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Saludo

Bendición

jueves, 28 de diciembre de 2023

Oficio, lecturas, reflexiones y laudes +

 Los Santos Inocentes, fiesta


V/. -Señor, Ábreme los labios.

R/. -Y mi boca proclamará tu alabanza.


Invitatorio


Salmo 94: Invitación a la alabanza divina


Ant: Venid, adoremos a Cristo, recién nacido, que ha coronado a los mártires Inocentes.


Venid, aclamemos al Señor,

demos vítores a la Roca que nos salva;

entremos a su presencia dándole gracias,

aclamándolo con cantos.


-se repite la antífona


Porque el Señor es un Dios grande,

soberano de todos los dioses:

tiene en su mano las simas de la tierra,

son suyas las cumbres de los montes;

suyo es el mar, porque él lo hizo,

la tierra firme que modelaron sus manos.


-se repite la antífona


Entrad, postrémonos por tierra,

bendiciendo al Señor, creador nuestro.

Porque él es nuestro Dios,

y nosotros su pueblo,

el rebaño que él guía.


-se repite la antífona


Ojalá escuchéis hoy su voz:

«No endurezcáis el corazón como en Meribá,

como el día de Masá en el desierto;

cuando vuestros padres me pusieron a prueba

y me tentaron, aunque habían visto mis obras.


-se repite la antífona


Durante cuarenta años

aquella generación me asqueó, y dije:

"Es un pueblo de corazón extraviado,

que no reconoce mi camino;

por eso he jurado en mi cólera

que no entrarán en mi descanso."»


-se repite la antífona


Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo

como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.


Ant: Venid, adoremos a Cristo, recién nacido, que ha coronado a los mártires Inocentes.

 

Himno


Tanto al tirano le place

hacer de su orgullo ley,

que por deshacer a un Rey

un millar de reyes hace.


Hace reyes de excelencia

con cabezas coronadas,

pues son coronas logradas

el martirio y la inocencia.


Con los niños desvalidos

hace de su fuerza alarde

y, como es sólo un cobarde,

no espera a verlos crecidos.


Por matar a un enemigo

siembra de sangre Belén,

y en Belén, casa del trigo,

no muere un Rey, nacen cien.


Y así su cólera loca

no puede implantar su ley,

pues quiere matar a un Rey

y corona a cuantas toca.


La furia del mal así

no puede vencer jamás,

pues, cuando me hiere a mí,

estás tú, Señor, detrás.


Estás para convertir

en corona cada muerte,

para decirnos que el fuerte

es el que sabe morir. Amén.


Salmo 2: El Mesías, rey vencedor


Ant: Los niños retozaban como corderos, alabándote a ti, Señor, que los habías liberado.


¿Por qué se amotinan las naciones,

y los pueblos planean un fracaso?


Se alían los reyes de la tierra,

los príncipes conspiran

contra el Señor y contra su Mesías:

«rompamos sus coyundas,

sacudamos su yugo.»


El que habita en el cielo sonríe,

el Señor se burla de ellos.

Luego les habla con ira,

los espanta con su cólera:

«Yo mismo he establecido a mi rey

en Sión, mi monte santo.»


Voy a proclamar el decreto del Señor;

él me ha dicho:

«Tú eres mi hijo:

yo te he engendrado hoy.

Pídemelo: te daré en herencia las naciones,

en posesión, los confines de la tierra:

los gobernarás con cetro de hierro,

los quebrarás como jarro de loza.»


Y ahora, reyes, sed sensatos;

escarmentad, los que regís la tierra:

servid al Señor con temor,

rendidle homenaje temblando;

no sea que se irrite, y vayáis a la ruina,

porque se inflama de pronto su ira.

¡Dichosos los que se refugian en Él!


Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo

como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.


Ant: Los niños retozaban como corderos, alabándote a ti, Señor, que los habías liberado.


Salmo 32 - I: Himno al poder y a la providencia de Dios


Ant: Éstos han sido rescatados de entre los hombres, como primicias para Dios y para el Cordero; sin mancha, están ante el trono de Dios.


Aclamad, justos, al Señor,

que merece la alabanza de los buenos.


Dad gracias al Señor con la cítara,

tocad en su honor el arpa de diez cuerdas;

cantadle un cántico nuevo,

acompañando los vítores con bordones:


que la palabra del Señor es sincera,

y todas sus acciones son leales;

él ama la justicia y el derecho,

y su misericordia llena la tierra.


