Custodia

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Saludo

Bendición

martes, 25 de abril de 2023

Oficio, lecturas, reflexiones y laudes +

 San Marcos, evangelista, fiesta


V/. -Señor, Ábreme los labios.

R/. -Y mi boca proclamará tu alabanza.


Invitatorio


Salmo 94: Invitación a la alabanza divina


Ant: Venid, adoremos al Señor, que nos habla por medio del Evangelio. Aleluya.


Venid, aclamemos al Señor,

demos vítores a la Roca que nos salva;

entremos a su presencia dándole gracias,

aclamándolo con cantos.


-se repite la antífona


Porque el Señor es un Dios grande,

soberano de todos los dioses:

tiene en su mano las simas de la tierra,

son suyas las cumbres de los montes;

suyo es el mar, porque él lo hizo,

la tierra firme que modelaron sus manos.


-se repite la antífona


Entrad, postrémonos por tierra,

bendiciendo al Señor, creador nuestro.

Porque él es nuestro Dios,

y nosotros su pueblo,

el rebaño que él guía.


-se repite la antífona


Ojalá escuchéis hoy su voz:

«No endurezcáis el corazón como en Meribá,

como el día de Masá en el desierto;

cuando vuestros padres me pusieron a prueba

y me tentaron, aunque habían visto mis obras.


-se repite la antífona


Durante cuarenta años

aquella generación me asqueó, y dije:

"Es un pueblo de corazón extraviado,

que no reconoce mi camino;

por eso he jurado en mi cólera

que no entrarán en mi descanso."»


-se repite la antífona


Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo

como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.


Ant: Venid, adoremos al Señor, que nos habla por medio del Evangelio. Aleluya.

 

Himno


Vosotros que escuchasteis la llamada

de viva voz que Cristo os dirigía,

abrid nuestro vivir y nuestra alma

al mensaje de amor que él nos envía.


Vosotros que invitados al banquete

gustasteis el sabor del nuevo vino,

llenad el vaso, del amor que ofrece,

al sediento de Dios en su camino.


Vosotros que tuvisteis tan gran suerte

de verle dar a muertos nueva vida,

no dejéis que el pecado y que la muerte

nos priven de la vida recibida.


Vosotros que lo visteis ya glorioso,

hecho Señor de gloria sempiterna,

haced que nuestro amor conozca el gozo

de vivir junto a él la vida eterna. Amén.


Salmo 18 A: Alabanza al Dios creador del universo


Ant: A toda la tierra alcanza su pregón y hasta los límites del orbe su lenguaje. Aleluya.


El cielo proclama la gloria de Dios,

el firmamento pregona la obra de sus manos:

el día al día le pasa el mensaje,

la noche a la noche se lo susurra.


Sin que hablen, sin que pronuncien,

sin que resuene su voz,

a toda la tierra alcanza su pregón

y hasta los límites del orbe su lenguaje.


Allí le ha puesto su tienda al sol:

él sale como el esposo de su alcoba,

contento como un héroe, a recorrer su camino.


Asoma por un extremo del cielo,

y su órbita llega al otro extremo:

nada se libra de su calor.


Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo

como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.


Ant: A toda la tierra alcanza su pregón y hasta los límites del orbe su lenguaje. Aleluya.


Salmo 63: Súplica contra los enemigos


Ant: Proclamaron las obras de Dios, y meditaron sus acciones. Aleluya.


Escucha, oh Dios, la voz de mi lamento,

protege mi vida del terrible enemigo;

escóndeme de la conjura de los perversos

y del motín de los malhechores:


afilan sus lenguas como espadas

y disparan como flechas palabras venenosas,

para herir a escondidas al inocente,

para herirlo por sorpresa y sin riesgo.


Se animan al delito,

calculan como esconder trampas,

y dicen: «¿quién lo descubrirá?»

Inventan maldades y ocultan sus invenciones,

porque su mente y su corazón no tienen fondo.


Pero Dios los acribilla a flechazos,

por sorpresa los cubre de heridas;

su misma lengua los lleva a la ruina,

y los que lo ven menean la cabeza.


Todo el mundo se atemoriza,

proclama la obra de Dios

y medita sus acciones.


El justo se alegra con el Señor,

se refugia en Él,

y se felicitan los rectos de corazón.


Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo

como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.


Ant: Proclamaron las obras de Dios, y meditaron sus acciones. Aleluya.


Salmo 96: Gloria del Señor, rey de justicia


Ant: Pregonaron su justicia, y todos los pueblos contemplaron su gloria. Aleluya.


El Señor reina, la tierra goza,

se alegran las islas innumerables.

Tiniebla y nube lo rodean,

justicia y derecho sostienen su trono.


Delante de él avanza fuego,

abrasando en torno a los enemigos;

sus relámpagos deslumbran el orbe,

y, viéndolos, la tierra se estremece.


Los montes se derriten como cera

ante el dueño de toda la tierra;

los cielos pregonan su justicia,

y todos los pueblos contemplan su gloria.


Los que adoran estatuas se sonrojan,

los que ponen su orgullo en los ídolos;

ante él se postran todos los dioses.


Lo oye Sión, y se alegra,

se regocijan las ciudades de Judá

por tus sentencias, Señor;


porque tú eres, Señor,

altísimo sobre toda la tierra,

encumbrado sobre todos los dioses.


