Custodia

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Saludo

Bendición

lunes, 17 de abril de 2023

Oficio, lecturas, reflexión y laudes +

 


Lunes II de Pascua, feria



V/. -Señor, Ábreme los labios.
R/. -Y mi boca proclamará tu alabanza.

Invitatorio

Salmo 94: Invitación a la alabanza divina

Ant: Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

-se repite la antífona

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

-se repite la antífona

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

-se repite la antífona

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.

-se repite la antífona

Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
"Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso."»

-se repite la antífona

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.

 
Himno

Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.

Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.

Lucharon vida y muerte
en singular batalla,
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.

"¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?"
"A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,

los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!

Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua."

Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.

Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa. Amén. Aleluya.

Salmo 30,2-17.20-25 - I: Súplica confiada de un afligido

Ant: Inclina tu oído hacia mí, Señor, y ven a salvarme. Aleluya.

A ti, Señor, me acojo:
no quede yo nunca defraudado;
tú, que eres justo, ponme a salvo,
inclina tu oído hacia mí;

ven aprisa a librarme,
sé la roca de mi refugio,
un baluarte donde me salve,
tú que eres mi roca y mi baluarte;

por tu nombre dirígeme y guíame:
sácame de la red que me han tendido,
porque tú eres mi amparo.

A tus manos encomiendo mi espíritu:
Tú, el Dios leal, me librarás;
tú aborreces a los que veneran ídolos inertes, pero yo confío en el Señor;
tu misericordia sea mi gozo y mi alegría.

Te has fijado en mi aflicción,
velas por mi vida en peligro;
no me has entregado en manos del enemigo,
has puesto mis pies en un camino ancho.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Inclina tu oído hacia mí, Señor, y ven a salvarme. Aleluya.

Salmo 30,2-17.20-25 - II:

Ant: Haz brillar, Señor, tu rostro sobre tu siervo. Aleluya.

Piedad, Señor, que estoy en peligro:
se consumen de dolor mis ojos,
mi garganta y mis entrañas.

Mi vida se gasta en el dolor;
mis años en los gemidos;
mi vigor decae con las penas,
mis huesos se consumen.

Soy la burla de todos mis enemigos,
la irrisión de mis vecinos,
el espanto de mis conocidos:
me ven por la calle y escapan de mí.
Me han olvidado como a un muerto,
me han desechado como a un cacharro inútil.

Oigo el cuchicheo de la gente,
y todo me da miedo;
se conjuran contra mí
y traman quitarme la vida.

Pero yo confío en ti, Señor,
te digo: «Tú eres mi Dios.»
En tu mano están mis azares:
líbrame de los enemigos que me persiguen;
haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
sálvame por tu misericordia.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Haz brillar, Señor, tu rostro sobre tu siervo. Aleluya.

Salmo 30,2-17.20-25 - III:

Ant: Bendito sea el Señor, que ha hecho por mí prodigios de misericordia. Aleluya.

Qué bondad tan grande, Señor,
reservas para tus fieles,
y concedes a los que a ti se acogen
a la vista de todos.

En el asilo de tu presencia los escondes
de las conjuras humanas;
los ocultas en tu tabernáculo,
frente a las lenguas pendencieras.

Bendito sea el Señor, que ha hecho por mí
prodigios de misericordia
en la ciudad amurallada.

Yo decía en mi ansiedad:
«Me has arrojado de tu vista»;
pero tú escuchaste mi voz suplicante
cuando yo te gritaba.

Amad al Señor, fieles suyos;
el Señor guarda a sus leales,
y a los soberbios les paga con creces.

Sed fuertes y valientes de corazón,
los que esperáis en el Señor.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Bendito sea el Señor, que ha hecho por mí prodigios de misericordia. Aleluya.

V/. Mi corazón y mi carne. Aleluya.

R/. Exultan por el Dios vivo. Aleluya.

Lectura

V/. Mi corazón y mi carne. Aleluya.

R/. Exultan por el Dios vivo. Aleluya.