La palabra del Señor hizo el cielo;

el aliento de su boca, sus ejércitos;

encierra en un odre las aguas marinas,

mete en un depósito el océano.


Tema al Señor la tierra entera,

tiemblen ante él los habitantes del orbe:

porque él lo dijo, y existió,

él lo mandó y surgió.


El Señor deshace los planes de las naciones,

frustra los proyectos de los pueblos;

pero el plan del Señor subsiste por siempre,

los proyectos de su corazón, de edad en edad.


Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo

como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.


Ant: Éstos han sido rescatados de entre los hombres, como primicias para Dios y para el Cordero; sin mancha, están ante el trono de Dios.


Salmo 32 - II:


Ant: En cabeza, alegría perpetua; siguiéndolos, gozo y alegría. Pena y aflicción se alejarán.


Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor,

el pueblo que él se escogió como heredad.


El Señor mira desde el cielo,

se fija en todos los hombres;

Desde su morada observa

a todos los habitantes de la tierra:

él modeló cada corazón,

y comprende todas sus acciones.


No vence el rey por su gran ejército,

no escapa el soldado por su mucha fuerza,

nada valen sus caballos para la victoria,

ni por su gran ejército se salva.


Los ojos del Señor están puestos en sus fieles,

en los que esperan su misericordia,

para librar sus vidas de la muerte

y reanimarlos en tiempo de hambre.


Nosotros aguardamos al Señor:

él es nuestro auxilio y escudo;

con él se alegra nuestro corazón,

en su santo nombre confiamos.


Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,

como lo esperamos de ti.


Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo

como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.


Ant: En cabeza, alegría perpetua; siguiéndolos, gozo y alegría. Pena y aflicción se alejarán.


V/. Los santos entonaban un cántico nuevo ante el trono de Dios y del Cordero.


R/. Y toda la tierra se llenó de sus voces.


Lectura


V/. Los santos entonaban un cántico nuevo ante el trono de Dios y del Cordero.


R/. Y toda la tierra se llenó de sus voces.


Matanza de los niños hebreos en Egipto


Ex 1,8-16.22


En aquellos días, subió al trono en Egipto un Faraón nuevo, que no había conocido a José, y dijo a su pueblo:


«Mirad, el pueblo de Israel está siendo más numeroso y fuerte que nosotros; vamos a vencerlo con astucia, pues si no, cuando se declare la guerra, se aliará con el enemigo, nos atacará, y después se marchará de nuestra tierra.»


Así, pues, nombraron capataces que los oprimieran con cargas, en la construcción de las ciudades granero, Pitom y Ramsés. Pero, cuanto más los oprimían, ellos crecían y se propagaban más. Hartos de los israelitas, los egipcios les impusieron trabajos crueles, y les amargaron la vida con dura esclavitud: el trabajo del barro, de los ladrillos, y toda clase de trabajos del campo; les imponían trabajos crueles.


El rey de Egipto ordenó a las comadronas hebreas -una se llamaba Séfora y otra Fua-:


«Cuando asistáis a las hebreas y les llegue el momento, si es niño lo matáis, si es niña la dejáis con vida.»


Entonces el Faraón ordenó a toda su gente:


«Cuando nazca un niño, echadlo al Nilo; si es niña, dejadla con vida.»


R/. Me gozaré de mi pueblo: Ya no se oirán en él gemidos ni llantos.


V/. Ya no habrá muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor. Todo lo hago nuevo.


R/. Ya no se oirán en él gemidos ni llantos.


L. Patrística


Todavía no hablan, y ya confiesan a Cristo

San Quodvultdeus, obispo


Sermón 2 sobre el símbolo (PL 40,655)


Nace un niño pequeño, un gran Rey. Los magos son atraídos desde lejos; vienen para adorar al que todavía yace en el pesebre, pero que reina al mismo tiempo en el cielo y en la tierra. Cuando los magos le anuncian que ha nacido un Rey, Herodes se turba, y, para no perder su reino, lo quiere matar; si hubiera creído en él, estaría seguro aquí en la tierra y reinaría sin fin en la otra vida.


¿Qué temes, Herodes, al oír que ha nacido un Rey? Él no ha venido para expulsarte a ti, sino para vencer al Maligno. Pero tú no entiendes estas cosas, y por ello te turbas y te ensañas, y, para que no escape el que buscas, te muestras cruel, dando muerte a tantos niños.


