Custodia

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Saludo

Bendición

sábado, 1 de abril de 2023

Tercia, lecturas, reflexión y laudes +

 


(se hace la señal de la cruz mientras se dice:)

V/. -Dios mío, ven en mi auxilio.
R/. -Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

 
Himno

Dame tu mano, María,
la de las tocas moradas;
clávame tus siete espadas
en esta carne baldía.
Quiero ir contigo en la impía
tarde negra y amarilla.
Aquí, en mi torpe mejilla,
quiero ver si se retrata
esa lividez de plata,
esa lágrima que brilla.

¿Dónde está ya el mediodía
luminoso en que Gabriel,
desde el marco del dintel,
te saludó: "Ave, María"?
Virgen ya de la agonía,
tu Hijo es el que cruza ahí.
Déjame hacer junto a ti
ese augusto itinerario.
Para ir al monte Calvario,
cítame en Getsemaní.

A ti, doncella graciosa,
hoy maestra de dolores,
playa de los pecadores,
nido en que el alma reposa,
a ti ofrezco, pulcra rosa,
las jornadas de esta vía.
A ti, Madre, a quien quería
cumplir mi humilde promesa.
A ti, celestial princesa,
Virgen sagrada María. Amén.

Salmo 118,33-40: V (He)

Ant: Han llegado los días de penitencia; expiemos nuestros pecados y salvaremos nuestras almas.

Muéstrame, Señor, el camino de tus leyes,
y lo seguiré puntualmente;
enséñame a cumplir tu voluntad
y a guardarla de todo corazón;
guíame por la senda de tus mandatos,
porque ella es mi gozo.

Inclina mi corazón a tus preceptos,
y no al interés;
aparta mis ojos de las vanidades,
dame vida con tu palabra;
cumple a tu siervo la promesa
que hiciste a tus fieles.

Aparta de mí la afrenta que temo,
porque tus mandamientos son amables;
mira cómo ansío tus decretos:
dame vida con tu justicia.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Salmo 33 - I: El Señor, salvación de los justos

Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen
y se alegren.

Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor, y me respondió,
me libró de todas mis ansias.

Contempladlo, y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha
y lo salva de sus angustias.

El ángel del Señor acampa
en torno a sus fieles y los protege.
Gustad y ved qué bueno es el Señor,
dichoso el que se acoge a él.

Todos sus santos, temed al Señor,
porque nada les falta a los que le temen;
los ricos empobrecen y pasan hambre,
los que buscan al Señor no carecen de nada.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Salmo 33 - II:

Venid, hijos, escuchadme:
os instruiré en el temor del Señor;
¿Hay alguien que ame la vida
y desee días de prosperidad?

Guarda tu lengua del mal,
tus labios de la falsedad;
apártate del mal, obra el bien,
busca la paz y corre tras ella.

Los ojos del Señor miran a los justos,
sus oídos escuchan sus gritos;
pero el Señor se enfrenta con los malhechores,
para borrar de la tierra su memoria.

Cuando uno grita, el Señor lo escucha
y lo libra de sus angustias;
el Señor está cerca de los atribulados,
salva a los abatidos.

Aunque el justo sufra muchos males,
de todos lo libra el Señor;
él cuida de todos sus huesos,
y ni uno sólo se quebrará.

La maldad da muerte al malvado,
los que odian al justo serán castigados.
El Señor redime a sus siervos,
no será castigado quien se acoge a Él.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Han llegado los días de penitencia; expiemos nuestros pecados y salvaremos nuestras almas.

Lectura

1Jn 1,8-9

Si decimos que no hemos pecado, nos engañamos y no somos sinceros. Pero, si confesamos nuestros pecados, él, que es fiel y justo, nos perdonará los pecados y nos limpiará de toda injusticia.

Sábado V semana de Cuaresma, feria

Ez 37,21-28: Los haré un solo pueblo.

Así dice el Señor:

«Yo voy a recoger a los israelitas

por las naciones adonde marcharon,

voy a congregarlos de todas partes

y los voy a repatriar.

Los haré un solo pueblo en su país,

en los montes de Israel,

 y un solo rey reinará sobre todos ellos.

No volverán a ser dos naciones

ni a desmembrarse en dos monarquías.

No volverán a contaminarse

con sus ídolos y fetiches y con todos sus crímenes

Los libraré de sus pecados y prevaricaciones,

los purificaré:

ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios.

