Custodia

Custodia

Saludo

Bendición

lunes, 20 de marzo de 2023

Oficio, lecturas, reflexiones y laudes +

 Oficio de lectura

V. Señor abre mis labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Ant. Adoremos a Cristo, el Señor, en esta solemnidad de san José.
Salmo 94

INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA

Animaos unos a otros, día tras día, mientras perdura el «hoy». (Hb 3, 13)

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias, aclamándolo con cantos.

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes.
Suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto:
cuando vuestros padres me pusieron a prueba,
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.

Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado, 
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Adoremos a Cristo, el Señor, en esta solemnidad de san José.

Custodio providente y fiel del Hijo,
amor junto al Amor doquier presente,
silencio del que ve la gloria inmensa
de Dios omnipotente.

Esposo enamorado de la Virgen,
la mente ante el misterio reclinabas,
rosal inmaculado que florece,
es obra del Señor a quien amabas.

Callada voluntad en Dios perdida,
amor hecho mirada de confianza,
fiel en el trabajo y en la prueba,
provéenos de amor y de esperanza.

Protege la asamblea de los justos,
reunidos en la fe, cuerpo de Cristo;
sé padre que nos lleve a nuestro Padre,
amor del gran Amor que nos da el Hijo. Amén.
SALMODIA

Ant. 1. Un ángel del Señor se apareció en sueños a José, y le dijo: «José, hijo de David, no temas recibir a María como esposa; dará a luz un Hijo y le llamarás Jesús.»

Salmo 20, 2-8. 14

Señor, el rey se alegra por tu fuerza,
¡y cuánto goza con tu victoria!
Le has concedido el deseo de su corazón,
no le has negado lo que pedían sus labios.

Te adelantaste a bendecirlo con el éxito,
y has puesto en su cabeza una corona de oro fino.
Te pidió vida, y se la has concedido,
años que se prolongan sin término.

Tu victoria ha engrandecido su fama,
lo has vestido de honor y majestad.
Le concedes bendiciones incesantes,
lo colmas de gozo en tu presencia;
porque el rey confía en el Señor,
y con la gracia del Altísimo no fracasará.

Levántate, Señor, con tu fuerza,
y al son de instrumentos cantaremos tu poder.

Ant. Un ángel del Señor se apareció en sueños a José, y le dijo: «José, hijo de David, no temas recibir a María como esposa; dará a luz un Hijo y le llamarás Jesús.»

Ant. 2.  Al despertar José del sueño, hizo como le había ordenado el ángel del Señor y llevó a María como esposa a su casa.

Salmo 91

I

Es bueno dar gracias al Señor
y tocar para tu nombre, oh Altísimo,
proclamar por la mañana tu misericordia
y de noche tu fidelidad,
con arpas de diez cuerdas y laúdes
sobre arpegios de cítaras.

Tus acciones, Señor, son mi alegría,
y mi júbilo, las obras de tus manos.
¡Qué magníficas son tus obras, Señor,
qué profundos tus designios!
El ignorante no los entiende
ni el necio se da cuenta.

Aunque germinen como hierba los malvados
y florezcan los malhechores,
serán destruidos para siempre.
Tú, en cambio, Señor,
eres excelso por los siglos.

Ant. Al despertar José del sueño, hizo como le había ordenado el ángel del Señor y llevó a María como esposa a su casa.

Ant. 3. José subió de la ciudad de Nazaret a la ciudad de David que se llama Belén, para empadronarse con María.

II

Porque tus enemigos, Señor, perecerán,
los malhechores serán dispersados;
pero a mí me das la fuerza de un búfalo
y me unges con aceite nuevo.
Mis ojos no temerán a mis enemigos,
mis oídos escucharán su derrota.

El justo crecerá como una palmera
y se alzará como un cedro del Líbano:
plantado en la casa del Señor,
crecerá en los atrios de nuestro Dios;

en la vejez seguirá dando fruto
y estará lozano y frondoso,
para proclamar que el Señor es justo,
que en mi Roca no existe la maldad.

