravillas;
me alegro y exulto contigo,
y toco en honor de tu nombre, oh Altísimo.

Porque mis enemigos retrocedieron,
cayeron y perecieron ante tu rostro.
Defendiste mi causa y mi derecho,
sentado en tu trono como juez justo.

Reprendiste a los pueblos, destruiste al impío
y borraste para siempre su apellido.
El enemigo acabó en ruina perpetua,
arrasaste sus ciudades y se perdió su nombre.

Dios está sentado por siempre
en el trono que ha colocado para juzgar.
Él juzgará el orbe con justicia
y regirá las naciones con rectitud.

Él será refugio del oprimido,
su refugio en los momentos de peligro.
Confiarán en ti los que conocen tu nombre,
porque no abandonas a los que te buscan.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: El Señor es el refugio del oprimido en los momentos de peligro.

Tercer Salmo


Salmo 9 A-II:


Ant: Narraré tus hazañas en las puertas de Sión.

Tañed en honor del Señor, que reside en Sión;
narrad sus hazañas a los pueblos;
él venga la sangre, él recuerda
y no olvida los gritos de los humildes.

Piedad, Señor; mira como me afligen mis enemigos;
levántame del umbral de la muerte,
para que pueda proclamar tus alabanzas
y gozar de tu salvación en las puertas de Sión.

Los pueblos se han hundido en la fosa que hicieron,
su pie quedó prendido en la red que escondieron.
El Señor apareció para hacer justicia,
y se enredó el malvado en sus propias acciones.

Vuelvan al abismo los malvados,
los pueblos que olvidan a Dios.
Él no olvida jamás al pobre,
ni la esperanza del humilde perecerá.

Levántate, Señor, que el hombre no triunfe:
sean juzgados los gentiles en tu presencia.
Señor, infúndeles terror,
y aprendan los pueblos que no son más que hombres.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Narraré tus hazañas en las puertas de Sión.

Lectura Bíblica


V/. Enséñame a cumplir tu voluntad, Señor.

R/. Y a guardarla de todo corazón.

Juicio y salvación de Sión. Asamblea de los pueblos


Lectura del libro del profeta Isaías
Is 1,21-27; 2,1-5 (del lecc. único)

¡Cómo se ha vuelto una ramera la Villa Fiel! Antes llena de derecho, morada de justicia. Tu plata se ha vuelto escoria, tu vino está aguado, tus jefes son bandidos, socios de ladrones: todos amigos de sobornos, en busca de regalos. No defienden al huérfano, no se encargan de la causa de la viuda.

Oráculo del Señor de los ejércitos, el héroe de Israel: «Tomaré satisfacción de mis adversarios, venganza de mis enemigos. Volveré mi mano contra ti: te limpiaré de escoria en el crisol, separaré de ti la ganga; te daré jueces como los antiguos, consejeros como los de antaño: entonces te llamarás Ciudad Justa, Villa Fiel. Sión será redimida con el derecho, los repatriados, con la justicia.»

Visión de Isaías, hijo de Amós, acerca de Judá y de Jerusalén:

Al final de los días estará firme el monte de la casa del Señor, en la cima de los montes, encumbrado sobre las montañas. Hacia él confluirán los gentiles, caminarán pueblos numerosos. Dirán: «Venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob: él nos instruirá en sus caminos y marcharemos por sus sendas; porque de Sión saldrá la ley, de Jerusalén, la palabra del Señor.»

Será el árbitro de las naciones, el juez de pueblos numerosos. De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas. No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra.

Casa de Jacob, ven, caminemos a la luz del Señor.

R/. Vamos a subir al monte del Señor, al templo del Dios de Jacob. Nos enseñará sus caminos y caminaremos por sus sendas.

V/. Va a venir el Mesías, el Cristo: cuando venga, él nos lo dirá todo.

R/. Nos enseñará sus caminos y caminaremos por sus sendas.

Lectura Patrística


Me llamaste, Señor, para servir a tus hijos
San Juan Damasceno, presbítero y doctor de la Iglesia

De la Declaración de la fe (Cap 1: PG 95,417-419)

Tú, Señor, me sacaste de los lomos de mi padre; tú me formaste en el vientre de mi madre; tú me diste a luz niño y desnudo, puesto que las leyes de la naturaleza siguen tu mandatos.