Ni el dolor de las madres que gimen, ni el lamento de los padres por la muerte de sus hijos, ni los quejidos y los gemidos de los niños te hacen desistir de tu propósito. Matas el cuerpo de los niños, porque el temor te ha matado a ti el corazón. Crees que, si consigues tu propósito, podrás vivir mucho tiempo, cuando precisamente quieres matar a la misma Vida.


Pero aquél, fuente de la gracia, pequeño y grande, que yace en el pesebre, aterroriza tu trono; actúa por medio de ti, que ignoras sus designios, y libera las almas de la cautividad del demonio. Ha contado a los hijos de los enemigos en el número de los adoptivos.


Los niños, sin saberlo, mueren por Cristo; los padres hacen duelo por los mártires que mueren. Cristo ha hecho dignos testigos suyos a los que todavía no podían hablar. He aquí de qué manera reina el que ha venido para reinar. He aquí que el liberador concede la libertad, y el salvador la salvación.


Pero tú, Herodes, ignorándolo, te turbas y te ensañas y, mientras te encarnizas con un niño, lo estás enalteciendo y lo ignoras.


¡Oh gran don de la gracia! ¿De quién son los merecimientos para que así triunfen los niños? Todavía no hablan, y ya confiesan a Cristo. Todavía no pueden entablar batalla valiéndose de sus propios miembros, y ya consiguen la palma de la victoria.


R/. Adoraron al que vive por los siglos de los siglos, arrojando sus coronas ante el trono del Señor, su Dios.


V/. Cayeron rostro a tierra ante el trono, y bendijeron al que vive por los siglos de los siglos.


R/. Arrojando sus coronas ante el trono del Señor, su Dios.


Te Deum


A ti, oh Dios, te alabamos,

a ti, Señor, te reconocemos.


A ti, eterno Padre,

te venera toda la creación.


Los ángeles todos, los cielos

y todas las potestades te honran.


Los querubines y serafines

te cantan sin cesar:


Santo, Santo, Santo es el Señor,

Dios del universo.


Los cielos y la tierra

están llenos de la majestad de tu gloria.


A ti te ensalza

el glorioso coro de los apóstoles,

la multitud admirable de los profetas,

el blanco ejército de los mártires.


A ti la Iglesia santa,

extendida por toda la tierra,

te proclama:


Padre de inmensa majestad,

Hijo único y verdadero, digno de adoración,

Espíritu Santo, Defensor.


Tú eres el Rey de la gloria, Cristo.


Tú eres el Hijo único del Padre.


Tú, para liberar al hombre,

aceptaste la condición humana

sin desdeñar el seno de la Virgen.


Tú, rotas las cadenas de la muerte,

abriste a los creyentes el reino del cielo.


Tú te sientas a la derecha de Dios

en la gloria del Padre.


Creemos que un día

has de venir como juez.


Te rogamos, pues,

que vengas en ayuda de tus siervos,

a quienes redimiste con tu preciosa sangre.


Haz que en la gloria eterna

nos asociemos a tus santos.


Salva a tu pueblo, Señor,

y bendice tu heredad.


Sé su pastor

y ensálzalo eternamente.


Día tras día te bendecimos

y alabamos tu nombre para siempre,

por eternidad de eternidades.


Dígnate, Señor, en este día

guardarnos del pecado.


Ten piedad de nosotros, Señor,

ten piedad de nosotros.


Que tu misericordia, Señor,

venga sobre nosotros,

como lo esperamos de ti.


En ti, Señor, confié,

no me veré defraudado para siempre.


Los Santos Inocentes, fiesta


1Jn 1,5-2,2: La sangre de Jesús nos limpia los pecados.


Queridos hermanos: Este es el mensaje que le hemos oído a Jesucristo y les anunciamos: Dios es luz y no hay en él oscuridad alguna. Si decimos que estamos en comunión con él, y andamos en oscuridad, mentimos y no practicamos la verdad. Pero si caminamos en la luz como él, que está en la luz, estamos en comunión unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesús nos purifica de todo pecado.


Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no habita en nosotros. Si reconocemos nuestros pecados, Dios, que es justo y fiel, perdonará nuestros pecados y nos purificará de toda maldad.


Si decimos que no hemos pecado, hacemos pasar a Dios por mentiroso, y su palabra no habita en nosotros.


Hijos míos, les escribo estas cosas para que no pequen. Pero si alguno peca, tenemos ante el Padre un abogado, Jesucristo, el Justo. El se ha entregado como víctima por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino por los del mundo entero.


