Custodia

Custodia

Saludo

Bendición

martes, 31 de octubre de 2023

Oficio, lecturas, reflexiones y laudes +

 


Martes, XXX semana del Tiempo Ordinario, feria



V/. -Señor, Ábreme los labios.
R/. -Y mi boca proclamará tu alabanza.

Invitatorio

Salmo 94: Invitación a la alabanza divina

Ant: Venid, adoremos al Señor, Dios grande.

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

-se repite la antífona

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

-se repite la antífona

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

-se repite la antífona

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.

-se repite la antífona

Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
"Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso."»

-se repite la antífona

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Venid, adoremos al Señor, Dios grande.

 
Himno

Porque, Señor, yo te he visto
y quiero volverte a ver,
quiero creer.

Te vi, sí, cuando era niño
y en agua me bauticé,
y, limpio de culpa vieja,
sin velos te pude ver.

Devuélveme aquellas puras
transparencias de aire fiel,
devuélveme aquellas niñas
de aquellos ojos de ayer.

Están mis ojos cansados
de tanto ver luz sin ver;
por la oscuridad del mundo,
voy como un ciego que ve.

Tú que diste vista al ciego
y a Nicodemo también,
filtra en mis secas pupilas
dos gotas frescas de fe.

Salmo 36 - I: La verdadera y la falsa felicidad

Ant: Encomienda tu camino al Señor, y Él actuará.

No te exasperes por los malvados,
no envidies a los que obran el mal:
se secarán pronto, como la hierba,
como el césped verde se agostarán.

Confía en el Señor y haz el bien,
habita tu tierra y practica la lealtad;
sea el Señor tu delicia,
y Él te dará lo que pide tu corazón.

Encomienda tu camino al Señor,
confía en Él, y Él actuará:
hará tu justicia como el amanecer,
tu derecho como el mediodía.

Descansa en el Señor y espera en Él,
no te exasperes por el hombre que triunfa
empleando la intriga:

Cohíbe la ira, reprime el coraje,
no te exasperes, no sea que obres mal;
porque los que obran mal son excluidos,
pero los que esperan en el Señor poseerán la tierra.

Aguarda un momento: desapareció el malvado,
fíjate en su sitio: ya no está;
en cambio, los sufridos poseen la tierra
y disfrutan de paz abundante.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Encomienda tu camino al Señor, y Él actuará.

Salmo 36 - II:

Ant: Apártate del mal y haz el bien, porque el Señor ama la justicia.

El malvado intriga contra el justo,
rechina sus dientes contra él;
pero el Señor se ríe de él,
porque ve que le llega su hora.

Los malvados desenvainan la espada,
asestan el arco,
para abatir a pobres y humildes,
para asesinar a los honrados;
pero su espada les atravesará el corazón,
sus arcos se romperán.

Mejor es ser honrado con poco
que ser malvado en la opulencia;
pues al malvado se le romperán los brazos,
pero al honrado lo sostiene el Señor.

El Señor vela por los días de los buenos,
y su herencia durará siempre;
no se agotarán en tiempo de sequía,
en tiempo de hambres se saciarán;

pero los malvados perecerán,
los enemigos del Señor
se marchitarán como la belleza de un prado,
en humo se disiparán.

El malvado pide prestado y no devuelve,
el justo se compadece y perdona.
Los que el Señor bendice poseen la tierra,
los que él maldice son excluidos.

El Señor asegura los pasos del hombre,
se complace en sus caminos;
si tropieza, no caerá,
porque el Señor lo tiene de la mano.

Fui joven, ya soy viejo:
nunca he visto a un justo abandonado,
ni a su linaje mendigando el pan.
A diario se compadece y da prestado;
bendita será su descendencia.

Apártate del mal y haz el bien,
y siempre tendrás una casa;
porque el Señor ama la justicia
y no abandona a sus fieles.

Los inicuos son exterminados,
la estirpe de los malvados se extinguirá;
pero los justos poseen la tierra,
la habitarán por siempre jamás.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Apártate del mal y haz el bien, porque el Señor ama la justicia.

Salmo 36 - III:

Ant: Confía en el Señor y sigue su camino.

La boca del justo expone la sabiduría,
su lengua explica el derecho;
porque lleva en el corazón la ley de su Dios,
y sus pasos no vacilan.

El malvado espía al justo
e intenta darle muerte;
pero el Señor no lo entrega en sus manos,
no deja que lo condenen en el juicio.

Confía en el Señor, sigue su camino;
él te levantará a poseer la tierra,
y verás la expulsión de los malvados.

Vi a un malvado que se jactaba,
que prosperaba como un cedro frondoso;
volví a pasar, y ya no estaba;
lo busqué, y no lo encontré.

Observa al honrado, fíjate en el bueno:
su porvenir es la paz;
los impíos serán totalmente aniquilados,
el porvenir de los malvados quedará truncado.

El Señor es quien salva a los justos,
él es su alcázar en el peligro;
el Señor los protege y los libra,
los libra de los malvados y los salva
porque se acogen a él.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Confía en el Señor y sigue su camino.

V/. Enséñame, Señor, a gustar y a comprender.

R/. Porque me fío de tus mandatos.

Lectura

V/. Enséñame, Señor, a gustar y a comprender.

R/. Porque me fío de tus mandatos.

Los justos poseerán el reino


Sb 3,1-19

La vida de los justos está en manos de Dios, y no los tocará el tormento. La gente insensata pensaba que morían, consideraba su tránsito como una desgracia, y su partida de entre nosotros como una destrucción; pero ellos están en paz.

La gente pensaba que cumplían una pena, pero ellos esperaban de lleno la inmortalidad; sufrieron pequeños castigos, recibirán grandes favores, porque Dios los puso a prueba y los halló dignos de sí; los probó como oro en crisol, los recibió como sacrificio de holocausto; a la hora de la cuenta resplandecerán como chispas que prenden por un cañaveral; gobernarán naciones, someterán pueblos, y el Señor reinará sobre ellos eternamente.

Los que confían en él comprenderán la verdad, los fieles a su amor seguirán a su lado; porque quiere a sus devotos, se apiada de ellos y mira por sus elegidos.

Los impíos serán castigados por sus razonamientos: menospreciaron al justo y se apartaron del Señor; desdichado el que desdeña la sabiduría y la instrucción: vana es su esperanza, baldíos sus afanes e inútiles sus obras; necias son sus mujeres, depravados sus hijos y maldita su posteridad.

Dichosa la estéril irreprochable que desconoce la unión pecaminosa: alcanzará su fruto el día de la cuenta; y el eunuco que no cometió delitos con sus manos ni tuvo malos deseos contra el Señor: por su fidelidad recibirá favores extraordinarios y un lote codiciable en el templo del Señor. Pues quien se afana por el bien obtiene frutos espléndidos; la sensatez es tronco inconmovible.

Los hijos de los adúlteros no llegarán a la madurez, y la prole ilegítima desaparecerá. Si llegan a viejos, nadie les hace caso, al fin tendrán una vejez ignominiosa; si fallecen antes, no tendrán esperanza ni quien los tranquilice el día de la sentencia; el final de la gente perversa es cruel.

R/. El Señor probó a sus elegidos como oro en el crisol, los recibió como sacrificio de holocausto; a la hora de la cuenta resplandecerán, porque se apiada de ellos y mira por sus elegidos.


V/. Los que confían en él comprenderán la verdad, los fieles a su amor seguirán a su lado.

R/. Porque se apiada de ellos y mira por sus elegidos.

L. Patrística

Dios es fiel en sus promesas
San Clemente I

Carta a los Corintios 24,1-5; 27,1-29,1

Consideremos, amadísimos hermanos, cómo Dios no cesa de alentarnos con la esperanza de una futura resurrección, de la que nos ha dado ya las primicias al resucitar de entre los muertos al Señor Jesucristo. Estemos atentos, amados hermanos, al mismo proceso natural de la resurrección que contemplamos todos los días: el día y la noche ponen ya ante nuestros ojos como una imagen de la resurrección: la noche se duerme, el día se levanta; el día termina, la noche lo sigue. Pensemos también en nuestras cosechas: ¿Qué es la semilla y cómo la obtenemos? Sale el sembrador y arroja en tierra unos granos de simiente, y lo que cae en tierra, seco y desnudo, se descompone; pero luego, de su misma descomposición, el Dueño de todo, en su divina providencia, lo resucita, y de un solo grano saca muchos, y cada uno de ellos lleva su fruto.

Tengamos, pues, esta misma esperanza y unamos con ella nuestras almas a aquel que es fiel en sus promesas y justo en sus juicios. Quien nos prohibió mentir ciertamente no mentirá, pues nada es imposible para Dios, fuera de la mentira. Reavivemos, pues, nuestra fe en él y creamos que todo está, de verdad, en sus manos.

Con una palabra suya creó el universo, y con una palabra lo podría también aniquilar. ¿Quién puede decirle: «Qué has hecho»? O ¿quién puede resistir la fuerza de su brazo? El lo hace todo cuando quiere y como quiere, y nada dejará de cumplirse de cuanto él ha decretado. Todo está presente ante él, y nada se opone a su querer, pues el cielo proclama la gloria de Dios, el firmamento pregona la obra de sus manos: el día al día le pasa el mensaje, la noche a la noche se lo susurra; sin que hablen, sin que pronuncien, sin que resuene su voz, a toda la tierra alcanza su pregón.

Siendo, pues, así que todo está presente ante él y que e! todo lo contempla, tengamos temor de ofenderlo y apartémonos de todo deseo impuro de malas acciones, a fin de que su misericordia nos defienda en el día del juicio. Porque ¿quién de nosotros podría huir de su poderosa mano? ¿Qué mundo podría acoger a un desertor de Dios? Dice, en efecto, en cierto lugar, la Escritura: ¿Adónde iré lejos de tu aliento, adónde escaparé de tu mirada? Si escalo el cielo, allí estás tú; si me acuesto en el abismo, allí te encuentro. ¿En qué lugar, pues, podría alguien refugiarse para escapar de aquel que lo envuelve todo?

Acerquémonos, por tanto, al Señor con un alma santificada, levantando hacia él nuestras manos puras e incontaminadas; amemos con todas nuestras fuerzas al que es nuestro Padre, amante y misericordioso, y que ha hecho de nosotros su pueblo de elección.

R/. Señor, rey y dueño de todo, todo está bajo tu poder, y no hay quien se oponga a tu voluntad. Redímenos por tu misericordia.


V/. Tú creaste el cielo y la tierra y todas las maravillas que hay bajo el cielo.

R/. Redímenos por tu misericordia.

Martes, XXX semana del Tiempo Ordinario, feria

Rm 8,18-25: La creación, expectante, está aguardando la plena manifestación de los hijos de Dios.

Hermanos: Sostengo que los sufrimientos de ahora no pesan lo que la gloria que un día se nos descubrirá. Porque la creación, expectante, está aguardando la plena manifestación de los hijos de Dios; ella fue sometida a la frustración, no por su voluntad, sino por uno que la sometió; pero fue con la esperanza de que la creación misma se vería liberada de la esclavitud de la corrupción, para entrar en la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porque sabemos que hasta hoy la creación entera está gimiendo toda ella con dolores de parto. Y no sólo eso; también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos en nuestro interior, aguardando la hora de ser hijos de Dios, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esperanza fuimos salvados. Y una esperanza que se ve ya no es esperanza. ¿Cómo seguirá esperando uno aquello que ve? Cuando esperamos lo que no vemos, aguardamos con perseverancia.

Sal 125,1-2ab.2cd-3.4-5.6: El Señor ha estado grande con nosotros.

Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
nos parecía soñar:
la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.

Hasta los gentiles decían:
«El Señor ha estado grande con ellos.»
El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres.

Que el Señor cambie nuestra suerte,
como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas
cosechan entre cantares.

Al ir, iba llorando,
llevando la semilla;
al volver, vuelve cantando,
trayendo sus gavillas.

Lc 13,18-21: Crece el grano, y se hace un arbusto.

En aquel tiempo, Jesús decía:

-¿A qué se parece el reino de Dios? ¿A qué lo compararé?

Se parece a un grano de mostaza que un hombre toma y siembra en su huerto; crece, se hace un arbusto y los pájaros anidan en sus ramas.

Y añadió:

-¿A qué compararé el Reino de Dios?

Se parece a la levadura que una mujer toma y mete en tres medidas de harina, hasta que todo fermenta.