Con la bendición del Espíritu Santo preparaste mi creación y mi existencia, no por voluntad de varón, ni por deseo carnal, sino por una gracia tuya inefable. Previniste mi nacimiento con un cuidado superior al de las leyes naturales; pues me sacaste a la luz adoptándome como hijo tuyo y me contaste entre los hijos de tu Iglesia santa e inmaculada.

Me alimentaste con la leche espiritual de tus divinas enseñanzas. Me nutriste con el vigoroso alimento del cuerpo de Cristo, nuestro Dios, tu santo Unigénito, y me embriagaste con el cáliz divino, o sea, con su sangre vivificante, que él derramó por la salvación de todo el mundo.

Porque tú, Señor, nos has amado y has entregado a tu único y amado Hijo para nuestra redención, que él aceptó voluntariamente, sin repugnancia; más aún, puesto que él mismo se ofreció, fue destinado al sacrificio como cordero inocente, porque, siendo Dios, se hizo hombre y con su voluntad humana se sometió, haciéndose obediente a ti, Dios, su Padre, hasta la muerte, y una muerte de cruz.

Así, pues, oh Cristo, Dios mío, te humillaste para cargarme sobre tus hombros, como oveja perdida, y me apacentaste en verdes pastos; me has alimentado con las aguas de la verdadera doctrina por mediación de tus pastores, a los que tú mismo alimentas para que alimenten a su vez a tu grey elegida y excelsa.

Por la imposición de manos del obispo, me llamaste para servir a tus hijos. Ignoro por qué razón me elegiste; tú solo lo sabes.

Pero tú, Señor, aligera la pesada carga de mis pecados, con los que gravemente te ofendí; purifica mi corazón y mi mente. Condúceme por el camino recto, tú que eres una lámpara que alumbra.

Pon tus palabras en mis labios; dame un lenguaje claro y fácil, mediante la lengua de fuego de tu Espíritu, para que tu presencia siempre vigile.

Apaciéntame, Señor, y apacienta tú conmigo, para que mi corazón no se desvíe a derecha ni izquierda, sino que tu Espíritu bueno me conduzca por el camino recto y mis obras se realicen según tu voluntad hasta el último momento.

Y tú, cima preclara de la más íntegra pureza, excelente congregación de la Iglesia, que esperas la ayuda de Dios, tú, en quien Dios descansa, recibe de nuestras manos la doctrina inmune de todo error, tal como nos la transmitieron nuestros Padres, y con la cual se fortalece la Iglesia.

R/. Una doctrina auténtica llevaba en la boca, y en sus labios no se hallaba maldad; se portaba conmigo con integridad y rectitud, dice el Señor.

V/. Mi mano estaba siempre con él y mi brazo lo hizo valeroso.

R/. Se portaba conmigo con integridad y rectitud, dice el Señor.

Lunes, I semana de Adviento, feria

Is 2,1-5: El Señor reúne a todas las naciones en la paz eterna del reino de Dios.

Visión de Isaías, hijo de Amós, acerca de Judá y de Jerusalén:

Al final de los días estará firme

el monte de la casa del Señor

en la cima de los montes,

encumbrado sobre las montañas.

Hacia él confluirán los gentiles,

caminarán pueblos numerosos.

Dirán:

«Venid, subamos al monte del Señor,

a la casa del Dios de Jacob:

él nos instruirá en sus caminos

y marcharemos por sus sendas;

porque de Sión saldrá la ley,

de Jerusalén, la palabra del Señor.»

Será el árbitro de las naciones,

el juez de pueblos numerosos.

De las espadas forjarán arados,

de las lanzas, podaderas.

No alzará la espada pueblo contra pueblo,

no se adiestrarán para la guerra.

Casa de Jacob, ven,

caminemos a la luz del Señor.

o bien, en ciclo A:
Is 4,2-6: El vástago del Señor será ornamento para los supervivientes del reino de Dios.

Aquel día, el vástago del Señor

será joya y gloria,

fruto del país, honor y ornamento

para los supervivientes de Israel.

A los que queden en Sión,

a los restantes en Jerusalén,

los llamarán santos:

los inscritos en Jerusalén entre los vivos.