Sal 123,2-3.4-5.7b-8: Hemos salvado la vida como un pájaro de la trampa.


Si el Señor no hubiera estado a nuestro favor

cuando nos atacaron los hombres,

nos habrían devorado vivos

en el volcán de su ira.


Nos habrían tragado las aguas,

un torrente habría pasado sobre nosotros;

habrían pasado sobre nosotros

las aguas turbulentas.


La red se rompió y pudimos escapar.

Nuestro auxilio es el Señor, que hizo el cielo y la tierra.

Hemos salvado la vida,

como un pájaro de la trampa del cazador.


Mt 2,13-18: Herodes mandó matar a todos los niños en Belén.


Después que los Magos se fueron, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo:


«Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y quédate allí hasta que yo te avise; porque Herodes va a buscar al niño para matarlo».


José se levantó de noche, tomó al niño y a su madre, y partió hacia Egipto, donde permaneció hasta la muerte de Herodes. Así se cumplió lo que había anunciado el Señor por el profeta: De Egipto llamé a mi hijo.


Entonces Herodes, viéndose burlado por los Magos, se enfureció tanto que mandó matar a todos los niños de Belén y de todos sus alrededores que tuvieran menos de dos años, conforme a la información que había recibido de los Magos. Así se cumplió lo anunciado por el profeta Jeremías:


Se ha escuchado en Ramá un clamor, un gran llanto y lamento: es Raquel que llora por sus hijos, y no quiere consolarse, porque ya no existen.


Pistas para la Lectio Divina


Mateo 2, 13-18: La vida amenazada. “Es Raquel que llora por sus hijos”

Autor: Padre Fidel Oñoro CJM

Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM


En estos días de Navidad los niños han pasado a un primer plano en la vida familiar, social y también eclesial. Un niño es un ser frágil, no ejerce ningún poder, su vida está siempre en riesgo (enfermedades y todo tipo de peligros). Un niño no tiene como defenderse y afirmarse ante las fuerzas del mundo adulto. Muchos niños son víctimas de su incapacidad para defenderse. Pero mirando la otra cara de la moneda, positivamente hablando, para que un niño continúe viviendo, necesita de muchos cuidados y ayudas. De ahí que sea tan importante que él cuente con una protección eficaz e inteligente que se ponga al servicio de su vida.


Jesús niño participó también de toda esta realidad de amenaza y de necesidad de ayuda. El Evangelio de hoy nos invita a reflexionar seriamente sobre esta realidad. Para ello el texto nos presenta las dos caras de la moneda:


(1) Jesús es amenazado. La vida del divino niño es amenazada por el poder del rey Herodes y, con ella, también toda su obra mesiánica.


(2) Jesús es protegido. El relato nos cuenta cómo interviene Dios para salvar la vida de su Hijo.


Veamos:


1. La amenaza de la vida: “Herodes va a buscar al niño para matarle” (Mt 2,13).


El comportamiento de Herodes está en contraposición con el de los papás de un niño: los progenitores protegen y cuidan la vida del niño, mientras Herodes, por su parte, quiere eliminarlo (ver lo dicho en la contextualización del evangelio del domingo pasado).


Por asegurar su propio bienestar, Herodes se vale de la vida inocente de los pequeños de Belén que no tienen como defenderse. Como tanta gente que escala el poder, él sólo piensa en su interés personal, no importa que otros tengan que sufrir.


2. El compromiso con la vida: “Levántate, toma contigo a la madre y al niño” (2,13)


El Evangelio nos presenta también las lágrimas y el compromiso concreto de los padres.


“Raquel llora por sus hijos” (2,17-18). El dolor va hasta el fondo de la historia. El grito de dolor de Raquel, la madre de las tribus de José y de Benjamín, manifiesta toda la profundidad del dolor causado a las madres por el asesinato de sus hijos. Cada vez que una madre llora la muerte de su hijo, Raquel llora con ella.


“El Ángel le dijo a José”. Dios entra en la historia a salvar la vida del hijo, para ello llama de nuevo a José y le enseña cómo hacerlo; lo notamos en la serie de verbos en imperativo: “levántate”, “toma contigo”, “huye a Egipto” y “estate allí”. El cómo salvar la vida del inocente se aprende en la escucha de la Palabra de Dios.


