Custodia

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Saludo

Bendición

viernes, 31 de marzo de 2023

Oficio, lecturas, reflexión y laudes +

 


Viernes V semana de Cuaresma, feria


V/. -Señor, Ábreme los labios.
R/. -Y mi boca proclamará tu alabanza.

Invitatorio

Salmo 94: Invitación a la alabanza divina

Ant: Venid, adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió.

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

-se repite la antífona

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

-se repite la antífona

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

-se repite la antífona

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.

-se repite la antífona

Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
"Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso."»

-se repite la antífona

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Venid, adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió.

 
Himno

Éste es el día del Señor.
Éste es el tiempo de la misericordia.

Delante de tus ojos
ya no enrojeceremos
a causa del antiguo
pecado de tu pueblo.
Arrancarás de cuajo
el corazón soberbio
y harás un pueblo humilde
de corazón sincero.

En medio de las gentes
nos guardas como un resto
para cantar tus obras
y adelantar tu reino.
Seremos raza nueva
para los cielos nuevos;
sacerdotal estirpe,
según tu Primogénito.

Caerán los opresores
y exultarán los siervos;
los hijos del oprobio
serán tus herederos.
Señalarás entonces
el día del regreso
para los que comían
su pan en el destierro.

¡Exulten mis entrañas!
¡Alégrese mi pueblo!
Porque el Señor que es justo
revoca sus decretos:
La salvación se anuncia
donde acechó el infierno,
porque el Señor habita
en medio de su pueblo.

Salmo 34,1-2.3c.9-19.22-23.27-28 - I: Súplica contra los perseguidores injustos

Ant: Levántate, Señor, y ven en mi auxilio.

Pelea, Señor, contra los que me atacan,
guerrea contra los que me hacen guerra;
empuña el escudo y la adarga,
levántate y ven en mi auxilio;
di a mi alma:
«yo soy tu victoria.»

Y yo me alegraré con el Señor,
gozando de su victoria;
todo mi ser proclamará:
«Señor, ¿quién como Tú,
que defiendes al débil del poderoso,
al pobre y humilde del explotador?»

Se presentaban testigos violentos:
me acusaban de cosas que ni sabía,
me pagaban mal por bien,
dejándome desamparado.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Levántate, Señor, y ven en mi auxilio.

Salmo 34,1-2.3c.9-19.22-23.27-28 - II:

Ant: Juzga, Señor, y defiende mi causa, tú que eres poderoso.

Yo, en cambio, cuando estaban enfermos,
me vestía de saco,
me mortificaba con ayunos
y desde dentro repetía mi oración.

Como por un amigo o por un hermano,
andaba triste;
cabizbajo y sombrío,
como quien llora a su madre.

Pero, cuando yo tropecé, se alegraron,
se juntaron contra mí
y me golpearon por sorpresa;
me laceraban sin cesar.

Cruelmente se burlaban de mí,
rechinando los dientes de odio.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Juzga, Señor, y defiende mi causa, tú que eres poderoso.

Salmo 34,1-2.3c.9-19.22-23.27-28 - III:

Ant: Mi lengua anunciará tu justicia, todos los días te alabará, Señor.

Señor, ¿cuándo vas a mirarlo?
Defiende mi vida de los que rugen,
mi único bien, de los leones,

y te daré gracias en la gran asamblea,
te alabaré entre la multitud del pueblo.

Que no canten victoria mis enemigos traidores,
que no hagan guiños a mi costa
los que me odian sin razón.

Señor, tú lo has visto, no te calles,
Señor, no te quedes a distancia;
despierta, levántate, Dios mío,
Señor mío, defiende mi causa.

Que canten y se alegren
los que desean mi victoria,
que repitan siempre: «Grande es el Señor»
los que desean la paz a tu siervo.

Mi lengua anunciará tu justicia,
todos los días te alabará.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Mi lengua anunciará tu justicia, todos los días te alabará, Señor.

V/. Convertíos al Señor, Dios vuestro.

R/. Porque es compasivo y misericordioso.