Cuando lave el Señor la suciedad

de las mujeres de Sión

y friegue la sangre

de dentro de Jerusalén,

con el soplo del juicio, con el soplo ardiente,

creará el Señor en el templo del monte Sión

y en su asamblea

una nube de día, un humo brillante,

un fuego llameante de noche.

Baldaquino y tabernáculo cubrirán su gloria:

serán sombra en la canícula,

refugio en el aguacero,

cobijo en el chubasco.

Sal 121,1-2.4-5.6-7.8-9: Vamos alegres a la casa del Señor.

¡Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la casa del Señor»!
Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén.

Allá suben las tribus,
las tribus del Señor,
según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia,
en el palacio de David.

Desead la paz a Jerusalén:
«Vivan seguros los que te aman,
haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios.»

Por mis hermanos y compañeros,
voy a decir: «La paz contigo.»
Por la casa del Señor, nuestro Dios,
te deseo todo bien.

Mt 8,5-11: Vendrán muchos de oriente y occidente al reino de los cielos.

En aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaún, un centurión se le acercó rogándole:

- «Señor, tengo en casa un criado que está en cama paralítico y sufre mucho.»

Jesús le contestó:

- «Voy yo a curarlo.»

Pero el centurión le replicó:

- «Señor, no soy quien para que entres bajo mi techo. Basta que lo digas de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes; y le digo a uno: "Ve", y va; al otro: "Ven", y viene; a mi criado: "Haz esto", y lo hace.»

Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían:

- «Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie tanta fe. Os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos.»



Pistas para la Lectio Divina

Lectio divina “Palabra vivificante”. P. Fidel Oñoro cjm

Isaías 2,1-5: Un pueblo que aprende a construir la paz

Comenzamos el tiempo del adviento con el propósito de dedicarle un poco más de espacio a la escucha de la Palabra de Dios, expresando nuestro deseo tal como lo canta el pueblo que sube alegre la montaña del templo: ‘Subamos… para que él nos enseñe sus caminos y nosotros sigamos sus senderos’ (Isaías 2,3).

La voz del profeta Isaías, predicador de la esperanza en el siglo VIII aC, resuena para remover las conciencias y dar una nueva visión del proyecto de Dios en el mundo. Sus profecías nos educarán durante el adviento para vivir el itinerario que va de la oscuridad a la luz, esto es, de las tinieblas de los miedos, sufrimientos y angustias que causa el mal en la humanidad, a la revelación luminosa de la obra poderosa que Dios realiza con la llegada del Mesías.

Un rápido diagnóstico de la realidad que vivimos, nos lleva a decir que uno de los grandes anhelos de la humanidad es la paz. El mundo en el que vivimos es conflictivo. Sobre esta oscuridad de la guerra, de la división, de la violencia, de la destrucción de personas y del medio ambiente, la palabra profética de hoy arroja toda su luz de esperanza: ‘¡Ven pueblo de Jacob, caminemos a la luz del Señor!’ (v.5).

Veamos algunos aspectos destacados de esta profecía isaíanica:

1. Una nueva convocación de la humanidad para pensar la historia desde otro punto de vista (2,2-3ª)

La profecía isaiánica abre ante nosotros un hermoso paisaje: el de un monte macizo desde cuyo vértice se contempla el panorama. De repente aparecen ríos humanos que lo escalan procesionalmente por todos sus costados (v.2).

Los peregrinos no son únicamente los israelitas (ver el v.5) sino la humanidad entera: ‘Confluirán hacia él todas la naciones y acudirán pueblos numerosos’ (vv.2c y 3ª).

El punto de convergencia de todo este movimiento es la montaña de Sión coronada por el Templo del Señor. Desde esta altura geográfica y espiritual se ve el mundo con los ojos de Dios y no desde los intereses egoístas humanos.

2. El canto de los peregrinos: el deseo de aprender la Palabra de Dios
(v.3)

Comienza entonces la canción con la que los peregrinos se animan unos a otros en el caminar: ‘Vengan, subamos…’ (v.3).

La frase expresa el propósito del viaje, o mejor el sentido de la irresistible atracción que este monte ejerce sobre ellos.

El camino ascensional está impulsado por el deseo de ser educado por Dios y de iniciar una nueva vida según sus criterios, escuchando y viviendo su Palabra. Esto es lo que el profeta llama ‘seguir sus senderos’.