Ant. José subió de la ciudad de Nazaret a la ciudad de David que se llama Belén, para empadronarse con María.

V. El justo florecerá como un lirio.
R. Y se alegrará eternamente ante el Señor.
PRIMERA LECTURA 11, 1-16 

De la carta a los Hebreos

LA FE DE LOS ANTIGUOS PADRES

Hermanos: La fe es la firme seguridad de los bienes que se esperan, la plena convicción de las realidades que no se ven. A causa de ella fueron alabados nuestros mayores. Por la fe sabemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible ha tenido su origen en una causa invisible.

Por la fe ofreció Abel a Dios un sacrificio más excelente que el de Caín; por ella fue proclamado justo, dando Dios mismo testimonio a favor de sus ofrendas, y por la fe continúa hablando aun después de su muerte.

Por la fe fue trasladado Henoc sin experimentar la muerte: «No fue hallado más, porque Dios se lo llevó.» Pero antes de ser trasladado se da testimonio en su favor de que «había sido grato a Dios». Ahora bien, sin la fe es imposible agradar a Dios, pues el que se acerca a Dios debe creer que existe y que es remunerador de los que lo buscan.

Por la fe, movido de religioso temor, Noé fabricó el arca para salvar a su familia, advertido por Dios de lo que aún no se veía venir; e, igualmente por la fe, condenó al mundo y se hizo heredero de la justificación que se alcanza por la fe.

Por la fe obedeció Abraham al ser llamado por Dios, saliendo hacia la tierra que había de recibir en herencia, y salió sin saber a dónde iba. Por la fe peregrinó por la tierra prometida, como en tierra extraña, habitando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de las mismas promesas, pues esperaba entrar en esa ciudad de sólidos cimientos, cuyo arquitecto y constructor es el mismo Dios.

Por la fe la misma Sara, a pesar de su avanzada edad, recibió el poder de ser madre, pues tuvo fe en aquel que se lo había prometido. Y, por esto mismo, de un solo hombre, ya incapaz de transmitir la vida, nacieron hijos, «numerosos como las estrellas del cielo, incontables como las arenas del mar».

En la fe murieron todos ellos, sin haber alcanzado la realización de las promesas, pero las vieron desde lejos y las saludaron, reconociendo que eran «forasteros y peregrinos sobre la tierra». En verdad que quienes así se expresan dan a entender claramente que van en busca de una patria, pues, si hubiesen pensado en aquella de la que habían salido, ocasiones tuvieron para volver a ella. Pero ellos aspiraban a una patria mejor, es decir, a la celestial. Por eso Dios no se desdeña de llamarse su Dios, pues les tenía ya preparada una ciudad.

Responsorio Rm 4, 20. 22; St 2, 22

R. No lo hizo vacilar la incredulidad ante la promesa de Dios, sino que, fortalecido por la fe, dio gloria a Dios; * por lo cual Dios se lo tomó como justificación.

V. La fe cooperaba con sus obras, y por sus obras su fe alcanzó la plenitud.

R. Por lo cual Dios se lo tomó como justificación.
SEGUNDA LECTURA 

De los Sermones de san Bernardino de Siena, presbítero

(Sermón 2, Sobre san José: Opera 7, 16. 27-30)

FIEL CUIDADOR Y GUARDIAN

Es norma general de todas las gracias especiales comunicadas a cualquier creatura racional que, cuando la gracia divina elige a alguien para algún oficio especial o algún estado muy elevado, otorga todos los carismas que son necesarios a aquella persona así elegida, y que la adornan con profusión.

Ello se realizó de un modo eminente en la persona de san José, que hizo las veces de padre de nuestro Señor Jesucristo y que fue verdadero esposo de la Reina del mundo y Señora de los ángeles, que fue elegido por el Padre eterno como fiel cuidador y guardián de sus más preciados tesoros, a saber, de su Hijo y de su esposa; cargo que él cumplió con absoluta fidelidad. Por esto el Señor le dice: Bien, siervo bueno y fiel, pasa al banquete de tu Señor.