El Señor ama al que aborrece el mal,

protege la vida de sus fieles

y los libra de los malvados.


Amanece la luz para el justo,

y la alegría para los rectos de corazón.

Alegraos, justos, con el Señor,

celebrad su santo nombre.


Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo

como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.


Ant: Pregonaron su justicia, y todos los pueblos contemplaron su gloria. Aleluya.


V/. El Señor dio a los evangelistas. Aleluya.


R/. Una palabra llena de poder. Aleluya.


Lectura


V/. El Señor dio a los evangelistas. Aleluya.


R/. Una palabra llena de poder. Aleluya.


Diversidad de funciones en un mismo cuerpo


Ef 4,1-16


Hermanos: Yo, el prisionero por el Señor, os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados. Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos, sobrellevaos mutuamente con amor; esforzaos en mantener la unidad del Espíritu, con el vínculo de la paz. Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la esperanza de la vocación a la que habéis sido convocados. Un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios, Padre de todo, que lo trasciende todo, y lo penetra todo, y lo invade todo.


A cada uno de nosotros se le ha dado la gracia según la medida del don de Cristo. Por eso dice la Escritura: «Subió a lo alto llevando cautivos y dio dones a los hombres.» El «subió» supone que había bajado a lo profundo de la tierra; y el que bajó es el mismo que subió por encima de todos los cielos para llenar el universo.


Y él ha constituido a unos, apóstoles, a otros, profetas, a otros, evangelizadores, a otros, pastores y maestros, para el perfeccionamiento de los santos, en función de su ministerio, y para la edificación del cuerpo de Cristo; hasta que lleguemos todos a la unidad en la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios, al hombre perfecto, a la medida de Cristo en su plenitud. Para que ya no seamos niños sacudidos por las olas y llevados al retortero por todo viento de doctrina, en la trampa de los hombres, que con astucia conduce al error; sino que, realizando la verdad en el amor, hagamos crecer todas las cosas hacia él, que es la cabeza: Cristo, del cual todo el cuerpo, bien ajustado y unido a través de todo el complejo de junturas que lo nutren, actuando a la medida de cada parte, se procura el crecimiento del cuerpo, para construcción de sí mismo en el amor.


R/. Ninguna predicción antigua aconteció por designio humano; hombres como eran, hablaron de parte de Dios, movidos por el Espíritu Santo. Aleluya.


V/. Es el Señor quien da sensatez, de su boca procede el saber.


R/. Hombres como eran, hablaron de parte de Dios, movidos por el Espíritu Santo. Aleluya.


L. Patrística


La predicación de la verdad

San Ireneo, Obispo


Contra las herejías (Libro 1,10,1-3: PG 7,550-554)


La Iglesia, diseminada por el mundo entero hasta los confines de la tierra, recibió de los apóstoles y de sus discípulos la fe en un solo Dios Padre todopoderoso, que hizo el cielo, la tierra, el mar y todo lo que contienen; y en un solo Jesucristo, Hijo de Dios, que se encarnó por nuestra salvación; y en el Espíritu Santo, que por los profetas anunció los planes de Dios, el advenimiento de Cristo, su nacimiento de la Virgen, su pasión, su resurrección de entre los muertos, su ascensión corporal a los cielos, su venida de los cielos, en la gloria del Padre, para recapitular todas las cosas y resucitar a todo el linaje humano, a fin de que ante Cristo Jesús, nuestro Señor, Dios y Salvador y Rey, por voluntad del Padre invisible, toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame a quien hará justo juicio en todas las cosas.


La Iglesia, pues, diseminada, como hemos dicho, por el mundo entero, guarda diligentemente la predicación y la fe recibida, habitando como en una única casa; y su fe es igual en todas partes, como si tuviera una sola alma y un solo corazón, y cuanto predica, enseña y transmite, lo hace al unísono, como si tuviera una sola boca. Pues, aunque en el mundo haya muchas lenguas distintas, el contenido de la tradición es uno e idéntico para todos.


Las Iglesias de Germania creen y transmiten lo mismo que las otras de los iberos o de los celtas, de Oriente, Egipto o Libia o del centro del mundo. Al igual que el sol, criatura de Dios, es uno y el mismo en todo el mundo, así también la predicación de la verdad resplandece por doquier e ilumina a todos aquellos que quieren llegar al conocimiento de la verdad.


En las Iglesias no dirán cosas distintas los que son buenos oradores, entre los dirigentes de la comunidad (pues nadie está por encima del Maestro), ni la escasa oratoria de otros debilitará la fuerza de la tradición, pues siendo la fe una y la misma, ni la amplía el que habla mucho ni la disminuye el que habla poco.


R/. Cristo me envió a anunciar el Evangelio, y no con sabiduría de palabras, para no hacer ineficaz la cruz de Cristo. El mensaje de la cruz es necedad para los que están en vías de perdición; pero para los que están en vías de salvación es fuerza de Dios. Aleluya.


V/. Y como, en la sabiduría de Dios, el mundo no lo conoció por el camino de la sabiduría, quiso Dios valerse de la necedad de la predicación, para salvar a los creyentes.


R/. El mensaje de la cruz es necedad para los que están en vías de perdición; pero para los que están en vías de salvación es fuerza de Dios. Aleluya.