Lectura

V/. Convertíos al Señor, Dios vuestro.

R/. Porque es compasivo y misericordioso.

El sacerdocio eterno de Cristo


Hb 7,11-28

Si alguno se hace perfecto por medio del sacerdocio levítico -pues en él se basaba la legislación dada al pueblo-, ¿qué falta hacía que surgiese otro sacerdote en la línea de Melquisedec y que no se le llame de la línea de Aarón?

Porque cambiar el sacerdocio lleva consigo forzosamente cambiar la ley; y ese de que habla el texto pertenece a una tribu diferente, de la que ninguno ha tenido que ver con el altar. Es cosa sabida que nuestro Señor nació en Judá, y de esa tribu nunca habló Moisés tratando del sacerdocio.

Y esto resulta mucho más evidente si surge otro sacerdote a semejanza de Melquisedec, que lo sea no en virtud de una legislación carnal, sino en fuerza de una vida imperecedera; pues está atestiguado: «Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec.»

Es decir, por una parte se deroga una disposición anterior, por ser ineficaz e inútil -pues la ley no consiguió hacer perfecto nada-, y, en cambio, se introduce una esperanza más valiosa, por la cual nos acercamos a Dios.

Aquí no falta, además, un juramento (pues aquéllos fueron sacerdotes sin garantía de juramento, éste, en cambio, por el juramento que le hicieron al decirle: « El Señor lo ha jurado y no se arrepiente: "Tú eres sacerdote eterno"»), señal de que él, Jesús, es garante de una alianza más valiosa.

De aquéllos ha habido multitud de sacerdotes, porque la muerte les impedía permanecer; como éste, en cambio, permanece para siempre, tiene el sacerdocio que no pasa. De ahí que puede salvar definitivamente a los que por medio de él se acercan a Dios, porque vive siempre para interceder en su favor.

Y tal convenía que fuese nuestro sumo sacerdote: santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores y encumbrado sobre el cielo. Él no necesita ofrecer sacrificios cada día -como los sumos sacerdotes, que ofrecían primero por los propios pecados, después por los del pueblo-, porque lo hizo de una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo. En efecto, la ley hace a los hombres sumos sacerdotes llenos de debilidades. En cambio, las palabras del juramento, posterior a la ley, consagran al Hijo, perfecto para siempre.

R/. Cristo no se confirió a sí mismo la dignidad de sumo sacerdote, sino aquel que le dijo: «Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec.»


V/. Aquéllos fueron sacerdotes sin garantía de juramento, Jesús, en cambio, por el juramento que le hicieron al decirle:

R/. «Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec.»

L. Patrística

Él mismo se ofreció por nosotros
San Fulgencio de Ruspe

Regla de la verdadera fe a Pedro 22,63

En los sacrificios de víctimas carnales que la Santa Trinidad, que es el mismo Dios del antiguo y del nuevo Testamento, había exigido que le fueran ofrecidos por nuestros padres, se significaba ya el don gratísimo de aquel sacrificio con el que el Hijo único de Dios había de inmolarse a sí mismo misericordiosamente por nosotros.

Pues, según la doctrina apostólica, se entregó por nosotros a Dios como oblación y víctima de suave olor. Él fue quien como Dios verdadero y verdadero sumo sacerdote que era, penetró una sola vez en el santuario, no con la sangre de los toros y los machos cabríos, sino con la suya propia. Esto era precisamente lo que significaba aquel sumo sacerdote que entraba cada año con la sangre en el Santo de los Santos.

Él es quien en sí mismo poseía todo lo que era necesario para que se efectuara nuestra redención, es decir, él mismo fue el sacerdote y el sacrificio; él mismo, Dios y el templo: el sacerdote por cuyo medio nos reconciliamos, el sacrificio que nos reconcilia, el templo en el que nos reconciliamos, el Dios con quien nos hemos reconciliado.

Como sacerdote, sacrificio y templo, actuó solo, porque aunque era Dios quien realizaba estas cosas, no obstante las realizaba en su forma de siervo; en cambio, en lo que realizó como Dios, en la forma de Dios, lo realizó conjuntamente con el Padre y el Espíritu Santo.