Si miramos la relación que tiene José con toda la Iglesia, ¿no es éste el hombre especialmente elegido, por el cual y bajo el cual Cristo fue introducido en el mundo de un modo regular y honesto? Por tanto, si toda la Iglesia está en deuda con la Virgen Madre, ya que por medio de ella recibió a Cristo, de modo semejante le debe a san José, después de ella, una especial gratitud y reverencia.

Él, en efecto, cierra el antiguo Testamento, ya que en él la dignidad patriarcal y profética alcanza el fruto prometido. Además, él es el único que poseyó corporalmente lo que la condescendencia divina había prometido a los patriarcas y a los profetas.

Hemos de suponer, sin duda alguna, que aquella misma familiaridad, respeto y altísima dignidad que Cristo tributó a José mientras vivía aquí en la tierra, como un hijo con su padre, no se la ha negado en el cielo; al contrario, la ha colmado y consumado.

Por esto, no sin razón añade el Señor: Pasa al banquete de tu Señor. Pues, aunque el gozo festivo de la felicidad eterna entra en el corazón del hombre, el Señor prefirió decirle: Pasa al banquete, para insinuar de un modo misterioso que este gozo festivo no sólo se halla dentro de él, sino que lo rodea y absorbe por todas partes, y que está sumergido en él como en un abismo infinito.

Acuérdate, pues, de nosotros, bienaventurado José, e intercede con tus oraciones ante tu Hijo; haz también que sea propicia a nosotros la santísima Virgen, tu esposa, que es madre de aquel que con el Padre y el Espíritu Santo vive y reina por siglos infinitos. Amén.

20  Marzo, Lunes.  Solemnidad,  Blanco

Primera lectura

2S 7,4-5a.12-14a.16

El Señor Dios le dará el trono de David, su padre

Lectura del segundo libro de Samuel 

En aquellos días, recibió Natán la siguiente palabra del Señor:
– «Ve y dile a mi siervo David: “Esto dice el Señor: Cuando tus días se hayan cumplido y te acuestes con tus padres, afirmaré después de ti la descendencia que saldrá de tus entrañas, y consolidaré su realeza. El construirá una casa para mi nombre, y yo consolidaré el trono de su realeza para siempre. Yo seré para él padre, y él será para mí hijo. 
Tu casa y tu reino durarán por siempre en mi presencia; tu trono permanecerá por siempre.” ». 

Palabra de Dios.

Salmo

Sal 88,2-3.4-5.27.29

R. Su linaje será perpetuo.

V. Cantaré eternamente las misericordias del Señor, 
anunciaré tu fidelidad por todas las edades.
Porque dije: «Tu misericordia es un edificio eterno,
más que el cielo has afianzado tu fidelidad.» R.

V. Sellé una alianza con mi elegido,
jurando a David, mi siervo:
«Te fundaré un linaje perpetuo,
edificaré tu trono para todas las edades.» R.

V. El me invocará: «Tú eres mi padre, mi Dios,
mi Roca salvadora.»
Le mantendré eternamente mi favor,
y mi alianza con él será estable. R.

Segunda lectura

Rm 4, 13. 16-18.22

Apoyado en la esperanza, creyó, contra toda esperanza

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos

Hermanos:
No fue la observancia de la Ley, sino la justificación obtenida por la fe, la que obtuvo para Abrahán y su descendencia la promesa de heredar el mundo.
Por eso, como todo depende de la fe, todo es gracia; así, la promesa está asegurada para toda la descendencia, no solamente para la descendencia legal, sino también para la que nace de la fe de Abrahán, que es padre de todos nosotros. Así, dice la Escritura: «Te hago padre de muchos pueblos.»
Al encontrarse con el Dios que da vida a los muertos y llama a la existencia lo que, no existe, Abrahán creyó.
Apoyado en la esperanza, creyó, contra toda esperanza, que llegaría a ser padre de muchas naciones, según lo que se le había dicho: «Así será tu descendencia.»
Por lo cual valió la justificación. 

Palabra de Dios.

