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Saludo

Bendición

miércoles, 8 de marzo de 2023

Oficio, lecturas, reflexión y laudes +

 


San Juan de Dios, religioso, conmemoración


V/. -Señor, Ábreme los labios.
R/. -Y mi boca proclamará tu alabanza.

Invitatorio

Salmo 94: Invitación a la alabanza divina

Ant: Venid, adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió.

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

-se repite la antífona

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

-se repite la antífona

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

-se repite la antífona

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.

-se repite la antífona

Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
"Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso."»

-se repite la antífona

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Venid, adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió.

 
Himno

Éste es el día del Señor.
Éste es el tiempo de la misericordia.

Delante de tus ojos
ya no enrojeceremos
a causa del antiguo
pecado de tu pueblo.
Arrancarás de cuajo
el corazón soberbio
y harás un pueblo humilde
de corazón sincero.

En medio de las gentes
nos guardas como un resto
para cantar tus obras
y adelantar tu reino.
Seremos raza nueva
para los cielos nuevos;
sacerdotal estirpe,
según tu Primogénito.

Caerán los opresores
y exultarán los siervos;
los hijos del oprobio
serán tus herederos.
Señalarás entonces
el día del regreso
para los que comían
su pan en el destierro.

¡Exulten mis entrañas!
¡Alégrese mi pueblo!
Porque el Señor que es justo
revoca sus decretos:
La salvación se anuncia
donde acechó el infierno,
porque el Señor habita
en medio de su pueblo.


Salmo 38 - I: Súplica de un enfermo

Ant: También nosotros gemimos en nuestro interior, aguardando la redención de nuestro cuerpo.

Yo me dije: «vigilaré mi proceder,
para que no se me vaya la lengua;
pondré una mordaza a mi boca
mientras el impío esté presente.»

Guardé silencio resignado,
no hablé con ligereza;
pero mi herida empeoró,
y el corazón me ardía por dentro;
pensándolo me requemaba,
hasta que solté la lengua.

«Señor, dame a conocer mi fin
y cuál es la medida de mis años,
para que comprenda lo caduco que soy.»

Me concediste un palmo de vida,
mis días son nada ante ti;
el hombre no dura más que un soplo,
el hombre pasa como una sombra,
por un soplo se afana,
atesora sin saber para quién.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: También nosotros gemimos en nuestro interior, aguardando la redención de nuestro cuerpo.

Salmo 38 - II:

Ant: Escucha, Señor, mi oración: no seas sordo a mi llanto.

Y ahora, Señor, ¿qué esperanza me queda?
Tú eres mi confianza.
Líbrame de mis inquietudes,
no me hagas la burla de los necios.

Enmudezco, no abro la boca,
porque eres tú quien lo ha hecho.
Aparta de mí tus golpes,
que el ímpetu de tu mano me acaba.

Escarmientas al hombre
castigando su culpa;
como una polilla roes sus tesoros;
el hombre no es más que un soplo.

Escucha, Señor, mi oración,
haz caso de mis gritos,
no seas sordo a mi llanto;

porque yo soy huésped tuyo,
forastero como todos mis padres.
Aplácate, dame respiro,
antes de que pase y no exista.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Escucha, Señor, mi oración: no seas sordo a mi llanto.

Salmo 51: Contra la violencia de los calumniadores

Ant: Yo confío en la misericordia del Señor por siempre jamás.

¿Por qué te glorías de la maldad
y te envalentonas contra el piadoso?
Estás todo el día maquinando injusticias,
tu lengua es navaja afilada,
autor de fraudes;

prefieres el mal al bien,
la mentira a la honradez;
prefieres las palabras corrosivas,
lengua embustera.

Pues Dios te destruirá para siempre,
te abatirá y te barrerá de tu tienda;
arrancará tus raíces
del suelo vital.

Lo verán los justos, y temerán,
y se reirán de él:
«Mirad al valiente
que no puso en Dios su apoyo,
confió en sus muchas riquezas,
se insolentó en sus crímenes.»

Pero yo, como verde olivo,
en la casa de Dios,
confío en la misericordia de Dios
por siempre jamás.