Ten, pues, por absolutamente seguro y no dudes en modo alguno, que el mismo Dios unigénito, Verbo hecho carne, se ofreció por nosotros a Dios en olor de suavidad como sacrificio y hostia; el mismo en cuyo honor, en unidad con el Padre y el Espíritu Santo, los patriarcas, profetas y sacerdotes ofrecían en tiempos del antiguo Testamento sacrificios de animales; y a quien ahora, o sea, en el tiempo del Testamento nuevo, en unidad con el Padre y el Espíritu Santo, con quienes comparte la misma y única divinidad, la santa Iglesia católica no deja nunca de ofrecer por todo el universo de la tierra el sacrificio del pan y del vino, con fe y caridad.

Así, pues, en aquellas víctimas carnales se significaba la carne y la sangre de Cristo; la carne, que él mismo, sin pecado como se hallaba, había de ofrecer por nuestros pecados, y la sangre que había de derramar en remisión de nuestros pecados; en cambio, en este sacrificio se trata de la acción de gracias y del memorial de la carne que él mismo ofreció por nosotros, y de la sangre, que, siendo como era Dios, derramó por nosotros. Sobre esto afirma el bienaventurado Pablo en los Hechos de los apóstoles: Tened cuidado de vosotros y del rebaño que el Espíritu Santo os ha encargado guardar, como pastores de la Iglesia de Dios, que él adquirió con su propia sangre.

Por tanto, aquellos sacrificios eran figura y signo de lo que se nos daría en el futuro; en este sacrificio, en cambio, se nos muestra de modo evidente lo que ya nos has sido dado.

En aquellos sacrificios se anunciaba de antemano al Hijo de Dios, que había de morir a manos de los impíos; en éste se le anuncia ya muerto por ellos, como atestigua el Apóstol al decir: Cuando nosotros todavía estábamos sin fuerza, en el tiempo señalado, Cristo murió por los impíos; y añade: Cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo.

Viernes V semana de Cuaresma, feria

Jr 20,10-13: El Señor está conmigo, como fuerte soldado.

Oía el cuchicheo de la gente:

«Pavor en torno;

delatadlo, vamos a delatarlo.»

Mis amigos acechaban mi traspié:

«A ver si se deja seducir, y lo abatiremos,

lo cogeremos y nos vengaremos de él.»

Pero el Señor está conmigo,

como fuerte soldado;

mis enemigos tropezarán y no podrán conmigo.

Se avergonzarán de su fracaso

con sonrojo eterno que no se olvidará.

Señor de los ejércitos, que examinas al justo

y sondeas lo íntimo del corazón,

que yo vea la venganza que tomas de ellos,

porque a ti encomendé mi causa.

Cantad al Señor, alabad al Señor,

que libró la vida del pobre de manos de los impíos.

Sal 17,2-3a.3bc-4.5-6.7: En el peligro invoqué al Señor, y me escuchó.

Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza;
Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador.

Dios mío, pena mía, refugio mío, escudo mío,
mi fuerza salvadora, mi baluarte.
Invoco al Señor de mi alabanza
y quedo libre de mis enemigos.

Me cercaban olas mortales,
torrentes destructores me aterraban,
me envolvían las redes del abismo,
me alcanzaban los lazos de la muerte.

En el peligro invoqué al Señor,
grité a mi Dios:
desde su templo él escuchó mi voz,
y mi grito llegó a sus oídos.

Jn 10,31-42: Intentaron detenerlo, pero se les escabulló de las manos.

En aquel tiempo, los judíos agarraron piedras para apedrear a Jesús.

Él les replicó:

- «Os he hecho ver muchas obras buenas por encargo de mi Padre: ¿por cuál de ellas me apedreáis?»

Los judíos le contestaron:

- «No te apedreamos por una obra buena, sino por una blasfemia: porque tú, siendo un hombre, te haces Dios.»