Aclamación

V. Espero en el Señor, espero en su palabra. Porque de él viene la misericordia, la redención copiosa.

Evangelio

José hizo lo que le había mandado el ángel del Señor

Lectura del santo evangelio según san Mateo 1,16.18-21.24ª

Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo.
El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera:
María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo.
José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo:
– «José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.»
Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor.

Palabra del Señor

O bien:

Mira tu padre y yo te buscábamos angustiados

Lectura del santo evangelio según san Lucas 2, 41-51ª

Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por las fiestas de Pascua.
Cuando Jesús cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres.
Éstos, creyendo que estaba en la caravana, hicieron una jornada y se pusieron a buscarlos entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén en su busca.
A los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas; todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba.
Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre:
-«Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados.»
Él les contestó:
-«¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?».
Pero ellos no comprendieron lo que quería decir.
Él bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad.

Palabra del Señor.

Pistas para la Lectio Divina
Mateo 1, 16.18-21.24ª: El rostro de un padre. “José era justo”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la América Latina (CEBIPAL) del CELAM
Celebramos la fiesta de San José. La liturgia de la Iglesia nos invita a leer las palabras que describen a José, primero en la genealogía de Jesús (“Jacob engendró a José, el esposo de María”; Mt 1,16) y luego en el relato del anuncio de la concepción virginal de Jesús (Mt 1,18-24).
En la genealogía de Jesús, José aparece como un verdadero Israelita, el descendiente davídico que le da esta dignidad –por adopción- a Jesús.  El listado de los descendientes tiene una variante justo cuando llega José, para exponer que José es esposo de María pero que Jesús no es hijo natural de José. Jesús, ni es generado ni genera, con él culmina la lista. Con todo, gracias a José, Jesús se inserta en la historia del pueblo del cual es la plenitud. Por medio de José recibe una nación, un pueblo, una cultura y la adhesión al pueblo de Abraham.
El pasaje siguiente relata cómo José supera sus dudas y acoge a María en su casa. Con pocas palabras se dice muchísimo sobre Jesús, María y José. El relato apunta a la afirmación de que Jesús no tiene un padre terreno, sino que le debe el origen de su existencia al Espíritu Santo, a la obra creadora de Dios. Dios ha intervenido y ha puesto un nuevo comienzo en la historia de la humanidad.
Pero José tiene un rol importante en los acontecimientos. El relato nos presenta las diversas fases de por las que pasa José para comprender su lugar y su misión allí. Después de quedar perplejo por la noticia del embarazo de María (1,18), José intenta resolver el impase jurídico con un repudio en secreto (1,19). Está planeando esto cuando Dios interviene con una palabra que contradice sus planes (1,20-21), a lo cual José responde positiva y puntualmente (1,24).
Todo podría sintetizarse en la “justicia” de José. De hecho, es llamado “justo” (1,19). Esta justicia consiste en la obediencia a los proyectos de Dios: se trata de una persona madura en la fe, que tiene una honda relación con Dios, que percibe sus caminos y transita por ellos.  Jesús nace a la sombra de este “justo”, testigo de la maduración en la fe.
Precisamente ese talante le permite confrontar su proyecto personal con el proyecto de Dios y dejarse vencer por el segundo. Lo hace porque es capaz de comprender a Dios, y es por eso está en condiciones de saltar las barreras legales que se le presentan en el momento crítico de su vida y hacer algo inaudito. José comprende el proyecto de Dios en su esposa y opta por él.
La página del evangelio nos coloca hoy ante un cuadro estimulante: un hombre con una gran estatura en su fe, que no es eximido de las vacilaciones y temores ante las situaciones difíciles, pero que es capaz de dar el salto por el cual se abandona en la gracia iluminadora de Dios que el ángel le arrojó cuando le dijo: “No tengas miedo” (v.20). Así atraviesa la cortina oscura y se abre participativamente ante el gran horizonte de la salvación que se inaugura en Jesús.
En los relatos siguientes, en los cuales la vida del niño Jesús se ve amenazada (Mt 2,13-21), José asume el papel de defensor de la vida del niño y de la madre. El que tuvo en sus brazos al Enmanuel y tuvo la oportunidad de primero como en ese niño Dios-estaba-con-él, fue también a la hora de la violencia cruel sobre el inocente el mediador del Dios Padre que protege la vida de su hijo. En José, Jesús también vio como Dios Padre estaba con él.
Para cultivar la semilla de la Palabra en la vida:
1. ¿Qué afirmaciones hace sobre José el evangelio de hoy?
2. ¿En qué consiste su justicia? ¿Cómo la puso en práctica? ¿Qué me enseña a mí?
3. ¿Qué lecciones puedo sacar sobre el misterio de la paternidad en el texto leído?


