Custodia

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Saludo

Bendición

lunes, 2 de octubre de 2023

Oficio, lecturas, reflexiones y laudes +

 


Santos Ángeles Custodios, memoria obligatoria


V/. -Señor, Ábreme los labios.
R/. -Y mi boca proclamará tu alabanza.

Invitatorio

Salmo 94: Invitación a la alabanza divina

Ant: Venid, adoremos al Señor, a quien sirven los ángeles.

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

-se repite la antífona

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

-se repite la antífona

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

-se repite la antífona

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.

-se repite la antífona

Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
"Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso."»

-se repite la antífona

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Venid, adoremos al Señor, a quien sirven los ángeles.

 
Himno

Ángel santo de la guarda,
compañero de mi vida,
tú que nunca me abandonas,
ni de noche ni de día.

Aunque espíritu invisible,
sé que te hallas a mi lado,
escuchas mis oraciones
y cuentas todos mis pasos.

En las sombras de la noche,
me defiendes del demonio,
tendiendo sobre mi pecho
tus alas de nácar y oro.

Ángel de Dios, que yo escuche
tu mensaje y que lo siga,
que vaya siempre contigo
hacia Dios, que me lo envía.

Testigo de lo invisible,
presencia del cielo amiga,
gracias por tu fiel custodia,
gracias por tu compañía.

En presencia de los ángeles,
suba al cielo nuestro canto:
gloria al Padre, gloria al Hijo,
gloria al Espíritu Santo. Amén.

Salmo 30,2-17.20-25 - I: Súplica confiada de un afligido

Ant: Inclina tu oído hacia mí, Señor, y ven a salvarme.

A ti, Señor, me acojo:
no quede yo nunca defraudado;
tú, que eres justo, ponme a salvo,
inclina tu oído hacia mí;

ven aprisa a librarme,
sé la roca de mi refugio,
un baluarte donde me salve,
tú que eres mi roca y mi baluarte;

por tu nombre dirígeme y guíame:
sácame de la red que me han tendido,
porque tú eres mi amparo.

A tus manos encomiendo mi espíritu:
Tú, el Dios leal, me librarás;
tú aborreces a los que veneran ídolos inertes, pero yo confío en el Señor;
tu misericordia sea mi gozo y mi alegría.

Te has fijado en mi aflicción,
velas por mi vida en peligro;
no me has entregado en manos del enemigo,
has puesto mis pies en un camino ancho.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Inclina tu oído hacia mí, Señor, y ven a salvarme.

Salmo 30,2-17.20-25 - II:

Ant: Haz brillar, Señor, tu rostro sobre tu siervo.

Piedad, Señor, que estoy en peligro:
se consumen de dolor mis ojos,
mi garganta y mis entrañas.

Mi vida se gasta en el dolor;
mis años en los gemidos;
mi vigor decae con las penas,
mis huesos se consumen.

Soy la burla de todos mis enemigos,
la irrisión de mis vecinos,
el espanto de mis conocidos:
me ven por la calle y escapan de mí.
Me han olvidado como a un muerto,
me han desechado como a un cacharro inútil.

Oigo el cuchicheo de la gente,
y todo me da miedo;
se conjuran contra mí
y traman quitarme la vida.

Pero yo confío en ti, Señor,
te digo: «Tú eres mi Dios.»
En tu mano están mis azares:
líbrame de los enemigos que me persiguen;
haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
sálvame por tu misericordia.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Haz brillar, Señor, tu rostro sobre tu siervo.

Salmo 30,2-17.20-25 - III:

Ant: Bendito sea el Señor, que ha hecho por mí prodigios de misericordia.

Qué bondad tan grande, Señor,
reservas para tus fieles,
y concedes a los que a ti se acogen
a la vista de todos.

En el asilo de tu presencia los escondes
de las conjuras humanas;
los ocultas en tu tabernáculo,
frente a las lenguas pendencieras.

Bendito sea el Señor, que ha hecho por mí
prodigios de misericordia
en la ciudad amurallada.