Jesús les replicó:

- «¿No está escrito en vuestra ley: "Yo os digo: Sois dioses"? Si la Escritura llama dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios (y no puede fallar la Escritura), a quien el Padre consagró y envió al mundo, ¿decís vosotros que blasfema porque dice que es hijo de Dios? Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis, pero si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que comprendáis y sepáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre.»

Intentaron de nuevo detenerlo, pero se les escabulló de las manos. Se marchó de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde antes habla bautizado Juan, y se quedó allí. Muchos acudieron a él y decían:

- «Juan no hizo ningún signo; pero todo lo que Juan dijo de éste era verdad.»

Y muchos creyeron en él allí.



Cuaresma. 5ª semana. Viernes
Pasión de Nuestro Señor

LA ORACIÓN EN GETSEMANÍ


— Jesús en Getsemaní. Cumplimiento de la Voluntad del Padre.

— Necesidad de la oración para seguir de cerca al Señor.

— Primer misterio de dolor del Santo Rosario. La contemplación de esta escena nos ayudará a ser fuertes en el cumplimiento de la Voluntad de Dios.

I. Después de la Última Cena, Jesús y los Apóstoles recitan los salmos de acción de gracias, como era costumbre. Y la pequeña comitiva se pone en marcha en dirección a un huerto cercano, llamado de los Olivos. Jesús había advertido a Pedro y a los demás que, esa noche, todos –de un modo u otro– le negarán dejándole solo.

Llegan a una finca llamada Getsemaní. Y dice a sus discípulos: Sentaos aquí, mientra hago oración. Y llevándose a Pedro, a Santiago y a Juan, comenzó a sentir pavor y a angustiarse. Y les dice: Mi alma está triste hasta la muerte; quedaos aquí y velad1Y se apartó de ellos como un tiro de piedra2.. Jesús siente una inmensa necesidad de orar. Se detiene junto a unas rocas y cae abatido: Se postró en tierra3, escribe San Marcos. San Lucas nos dice: se puso de rodillas4, y San Mateo precisa más: se postró rostro en tierra5, aunque de ordinario los judíos oraban de pie. Jesús se dirige a su Padre en una oración cargada de confianza y ternura, en la que se entrega totalmente a Él: Padre mío, le dice. Si es posible, que pase de mí este cáliz, pero no sea como yo quiero, sino como quieres Tú.

Poco tiempo antes les había comunicado a sus discípulos. Mi alma está triste hasta la muerte; estoy sufriendo una tristeza capaz de causar la muerte. Así sufre Jesús: Él, que es la misma inocencia, carga con todos los pecados de todos los hombres.

Tomó como si fueran suyos los pecados de los hombres, y se prestó a pagar personalmente todas nuestras deudas. Todas: las debidas por los pecados ya cometidos, las debidas por los que se estaban cometiendo en aquel momento, y las deudas de los pecados que se cometerían hasta el final de los tiempos.

El Señor no solo salió fiador de culpas ajenas, sino que se hizo tan uno con nosotros como es la cabeza con el cuerpo: «quiso que nuestras culpas se llamasen culpas suyas; por eso no solamente pagó con su sangre, sino con la vergüenza de esos pecados»6. Todas estas causas de sufrimiento eran captadas en toda su intensidad por el alma de Cristo.

Miramos en silencio cómo sufre Jesús: Y entrando en agonía oraba con más intensidad7. ¡Cuánto hemos de agradecer al Señor su sacrificio voluntario para librarnos del pecado y de la muerte eterna!

Jesús entra en agonía y llega a derramar sudor de sangre. «Jesús, solo y triste, sufría y empapaba la tierra con su sangre.

»De rodillas sobre el duro suelo, persevera en oración... Llora por ti... y por mí: le aplasta el peso de los pecados de los hombres»8. Pero su confianza en el Padre no desfallece, y persevera en oración. Cuando el cuerpo parece que ya no puede resistir, vendrá un ángel a confortarlo. La naturaleza humana del Señor se nos muestra en esta escena con toda su capacidad de sufrimiento.