Mi siervo David será su rey,

el único pastor de todos ellos.

aminarán según mis mandatos

y cumplirán mis preceptos, poniéndolos por obra.

Habitarán en la tierra que le di

a mi siervo Jacob,

en la que habitaron vuestros padres;

allí vivirán para siempre,

ellos y sus hijos y sus nietos;

y mi siervo David será su príncipe

para siempre.

Haré con ellos una alianza de paz,

alianza eterna pactaré con ellos.

Los estableceré, los multiplicaré

y pondré entre ellos mi santuario para siempre;

tendré mi morada junto a ellos, yo seré su Dios,

y ellos serán mi pueblo.

Y sabrán las naciones que yo soy el Señor

que consagra a Israel,

cuando esté entre ellos mi santuario para siempre.»

Jr 31,10.11-12ab.13: El Señor nos guardará como un pastor a su rebaño.

Escuchad, pueblos, la palabra del Señor,
anunciadla en las islas remotas:
«El que dispersó a Israel lo reunirá,
lo guardará como pastor a su rebaño.»

Porque el Señor redimió a Jacob,
lo rescató de una mano más fuerte.
Vendrán con aclamaciones a la altura de Sión,
afluirán hacia los bienes del Señor.

Entonces se alegrará la doncella en la danza,
gozarán los jóvenes y los viejos;
convertiré su tristeza en gozo,
los alegraré y aliviaré sus penas.

Jn 11,45-57: Para reunir a los hijos de Dios dispersos.

En aquel tiempo, muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.

Pero algunos acudieron a los fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús.

Los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron el Sanedrín y dijeron:

- «¿Qué hacemos? Este hombre hace muchos signos. Si lo dejamos seguir, todos creerán en él, y vendrán los romanos y nos destruirán el lugar santo y la nación.»

Uno de ellos, Caifás, que era sumo sacerdote aquel año, les dijo:

- «Vosotros no entendéis ni palabra; no comprendéis que os conviene que uno muera por el pueblo, y que no perezca la nación entera.»

Esto no lo dijo por propio impulso, sino que, por ser sumo sacerdote aquel año, habló proféticamente, anunciando que Jesús iba a morir por la nación; y no sólo por la nación, sino también para reunir a los hijos de Dios dispersos.

Y aquel día decidieron darle muerte. Por eso Jesús ya no andaba públicamente con los judíos, sino que se retiró a la región vecina al desierto, a una ciudad llamada Efraín, y pasaba allí el tiempo con los discípulos.

Se acercaba la Pascua de los judíos, y muchos de aquella región subían a Jerusalén, antes de la Pascua, para purificarse. Buscaban a Jesús y, estando en el templo, se preguntaban:

- «¿Qué os parece? ¿No vendrá a la fiesta?»

Los sumos sacerdotes y fariseos habían mandado que el que se enterase de dónde estaba les avisara para prenderlo.



Cuaresma. 5ª semana. Sábado
Pasión de Nuestro Señor

PRENDIMIENTO DE JESÚS


— La traición de Judas. Perseverancia en el camino que Dios ha señalado a cada uno. La fidelidad diaria en lo pequeño.

— El pecado en la vida del cristiano. Volver de nuevo al Señor mediante la contrición, y con esperanza.

— La huida de los discípulos. Necesidad de la oración.

I. Terminada su oración en el Huerto de Getsemaní, se levantó el Señor del suelo y despertó una vez más a sus discípulos, adormilados de cansancio y de tristeza. Levantaos, vamos –les dice–; ya llega el que me va a entregar. Todavía estaba hablando, cuando llegó Judas, uno de los doce, acompañado de un gran gentío con espadas y palos1.

Se consuma la traición con una muestra de amistad: Se acercó a Jesús y dijo: Salve, Rabí; y le besó2. Nos parece imposible que un hombre que ha conocido tanto a Cristo pueda ser capaz de entregarlo. ¿Qué pasó en el alma de Judas? Porque él estuvo presente en muchos milagros y conoció de cerca la bondad del corazón del Señor para con todos, y se sintió atraído por su palabra y, sobre todo, experimentó la predilección de Jesús llegando a ser uno de los Doce más íntimos. Fue elegido y llamado para ser Apóstol por el mismo Señor. Después de la Ascensión, cuando fue necesario cubrir su vacante, Pedro recordará que era contado entre nosotros, habiendo tenido parte en nuestro ministerio3. También fue enviado a predicar, y vería el fruto copioso de su apostolado; quizá hizo milagros como los demás. Y mantendría diálogos íntimos y personales con el Maestro, como el resto de los Apóstoles. ¿Qué ha pasado en su alma para que ahora traicione al Señor por treinta monedas de plata?