Yo decía en mi ansiedad:
«Me has arrojado de tu vista»;
pero tú escuchaste mi voz suplicante
cuando yo te gritaba.

Amad al Señor, fieles suyos;
el Señor guarda a sus leales,
y a los soberbios les paga con creces.

Sed fuertes y valientes de corazón,
los que esperáis en el Señor.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Bendito sea el Señor, que ha hecho por mí prodigios de misericordia.

V/. Señor, haz que camine con lealtad, enséñame.

R/. Porque tú eres mi Dios y Salvador.

Lectura

V/. Señor, haz que camine con lealtad, enséñame.

R/. Porque tú eres mi Dios y Salvador.

Pablo juzga su obra


Flp 1,12-26

Quiero que sepáis, hermanos, que esto que me ocurre más bien ha favorecido al avance del Evangelio, pues la entera residencia del gobernador y todos los demás ven claro que estoy en la cárcel por Cristo, y la mayoría de los hermanos, alentados por mi prisión a confiar en el Señor, se atreven mucho más a hablar la palabra de Dios sin miedo. Es verdad que algunos anuncian a Cristo por envidia y antagonismo hacia mí, otros, en cambio, lo hacen con buena intención; éstos porque me quieren y saben que me han encargado de defender el Evangelio; los otros proclaman a Cristo por rivalidad, jugando sucio, pensando en hacer más penoso mi encarcelamiento.

¿Qué más da? Al fin y al cabo, de la manera que sea, con segundas intenciones o con sinceridad, se anuncia a Cristo, y yo me alegro; y me seguiré alegrando, porque sé que esto será para mi bien, gracias a vuestras oraciones y al Espíritu de Jesucristo que me socorre. Lo espero con impaciencia, porque en ningún caso saldré derrotado; al contrario, ahora, como siempre, Cristo será glorificado abiertamente en mi cuerpo, sea por mi vida o por mi muerte. Para mí la vida es Cristo, y una ganancia el morir.

Pero, si el vivir esta vida mortal me supone trabajo fructífero, no sé qué escoger. Me encuentro en este dilema: por un lado, deseo partir para estar con Cristo, que es con mucho lo mejor; pero, por otro, quedarme en esta vida veo que es más necesario para vosotros. Convencido de esto, siento que me quedaré y estaré a vuestro lado, para que avancéis alegres en la fe, de modo que el orgullo que sentís por mí en Jesucristo rebose cuando me encuentre de nuevo entre vosotros.

R/. Sé, en conformidad con mi constante esperanza, que en ningún caso saldré derrotado; al contrario, ahora, como siempre, Cristo será glorificado abiertamente en mi cuerpo, sea por mi vida o por mi muerte.


V/. Para mí la vida es Cristo, y una ganancia el morir.

R/. Cristo será glorificado abiertamente en mi cuerpo, sea por mi vida o por mi muerte.

L. Patrística

Que te guarden en tus caminos
San Bernardo, abad

Sermón 12 sobre el salmo 90: 3,6-8 (Opera Omnia, ed. cisterc, 4 [1966], 458-462)

A sus ángeles ha dado órdenes para que te guarden en tus caminos. Den gracias al Señor por su misericordia por las maravillas que hace con los hombres. Den gracias y digan entre los gentiles: «El Señor ha estado grande con ellos». Señor, ¿qué es el hombre para que le des importancia, para que te ocupes de él? Porque te ocupas ciertamente de él, demuestras tu solicitud y tu interés para con él. Llegas hasta enviarle tu Hijo único, le infundes tu Espíritu, incluso le prometes la visión de tu rostro. Y, para que ninguno de los seres celestiales deje de tomar parte en esta solicitud por nosotros, envías a los espíritus bienaventurados para que nos sirvan y nos ayuden, los constituyes nuestros guardianes, mandas que sean nuestros ayos.

A sus ángeles ha dado órdenes para que te guarden en tus caminos. Estas palabras deben inspirarte una gran reverencia, deben infundirte una gran devoción y conferirte una gran confianza. Reverencia por la presencia de los ángeles, devoción por su benevolencia, confianza por su custodia. Porque ellos están presentes junto a ti, y lo están para tu bien. Están presentes para protegerte, lo están en beneficio tuyo. Y, aunque lo están porque Dios les ha dado esta orden, no por ello debemos dejar de estarles agradecidos, pues que cumplen con tanto amor esta orden y nos ayudan en nuestras necesidades, que son tan grandes.