Te daré siempre gracias
porque has actuado;
proclamaré delante de tus fieles:
«Tu nombre es bueno»

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Yo confío en la misericordia del Señor por siempre jamás.

V/. Arrepentíos y convertíos de vuestros delitos.

R/. Estrenad un corazón nuevo y un espíritu nuevo.

Lectura

V/. Arrepentíos y convertíos de vuestros delitos.

R/. Estrenad un corazón nuevo y un espíritu nuevo.

El agua de la piedra. Lucha contra Amalec


Ex 17,1-16

En aquellos días, la asamblea de los israelitas se marchó del desierto de Sin, por etapas, según las órdenes del Señor, y acamparon en Rafidín, donde el pueblo no encontró agua de beber. El pueblo riñó con Moisés, diciendo:

«Danos agua de beber.»

El les respondió:

«¿Por qué me reñís a mí y tentáis al Señor?»

El pueblo torturado por la sed, murmuró contra Moisés:

«¿Nos has hecho salir de Egipto para hacernos morir de sed a nosotros, a nuestros hijos y a nuestros ganados?»

Clamó Moisés al Señor y dijo:

«¿Qué puedo hacer con este pueblo? Poco falta para que me apedreen.»

Respondió el Señor a Moisés:

«Preséntate al pueblo llevando contigo algunos de los ancianos de Israel; lleva también en tu mano el cayado con que golpeaste el río, y vete, que allí estaré yo ante ti, sobre la peña, en Horeb; golpearás la peña, y saldrá de ella agua para que beba el pueblo.»

Moisés lo hizo así a la vista de los ancianos de Israel. Y puso por nombre a aquel lugar Massá y Meribá, por la reyerta de los hijos de Israel y porque habían tentado al Señor, diciendo:

«¿Está o no está el Señor en medio de nosotros?»

Amalec vino y atacó a los israelitas en Rafidín. Moisés dijo a Josué:

«Escoge unos cuantos hombres, haz una salida y ataca a Amalec. Mañana yo estaré de pie en la cima del monte, con el bastón maravilloso de Dios en la mano.»

Hizo Josué lo que le decía Moisés, y atacó a Amalec; mientras Moisés, Aarón y Jur subían a la cima del monte. Mientras Moisés tenía en alto la mano, vencía Israel; mientras la tenía baja, vencía Amalec. Y, como le pesaban las manos, sus compañeros cogieron una piedra y se la pusieron debajo, para que se sentáse; mientras Aarón y Jur le sostenían los brazos, uno a cada lado. Así sostuvo en alto las manos hasta la puesta del sol.

Josué derrotó a Amalec y a su tropa, a filo de espada. El Señor dijo a Moisés:

«Escríbelo en un libro de memorias y léeselo a Josué: "Borraré la memoria de Amalec bajo el cielo."»

Moisés levantó un altar y lo llamó «Señor, mi estandarte», diciendo:

«Una mano en el estandarte del Señor; el Señor está en guerra con Amalec de generación en generación.»

R/. Sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación. Aquel día diréis: «Dad gracias al Señor, invocad su nombre.»


V/. El agua que yo os daré se convertirá dentro de vosotros en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna.

R/. Aquel día diréis: «Dad gracias al Señor, invocad su nombre.»

L. Patrística

Por medio de figuras aprende Israel a venerar al Señor
San Ireneo

Contra los herejes 4,14,2-3; 15,1

Dios, a causa de su magnanimidad, creó al hombre al comienzo del tiempo; eligió a los patriarcas también con vista a su salvación; formó de antemano al pueblo para enseñar a los que le ignoraban cómo seguir a Dios; preparaba a los profetas para habituar al hombre sobre la tierra a llevar su Espíritu y a poseer la comunión con Dios; él, que no tenía necesidad de nada, concedía su comunión a quienes necesitaban de él. Construía, como un arquitecto, un edifico de salvación para aquellos a quienes amaba; a los que no le veían, les servía él mismo de guía en Egipto; a los turbulentos, en el desierto, les daba una ley plenamente adaptada; a los que entraban en una tierra magnífica, les procuraba la herencia apropiada; por último, para quienes tornaban hacia el Padre, él inmolaba el novillo mejor cebado y les obsequiaba con la mejor vestidura. Así, de múltiples maneras, iba predisponiendo al género humano a la concordancia de la salvación.