La traición de esta noche debió tener una larga historia. Desde tiempos antes se hallaba ya distante de Cristo, aunque estuviera en su compañía. Permanecía normal en lo externo, pero su ánimo estaba lejos. La ruptura con el Maestro, el resquebrajamiento de su fe y de su vocación, debió producirse poco a poco, cediendo cada vez en cosas más importantes. Hay un momento en que protesta porque le parecen «excesivos» los detalles de cariño que otros tienen con el Señor, y encima su protesta la disfraza de «amor a los pobres». Pero San Juan nos dice la verdadera razón: era ladrón y, como tenía la bolsa, se llevaba lo que echaban en ella4.

Permitió que su amor al Señor se fuera enfriando, y ya solo quedó un mero seguimiento externo, de cara a los demás. Su vida de entrega amorosa a Dios se convirtió en una farsa; más de una vez consideraría que hubiera sido mejor no haber seguido al Señor.

Ahora ya no se acuerda de los milagros, de las curaciones, de sus momentos felices junto al Maestro, de su amistad con el resto de los Apóstoles. Ahora es un hombre desorientado, descentrado, capaz de cometer culpablemente la locura que acaba de hacer. El acto que ahora se consuma ha sido ya precedido por infidelidades y faltas de lealtad cada vez mayores. Este es el resultado último de un largo proceso interior.

Por contraste, la perseverancia es la fidelidad diaria en lo pequeño; se apoya en la humildad de recomenzar de nuevo cuando por fragilidad hubo algún descamino. «Una casa no se hunde por un impulso momentáneo. Las más de las veces es a causa de un viejo defecto de construcción. En ocasiones es la prolongada desidia de sus moradores lo que motiva la penetración del agua. Al principio se infiltra gota a gota y va insensiblemente carcomiendo el maderaje y pudriendo el armazón. Con el tiempo el pequeño orificio va tomando mayores proporciones, originándose grietas y desplomes considerables. Al final, la lluvia penetra a torrentes»5.

Perseverar en la propia vocación es responder a las sucesivas llamadas que el Señor hace a lo largo de una vida, aunque no falten obstáculos y dificultades y, a veces, errores aislados, cobardías y derrotas.

Mientras contemplamos estas escenas de la Pasión hacemos examen sobre la fidelidad en lo pequeño a la propia vocación. ¿Se insinúa en algún aspecto como una doble vida? ¿Soy fiel a los deberes del propio estado? ¿Cuido el trato sincero con el Señor? ¿Evito el aburguesamiento y el apego a los bienes materiales –a las «treinta monedas de plata»–?

II. «Tampoco perdió el Señor la ocasión para hacer el bien a quien le hacía mal. Después de haber besado sinceramente a Judas, le amonestó, no con la dureza que merecía, sino con la suavidad con que se trata a un enfermo. Le llamó por su nombre, que es señal de amistad... Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre? (Lc 22, 48). ¿Con muestras de paz me haces la guerra? Y aún, para moverle más a que reconociera su culpa, le hizo otra pregunta llena de amor: Amigo, ¿a qué has venido? (Mt 26, 50). Amigo, es mayor la injuria que me haces porque has sido amigo, más duele el daño que me haces. Porque si fuera un enemigo el que me maldijera, lo soportaría..., pero tú, amigo mío, mi amigo íntimo, con quien me unía un amigable trato... (Sal 54, 13). Amigo, que lo has sido y lo debías ser; por Mí puedes serlo de nuevo. Yo estoy dispuesto a serlo tuyo. Amigo, aunque tú no me quieres, Yo sí. Amigo, ¿por qué haces esto, a qué has venido?»6.

La traición se consuma en el cristiano por el pecado mortal. Todo pecado, incluso el venial, está relacionado íntima y misteriosamente con la Pasión del Señor. Nuestra vida es afirmación o negación de Cristo. Pero Él está dispuesto a admitirnos siempre en su amistad, aun después de las mayores infamias. Judas rechazó la mano que le tendió el Señor. Su vida, sin Jesús, quedó rota y sin sentido.

