Custodia

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Saludo

Bendición

viernes, 31 de marzo de 2023

Vísperas +

 


Viernes V semana de Cuaresma, feria

Vísperas


(se hace la señal de la cruz mientras se dice:)

V/. -Dios mío, ven en mi auxilio.

R/. -Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo

como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.


 

Himno


Te damos gracias, Señor,

porque has depuesto la ira

y has detenido ante el pueblo

la mano que lo castiga.


Tú eres el Dios que nos salva,

la luz que nos ilumina,

la mano que nos sostiene

y el techo que nos cobija.


Y sacaremos con gozo

del manantial de la Vida

las aguas que dan al hombre

la fuerza que resucita.


Entonces proclamaremos:

«¡Cantadle con alegría!

¡El nombre de Dios es grande;

su caridad, infinita!


¡Que alabe al Señor la tierra!

Contadle sus maravillas.

¡Qué grande, en medio del pueblo,

el Dios que nos justifica!» Amén.


o bien:


Libra mis ojos de la muerte;

dales la luz que es su destino.

Yo, como el ciego del camino,

pido un milagro para verte.


Haz de esta piedra de mis manos

una herramienta constructiva;

cura su fiebre posesiva

y ábrela al bien de mis hermanos.


Que yo comprenda, Señor mío,

al que se queja y retrocede;

que el corazón no se me quede

desentendidamente frío.


Guarda mi fe del enemigo

(¡tantos me dicen que estás muerto!...).

Tú que conoces el desierto,

dame tu mano y ven conmigo. Amén.


o bien:


¿Para qué los timbres de sangre y nobleza?

Nunca los blasones

fueron lenitivo para la tristeza

de nuestras pasiones.

¡No me des coronas, Señor, de grandeza!


¿Altivez? ¿Honores? Torres ilusorias

que el tiempo derrumba.

Es coronamiento de todas las glorias

un rincón de tumba.

¡No me des siquiera coronas mortuorias!


No pido el laurel que nimba al talento,

ni las voluptuosas

guirnaldas de lujo y alborozamiento.

¡Ni mirtos ni rosas!

¡No me des coronas que se lleva el viento!


Yo quiero la joya de penas divinas

que rasga las sienes.

Es para las almas que tú predestinas.

Sólo tú la tienes.

¡Si me das coronas, dámelas de espinas! Amén.


Salmo 40: Oración de un enfermo


Ant: Sáname, Señor, porque he pecado contra ti.


Dichoso el que cuida del pobre y desvalido;

en el día aciago lo pondrá a salvo el Señor.


El Señor lo guarda y lo conserva en vida,

para que sea dichoso en la tierra,

y no lo entrega a la saña de sus enemigos.


El Señor lo sostendrá en el lecho del dolor,

calmará los dolores de su enfermedad.


Yo dije: «Señor, ten misericordia,

sáname, porque he pecado contra ti.»


Mis enemigos me desean lo peor:

«A ver si se muere, y se acaba su apellido.»


El que viene a verme habla con fingimiento,

disimula su mala intención,

y, cuando sale afuera, la dice.


Mis adversarios se reúnen a murmurar contra mí,

hacen cálculos siniestros:

«Padece un mal sin remedio,

se acostó para no levantarse.»


Incluso mi amigo, de quien yo me fiaba,

que compartía mi pan,

es el primero en traicionarme.


Pero tú, Señor, apiádate de mí,

haz que pueda levantarme,

para que yo les dé su merecido.


En esto conozco que me amas:

en que mi enemigo no triunfa de mí.


A mí, en cambio, me conservas la salud,

me mantienes siempre en tu presencia.


Bendito el Señor, Dios de Israel,

ahora y por siempre. Amén, amén.


Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo

como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.


Ant: Sáname, Señor, porque he pecado contra ti.


Salmo 45: Dios, refugio y fortaleza de su pueblo


Ant: El Señor de los ejércitos está con nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob.


Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza,

poderoso defensor en el peligro.


Por eso no tememos aunque tiemble la tierra,

y los montes se desplomen en el mar.


Que hiervan y bramen sus olas,

que sacudan a los montes con su furia:


El Señor de los ejércitos está con nosotros,

nuestro alcázar es el Dios de Jacob.