Pistas para la Lectio Divina

Las falsas concepciones del Reino de Dios
Lucas 13,18-21
“¿A qué es semejante el Reino de Dios?”
El evangelio de ayer terminó con esta frase: “Y cuando (Jesús) decía estas cosas, sus adversarios quedaban confundidos” (13,17). ¿Por qué quedaban confundidos? Pues porque lo que Jesús dice y hace no encaja en su idea de Reino de Dios.

En el mundo de Israel, en tiempos de Jesús, uno de los obstáculos para la conversión son las falsas concepciones del Reino de Dios.

Quienes no quieren creer en Jesús se escandalizan de su mensaje y de sus obras –según ellos- poco grandiosas. Ellos esperan un Rey mesiánico que venga con todo el aparato de una potencia política, con un sistema y un programa de gobierno similar al de los que ya se conocen en la tierra.

Para revelar cuál es su manera de entender el Reino de Dios, y por lo tanto su mesianismo, Jesús cuenta dos parábolas: la del grano de mostaza (13,18-19) y la de la levadura (13,20-21). La primera muestra la manera de actuar de un varón (un agricultor) y la segunda la de una mujer (un ama de casa); podría pensarse que se está tratando de presentar dos puntos de vista sobre le Reino de Dios: el del varón y el de la mujer.

Ambas parábolas apuntan a un mismo significado: a un comienzo que parece bastante modesto se le contrapone una conclusión grandiosa. El Reino de Dios sigue la dinámica de este contraste (similar al de la parábola del sembrador: 8,4-11).

La simbólica de la parábola también nos permite ver un doble movimiento: hay un crecimiento externo (como el de la semilla de mostaza) y hay un crecimiento interno (como el de la levadura). El Reino de Dios se mueve en estas dos direcciones que caracterizan la evangelización de la Iglesia.

Con esta enseñanza Jesús quiere disipar los equívocos de sus adversarios que critican su manera de obrar porque no corresponde a la idea que tienen de Reino de Dios.

En conclusión: a los comienzos humildes del anuncio de Jesús le sigue el Reino de Dios, el cual obra en lo escondido, pero crece de manera irrefrenable hasta su cumplimiento definitivo en el tiempo final.

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón

Nuestro abordaje de hoy fue breve como el grano de mostaza pero esperamos que tenga efecto como la levadura.

¿Qué idea de Reino de Dios tienen en mente los adversarios de Jesús?
Es interesante notar que las dos parábolas presentan a un hombre y a una mujer, pero también que pertenecen al mundo de la agricultura y del hogar: ¿Por qué los humildes aparecen representando su compromiso con el Reino de Dios? ¿Por qué los más entendidos, los adversarios, no consiguen entender?
¿Qué idea de Reino tengo yo? ¿Qué implica la enseñanza de Jesús para mi comprensión de la vida de la Iglesia y de la misión en el mundo de hoy?
“Confianza y fe viva mantenga el alma,
que quien cree y espera todo lo alcanza”
(Santa Teresa de Jesús)




30ª semana. Martes

LA MANIFESTACIÓN DE LOS HIJOS DE DIOS


— El sentido de nuestra filiación divina.

— Hijos en el Hijo.

— Consecuencias de la filiación divina.

I. En el Salmo II leemos estas palabras, que se aplican al Mesías en primer término: A mí me ha dicho el Señor: Tú eres mi hijo; Yo te he engendrado hoy1. Desde la eternidad, el Padre engendra al Hijo, y todo el ser de la Segunda Persona de la Trinidad Beatísima consiste en la filiación, en ser Hijo. El hoy del que nos habla el Salmo significa un siempre continuo, eterno, por el que el Padre da el ser a su Unigénito2.

Para que exista una filiación, en el sentido preciso de la palabra, se requiere igualdad de naturaleza3. Por eso, solo Jesucristo es el Unigénito del Padre. En sentido amplio puede decirse que todas las criaturas, especialmente las espirituales, son hijas de Dios, aunque con una filiación muy imperfecta, pues su semejanza con el Creador no es, de ningún modo, identidad de naturaleza.

Sin embargo, con el Bautismo se produjo en nuestra alma una regeneración, un nuevo nacimiento, una elevación sobrenatural, que nos hizo partícipes de la naturaleza divina. Esta elevación sobrenatural dio origen a una filiación divina inmensamente superior a la filiación humana propia de cada criatura. San Juan, en el prólogo de su Evangelio, nos enseña que a cuantos le recibieron (a Cristo) dioles poder para ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre, que no han nacido de la sangre, ni de la voluntad de la carne, ni del querer del hombre, sino de Dios4. «El Hijo de Dios se hizo hombre –explica San Atanasio– para que los hijos del hombre, los hijos de Adán, se hicieran hijos de Dios (...). Él es el Hijo de Dios por naturaleza; nosotros, por gracia»5.

La filiación divina ocupa un lugar central en el mensaje de Jesucristo y es una enseñanza continua en la predicación de la Buena Nueva cristiana, como signo elocuentísimo del amor de Dios por los hombres. Ved qué amor nos ha mostrado el Padre -escribe San Juan-, que ha querido que nos llamemos hijos de Dios y lo seamos6. Esta condición de hijos, aunque tendrá su plenitud en el Cielo, es en esta vida una realidad gozosa y esperanzada. Ahora, como nos dice San Pablo en una de las lecturas para la Misa de hoy, la creación anhela la manifestación de los hijos de Dios... y sufre toda ella dolores de parto hasta el momento presente. Y no solo ella, sino que nosotros, que poseemos ya las primicias del Espíritu, también gemimos en nuestro interior aguardando la adopción de hijos...7. El Apóstol se refiere a la plenitud de esa adopción, pues ya aquí en la tierra hemos sido constituidos hijos de Dios, nuestra mayor gloria y el más grande de los títulos: de manera que ya no eres siervo, sino hijo; y como hijo, también heredero8.

Las palabras que desde la eternidad aplica el Padre a su Unigénito, nos las apropia ahora a nosotros. A cada uno nos dice: Tú eres mi hijo; Yo te he engendrado hoy. Este hoy es nuestra vida terrena, pues Dios nos da cada día este nuevo ser. «Nos dice: tú eres mi hijo. No un extraño, no un siervo benévolamente tratado, no un amigo, que ya sería mucho. ¡Hijo! Nos concede vía libre para que vivamos con Él la piedad del hijo y, me atrevería a afirmar, también la desvergüenza del hijo de un Padre, que es incapaz de negarle nada»9.

II. Tú eres mi hijo...

El Señor habló constantemente de esta realidad a sus discípulos. Unas veces directamente, enseñándoles a dirigirse a Dios como Padre10, señalándoles la santidad como imitación filial del Padre11...; y también por medio de numerosas parábolas, en las que Dios es representado por la figura del padre12.

La filiación divina no consiste solo en que Dios haya querido tratarnos como un padre a sus hijos y que nosotros nos dirijamos a Él con la confianza de los hijos. No es un simple grado mayor en la línea de esas filiaciones que en sentido amplio tienen todas las criaturas respecto a Dios, según su mayor o menor semejanza con el Creador. Esto ya sería un inmenso don, pero el amor de Dios ha llegado mucho más lejos, haciéndonos realmente hijos suyos. Mientras aquellas filiaciones son en realidad modos de expresión, nuestra filiación divina lo es en sentido estricto, aunque nunca será como la filiación de Jesucristo, Hijo Unigénito de Dios. Para el hombre no puede haber nada más grande, impensable e inalcanzable que esta relación filial13.

La nuestra es una participación de la plena filiación exclusiva y constitutiva de la Segunda Persona de la Santísima Trinidad. De esta «filiación natural –explica Santo Tomás– se deriva a muchos la filiación por cierta semejanza y participación»14. Es a partir de esta filiación como entramos en intimidad con la Trinidad Santa, es una verdadera participación de la vida del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. En lo que se refiere a nuestra relación con las divinas Personas, puede decirse que somos hijos del Padre en el Hijo por el Espíritu Santo15. «Mediante la gracia recibida en el Bautismo, el hombre participa en el eterno nacimiento del Hijo a partir del Padre, porque es constituido hijo adoptivo de Dios: hijo en el Hijo»16. «Al salir de las aguas de la sagrada fuente, cada cristiano vuelve a escuchar la voz que un día fue oída a orillas del río Jordán: Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco (Lc 3, 22); y entiende que ha sido asociado a su Hijo predilecto, llegando a ser hijo adoptivo (Gal 4, 4-7) y hermano de Cristo»17.

La filiación divina ha de estar presente en todos los momentos del día, pero se ha de poner especialmente de manifiesto si alguna vez sentimos con más fuerza la dureza de la vida. «Parece que el mundo se te viene encima. A tu alrededor no se vislumbra una salida. Imposible, esta vez, superar las dificultades.

»Pero, ¿me has vuelto a olvidar que Dios es tu Padre?: omnipotente, infinitamente sabio, misericordioso. Él no puede enviarte nada malo. Eso que te preocupa, te conviene, aunque los ojos tuyos de carne estén ahora ciegos.

»Omnia in bonum! ¡Señor, que otra vez y siempre se cumpla tu sapientísima Voluntad!»18.

III. La filiación divina no es un aspecto más, entre otros, del ser cristianos: de algún modo abarca todos los demás. No es propiamente una virtud que tenga sus actos particulares, sino una condición permanente del bautizado que vive su vocación. La piedad que nace de esta nueva condición del hombre que sigue los pasos de Cristo «es una actitud profunda del alma, que acaba por informar la existencia entera: está presente en todos los pensamientos, en todos los deseos, en todos los afectos»19. Si atendemos al designio divino, podemos decir que todos los dones y gracias nos han sido dados para constituirnos en hijos de Dios, en imitadores del Hijo hasta llegar a ser alter Christus, ipse Christus20. Cada vez hemos de parecernos más a Él. Nuestra vida debe reflejar la suya. Por eso, la filiación divina debe ser muy frecuentemente motivo de nuestra oración y de nuestra consideración; así nuestra alma se llenará de paz en medio de las mayores tentaciones o contradicciones, pues viviremos abandonados en las manos de Dios. Un abandono que no nos eximirá del empeño por mejorar, ni de poner todos los medios humanos a nuestro alcance cuando surjan la enfermedad, la penuria económica, la soledad... La vida de los santos, aun en medio de muchas pruebas, estuvo siempre llena de alegría, como debe estar colmada la nuestra.

La filiación divina es también fundamento de la fraternidad cristiana, que está muy por encima del vínculo de solidaridad que existe entre los hombres. En los demás hemos de ver a hijos de Dios, hermanos de Jesucristo, llamados a un destino sobrenatural. De esta manera nos será fácil prestarles esas pequeñas ayudas diarias que todos necesitamos unos de otros, y, sobre todo, les facilitaremos siempre el camino que lleva al Padre común.

Nuestra Madre Santa María nos enseñará a saborear esas palabras del Salmo II, que leíamos al comienzo de la meditación, como dirigidas a cada uno de nosotros: Tú eres mi hijo; Yo te he engendrado hoy.




Salmo 42: Deseo del templo

Ant: Envíame, Señor, tu luz y tu verdad.

Hazme justicia, oh Dios, defiende mi causa
contra gente sin piedad,
sálvame del hombre traidor y malvado.

Tú eres mi Dios y protector,
¿por qué me rechazas?,
¿por qué voy andando sombrío,
hostigado por mi enemigo?

Envía tu luz y tu verdad:
que ellas me guíen
y me conduzcan hasta tu monte santo,
hasta tu morada.

Que yo me acerque al altar de Dios,
al Dios de mi alegría;
que te dé gracias al son de la cítara,
Dios, Dios mío.

¿Por qué te acongojas, alma mía,
por qué te me turbas?
Espera en Dios, que volverás a alabarlo:
"Salud de mi rostro, Dios mío."

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Envíame, Señor, tu luz y tu verdad.

Isaías 38,10-14;17-20: Angustias de un moribundo y alegría de la curación

Ant: Protégenos, Señor, todos los días de nuestra vida.

Yo pensé: «En medio de mis días
tengo que marchar hacia las puertas del abismo;
me privan del resto de mis años.»

Yo pensé: «Ya no veré más al Señor
en la tierra de los vivos,
ya no miraré a los hombres
entre los habitantes del mundo.

Levantan y enrollan mi vida
como una tienda de pastores.
Como un tejedor, devanaba yo mi vida,
y me cortan la trama.»