Te Deum


(sólo domingos, solemnidades y fiestas)


A ti, oh Dios, te alabamos,

a ti, Señor, te reconocemos.


A ti, eterno Padre,

te venera toda la creación.


Los ángeles todos, los cielos

y todas las potestades te honran.


Los querubines y serafines

te cantan sin cesar:


Santo, Santo, Santo es el Señor,

Dios del universo.


Los cielos y la tierra

están llenos de la majestad de tu gloria.


A ti te ensalza

el glorioso coro de los apóstoles,

la multitud admirable de los profetas,

el blanco ejército de los mártires.


A ti la Iglesia santa,

extendida por toda la tierra,

te proclama:


Padre de inmensa majestad,

Hijo único y verdadero, digno de adoración,

Espíritu Santo, Defensor.


Tú eres el Rey de la gloria, Cristo.


Tú eres el Hijo único del Padre.


Tú, para liberar al hombre,

aceptaste la condición humana

sin desdeñar el seno de la Virgen.


Tú, rotas las cadenas de la muerte,

abriste a los creyentes el reino del cielo.


Tú te sientas a la derecha de Dios

en la gloria del Padre.


Creemos que un día

has de venir como juez.


Te rogamos, pues,

que vengas en ayuda de tus siervos,

a quienes redimiste con tu preciosa sangre.


Haz que en la gloria eterna

nos asociemos a tus santos.


(lo que sigue puede omitirse)


Salva a tu pueblo, Señor,

y bendice tu heredad.


Sé su pastor

y ensálzalo eternamente.


Día tras día te bendecimos

y alabamos tu nombre para siempre,

por eternidad de eternidades.


Dígnate, Señor, en este día

guardarnos del pecado.


Ten piedad de nosotros, Señor,

ten piedad de nosotros.


Que tu misericordia, Señor,

venga sobre nosotros,

como lo esperamos de ti.


En ti, Señor, confié,

no me veré defraudado para siempre.


San Marcos, evangelista, fiesta


1P 5,5b-14: Os saluda Marcos, mi hijo.


Queridos hermanos: Tened sentimientos de humildad unos con otros, porque Dios resiste a los soberbios, pero da su gracia a los humildes. Inclinaos, pues, bajo la mano poderosa de Dios, para que, a su tiempo, os ensalce. Descargad en él todo vuestro agobio, que él se interesa por vosotros. Sed sobrios, estad alerta, que vuestro enemigo, el diablo, como león rugiente, ronda buscando a quién devorar. Resistidle firmes en la fe, sabiendo que vuestros hermanos en el mundo entero pasan por los mismos sufrimientos. Tras un breve padecer, el mismo Dios de toda gracia, que os ha llamado en Cristo a su eterna gloria, os restablecerá, os afianzará, os robustecerá. Suyo es el poder por los siglos. Amén. Os he escrito esta breve carta por mano de Silvano, al que tengo por hermano fiel, para exhortaros y atestiguaros que ésta es la verdadera gracia de Dios. Manteneos en ella. Os saluda la comunidad de Babilonia, y también Marcos, mi hijo. Saludaos entre vosotros con el beso del amor fraterno. Paz a todos vosotros, los cristianos.


Sal 88,2-3.6-7.16-17: Cantaré eternamente tus misericordias, Señor.


Cantaré eternamente las misericordias del Señor, anunciaré tu fidelidad por todas las edades. Porque dije: «Tu misericordia es un edificio eterno, más que el cielo has afianzado tu fidelidad.»


El cielo proclama tus maravillas, Señor, y tu fidelidad, en la asamblea de los ángeles. ¿Quién sobre las nubes se compara a Dios? ¿Quién como el Señor entre los seres divinos?


Dichoso el pueblo que sabe aclamarte: caminará, oh Señor, a la luz de tu rostro; tu nombre es su gozo cada día, tu justicia es su orgullo.


Mc 16,15-20: Proclamad el Evangelio a toda la creación.


En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo:


«ld al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos.» Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban


Francisco Fernández-CarvajalHablar con Dios


25 de abril


SAN MARCOS EVANGELISTA*


Fiesta


— Colaborador de Pedro.


— Recomenzar siempre para llegar a ser buenos instrumentos del Señor.


— El mandato apostólico.


I. Desde muy joven, San Marcos fue uno de aquellos primeros cristianos de Jerusalén que vivieron en torno a la Virgen y a los Apóstoles, a los que conoció con intimidad: la madre de Marcos fue una de las primeras mujeres que ayudaron a Jesús y a los Doce con sus bienes. Marcos era, además, primo de Bernabé, una de las grandes figuras de aquella primera hora, quien le inició en la tarea de propagar el Evangelio. Acompañó a Pablo y a Bernabé en el primer viaje apostólico1; pero al llegar a Chipre, Marcos, que quizá no se sintió con fuerzas para seguir adelante, los abandonó y se volvió a Jerusalén2. Esta falta de constancia disgustó a Pablo, hasta tal punto que, al planear el segundo viaje, Bernabé quiso llevar de nuevo a Marcos, pero Pablo se opuso por haberles abandonado en el viaje anterior. La diferencia fue tal que, a causa de Marcos, la expedición se dividió, y Pablo y Bernabé se separaron y llevaron a cabo viajes distintos.