3. Las divergencias se vuelven convergencia en el proyecto común del crecimiento de todos en fraternidad (v.4)

Llegamos al momento sublime en el que se ve el efecto de la subida para aprender la Palabra de Dios: los ríos humanos se convierten entonces en un solo pueblo que reconcilia sus divergencias.

Notemos el doble movimiento. La atracción hacia Dios, expresada en la subida a la montaña, se vuelve luego irradiación hacia el mundo.

La gente que baja la montaña ha vivido un cambio que proyecta por doquiera que va: ahora se siente pueblo en comunión, que a diferencia de la antigua Babel (ver Gn 11,1-9), está unido por la experiencia de Dios, vivida en la obediencia a su palabra, y no por la soberbia humana que excluye a Dios del proyecto de vida, por la comprensión entre sí y no por la fragmentación de los que tercamente defienden sus propios proyectos, por la paz y no por las alianzas para la guerra por el crecimiento de todos por igual y no por la competencia que genera dominaciones.

En el monte se vuelven comunidad. Para ellos la historia se convierte entonces en un camino hacia la plenitud de vida que supera las contradicciones históricas del exterminio entre los adversarios.

Este es el camino de una comunidad que trabaja mancomunadamente para producir los recursos que necesita para su bienestar.

Este pueblo unido por la experiencia de la Palabra camina, como en una gran marcha de la vida hacia una nueva ascensión que ya no es geográfica sino espiritual. Bajo el juicio de Dios, se hacen alianzas (v.4ª) ya que encuentran motivos para entenderse y generar proyectos comunitarios que promueven la
vida y el desarrollo de todos (v.4bc). La justicia de Dios genera la paz.

El profeta describe con fuerza la nueva realidad de la comunidad señalando dos grandes acciones (v.4bc):

‘Espadas’ que se vuelven ‘azadones’ y ‘lanzas’ que se vuelven ‘podaderas’. Los antiguos instrumentos de exterminio se transforman en instrumentos de trabajo comunitario para que la tierra genere el alimento que sostiene la vida.

El dinero que se invertía en armas se invertirá en alimentación. Lo que era para muerte, ahora se destina a la vida.

Los azadones son útiles para los trigales y las podaderas para las viñas, de donde resulta el pan y el vino, alimentos básicos para la vida y la comunión familiar.

‘No se levantarán pueblo contra pueblo… No se entrenarán para la guerra”. Es decir, acuerdan no destruirse nunca más entre ellos mismos, ni dar espacio para los campos de entrenamiento militar.

Este es el nuevo pueblo que ya desde el Antiguo Testamento comenzó a cantar:
‘Caminemos a la luz del Señor’ (v.5).

Un pueblo que no camina a la luz de los intereses mezquinos que están a la base de todas las confrontaciones, sino a la luz del proyecto de Dios que es el del crecimiento comunitario basado en la hermandad.

Y esta profecía se realiza en Jesús (Mateo 8,5-11)

Un centurión romano ‘vino al encuentro’ de Jesús y Jesús también vino a su casa por medio de su palabra, pero primero le dijo ‘yo iré’.

El Evangelio, que leemos en Mt 8,5-11, nos presenta a un hombre que se pone en camino, pero no ya hacia el monte Sión, sino donde Jesús. La palabra que busca no es la Torá, sino la palabra sanadora de Jesús.

Esta búsqueda de Jesús por parte del centurión romano es el primer paso en firme de uno que empieza a subir el monte de la justicia y la paz.

Se trata de un hombre que viene de lejos en todos los sentidos: de Roma, del mundo pagando, de la guerra y el sometimiento militar.

El centurión Romano es uno que le ha hecho el juego a la guerra, al sometimiento imperial de los pueblos, aprovechándose de los otros.

Pero resulta ser un hombre de rango militar superior, que sabe someterse a Jesús, de quien reconoce con humildad la grandeza de su Palabra. El centurión es un peregrino que viene en busca de palabra de Jesús que sana.

Frente a Jesús, incluso, se supera la divergencia entre patrón y criado. El centurión podría haberse buscado otro empleado; pero no, decide recuperarlo con salud. Por eso su búsqueda de Jesús es signo de una conversión.