Día y noche me estás acabando,
sollozo hasta el amanecer.
Me quiebras los huesos como un león,
día y noche me estás acabando.

Estoy piando como una golondrina,
gimo como una paloma.
Mis ojos mirando al cielo se consumen:
¡Señor, que me oprimen, sal fiador por mí!

Me has curado, me has hecho revivir,
la amargura se me volvió paz
cuando detuviste mi alma ante la tumba vacía
y volviste la espalda a todos mis pecados.

El abismo no te da gracias,
ni la muerte te alaba,
ni esperan en tu fidelidad
los que bajan a la fosa.

Los vivos, los vivos son quienes te alaban:
como yo ahora.
El padre enseña a sus hijos tu fidelidad.

Sálvame, Señor, y tocaremos nuestras arpas
todos nuestros días en la casa del Señor.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Protégenos, Señor, todos los días de nuestra vida.

Salmo 64: Solemne acción de gracias

Ant: ¡Oh Dios!, tu mereces un himno en Sión.

Oh Dios, tú mereces un himno en Sión,
y a ti se te cumplen los votos,
porque tú escuchas las súplicas.

A ti acude todo mortal
a causa de sus culpas;
nuestros delitos nos abruman,
pero tú los perdonas.

Dichoso el que tú eliges y acercas
para que viva en tus atrios:
que nos saciemos de los bienes de tu casa,
de los dones sagrados de tu templo.

Con portentos de justicia nos respondes,
Dios, salvador nuestro;
tú, esperanza del confín de la tierra
y del océano remoto;

Tú que afianzas los montes con tu fuerza,
ceñido de poder;
tú que reprimes el estruendo del mar,
el estruendo de las olas
y el tumulto de los pueblos.

Los habitantes del extremo del orbe
se sobrecogen ante tus signos,
y las puertas de la aurora y del ocaso
las llenas de júbilo.

Tú cuidas de la tierra, la riegas
y la enriqueces sin medida;
la acequia de Dios va llena de agua,
preparas los trigales;

riegas los surcos,
igualas los terrones,
tu llovizna los deja mullidos,
bendices sus brotes;
coronas el año con tus bienes,
tus carriles rezuman abundancia;

rezuman los pastos del páramo,
y las colinas se orlan de alegría;
las praderas se cubren de rebaños,
y los valles se visten de mieses,
que aclaman y cantan.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: ¡Oh Dios!, tu mereces un himno en Sión.

Lectura

1Ts 5,4-5

Vosotros, hermanos, no vivís en tinieblas, para que ese día no os sorprenda como un ladrón, porque todos sois hijos de la luz e hijos del día; no lo sois de la noche ni de las tinieblas.

V/. Señor, escucha mi voz, he esperado en tus palabras.

R/. Señor, escucha mi voz, he esperado en tus palabras.

V/. Me adelanto a la aurora pidiendo auxilio.

R/. He esperado en tus palabras.

V/. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo

R/. Señor, escucha mi voz, he esperado en tus palabras.

Cántico Ev.

Ant: De la mano de todos los que nos odian, sálvanos, Señor.



Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: De la mano de todos los que nos odian, sálvanos, Señor.

Preces

Bendigamos a nuestro Salvador, que, con su resurrección, ha iluminado el mundo, y digámosle suplicantes:

Guárdanos, Señor, en tu camino

- Señor Jesús, al consagrar nuestra oración matinal a la memoria de tu santa resurrección,
te pedimos que la esperanza de participar en tu gloria ilumine todo nuestro día.


- Te ofrecemos, Señor, los deseos y proyectos de nuestra jornada:
dígnate aceptarlos y bendecirlos como primicia de nuestro día.


- Concédenos crecer hoy en tu amor,
a fin de que todo sirva para nuestro bien y el de nuestros hermanos.


- Haz, Señor, que el ejemplo de nuestra vida resplandezca como una luz ante los hombres,
para que todos den gloria al Padre que está en los cielos.

Porque deseamos que la luz de Cristo alumbre a todos los hombres, pidamos al Padre que su reino llegue a nosotros:

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre;

venga a nosotros tu reino;

hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día;

perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.

No nos dejes caer en la tentación,

y líbranos del mal.

Final

Señor Jesucristo, luz verdadera que alumbras a todo hombre y le muestras el camino de la salvación, concédenos la abundancia de tu fuerza, para que preparemos delante de ti caminos de justicia y de paz. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo y eres Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

lunes, 30 de octubre de 2023

Oficio, lecturas, reflexiones y laudes +

 


Lunes, XXX semana del Tiempo Ordinario, feria


V/. -Señor, Ábreme los labios.
R/. -Y mi boca proclamará tu alabanza.

Invitatorio

Salmo 94: Invitación a la alabanza divina

Ant: Aclamemos al Señor con cantos.

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

-se repite la antífona

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

-se repite la antífona

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

-se repite la antífona

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.

-se repite la antífona

Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
"Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso."»

-se repite la antífona

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Aclamemos al Señor con cantos.

 
Himno

Hoy que sé que mi vida es un desierto,
en el que nunca nacerá una flor,
vengo a pedirte, Cristo jardinero,
por el desierto de mi corazón.

Para que nunca la amargura sea
en mi vida más fuerte que el amor,
pon, Señor, una fuente de alegría
en el desierto de mi corazón.

Para que nunca ahoguen los fracasos
mis ansias de seguir siempre tu voz,
pon, Señor, una fuente de esperanza
en el desierto de mi corazón.

Para que nunca busque recompensa
al dar mi mano o al pedir perdón,
pon, Señor, una fuente de amor puro
en el desierto de mi corazón.

Para que no me busque a mí cuando te busco
y no sea egoísta mi oración,
pon tu cuerpo, Señor, y tu palabra
en el desierto de mi corazón. Amén

Salmo 30,2-17.20-25 - I: Súplica confiada de un afligido

Ant: Inclina tu oído hacia mí, Señor, y ven a salvarme.

A ti, Señor, me acojo:
no quede yo nunca defraudado;
tú, que eres justo, ponme a salvo,
inclina tu oído hacia mí;

ven aprisa a librarme,
sé la roca de mi refugio,
un baluarte donde me salve,
tú que eres mi roca y mi baluarte;

por tu nombre dirígeme y guíame:
sácame de la red que me han tendido,
porque tú eres mi amparo.

A tus manos encomiendo mi espíritu:
Tú, el Dios leal, me librarás;
tú aborreces a los que veneran ídolos inertes, pero yo confío en el Señor;
tu misericordia sea mi gozo y mi alegría.

Te has fijado en mi aflicción,
velas por mi vida en peligro;
no me has entregado en manos del enemigo,
has puesto mis pies en un camino ancho.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Inclina tu oído hacia mí, Señor, y ven a salvarme.

Salmo 30,2-17.20-25 - II:

Ant: Haz brillar, Señor, tu rostro sobre tu siervo.

Piedad, Señor, que estoy en peligro:
se consumen de dolor mis ojos,
mi garganta y mis entrañas.

Mi vida se gasta en el dolor;
mis años en los gemidos;
mi vigor decae con las penas,
mis huesos se consumen.

Soy la burla de todos mis enemigos,
la irrisión de mis vecinos,
el espanto de mis conocidos:
me ven por la calle y escapan de mí.
Me han olvidado como a un muerto,
me han desechado como a un cacharro inútil.

Oigo el cuchicheo de la gente,
y todo me da miedo;
se conjuran contra mí
y traman quitarme la vida.

Pero yo confío en ti, Señor,
te digo: «Tú eres mi Dios.»
En tu mano están mis azares:
líbrame de los enemigos que me persiguen;
haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
sálvame por tu misericordia.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Haz brillar, Señor, tu rostro sobre tu siervo.

Salmo 30,2-17.20-25 - III:

Ant: Bendito sea el Señor, que ha hecho por mí prodigios de misericordia.

Qué bondad tan grande, Señor,
reservas para tus fieles,
y concedes a los que a ti se acogen
a la vista de todos.

En el asilo de tu presencia los escondes
de las conjuras humanas;
los ocultas en tu tabernáculo,
frente a las lenguas pendencieras.

Bendito sea el Señor, que ha hecho por mí
prodigios de misericordia
en la ciudad amurallada.

Yo decía en mi ansiedad:
«Me has arrojado de tu vista»;
pero tú escuchaste mi voz suplicante
cuando yo te gritaba.

Amad al Señor, fieles suyos;
el Señor guarda a sus leales,
y a los soberbios les paga con creces.

Sed fuertes y valientes de corazón,
los que esperáis en el Señor.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Bendito sea el Señor, que ha hecho por mí prodigios de misericordia.

V/. Señor, haz que camine con lealtad, enséñame.

R/. Porque tú eres mi Dios y Salvador.

Lectura

V/. Señor, haz que camine con lealtad, enséñame.

R/. Porque tú eres mi Dios y Salvador.

Necios razonamientos de los impíos contra el justo


Sb 1,16-2,1a.10-24

Los impíos llaman a voces y con gestos a la muerte, se consumen por ella, creyéndola su amiga; hacen pacto con ella, pues merecen ser de su partido.

Se dijeron, razonando equivocadamente:

«Atropellemos al justo que es pobre, no nos apiademos de la viuda ni respetemos las canas venerables del anciano; que sea nuestra fuerza la norma del derecho, pues lo débil, es claro, no sirve para nada. Acechemos al justo, que nos resulta incómodo: se opone a nuestras acciones, nos echa en cara nuestros pecados, nos reprende nuestra educación errada; declara que conoce a Dios y se da el nombre de hijo del Señor; es un reproche para nuestras ideas y sólo verlo da grima; lleva una vida distinta de los demás, y su conducta es diferente; nos considera de mala ley y se aparta de nuestras sendas como si fueran impuras; declara dichoso el fin de los justos y se gloría de tener por padre a Dios.

Veamos si sus palabras son verdaderas, comprobando el desenlace de su vida. Si es el justo hijo de Dios, lo auxiliará y lo librará del poder de sus enemigos; lo someteremos a la prueba de la afrenta y la tortura, para comprobar su moderación y apreciar su paciencia; lo condenaremos a muerte ignominiosa, pues dice que hay quien se ocupa de él.»

Así discurren, y se engañan, porque los ciega su maldad; no conocen los secretos de Dios, no esperan el premio de la virtud ni valoran el galardón de una vida intachable. Dios creó al hombre para la inmortalidad y lo hizo imagen de su propio ser; pero la muerte entró en el mundo por la envidia del diablo, y los de su partido pasarán por ella.

R/. Se dijeron los impíos: Atropellemos al justo, que se opone a nuestras acciones y se da el nombre de hijo del Señor. Veamos si sus palabras son verdaderas: si es hijo de Dios, lo librará de nuestras manos.


V/. ¿No ha confiado en Dios? Si tanto lo quiere Dios, que lo libre ahora. ¿No decía que era hijo de Dios?

R/. Veamos si sus palabras son verdaderas: si es hijo de Dios, lo librará de nuestras manos.

L. Patrística

No nos apartemos nunca de la voluntad de Dios
San Clemente I

Carta a los Corintios 21,1-22,5; 23,1-2

Vigilad, amadísimos, no sea que los innumerables beneficios de Dios se conviertan para nosotros en motivo de condenación, por no tener una conducta digna de Dios y por no realizar siempre en mutua concordia lo que le agrada. En efecto, dice la Escritura: El Espíritu del Señor es lámpara que sondea lo íntimo de las entrañas.

Consideremos cuán cerca está de nosotros y cómo no se oculta ninguno de nuestros pensamientos ni de nuestras palabras. Justo es, por tanto, que no nos apartemos nunca de su voluntad. Vale más que ofendamos a hombres necios e insensatos, soberbios y engreídos en su hablar, que no a Dios.

Veneremos al Señor Jesús, cuya sangre fue derramada por nosotros; respetemos a los que dirigen nuestras comunidades, honremos a nuestros presbíteros, eduquemos a nuestros hijos en el temor de Dios, encaminemos a nuestras esposas por el camino del bien. Que ellas sean dignas de todo elogio por el encanto de su castidad, que brillen por la sinceridad y por su inclinación a la dulzura, que la discreción de sus palabras manifieste a todos su recato, que su caridad hacia todos sea patente a cuantos temen a Dios, y que no hagan acepción alguna de personas.