Por esto, dice Juan en el Apocalipsis: Era su voz como el estruendo de muchas aguas. Pues son, en verdad, múltiples las aguas del Espíritu de Dios, porque rico y grande es el Padre. Y, pasando a través de todas ellas, la Palabra concedía liberalmente su asistencia a los que e eran sumisos, prescribiendo a toda criatura una ley idónea y apropiada.

Así, pues, daba al pueblo leyes relativas a la construcción del tabernáculo, a la edificación del templo, a la designación de los levitas, a los sacrificios y ofrendas, a las purificaciones y a todo lo demás del servicio del culto.

Dios no tenía necesidad alguna de todo eso: desde siempre está lleno de toda clase de bienes, conteniendo en sí mismo todo olor de suavidad y todos los aromas de los perfumes antes incluso de que Moisés naciera. Pero así educaba a un pueblo siempre propenso a tornar a los ídolos, disponiéndole a través de numerosas prestaciones a perseverar en el servicio de Dios, llamándole por medio de las cosas secundarias a las principales, es decir, por las figuras; a la verdad; por lo temporal, a lo eterno; por lo carnal, a lo espiritual; por lo terreno, a lo celeste. Es así que fue dicho a Moisés: Te ajustarás al modelo que te fue mostrado en la montaña

Durante cuarenta días, en efecto, aprendió a retener las palabras de Dios, los caracteres celestes, las imágenes espirituales y las figuras de las realidades por venir. Pablo dice igualmente: Bebían de la roca espiritual que les seguía; y la roca era Cristo «. Y de nuevo, después de haber recorrido los acontecimientos relatados en la ley, añade: Todo esto les sucedía como un ejemplo: y fue escrito para escarmiento nuestro, a quienes nos ha tocado vivir en la última de las edades.

Mediante figuras, pues, aprendían a temer a Dios y a perseverar en su servicio, de manera que la ley era para ellos a la vez una disciplina y una profecía de las cosas por venir.

R/. La ley fue nuestro pedagogo hasta que llegara Cristo y Dios nos justificara por la fe. Una vez que la fe ha llegado, ya no estamos sometidos al pedagogo.


V/. Antes de que llegara la fe, estábamos prisioneros, custodiados por la ley, esperando que la fe se revelase.

R/. Una vez que la fe ha llegado, ya no estamos sometidos al pedagogo.

Jesucristo es fiel y lo provee todo
San Juan de Dios, religioso

(Archivo general de la Orden Hospitalaria, Cuaderno: De las cartas..., ffº 23-24.27: O. Marcos, Cartas y escritos de nuestro glorioso padre san Juan de Dios, Madrid, 1935, pp 18-19. 48-50)

Si mirásemos cuán grande es la misericordia de Dios, nunca dejaríamos de hacer bien mientras pudiésemos: pues que, dando nosotros, por su amor, a los pobres lo que él mismo nos da, nos promete ciento por uno en la bienaventuranza. ¡Oh bienaventurado logro y ganancia! ¿Quién no da lo que tiene a este bendito mercader, pues hace con nosotros tan buena mercancía y nos ruega, los brazos abiertos, que nos convirtamos y lloremos nuestros pecados y hagamos caridad primero a nuestras ánimas y después a los prójimos? Porque, así como el agua mata al fuego, así la caridad al pecado.

Son tantos los pobres que aquí se llegan, que yo mismo muchas veces estoy espantado cómo se pueden sustentar, mas Jesucristo lo provee todo y les da de comer. Como la ciudad es grande y muy fría, especialmente ahora en invierno, son muchos los pobres que se llegan a esta casa de Dios. Entre todos, enfermos y sanos, gente de servicio y peregrinos, hay más de ciento diez. Como esta casa es general, reciben en ella generalmente de todas enfermedades y suerte de gentes, así que aquí hay tullidos, mancos, leprosos, mudos, locos, paralíticos, tiñosos, y otros muy viejos y muy niños, y, sin estos, otros muchos peregrinos y viandantes, que aquí se allegan, y les dan fuego y agua, sal y vasijas para guisar de comer. Para todo esto no hay renta, mas Jesucristo lo provee todo.