En nuestra vida puede haber momentos de lucha más intensa, quizá de oscuridad y de dolor profundo, en que cueste aceptar la Voluntad de Dios, con tentaciones de desaliento. La imagen de Jesús en el Huerto de los Olivos nos señala cómo hemos de proceder en esos momentos: abrazarnos a la Voluntad de Dios, sin poner límite alguno ni condición de ninguna clase, e identificarnos con el querer de Dios por medio de una oración perseverante.

«Jesús ora en el huerto: Pater mi (Mt 26, 39), Abba, Pater! (Mt 14, 36). Dios es mi Padre, aunque me envíe sufrimiento. Me ama con ternura, aun hiriéndome. Jesús sufre, por cumplir la Voluntad del Padre... Y yo, que quiero también cumplir la Santísima Voluntad de Dios, siguiendo los pasos del Maestro, ¿podré quejarme, si encuentro por compañero de camino al sufrimiento?»9.

II. Jesús nos contempla en aquella noche con una simple mirada. Mira las almas y los corazones a la luz de su sabiduría divina. Ante sus ojos desfila el espectáculo de todos los pecados de los hombres, sus hermanos. Ve la deplorable oposición de tantos que desprecian la satisfacción que Él ofrece por ellos, la inutilidad para muchos de su sacrificio generoso. Siente una gran soledad y dolor moral por la rebeldía y la falta de correspondencia al Amor divino.

Por tres veces busca la compañía en la oración de aquellos tres discípulos. Velad conmigo, estad a mi lado, no me dejéis solo, les había pedido. Y al volver los encontró dormidos, pues sus ojos estaban pesados; y no sabían qué responderle10. Quizá busca en aquel tremendo desamparo un poco de compañía, de calor humano. Pero los amigos abandonaron al Amigo. Era aquella una noche para estar en vela, para estar en oración; y se duermen. No aman aún bastante y se dejan vencer por la debilidad y por la tristeza, y dejan a Jesús solo. No encuentra el Señor un apoyo en ellos; habían sido escogidos para eso y fallaron.

Hemos de rezar siempre, pero hay momentos en que esa oración se ha de intensificar. Abandonarla sería como dejar abandonado a Cristo y quedar nosotros a merced del enemigo. ¿Por qué dormís?, les dice –nos dice también a nosotros–. Levantaos y orad para no caer en la tentación11. Por eso le decimos a Jesús: «Si ves que duermo; si descubres que me asusta el dolor; si notas que me paro al ver más de cerca la Cruz, ¡no me dejes! Dime como a Pedro, como a Santiago, como a Juan, que necesitas mi correspondencia, mi amor. Dime que para seguirte, para no volver a dejarte abandonado con los que traman tu muerte, tengo que pasar por encima del sueño, de mis pasiones, de la comodidad»12.

Nuestra meditación diaria, si es verdadera oración, nos mantendrá vigilantes ante el enemigo que no duerme. Y nos hará fuertes para sobrellevar y vencer tentaciones y dificultades. Si la descuidáramos nos encontraríamos en manos del enemigo, perderíamos la alegría y nos veríamos sin fuerzas para acompañar a Jesús.

También hoy Jesús desea nuestra compañía. Y «sin oración, ¡qué difícil es acompañarle!»13; nuestra experiencia personal nos lo dice. Pero si nos hacemos fuertes en nuestro trato diario con Él, podremos decirle con certeza: Aunque tenga que morir contigo, jamás te negaré14. Pedro no pudo cumplir su promesa aquella noche, entre otras cosas, porque no perseveró en la oración que le pedía su Señor. Después de su arrepentimiento, sería fiel a su Maestro hasta dar la vida por Él, años más tarde.

III. La contemplación de esta escena de la Pasión puede ayudarnos mucho a ser fuertes para no dejar nunca nuestra oración diaria, y para cumplir la Voluntad de Dios en cosas que nos cuesten. ¡Señor, que no se hagan las cosas como yo quiero, sino como quieres Tú! «Jesús, lo que tú “quieras”... yo lo amo»15, le decimos hoy con toda sinceridad.