Que vuestros hijos sean educados según Cristo, que aprendan el gran valor que tiene ante Dios la humildad y lo mucho que aprecia Dios el amor casto, que comprendan cuán grande sea y cuán hermoso el temor de Dios y cómo es capaz de salvar a los que se dejan guiar por él, con toda pureza de conciencia. Porque el Señor es escudriñador de nuestros pensamientos y de nuestros deseos, y su Espíritu está en nosotros, pero cuando él quiere nos lo puede retirar.

Todo esto nos lo confirma nuestra fe cristiana, pues el mismo Cristo es quien nos invita, por medio del Espíritu Santo, con estas palabras: Venid, hijos, escuchadme: os instruiré en el temor del Señor; ¿hay alguien que ame la vida y desee días de prosperidad? Guarda tu lengua del mal, tus labios de la falsedad; apártate del mal, obra el bien, busca la paz y corre tras ella.

El Padre de todo consuelo y de todo amor tiene entrañas de misericordia para con todos los que lo temen y, en su entrañable condescendencia, reparte sus dones a cuantos a él se acercan con un corazón sin doblez. Por eso, huyamos de la duplicidad de ánimo, y que nuestra alma no se enorgullezca nunca al verse honrada con la abundancia y riqueza de los dones del Señor.

R/. Bendice al Señor en todo momento, y pídele que allane tus caminos y que te dé éxito en tus empresas y proyectos.


V/. Sirve sinceramente al Señor y haz lo que le agrada, con todas tus fuerzas.

R/. Y que te dé éxito en tus empresas y proyectos.

Lunes, XXX semana del Tiempo Ordinario, feria

Rm 8,12-17: Habéis recibido un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritar: ¡Abbá! (Padre).

Hermanos, estamos en deuda, pero no con la carne para vivir carnalmente. Pues si vivís según la carne, vais a la muerte; pero si con el Espíritu dais muerte a las obras del cuerpo, viviréis. Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, ésos son hijos de Dios. Habéis recibido, no un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritar: «¡Abba!» (Padre). Ese Espíritu y nuestro espíritu dan un testimonio concorde: que somos hijos de Dios; y, si somos hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, ya que sufrimos con él para ser también con él glorificados.

Sal 67,2.4.6-7ab.20-21: Nuestro Dios es un Dios que salva.

Se levanta Dios, y se dispersan sus enemigos,
huyen de su presencia los que lo odian;
en cambio, los justos se alegran,
gozan en la presencia de Dios,
rebosando de alegría.

Padre de huérfanos, protector de viudas,
Dios vive en su santa morada.
Dios prepara casa a los desvalidos,
libera a los cautivos y los enriquece.

Bendito sea el Señor cada día,
Dios lleva nuestras cargas,
es nuestra salvación.
Nuestro Dios es un Dios que salva,
el Señor Dios nos hace escapar de la muerte.

Lc 13,10-17: A esta, que es hija de Abrahán, ¿no había que soltarla en sábado?

Un sábado, enseñaba Jesús en una sinagoga.

Había una mujer que desde hacía dieciocho años estaba enferma por causa de un espíritu, y andaba encorvada, sin poderse enderezar.

Al verla, Jesús la llamó y le dijo:

-Mujer, quedas libre de tu enfermedad.

Le impuso las manos, y enseguida se puso derecha.

Y glorificaba a Dios.

Pero el jefe de la sinagoga, indignado porque Jesús había curado en sábado, dijo a la gente:

-Seis días tenéis para trabajar: venid esos días a que os curen, y no los sábados.

Pero el Señor, dirigiéndose a él, dijo:

-Hipócritas: cualquiera de vosotros, ¿no desata del pesebre al buey o al burro, y lo lleva a abrevar, aunque sea sábado?

Y a ésta, que es hija de Abrahán, y que Satanás ha tenido atada dieciocho años, ¿no había que soltarla en sábado?

A estas palabras, sus enemigos quedaron abochornados, y toda la gente se alegraba de los milagros que hacía.



Pistas para la Lectio Divina

Lucas 13,10-17: La historia de la mujer encorvada. “Había una mujer a la que un espíritu tenía enferma hacía dieciocho años”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

Lucas, el evangelista de la misericordia, no regala hoy la espléndida página de “la curación de la mujer encorvada”.

¿Qué es lo propio de esta página del evangelio de Lucas? Hay personas que están fuertemente en desventaja, personas a las cuales se les presta poca atención y que son abandonadas cruelmente a su destino. Mientras enseña en la sinagoga, un sábado, Jesús es el único que se fija en aquella señora a la que ya todos estaban habituados a ver con su defecto físico y es el único que le expresa su interés por su bienestar.

El relato, después de una introducción (13,10-11), expone el milagro (13,12-13) y luego las reacciones frente a él (14,14-17). Vamos a detenernos hoy en las primeras dos partes.

1. El defecto de la señora (14,11)

“Había una mujer a la que un espíritu tenía enferma hacía dieciocho años; estaba encorvada y no podía en modo alguno enderezarse”.

Lo que la mayor parte de la gente considera normal y que difícilmente alcanza a apreciar, le fue negado a esta mujer: el caminar erguida. Dondequiera que vaya, ella lleva consigo su propio sufrimiento. No puede liberarse, debe resignarse. Con estas características, esta mujer representa la multitud de personas que tienen algún defecto físico permanente.

A una persona con un defecto físico le son negadas muchas ventajas de las gozan los sanos. Experimentan discriminación de diverso tipo: no siempre pueden casarse, no son acogidas como miembros con pleno derecho en la comunidad, son vistas como disminuidas.

Y a este daño social se le agrega el peso sicológico; ellas se preguntan: ¿Por qué me pasó a mí? ¿Por qué tengo que cargar con este mal toda la vida? Además, mientras los demás le dan gracias a Dios por estar bien, por no tener defectos físicos, ¿qué le puede decir a Dios una persona de éstas al lado de uno en la Iglesia?

2. La misericordia de Jesús (12,13ª)

Siguiendo el hilo del texto veamos el comportamiento de Jesús:

(1) Jesús la “ve” (14,12a).

(2) Jesús actúa frente a ella espontáneamente, no se hace rogar, y entra en contacto con ella llamándola donde él (14,12b): “Y la llamó”.

(3) Jesús la “libera” (14,12c) de su enfermedad. Lo hace (a) con la Palabra y (b) con la imposición de manos.

Jesús obra no solamente con la palabra (“estaba enseñando en la sinagoga”, 14,10), sino también con la acción. Y sus acciones son liberadoras no solamente en aquellas grandes situaciones en la que todos están de acuerdo que las cosas no andan bien, sino también en los pequeños detalles de los cuales la mayoría no se percata, sino únicamente quien lo sufre.

Pues bien, a la mujer encorvada, quien llevaba dieciocho años en esa posición, más bajita que los demás, quien debía mirar a los demás siempre de abajo hacia arriba y de reojo, a ella Jesús la sanó reinsertándola completamente en la vida normal.

3. La alabanza festiva de la mujer (14,13b)

“Y al instante se enderezó, y glorificaba a Dios”.

Erguida, la doña comienza a alabar a Dios. Con una festiva acción de gracias y alabanzas, ella proclama que en ella obró la mano de Dios. ¡Qué manera tan bella de acoger la curación!

El sábado era un día de alabanza por las acciones liberadoras de Dios con su pueblo, y para esto se reunían en la sinagoga. La mujer sanada ahora puede participar completamente en el culto sinagogal y con motivos propios: ha sido liberada de su esclavitud (“un espíritu la tenía sometida”, v.11).

Hay un dicho de san Agustín que dice que una persona “recta” es solamente aquella que dirige la mirada hacia Dios y se orienta según su voluntad. Quien se orienta hacia el propio egoísmo, está replegado sobre sí mismo y es una persona encorvada. Probablemente esta mujer ya debía ser “recta” en la presencia de Dios, pero por medio de la ayuda que recibió de Jesús ahora lo será mucho más (sugiero conectar con la parábola sobre la mujer en los versículos 20-21).

En fin, estamos ante un relato que merece ser leído muchas veces. Jesús hizo con prontitud y benevolencia lo que ningún otro podría haber hecho por una mujer doblemente discriminada. Claro que nosotros podemos continuar las actitudes y la obra de Jesús, nosotros podemos “enderezar” a quienes están curvados y sacarlos de su sufrimiento, si permitimos que ellos encuentren en nosotros una benevolencia sincera y cordial como la de Jesús y si les abrimos todos los espacios para insertarlos de la mejor manera posible en la vida ordinaria. ¿No le parece? 

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón

1. ¿Qué pasos da Jesús en la curación de la mujer encorvada?

2. ¿Cómo aparece el problema del “mal” en este relato?

3. ¿Qué nos sugiere este pasaje para nuestro ejercicio cotidiano de la misericordia?

“Ámala cual merece bondad inmensa;
pero no hay amor fino sin la paciencia”
(Santa Teresa de Jesús)




30ª semana. Lunes

MIRAR AL CIELO


— La mujer encorvada y la misericordia de Jesús.

— Lo que nos impide mirar al Cielo.

— Solo en Dios comprendemos la verdadera realidad de la propia vida y de todo lo creado.

I. En el Evangelio de la Misa1, San Lucas nos relata cómo Jesús entró a enseñar un sábado en la sinagoga, según era su costumbre. Y había allí una mujer poseída por un espíritu, enferma desde hacía dieciocho años, y estaba encorvada sin poder enderezarse de ningún modo. Y Jesús, sin que nadie se lo pidiera, movido por su compasión, la llamó y le dijo: Mujer, quedas libre de tu enfermedad. Y le impuso las manos, y al instante se enderezó y glorificaba a Dios.

El jefe de la sinagoga se indignó porque Jesús curaba en sábado. Con su alma pequeña no comprende la grandeza de la misericordia divina que libera a esta mujer postrada desde hacía tanto tiempo. Celoso en apariencia de la observancia del sábado prescrita en la Ley2, el fariseo no sabe ver la alegría de Dios al contemplar a esta hija suya sana de alma y de cuerpo. Su corazón, frío y embotado –falto de piedad–, no sabe penetrar en la verdadera realidad de los hechos: no ve al Mesías, presente en aquel lugar, que se manifiesta como anunciaban las Escrituras. Y no atreviéndose a murmurar directamente de Jesús, lo hace de quienes se acercan a Él: Seis días hay en los que es necesario trabajar; venid, pues, en ellos a ser curados y no en día de sábado. Y el Señor, como en otras ocasiones, no calla: les llama hipócritas, falsos, y contesta –recogiendo la alusión al trabajo– señalando que, así como ellos se daban buena prisa en soltar del pesebre a su asno o a su buey para llevarlos a beber aunque fuera sábado, a esta, que es hija de Abrahán, a la que Satanás ató hace ya dieciocho años, ¿no era conveniente soltarla de esta atadura aun en día de sábado? Aquella mujer, en su encuentro con Cristo recupera su dignidad; es tratada como hija de Abrahán y su valor está muy por encima del buey o del asno. Sus adversarios quedaron avergonzados, y toda la gente sencilla se alegraba por todas las maravillas que hacía.

La mujer quedó libre del mal espíritu que la tenía encadenada y de la enfermedad del cuerpo. Ya podía mirar a Cristo, y al Cielo, y a las gentes, y al mundo. Nosotros hemos de meditar muchas veces estos pasajes en los que la compasiva misericordia del Señor, de la que tan necesitados andamos, se pone singularmente de relieve. «Esa delicadeza y cariño la manifiesta Jesús no solo con un grupo pequeño de discípulos, sino con todos. Con las santas mujeres, con representantes del Sanedrín como Nicodemo y con publicanos como Zaqueo, con enfermos y con sanos, con doctores de la ley y con paganos, con personas individuales y con muchedumbres enteras.

»Nos narran los Evangelios que Jesús no tenía dónde reclinar su cabeza, pero nos cuentan también que tenía amigos queridos y de confianza, deseosos de acogerlo en su casa. Y nos hablan de su compasión por los enfermos, de su dolor por los que ignoran y yerran, de su enfado ante la hipocresía»3.

La consideración de estas escenas del Evangelio nos debe llevar a confiar más en Jesús, especialmente cuando nos veamos más necesitados del alma o del cuerpo, cuando experimentemos con fuerza la tendencia a mirar solo lo material, lo de abajo, y a imitarle en nuestro trato con las gentes: no pasemos nunca con indiferencia ante el dolor o la desgracia. Hagamos igual que el Maestro, que se compadece y pone remedio.