Visión del Hijo del hombre


Ap 1,1-20

Ésta es la revelación que Dios ha entregado a Jesucristo, para que muestre a sus siervos lo que tiene que suceder pronto. Dio la señal enviando su ángel a su siervo Juan. Este, narrando lo que ha visto, se hace testigo de la palabra de Dios y del testimonio de Jesucristo. Dichoso el que lee y dichosos los que escuchan las palabras de esta profecía y tienen presente lo que en ella está escrito, porque el momento está cerca.

Juan, a las siete Iglesias de Asia: Gracia y paz a vosotros de parte del que es y era y viene, de parte de los siete espíritus que están ante su trono y de parte de Jesucristo, el testigo fiel, el primogénito de entre los muertos, el príncipe de los reyes de la tierra. Aquel que nos amó nos ha librado de nuestros pecados por su sangre, nos ha convertido en un reino y hecho sacerdotes de Dios, su Padre. A él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.

Mirad: Él viene en las nubes. Todo ojo lo verá; también los que lo atravesaron. Todos los pueblos de la tierra se lamentarán por su causa. Sí. Amén.

Dice el Señor Dios: «Yo soy el Alfa y la Omega, el que es, el que era y el que viene, el Todopoderoso.»

Yo, Juan, vuestro hermano y compañero en la tribulación, en el reino y en la constancia en Jesús, estaba desterrado en la isla de Patmos, por haber predicado la palabra de Dios y haber dado testimonio de Jesús. Un domingo caí en éxtasis y oí a mis espaldas una voz potente, como una trompeta, que decía:

«Lo que veas escríbelo en un libro, y envíaselo a las siete Iglesias: Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardes, Filadelfia y Laodicea.»

Me volví a ver quién me hablaba, y, al volverme, vi siete candelabros de oro, y en medio de ellos una figura humana, vestida de larga túnica, con un cinturón de oro a la altura del pecho. El pelo de su cabeza era blanco como lana, como nieve; sus ojos llameaban, sus pies parecían bronce incandescente en la fragua, y era su voz como el estruendo del océano. Con la mano derecha sostenía siete estrellas, de su boca salía una espada aguda de dos filos, y su semblante resplandecía como el sol en plena fuerza. Al verlo, caí a sus pies como muerto. Él puso la mano derecha sobre mí y dijo:

«No temas: Yo soy el primero y el último, yo soy el que vive. Estaba muerto, y, ya ves, vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la muerte y del abismo. Escribe, pues, lo que veas: lo que está sucediendo y lo que ha de suceder más tarde. Éste es el simbolismo de las siete estrellas que viste en mi diestra y de los siete candelabros de oro: las siete estrellas significan los ángeles de las siete Iglesias; los siete candelabros, las siete Iglesias.»

R/. Cristo nos amó, y nos ha librado de nuestros pecados por su sangre. A él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Aleluya.


V/. Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, y así es el primero en todo.

R/. A él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Aleluya.

L. Patrística

La Pascua espiritual
Anónimo

De una homilía pascual de autor antiguo

La Pascua que celebramos es el origen de la salvación de todos los hombres, empezando por el primero de ellos, Adán, que pervive aún en todos los hombres y en nosotros recobra ahora la vida.

Aquellas instituciones temporales que fueron escritas al principio para prefigurar la realidad presente eran sólo imagen y prefiguración parcial e imperfecta de lo que ahora aparece; pero una vez presente la verdad, conviene que su imagen se eclipse; del mismo modo que, cuando llega el rey, a nadie se le ocurre venerar su imagen, sin hacer caso de su persona.

En nuestro caso es evidente hasta qué punto la imagen supera la realidad, puesto que aquella conmemoraba la momentánea preservación de la vida de los primogénitos judíos, mientras que ésta, la realidad, celebra la vida eterna de todos los hombres.

No es gran cosa, en efecto, escapar de la muerte por un cierto tiempo, si poco después hay que morir; sí lo es, en cambio, poderse librar definitivamente de la muerte; y éste es nuestro caso una vez que Cristo, nuestra Pascua, se inmoló por nosotros.