Unos diez años más tarde, Marcos se encuentra en Roma, ayudando esta vez a Pedro, quien le llama mi hijo3, señalando una íntima y antigua relación entrañable. Marcos está en calidad de intérprete del Príncipe de los Apóstoles, lo cual será una circunstancia excepcional que se reflejará en su Evangelio, escrito pocos años más tarde. Aunque San Marcos no recoge algunos de los grandes discursos del Maestro, nos ha dejado, como en compensación, la viveza en la descripción de los episodios de la vida de Jesús con sus discípulos. En sus relatos podemos acercarnos a las pequeñas ciudades de la ribera del lago de Genesaret, sentir el bullicio de sus gentes que siguen a Jesús, casi conversar con algunos de sus habitantes, contemplar los gestos admirables de Cristo, las reacciones espontáneas de los Doce...; en una palabra, asistir a la historia evangélica como si fuéramos uno más de los participantes en los episodios. Con esos relatos tan vivos el Evangelista consigue su propósito de dejar en nuestra alma el atractivo, arrollador y sereno a la vez, de Jesucristo, algo de lo que los mismos Apóstoles sentían al convivir con el Maestro. San Marcos, en efecto, nos transmite lo que San Pedro explicaba con la honda emoción que no pasa con los años, sino que se hace cada vez más profunda y consciente, más penetrante y entrañable. Se puede afirmar que el mensaje de Marcos es el espejo vivo de la predicación de San Pedro4.


San Jerónimo nos dice que «Marcos, discípulo e intérprete de Pedro, puso por escrito su Evangelio, a ruego de los hermanos que vivían en Roma, según lo que había oído predicar a este. Y el mismo Pedro, habiéndolo escuchado, lo aprobó con su autoridad para que fuese leído en la Iglesia»5. Fue sin duda la principal misión de su vida: transmitir fielmente las enseñanzas de Pedro. ¡Cuánto bien ha hecho a través de los siglos! ¡Cómo debemos agradecerle hoy el amor que puso en su trabajo y la correspondencia fiel a la inspiración del Espíritu Santo! También la fiesta que celebramos es una buena ocasión para examinar qué atención, qué amor prestamos a esa lectura diaria del Santo Evangelio, que es Palabra de Dios dirigida expresamente a cada uno de nosotros: ¡cuántas veces hemos hecho de hijo pródigo, o nos hemos servido de la oración del ciego Bartimeo –Domine, ut videam!, ¡Señor, que vea!– o de la del leproso -Domine, si vis, potes me mundare!, ¡Señor, si quieres, puedes limpiarme...!. ¡Cuántas veces hemos sentido en lo hondo del alma que Cristo nos miraba y nos invitaba a seguirle más de cerca, a romper con un hábito que nos alejaba de Él, a vivir mejor la caridad, como discípulos suyos, con esas personas que nos costaba un poco más...!


II. Marcos permaneció varios años en Roma. Además de servir a Pedro, lo vemos como colaborador de Pablo en su ministerio6. A aquel que no quiso que le acompañara en su segundo viaje apostólico, ahora le sirve de profundo consuelo7, siéndole muy fiel. Todavía más tarde, hacia el año 66, el Apóstol pide a Timoteo que venga con Marcos, pues este le es muy útil para el Evangelio8. El incidente de Chipre, de tanta resonancia en aquellos momentos primeros, está ya completamente olvidado. Es más, Pablo y Marcos son amigos y colaboradores en aquello que es verdaderamente lo importante, la extensión del Reino de Cristo. ¡Qué ejemplo para que nosotros no formemos nunca juicios definitivos sobre las personas! ¡Qué enseñanza para saber, si fuera preciso, reconstruir una amistad que parecía rota para siempre!


La Iglesia nos lo propone hoy como modelo. Y puede ser un gran consuelo y un buen motivo de esperanza para muchos de nosotros contemplar la vida de este santo Evangelista, pues, a pesar de las propias flaquezas, podemos, como él, confiar en la gracia divina y en el cuidado de nuestra Madre la Iglesia. Las derrotas, las cobardías, pequeñas o grandes, han de servirnos para ser más humildes, para unirnos más a Jesús y sacar de Él la fortaleza que nosotros no tenemos.


Nuestras imperfecciones no nos deben alejar de Dios y de nuestra misión apostólica, aunque veamos en algún momento que no hemos correspondido del todo a las gracias del Señor, o que hemos flaqueado quizá cuando los demás esperaban firmeza... En esas y en otras circunstancias, si se dieran, no debemos sorprendernos, «pues no tiene nada de admirable que la enfermedad sea enferma, la debilidad débil y la miseria mezquina. Sin embargo -aconseja San Francisco de Sales detesta con todas tus fuerzas la ofensa que has hecho a Dios y, con valor y confianza en su misericordia, prosigue el camino de la virtud que habías abandonado»9.


Las derrotas y las cobardías tienen su importancia, y por eso acudimos al Señor y le pedimos perdón y ayuda. Pero, precisamente porque Dios confía en nosotros, debemos recomenzar cuanto antes y disponernos a ser más fieles, porque contamos con una gracia nueva. Y junto al Señor aprenderemos a sacar fruto de las propias debilidades, precisamente cuando el enemigo, que nunca descansa, pretendía desalentarnos y, con el desánimo, que abandonáramos la lucha. Jesús nos quiere suyos a pesar, si la hubo, de una historia anterior de debilidades.


III. Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación10, leemos hoy en la Antífona de entrada. Es el mandato apostólico recogido por San Marcos. Y más adelante, el Evangelista, movido por el Espíritu Santo, da testimonio de que este mandato de Cristo ya se estaba cumpliendo en el momento en que escribe su Evangelio: los Apóstoles, partiendo de allí, predicaron por todas partes, y el Señor cooperaba y confirmaba la palabra con los milagros que la acompañaban11. Son las palabras finales de su Evangelio.


San Marcos fue fiel al mandato apostólico que tantas veces oiría predicar a Pedro: Id al mundo entero... Él mismo, personalmente y a través de su Evangelio, fue levadura eficaz en su tiempo, como lo debemos ser nosotros. Si ante su primera derrota no hubiera reaccionado con humildad y firmeza, quizá no tendríamos hoy el tesoro de las palabras y de los hechos de Jesús, que tantas veces hemos meditado, y muchos hombres y mujeres no habrían sabido nunca -a través de él que Jesús es el Salvador de la humanidad y de cada criatura.


La misión de Marcos, como la de los Apóstoles, los evangelizadores de todos los tiempos, y la del cristiano que es consecuente con su vocación, no debió resultar fácil, como lo prueba su martirio. Debió estar lleno de alegrías, y también de incomprensiones, fatigas y peligros, siguiendo las huellas del Señor.


Gracias a Dios, y también a esta generación que vivió junto a los Apóstoles, ha llegado hasta nosotros la fuerza y el gozo de Cristo. Pero cada generación de cristianos, cada hombre, debe recibir esa predicación del Evangelio y a su vez transmitirlo. La gracia del Señor no faltará nunca: non est abbreviata manus Domini12, el poder de Dios no ha disminuido. «El cristiano sabe que Dios hace milagros: que los realizó hace siglos, que los continuó haciendo después y que los sigue haciendo ahora»13. Nosotros, cada cristiano, con la ayuda del Señor, haremos esos milagros en las almas de nuestros parientes, amigos y conocidos, si permanecemos unidos a Cristo mediante la oración.


Marcos, aunque de nombre romano, era judío de nacimiento y era conocido también con el nombre hebreo de Juan. Conoció con toda probabilidad a Jesucristo, aunque no fue de los Doce Apóstoles. Muchos autores eclesiásticos ven, en el episodio del muchacho que soltó la sábana y huyó a la hora del prendimiento de Jesús en Getsemaní, una especie de firma velada del propio Marcos a su Evangelio, ya que solo él lo relata. Este dato viene corroborado por el hecho de que Marcos era hijo de María, al parecer viuda de desahogada posición económica, en cuya casa se reunían los primeros cristianos de Jerusalén. Una antigua tradición afirma que esa era la misma casa del Cenáculo, donde el Señor celebró la Última Cena e instituyó la Sagrada Eucaristía.


Era primo de San Bernabé, y acompañó a San Pablo en su primer viaje apostólico y estuvo a su lado a la hora de su muerte. En Roma fue también discípulo de San Pedro. En su Evangelio expuso con fidelidad, inspirado por el Espíritu Santo, la enseñanza del Príncipe de los Apóstoles. Según una antigua tradición recogida por San Jerónimo, San Marcos -después del martirio de San Pedro y San Pablo, bajo el emperador Nerón se dirigió a Alejandría, cuya Iglesia le reconoce como su evangelizador y primer Obispo. De Alejandría, en el año 825, fueron trasladadas sus reliquias a Venecia, donde se le venera como Patrono.


Pascua. 3ª semana. Martes


RECTITUD DE INTENCIÓN


— Pureza de intención y presencia de Dios. Actuar de cara a Dios.


— Vigilantes ante las alabanzas y elogios. «Para Dios toda la gloria». Rectificar.


— Examinar los motivos que mueven nuestras acciones. Omisiones en el apostolado por falta de rectitud de intención.


I. La vida de los primeros fieles y su testimonio en el mundo nos dan a conocer su temple y valentía. No tenían como norma de conducta aquello que era más fácil o más cómodo o más popular, sino el cumplimiento acabado de la voluntad de Dios. «No hacían caso de los peligros de la muerte (...), ni de su pequeño número, ni de la multitud de sus contrarios, ni del poder, fuerza y sabiduría de sus enemigos; porque tenían fuerzas mayores que todo eso: el poder de Aquel que había muerto en la Cruz y había resucitado»1. Tenían la mirada fija en Cristo, que dio su vida por todos los hombres. No buscaban su gloria personal ni el aplauso de sus conciudadanos. Actuaban con rectitud de intención, con la mirada puesta en su Señor. Esto es lo que permite decir a San Esteban en el momento de su martirio: Señor, no les tengas en cuenta su pecado2, como leemos en la Misa de hoy.