Después de entregarle, Judas debió de seguir con profundo desasosiego las incidencias del proceso contra Jesús. ¿En qué acabaría todo aquello? Pronto se enteró de que los príncipes de los sacerdotes habían dictado sentencia de muerte. Quizá nunca esperó una pena de tal gravedad, quizá vio al Maestro maltratado... Lo cierto es que viendo a Jesús sentenciado, arrepentido de lo hecho, restituyó las treinta monedas de plata. Se arrepintió de su locura, pero le faltó ejercitar la virtud de la esperanza –que podría alcanzar el perdón– y la humildad para volver a Cristo. Podía haber sido uno de los doce fundamentos de la Iglesia a pesar de la enormidad de su culpa, si hubiera pedido perdón a Dios.

El Señor nos espera, a pesar de nuestros pecados y fallos, en la oración confiada y en la Confesión. «El que antes de la culpa nos prohibió pecar, una vez aquella cometida, no cesa de esperarnos para concedernos su perdón. Ved que nos llama el mismo a quien despreciamos. Nos separamos de Él, mas Él no se separa de nosotros»7.

Por muy grandes que puedan ser nuestros pecados, el Señor nos espera siempre para perdonar, y cuenta con la flaqueza humana, los defectos y las equivocaciones. Está siempre dispuesto a volver a llamarnos amigo, a darnos las gracias necesarias para salir adelante, si hay sinceridad de vida y deseos de lucha. Ante el aparente fracaso de muchas tentativas debemos recordar que Dios no pide tanto el éxito, como la humildad de recomenzar sin dejarse llevar por el desaliento y el pesimismo, poniendo en práctica la virtud teologal de la esperanza.

III. Emociona contemplar en esta escena a Jesús pendiente de sus discípulos, cuando era Él quien corría peligro: si me buscáis a mí, dice a quienes acompañaban a Judas, dejad marchar a estos8. El Señor cuida de los suyos.

Entonces apresaron a Jesús y le condujeron a casa del Sumo Sacerdote9. San Juan dice que le ataron10. Y lo harían sin consideración alguna, con violencia. Aquella chusma le va empujando en medio de un vocerío descortés e insultante. Los discípulos, asustados y desconcertados, se olvidan de sus promesas de fidelidad en aquella memorable Cena, y abandonándole, huyeron todos11.

Jesús se queda solo. Los discípulos han ido desapareciendo uno tras otro. «El Señor fue flagelado, y nadie le ayudó; fue afeado con salivas, y nadie le amparó; fue coronado de espinas, y nadie le protegió; fue crucificado, y nadie le desclavó»12. Se encuentra solo ante todos los pecados y bajezas de todos los tiempos. Allí estaban también los nuestros.

Pedro le seguía de lejos13. Y de lejos, como comprendería pronto Pedro después de sus negaciones, no se puede seguir a Jesús. También nosotros lo sabemos. O se sigue al Señor de cerca o se le acaba negando. «Solo nos falta cambiar un pronombre en la breve frase evangélica para descubrir el origen de nuestras propias defecciones: faltas leves o caídas graves, relajamiento pasajero o largos períodos de tibieza, Sequebatur eum a longe: nosotros le seguíamos de lejos (...). La Humanidad sigue a Cristo con desesperante parsimonia, porque hay demasiados cristianos que solo siguen a Jesús de lejos, desde muy lejos»14.

Pero ahora le aseguramos que queremos seguirle de cerca; queremos permanecer con Él, no dejarle solo. También en los momentos y en los ambientes en los que no es popular declararse discípulo suyo. Queremos seguirle de cerca en medio del trabajo y del estudio, cuando vamos por la calle y cuando estamos en el templo, en la familia, en medio de una sana diversión. Pero sabemos que por nosotros mismos nada podemos; con nuestra oración diaria, sí.

Quizá alguno de los discípulos fue en busca de la Santísima Virgen y le contó que se habían llevado a su Hijo. Y Ella, a pesar de su inmenso dolor, les dio paz en aquellas horas amargas. También nosotros hallaremos refugio en ella –Refugium peccatorum–, si a pesar de nuestros buenos deseos nos ha faltado valentía para dar la cara por el Señor cuando Él contaba con nosotros. En Ella encontramos las fuerzas necesarias para permanecer junto al Señor en los momentos difíciles, con afanes de desagravio y de corredención.


V/. Oh Dios, crea en mí un corazón puro.

R/. Renuévame por dentro con espíritu firme.

Salmo 118,145-152: XIX (Coph)

Ant: Me adelanto a la aurora pidiendo auxilio.