Seamos, pues, devotos y agradecidos a unos guardianes tan eximios; correspondamos a su amor, honrémoslos cuanto podamos y según debemos. Sin embargo, no olvidemos que todo nuestro amor y honor ha de tener por objeto a aquel de quien procede todo, tanto para ellos como para nosotros, gracias al cual podemos amar y honrar, ser amados y honrados.

En él, hermanos, amemos con verdadero afecto a sus ángeles, pensando que un día hemos de participar con ellos de la misma herencia y que, mientras llega este día, el Padre los ha puesto junto a nosotros, a manera de tutores y administradores. En efecto, ahora somos ya hijos de Dios, aunque ello no es aún visible, ya que, por ser todavía menores de edad, estamos bajo tutores y administradores, como si en nada nos distinguiéramos de los esclavos.

Por lo demás, aunque somos menores de edad y aunque nos queda por recorrer un camino tan largo y tan peligroso, nada debemos temer bajo la custodia de unos guardianes tan eximios. Ellos, los que nos guardan en nuestros caminos, no pueden ser vencidos ni engañados, y menos aún pueden engañarnos. Son fieles, son prudentes, son poderosos: ¿por qué espantarnos? Basta con que los sigamos, con que estemos unidos a ellos, y viviremos así a la sombra del Omnipotente.

R/. A sus ángeles ha dado órdenes para que te guarden en tus caminos; te llevarán en sus palmas, para que tu pie no tropiece en la piedra.


V/. No se te acercará la desgracia, ni la plaga llegará hasta tu tienda.

R/. Te llevarán en sus palmas, para que tu pie no tropiece en la piedra.

Santos Ángeles Custodios, memoria obligatoria

Za 8,1-8: Yo libertaré a mi pueblo de oriente y de occidente.

En aquellos días, vino la palabra del Señor de los ejércitos:

«Así dice el Señor de los ejércitos: Siento gran celo por Sión, gran cólera en favor de ella. Así dice el Señor: Volveré a Sión y habitaré en medio de Jerusalén. Jerusalén se llamará Ciudad Fiel, y el monte del Señor de los ejércitos, Monte Santo. Así dice el Señor de los ejércitos: De nuevo se sentarán en las calles de Jerusalén ancianos y ancianas, hombres que, de viejos, se apoyan en bastones. Las calles de Jerusalén se llenarán de muchachos y muchachas que jugarán en la calle. Así dice el Señor de los ejércitos: Si el resto del pueblo lo encuentra imposible aquel día, ¿será también imposible a mis ojos? -oráculo del Señor de los ejércitos-. Así dice el Señor de los ejércitos: Yo libertaré a mi pueblo del país de oriente y del país de occidente, y los traeré para que habiten en medio de Jerusalén. Ellos serán mi pueblo, y yo seré su Dios con verdad y con justicia.»

Sal 101,16-18.19-21.29.22-23: El Señor reconstruyó Sión y apareció en su gloria.

Los gentiles temerán tu nombre,
los reyes del mundo tu gloria.
Cuando el Señor reconstruya Sión
y aparezca su gloria,
y se vuelva a la súplica de los indefensos
y no desprecie sus peticiones.

Quede esto escrito para generación futura,
y el pueblo que será creado alabará al Señor;
Que el Señor ha mirado desde su excelso santuario,
desde el cielo se ha fijado en la tierra,
para escuchar los gemidos de los cautivos
y librar los condenados a muerte.

Los hijos de tus siervos vivirán seguros,
su linaje durará en tu presencia,
para anunciar en Sión el nombre del Señor,
y su alabanza en Jerusalén;
cuando se reúnan unánimes los pueblos
y los reyes, para dar culto al Señor.

Lc 9,46-50: El más pequeño de vosotros es el más importante.