La intención es recta cuando Cristo es el fin y el motivo de nuestras acciones. «La pureza de intenciones no es más que presencia de Dios: Dios nuestro Señor está presente en todas nuestras intenciones. ¡Qué libre estará nuestro corazón de todo impedimento terrenal, qué limpia será nuestra mirada y qué sobrenatural todo nuestro modo de obrar cuando Jesucristo reine de verdad en el mundo de nuestra intimidad y presida toda nuestra intención!»3.


Por el contrario, quien busca la aprobación ajena y el aplauso de los demás puede llegar a deformar la propia conciencia: Se puede entonces tomar como criterio de actuación «el qué dirán» y no la voluntad de Dios. La preocupación por la opinión de los demás podría transformarse en miedo al ambiente; se llegaría fácilmente entonces a neutralizar la actividad apostólica de los cristianos, quienes «han tomado sobre sí una tarea urgente que han de cumplir en la tierra»4: la evangelización del mundo.


En ocasiones, por no desentonar con el ambiente, se comienza con facilidad a no ser del todo coherente con los principios. Se cae en la tentación de inclinarse hacia el lado en que es más fácil recoger sonrisas y cumplidos, o, en el mejor de los casos, del lado de la mediocridad. Es lo que ocurrió con los fariseos. «Ella (la vanagloria y la cobardía) fue la que los apartó de Dios; ella les hizo buscar otro teatro para sus luchas, y esto los perdió. Porque como se procura agradar a los espectadores que cada uno tiene, según los espectadores, tales son los combates que se realizan»5. Por el contrario, el que busca de verdad a Cristo ha de saber que su conducta –sobre todo si su vida se desarrolla en un medio poco cristiano– será impopular y combatida en muchas ocasiones.


Debemos procurar, en primer lugar, en nuestras actuaciones, agradar a Cristo. Si aún buscara agradar a los hombres, no sería siervo de Cristo6. Y el mismo San Pablo replicaba así a algunos fieles de Corinto que criticaban su apostolado: En cuanto a mí, muy poco se me da ser juzgado por vosotros o por cualquier otro tribunal, que ni aun a mí mismo me juzgo... Quien me juzga es el Señor7.


Los juicios humanos son a menudo errados y poco fiables. Solo Dios puede juzgar nuestras acciones y también nuestras intenciones. «Entre las sorpresas que nos esperan en el día del juicio, no será la menor el silencio que el Señor guardará sobre aquellas de nuestras acciones que nos valieron los aplausos de nuestros semejantes (...). En cambio, puede suceder que haya inscrito en nuestro activo algunas acciones que nos hayan atraído críticas, censuras (...). Nuestro juez es el Señor. Y a Él es a quien hemos de agradar»8. Preguntémonos muchas veces al día: ¿hago en este momento lo que debo?, ¿busco la gloria de Dios, o la propia vanidad, el quedar bien? Si somos sinceros en esas ocasiones, tendremos luz para rectificar la intención, si fuera necesario, y dirigirla al Señor.


II. Una mala intención destruye las mejores acciones; la obra puede estar bien hecha, incluso ser beneficiosa, pero, por estar corrompida en su fuente, pierde todo su valor a los ojos de Dios. La vanidad o el buscarse a uno mismo puede destruir, a veces totalmente, lo que podría haber sido una obra de santidad. Sin rectitud de intención equivocamos el camino.


En algunas ocasiones el recibir un pequeño elogio es un signo de amistad y puede ayudarnos en el camino del bien. Pero debemos dirigirlo con sencillez al Señor; además, una cosa es recibir un elogio, una señal de ser bien recibidos, y otra, el buscarlo. Y siempre hemos de estar atentos y vigilantes ante las alabanzas, pues «muchas veces nuestra débil alma, cuando recibe por sus buenas acciones el halago de los aplausos humanos, se desvía (...), encontrando así mayor placer en ser llamada dichosa que en serlo realmente (...). Y aquello que había de serle motivo de alabanza a Dios se le convierte en causa de separación»9.


El Señor señala en diversas ocasiones el pago de las buenas obras hechas sin rectitud de intención: ya recibieron su recompensa, dice refiriéndose a los fariseos que buscaban el ser alabados y considerados. Se ha obtenido lo que se había buscado: una mirada de aprobación, un gesto admirativo, una palabra elogiosa. Y de todo eso quedará solo humo en muy poco tiempo: nada para la eternidad. ¡Qué fracaso haber perdido tanto por tan poco! Dios recibe nuestras acciones –aunque sean pequeñas– si las hemos ofrecido con intención pura: hacedlo todo para la gloria de Dios10, nos aconseja San Pablo. Las dos pequeñas monedas que aquella pobre viuda echó en el cepillo del Templo11, se convirtieron en un gran tesoro en el Cielo.


El Señor contempla nuestra vida y tiene cada día la mano extendida para ver qué le ofrecemos: acepta aquello que verdaderamente hacemos por Él. De lo demás ya recibimos nuestra triste recompensa aquí abajo. «Pureza de intención. —Las sugestiones de la soberbia y los ímpetus de la carne los conocemos pronto... y peleas y, con la gracia, vences.


»Pero los motivos que te llevan a obrar, aun en las acciones más santas, no te parecen claros... y sientes una voz allá dentro que te hace ver razones humanas..., con tal sutileza, que se infiltra en tu alma la intranquilidad de pensar que no trabajas como debes hacerlo —por puro Amor, sola y exclusivamente por dar a Dios toda su gloria.