II. «Así encontró el Señor a esta mujer que había estado encorvada durante dieciocho años: no se podía erguir (Lc 13, 11). Como ella –comenta San Agustín– son los que tienen su corazón en la tierra»4; después de un tiempo han perdido la capacidad de mirar al Cielo, de contemplar a Dios y de ver en Él la maravilla de todo lo creado. «El que está encorvado, siempre mira a la tierra, y quien busca lo de abajo, no se acuerda de a qué precio fue redimido»5. Se olvida de que todas las cosas creadas han de llevarle al Cielo y contempla solo un universo empobrecido.

El demonio mantuvo dieciocho años sin poder mirar al Cielo a la mujer curada por Jesús. Otros, por desgracia, pasan la vida entera mirando a la tierra, atados por la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la soberbia de la vida6. La concupiscencia de la carne impide ver a Dios, pues solo lo verán los limpios de corazón7; esta mala tendencia «no se reduce exclusivamente al desorden de la sensualidad, sino también a la comodidad, a la falta de vibración, que empuja a buscar lo más fácil, lo más placentero, el camino en apariencia más corto, aun a costa de ceder en la fidelidad a Dios (...).

»El otro enemigo (...) es la concupiscencia de los ojos, una avaricia de fondo, que lleva a no valorar sino lo que se puede tocar. Los ojos que se quedan como pegados a las cosas terrenas, pero también los ojos que, por eso mismo, no saben descubrir las realidades sobrenaturales. Por tanto, podemos utilizar la expresión de la Sagrada Escritura, para referirnos a la avaricia de los bienes materiales, y además a esa deformación que lleva a observar lo que nos rodea –los demás, las circunstancias de nuestra vida y de nuestro tiempo– solo con visión humana.

»Los ojos del alma se embotan; la razón se cree autosuficiente para entender todo, prescindiendo de Dios (...). La existencia nuestra puede, de este modo, entregarse sin condiciones en manos del tercer enemigo, de la superbia vitae. No se trata solo de pensamientos efímeros de vanidad o de amor propio: es un engreimiento general. No nos engañemos, porque este es el peor de los males, la raíz de todos los descaminos»8. Ninguno de estos enemigos podrá con nosotros si tenemos la sinceridad necesaria para descubrir sus primeras manifestaciones, por pequeñas que sean, y suplicamos al Señor que nos ayude a levantar de nuevo nuestra mirada hacia Él.

III. La fe en Cristo se ha de manifestar en los pequeños incidentes de un día corriente, y ha de llevarnos a «organizar la vida cotidiana sobre la tierra sabiendo mirar al Cielo, esto es, a Dios, fin supremo y último de nuestras tensiones y nuestros deseos»9.

Cuando, mediante la fe, tenemos la capacidad de mirar a Dios, comprendemos la verdad de la existencia: el sentido de los acontecimientos, que tienen una nueva dimensión; la razón de la cruz, del dolor y del sufrimiento; el valor sobrenatural que podemos imprimir a nuestro trabajo diario y a cualquier circunstancia que, en Dios y por Dios, recibe una eficacia sobrenatural.

El cristiano no está cerrado en absoluto a las realidades terrenas; por el contrario, «puede y debe amar las cosas creadas por Dios. Pues de Dios las recibe, y las mira y respeta como objetos salidos de las manos de Dios»10, pero solo «usando y gozando de las criaturas en pobreza y con libertad de espíritu, entra de veras en posesión del mundo, como quien nada tiene y es dueño de todo: Todas las cosas son vuestras, vosotros sois de Cristo y Cristo de Dios (1 Cor 3, 22)»11. San Pablo recomendaba a los primeros cristianos de Filipos: Por lo demás, hermanos, cuanto hay de verdadero, de honorable, de justo, de íntegro, de amable y de encomiable; todo lo que sea virtuoso y digno de alabanza, tenedlo en estima12.

El cristiano adquiere una particular grandeza de alma cuando tiene el hábito de referir a Dios las realidades humanas y los sucesos, grandes o pequeños, de su vida corriente. Cuando los aprovecha para dar gracias, para solicitar ayuda y ofrecer la tarea que lleva entre manos, para pedir perdón por sus errores... Cuando, en definitiva, no olvida que es hijo de Dios todas las horas del día y en todas las circunstancias, y no se deja envolver de tal manera por los acontecimientos, por el trabajo, por los problemas que surgen... que olvide la gran realidad que da razón a todo: el sentido sobrenatural de su vida. «¡Galopar, galopar!... ¡Hacer, hacer!... Fiebre, locura de moverse... Maravillosos edificios materiales...

»Espiritualmente: tablas de cajón, percalinas, cartones repintados... ¡galopar!, ¡hacer! —Y mucha gente corriendo: ir y venir.

»Es que trabajan con vistas al momento de ahora: “están” siempre “en presente”. —Tú... has de ver las cosas con ojos de eternidad, “teniendo en presente” el final y el pasado...

»Quietud. —Paz. —Vida intensa dentro de ti. Sin galopar, sin la locura de cambiar de sitio, desde el lugar que en la vida te corresponde, como una poderosa máquina de electricidad espiritual, ¡a cuántos darás luz y energía!..., sin perder tu vigor y tu luz»13.

Acudamos a la misericordia del Señor para que nos conceda ese don, vivir de fe, para poder andar por la tierra con los ojos puestos en el Cielo, con la mirada fija en Él, en Jesús,



Salmo 41: Deseo del Señor y ansias de contemplar el templo

Ant: ¿Cuándo entraré a ver el rostro de Dios?

Como busca la cierva
corrientes de agua,
así mi alma te busca
a ti, Dios mío;

tiene sed de Dios,
del Dios vivo:
¿cuándo entraré a ver
el rostro de Dios?

Las lágrimas son mi pan
noche y día.
mientras todo el día me repiten:
«¿Dónde está tu Dios?»

Recuerdo otros tiempos,
y desahogo mi alma conmigo:
cómo marchaba a la cabeza del grupo,
hacia la casa de Dios,
entre cantos de júbilo y alabanza,
en el bullicio de la fiesta.

¿Por qué te acongojas, alma mía,
por qué te me turbas?
Espera en Dios que volverás a alabarlo:
«Salud de mi rostro, Dios mío.»

Cuando mi alma se acongoja,
te recuerdo
desde el Jordán y el Hermón
y el Monte Menor.

Una sima grita a otra sima
con voz de cascadas:
tus torrentes y tus olas
me han arrollado.

De día el Señor
me hará misericordia,
de noche cantaré la alabanza
del Dios de mi vida.

Diré a Dios: «Roca mía,
¿por qué me olvidas?
¿Por qué voy andando, sombrío,
hostigado por mi enemigo?»

Se me rompen los huesos
por las burlas del adversario;
todo el día me preguntan:
«¿Dónde está tu Dios?»

¿Por qué te acongojas, alma mía,
por qué te me turbas?
Espera en Dios que volverás a alabarlo:
«Salud de mi rostro, Dios mío.»

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: ¿Cuándo entraré a ver el rostro de Dios?

Eclesiático 36,1-7.13-16: Súplica en favor de la ciudad santa de Jerusalén

Ant: Muéstranos, Señor, tu gloria y tu compasión.

Sálvanos, Dios del universo,
infunde tu terror a todas las naciones;
amenaza con tu mano al pueblo extranjero,
para que sienta tu poder.

Como les mostraste tu santidad al castigarnos,
muéstranos así tu gloria castigándolos a ellos:
para que sepan, como nosotros lo sabemos,
que no hay Dios fuera de ti.

Renueva los prodigios, repite los portentos,
exalta tu mano, robustece tu brazo.

Reúne a todas las tribus de Jacob
y dales su heredad como antiguamente.

Ten compasión del pueblo que lleva tu nombre,
de Israel, a quien nombraste tu primogénito;
ten compasión de tu ciudad santa,
de Jerusalén, lugar de tu reposo.

Llena a Sión de tu majestad,
y al templo, de tu gloria.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Muéstranos, Señor, tu gloria y tu compasión.

Salmo 18 A: Alabanza al Dios creador del universo

Ant: Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.

El cielo proclama la gloria de Dios,
el firmamento pregona la obra de sus manos:
el día al día le pasa el mensaje,
la noche a la noche se lo susurra.

Sin que hablen, sin que pronuncien,
sin que resuene su voz,
a toda la tierra alcanza su pregón
y hasta los límites del orbe su lenguaje.

Allí le ha puesto su tienda al sol:
él sale como el esposo de su alcoba,
contento como un héroe, a recorrer su camino.

Asoma por un extremo del cielo,
y su órbita llega al otro extremo:
nada se libra de su calor.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.

Lectura

Jr 15,16

Cuando encontraba palabras tuyas las devoraba; tus palabras eran mi gozo y la alegría de mi corazón, porque tu nombre fue pronunciado sobre mí, Señor, Dios de los ejércitos.

V/. Aclamad, justos, al Señor, que merece la alabanza de los buenos.

R/. Aclamad, justos, al Señor, que merece la alabanza de los buenos.

V/. Cantadle un cántico nuevo.

R/. Que merece la alabanza de los buenos.

V/. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo

R/. Aclamad, justos, al Señor, que merece la alabanza de los buenos.

Cántico Ev.

Ant: Bendito sea el Señor, porque nos ha visitado y redimido.



Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Bendito sea el Señor, porque nos ha visitado y redimido.

Preces

Nuestro Salvador ha hecho de nosotros un pueblo de reyes y sacerdotes, para que ofrezcamos sacrificios que Dios acepta. Invoquémosle, pues, diciendo:

Consérvanos en tu servicio, Señor

- Señor Jesús, sacerdote eterno, que has querido que tu pueblo participara de tu sacerdocio,
haz que ofrezcamos siempre sacrificios espirituales, agradables a Dios


- Danos, Señor, la abundancia de los frutos del Espíritu:
la comprensión, la servicialidad, la amabilidad


- Haz que aprendamos a amarte y lleguemos a poseerte a ti, que eres el mismo amor,
y que sepamos obrar siempre lo recto, para que también nuestras acciones te glorifiquen


- Haz que busquemos siempre el bien de nuestros hermanos
y les ayudemos a progresar en su salvación.

Con el gozo que nos da el sabernos hijos de Dios, digamos con confianza:

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre;

venga a nosotros tu reino;

hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día;

perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.

No nos dejes caer en la tentación,

y líbranos del mal.

Final

Señor, Dios todopoderoso, que nos has hecho llegar al comienzo de este día, sálvanos hoy con tu poder, para que no caigamos en ningún pecado, sino que nuestras palabras, pensamientos y acciones sigan el camino de tus mandatos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

sábado, 28 de octubre de 2023

Santa Misa +

 https://youtu.be/YC6kb9akl8M?si=K-TWc1XUuaSlhw5X

https://m.facebook.com/story.php?story_fbid=pfbid02y7hrYdpadAFVrHeXD753386AsNqibayrmf1gpP5DwqoL6Dv8cg81J3rPm2r3KQ54l&id=100003689433039&sfnsn=scwspmo&mibextid=RUbZ1f

Sexta +

 San Simón y San Judas, apóstoles, fiesta


El nombre de Simón figura en undécimo lugar en la lista de los apóstoles. Lo único que sabemos de él es que nació en Caná y que se le daba el apodo de "Zelotes".
Judas, por sobrenombre Tadeo, es aquel apóstol que en la última cena preguntó al Señor por qué se manifestaba a sus discípulos y no al mundo (Jn 14, 22).
La liturgia romana, a diferencia de la de los orientales, conmemora el mismo día, juntamente, a estos dos apóstoles.

Hora Intermedia (Sexta)


Inicio


(se hace la señal de la cruz mientras se dice:)

V/. -Dios mío, ven en mi auxilio.
R/. -Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya

 
Himno


Te está cantando el martillo,
y rueda en tu honor la rueda.
Puede que la luz no pueda
librar del humo su brillo.
¡Qué sudoroso y sencillo
te pones a mediodía,
Dios de esta dura porfía
de estar sin pausa creando,
y verte necesitando
del hombre más cada día!

Quien diga que Dios ha muerto
que salga a la luz y vea
si el mundo es o no tarea
de un Dios que sigue despierto.
Ya no es su sitio el desierto
ni en la montaña se esconde;
decid, si preguntan dónde,
que Dios está -sin mortaja-
en donde un hombre trabaja
y un corazón le responde. Amén.

o bien:

Alfarero del hombre, mano trabajadora
que, de los hondos limos iniciales,
convocas a los pájaros a la primera aurora,
al pasto, los primeros animales.