De esta manera, estoy aquí empeñado y cautivo por solo Jesucristo. Viéndome tan empeñado, muchas veces no salgo de casa por las deudas que debo, y viendo padecer tantos pobres, mis hermanos y prójimos, y con tantas necesidades, así al cuerpo como al ánima, como no los puedo socorrer, estoy muy triste, mas empero confío en Jesucristo; que él me desempeñará, pues él sabe mi corazón. Y, así, digo que maldito el hombre que fía de los hombres, sino de solo Jesucristo; de los hombres has de ser desamparado, que quieras o no; mas Jesucristo es fiel y durable, y pues que Jesucristo lo provee todo, a él sean dadas las gracias por siempre jamás. Amén.

San Juan de Dios, religioso, conmemoración

Jr 18,18-20: Venid, lo heriremos con su propia lengua.

Dijeron: «Venid, maquinemos contra Jeremías, porque no falta la ley del sacerdote, ni el consejo del sabio, ni el oráculo del profeta; venid, lo heriremos con su propia lengua y no haremos caso de sus oráculos.»

Señor, hazme caso, oye cómo me acusan. ¿Es que se paga el bien con mal, que han cavado una fosa para mí? Acuérdate de cómo estuve en tu presencia, intercediendo en su favor, para apartar de ellos tu enojo.

Sal 30,5-6.14.15-16: Sálvame, Señor, por tu misericordia.

Sácame de la red que me han tendido,
porque tú eres mi amparo.
A tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás.

Oigo el cuchicheo de la gente,
y todo me da miedo;
se conjuran contra mí
y traman quitarme la vida.

Pero yo confío en ti, Señor,
te digo: "Tú eres mi Dios."
En tu mano están mis azares:
líbrame de los enemigos que me persiguen.

Mt 20,17-28: Lo condenarán a muerte.

En aquel tiempo, mientras iba subiendo Jesús a Jerusalén, tomando aparte a los Doce, les dijo por el camino:

- «Mirad, estamos subiendo a Jerusalén, y el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas, y lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles, para que se burlen de él, lo azoten y lo crucifiquen; y al tercer día resucitará.»

Entonces se le acercó la madre de los Zebedeos con sus hijos y se postró para hacerle una petición. Él le preguntó:

- «¿Qué deseas?»

Ella contestó:

- «Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.»

Pero Jesús replicó:

- «No sabéis lo que pedís. ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?»

Contestaron:

- «Lo somos.»

Él les dijo:

- «Mi cáliz lo beberéis; pero el puesto a mi derecha o a su izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre.»

Los otros diez, que lo habían oído, se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús, reuniéndolos, les dijo:

- «Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo. Igual que el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos.»



Cuaresma. 2ª semana. Miércoles

BEBER EL CÁLIZ DEL SEÑOR


— Identificar en todo nuestra voluntad con la del Señor. Corredimir con Él.

— Ofrecimiento del dolor y de la mortificación voluntaria. Penitencia en la vida ordinaria. Algunos ejemplos de mortificación.

— Mortificaciones que nacen del servicio a los demás.

I. Jesús habla por tercera vez a sus discípulos de su Pasión y Muerte, y de su Resurrección gloriosa, mientras se encamina a Jerusalén. En un alto del camino, cerca ya de Jericó, una mujer, la madre de Santiago y Juan, se le acerca para hacerle una petición en favor de sus hijos. Se postró, cuenta San Mateo, para hacerle una petición. Con toda sencillez le dice a Jesús: Ordena que estos hijos míos se sienten en tu Reino uno a tu derecha y otro a tu izquierda1. El Señor le respondió enseguida: No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber? Ellos dijeron: —Podemos2.