»Reacciona enseguida cada vez y di: “Señor, para mí nada quiero. —Todo para tu gloria y por Amor”»12.


Qué estupenda jaculatoria para repetirla muchas veces: «Señor, para mí nada quiero. —Todo para tu gloria y por Amor». Nos ayudará a vivir el desprendimiento de tantas cosas y a rectificar la intención en muchas ocasiones.


III. Para ser personas de intención recta es conveniente examinar los motivos que mueven nuestras acciones: considerar en la presencia de Dios lo que nos induce a comportarnos de una manera o de otra, lo que nos lleva a reaccionar de este modo, si existen omisiones en nuestro apostolado por falsos respetos humanos, si nos amoldamos con facilidad a un ambiente poco cristiano, etcétera. A la luz de la fe podremos descubrir los puntos de cobardía o de vanagloria que puede haber en la conducta.


Nos indica el Señor una norma clara: cuando des limosna no lo vayas pregonando...13, no publicar lo que hacemos, no detenernos en lo que nos parece que hemos hecho bien. Ni en el momento de hacerlo, ni después: que tu mano izquierda no sepa lo que hace tu derecha. No dejar de hacer tampoco aquello que debemos.


Tenemos un testigo de excepción. Ninguno de nuestros actos pasa inadvertido ante nuestro Padre Dios. Nada le es indiferente, esto ya es recompensa suficiente, un gran motivo para rectificar la intención en el trabajo y en las obras de apostolado. «Una impaciente y desordenada preocupación por subir profesionalmente, puede disfrazar el amor propio so capa “de servir a las almas”. Con falsía –no quito una letra–, nos forjamos la justificación de que no debemos desaprovechar ciertas coyunturas, ciertas circunstancias favorables...


»Vuelve tus ojos a Jesús: Él es “el Camino”. También durante sus años escondidos surgieron coyunturas y circunstancias “muy favorables”, para anticipar su vida pública. A los doce años, por ejemplo, cuando los doctores de la ley se admiraron de sus preguntas y de sus respuestas... Pero Jesucristo cumple la Voluntad de su Padre, y espera: ¡obedece!


»—Sin perder esa santa ambición tuya de llevar el mundo entero a Dios, cuando se insinúen esas iniciativas –ansias quizá de deserción–, recuerda que también a ti te toca obedecer y ocuparte de esa tarea oscura, poco brillante, mientras el Señor no te pida otra cosa: Él tiene sus tiempos y sus sendas»14.


Vigilancia nos pide el Señor, porque si nos descuidamos, buscaremos la recompensa de aquí abajo, y dejaremos de hacer el bien por cobardía, por respetos humanos, por miedo a la opinión de los demás. No nos vaya a suceder «como la nave, que ha realizado muchos viajes, y ha escapado de muchas tempestades, pero en el mismo puerto choca contra una roca y se le caen por la borda todos los tesoros que guardaba; así, quien, después de muchos trabajos, no rechaza el deseo de alabanzas, naufraga en el mismo puerto»15.


Somos más libres cuando hacemos las cosas solamente por Dios. Así no estamos supeditados al «qué dirán» ni a la gratitud humana, que es siempre frágil. La rectitud de intención nos ayuda a realizar un apostolado más fecundo en cualquier ambiente y en cualquier circunstancia, nos señala el camino de la libertad anterior.


Salmo 62,2-9: El alma sedienta de Dios


Ant: Los santos evangelistas indagaron la sabiduría de sus predecesores y confirmaron su relato con oráculos de los profetas. Aleluya.


Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo,

mi alma está sedienta de ti;

mi carne tiene ansia de ti,

como tierra reseca, agostada, sin agua.


¡Cómo te contemplaba en el santuario

viendo tu fuerza y tu gloria!

Tu gracia vale más que la vida,

te alabarán mis labios.


Toda mi vida te bendeciré

y alzaré las manos invocándote.

Me saciaré como de enjundia y de manteca,

y mis labios te alabarán jubilosos.


En el lecho me acuerdo de ti

y velando medito en ti,

porque fuiste mi auxilio,

y a la sombra de tus alas canto con júbilo;

mi alma está unida a ti,

y tu diestra me sostiene.


Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo

como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.


Ant: Los santos evangelistas indagaron la sabiduría de sus predecesores y confirmaron su relato con oráculos de los profetas. Aleluya.


Daniel 3,57-88.56: Toda la creación alabe al Señor


Ant: Por la fe en la verdad, Dios nos llamó por medio del Evangelio, para que sea nuestra la gloria de nuestro Señor Jesucristo. Aleluya.


Criaturas todas del Señor, bendecid al Señor,

ensalzadlo con himnos por los siglos.


Ángeles del Señor, bendecid al Señor;

cielos, bendecid al Señor.


Aguas del espacio, bendecid al Señor;

ejércitos del Señor, bendecid al Señor.


Sol y luna, bendecid al Señor;

astros del cielo, bendecid al Señor.


Lluvia y rocío, bendecid al Señor;

vientos todos, bendecid al Señor.


Fuego y calor, bendecid al Señor;

fríos y heladas, bendecid al Señor.


Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;

témpanos y hielos, bendecid al Señor.


Escarchas y nieves, bendecid al Señor;

noche y día, bendecid al Señor.