Cuaresma. 4ª semana. Lunes

LA ORACIÓN PERSONAL


— Necesidad de la oración. El ejemplo de Jesús.

— Oración personal: diálogo confiado con Dios.

— Poner los medios para rezar con recogimiento y evitar las distracciones.

I. Estaba Jesús orando en cierto lugar...1. Muchos pasajes del Evangelio muestran a Jesús que se retiraba y quedaba a solas para orar2; y se pone particularmente de relieve en los momentos más importantes de su ministerio público: Bautismo3, elección de los Apóstoles4, primera multiplicación de los panes5, transfiguración6, etcétera. Era una actitud habitual de Jesús: «A veces, pasaba la noche entera ocupado en coloquio íntimo con su Padre. ¡Cómo enamoró a los primeros discípulos la figura de Cristo orante!»7. ¡Cómo nos ayuda a nosotros!

En esta Cuaresma podemos fijarnos especialmente en una escena que contemplamos en el Santo Rosario: la oración de Jesús en el Huerto. Inmediatamente antes de entregarse a la Pasión, el Señor se dirige con los Apóstoles al Huerto de Getsemaní. Muchas veces había rezado Jesús en aquel lugar, pues San Lucas dice: Salió y fue como de costumbre al monte de los Olivos8. Pero esta vez la oración de Jesús tendrá un matiz muy particular, porque ha llegado la hora de su agonía.

Llegado a Getsemaní, les dijo: Orad, para no caer en tentación9. Antes de retirarse un poco para orar, el Señor pide a los Apóstoles que permanezcan también en oración. Sabe Jesús que se acerca para ellos una fuerte tentación de escándalo al ver que es apresado su Maestro. Se lo ha comunicado ya durante la Última Cena, y ahora les advierte que no podrán resistir la prueba si no permanecen vigilantes y orando.

La oración es indispensable para nosotros, porque si dejamos el trato con Dios, nuestra vida espiritual languidece poco a poco. «Si se abandona la oración, primero se vive de las reservas espirituales..., y después, de la trampa»10. En cambio, la oración nos une a Dios, que nos dice: Sin mí no podéis hacer nada11. Conviene orar perseverantemente12, sin desfallecer nunca. Hemos de hablar con Él y tratarle mucho, con insistencia, en todas las circunstancias de nuestra vida. Además, ahora, durante este tiempo de Cuaresma, vamos con Jesucristo camino de la Cruz, y «sin oración, ¡qué difícil es acompañarle!»13.

El Señor nos enseña con el ejemplo de su vida cuál ha de ser nuestra actitud: dialogar siempre filialmente con Dios. «No es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama»14. Siempre hemos de procurar tener presencia de Dios y contemplar los misterios de nuestra fe. Ese diálogo con Dios no debe interrumpirse; más aún, debe hacerse en medio de todas las actividades. Pero es indispensable que sea más intenso en esos ratos que diariamente dedicamos a la oración mental: meditamos y hablamos en su presencia sabiendo que verdaderamente Él nos oye y nos ve. Quizá sea la necesidad de la oración, junto con la de vivir la caridad, uno de los puntos en los que el Señor insistió más veces en su predicación.

II. Y se apartó de ellos como a un tiro de piedra y, puesto de rodillas, oraba, diciendo: Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya15.