El nombre mismo de esta fiesta alcanza todo su significado si lo explicamos de acuerdo con el verdadero sentido de esta palabra. Pues Pascua significa paso, ya que el exterminador aquel que hería a los primogénitos de los egipcios pasaba de largo ante las casas de los hebreos. Y entre nosotros vuelve a pasar de largo el exterminador, porque pasa sin tocarnos, una vez que Cristo nos ha resucitado a la vida eterna.

Y ¿qué significa en orden a la realidad el hecho de que la Pascua y la salvación de los primogénitos tuvieron lugar en el principio del año? Es sin duda porque también para nosotros el sacrificio de la verdadera Pascua es el comienzo de la vida eterna.

Pues el año viene a ser como un símbolo de la eternidad, por cuanto con sus estaciones que se repiten sin cesar, va describiendo un círculo que nunca finaliza. Y Cristo, el padre del siglo futuro, la víctima inmolada por nosotros, es quien abolió toda nuestra vida pasada y por el bautismo nos dio una vida nueva, realizando en nosotros como una imagen de su muerte y de su resurrección.

Así, pues, todo aquel que sabe que la Pascua ha sido inmolada por él, sepa también que para él la vida empezó en el momento en que Cristo se inmoló para salvarle. Y Cristo se inmoló por nosotros si confesamos la gracia recibida y reconocemos que la vida nos ha sido devuelta por este sacrificio.

Y quien llegue al conocimiento de esto debe esforzarse en vivir de esta vida nueva y no pensar ya en volver otra vez a la antigua, puesto que la vida antigua ha llegado a su fin. Por ello dice la Escritura: Nosotros, que hemos muerto al pecado, ¿cómo vamos a vivir más en pecado?

Lunes II de Pascua, feria

Hch 4,23-31: Al terminar la oración, los llenó a todos el Espíritu Santo, y anunciaban con valentía la Palabra de Dios.

En aquellos días, puestos en libertad, Pedro y Juan volvieron al grupo de los suyos y les contaron lo que les habían dicho los sumos sacerdotes y los ancianos.

Al oírlo, todos juntos invocaron a Dios en voz alta:

- «Señor, tú hiciste el cielo, la tierra, el mar y todo lo que contienen; tú inspiraste a tu siervo, nuestro padre David, para que dijera:

"¿Por qué se amotinan las naciones, y los pueblos planean un fracaso? Se alían los reyes de la tierra, los príncipes conspiran contra el Señor y contra su Mesías."

Así fue: en esta ciudad se aliaron Herodes y Poncio Pilato con los gentiles y el pueblo de Israel contra tu santo siervo Jesús, tu Ungido, para realizar cuanto tu poder y tu voluntad habían determinado. Ahora, Señor, mira cómo nos amenazan, y da a tus siervos valentía para anunciar tu palabra; mientras tu brazo realiza curaciones, signos y prodigios, por el nombre de tu santo siervo Jesús.»

Al terminar la oración, tembló el lugar donde estaban reunidos, los llenó a todos el Espíritu Santo, y anunciaban con valentía la palabra de Dios.

Sal 2,1-3.4-6.7-9: Dichosos los que se refugian en ti, Señor.

¿Por qué se amotinan las naciones,
y los pueblos planean un fracaso?
Se alían los reyes de la tierra,
los príncipes conspiran
contra el Señor y contra su Mesías:
«Rompamos sus coyundas,
sacudamos su yugo».

El que habita en el cielo sonríe,
el Señor se burla de ellos.
Luego les habla con ira,
los espanta con su cólera: «Yo mismo he establecido a mi rey
en Sión, mi monte santo.»

Voy a proclamar el decreto del Señor;
él me ha dicho:
«Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy.
Pídemelo: te daré en herencia as naciones,
en posesión, los confines de la tierra:
los gobernarás con cetro de hierro,
los quebrarás como jarro de loza.»

Jn 3,1-8: El que no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios.