De mañana te busco, hecho de luz concreta,
de espacio puro y tierra amanecida.
De mañana te encuentro, Vigor, Origen, Meta
de los sonoros ríos de la vida.

El árbol toma cuerpo, y el agua melodía;
tus manos son recientes en la rosa;
se espesa la abundancia del mundo a mediodía,
y estás de corazón en cada cosa.

No hay brisa, si no alientas; monte, si no estás dentro,
ni soledad en que no te hagas fuerte.
Todo es presencia y gracia. Vivir es este encuentro:
tú, por la luz; el hombre, por la muerte.

¡Que se acabe el pecado! ¡Mira, que es desdecirte
dejar tanta hermosura en tanta guerra!
Que el hombre no te obligue, Señor, a arrepentirte
de haberle dado un día las llaves de la tierra. Amén.

o bien:

Este mundo del hombre, en que él se afana
tras la felicidad que tanto ansía,
tú lo vistes, Señor, de luz temprana
y de radiante sol al mediodía.

Así el poder de tu presencia encierra
el secreto más hondo de esta vida;
un nuevo cielo y una nueva tierra
colmarán nuestro anhelo sin medida.

Poderoso Señor de nuestra historia,
no tardes en venir gloriosamente;
tu luz resplandeciente y tu victoria
inunden nuestra vida eternamente. Amén.

o bien:

Cuando la luz del día está en su cumbre,
eres, Señor Jesús, luz y alegría
de quienes en la fe y en la esperanza
celebran ya la fiesta de la vida.

Eres resurrección, palabra y prenda
de ser y de vivir eternamente;
sembradas de esperanzas nuestras vidas,
serán en ti cosecha para siempre.

Ven ya, Señor Jesús, Salvador nuestro,
de tu radiante luz llena este día,
camino de alegría y de esperanza,
real acontecer de nueva vida.

Concédenos, oh Padre omnipotente,
y tú, Hijo amado y Señor nuestro,
por obra del Espíritu enviado,
vivir ya de la fiesta de tu reino. Amén.

Salmodia


Salmo 122: El Señor, esperanza del pueblo


Ant: Tú que habitas en el cielo, ten misericordia de nosotros.

Dos ciegos... se pusieron a gritar: «¡Ten compasión de nosotros, Señor, Hijo de David!» (Mt 20,30)

A ti levanto mis ojos,
a ti que habitas en el cielo.

Como están los ojos de los esclavos
fijos en las manos de sus señores,
como están los ojos de la esclava
fijos en las manos de su señora,
así están nuestros ojos
en el Señor, Dios nuestro,
esperando su misericordia.

Misericordia, Señor, misericordia,
que estamos saciados de desprecios;
nuestra alma está saciada
del sarcasmo de los satisfechos,
del desprecio de los orgullosos.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Tú que habitas en el cielo, ten misericordia de nosotros.

Salmo 123: Nuestro auxilio es el nombre del Señor


Ant: Nuestro auxilio es el nombre del Señor.

Dijo el Señor a Pablo: «No temas..., que yo estoy contigo» (Hch 18,9.10)

Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte
-que lo diga Israel-,
si el Señor no hubiera estado de nuestra parte,
cuando nos asaltaban los hombres,
nos habrían tragado vivos:
tanto ardía su ira contra nosotros.

Nos habrían arrollado las aguas,
llegándonos el torrente hasta el cuello;
nos habrían llegado hasta el cuello
las aguas espumantes.

Bendito el Señor, que no nos entregó
en presa a sus dientes;
hemos salvado la vida, como un pájaro
de la trampa del cazador:
la trampa se rompió, y escapamos.

Nuestro auxilio es el nombre del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Nuestro auxilio es el nombre del Señor.

Salmo 124: El Señor vela por su pueblo


Ant: El Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.

Paz sobre el Israel de Dios (Ga 6,16)

Los que confían en el Señor son como el monte Sión:
no tiembla, está asentado para siempre.

Jerusalén está rodeada de montañas,
y el Señor rodea a su pueblo
ahora y por siempre.

No pesará el cetro de los malvados
sobre el lote de los justos,
no sea que los justos extiendan
su mano a la maldad.

Señor, concede bienes a los buenos,
a los sinceros de corazón;
y a los que se desvían por sendas tortuosas,
que los rechace el Señor con los malhechores.
¡Paz a Israel!

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: El Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.

Lectura Bíblica


Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles
Hch 5,12a.14

Los apóstoles hacían muchos signos y prodigios en medio del pueblo, y crecía el número de los creyentes, hombres y mujeres, que se adherían al Señor.

V/. Guardaron los preceptos del Señor.

R/. Las normas y mandatos que les ordenó.

Final

Oremos:

Señor Dios nuestro, que nos llevaste al conocimiento de tu nombre por la predicación de los Apóstoles, te rogamos que, por intercesión de San Simón y San Judas, tu Iglesia siga siempre creciendo con la conversión incesante de los pueblos. Por Jesucristo nuestro Señor.

Amén.

(se hace la señal de la cruz mientras se dice:)


V/. Bendigamos al Señor.
R/. Demos gracias a Dios.

Oficio, lecturas, reflexiones y laudes +

 


San Simón y San Judas, apóstoles, fiesta


V/. -Señor, Ábreme los labios.
R/. -Y mi boca proclamará tu alabanza.

Invitatorio

Salmo 94: Invitación a la alabanza divina

Ant: Venid, adoremos al Señor, rey de los apóstoles.

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

-se repite la antífona

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

-se repite la antífona

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

-se repite la antífona

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.

-se repite la antífona

Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
"Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso."»

-se repite la antífona

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Venid, adoremos al Señor, rey de los apóstoles.

 
Himno

Vosotros que escuchasteis la llamada
de viva voz que Cristo os dirigía,
abrid nuestro vivir y nuestra alma
al mensaje de amor que él nos envía.

Vosotros que invitados al banquete
gustasteis el sabor del nuevo vino,
llenad el vaso, del amor que ofrece,
al sediento de Dios en su camino.

Vosotros que tuvisteis tan gran suerte
de verle dar a muertos nueva vida,
no dejéis que el pecado y que la muerte
nos priven de la vida recibida.

Vosotros que lo visteis ya glorioso,
hecho Señor de gloria sempiterna,
haced que nuestro amor conozca el gozo
de vivir junto a él la vida eterna. Amén.

Ant: A toda la tierra alcanza su pregón y hasta los límites del orbe su lenguaje.

El cielo proclama la gloria de Dios,
el firmamento pregona la obra de sus manos:
el día al día le pasa el mensaje,
la noche a la noche se lo susurra.

Sin que hablen, sin que pronuncien,
sin que resuene su voz,
a toda la tierra alcanza su pregón
y hasta los límites del orbe su lenguaje.

Allí le ha puesto su tienda al sol:
él sale como el esposo de su alcoba,
contento como un héroe, a recorrer su camino.

Asoma por un extremo del cielo,
y su órbita llega al otro extremo:
nada se libra de su calor.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: A toda la tierra alcanza su pregón y hasta los límites del orbe su lenguaje.

Salmo 63: Súplica contra los enemigos

Ant: Proclamaron las obras de Dios, y meditaron sus acciones.

Escucha, oh Dios, la voz de mi lamento,
protege mi vida del terrible enemigo;
escóndeme de la conjura de los perversos
y del motín de los malhechores:

afilan sus lenguas como espadas
y disparan como flechas palabras venenosas,
para herir a escondidas al inocente,
para herirlo por sorpresa y sin riesgo.

Se animan al delito,
calculan como esconder trampas,
y dicen: «¿quién lo descubrirá?»
Inventan maldades y ocultan sus invenciones,
porque su mente y su corazón no tienen fondo.

Pero Dios los acribilla a flechazos,
por sorpresa los cubre de heridas;
su misma lengua los lleva a la ruina,
y los que lo ven menean la cabeza.

Todo el mundo se atemoriza,
proclama la obra de Dios
y medita sus acciones.

El justo se alegra con el Señor,
se refugia en Él,
y se felicitan los rectos de corazón.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Proclamaron las obras de Dios, y meditaron sus acciones.

Salmo 96: Gloria del Señor, rey de justicia

Ant: Pregonaron su justicia, y todos los pueblos contemplaron su gloria.

El Señor reina, la tierra goza,
se alegran las islas innumerables.
Tiniebla y nube lo rodean,
justicia y derecho sostienen su trono.

Delante de él avanza fuego,
abrasando en torno a los enemigos;
sus relámpagos deslumbran el orbe,
y, viéndolos, la tierra se estremece.

Los montes se derriten como cera
ante el dueño de toda la tierra;
los cielos pregonan su justicia,
y todos los pueblos contemplan su gloria.

Los que adoran estatuas se sonrojan,
los que ponen su orgullo en los ídolos;
ante él se postran todos los dioses.

Lo oye Sión, y se alegra,
se regocijan las ciudades de Judá
por tus sentencias, Señor;

porque tú eres, Señor,
altísimo sobre toda la tierra,
encumbrado sobre todos los dioses.

El Señor ama al que aborrece el mal,
protege la vida de sus fieles
y los libra de los malvados.

Amanece la luz para el justo,
y la alegría para los rectos de corazón.
Alegraos, justos, con el Señor,
celebrad su santo nombre.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Pregonaron su justicia, y todos los pueblos contemplaron su gloria.

V/. Contaron las alabanzas del Señor y su poder.

R/. Y las maravillas que realizó.

Lectura

V/. Contaron las alabanzas del Señor y su poder.

R/. Y las maravillas que realizó.

Sigamos el ejemplo del Apóstol, como él siguió el de Cristo


1Co 4,1-16

Hermanos: Que la gente sólo vea en nosotros servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios. Ahora, en un administrador, lo que se busca es que sea fiel. Para mí, lo de menos es que me pidáis cuentas vosotros o un tribunal humano; ni siquiera yo me pido cuentas. La conciencia, es verdad, no me remuerde; pero tampoco por eso quedo absuelto: mi juez es el Señor. Así, pues, no juzguéis antes de tiempo: dejad que venga el Señor. Él iluminará lo que esconden las tinieblas y pondrá al descubierto los designios de corazón; entonces cada uno recibirá la alabanza de Dios.

Hermanos, he aplicado lo anterior a Apolo y a mí por causa vuestra, para que con nuestro caso aprendáis aquello de «no saltarse el reglamento» y no os engriáis en uno a costa del otro. A ver, ¿quién te hace tan importante? ¿Tienes algo que no hayas recibido? Y, si lo has recibido, ¿a qué tanto orgullo, como si nadie te lo hubiera dado? Ya tenéis todo lo que ansiabais, ya sois ricos, habéis conseguido un reino sin nosotros. ¿Qué más quisiera yo? Así reinaríamos juntos. Por lo que veo, a nosotros, los apóstoles, Dios nos coloca los últimos; parecemos condenados a muerte, dados en espectáculo público para ángeles y hombres.

Nosotros, unos necios por Cristo; vosotros, ¡qué sensatos en Cristo! Nosotros débiles, vosotros fuertes; vosotros célebres, nosotros despreciados; hasta ahora hemos pasado hambre y sed, y falta de ropa; recibimos bofetadas, no tenemos domicilio, nos agotamos trabajando con nuestras propias manos; nos insultan, y les deseamos bendiciones; nos persiguen, y aguantamos; nos calumnian, y respondemos con buenos modos; nos tratan como a la basura del mundo, el deshecho de la humanidad; y así hasta el día de hoy.

No os escribo esto para avergonzaros, sino para haceros recapacitar, porque os quiero como a hijos; porque tendréis mil tutores en Cristo, pero padres no tenéis muchos; por medio del Evangelio soy yo quien os ha engendrado para Cristo Jesús. Por eso, os exhorto a que sigáis mi ejemplo.

R/. Ya no os llamo siervos, a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.


V/. A vosotros se os ha concedido conocer los secretos del reino de los cielos. ¡Dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen!

R/. Porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.

L. Patrística

Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo
San Cirilo de Alejandría

Sobre el evangelio de san Juan L 12,1 (PG 74,707-710)

Nuestro Señor Jesucristo instituyó a aquellos que habían de ser guías y maestros de todo el mundo y administradores de sus divinos misterios, y les mandó que fueran como astros que iluminaran con su luz no sólo el país de los judíos, sino también a todos los países que hay bajo el sol, a todos los hombres que habitan la tierra entera. Es verdad lo que afirma la Escritura: Nadie puede arrogarse este honor: Dios es quien llama. Fue, en efecto, nuestro Señor Jesucristo el que llamó a sus discípulos a la gloria el apostolado, con preferencia a todos los demás.