Los dos hermanos no debieron entender mucho, pues poco antes, cuando Jesús hablaba de la Pasión, dice San Lucas: Ninguna de estas cosas comprendían; al contrario, para ellos era un lenguaje desconocido, y no entendían lo que les decía3.

Es difícil de entender el lenguaje de la Cruz. Sin embargo, ellos están dispuestos, aunque sea con una intención general, a querer todo lo que Jesús quiera. No habían puesto ningún límite a su Señor; tampoco nosotros lo hemos puesto. Por eso, cuando pedimos algo en nuestra oración debemos estar dispuestos a aceptar, por encima de todo, la Voluntad de Dios; también, cuando no coincida con nuestros deseos. «Su majestad –dice Santa Teresa– sabe mejor lo que nos conviene; no hay para qué le aconsejar lo que nos ha de dar, que nos puede con razón decir que no sabemos lo que pedimos»4. Quiere que le pidamos lo que necesitamos y deseemos pero, sobre todo, que conformemos nuestra voluntad con la suya. Él nos dará siempre lo mejor.

Juan y Santiago piden un puesto de honor en el nuevo reino, y Jesús les habla de la redención. Les pregunta si están dispuestos a padecer con Él. Utiliza la imagen hebrea del cáliz, que simboliza la voluntad de Dios sobre un hombre5. El del Señor es un cáliz amarguísimo que se trocará en cáliz de bendición6 para todos los hombres.

Beber la copa de otro era la señal de una profunda amistad y la disposición de compartir un destino común. A esta estrecha participación invita el Señor a quienes quieran seguirle. Para participar en su Resurrección gloriosa es necesario compartir con Él la Cruz. ¿Estáis dispuestos a padecer conmigo? ¿Podéis beber mi cáliz conmigo? Podemos, le respondieron aquellos dos Apóstoles.

Santiago murió pocos años más tarde, decapitado por orden de Herodes Agripa7. San Juan padeció innumerables sufrimientos y persecuciones por amor a su Señor.

«También a nosotros nos llama, y nos pregunta, como a Santiago y a Juan: Potestis bibere calicem quem ego bibiturus sum? (Mt 20, 22): ¿Estáis dispuestos a beber el cáliz –este cáliz de la entrega completa al cumplimiento de la voluntad del Padre– que yo voy a beber? Possumus (Mt 20, 22); ¡Sí, estamos dispuestos!, es la respuesta de Juan y de Santiago. Vosotros y yo, ¿estamos seriamente dispuestos a cumplir, en todo, la voluntad de nuestro Padre Dios? ¿Hemos dado al Señor nuestro corazón entero, o seguimos apegados a nosotros mismos, a nuestros intereses, a nuestra comodidad, a nuestro amor propio? ¿Hay algo que no responde a nuestra condición de cristianos, y que hace que no queramos purificarnos? Hoy se nos presenta la ocasión de rectificar»8.

II. Cuando aquella mujer hizo su petición de madre, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿podéis beber el cáliz...? El Señor sabía que podrían imitar su pasión, y sin embargo les pregunta, para que todos oigamos que nadie puede reinar con Cristo si no ha imitado antes su pasión; porque las cosas de mucho valor no se consiguen más que a un precio muy alto»9. No existe vida cristiana sin mortificación: es su precio. «El Señor nos ha salvado con la Cruz; con su muerte nos ha vuelto a dar la esperanza, el derecho a la vida. No podemos honrar a Cristo si no lo reconocemos como nuestro Salvador, si no lo honramos en el misterio de la Cruz... El Señor hizo del dolor un medio de redención; con su dolor nos ha redimido, siempre que nosotros no rehusemos unir nuestro dolor al suyo y hacer de este con el suyo un medio de redención»10.

El dolor tendrá ya para siempre la posibilidad de sumarse al cáliz del Señor, unirse a su pasión, para la salvación de toda la humanidad. Lo que no tenía sentido ya lo tiene en Cristo. También nosotros podemos decir: Todo lo sufro por amor de los escogidos, a fin de que consigan también ellos la salvación, adquirida por Jesucristo, con la gloria celestial11no hay día, hermanos, en que yo no muera por la gloria vuestra y también mía, que está en Jesucristo nuestro Señor12.