El correr de las acequias alegra la ciudad de Dios,

el Altísimo consagra su morada.


Teniendo a Dios en medio, no vacila;

Dios la socorre al despuntar la aurora.


Los pueblos se amotinan, los reyes se rebelan;

pero él lanza su trueno, y se tambalea la tierra.


El Señor de los ejércitos está con nosotros,

nuestro alcázar es el Dios de Jacob.


Venid a ver las obras del Señor,

las maravillas que hace en la tierra:


Pone fin a la guerra hasta el extremo del orbe,

rompe los arcos, quiebra las lanzas,

prende fuego a los escudos.


«Rendíos, reconoced que yo soy Dios:

más alto que los pueblos, más alto que la tierra.»


El Señor de los ejércitos está con nosotros,

nuestro alcázar es el Dios de Jacob.


Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo

como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.


Ant: El Señor de los ejércitos está con nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob.


Apocalipsis 15, 3-4: Himno de adoración


Ant: Vendrán todas las naciones y se postraran en tu acatamiento, Señor.


Grandes y maravillosas son tus obras,

Señor, Dios omnipotente,

justos y verdaderos tus caminos,

¡oh Rey de los siglos!


¿Quién no temerá, Señor,

y glorificará tu nombre?

Porque tú solo eres santo,

porque vendrán todas las naciones

y se postrarán en tu acatamiento,

porque tus juicios se hicieron manifiestos.


Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo

como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.


Ant: Vendrán todas las naciones y se postraran en tu acatamiento, Señor.


Lectura


1P 2,21-24

Cristo padeció por nosotros, dejándonos un ejemplo para que sigamos sus huellas. Él no cometió pecado ni encontraron engaño en su boca; cuando lo insultaban, no devolvía el insulto; en su pasión no profería amenazas; al contrario, se ponía en manos del que juzga justamente.


V/. Yo dije, Señor, ten misericordia.

R/. Yo dije, Señor, ten misericordia.

V/. Sáname, porque he pecado contra ti.

R/. Señor, ten misericordia.

V/. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo

R/. Yo dije, Señor, ten misericordia.


Cántico Ev.


Ant: Aunque no me creáis a mí, creed a las obras, que hago en nombre de Dios.


(se hace la señal de la cruz mientras se comienza a recitar)

Proclama mi alma la grandeza del Señor,

se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;

porque ha mirado la humillación de su esclava.


Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,

porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:

su nombre es santo,

y su misericordia llega a sus fieles

de generación en generación.


Él hace proezas con su brazo:

dispersa a los soberbios de corazón,

derriba del trono a los poderosos

y enaltece a los humildes,

a los hambrientos los colma de bienes

y a los ricos los despide vacíos.


Auxilia a Israel, su siervo,

acordándose de la misericordia

-como lo había prometido a nuestros padres-

en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.


Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo

como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.


Ant: Aunque no me creáis a mí, creed a las obras, que hago en nombre de Dios.


Preces


Oremos a Jesús, el Señor, que santificó por su propia sangre al pueblo, y digámosle:

Compadécete, Señor, de tu pueblo

- Redentor nuestro, por tu pasión, concede a tus fieles la fuerza necesaria para mortificar sus cuerpos, ayúdalos en su lucha contra el mal y fortalece su esperanza,

para que se dispongan a celebrar santamente tu resurrección.

- Haz que los cristianos cumplan con su misión profética, anunciando al mundo tu Evangelio

y dando testimonio de él por su fe, esperanza y caridad.

- Conforta, Señor, a los que están tristes,

y danos a nosotros el deseo de consolar a nuestros hermanos.

- Haz que tus fieles aprendan a participar en tu pasión con sus propios sufrimientos,

para que sus vidas manifiesten tu salvación a los hombres.

- Tú que eres autor de la vida, acuérdate de los difuntos,

y dales parte en tu gloriosa resurrección.


Fieles a la recomendación del Salvador, nos atrevemos a decir:


Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre;

venga a nosotros tu reino;

hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día;

perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.

No nos dejes caer en la tentación,

y líbranos del mal.


Final


Perdona las culpas de tu pueblo, Señor, y que tu amor y tu bondad nos libren del poder del pecado, al que nos ha sometido nuestra debilidad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

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