Había un fariseo llamado Nicodemo, jefe judío. Éste fue a ver a Jesús de noche y le dijo:

- «Rabí, sabemos que has venido de parte de Dios, como maestro; porque nadie puede hacer los signos que tú haces si Dios no está con él.»

Jesús le contestó:

- «Te lo aseguro, el que no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios.»

Nicodemo le pregunta:

- «¿Cómo puede nacer un hombre, siendo viejo? ¿Acaso puede por segunda vez entrar en el vientre de su madre y nacer? »

Jesús le contestó:

- «Te lo aseguro, el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es espíritu. No te extrañes de que te haya dicho: "Tenéis que nacer de nuevo"; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu.»



25 de marzo

LA VOCACIÓN DE SANTA MARÍA


— El ejemplo de Nuestra Señora.

— Corresponder a la propia vocación.

— El  que nos pide el Señor.

I. Al entrar al mundo dijo el Señor: Vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad1.

La Anunciación y Encarnación del Hijo de Dios es el hecho más maravilloso y extraordinario, el misterio más entrañable de las relaciones de Dios con los hombres y el más trascendental de la historia de la humanidad: ¡Dios se hace hombre y para siempre! Y sin embargo este acontecimiento tuvo lugar en un pueblo pequeño de un país prácticamente desconocido en su tiempo. En Nazareth, «el que es Dios verdadero nace como hombre verdadero, sin que falte nada a la integridad de su naturaleza humana, conservando la totalidad de la esencia que le es propia y asumiendo la totalidad de nuestra esencia humana... para restaurarla»2.

San Lucas nos narra con suma sencillez este supremo acontecimiento: En el sexto mes fue enviado un ángel a una ciudad de Galilea, llamada Nazareth, a una virgen desposada con un varón de nombre José, de la casa de David, y el nombre de la virgen era María3. La piedad popular ha representado desde antiguo a Santa María recogida en oración cuando recibe la embajada del ángel: Dios te salve, llena de gracia, el Señor es contigo. Nuestra Madre quedó turbada ante estas palabras, pero con una turbación que no la deja paralizada. Ella conocía bien la Escritura por la instrucción que todo judío recibía desde los primeros años y, sobre todo, por la claridad y penetración que le daban su fe incomparable, su profundo amor y los dones del Espíritu Santo. Por eso entendió el mensaje de aquel enviado de Dios. Su alma está completamente abierta a lo que Dios le va a pedir. El ángel se apresura a tranquilizarla y le descubre el designio del Señor sobre ella, su vocación: has hallado gracia delante de Dios –le dice–: concebirás en tu seno y darás a luz a un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande y será llamado Hijo del Altísimo; el Señor le dará el trono de David, su padre, reinará eternamente sobre la casa de Jacob, y su Reino no tendrá fin.

«El mensajero saluda, en efecto, a María como llena de gracia: la llama así como si este fuera su verdadero nombre. No llama a su interlocutora con el nombre que le es propio en el registro civil, Miryam (María), sino con este nombre nuevo: llena de gracia. ¿Qué significa este nombre? ¿Por qué el arcángel llama así a la Virgen de Nazareth?

»En el lenguaje de la Biblia, gracia significa un don especial que, según el Nuevo Testamento, tiene la propia fuente en la vida trinitaria de Dios mismo, de Dios que es amor (cfr. 1 Jn 4, 8)»4. María es llamada llena de gracia porque este nombre designa su verdadero ser. Cuando Dios cambia un nombre a alguien o le da un sobrenombre, le destina a algo nuevo o le descubre su verdadera misión en la historia de la salvación. María es llamada llena de gracia, agraciadísima, en razón de su Maternidad divina.

El anuncio del ángel descubre a María su propio quehacer en el mundo, la clave de toda su existencia. La Anunciación fue para Ella una iluminación perfectísima que alcanzó su vida entera y la hizo plenamente consciente de su papel excepcional en la historia de la humanidad. «María es introducida definitivamente en el misterio de Cristo a través de este acontecimiento»5.