La mortificación y la vida de penitencia, a la que nos llama la Cuaresma, tiene como motivo principal la corredención, «la participación en los sufrimientos de Cristo»13, participar del mismo cáliz del Señor. Nosotros somos los primeros beneficiados, pero la eficacia sobrenatural de nuestro dolor ofrecido y de la mortificación voluntaria alcanzan a toda la Iglesia, y aun al mundo entero. Esta voluntaria mortificación es medio de purificación y de desagravio, necesario para poder tratar al Señor en la oración e indispensable para la eficacia apostólica, porque «la acción nada vale sin la oración: la oración se avalora con el sacrificio»14.

El espíritu de penitencia y de mortificación lo manifestamos en nuestra vida corriente, en el quehacer de cada día, sin necesidad de esperar ocasiones extraordinarias. «Penitencia es el cumplimiento exacto del horario que te has fijado, aunque el cuerpo se resista o la mente pretenda evadirse con ensueños quiméricos. Penitencia es levantarse a la hora. También, no dejar para más tarde, sin un motivo justificado, esa tarea que te resulta más difícil o costosa.

»La penitencia está en saber compaginar tus obligaciones con Dios, con los demás y contigo mismo, exigiéndote de modo que logres encontrar el tiempo que cada cosa necesita. Eres penitente cuando te sujetas amorosamente a tu plan de oración a pesar de que estés rendido, desganado o frío.

»Penitencia es tratar siempre con la máxima caridad a los otros, empezando por los tuyos. Es atender con la mayor delicadeza a los que sufren, a los enfermos, a los que padecen. Es contestar con paciencia a los cargantes e inoportunos. Es interrumpir o modificar nuestros programas, cuando las circunstancias –los intereses buenos y justos de los demás, sobre todo– así lo requieran.

»La penitencia consiste en soportar con buen humor las mil pequeñas contrariedades de la jornada; en no abandonar la ocupación, aunque de momento se te haya pasado la ilusión con que la comenzaste; en comer con agradecimiento lo que nos sirven, sin importunar con caprichos.

»Penitencia, para los padres y, en general, para los que tienen una misión de gobierno o educativa, es corregir cuando hay que hacerlo, de acuerdo con la naturaleza del error y con las condiciones del que necesita esa ayuda, por encima de subjetivismos necios y sentimentales.

»El espíritu de penitencia lleva a no apegarse desordenadamente a ese boceto monumental de los proyectos futuros, en el que ya hemos previsto cuáles serán nuestros trazos y pinceladas maestras. ¡Qué alegría damos a Dios cuando sabemos renunciar a nuestros garabatos y brochazos de maestrillo, y permitimos que sea Él quien añada los rasgos y colores que más le plazcan!».

III. Los demás discípulos, que habían oído el diálogo de Jesús con los dos hermanos, comenzaron a indignarse. Entonces les dijo el Señor: Sabéis que los jefes de los pueblos los oprimen, y los poderosos los avasallan. No ha de ser así entre vosotros; el que quiera llegar a ser grande, sea vuestro servidor; y quien entre vosotros quiera ser el primero, sea el esclavo de todos; porque el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en redención por muchos16.

El servicio de Cristo a la humanidad va encaminado a la salvación. Nuestra actitud ha de ser servir a Dios y a los demás con visión sobrenatural, especialmente en lo referente a la salvación, pero también en todas las ocasiones que se presentan cada día. Servir incluso al que no lo agradece, sin esperar nada a cambio. Es la mejor ocasión de dar la vida por los demás, de un modo eficaz y discreto, que apenas se nota, y de combatir el propio egoísmo, que tiende a robarnos la alegría.

La mayoría de las profesiones suponen un servicio directo a los demás: amas de casa, comerciantes, profesores, empleadas de hogar, y todas, aunque sea de modo menos directo, son un servicio. Ojalá no perdamos de vista este aspecto, que contribuirá a santificarnos en el trabajo.