El centurión que va donde Jesús muestra el comienzo de la realización de la profecía de Isaias. Con el paso de la fe y con su manera de tomarse en serio la Palabra de Jesús, ha peregrinado hacia el centro de convergencia que es el Reino de los Cielos, que ha irrumpido en la persona y el ministerio de Jesús.

El centurión nos enseña: ponte en camino en búsqueda de una palabra que tiene la fuerza de obrar lo que anuncia.

Comenzamos el adviento con esta guía excepcional que nos invita a dar los mismos pasos que el pueblo en Isaías o del centurión en el evangelio. Vamos al encuentro del Señor, sabiendo que él con su palabra viene a nuestra casa.

Oremos…
‘’Jesús, que vives en María,
Ven a vivir en nosotros
con el espíritu de santidad,
con la plenitud de tu poder,
con la perfección de tus caminos,
con la fuerza de tus virtudes,
con la participación de tu misterio.
Por la fuerza de tu Espíritu
triunfa en nosotros sobre todo poder adverso’.
Amén.
(J. J. Olier)

4 de diciembre. 5º Día de la Novena

ROSA MÍSTICA


— Siempre con Jesús. Vida de oración.

— Aprender a rezar.

— Las oraciones vocales. El Santo Rosario.

I. María, por su parte, guardaba estas cosas y las meditaba en su corazón1Su Madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón2. Por dos veces el Evangelista hace referencia a esta actitud de María ante los acontecimientos que se van sucediendo: en la Nochebuena de Belén, y en Nazareth, a la vuelta de Jerusalén, después de encontrar a Jesús en el Templo. La insistencia del Evangelista parece ser el eco de la repetida reflexión de María, quien debió contarlo a los Apóstoles después de la Ascensión de Jesús al Cielo.

La Virgen conserva y medita. Sabe de recogimiento interior, y valora, guarda en su intimidad y hace tema de su oración los sucesos grandes y pequeños de su vida. Esta plegaria continua de María es como el aroma de la rosa «que constantemente se eleva hacia Dios. Esta elevación suya no cesa jamás, tiene una frescura igual a la primera; es siempre jubilosamente nueva y virginal. Si la brisa de nuestras plegarias o los vientos tormentosos de este mundo pasan junto a Ella y la rozan, el perfume de la oración se levanta entonces más fuerte y perceptible; se convierte en intercesora incluyendo nuestra oración en la suya para presentarla al Padre en Cristo Jesús, su Hijo»3.

Cuando estaba aquí en la tierra todo lo hacía en referencia a su Hijo: cada vez que hablaba a Jesús oraba, pues eso es la oración: hablar con Dios: y cuando le miraba, y siempre que le sonreía o pensaba en Él4.

En Caná de Galilea, en las bodas de aquellos parientes o amigos, nos enseña con qué delicadeza e insistencia se debe pedir. «Era su Madre, le había acunado en sus brazos, y, con todo, se abstiene de indicarle lo que puede hacer. Expone la necesidad y deja todo lo demás a su arbitrio, segura de que la solución que dé al problema, cualquiera que sea, y en cualquier sentido, es la mejor, la más indicada, la que lo resuelve de manera más conveniente. Deja al Señor el campo totalmente libre para que haga sin compromisos ni violencias su voluntad, pero es porque Ella estaba segura de que su voluntad era lo más perfecto que podía hacerse y lo que de verdad resolvía el asunto. No le ata las manos forzándole a adoptar un camino, a hacer algo determinado: confía en su sabiduría, en su superior conocimiento, en su visión más amplia y profunda de las cosas que abarca aspectos y circunstancias que Ella podía, quizá, desconocer, Ni siquiera se planteó Nuestra Señora la cuestión de que a lo mejor Él no consideraba conveniente intervenir: expone lo que ocurre y lo deja en sus manos. Y es que la fe deja a Dios comprometido con más fuerza que los argumentos más sagaces y contundentes»5.

Al pie de la Cruz nos anima a estar siempre junto a Cristo, en oración silenciosa, en los momentos más duros de la vida. La última noticia que de Ella nos dan los Evangelios nos refiere que se encuentra con los Apóstoles, orando juntamente con ellos6, en espera de la llegada del Espíritu Santo. El mismo Señor debió de aprender de su Madre muchas oraciones que se habían transmitido en el pueblo de Israel de generación en generación, de modo parecido a las que nosotros aprendimos de nuestras madres.