Cada día –en el Ángelus–, muchos cristianos en todo el mundo recordamos a Nuestra Madre este momento inefable para Ella y para toda la humanidad; también cuando contemplamos el primer misterio de gozo del Santo Rosario. Procuremos meternos en esa escena y contemplar a Santa María que abraza con amorosa piedad la santa voluntad de Dios. «Cómo enamora la escena de la Anunciación. –María –¡cuántas veces lo hemos meditado! está recogida en oración..., pone sus cinco sentidos y todas sus potencias al habla con Dios. En la oración conoce la Voluntad divina; y con la oración la hace vida de su vida: ¡no olvides el ejemplo de la Virgen!»6.

II. Aquí estoy para hacer tu voluntad7.

La Trinidad Santísima había trazado un plan para Nuestra Señora, un destino único y absolutamente excepcional: ser Madre del Dios encarnado. Pero Dios pide a María su libre aceptación. No dudó Ella de las palabras del ángel, como había hecho Zacarías; manifiesta, sin embargo, la incompatibilidad entre su decisión de vivir siempre la virginidad, que el mismo Dios había puesto en su corazón, y la concepción de un hijo. Es entonces cuando el ángel le anuncia en términos claros y sublimes que iba a ser madre sin perder su virginidad: El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que nacerá será llamado Santo, Hijo de Dios.

María escucha y pondera en su corazón estas palabras. Ninguna resistencia en su inteligencia y su corazón: todo está abierto a la voluntad divina, sin restricción ni limitación alguna. Este abandono en Dios es lo que hace al alma de María ser buena tierra capaz de recibir la semilla divina8Ecce ancilla Domini... he aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra. Nuestra Señora acepta con inmensa alegría no tener otra voluntad y otro querer que el de su Amo y Señor, que desde aquel momento es también Hijo suyo, hecho hombre en sus purísimas entrañas. Se entrega sin limitación alguna, sin poner condiciones, con júbilo y libremente. «Así María, hija de Adán, al aceptar el mensaje divino, se convirtió en Madre de Jesús y, al abrazar de todo corazón y sin entorpecimiento de pecado alguno la voluntad de Dios, se consagró totalmente como esclava del Señor a la Persona y a la obra de su Hijo, sirviendo con diligencia al misterio de la redención con Él y bajo Él, con la gracia de Dios omnipotente. Con razón, pues, piensan los Santos Padres que María no fue un instrumento puramente pasivo en las manos de Dios, sino que cooperó a la salvación de los hombres con fe y obediencia libres»9.

La vocación de Santa María es el ejemplo perfecto de toda vocación. Entendemos la vida nuestra y los acontecimientos que la rodean a la luz de la propia llamada. Es en el empeño por llevar a cabo ese designio divino donde encontramos el camino del Cielo y la propia plenitud humana y sobrenatural.

La vocación no es tanto la elección que nosotros hacemos, como aquella que Dios ha hecho de nosotros a través de mil circunstancias que es necesario saber interpretar con fe y con un corazón limpio y recto. No me habéis elegido vosotros a Mí, sino que Yo os elegí a vosotros10. «Toda vocación, toda existencia, es por sí misma una gracia que encierra en sí otras muchas. Una gracia, esto es, un don, algo que se nos da, que se nos regala sin derecho alguno de nuestra parte, sin mérito propio que lo motive o -menos aún justifique. No es preciso que la vocación, el llamamiento a cumplir el designio de Dios, la misión asignada, sea grande o brillante: basta que Dios haya querido utilizarnos, servirse de nosotros, basta el hecho de que confíe en nuestra colaboración. Es esto ya, en sí mismo, tan inaudito, tan grandioso, que toda una vida dedicada al agradecimiento no bastaría para corresponder»11.

Hoy le será muy grato a Dios que le demos gracias por las incontables luces que han ido señalando el itinerario de nuestra llamada, y que lo hagamos a través de su Madre Santísima que tan fidelísimamente correspondió a lo que el Señor quiso de Ella.