Aquellos bienaventurados discípulos fueron columnas y fundamento de la verdad; de ellos afirma el Señor que los envía como el Padre lo ha enviado a él, con las cuales palabras, al mismo tiempo que muestra la dignidad del apostolado y la gloria incomparable de la potestad que les ha sido conferida, insinúa también, según parece, cuál ha de ser su estilo de obrar.

En efecto, si el Señor tenía la convicción de que había de enviar a sus discípulos como el Padre lo había enviado a él, era necesario que ellos, que habían de ser imitadores de uno y otro, supieran con qué finalidad el Padre había enviado al Hijo. Por esto, Cristo, exponiendo en diversas ocasiones las características de su propia misión, decía: No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan. Y también: He bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.

De este modo, resume en pocas palabras la regla de conducta de los apóstoles, ya que, al afirmar que los envía como el Padre lo ha enviado a él, les da a entender que su misión consiste en invitar a los pecadores a que se arrepientan y curar a los enfermos de cuerpo y de alma, y que en el ejercicio de su ministerio no han de buscar su voluntad, sino la de aquel que los ha enviado, y que han de salvar al mundo con la doctrina que de él han recibido. Leyendo los Hechos de los apóstoles o los escritos de san Pablo, nos damos cuenta fácilmente del empeño que pusieron los apóstoles en obrar según estas consignas recibidas.

R/. No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure.


V/. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante.

R/. Y vuestro fruto dure.

Te Deum

(sólo domingos, solemnidades y fiestas)


A ti, oh Dios, te alabamos,
a ti, Señor, te reconocemos.

A ti, eterno Padre,
te venera toda la creación.

Los ángeles todos, los cielos
y todas las potestades te honran.

Los querubines y serafines
te cantan sin cesar:

Santo, Santo, Santo es el Señor,
Dios del universo.

Los cielos y la tierra
están llenos de la majestad de tu gloria.

A ti te ensalza
el glorioso coro de los apóstoles,
la multitud admirable de los profetas,
el blanco ejército de los mártires.

A ti la Iglesia santa,
extendida por toda la tierra,
te proclama:

Padre de inmensa majestad,
Hijo único y verdadero, digno de adoración,
Espíritu Santo, Defensor.

Tú eres el Rey de la gloria, Cristo.

Tú eres el Hijo único del Padre.

Tú, para liberar al hombre,
aceptaste la condición humana
sin desdeñar el seno de la Virgen.

Tú, rotas las cadenas de la muerte,
abriste a los creyentes el reino del cielo.

Tú te sientas a la derecha de Dios
en la gloria del Padre.

Creemos que un día
has de venir como juez.

Te rogamos, pues,
que vengas en ayuda de tus siervos,
a quienes redimiste con tu preciosa sangre.

Haz que en la gloria eterna
nos asociemos a tus santos.


Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice tu heredad.

Sé su pastor
y ensálzalo eternamente.

Día tras día te bendecimos
y alabamos tu nombre para siempre,
por eternidad de eternidades.

Dígnate, Señor, en este día
guardarnos del pecado.

Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.

Que tu misericordia, Señor,
venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.

En ti, Señor, confié,
no me veré defraudado para siempre.

San Simón y San Judas, apóstoles, fiesta

Ef 2,19-22: Estáis edificados sobre el cimiento de los apóstoles.

Ya no sois extranjeros ni forasteros, sino que sois ciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios. Estáis edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, y el mismo Cristo Jesús es la piedra angular. Por él todo el edificio queda ensamblado, y se va levantando hasta formar un templo consagrado al Señor. Por él también vosotros os vais integrando en la construcción, para ser morada de Dios, por el Espíritu.

Sal 18,2-3.4-5: A toda la tierra alcanza su pregón.

El cielo proclama la gloria de Dios,
el firmamento pregona la obra de sus manos:
el día al día le pasa el mensaje,
la noche a la noche se lo susurra.

Sin que hablen, sin que pronuncien,
sin que resuene su voz,
a toda la tierra alcanza su pregón
y hasta los límites del orbe su lenguaje.

Lc 6,12-19: Escogió a doce de ellos y los nombró apóstoles.

Por entonces, subió Jesús a la montaña a orar, y pasó la noche orando a Dios.

Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, escogió a doce de ellos y los nombró apóstoles:

Simón, al que puso de nombre Pedro,

y Andrés, su hermano,

Santiago,

Juan,

Felipe,

Bartolomé,

Mateo,

Tomás,

Santiago Alfeo,

Simón apodado el Celotes,

Judas el de Santiago

y Judas Iscariote, que fue el traidor.

Bajó Jesús del monte con los Doce y se paró en un llano con un grupo grande de discípulos y de pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón.

Venían a oírlo y a que los curara de sus enfermedades los atormentados por espíritus inmundos quedaban curados, y la gente trataba de tocarlo, porque salía de él una fuerza que los curaba a todos.



Fiesta

28 Octubre

Biografía


El nombre de Simón figura en undécimo lugar en la lista de los apóstoles. Lo único que sabemos de él es que nació en Caná y que se le daba el apodo de «Zelotes».

Judas, por sobrenombre Tadeo, es aquel apóstol que en la última cena preguntó al Señor por qué se manifestaba a sus discípulos y no al mundo (Jn 14, 22).



Pistas para la Lectio Divina

Lucas 6, 12-19:
En la montaña de la oración y la vocación: Jesús crea un nuevo Pueblo de Dios. “Eligió Doce de entre ellos, a los que llamó también apóstoles”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

En la serie de pasajes comprendidos entre Lc 5,1 y 6,11, hemos visto cómo Jesús ha venido formando progresivamente una comunidad en torno a él. Hemos visto también cuál es la experiencia de fondo que caracteriza esta nueva comunidad y en qué se basa ésta. 

Ahora el evangelio de Lucas comienza con una nueva sección en la que vemos cómo, a partir de un grupo elegido de Doce, el Maestro conduce un itinerario particular de formación que tiene dos finalidades: (1) el aprendizaje de la “palabra” de Jesús y (2) el aprendizaje de la “misión”. Esta sección concluirá en el capítulo 9, cuando los Doce van en misión y al regresar reciben la lección sobre la Cruz. Este se intuye desde este pasaje, cuando los discípulos comienzan a ser llamados también “apóstoles” (6,13).

Notemos cómo en toda esta sección del evangelio los discípulos aparecen en el trasfondo de la misión de Jesús, se les menciona solamente en momentos clave, porque el centro es Jesús quien con sus palabras y obras de poder revela el núcleo del evangelio. Por lo pronto, la tarea de los discípulos es “oír” y “ver”.

El primer paso que Jesús da es la diferenciación del grupo de los Doce de la multitud y del resto de los discípulos. Pongámosle atención a algunas particularidades del comportamiento de Jesús:

1. Jesús hace una vigilia de oración en la montaña

Este pasar la noche entera en oración es significativo y debería atraernos para una amorosa contemplación de este momento. Sabemos que el tema de la oración es importante en el evangelio de Lucas y que Jesús es el modelo del orante (ver 3,21; 5,16; 9,18.28.29; 10,21; 11,1; 22,29-46; 23,34.46). Todo el ministerio de Jesús, hasta su último instante en la Cruz, tiene como constante la oración. Esto se deja ver en los momentos decisivos del ministerio y éste de la elección de los Doce es uno de ellos: ¡Cuando Jesús tiene que tomar una decisión importante, ora!

En la mención explícita de este texto, “Se fue al monte a orar y se pasó la noche en la oración de Dios” (6,12), aprendemos que:

(a)    Dios Padre está en la raíz de toda experiencia vocacional: él está allí presente, manos a la obra, guiando la historia de la salvación, en la cual se inserta todo llamado particular para una tarea dentro de ella.

(b)   Jesús invoca la bendición de Dios sobre el acto que está a punto de realizar.

(c)    La oración es uno de los elementos más importantes del discipulado; ya que es el punto de partida del itinerario de los Doce, a lo largo de su vida éstos tendrán que volver una y otra vez a este momento primero.

2. Jesús distingue a los Doce del amplio grupo de discípulos

A los Doce también los llamó “Apóstoles” (6,13; que significa “enviados”). El número evoca la comunidad de la primera Alianza: las doce tribus de Israel. Éstas, en el momento del ministerio de Jesús, ya prácticamente no existen como tales (sólo quedaban dos tribus y media); de ahí que el formar una comunidad precisamente con este número es una provocación profética de Jesús, una forma concreta de llamar a todo el pueblo de Dios.

Desde el Antiguo Testamento se ve cómo Dios tenía en su proyecto la formación de un pueblo que fuera modelo y convocara a todos los pueblos de la tierra al servicio del único Dios. El llamado de los Doce nos coloca ante un aspecto fundamental del ministerio de Jesús: la Alianza y la vocación fundamental del pueblo de Dios. Se están realizando las antiguas profecías (ver por ejemplo: Ezequiel 39,23-39).

Por otra parte, el título “Apóstol” se refiere explícitamente a la futura misión que le aguarda a los escogidos: ellos continuarán la obra de Jesús en el mundo. Según una antigua disposición jurídica de Israel, “el enviado es como el que envía”. Los Doce, entonces, serán los representantes de Jesús.

1.      Jesús escoge a sus apóstoles entre aquellas personas que ya lo han oído y visto en acción

En un pasaje anterior Lucas había anotado que una gran multitud “afluía para oírle y ser curados de sus enfermedades” (5,15). Pues bien, con esos mismos términos se describe la “gran multitud de discípulos suyos… que habían venido para oírle y ser curados de sus enfermedades” junto con la multitud (6,17-18).

De en medio de ellos han sido tomados los Doce. Es bello el encuentro de Jesús y los Doce, con la inmensa multitud que los aguarda en la planicie, una vez que bajan de la montaña de la oración y la vocación.

Cuando los Doce bajan con Jesús de la montaña, lo primero que encuentran es el cruel escenario de una humanidad herida y necesitada. Pero llama la atención que toda esta multitud de personas venidas incluso de las regiones paganas de la costa marítima (Tiro y Sidón; ver 6,17b), se sienten atraídas, fascinadas por el Maestro de Nazareth, por Él, quien andaba en su misión “por la fuerza del Espíritu” (4,14).

Al contemplar a Jesús, percibiendo que “de él salía una fuerza que sanaba a todos” (6,19), los Doce comienzan a comprender el sentido de su vocación y para qué los quiere capacitar el Maestro. Por eso ellos deben abrirse a los dones del Maestro y, como se verá, deberán ser los primeros oyentes del discurso que sigue.

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón

1. ¿Por qué el hecho de que Jesús escoja “doce” discípulos es una provocación profética?

2. ¿Cuándo debo tomar una decisión importante, actúo como Jesús dedicando tiempo a la oración o simplemente me contento con mis razonamientos y con a aquello que algún amigo/a me pueda sugerir? ¿Por qué Jesús oraba antes de decidir algo?

3. ¿Siento que mi grupo de referencia (familia, comunidad) es un grupo elegido y con una misión específica que cumplir? ¿Cuál es esa misión? ¿Alguna vez lo hemos dialogado juntos? ¿No sería el momento de hacerlo?



28 de octubre

SAN SIMÓN Y SAN JUDAS,
APÓSTOLES*


Fiesta

— Los Apóstoles no buscaron su gloria personal, sino llevar a todos el mensaje de Cristo.

— La fe de los Apóstoles y nuestra fe.

— Amor a Jesús para seguirle de cerca.

I. El Señor, que no tenía necesidad de que nadie diera testimonio de Él1, quiso, sin embargo, elegir a los Apóstoles para que fueran compañeros en su vida y continuadores de su obra después de su muerte. En las primeras expresiones del arte cristiano nos encontramos con frecuencia a Jesús rodeado por los Doce, formando con Él una familia inseparable. No eran estos discípulos de la clase influyente de Israel ni del grupo sacerdotal de Jerusalén. No eran filósofos, sino gentes sencillas. «Es una eterna maravilla ver cómo estos hombres extendieron por el mundo un mensaje opuesto radicalmente en sus líneas esenciales al pensamiento de los hombres de su tiempo, ¡y desgraciadamente, también al de los del nuestro!»2.