Cuando el sufrimiento espiritual es tan intenso que le hace entrar en agonía, el Señor se dirige a su Padre con una oración llena de confianza. Le llama Abba, Padre, y le dirige palabras íntimas. Ese es el camino que debemos seguir también nosotros. En nuestra vida habrá momentos de paz espiritual y otros de lucha más intensa, quizá de oscuridad y de dolor profundo, con tentaciones de desaliento... La imagen de Jesús en el Huerto nos señala cómo hemos de proceder siempre: con una oración perseverante y confiada. Para avanzar en el camino hacia la santidad, pero especialmente cuando sintamos el peso de nuestra debilidad, hemos de recogernos en oración, en conversación íntima con el Señor.

La oración pública (o en común) en la que participan todos los fieles es santa y necesaria, pues Dios quiere ver a sus hijos también juntos orando16, pero nunca puede sustituir al precepto del Señor: tú, en tu aposento, cerrada la puerta, ora a tu Padre17. La liturgia es la oración pública por excelencia, «es la cumbre hacia la cual tiende toda la actividad de la Iglesia y al mismo tiempo fuente de donde mana toda su fuerza (...). Con todo, la vida espiritual no se contiene en la sola participación de la sagrada Liturgia. Pues el cristiano, llamado a orar en común, debe sin embargo entrar también en su aposento y orar a su Padre en lo oculto, es más, según señala el Apóstol, debe rezar sin interrupción (1 Tes, 5, 17)»18.

La oración hecha en común con otros cristianos también debe ser oración personal, mientras los labios la recitan con las pausas oportunas y la mente pone en ella toda su atención.

En la oración personal se habla con Dios como en la conversación que se tiene con un amigo, sabiéndolo presente, siempre atento a lo que decimos, oyéndonos y contestando. Es en esta conversación íntima, como la que ahora intentamos mantener con Dios, donde abrimos nuestra alma al Señor, para adorar, dar gracias, pedirle ayuda, para profundizar –como los Apóstoles– en las enseñanzas divinas. «Me has escrito: “orar es hablar con Dios. Pero, ¿de qué?” —¿De qué? De Él, de ti: alegrías, tristezas, éxitos y fracasos, ambiciones nobles, preocupaciones diarias..., ¡flaquezas!; y hacimientos de gracias y peticiones: y Amor y desagravio.

»En dos palabras: conocerle y conocerte: “¡tratarse!”»19.

Nunca puede ser plegaria anónima, impersonal, perdida entre los demás, porque Dios, que ha redimido a cada hombre, desea mantener un diálogo con cada uno de ellos, y al final de la vida la salvación o condenación dependerán de la correspondencia personal de cada uno. Debe ser el diálogo de una persona concreta –que tiene un ideal y una profesión determinada, y unas amistades propias..., y unas gracias de Dios específicas– con su Padre Dios.

III. Cuando se levantó de la oración y llegó hasta los discípulos, los encontró adormilados por la tristeza. Y les dijo: ¿Por qué dormís? Levantaos y orad para no caer en tentación20.

Los apóstoles han descuidado el mandato del Señor. Los había dejado allí, cerca de Él, para que velaran y orasen y así no cayeran en la tentación: pero aún no aman bastante, y se dejan vencer por el sueño y la flaqueza, abandonando a Jesús en aquel momento de agonía. El sueño, imagen de la debilidad humana, ha permitido que se apodere de ellos una tristeza mala: decaimiento, falta de espíritu de lucha, abandono de la vida de piedad.

No caeremos en esa situación si mantenemos vivo el diálogo con Dios en cada rato de oración. Frecuentemente tendremos que acudir a los Santos Evangelios o a otro libro –como este que lees–, para que nos ayude a encauzar ese diálogo, aproximarnos más al Señor, en el que nada ni nadie nos puede sustituir. Así hicieron muchos santos: «Si no era acabando de comulgar –dice Santa Teresa– jamás osaba comenzar a tener oración sin libro, que tanto temía mi alma estar sin él en oración, como si con mucha gente fuera a pelear. Con este remedio, que era como una compañía o escudo en que había de recibir los golpes de los muchos pensamientos, andaba consolada»21.