Los santos han sacado mucho provecho para sus almas de este pasaje de la vida del Señor. Santo Tomás Moro nos muestra cómo la oración de Jesús en Getsemaní ha fortalecido a muchos cristianos ante grandes dificultades y tribulaciones. También él fue fortalecido con la contemplación de estas escenas, mientras esperaba el martirio de su decapitación por ser fiel a su fe. Y puede ayudarnos a nosotros a ser fuertes en las dificultades, grandes o pequeñas, de nuestra vida ordinaria. Escribía este santo en la prisión: «Sabía Cristo que muchas personas de constitución débil se llenarían de terror ante el peligro de ser torturadas y quiso darles ánimos con el ejemplo de su propio dolor, su propia tristeza, su abatimiento y miedo inigualable (...).

»A quien en esta situación estuviera, parece como si Cristo se sirviera de su propia agonía para hablarle con vivísima voz: Ten valor, tú que eres débil y flojo, y no desesperes. Estás atemorizado y triste, abatido por el cansancio y el temor al tormento. Ten confianza. Yo he vencido al mundo, y a pesar de ello sufrí mucho más por el miedo y estaba cada vez más horrorizado a medida que se avecinaba el sufrimiento (...).

»Mira cómo marcho delante de ti en este camino tan lleno de temores. Agárrate al borde de mi vestido, y sentirás fluir de él un poder que no permitirá a la sangre de tu corazón derramarse en vanos temores y angustias; hará tu ánimo más alegre, sobre todo cuando recuerdes que sigues muy de cerca mis pasos –fiel soy, y no permitiré que seas tentado más allá de tus fuerzas, sino que te daré, junto con la prueba, la gracia necesaria para soportarla–, y alegra también tu ánimo cuando recuerdes que esta tribulación leve y momentánea se convertirá en un peso de gloria inmenso»16. Esto lo escribe quien sabe será decapitado pocos días después.

Nosotros podemos sacar hoy el propósito de contemplar frecuentemente, quizá cada día, este momento de la vida del Señor, el primer misterio de dolor del Santo Rosario. De modo particular puede ser tema de nuestra oración cuando nos cueste un poco más saber descubrir la Voluntad de Dios en los acontecimientos que quizá no entendemos. Podemos entonces rezar con frecuencia a modo de jaculatoria: «Volo quidquid vis, volo quia vis... Quiero lo que quieres, quiero porque quieres, quiero como lo quieres, quiero hasta que quieras».

R/. Vosotros estabais antes alejados de Dios y erais enemigos suyos por la mentalidad que engendraban vuestras malas acciones; ahora, en cambio, Dios os ha reconciliado, gracias a la muerte que Cristo sufrió en su cuerpo de carne, para hacernos santos, sin mancha y sin reproche en su presencia.


V/. Dios constituyó a Cristo sacrificio de propiciación mediante la fe en su sangre.

R/. Para hacernos santos, sin mancha y sin reproche en su presencia.

Salmo 50: Misericordia, Dios mío

Ant: Aceptarás los sacrificios, ofrendas y holocaustos, sobre tu altar, Señor.

Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.

Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti sólo pequé,
cometí la maldad que aborreces.

En la sentencia tendrás razón,
en el juicio resultarás inocente.
Mira, en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre.

Te gusta un corazón sincero,
y en mi interior me inculcas sabiduría.
Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;
lávame: quedaré más blanco que la nieve.

Hazme oír el gozo y la alegría,
que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa.

Oh Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.

Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti.

¡Líbrame de la sangre, oh Dios,
Dios, Salvador mío!,
y cantará mi lengua tu justicia.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.

Los sacrificios no te satisfacen:
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado;
un corazón quebrantado y humillado,
tú no lo desprecias.

Señor, por tu bondad, favorece a Sión,
reconstruye las murallas de Jerusalén:
entonces aceptarás los sacrificios rituales,
ofrendas y holocaustos,
sobre tu altar se inmolarán novillos.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Aceptarás los sacrificios, ofrendas y holocaustos, sobre tu altar, Señor.