En aquel tiempo, los discípulos se pusieron a discutir quién era el más importante.

Jesús, adivinando lo que pensaban, cogió de la mano a un niño, lo puso a su lado y les dijo:

-El que acoge a este niño en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, acoge al que me ha enviado.

El más pequeño de vosotros es el más importante.

Juan tomó la palabra y dijo:

-Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y, como no es de los nuestros, se lo hemos querido impedir.

Jesús le respondió:

-No se lo impidáis: el que no está contra vosotros, está a favor vuestro.



Pistas para la Lectio Divina

Mateo, 18, 1-5.10
“Sus ángeles ven continuamente el rostro de mi Padre”.
Presencia del cielo amiga
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

En esta memoria de los Ángeles Custodios, la enseñanza de Jesús nos acompaña: “Guardaos de menospreciar a uno de estos pequeños; porque yo os digo que sus ángeles, en los cielos, ven continuamente el rostro de mi Padre que está en los cielos” (Mt 18,10). 

Repasemos brevemente el sentido de esta referencia a los ángeles y abordemos luego la frase de Jesús que acabamos de citar. 

1. El Ángel custodio en la peregrinación pascual 

A propósito de la denominación “ángel”, y fiel al pensamiento bíblico, San Gregorio Magno nos había enseñado: “Hay que saber que el nombre ‘ángel’ designa la función, no el ser, del que lo lleva”. Y la función es ser “mensajero”, o sea, mediación de un Dios al que le gusta relacionarse. 

En el marco de la vivencia de las profundas relaciones entre Dios y su pueblo –en la Alianza- la Sagrada Escritura nos presenta “ángeles” de los cuales Yahvé se sirve para entrar en comunicación. De ellos Dios se sirve y al Él lo sirven. Todo como testimonio de que “Dios está con nosotros”, que no nos abandona, que se interesa continuamente por nosotros, haciendo de nuestra vida una historia de salvación en la cual –fuertemente comprometidos con la historia y responsables con su proyecto creador- caminamos en dirección de Él. 

Tal como nos lo recuerda la imagen del “Ángel de Yahvé” (Ex 23,20), verdadero custodio del pueblo peregrino en el desierto rumbo a la tierra prometida, Dios es nuestro compañero en el camino, nos tiende la mano y sobre todo nos guía para que hagamos de nuestra existencia una dinámica de liberación pascual que haga posible la tierra de la fraternidad. 

Pero esta imagen primera del Ángel del éxodo evoluciona al interior de la Biblia dándonos una visión más amplia de las intervenciones de Dios. Para ello se apoya en el esquema de las antiguas realezas: así como un rey no aparece solo sino rodeado de una corte, igualmente Dios es representado circundado por una especie de consejo de ministros, a los cuales se les llaman “sus ángeles”, “sus mensajeros” (ver Job 1-2; Salmos 29,1; 34,8; 103,20-21 y muchos otros textos).  

En el Salmo 91,11, que el poeta Paul Claudel definía como “el himno de los santos ángeles” leemos: “A sus ángeles ha dado órdenes para que te guarden en todos tus caminos”. En este texto la antigua imagen del Ángel que Yahvé manda “para que te guarde (custodie) en el camino y te conduzca al lugar que te tengo preparado” (Ex 23,20), se funde con la de la representación de una corte celestial desde la cual Dios sigue custodiando los pasos del hombre por todos los caminos del mundo.  

Como en el Salmo 34,8-9 (“Acampa el ángel de Yahvé en torno a los que le temen y los libra; gustad y ved qué bueno es Yahvé, dichoso el hombre que se cobija en Él”), la imagen de los ángeles custodios pretende inspirar nuestra confianza en un Dios dispuesto a defendernos y a ofrecernos reposo en los tortuosos y atormentados senderos de la aventura de la vida, así como lo hizo también en el de Tobías (en la figura del ángel Rafael; ver Tb 12,6-15). 

La presencia angelical indica, entonces, a Dios mismo que protege no sólo de los senderos pedregosos del desierto sino de todos los terrenos minados por el mal. La presencia de Dios siempre es liberadora.  