«El Santo Evangelio, brevemente, nos facilita el camino para entender el ejemplo de Nuestra Madre: María conservaba todas estas cosas dentro de sí, ponderándolas en su corazón (Lc 2, 19). Procuremos nosotros imitarla, tratando con el Señor, en un diálogo enamorado, de todo lo que nos pasa, hasta de los acontecimientos más menudos. No olvidemos que hemos de pesarlos, valorarlos, verlos con ojos de fe, para descubrir la Voluntad de Dios»7. A eso ha de llevarnos nuestra meditación diaria: a identificarnos plenamente con Jesús: a dar un contenido divino a los pequeños acontecimientos diarios.

II. El aroma de nuestra oración ha de subir constantemente a nuestro Padre Dios. Es más, le pedimos a Nuestra Señora que ya está en el Cielo en cuerpo y alma- que diga a Jesús constantemente cosas buenas de nosotros: Recordare, Virgo Mater..., in conspectu Domini, ut loquaris pro nobis bona... Acuérdate, Madre de Dios, cuando estés en la presencia del Señor, de hablarle cosas buenas de nosotros8. Y Ella, desde el Cielo, nos alienta siempre a no dejar jamás la oración, el trato con Dios, pues es nuestra fortaleza diaria.

Debemos aprender a tratar cada vez mejor al Señor en la oración mental esos ratos que dedicamos a hablarle calladamente de nuestros asuntos, a darle gracias, a pedirle ayuda, a decirle que le amamos...- y mediante la oración vocal, empleando muchas veces las que han servido a tantas generaciones para elevar su corazón y sus peticiones al Señor y a su Madre Santísima, y quizá con esas otras que aprendimos de labios de nuestra madre.

La oración nos hace fuertes contra las tentaciones. A veces, podremos oír también nosotros las mismas palabras que Jesús dirigió a sus discípulos en Getsemaní: ¿Por qué dormís? Levantaos y orad para no caer en tentación9. Hemos de rezar siempre, pero hay momentos en los que debemos intensificar esa oración, cuidarla mejor, esmerarnos en prestar más atención..., porque quizá son mayores las dificultades familiares o en el trabajo, o son más fuertes las tentaciones. Ella nos mantiene vigilantes ante el enemigo que acecha, nos ayuda a trabajar mejor, a cumplir las obligaciones y deberes con la familia y con la sociedad, a tratar mejor a los demás.

La Virgen Santa María nos enseña hoy a ponderar en nuestro corazón, a darle sentido en la presencia de Dios a todo aquello que constituye nuestra vida: lo que nos parece una gran desgracia, las pequeñas penas normales de toda vida, las alegrías, el nacimiento de un hijo o de un hermano, la muerte de un ser querido, las incidencias del trabajo o de la vida familiar, la amistad... También, como María, nos acostumbramos a buscar al Señor en la intimidad de nuestra alma en gracia. «Gózate con Él en tu recogimiento interior. Alégrate, con Él, ya que le tienes tan cerca.

»Deséale ahí; adórale ahí; no vayas a buscarle fuera de ti porque te distraerás y cansarás y no le hallarás; no le podrás gozar con más certeza, ni con más rapidez ni más cerca que dentro de ti»10.

Ninguna persona de este mundo ha sabido tratar a Jesús como su Madre; y, después de Ella, San José, quien pasó largas horas mirándole, contemplándole, hablando con Él de las pequeñas incidencias de un día cualquiera, con sencillez y veneración. Si acudimos a ellos con fe al comenzar nuestro diálogo habitual con el Señor, experimentaremos enseguida su eficaz ayuda.

III. En la oración mental tratamos al Señor de modo personal, entendemos lo que quiere de nosotros, vemos con más profundidad el contenido de la Sagrada Escritura, pues «crece la comprensión de las palabras y de las cosas transmitidas cuando los fieles las contemplan y estudian repasándolas en su corazón»11.