III. Ne timeas...

«No temas. Aquí radica el elemento constitutivo de la vocación. El hombre, de hecho, teme. Teme no solamente ser llamado al sacerdocio, sino también ser llamado a la vida, a sus obligaciones, a una profesión, al matrimonio. Este temor muestra un sentido de responsabilidad inmadura. Hay que superar el temor para acceder a una responsabilidad madura: hay que aceptar la llamada, escucharla, asumirla, ponderarla según nuestras luces, y responder: sí, sí. No temas, no temas, pues has hallado la gracia, no temas a la vida, no temas tu maternidad, no temas tu matrimonio, no temas tu sacerdocio, pues has hallado la gracia. Esta certidumbre, esta conciencia nos ayuda de igual forma que ayudó a María. En efecto, “la tierra y el paraíso esperan tu , oh Virgen Purísima”. Son palabras de San Bernardo, famosas y hermosísimas palabras. Espera tu , María. Espera tu , madre que vas a tener un hijo; espera tu , hombre que debes asumir una responsabilidad personal, familiar y social...

»Esta es la respuesta de María, la respuesta de una madre, la respuesta de un joven: un  para toda la vida»12, que nos compromete gozosamente.

La respuesta de María –fiat– es aún más definitiva que un simple . Es la entrega total de la voluntad a lo que el Señor quería de Ella en aquel momento y a lo largo de toda su vida. Este fiat tendrá su culminación en el Calvario cuando, junto a la Cruz, se ofrezca juntamente con su Hijo.

El  que nos pide el Señor, a cada uno en su propio camino, se prolonga a lo largo de toda la vida, en acontecimientos pequeños unas veces, mayores otras, en las sucesivas llamadas, de las cuales unas son preparación para las siguientes. El  a Jesús nos lleva a no pensar demasiado en nosotros mismos y a estar atentos, con el corazón vigilante, hacia donde viene la voz del Señor que nos señala el camino que Él traza a los suyos. En esta correspondencia amorosa se van entrelazando, en perfecta armonía, la propia libertad y la voluntad divina,

Pidamos hoy a Nuestra Señora el deseo sincero y grande de conocer con más hondura la propia vocación, y luz para corresponder a las sucesivas llamadas que el Señor nos hace. Pidámosle que sepamos darle una respuesta pronta y firme en cada circunstancia, pues solo la vocación es lo que llena una vida y le da sentido.

R/. Quitad la levadura vieja para ser una masa nueva; porque ha sido inmolada nuestra víctima pascual: Cristo. Así, pues, celebremos la Pascua en el Señor. Aleluya.


V/. Cristo murió por nuestros pecados y resucitó para nuestra justificación.

R/. Así, pues, celebremos la Pascua en el Señor. Aleluya.

Salmo 41: Deseo del Señor y ansias de contemplar el templo

Ant: Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío. Aleluya.

Como busca la cierva
corrientes de agua,
así mi alma te busca
a ti, Dios mío;

tiene sed de Dios,
del Dios vivo:
¿cuándo entraré a ver
el rostro de Dios?

Las lágrimas son mi pan
noche y día.
mientras todo el día me repiten:
«¿Dónde está tu Dios?»

Recuerdo otros tiempos,
y desahogo mi alma conmigo:
cómo marchaba a la cabeza del grupo,
hacia la casa de Dios,
entre cantos de júbilo y alabanza,
en el bullicio de la fiesta.

¿Por qué te acongojas, alma mía,
por qué te me turbas?
Espera en Dios que volverás a alabarlo:
«Salud de mi rostro, Dios mío.»

Cuando mi alma se acongoja,
te recuerdo
desde el Jordán y el Hermón
y el Monte Menor.

Una sima grita a otra sima
con voz de cascadas:
tus torrentes y tus olas
me han arrollado.

De día el Señor
me hará misericordia,
de noche cantaré la alabanza
del Dios de mi vida.

Diré a Dios: «Roca mía,
¿por qué me olvidas?
¿Por qué voy andando, sombrío,
hostigado por mi enemigo?»

Se me rompen los huesos
por las burlas del adversario;
todo el día me preguntan:
«¿Dónde está tu Dios?»