En el pasaje vemos cómo José se encarga de proteger al niño de los peligros externos, mientras que María es encargada de los cuidados maternos. María y José tienen tareas distintas, pero en el centro de sus vidas está el servicio a Jesús.


La voluntad homicida de Herodes es anulada por la protección de Dios, para ello se vale de los brazos fuertes y amorosos de los padres de familia.


Para cultivar la semilla de la Palabra de Dios en el corazón:


1. ¿De qué forma vemos hoy amenazada la vida de los niños?


2. ¿A qué fuerzas e intereses obedece el comportamiento del rey Herodes? ¿Dónde se presentan hoy estas fuerzas y qué consecuencias tienen?


2. ¿Qué significado tiene la presencia de José y María en la vida del Niño Jesús? ¿Qué nos enseñan a nosotros?


Una oración tomada de la liturgia sinagogal:


“Cuantos mueren y cuantos nacen,

quien vivirá y quien morirá,

quien a su meta y quien antes de su meta,

y por agua, quien por espada,

y quien por hambre, quien por terremoto,

y quien por contagio, quien por estrangulamiento…

Pero retorno y oración y caridad

alivian la dureza de la sentencia”


Francisco Fernández-CarvajalHablar con Dios


Tiempo de Navidad

28 de diciembre


EL MARTIRIO DE LOS INOCENTES


— El dolor, una realidad de nuestra vida. Santificación del dolor.


— La cruz de cada día.


— Los que sufren con sentido de corredención serán consolados por Nuestro Señor. Nosotros debemos compadecernos y ayudar a sobrellevar las dificultades y dolores de nuestros hermanos.


I. Herodes, al ver que los Magos le habían engañado, se irritó en extremo, y mandó matar a todos los niños que había en Belén y toda su comarca, de dos años para abajo, con arreglo al tiempo que cuidadosamente había averiguado de los Magos1.


No hay explicación fácil para el sufrimiento, y mucho menos para el de los inocentes. El relato de San Mateo que leemos en la Misa de hoy, nos muestra el sufrimiento, a primera vista inútil e injusto, de unos niños que dan sus vidas por una Persona y por una Verdad que aún no conocen.


El sufrimiento escandaliza con frecuencia y se levanta ante muchos como un inmenso muro que les impide ver a Dios y su amor infinito por los hombres. ¿Por qué no evita Dios todopoderoso tanto dolor aparentemente inútil?


El dolor es un misterio y, sin embargo, el cristiano con fe sabe descubrir en la oscuridad del sufrimiento, propio o ajeno, la mano amorosa y providente de su Padre Dios que sabe más y ve más lejos, y entiende de alguna manera las palabras de San Pablo a los primeros cristianos de Roma: para los que aman a Dios, todas las cosas son para bien2, también aquellas que nos resultan dolorosamente inexplicables o incomprensibles.


Tampoco podemos olvidar que la felicidad mejor y nuestro bien más auténtico no son siempre los que soñamos y deseamos. Nos es difícil contemplar los acontecimientos en su auténtica perspectiva: siempre observamos una parte muy pequeña de la verdadera realidad; solo vemos la realidad de aquí abajo, la inmediata. Tendemos a mirar la existencia terrena como la definitiva, y no con poca frecuencia consideramos el tiempo aquí en la tierra como el momento en que debieran realizarse y ser saciadas las ansias de perfecta felicidad que nuestro corazón encierra. «Hoy, veinte siglos más tarde, seguimos conmoviéndonos al pensar en los niños degollados y en sus padres. Para los niños, el tránsito fue rápido; en el otro mundo conocerían enseguida por quién habían muerto, cómo le habían salvado, y la gloria que les esperaba. Para los padres, el dolor sería más largo, pero cuando murieran, comprenderían también cómo Dios, que estaba en deuda con ellos, paga las deudas con creces. Unos y otros sufrieron para salvar a Dios de la muerte...»3.


El dolor se presenta de muchas formas, y en ninguna de ellas es espontáneamente querida por nadie. Sin embargo, Jesús proclama bienaventurados4 (dichosos, felices, afortunados) a los que lloran, es decir, a quienes en esta vida llevan algo más de cruz: enfermedad, incapacidad, dolor físico, pobreza, difamación, injusticia... Porque la fe cambia de signo al dolor, que, junto a Cristo, se convierte en una «caricia de Dios», en algo de gran valor y fecundidad.


Estos fueron rescatados de entre los hombres como primicias ofrecidas a Dios y al Cordero. Estos acompañan al Cordero dondequiera que va5.