2. Dios cuida de sus pequeñitos 

En el evangelio de Mateo 18,10, Jesús evoca la convicción bíblica de que Dios cuida de sus pequeñitos desprotegidos y vulnerables ante la maldad humana. Para ello retoma con su colorido la imagen de la corte celestial que evocamos hace un momento: “Sus ángeles ven continuamente el rostro de mi Padre”. 

La idea es que los “pequeños”, es decir, aquellos que por su fragilidad pueden ser fácilmente excluidos, menospreciados o escandalizados, cuentan con el respaldo de Dios. Quien se convierta en amenaza para uno los “pequeños” tendrá que vérselas con el mismo Dios. Más aún, estos “protegidos” del Padre, son la imagen misma del Hijo por excelencia que es Jesús: “Al que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe. Pero al que escandalice…” (18,5-6); todo muestra lo grave que es la afrenta contra el “pequeño” y al mismo tiempo –con el verbo “recibir”- enseña de qué manera cada uno debe hacerse “ángel” de Dios para ellos.

Esto tiene todavía otra implicación: si el “pequeño” es el que aparece “custodiado” por Dios, no comprenderemos lo que significa ser protegidos por Dios sino no nos hacemos “pequeños”. La frase “Si no cambiáis y os hacéis como niños, no entraréis en el Reino de los cielos” (18,4) hace suponer que no puede captar en profundidad lo que significa la “presencia angelical” en su vida quien no se coloca en el lugar del pequeño que confía en Dios y se deja guiar por él. 

El camino pascual por el cual Jesús custodia nuestros pasos es el de la conversión. Y la conversión no es posible sin la docilidad de niño que –como esponja- aprende lo que se le ofrece. Este es el punto de partida de todo crecimiento espiritual. San Agustín prefirió llamarla “humildad” y la comparó a un árbol que sólo es capaz de crecer si tiene raíces profundas. Las raíces profundas del que crece en los caminos del Señor, haciendo el recorrido desde la niñez hasta la adultez, es esta capacidad de abandono humilde y confiado en Dios. Así como las raíces profundas de un niño son la confianza en su mamá y en su papá, así también con el Dios de la vida. 

La confianza en la providencia de un Dios Padre y la docilidad a su enseñanza que nos hace madurar, nos dan la fuerza para superar todas las dificultades de la vida y llegar victoriosos a la meta. Esta certeza que nos inculca Jesús nos da motivos para celebrar su amorosa y permanente compañía en sus santos ángeles. 

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón

1. ¿Qué entiende la Biblia por ángeles? ¿Por qué para hablar de la trascendencia de Dios que se hace próxima a nosotros en nuestros caminos históricos se acude a esta imagen de los ángeles?

2. Cuando la Biblia habla de los ángeles los coloca en el contexto dinámico del caminar –pascual- de la vida. ¿Me dejo guiar por Dios en los caminos de la vida? ¿Qué respaldo me ofrece Dios y a dónde me quiere conducir?

3. ¿Qué quiere decir Jesús cuando habla de los ángeles en Mt 18,10? ¿Por qué lo dice? ¿Qué implica para un discípulo de Jesús que cada día va aprendiendo lo que es ser “hijo” de Dios y por lo tanto “pequeño” llamado al crecimiento de día en día? 

Oremos 

“Testigo de lo invisible,
presencia del cielo amiga,
gracias por tu fiel custodia,
gracias por tu compañía.
En presencia de los ángeles,
suba al cielo nuestro canto:
gloria al Padre, gloria al Hijo,
gloria al Espíritu Santo”.

Amén.
(Himno de la Liturgia de las Horas)



2 de octubre

SANTOS ÁNGELES CUSTODIOS*


Memoria

— Existencia.

— Continuos servicios que nos prestan los Ángeles Custodios.

— Tratarlos como a amigos entrañables.

I. Ángeles del Señor, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos1.

Los Ángeles aparecen frecuentemente en la Sagrada Escritura como ministros ordinarios de Dios. Son las criaturas más perfectas de la Creación, penetran con su inteligencia donde nosotros no podemos, y contemplan cara a cara a Dios, como criaturas ya glorificadas.