Isaías 45,15-26: Que los pueblos todos se conviertan al Señor

Ant: Con el Señor triunfará y se gloriará la estirpe de Israel.

Es verdad: tú eres un Dios escondido,
el Dios de Israel, el Salvador.
Se avergüenzan y se sonrojan todos por igual,
se van avergonzados los fabricantes de ídolos;
mientras el Señor salva a Israel
con una salvación perpetua,
para que no se avergüencen ni se sonrojen nunca jamás.

Así dice el Señor, creador del cielo
-Él es Dios-,
Él modeló la tierra,
la fabricó y la afianzó;
no la creó vacía,
sino que la formó habitable:
«Yo soy el Señor, y no hay otro»

No te hablé a escondidas,
en un país tenebroso,
no dije a la estirpe de Jacob:
«buscadme en el vacío»

Yo soy el Señor que pronuncia sentencia
y declara lo que es justo.
Reuníos, venid, acercaos juntos,
supervivientes de las naciones.
No discurren los que llevan su ídolo de madera
y rezan a un dios que no puede salvar.

Declarad, aducid pruebas,
que deliberen juntos:
¿Quién anunció esto desde antiguo,
quién lo predijo desde entonces?
¿No fui yo, el Señor?
-No hay otro Dios fuera de mí-.

Yo soy un Dios justo y salvador,
y no hay ninguno más.

Volveos hacia mí para salvaros,
confines de la tierra,
pues yo soy Dios, y no hay otro.

Yo juro por mi nombre,
de mi boca sale una sentencia,
una palabra irrevocable:
«Ante mí se doblará toda rodilla,
por mí jurará toda lengua»
dirán: «Sólo el Señor
tiene la justicia y el poder»

A Él vendrán avergonzados
los que se enardecían contra él;
con el Señor triunfará y se gloriará
la estirpe de Israel.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Con el Señor triunfará y se gloriará la estirpe de Israel.

Salmo 99: Alegría de los que entran en el templo

Ant: Entrad con vítores en la presencia del Señor.

Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con vítores.

Sabed que el Señor es Dios:
que El nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.

Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:

«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades»

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Entrad con vítores en la presencia del Señor.

Lectura

Is 52,13-15

Mirad, mi siervo tendrá éxito, subirá y crecerá mucho. Como muchos se espantaron de él, porque desfigurado no parecía hombre, ni tenía aspecto humano, así asombrará a muchos pueblos, ante él los reyes cerrarán la boca, al ver algo inenarrable y contemplar algo inaudito.

V/. Él me librará de la red del cazador

R/. Él me librará de la red del cazador

V/. Me cubrirá con sus plumas

R/. De la red del cazador

V/. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo

R/. Él me librará de la red del cazador

Cántico Ev.

Ant: «Os he hecho muchas obras buenas -dice el Señor-: ¿por cuál de ellas me apedreáis?»



Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: «Os he hecho muchas obras buenas -dice el Señor-: ¿por cuál de ellas me apedreáis?»

Preces

Demos gracias a Cristo, el Señor, que al morir en la cruz nos dio la vida, y digámosle con fe:

Tú que has muerto por nosotros, escúchanos, Señor

- Maestro y Salvador nuestro, que nos revelaste con tu palabra el designio de Dios y nos renovaste con tu gloriosa pasión,
aleja de nuestra vida toda maldad.


- Que sepamos, Señor, abstenernos hoy de los manjares del cuerpo,
para ayudar con nuestra abstinencia a los hambrientos y necesitados.


- Que vivamos santamente este día de penitencia cuaresmal
y lo consagremos a tu servicio, mediante obras de misericordia.


- Sana, Señor, nuestras voluntades rebeldes,
y llénanos de tu gracia y de tus dones.

Ya que somos hijos de Dios, oremos a nuestro Padre como Cristo nos enseñó:

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre;

venga a nosotros tu reino;

hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día;

perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.

No nos dejes caer en la tentación,

y líbranos del mal.

Final

Perdona las culpas de tu pueblo, Señor, y que tu amor y tu bondad nos libren del poder del pecado, al que nos ha sometido nuestra debilidad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

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