II. La Cruz, el dolor y el sufrimiento, fue el medio que utilizó el Señor para redimirnos. Pudo servirse de otros medios, pero quiso redimirnos precisamente por la Cruz. Desde entonces el dolor tiene un nuevo sentido, solo comprensible junto a Él.


El Señor no modificó las leyes de la creación: quiso ser un hombre como nosotros. Pudiendo suprimir el sufrimiento, no se lo evitó a sí mismo. Aunque alimentó milagrosamente a muchedumbres enteras, Él quiso pasar hambre. Compartió nuestras fatigas y nuestras penas. El alma de Jesús experimentó todas las amarguras: la indiferencia, la ingratitud, la traición, la calumnia, el dolor moral en grado sumo al cargar con los pecados de la humanidad, la infamante muerte de cruz. Sus adversarios estaban admirados por lo incomprensible de su conducta: Salvó a otros –decían en tono de burla– y a sí mismo no puede salvarse6.


Después de la Resurrección, los Apóstoles serían enviados al mundo entero para dar a conocer los beneficios de la Cruz. Era preciso que el Mesías padeciera esto7, explicará el mismo Señor a los discípulos de Emaús.


El Señor quiere que evitemos el dolor y que luchemos contra la enfermedad con todos los medios a nuestro alcance; pero quiere, a la vez, que demos un sentido redentor y de purificación personal a nuestros sufrimientos y dolores; también a los que nos parecen injustos o desproporcionados. Esta doctrina llenaba de alegría a San Pablo en su prisión, y así se lo manifestaba a los primeros cristianos de Asia Menor: Ahora me alegro de mis padecimientos por vosotros, y suplo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo por su cuerpo, que es la Iglesia8.


No les santifica el dolor a aquellos que sufren en esta vida a causa de su orgullo herido, de la envidia, de los celos, etc. ¡Cuánto sufrimiento fabricado por nosotros mismos! Esa cruz no es la de Jesús, sino que surge precisamente por estar lejos de Él. Esa cruz es nuestra, y es pesada y estéril. Examinemos hoy en nuestra oración si llevamos con garbo la Cruz del Señor.


Frecuentemente esa Cruz consistirá en pequeñas contrariedades que se atraviesan en el trabajo, en la convivencia: puede ser un imprevisto con el que no contábamos, el carácter de una persona con la que necesariamente hemos de convivir, planes que debemos cambiar a última hora, instrumentos de trabajo que se estropean cuando más nos eran necesarios, dificultades producidas por el frío o el calor, incomprensiones, una pequeña enfermedad que nos hace estar con menos capacidad de trabajo ese día...


El dolor –pequeño o grande–, aceptado y ofrecido al Señor, produce paz y serenidad; cuando no se acepta, el alma queda desentonada y con una íntima rebeldía que se manifiesta enseguida al exterior en forma de tristeza o de mal humor. Ante la Cruz pequeña de cada día hemos de tomar una actitud decidida y cargar con ella. El dolor puede ser un medio que Dios nos envía para purificar tantas cosas de nuestra vida pasada, o para ejercitar las virtudes y para unirnos a los padecimientos de Cristo Redentor, que, siendo inocente, sufrió el castigo que merecían nuestros pecados.


Los mártires inocentes proclaman tu gloria en este día, Señor, pero no de palabra, sino con su muerte; concédenos por su intercesión testimoniar con nuestra vida la fe que profesamos de palabra9.


III. Los niños inocentes murieron por Cristo, siguiendo así al Cordero sin mancha, a quien alaban diciendo: «Gloria a Ti, Señor»10.


Los que padecen con Cristo tendrán como premio el consuelo de Dios en esta vida y, después, el gran gozo de la vida eterna. Muy bien, siervo bueno y fiel..., ven a participar de la alegría de tu Señor11 nos dirá Jesús al final de nuestra vida, si hemos sabido vivir las alegrías y las penas junto a Él.


A los bienaventurados, Dios enjugará las lágrimas de sus ojos y la muerte no existirá más, ni habrá duelo, ni llantos, ni fatigas, porque todo habrá pasado ya12. La esperanza del Cielo es una fuente inagotable de paciencia y de energía para el momento del sufrimiento fuerte. De igual modo el saber por la fe que nuestros dolores y penas son de enorme utilidad a otros hermanos nuestros, nos ayudará a sobrellevar con garbo esos sufrimientos y fatigas.