Con frecuencia manifiesta el Evangelio el dolor de Jesús por la falta de comprensión de aquellos a quienes confiaba sus pensamientos más íntimos: ¿Aún estáis sin conocimiento ni inteligencia? ¿Aún está vuestro corazón cegado? ¿Tenéis ojos y no veis? ¿Tenéis oídos y no oís?3. «No eran cultos, ni siquiera muy inteligentes, al menos en lo que se refiere a las realidades sobrenaturales. Incluso los ejemplos y las comparaciones más sencillas les resultaban incomprensibles, y acudían al Maestro: Domine, edissere nobis parabolam (Mt 13, 36), Señor, explícanos la parábola. Cuando Jesús, con una imagen, alude al fermento de los fariseos, entienden que les está recriminando por no haber comprado pan (cfr. Mt 16, 67) (...). Estos eran los Discípulos elegidos por el Señor; así los escoge Cristo; así aparecían antes de que, llenos del Espíritu Santo, se convirtieran en columnas de la Iglesia (cfr. Gal 2, 9). Son hombres corrientes, con defectos, con debilidades, con la palabra más larga que las obras. Y, sin embargo, Jesús los llama para hacer de ellos pescadores de hombres (Mt 4, 19), corredentores, administradores de la gracia de Dios»4.

Los Apóstoles elegidos por el Señor eran muy diferentes entre sí; sin embargo, todos manifiestan una fe, un mensaje... No debe sorprendernos que nos hayan llegado tan pocas noticias de la mayoría de ellos, pues lo que les importaba era dar un testimonio cierto sobre Jesús y la doctrina que de Él recibieron: son el «sobre», cuya única misión es la de transmitir el papel donde va escrito el mensaje, en imagen alguna vez utilizada por San Josemaría Escrivá para hablar de la humildad; solo desean ser instrumentos delante del Señor: lo importante es el mensaje, no el sobre.

De los dos grandes Apóstoles, Simón y Judas Tadeo, cuya fiesta celebramos hoy, apenas nos han llegado unas pocas noticias: de Simón solo sabemos con certeza que fue elegido expresamente por el Señor para formar parte de los Doce; de Judas Tadeo conocemos además que era pariente del Señor, que formuló a Jesús una pregunta en la Última Cena Señor, ¿qué ha pasado para que te vayas a manifestar a nosotros y no al mundo?5- y que, según la tradición eclesiástica, es el autor de una de las Epístolas católicas. Desconocemos dónde fueron enterrados sus cuerpos y no sabemos bien las tierras que evangelizaron. No se preocuparon de llevar a cabo una tarea en la que sobresalieran sus dotes personales, sus conquistas apostólicas, los sufrimientos que padecieron por el Maestro. Por el contrario, procuraron pasar ocultos y dar a conocer a Cristo. En esto hallaron la plenitud y el sentido de sus vidas. Y, a pesar de sus condiciones humanas, escasas para la misión para la que fueron elegidos, llegaron a ser la alegría de Dios en el mundo.

Nosotros podemos aprender a encontrar la felicidad en cumplir, calladamente, la labor y la misión que el Señor nos ha encomendado en la vida. «Te aconsejo que no busques la alabanza propia, ni siquiera la que merecerías: es mejor pasar oculto, y que lo más hermoso y noble de nuestra actividad, de nuestra vida, quede escondido... ¡Qué grande es este hacerse pequeños!: “Deo omnis gloria!” toda la gloria, para Dios»6.

Así seremos verdaderamente eficaces, pues «cuando se trabaja única y exclusivamente por la gloria de Dios, todo se hace con naturalidad, sencillamente, como quien tiene prisa y no puede detenerse en “mayores manifestaciones”, para no perder ese trato irrepetible e incomparable- con el Señor»7. «Como quien tiene prisa», así hemos de pasar de una labor a otra, sin detenernos demasiado en consideraciones personales.

II. Los Apóstoles fueron testigos de la vida y de las enseñanzas de Jesús, y nos transmitieron con toda fidelidad la doctrina que habían oído y los hechos que habían visto. No se dedicaron a difundir teorías personales, ni remedios sacados de la propia experiencia: Os hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo, no siguiendo fábulas ingeniosas, sino porque hemos sido testigos oculares de su majestad8, escribe San Pedro. San Juan nos dice con insistencia: Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos acerca del Verbo de la Vida (...) os lo anunciamos a vosotros9. Y San Lucas, que no sabemos si recibió una enseñanza directa del Señor, afirma que va a describir por su orden desde el origen todos los sucesos de la vida de Cristo conforme nos los tienen referidos los que desde el principio fueron testigos de vista y ministros de la palabra10. De aquella primera comunidad cristiana de Jerusalén conocemos que perseveraban todos en las instrucciones de los Apóstoles11. La enseñanza de los Doce, no la libre interpretación de cada uno, ni la autoridad de los sabios, es el fundamento de la fe cristiana.

La voz de los Apóstoles es el eco diáfano de las enseñanzas de Jesús, que resonará hasta el fin de los siglos: su corazón y sus labios desbordan veneración y respeto por sus palabras y por su Persona. Un amor que hace exclamar a Pedro y a Juan, ante las amenazas del Sanedrín: nosotros no podemos dejar de decir de lo que hemos visto y oído12.

Esa misma fe es la que, de generación en generación, custodiada por el Magisterio de la Iglesia, con la asistencia continua del Espíritu Santo, ha llegado hasta nosotros. En estas verdades ha habido y continúa existiendo un desarrollo y crecimiento como el de la semilla que llega a ser un gran árbol. La Iglesia es el canal por el que nos llega, enriquecida por la gracia divina, la enseñanza de Cristo13. Esta es la que nosotros debemos dar a conocer en la catequesis, en el apostolado personal, los sacerdotes en su predicación...

Muchos siglos nos separan de los Apóstoles que hoy celebramos. Sin embargo, la Luz y la Vida de Cristo que ellos predicaron al mundo sigue llegando hasta nosotros. «¡La luz de Cristo no se extingue! Los Apóstoles transmitieron esta luz a sus discípulos y estos a los suyos, hasta llegar a nosotros a través de los siglos y hasta el fin de los tiempos. Por cuántas y cuán distintas manos ha pasado esta luz (...). A todos les debemos un gran reconocimiento. También para nosotros, la grey que en estos días se acerca a sus pastos, tiene Él previstos maestros, pastores y sacerdotes. Él obra por sus pobres brazos la maravilla de nuestra salvación. Él cuida de nosotros con amor divino. Todas las estrellas traen de Él su resplandor. Todos los mares le cantan. Todos los cielos le alaban»14. No dejemos de hacerlo nosotros.

III. Simón y Judas Tadeo, como el resto de los Apóstoles, tuvieron la inmensa suerte de aprender de labios del Maestro la doctrina que luego enseñaron. Compartieron con Él alegrías y tristezas. ¡Qué santa envidia les tenemos! Muchas cosas las aprendieron en la intimidad de su conversación para transmitirlas luego a los demás: Lo que os he susurrado al oído, predicadlo por encima de los tejados15. Ningún milagro les había de pasar inadvertido, ninguna lágrima y ninguna sonrisa dejaría de tener importancia. Son los testigos, los transmisores. Los Doce consideraban esta íntima unión con el Maestro tan esencial que cuando han de completar el número, después de la defección de Judas, pusieron una única condición indispensable: Es necesario, por tanto, que de los hombres que nos han acompañado todo el tiempo en que el Señor Jesús vivió con nosotros, empezando desde el bautismo de Juan hasta el día en que partió de entre nosotros, uno de ellos sea constituido con nosotros testigo de su Resurrección16.

Estos hombres estuvieron con Jesús en las fatigas del apostolado, en el descanso cuando Él les enseñaba con voz pausada los misterios del Reino, en las caminatas agotadoras bajo el sol... Compartieron con Él las alegrías cuando las gentes respondían a su predicación, y las penas al ver la falta de generosidad de otros para seguir al Maestro. «¡Con qué intimidad se confiaban a Él, como a un padre, como a un amigo, casi como a su propia alma! Le conocían por su noble porte, por el cálido tono de su voz, por su manera de partir el pan. Se sentían inundados de luz y estremecidos de alegría, cuando sus ojos profundos se posaban sobre ellos y la voz de Él vibraba en sus oídos. Enrojecían, cuando los reprendía por su pobreza de espíritu, y cuando los corregía, humillaban sus rostros curtidos por los años como niños atrapados en una falta... Se sentían profundamente impresionados, cuando les hablaba una y otra vez de su Pasión. Amaban a su Maestro, y le seguían no solo porque querían aprender sus doctrinas, sino sobre todo porque le amaban»17.

Pidamos hoy a estos Santos Apóstoles, Simón y Judas, que nos ayuden a conocer y a amar cada día más al Maestro, al mismo que ellos siguieron un día, y que fue el centro sobre el que se orientó toda su vida.

Simón, llamado también Zelotes quizá por haber pertenecido al partido judío de los celadores de la ley, era natural de Caná de Galilea. Judas, de sobrenombre Tadeo (el valiente), es señalado explícitamente desde antiguo, por la tradición eclesiástica, como autor de la Epístola de San Judas. Predicaron la doctrina de Cristo, según parece, en Egipto, Mesopotamia y Persia, y murieron mártires en defensa de la fe.


Salmo 62,2-9: El alma sedienta de Dios

Ant: Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado.

Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.

¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.

Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré como de enjundia y de manteca,
y mis labios te alabarán jubilosos.

En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado.

Daniel 3,57-88.56: Toda la creación alabe al Señor

Ant: Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.

Criaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.

Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.

Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.

Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.

Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.

Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.

Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.

Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.

Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.

Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.

Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor.

Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.

Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Hijos de los hombres, bendecid al Señor
bendiga Israel al Señor.

Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.

Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.

Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Bendigamos al Padre y al Hijo con el Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.

Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.

Ant: Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.

Salmo 149: Alegría de los santos

Ant: «Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando», dice el Señor.

Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.

Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.

Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:

para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.

Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: «Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando», dice el Señor.

Lectura

Ef 2,19-22

Ya no sois extranjeros ni forasteros, sino que sois ciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios. Estáis edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, y el mismo Cristo Jesús es la piedra angular. Por él todo el edificio queda ensamblado, y se va levantando hasta formar un templo consagrado al Señor. Por él también vosotros os vais integrando en la construcción, para ser morada de Dios, por el Espíritu.

V/. Los nombrarás príncipes sobre toda la tierra.

R/. Los nombrarás príncipes sobre toda la tierra.

V/. Harán memorable tu nombre, Señor.

R/. Sobre toda la tierra.

V/. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo

R/. Los nombrarás príncipes sobre toda la tierra.

Cántico Ev.

Ant: El muro de la ciudad tenía doce cimientos que llevaban doce nombres: los nombres de los apóstoles del Cordero; y su lámpara es el Cordero.



Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: El muro de la ciudad tenía doce cimientos que llevaban doce nombres: los nombres de los apóstoles del Cordero; y su lámpara es el Cordero.

Preces

Queridos hermanos, habiendo recibido de los apóstoles la herencia de los elegidos, demos gracias a nuestro Padre por todos sus dones, diciendo:

El coro de los apóstoles te ensalza, Señor

- Por la mesa de tu cuerpo y de tu sangre, que nos transmitieron los apóstoles,
con la cual nos alimentamos y vivimos:
El coro de los apóstoles te ensalza, Señor.


- Por la mesa de tu Palabra, que nos transmitieron los apóstoles,
con la cual se nos comunica la luz y el gozo:
El coro de los apóstoles te ensalza, Señor.


- Por tu Iglesia santa, edificada sobre el fundamento de los apóstoles,
por la cual nos integramos en la unidad:
El coro de los apóstoles te ensalza, Señor.


- Por la purificación del bautismo y de la penitencia, confiada a los apóstoles,
con la cual quedamos limpios de todos los pecados:
El coro de los apóstoles te ensalza, Señor.

Con la misma confianza que tienen los hijos con su padres, acudamos nosotros a nuestro Dios, diciéndole:

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre;

venga a nosotros tu reino;

hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día;

perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.

No nos dejes caer en la tentación,

y líbranos del mal.

Final

Señor Dios nuestro, que nos llevaste al conocimiento de tu nombre por la predicación de los Apóstoles, te rogamos que, por intercesión de San Simón y San Judas, tu Iglesia siga siempre creciendo con la conversión incesante de los pueblos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.