En los momentos más importantes de la historia humana, un ángel, manifestándose a veces en forma corpórea, ha sido embajador de Dios para anunciar sus designios, para señalar un camino, para comunicar la voluntad divina. Los vemos constantemente actuar como mensajeros del Altísimo, iluminando, exhortando, intercediendo, preservando del peligro, castigando. El mismo significado de la palabra Ángel enviado expresa su función de mensajero de Dios ante los hombres2. Siempre recibieron veneración y respeto en el Pueblo elegido. ¿Acaso no son todos ellos espíritus destinados al servicio, enviados para asistir a los que han de heredar la salvación?3.

La fe en esta misión protectora de los ángeles, vinculados a personas particulares, es lo que hizo exclamar a Israel, en el momento de bendecir a sus nietos, los hijos de José: que el Ángel que me ha librado de todo mal, bendiga a estos niños4. Y la Primera lectura de la Misa5 recoge las palabras del Señor a Moisés, que hoy podemos ver como dirigidas a cada uno de nosotros: Yo mandaré un Ángel ante ti para que te defienda en el camino y te haga llegar al lugar que te he dispuesto. Y el Profeta Eliseo dirá a su sirviente, asustado al ver los enemigos que les rodeaban por todas partes: Nada temas, que los que están con nosotros son más que los que están con ellos. Eliseo oró y dijo: ¡Oh Yahvé!, ábrele los ojos para que vea. Y Yahvé abrió los ojos del siervo, y vio la montaña llena de caballos y carros de fuego que rodeaban a Eliseo6. ¡Qué seguridad nos tiene que dar la presencia en nuestra vida de los Ángeles Custodios! Ellos nos consuelan, nos iluminan, pelean en favor nuestro: en lo más duro del combate se le aparecieron en el cielo a los adversarios cinco varones resplandecientes, montados en caballos con frenos de oro, que poniéndose a la cabeza de los judíos y tomando dos de ellos en medio al Macabeo, le protegían con sus armas, le guardaban incólume y lanzaban flechas y rayos contra el enemigo, que, herido de ceguera y espanto, caía7. De formas y modos muy diferentes, los santos ángeles intervienen todos los días en nuestra vida corriente. ¡Qué providencia tan singular y llena de bondad y cuánta solicitud la de Dios con nosotros, sus hijos, a través de estos santos protectores! Busquemos en ellos fortaleza en la lucha ascética ordinaria y ayuda para que enciendan en nuestros corazones las llamas del Amor de Dios.

II. Delante de los ángeles tañeré para Ti, Dios mío8.

La vida y la enseñanza de Jesús está poblada de la presencia ministerial de los ángeles. Gabriel comunica a María que va a ser Madre del Salvador. Un ángel ilumina y serena el alma de José; también hay ángeles que anuncian el Nacimiento de Jesús a los pastores de Belén. La huida a Egipto, las tentaciones del Señor en el desierto, los sufrimientos de Getsemaní, la Resurrección y la Ascensión son presenciadas igualmente por estos servidores de Dios, que, a su vez, velan constantemente por la Iglesia y por cada uno de sus miembros, como atestiguan los Hechos de los Apóstoles9 y la Tradición primitiva. En verdad os digo que veréis abrirse los cielos y a los ángeles de Dios subiendo y bajando sobre el Hijo del Hombre10.