Luz y tinieblas, bendecid al Señor;

rayos y nubes, bendecid al Señor.


Bendiga la tierra al Señor,

ensálcelo con himnos por los siglos.


Montes y cumbres, bendecid al Señor;

cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.


Manantiales, bendecid al Señor;

mares y ríos, bendecid al Señor.


Cetáceos y peces, bendecid al Señor;

aves del cielo, bendecid al Señor.


Fieras y ganados, bendecid al Señor,

ensalzadlo con himnos por los siglos.


Hijos de los hombres, bendecid al Señor

bendiga Israel al Señor.


Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;

siervos del Señor, bendecid al Señor.


Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;

santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.


Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,

ensalzadlo con himnos por los siglos.


Bendigamos al Padre y al Hijo con el Espíritu Santo,

ensalcémoslo con himnos por los siglos.


Bendito el Señor en la bóveda del cielo,

alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.


Ant: Por la fe en la verdad, Dios nos llamó por medio del Evangelio, para que sea nuestra la gloria de nuestro Señor Jesucristo. Aleluya.


Salmo 149: Alegría de los santos


Ant: Muchos alabarán su inteligencia, que no perecerá jamás. Aleluya.


Cantad al Señor un cántico nuevo,

resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;

que se alegre Israel por su Creador,

los hijos de Sión por su Rey.


Alabad su nombre con danzas,

cantadle con tambores y cítaras;

porque el Señor ama a su pueblo

y adorna con la victoria a los humildes.


Que los fieles festejen su gloria

y canten jubilosos en filas:

con vítores a Dios en la boca

y espadas de dos filos en las manos:


para tomar venganza de los pueblos

y aplicar el castigo a las naciones,

sujetando a los reyes con argollas,

a los nobles con esposas de hierro.


Ejecutar la sentencia dictada

es un honor para todos sus fieles.


Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo

como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.


Ant: Muchos alabarán su inteligencia, que no perecerá jamás. Aleluya.


Lectura


1Co 15,1-2a.3-4


Os recuerdo hermanos, el Evangelio que os proclamé y que vosotros aceptasteis, y en el que estáis fundados y que os está salvando. Porque lo primero que yo os transmití, tal como lo había recibido, fue esto: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras.


V/. Contaron las alabanzas del señor y su poder. Aleluya, aleluya.


R/. Contaron las alabanzas del señor y su poder. Aleluya, aleluya.


V/. Y las maravillas que realizó.


R/. Aleluya, aleluya.


V/. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo


R/. Contaron las alabanzas del señor y su poder. Aleluya, aleluya.


Cántico Ev.


Ant: La gracia de Cristo ha constituido, a unos, evangelistas y, a otros, doctores, y los ha enviado al pueblo creyente como ministros de la fe. Aleluya.



Bendito sea el Señor, Dios de Israel,

porque ha visitado y redimido a su pueblo,

suscitándonos una fuerza de salvación

en la casa de David, su siervo,

según lo había predicho desde antiguo,

por boca de sus santos profetas.


Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos

y de la mano de todos los que nos odian;

realizando la misericordia

que tuvo con nuestros padres,

recordando su santa alianza

y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.


Para concedernos que, libres de temor,

arrancados de la mano de los enemigos,

le sirvamos con santidad y justicia,

en su presencia, todos nuestros días.


Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,

porque irás delante del Señor

a preparar sus caminos,

anunciando a su pueblo la salvación,

el perdón de sus pecados.


Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,

nos visitará el sol que nace de lo alto,

para iluminar a los que viven en tinieblas

y en sombra de muerte,

para guiar nuestros pasos

por el camino de la paz.


Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo

como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.


Ant: La gracia de Cristo ha constituido, a unos, evangelistas y, a otros, doctores, y los ha enviado al pueblo creyente como ministros de la fe. Aleluya.


Preces


Invoquemos a nuestro Salvador, que, al destruir la muerte, iluminó la vida por medio del Evangelio, y digámosle humildemente:


Confirma a tu Iglesia en la fe y en la caridad


- Tú que, por medio de doctores santos y eximios, has hecho resplandecer de modo admirable a tu Iglesia,

haz que los cristianos se alegren siempre de ese resplandor.


- Tú que, cuando los santos pastores te suplicaban, como Moisés, perdonaste los pecados del pueblo,

santifica, por su intercesión, a tu Iglesia con una purificación continua.


- Tú que, en medio de los fieles, consagraste a los santos pastores y, por tu Espíritu, los dirigiste,

llena del Espíritu Santo a todos los que rigen a tu pueblo.


- Tú que fuiste el lote y la heredad de los santos pastores,

no permitas que ninguno de los que fueron adquiridos por tu sangre esté alejado de ti.


Ya que deseamos que la luz de Cristo ilumine a todos los hombres, pidamos al Padre que a todos llegue el reino de su Hijo:


Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre;


venga a nosotros tu reino;


hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.


Danos hoy nuestro pan de cada día;


perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.


No nos dejes caer en la tentación,


y líbranos del mal.


Final


Señor, Dios nuestro, que enalteciste a tu evangelista san Marcos con el ministerio de la predicación evangélica, concédenos aprovechar de tal modo sus enseñanzas que sigamos siempre fielmente las huellas de Cristo. Que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.


Amén.

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