¿Por qué te acongojas, alma mía,
por qué te me turbas?
Espera en Dios que volverás a alabarlo:
«Salud de mi rostro, Dios mío.»

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío. Aleluya.

Eclesiático 36,1-7.13-16: Súplica en favor de la ciudad santa de Jerusalén

Ant: Llena, Señor, a Sión de tu majestad, y al templo, de tu gloria. Aleluya.

Sálvanos, Dios del universo,
infunde tu terror a todas las naciones;
amenaza con tu mano al pueblo extranjero,
para que sienta tu poder.

Como les mostraste tu santidad al castigarnos,
muéstranos así tu gloria castigándolos a ellos:
para que sepan, como nosotros lo sabemos,
que no hay Dios fuera de ti.

Renueva los prodigios, repite los portentos,
exalta tu mano, robustece tu brazo.

Reúne a todas las tribus de Jacob
y dales su heredad como antiguamente.

Ten compasión del pueblo que lleva tu nombre,
de Israel, a quien nombraste tu primogénito;
ten compasión de tu ciudad santa,
de Jerusalén, lugar de tu reposo.

Llena a Sión de tu majestad,
y al templo, de tu gloria.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Llena, Señor, a Sión de tu majestad, y al templo, de tu gloria. Aleluya.

Salmo 18 A: Alabanza al Dios creador del universo

Ant: La gloria de Dios ilumina la ciudad y su lámpara es el Cordero. Aleluya.

El cielo proclama la gloria de Dios,
el firmamento pregona la obra de sus manos:
el día al día le pasa el mensaje,
la noche a la noche se lo susurra.

Sin que hablen, sin que pronuncien,
sin que resuene su voz,
a toda la tierra alcanza su pregón
y hasta los límites del orbe su lenguaje.

Allí le ha puesto su tienda al sol:
él sale como el esposo de su alcoba,
contento como un héroe, a recorrer su camino.

Asoma por un extremo del cielo,
y su órbita llega al otro extremo:
nada se libra de su calor.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: La gloria de Dios ilumina la ciudad y su lámpara es el Cordero. Aleluya.

Lectura

Rm 10,8b-10

La palabra está cerca de ti: la tienes en los labios y en el corazón. Se refiere a la palabra de la fe que os anunciamos. Porque, si tus labios profesan que Jesús es el Señor y tu corazón cree que Dios lo resucitó de entre los muertos, te salvarás. Por la fe del corazón llegamos a la justificación, y por la profesión de los labios, a la salvación.

V/. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.

R/. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.

V/. El que por nosotros colgó del madero.

R/. Aleluya, aleluya.

V/. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo

R/. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.

Cántico Ev.

Ant: Os lo aseguro, el que no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios. Aleluya.



Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Os lo aseguro, el que no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios. Aleluya.

Preces

Oremos a Dios Padre todopoderoso, que ha sido glorificado en la muerte y resurrección de su Hijo, y digámosle confiados:

Ilumina, Señor, nuestras mentes

- Dios, Padre de los astros, que has querido iluminar el mundo con la gloria de Cristo resucitado,
ilumina desde el principio de este día nuestras almas con la luz de la fe


- Tú que por medio de tu Hijo resucitado de entre los muertos has abierto a los hombres las puertas de la salvación,
haz que a través de los trabajos de este día se acreciente nuestra esperanza


- Tú que por medio de tu Hijo resucitado has derramado sobre el mundo el Espíritu Santo,
enciende nuestros corazones con el fuego de este mismo Espíritu


- Que Cristo, el Señor, clavado en la cruz para librarnos,
sea hoy para nosotros salvación y redención

Con el gozo que nos da el sabernos hijos de Dios, digamos con confianza:

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre;

venga a nosotros tu reino;

hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día;

perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.

No nos dejes caer en la tentación,

y líbranos del mal.

Final

Dios todopoderoso y eterno, a quien podemos llamar Padre, aumenta en nuestros corazones el espíritu filial, para que merezcamos alcanzar la herencia prometida. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

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