Muchos santos y muchas almas que han estado muy cerca de Dios se distinguieron en su vida aquí en la tierra por su amistad con su Ángel Custodio, al que acudían muy frecuentemente11. San Josemaría Escrivá tuvo una particular devoción a los Ángeles Custodios. Y precisamente en la fiesta que hoy celebra la Iglesia, el Señor le hizo ver con toda claridad la fundación del Opus Dei, a través del cual resonaría en gentes de toda condición humana y social la llamada a la santidad en el mundo, en medio de sus quehaceres, a través de las circunstancias en las que se desarrolla una vida normal. Trataba a su Ángel Custodio y saludaba al de la persona con la que conversaba12, decía del Ángel Custodio que era «un gran cómplice» en las tareas apostólicas, y le pedía también favores materiales. En una época de su vida, le llamó en alguna ocasión mi relojerico, pues su reloj se le paraba con frecuencia y, careciendo del dinero necesario para arreglarlo, le encargaba que lo pusiera en marcha13. Dedicaba un día de la semana el martes a tratarle con más empeño14. En cierta ocasión, viviendo en Madrid, en medio de un ambiente de persecución religiosa, difícil y agresivamente anticlerical, se le abalanzó en la calle un sujeto de mal aspecto con clara intención de agredirle. De improviso, se interpuso inexplicablemente otra persona, que repelió al agresor. Fue cosa de un instante. Ya a salvo, su protector, acercándose, le dijo quedamente al oído: «¡burrito sarnoso, burrito sarnoso!», palabras con las que San Josemaría Escrivá se definía a sí mismo, con humildad, en la intimidad de su alma, y que solo conocía su confesor. La paz y el gozo de reconocer la visible intervención de su Custodio le llenaron el alma15. «Te pasmas escribía más tarde- porque tu Ángel Custodio te ha hecho servicios patentes. Y no debías pasmarte: para eso le colocó el Señor junto a ti»16. Hoy puede ser un día para reafirmar nuestra devoción al Ángel Custodio, pues es mucha la necesidad que tenemos de él: Oh Dios, que en tu providencia amorosa te has dignado enviar para nuestra custodia a tus santos ángeles le decimos al Señor con una oración de la Liturgia de la Misa, concédenos, atento a nuestras súplicas, vernos siempre defendidos por su protección y gozar eternamente de su compañía17.

III. A sus ángeles ha dado orden para que te guarden en tus caminos... Y comenta San Bernardo en una de las lecturas de la Liturgia de las Horas de hoy: «Estas palabras deben inspirarte una gran reverencia, deben infundirte una gran devoción y conferirte una gran confianza. Reverencia por la presencia de los ángeles, devoción por su benevolencia, confianza por su custodia. Porque ellos estarán junto a ti, y lo están para tu bien. Están presentes para protegerte, lo están en beneficio tuyo. Y, aunque lo están porque Dios les ha dado esta orden, no por ello debemos de estarles menos agradecidos, pues cumplen con tanto amor esta orden y nos ayudan en nuestras necesidades, que son tan grandes»18.

Te llevarán en sus manos para que no tropiece tu pie en piedra alguna19. Nos sostienen en sus manos como un preciado tesoro que Dios les ha encomendado. Como los hermanos mayores cuidan de los pequeños, así los ángeles nos asisten a nosotros hasta introducirnos felizmente en la casa paterna. Entonces habrán cumplido su misión. Nuestro trato con el Ángel Custodio ha de tener un carácter amistoso, que reconozca a la vez su superioridad en naturaleza y gracia. Aunque su presencia sea menos sensible que la de un amigo de la tierra, su eficacia es mucho mayor. Sus consejos y sugerencias vienen de Dios y penetran más profundamente que la voz humana. Y, a la vez, su capacidad para oírnos y comprendernos es muy superior a la del amigo más fiel; no solo porque su permanencia a nuestro lado es continua, sino porque entra más hondo en nuestras intenciones, deseos y peticiones. El Ángel puede llegar a nuestra imaginación directamente sin palabra alguna, suscitando imágenes, recuerdos, impresiones, que nos señalan el camino a seguir. ¡Cuántas veces nos habrán ayudado a continuar nuestro camino como a Elías que, perseguido por Jezabel, se disponía a morir, tal era su cansancio, bajo un arbusto del trayecto! Es bien seguro que nuestro Ángel, como el de Elías, se acercará a nosotros y nos hará entender: levántate y come porque te queda todavía mucho camino20.