Hemos de poner los medios para hacer esa oración mental con recogimiento. En el lugar más adecuado según nuestras circunstancias, siempre que sea posible, ante el Señor en el Sagrario. Y a la hora que hayamos determinado en nuestro plan de vida ordinario. En la oración estaremos también prevenidos contra las distracciones; esto supone, en gran medida, la mortificación de la memoria y de la imaginación, apartando lo que nos impida estar atentos a nuestro Dios. Hemos de evitar el tener «los sentidos despiertos y el alma dormida»22.

Si luchamos con decisión contra las distracciones, el Señor nos facilitará la vuelta al diálogo con Él; además, el Ángel Custodio tiene, entre otras, la misión de interceder por nosotros. Lo importante es no querer estar distraídos y no estarlo voluntariamente. Las distracciones involuntarias, que nos vienen a pesar nuestro, y que procuramos rechazar en cuanto somos conscientes, no quitan provecho ni mérito a nuestra oración. No se enfadan el padre y la madre porque balbucee sin sentido el niño que todavía no sabe hablar. Dios conoce nuestra flaqueza y tiene paciencia, pero hemos de pedirle: «concédenos el espíritu de oración»23.

Al Señor le será grato que hagamos el propósito de mejorar en la oración mental todos los días de nuestra vida; también aquellos en los que nos parezca costosa, difícil y árida, porque «la oración no es problema de hablar o de sentir, sino de amar. Y se ama, esforzándose en intentar decir algo al Señor, aunque no se diga nada»24. Si lo hacemos así, toda nuestra vida saldrá enriquecida y fortalecida. La oración es un potentísimo faro que da luz para iluminar mejor los problemas, para conocer mejor a las personas y así poder ayudarlas en su caminar hacia Cristo, para situar en su verdadero lugar aquellos asuntos que nos preocupan. La oración deja en el alma una atmósfera de serenidad y de paz que se transmite a los demás. La alegría que produce es un anticipo de la felicidad del Cielo.

Ninguna persona de este mundo ha sabido tratar a Jesús como su Madre Santa María, que pasó largas horas mirándole, hablando con Él, tratándole con sencillez y veneración. Si acudimos a Nuestra Madre del Cielo, aprenderemos muy pronto a hablar, llenos de confianza, con Jesús, y a seguirle de cerca, muy unidos a su Cruz.

 
R. Dios me constituyó como padre del rey y como señor de toda su casa; * me elevó para hacer llegar la salvación a muchos pueblos.

V. El Señor ha sido el auxilio y refugio que me ha salvado.

R. Me elevó para hacer llegar la salvación a muchos pueblos.

Ant. 1.  Los pastores vinieron presurosos y encontraron a María y a José, y al niño acostado en un pesebre.

Salmo 62, 2-9

EL ALMA SEDIENTA DE DIOS
Madruga por Dios todo el que rechaza las obras de las tinieblas.

¡Oh Dios!, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.

¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.

Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré de manjares exquisitos,
y mis labios te alabarán jubilosos.

En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene

Ant. Los pastores vinieron presurosos y encontraron a María y a José, y al niño acostado en un pesebre.

Ant. 2. José y María, la madre de Jesús, estaban maravillados de lo que se decía de él, y Simeón los bendijo.

Cántico Dn 3, 57-88. 56

TODA LA CREACIÓN ALABE AL SEÑOR
Alabad al Señor, sus siervos todos. (Ap 19, 5)

Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.

Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.

Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.

Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.

Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.

Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.

Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.

Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.

Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.

Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.

Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor.

Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.

Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.

Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.

Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.

Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.

Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.

No se dice Gloria al Padre.

Ant. José y María, la madre de Jesús, estaban maravillados de lo que se decía de él, y Simeón los bendijo.

Ant. 3. Se levantó José y tomó de noche al niño y a su madre, y partió para Egipto, y allí permaneció hasta la muerte de Herodes.

Salmo 149

ALEGRÍA DE LOS SANTOS
Los hijos de la Iglesia, nuevo pueblo de Dios, se alegran en su Rey, Cristo, el Señor. (Hesiquio)

Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.

Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.

Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:

para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.

Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.