Junto a ese «ponderar las cosas en el corazón», la oración vocal es muy grata al Señor, como lo fue sin duda la de la Virgen, pues Ella ciertamente recitaría salmos y otras fórmulas contenidas en el Antiguo Testamento, propias del pueblo hebreo12. Cuando comenzamos el trabajo, al terminarlo, al caminar por la calle, al subir o bajar las escaleras..., se enciende el alma con las oraciones vocales y se convierte nuestra vida, poco a poco, en una continuada oración: el Padrenuestro, el Avemaría, jaculatorias que nos han enseñado o que hemos aprendido al leer y meditar el Santo Evangelio, expresiones con que muchos personajes pedían al Señor la curación, el perdón o su misericordia, y otras que inventó nuestro amor. Algunas las aprendimos de niños: «son frases ardientes y sencillas, enderezadas a Dios y a su Madre, que es Madre nuestra. Todavía –recordaba San Josemaría Escrivá–, por las mañanas y por las tardes, no un día, habitualmente, renuevo aquel ofrecimiento que me enseñaron mis padres: ¡oh Señora mía, oh Madre mía!, yo me ofrezco enteramente a Vos. Y, en prueba de mi filial afecto, os consagro en este día mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón... ¿No es esto –de alguna manera– un principio de contemplación, demostración evidente de confiado abandono?»13.

El Bendita sea tu pureza, el Acordaos... encierran para muchos cristianos el recuerdo y el candor de la primera vez que los rezaron. No dejemos que se pierdan esas bellísimas oraciones; cumplamos el deber de enseñarlas a otros. De modo muy particular podemos cuidar el Santo Rosario en estos días de la Novena, la oración tantas veces recomendada en la Iglesia.

Se encontraba el Papa Pío IX en su lecho de muerte, y uno de los prelados que le asistían le preguntó qué era lo que en aquella hora suprema pensaba, y el Papa contestó: «Mira: estoy contemplando dulcemente los quince misterios que adornan las paredes de esta sala, que son otros tantos cuadros de consuelo. ¡Si vieses cómo me animan! Contemplando los misterios de gozo, no me acuerdo de mis dolores; pensando en los de la cruz, me siento confortado en gran manera, pues veo que no voy solo en el camino del dolor, sino que delante de mí va Jesús; y cuando considero los de gloria, siento gran alegría, y me parece que todas mis penas se convierten en resplandores de gloria. ¡Cómo me consuela el rosario en este lecho de muerte!». Y dirigiéndose después a los que le rodeaban, dijo: «Es el rosario un evangelio compendiado y dará a los que lo rezan los ríos de paz de que nos habla la Escritura; es la devoción más hermosa, más rica en gracias y gratísima al corazón de María. Sea este, hijos míos decía a quienes le rodeaban, mi testamento para que os acordéis de mí en la tierra».

Hagamos en este día el propósito de cuidar mejor nuestro rato de meditación diaria y, las oraciones vocales, especialmente el Santo Rosario, con el que alcanzaremos tantas gracias para nosotros y para aquellos que queremos acercar al Señor.


Primer Salmo


Salmo 5,2-10.12-13: Oración de la mañana de un justo perseguido


Ant: A ti te suplico, Señor; por la mañana escucharás mi voz.

Se alegrarán eternamente los que acogieron al Verbo en su interior. El Verbo habita en ellos.

Señor, escucha mis palabras,
atiende a mis gemidos,
haz caso de mis gritos de auxilio,
Rey mío y Dios mío.

A ti te suplico, Señor;
por la mañana escucharás mi voz,
por la mañana te expongo mi causa,
y me quedo aguardando.

Tú no eres un Dios que ame la maldad,
ni el malvado es tu huésped,
ni el arrogante se mantiene en tu presencia.

Detestas a los malhechores,
destruyes a los mentirosos;
al hombre sanguinario y traicionero
lo aborrece el Señor.

Pero yo, por tu gran bondad,
entraré en tu casa,
me postraré ante tu templo santo
con toda reverencia.

Señor, guíame con tu justicia,
porque tengo enemigos;
alláname tu camino.

En su boca no hay sinceridad,
su corazón es perverso;
su garganta es un sepulcro abierto,
mientras halagan con la lengua.

Que se alegren los que se acogen a ti,
con júbilo eterno;
protégelos, para que se llenen de gozo
los que aman tu nombre.

Porque tú, Señor, bendices al justo,
y como un escudo lo rodea tu favor.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: A ti te suplico, Señor; por la mañana escucharás mi voz.

Cántico AT


1Cro 29,10-13: Solo a Dios honor y gloria


Ant: Alabamos, Dios nuestro, tu nombre glorioso.

Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo (Ef 1,3)

Bendito eres, Señor,
Dios de nuestro padre Israel,
por los siglos de los siglos.

Tuyos son, Señor, la grandeza y el poder,
la gloria, el esplendor, la majestad,
porque tuyo es cuanto hay en cielo y tierra,
tú eres rey y soberano de todo.

De ti viene la riqueza y la gloria,
tú eres Señor del universo,
en tu mano está el poder y la fuerza,
tú engrandeces y confortas a todos.

Por eso, Dios nuestro,
nosotros te damos gracias,
alabando tu nombre glorioso.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Alabamos, Dios nuestro, tu nombre glorioso.

Segundo Salmo


Salmo 28: Manifestación de Dios en la tempestad


Ant: Postraos ante el Señor en el atrio sagrado.

Vino una voz del cielo que decía: «Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto» (Mt 3,17)

Hijos de Dios, aclamad al Señor,
aclamad la gloria y el poder del Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor,
postraos ante el Señor en el atrio sagrado.

La voz del Señor sobre las aguas,
el Dios de la gloria ha tronado,
el Señor sobre las aguas torrenciales.

La voz del Señor es potente,
la voz del Señor es magnífica,
la voz del Señor descuaja los cedros,
el Señor descuaja los cedros del Líbano.

Hace brincar al Líbano como a un novillo,
al Sarión como a una cría de búfalo.
La voz del Señor lanza llamas de fuego,
la voz del Señor sacude el desierto,
el Señor sacude el desierto de Cadés.

La voz del Señor retuerce los robles,
el Señor descorteza las selvas.
En su templo un grito unánime: «¡Gloria!»

El Señor se sienta por encima del aguacero,
el Señor se sienta como rey eterno.
El Señor da fuerza a su pueblo,
El Señor bendice a su pueblo con la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Postraos ante el Señor en el atrio sagrado.

Lectura Bíblica


Lectura del libro de la Sabiduría
Sb 7,13-14

Aprendí la sabiduría sin malicia, la reparto sin envidia y no me guardo sus riquezas. Porque es un tesoro inagotable para los hombres: los que la adquieren se atraen la amistad de Dios, porque el don de su enseñanza los recomienda.

V/. Que todos los pueblos proclamen la sabiduría de los santos.

R/. Que todos los pueblos proclamen la sabiduría de los santos.

V/. Y que la asamblea pregone su alabanza.

R/. La sabiduría de los santos.

V/. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

R/. Que todos los pueblos proclamen la sabiduría de los santos.

Cántico Evangélico


Cántico [en Español] [en Latín]

Ant: Los sabios brillarán con esplendor de cielo, y los que enseñan la justicia a las multitudes serán como estrellas por toda la eternidad.

(se hace la señal de la cruz mientras se comienza a recitar)


Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Los sabios brillarán con esplendor de cielo, y los que enseñan la justicia a las multitudes serán como estrellas por toda la eternidad.

Preces


Demos gracias a Cristo, el buen Pastor que entregó la vida por sus ovejas, y supliquémosle, diciendo:

Apacienta a tu pueblo, Señor

- Señor Jesucristo, que en los santos pastores nos has revelado tu misericordia y tu amor,
haz que por ellos continúe llegando a nosotros tu acción misericordiosa.


- Señor Jesucristo, que a través de los santos pastores sigues siendo el único pastor de tu pueblo,
no dejes de guiarnos siempre por medio de ellos.


- Señor Jesucristo, que por medio de los santos pastores eres el médico de los cuerpos y de las almas,
haz que nunca falten a tu Iglesia los ministros que nos guíen por las sendas de una vida santa.


- Señor Jesucristo que has adoctrinado a la Iglesia con la prudencia y el amor de los santos,
haz que, guiados por nuestros pastores, progresemos en la santidad.


Terminemos nuestra oración con la plegaria que nos enseñó el Señor:

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre;

venga a nosotros tu reino;

hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día;

perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.

No nos dejes caer en la tentación,

y líbranos del mal.

Final


Te rogamos, Señor, que nos ayude en todo momento la intercesión de san Juan Damasceno, para que la fe verdadera que tan admirablemente enseñó sea siempre nuestra luz y nuestra fuerza. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

 El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.

R/. Amén.
  

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