Nunca nos sentiremos solos si nos acostumbramos a tratar a ese amigo fiel y generoso, con el que podemos conversar familiarmente21. Él, además, une su oración a la nuestra y la presenta a Dios22. Es necesario, sin embargo, que mentalmente le hablemos, porque no puede penetrar en nuestro entendimiento como lo hace Dios. Y entonces, él podrá deducir de nuestro interior más de lo que nosotros mismos somos capaces. «No podemos tener la pretensión de que los Ángeles nos obedezcan... Pero tenemos la absoluta seguridad de que los Santos Ángeles nos oyen siempre»23. Ya es suficiente.

Nuestro Ángel Custodio nos acompañará hasta el final del camino y, si somos fieles, con él contemplaremos a Nuestra Señora, Reina de los ángeles, a quien todos alaban en una eternidad sin fin. A ese coro angélico, con la ayuda de la gracia, nos uniremos también nosotros.

La devoción a los Ángeles Custodios está atestiguada desde los mismos comienzos del Cristianismo. La fiesta con carácter universal para toda la Iglesia fue instituida por el Papa Clemente X en el siglo xvii. Los Ángeles Custodios son los mensajeros del Señor encargados de velar por cada uno de nosotros, protegiendo nuestro camino en la tierra y compartiendo con los cristianos el afán apostólico de acercar las almas a Dios.




Salmo 62,2-9: El alma sedienta de Dios

Ant: El Señor enviará a su ángel contigo y dirigirá tu camino.

Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.

¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.

Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré como de enjundia y de manteca,
y mis labios te alabarán jubilosos.

En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: El Señor enviará a su ángel contigo y dirigirá tu camino.

Daniel 3,57-88.56: Toda la creación alabe al Señor

Ant: Bendito sea Dios, que envió un ángel a salvar a sus siervos que confiaron en él.

Criaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.

Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.

Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.

Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.

Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.

Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.

Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.

Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.

Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.

Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.

Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor.

Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.

Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Hijos de los hombres, bendecid al Señor
bendiga Israel al Señor.

Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.

Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.

Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Bendigamos al Padre y al Hijo con el Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.

Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.

Ant: Bendito sea Dios, que envió un ángel a salvar a sus siervos que confiaron en él.

Salmo 149: Alegría de los santos

Ant: Ángeles, y todos sus ejércitos, alabad al Señor.

Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.

Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.

Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:

para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.

Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Ángeles, y todos sus ejércitos, alabad al Señor.

Lectura

Ex 23,20-21a

Voy a enviarte un ángel por delante, para que te cuide en el camino y te lleve al lugar que he preparado. Respétalo y obedécelo.

V/. Delante de los ángeles tañeré para ti, Dios mío.

R/. Delante de los ángeles tañeré para ti, Dios mío.

V/. Daré gracias a tu nombre.

R/. Tañeré para ti, Dios mío.

V/. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo

R/. Delante de los ángeles tañeré para ti, Dios mío.

Cántico Ev.

Ant: Todos ellos son espíritus en servicio activo, que se envían en ayuda de los que han de heredar la salvación.



Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Todos ellos son espíritus en servicio activo, que se envían en ayuda de los que han de heredar la salvación.

Preces

Confesemos, queridos hermanos, al Señor, a quien asisten millares de ángeles, y aclamémosle gozosos:

Bendecid al Señor, ángeles suyos

- Oh Dios, que a tus ángeles has dado órdenes para que nos guarden en nuestros caminos,
condúcenos hoy sin tropezar por tus sendas.


- Padre, cuyo rostro están siempre viendo nuestros ángeles en el cielo,
haz que busquemos continuamente tu rostro.


- Oh Dios, cuyos hijos serán como ángeles del cielo,
danos la castidad del corazón y del cuerpo.


- Oh Dios, envía a Miguel, príncipe supremo, en auxilio de tu pueblo,
a fin de que lo defienda en las batallas contra Satanás y sus ángeles.

Con el gozo que nos da el sabernos hijos de Dios, digamos con confianza:

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre;

venga a nosotros tu reino;

hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día;

perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.

No nos dejes caer en la tentación,

y líbranos del mal.

Final

Oh Dios, que en tu providencia amorosa te has dignado enviar para nuestra custodia a tus santos ángeles, concédenos, atento a nuestras súplicas, vernos siempre defendidos por su protección y gozar eternamente de su compañía. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

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