Ant. Se levantó José y tomó de noche al niño y a su madre, y partió para Egipto, y allí permaneció hasta la muerte de Herodes.

LECTURA BREVE 2S 7, 28-29

Mi Señor, tú eres el Dios verdadero, tus palabras son de fiar, y has hecho esta promesa a tu siervo. Dígnate, pues, bendecir a la casa de tu siervo, para que esté siempre en tu presencia; ya que tú, mi Señor, lo has dicho, sea siempre bendita la casa de tu siervo.

RESPONSORIO BREVE

V. Lo nombró administrador de su casa.
R.  Lo nombró administrador de su casa.

V. Señor de todas sus posesiones.
R.  Administrador de su casa.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R.  Lo nombró administrador de su casa.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant.  José se estableció en una ciudad llamada Nazaret; así se cumplió lo que de Cristo habían anunciado los profetas: que sería llamado Nazareno.

Cántico de Zacarías Lc 1, 68-79

EL MESÍAS Y SU PRECURSOR

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con
nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant.  José se estableció en una ciudad llamada Nazaret; así se cumplió lo que de Cristo habían anunciado los profetas: que sería llamado Nazareno.

PRECES

Acudamos suplicantes al Señor, el único que puede hacernos justos, y digámosle suplicantes:
Con tu justicia, Señor, danos vida.

Tú, Señor, que llamaste a nuestros padres en la fe para que caminasen en tu presencia con un corazón sincero,
haz que también nosotros, siguiendo sus huellas, seamos santos ante tus ojos.

Tú que elegiste a José, varón justo, para que cuidara de tu Hijo durante su niñez y adolescencia,
haz que también nosotros nos consagremos al servicio del cuerpo de Cristo, sirviendo a nuestros hermanos.

Tú que entregaste la tierra a los hombres para que la llenaran y la sometieran,
ayúdanos a trabajar con empeño en nuestro mundo, pero teniendo siempre nuestros ojos puestos en tu gloria.

No te olvides, Padre del universo, de la obra de tus manos
y haz que todos los hombres, mediante su trabajo honesto, tengan una vida digna.

Se pueden añadir algunas intenciones libres.

Porque somos miembros de la familia de Dios, nos atrevemos a decir: Padre nuestro.

Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
 

Señor, Dios eterno, alegres te cantamos,
a ti nuestra alabanza,
a ti, Padre del cielo, te aclama la creación.

Postrados ante ti, los ángeles te adoran
y cantan sin cesar:

Santo, santo, santo es el Señor,
Dios del universo;
llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.

A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles,
la multitud de los profetas te enaltece,
y el ejército glorioso de los mártires te aclama.

A ti la Iglesia santa,
por todos los confines extendida,
con júbilo te adora y canta tu grandeza:

Padre, infinitamente santo,
Hijo eterno, unigénito de Dios,
Santo Espíritu de amor y de consuelo.

Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria,
tú el Hijo y Palabra del Padre,
tú el Rey de toda la creación.

Tú, para salvar al hombre,
tomaste la condición de esclavo
en el seno de una virgen.

Tú destruiste la muerte
y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.

Tú vives ahora,
inmortal y glorioso, en el reino del Padre.

Tú vendrás algún día,
como juez universal.

Muéstrate, pues, amigo y defensor
de los hombres que salvaste.

Y recíbelos por siempre allá en tu reino,
con tus santos y elegidos.

La parte que sigue puede omitirse, si se cree oportuno.

Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice a tu heredad.

Sé su pastor,
y guíalos por siempre.

Día tras día te bendeciremos
y alabaremos tu nombre por siempre jamás.

Dígnate, Señor,
guardarnos de pecado en este día.

Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.

Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.

A ti, Señor, me acojo,
no quede yo nunca defraudado.

Dios todopoderoso, que, en los albores del nuevo Testamento, encomendaste a san José los misterios de nuestra salvación, haz que ahora tu Iglesia, sostenida por la intercesión del esposo de María, lleve a su pleno cumplimiento la obra de la salvación de los hombres. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

No hay comentarios:

Publicar un comentario