Servir a los demás requiere mortificación y presencia de Dios, y olvido de uno mismo. En ocasiones, este espíritu de servicio chocará con la mentalidad de muchos que solo piensan en sí mismos. Para nosotros los cristianos es «nuestro orgullo» y nuestra dignidad, porque así imitamos a Cristo, y porque para servir voluntariamente, por amor, es necesario poner en juego muchas virtudes humanas y sobrenaturales. «Esta dignidad se expresa en la disponibilidad para servir, según el ejemplo de Cristo, que no ha venido a ser servido, sino a servir. Si, por consiguiente, a la luz de esta actitud de Cristo se puede verdaderamente reinar solo sirviendo, a la vez, el servir exige tal madurez espiritual que es necesario definirlo como el reinar. Para poder servir digna y eficazmente a los otros, hay que saber dominarse, es necesario poseer las virtudes que hacen posible tal dominio».

No nos importe servir y ayudar mucho a quienes están a nuestro lado, aunque no recibamos ningún pago ni recompensa. Servir, junto a Cristo y por Cristo, es reinar con Él. Nuestra Madre Santa María, que sirvió a su Hijo y a San José, nos ayudará a darnos sin medida ni cálculo.

R/. Parte tu pan con el hambriento, hospeda a los pobres sin techo: Entonces romperá tu luz como la aurora, y te abrirá camino la justicia.


V/. Viste al que veas desnudo, y no te cierres a tu propia carne.

R/. Entonces romperá tu luz como la aurora, y te abrirá camino la justicia.

Salmo 76: Recuerdo del pasado glorioso de Israel

Ant: Dios mío, tus caminos son santos: ¿qué dios es grande como nuestro Dios?

Alzo mi voz a Dios gritando,
alzo mi voz a Dios para que me oiga.

En mi angustia te busco, Señor mío;
de noche extiendo las manos sin descanso,
y mi alma rehusa el consuelo.
Cuando me acuerdo de Dios, gimo,
y meditando me siento desfallecer.

Sujetas los párpados de mis ojos,
y la agitación no me deja hablar.
Repaso los días antiguos,
recuerdo los años remotos;
de noche lo pienso en mis adentros,
y meditándolo me pregunto:

"¿Es que el Señor nos rechaza para siempre
y ya no volverá a favorecernos?
¿Se ha agotado ya su misericordia,
se ha terminado para siempre su promesa?
¿Es que Dios se ha olvidado de su bondad,
o la cólera cierra sus entrañas?"

Y me digo: "¡Qué pena la mía!
¡Se ha cambiado la diestra del Altísimo!"
Recuerdo las proezas del Señor;
sí, recuerdo tus antiguos portentos,
medito todas tus obras
y considero tus hazañas.

Dios mío, tus caminos son santos:
¿Qué dios es grande como nuestro Dios?

Tú, oh Dios, haciendo maravillas,
mostraste tu poder a los pueblos;
con tu brazo rescataste a tu pueblo,
a los hijos de Jacob y de José.

Te vio el mar, oh Dios,
te vio el mar y tembló,
las olas se estremecieron.

Las nubes descargaban sus aguas,
retumbaban los nubarrones,
tus saetas zigzagueaban.

Rodaba el estruendo de tu trueno,
los relámpagos deslumbraban el orbe,
la tierra retembló estremecida.

Tú te abriste camino por las aguas,
un vado por las aguas caudalosas,
y no quedaba rastro de tus huellas:

Mientras guiabas a tu pueblo, como a un rebaño,
por la mano de Moisés y de Aarón.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Dios mío, tus caminos son santos: ¿qué dios es grande como nuestro Dios?

1 Samuel 2,1-10: Alegría de los humildes en Dios

Ant: Mi corazón se regocija por el Señor, que humilla y enaltece.

Mi corazón se regocija por el Señor,
mi poder se exalta por Dios;
mi boca se ríe de mis enemigos,
porque gozo con tu salvación.
No hay santo como el Señor,
no hay roca como nuestro Dios.

No multipliquéis discursos altivos,
no echéis por la boca arrogancias,
porque el Señor es un Dios que sabe;
él es quien pesa las acciones.