En relación a lo que Dios nos tiene preparado, nos debe parecer ligero el peso de nuestras aflicciones13. Además, quienes ofrecen su dolor son corredentores con Cristo, y Dios Padre derrama siempre sobre ellos un gran consuelo, que les llena de paz en medio de sus sufrimientos. Porque, así como abundan en nosotros los padecimientos de Cristo, así abunda también nuestra consolación por medio de Cristo14. San Pablo se siente consolado por la misericordia divina, y esto le permite consolar y sostener a los demás. Nuestro Padre Dios está siempre muy cerca de sus hijos, los hombres, pero especialmente cuando sufren.


La fraternidad entre los hombres nos mueve a ejercer unos con otros este ministerio de consolación y ayuda: Consolaos mutuamente15, pedía San Pablo. Porque hay mil cosas que tienden a separarnos, pero el dolor une.


Pero nos sucede en ocasiones que ante una situación dolorosa no sabemos cómo acertar. Quizá si nos recogemos un instante en oración y nos preguntamos qué haría el Señor en esas mismas circunstancias tengamos abundante luz. A veces bastará hacer un rato de compañía a esa persona que sufre, conversar con ella en tono positivo, animarla a que ofrezca su dolor por intenciones concretas, ayudarle a rezar alguna oración, escucharla, etcétera.


Cuando en estos días tantas personas se olvidan del sentido cristiano de estas fiestas, nosotros pondremos la luz y la sal de las pequeñas mortificaciones, bien seguros de que así damos una alegría al Señor y contribuimos a acercar a Belén a otras almas.


La contemplación frecuente de María junto a la Cruz de su Hijo nos enseñará a ofrecer nuestros dolores y sufrimientos, y a tener una gran compasión de los que sufren. Pidamos hoy que nos enseñe a santificar el dolor, uniéndolo al de su Hijo Jesús. Pidamos a estos Santos Inocentes que nos ayuden a amar la mortificación y el sacrificio voluntario, a ofrecer el dolor y a compadecernos de quienes sufren.


Salmo 62,2-9: El alma sedienta de Dios


Ant: «Caminarán conmigo, porque son dignos», dice el Señor


Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo,

mi alma está sedienta de ti;

mi carne tiene ansia de ti,

como tierra reseca, agostada, sin agua.


¡Cómo te contemplaba en el santuario

viendo tu fuerza y tu gloria!

Tu gracia vale más que la vida,

te alabarán mis labios.


Toda mi vida te bendeciré

y alzaré las manos invocándote.

Me saciaré como de enjundia y de manteca,

y mis labios te alabarán jubilosos.


En el lecho me acuerdo de ti

y velando medito en ti,

porque fuiste mi auxilio,

y a la sombra de tus alas canto con júbilo;

mi alma está unida a ti,

y tu diestra me sostiene.


Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo

como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.


Ant: «Caminarán conmigo, porque son dignos», dice el Señor


Daniel 3,57-88.56: Toda la creación alabe al Señor


Ant: Los niños alaban al Señor; muertos, proclaman lo que en la vida no pudieron decir.


Criaturas todas del Señor, bendecid al Señor,

ensalzadlo con himnos por los siglos.


Ángeles del Señor, bendecid al Señor;

cielos, bendecid al Señor.


Aguas del espacio, bendecid al Señor;

ejércitos del Señor, bendecid al Señor.


Sol y luna, bendecid al Señor;

astros del cielo, bendecid al Señor.


Lluvia y rocío, bendecid al Señor;

vientos todos, bendecid al Señor.


Fuego y calor, bendecid al Señor;

fríos y heladas, bendecid al Señor.


Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;

témpanos y hielos, bendecid al Señor.


Escarchas y nieves, bendecid al Señor;

noche y día, bendecid al Señor.


Luz y tinieblas, bendecid al Señor;

rayos y nubes, bendecid al Señor.


Bendiga la tierra al Señor,

ensálcelo con himnos por los siglos.


Montes y cumbres, bendecid al Señor;

cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.


Manantiales, bendecid al Señor;

mares y ríos, bendecid al Señor.


Cetáceos y peces, bendecid al Señor;

aves del cielo, bendecid al Señor.


Fieras y ganados, bendecid al Señor,

ensalzadlo con himnos por los siglos.


Hijos de los hombres, bendecid al Señor

bendiga Israel al Señor.


Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;

siervos del Señor, bendecid al Señor.


Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;

santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.


Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,

ensalzadlo con himnos por los siglos.


Bendigamos al Padre y al Hijo con el Espíritu Santo,

ensalcémoslo con himnos por los siglos.


Bendito el Señor en la bóveda del cielo,

alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.


Ant: Los niños alaban al Señor; muertos, proclaman lo que en la vida no pudieron decir.


Salmo 149: Alegría de los santos


Ant: De la boca de los niños de pecho has sacado una alabanza contra tus enemigos.


Cantad al Señor un cántico nuevo,

resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;

que se alegre Israel por su Creador,

los hijos de Sión por su Rey.


Alabad su nombre con danzas,

cantadle con tambores y cítaras;

porque el Señor ama a su pueblo

y adorna con la victoria a los humildes.


Que los fieles festejen su gloria

y canten jubilosos en filas:

con vítores a Dios en la boca

y espadas de dos filos en las manos:


para tomar venganza de los pueblos

y aplicar el castigo a las naciones,

sujetando a los reyes con argollas,

a los nobles con esposas de hierro.


Ejecutar la sentencia dictada

es un honor para todos sus fieles.


Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo

como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.


Ant: De la boca de los niños de pecho has sacado una alabanza contra tus enemigos.


Lectura


Jr 31,15


Una voz se escucha en Ramá: gemido y llanto amargo: Raquel está llorando a sus hijos, y no se consuela, porque ya no existen.


V/. Los santos y los justos viven eternamente.


R/. Los santos y los justos viven eternamente.


V/. Reciben de Dios su recompensa.


R/. Viven eternamente.


V/. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo


R/. Los santos y los justos viven eternamente.


Cántico Ev.


Ant: Niños inocentes murieron por Cristo. Por orden de un rey cruel, fueron ejecutados niños de pecho. Ahora siguen al Cordero sin mancha y cantan sin cesar: «Gloria a ti, Señor.»



Bendito sea el Señor, Dios de Israel,

porque ha visitado y redimido a su pueblo,

suscitándonos una fuerza de salvación

en la casa de David, su siervo,

según lo había predicho desde antiguo,

por boca de sus santos profetas.


Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos

y de la mano de todos los que nos odian;

realizando la misericordia

que tuvo con nuestros padres,

recordando su santa alianza

y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.


Para concedernos que, libres de temor,

arrancados de la mano de los enemigos,

le sirvamos con santidad y justicia,

en su presencia, todos nuestros días.


Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,

porque irás delante del Señor

a preparar sus caminos,

anunciando a su pueblo la salvación,

el perdón de sus pecados.


Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,

nos visitará el sol que nace de lo alto,

para iluminar a los que viven en tinieblas

y en sombra de muerte,

para guiar nuestros pasos

por el camino de la paz.


Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo

como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.


Ant: Niños inocentes murieron por Cristo. Por orden de un rey cruel, fueron ejecutados niños de pecho. Ahora siguen al Cordero sin mancha y cantan sin cesar: «Gloria a ti, Señor.»


Preces


Celebremos la gloria de Cristo, que, sin escuadrones de hombres armados, sino sólo con una blanca milicia de niños, venció al tirano, y aclamémosle:


Te ensalza, Señor, el blanco ejército de los mártires


- Cristo, de quien los Inocentes, no de palabra, sino con su sangre, dieron testimonio,

concédenos confesarte, de palabra y de obra, ante los hombres.


- Tú que hiciste dignos del laurel de la victoria a los que aún no estaban preparados para la lucha,

no nos dejes caer a los que hemos recibido tanta ayuda para vencer.


- Tú que lavaste con tu sangre los vestidos de los Inocentes,

líbranos de todo pecado.


- Tú que has colocado a los niños los primeros en el reino de los cielos,

no nos excluyas del banquete eterno.


- Tú que en la infancia sufriste persecución y destierro,

guarda a los niños que hoy sufren por el hambre, la guerra o la injusticia de los mayores.


Fieles a la recomendación del Salvador, digamos con filial confianza:


Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre;


venga a nosotros tu reino;


hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.


Danos hoy nuestro pan de cada día;


perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.


No nos dejes caer en la tentación,


y líbranos del mal.


Final


Los mártires Inocentes proclaman tu gloria en este día, Señor, no de palabra, sino con su muerte; concédenos, por su intercesión, testimoniar con nuestra vida la fe que confesamos de palabra. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.


Amén.

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