Te invoco de todo corazón:
respóndeme, Señor, y guardaré tus leyes;
a ti grito: sálvame,
y cumpliré tus decretos;
me adelanto a la aurora pidiendo auxilio,
esperando tus palabras.

Mis ojos se adelantan a las vigilias,
meditando tu promesa;
escucha mi voz por tu misericordia,
con tus mandamientos dame vida;
ya se acercan mis inicuos perseguidores,
están lejos de tu voluntad.

Tú, Señor, estás cerca,
y todos tus mandatos son estables;
hace tiempo comprendí que tus preceptos
los fundaste para siempre.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Me adelanto a la aurora pidiendo auxilio.

Exodo 15,1-4.8-13.17-18: Himno a Dios, después de la victoria del mar Rojo

Ant: Mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi salvación.

Cantaré al Señor, sublime es su victoria,
caballos y carros ha arrojado en el mar.
Mi fuerza y mi poder es el Señor,
Él fue mi salvación.

Él es mi Dios: yo lo alabaré;
el Dios de mis padres: yo lo ensalzaré.
El Señor es un guerrero,
su nombre es "El Señor."

Los carros del Faraón los lanzó al mar,
ahogó en el mar Rojo a sus mejores capitanes.

Al soplo de tu nariz, se amontonaron las aguas,
las corrientes se alzaron como un dique,
las olas se cuajaron en el mar.

Decía el enemigo: "Los perseguiré y alcanzaré,
repartiré el botín, se saciará mi codicia,
empuñaré la espada, los agarrará mi mano."

Pero sopló tu aliento, y los cubrió el mar,
se hundieron como plomo en las aguas formidables.

¿Quién como tú, Señor, entre los dioses?
¿Quién como tú, terrible entre los santos,
temible por tus proezas, autor de maravillas?

Extendiste tu diestra: se los tragó la tierra;
guiaste con misericordia a tu pueblo rescatado,
los llevaste con tu poder hasta tu santa morada.

Lo introduces y lo plantas en el monte de tu heredad,
lugar del que hiciste tu trono, Señor;
santuario, Señor, que fundaron tus manos.
El Señor reina por siempre jamás.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi salvación.

Salmo 116: Invitación universal a la alabanza divina

Ant: Alabad al Señor, todas las naciones.

Alabad al Señor, todas las naciones,
aclamadlo, todos los pueblos.

Firme es su misericordia con nosotros,
su fidelidad dura por siempre.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Alabad al Señor, todas las naciones.

Lectura

Is 65,1b-3a

Decía: «Aquí estoy, aquí estoy» al pueblo que no invocaba mi nombre. Tenía mis manos extendidas todo el día hacia un pueblo rebelde, que andaba por el mal camino, siguiendo sus antojos, pueblo que me provocaba en la cara, continuamente.

V/. Él me librará de la red del cazador

R/. Él me librará de la red del cazador

V/. Me cubrirá con sus plumas

R/. De la red del cazador

V/. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo

R/. Él me librará de la red del cazador

Cántico Ev.

Ant: Jesús murió para reunir a los hijos de Dios dispersos.



Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Jesús murió para reunir a los hijos de Dios dispersos.

Preces

Glorifiquemos a Cristo, que, para hacer de nosotros criaturas nuevas, ha instituido el baño del bautismo y nos alimenta con su palabra y su cuerpo, y supliquémosle diciendo:

Renuévanos con tu gracia, Señor

- Señor Jesús, tú que eres manso y humilde de corazón, danos entrañas de misericordia, bondad y humildad,
y haz que tengamos paciencia con todos.


- Que sepamos ayudar a los necesitados y consolar a los que sufren,
para imitarte a ti, el buen Samaritano.


- Que María, la Virgen Madre, interceda por las vírgenes que se han consagrado a tu servicio,
para que vivan su virginidad en bien de la Iglesia.


- Concédenos la abundancia de tu misericordia,
y perdona la multitud de nuestros pecados y el castigo que por ellos merecemos.

Con la misma confianza que tienen los hijos con su padres, acudamos nosotros a nuestro Dios, diciéndole:

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre;

venga a nosotros tu reino;

hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día;

perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.

No nos dejes caer en la tentación,

y líbranos del mal.

Final

Señor, tú que realizas sin cesar la salvación de los hombres y concedes a tu pueblo, en los días de Cuaresma, gracias más abundantes, dígnate mirar con amor a tus elegidos y concede tu auxilio protector a los catecúmenos y a los bautizados. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

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