Se rompen los arcos de los valientes,
mientras los cobardes se ciñen de valor;
los hartos se contratan por el pan,
mientras los hambrientos engordan;
la mujer estéril da a luz siete hijos,
mientras la madre de muchos queda baldía.

El Señor da la muerte y la vida,
hunde en el abismo y levanta;
da la pobreza y la riqueza,
humilla y enaltece.

Él levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,
para hacer que se siente entre príncipes
y que herede un trono de gloria;
pues del Señor son los pilares de la tierra,
y sobre ellos afianzó el orbe.

Él guarda los pasos de sus amigos,
mientras los malvados perecen en las tinieblas,
porque el hombre no triunfa por su fuerza.

El Señor desbarata a sus contrarios,
el Altísimo truena desde el cielo,
el Señor juzga hasta el confín de la tierra.
Él da fuerza a su Rey,
exalta el poder de su Ungido.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Mi corazón se regocija por el Señor, que humilla y enaltece.

Salmo 96: Gloria del Señor, rey de justicia

Ant: El Señor reina, la tierra goza.

El Señor reina, la tierra goza,
se alegran las islas innumerables.
Tiniebla y nube lo rodean,
justicia y derecho sostienen su trono.

Delante de él avanza fuego,
abrasando en torno a los enemigos;
sus relámpagos deslumbran el orbe,
y, viéndolos, la tierra se estremece.

Los montes se derriten como cera
ante el dueño de toda la tierra;
los cielos pregonan su justicia,
y todos los pueblos contemplan su gloria.

Los que adoran estatuas se sonrojan,
los que ponen su orgullo en los ídolos;
ante él se postran todos los dioses.

Lo oye Sión, y se alegra,
se regocijan las ciudades de Judá
por tus sentencias, Señor;

porque tú eres, Señor,
altísimo sobre toda la tierra,
encumbrado sobre todos los dioses.

El Señor ama al que aborrece el mal,
protege la vida de sus fieles
y los libra de los malvados.

Amanece la luz para el justo,
y la alegría para los rectos de corazón.
Alegraos, justos, con el Señor,
celebrad su santo nombre.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: El Señor reina, la tierra goza.

Lectura

Dt 7,6.8-9

El Señor, tu Dios, te eligió para que fueras, entre todos los pueblos de la tierra, el pueblo de su propiedad. Por puro amor vuestro, por mantener el juramento que había hecho a vuestros padres, os sacó de Egipto con mano fuerte y os rescató de la esclavitud, del dominio del Faraón, rey de Egipto. Así sabrás que el Señor tu Dios, es Dios: el Dios fiel que mantiene su alianza y su favor con los que lo aman y guardan sus preceptos, por mil generaciones.

V/. Él me librará de la red del cazador

R/. Él me librará de la red del cazador

V/. Me cubrirá con sus plumas

R/. De la red del cazador

V/. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo

R/. Él me librará de la red del cazador

Cántico Ev.

Ant: El Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos.



Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: El Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos.

Preces

Demos gracias a Dios, nuestro Padre, que por la acción de su Espíritu purifica nuestros corazones y los llena de su amor, y digámosle:

Danos, Señor, tu Espíritu Santo

- Concédenos, Señor, el espíritu de fe y de acción de gracias,
para recibir siempre con gozo lo bueno y soportar con paciencia lo adverso.


- Haz que busquemos la caridad no únicamente en los acontecimientos importantes,
sino, ante todo, en la vida ordinaria.


- Concédenos observar el ayuno que te agrada,
compartiendo nuestro pan con los hambrientos.


- Danos llevar en nuestro cuerpo la muerte de tu Hijo,
tú que nos has vivificado en su cuerpo.

Terminemos nuestra oración diciendo juntos las palabras del Señor y pidiendo al Padre que nos libre de todo mal:

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre;

venga a nosotros tu reino;

hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día;

perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.

No nos dejes caer en la tentación,

y líbranos del mal.

Final

Señor, guarda a tu familia en el camino del bien que tú le señalaste, y haz que, protegida por tu mano en sus necesidades temporales, tienda con mayor libertad hacia los bienes eternos.

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