Custodia

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Saludo

Bendición

domingo, 7 de enero de 2024

Oficio, lecturas, reflexiones y laudes +

 



V. Señor abre mis labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

Ant. A Cristo, que se nos ha manifestado, venid, adorémosle.

Salmo 94

INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Animaos unos a otros, día tras día, mientras perdura el «hoy». (Hb 3, 13)

Se recita la antífona que corresponda y la asamblea la repite.

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias, aclamándolo con cantos.

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes.
Suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto:
cuando vuestros padres me pusieron a prueba,
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.

Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado, 
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

O bien:

Salmo 99

ALEGRÍA DE LOS QUE ENTRAN EN EL TEMPLO
Los redimidos deben entonar un canto de victoria. (S. Atanasio)

Se recita la antífona que corresponda y la asamblea la repite.

Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con aclamaciones.

Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.

Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:

«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

O bien:

Salmo 66

QUE TODOS LOS PUEBLOS ALABEN AL SEÑOR
Sabed que esta salvación de Dios ha sido enviada a los gentiles. (Hch 28, 28)

Se recita la antífona que corresponda y la asamblea la repite.

El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.

¡Oh Dios!, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.

¡Oh Dios!, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

O bien:

Salmo 23

ENTRADA SOLEMNE DE DIOS EN SU TEMPLO
Las puertas del cielo se abren ante Cristo que como hombre sube al cielo. (S. Ireneo)

Se recita la antífona que corresponda y la asamblea la repite.

Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.

¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?

El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.

Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.

¡Portones!, alzad los dinteles,
levantaos, puertas antiguas:
va a entrar el Rey de la gloria.

¿Quién es ese Rey de la gloria?
El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.

¡Portones!, alzad los dinteles,
levantaos, puertas antiguas:
va a entrar el Rey de la gloria.

¿Quién es ese Rey de la gloria?
El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

HIMNO

Ayer, en leve centella,
te vio Moisés sobre el monte;
hoy no basta el horizonte
para contener tu estrella.

Los magos preguntan; y ella
de un Dios infante responde
que en duras pajas se acuesta
y más se nos manifiesta
cuanto más hondo se esconde. Amén.

SALMODIA

Ant. 1. Los reyes de Tarsis y de las islas ofrecerán sus dones al Rey y Señor.

Salmo 71

Dios mío, confía tu juicio al rey,
tu justicia al hijo de reyes,
para que rija a tu pueblo con justicia,
a tus humildes con rectitud.

Que los montes traigan paz,
y los collados justicia;
que él defienda a los humildes del pueblo,
socorra a los hijos del pobre
y quebrante al explotador.

Que dure tanto como el sol,
como la luna, de edad en edad;
que baje como lluvia sobre el césped,
como llovizna que empapa la tierra.

Que en sus días florezca la justicia
y la paz hasta que falte la luna.
Que domine de mar a mar,
del Gran Río al confín de la tierra.

Que en su presencia se inclinen sus rivales;
que sus enemigos muerdan el polvo;
que los reyes de Tarsis y de las islas
le paguen tributo.

Que los reyes de Saba y de Arabia
le ofrezcan sus dones;
que se postren ante él todos los reyes,
y que todos los pueblos le sirvan.

Él librará al pobre que clamaba,
al afligido que no tenía protector;
él se apiadará del pobre y del indigente,
y salvará la vida de los pobres;

él rescatará sus vidas de la violencia,
su sangre será preciosa a sus ojos.

Que viva y que le traigan el oro de Saba;
él intercederá por el pobre
y lo bendecirá.

Que haya trigo abundante en los campos,
y ondee en lo alto de los montes,
den fruto como el Líbano,
y broten las espigas como hierba del campo.

Que su nombre sea eterno,
y su fama dure como el sol;
que él sea la bendición de todos los pueblos,
y lo proclamen dichoso todas las razas de la tierra.

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
el único que hace maravillas;
bendito por siempre su nombre glorioso,
que su gloria llene la tierra.
¡Amén, amén!

Ant. Los reyes de Tarsis y de las islas ofrecerán sus dones al Rey y Señor.

Ant. 2. Postraos ante el Señor en su mansión sagrada. Aleluya.

Salmo 95

Cantad al Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor, toda la tierra;
cantad al Señor, bendecid su nombre,
proclamad día tras día su victoria.

Contad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones;
porque es grande el Señor, y muy digno de alabanza,
más temible que todos los dioses.

Pues los dioses de los gentiles son apariencia,
mientras que el Señor ha hecho el cielo;
honor y majestad lo preceden,
fuerza y esplendor están en su templo.

Familias de los pueblos, aclamad al Señor,
aclamad la gloria y el poder del Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor,
entrad en sus atrios trayéndole ofrendas.

Postraos ante el Señor en el atrio sagrado,
tiemble en su presencia la tierra toda;
decid a los pueblos: «El Señor es rey,
él afianzó el orbe, y no se moverá;
él gobierna a los pueblos rectamente.»

Alégrese el cielo, goce la tierra,
retumbe el mar y cuanto lo llena;
vitoreen los campos y cuanto hay en ellos,
aclamen los árboles del bosque,

delante del Señor, que ya llega,
ya llega a regir la tierra:
regirá el orbe con justicia
y los pueblos con fidelidad.

Ant. Postraos ante el Señor en su mansión sagrada. Aleluya.

Ant. 3. Adorad al Señor, todos sus ángeles. Aleluya.

Salmo 96

El Señor reina, la tierra goza,
se alegran las islas innumerables.
Tiniebla y nube lo rodean,
justicia y derecho sostienen su trono.

Delante de él avanza fuego
abrasando en torno a los enemigos;
sus relámpagos deslumbran el orbe,
y, viéndolos, la tierra se estremece.

Los montes se derriten como cera
ante el dueño de toda la tierra;
los cielos pregonan su justicia,
y todos los pueblos contemplan su gloria.

Los que adoran estatuas se sonrojan,
los que ponen su orgullo en los ídolos;
ante él se postran todos los dioses.

Lo oye Sión, y se alegra,
se regocijan las ciudades de Judá
por tus sentencias, Señor;

porque tú eres, Señor,
altísimo sobre toda la tierra,
encumbrado sobre todos los dioses.

El Señor ama al que aborrece el mal,
protege la vida de sus fieles
y los libra de los malvados.

Amanece la luz para el justo,
y la alegría para los rectos de corazón.
Alegraos, justos, con el Señor,
celebrad su santo nombre.

Ant. Adorad al Señor, todos sus ángeles. Aleluya.

V. Los cielos pregonan su justicia.

R. Y todos los pueblos contemplan su gloria

PRIMERA LECTURA

Del libro del profeta Isaías 60, 1-22

MANIFESTACIÓN DE LA GLORIA DEL SEÑOR SOBRE JERUSALÉN

¡Levántate y resplandece, Jerusalén, pues llega tu luz y la gloria del Señor alborea sobre ti! Mira: la oscuridad cubre la tierra y los pueblos están en tinieblas.

Más sobre ti amanece el Señor y su gloria sobre ti se manifiesta. Caminarán las naciones a tu luz y los reyes al resplandor de tu alborada.

Levanta la vista y mira en torno: todos se reúnen y vienen a ti: tus hijos llegan de lejos, a tus hijas las traen en brazos.

Cuando esto veas, te pondrás radiante de alegría; se estremecerá y se ensanchará tu corazón, pues se volcarán sobre ti los tesoros del mar, vendrán a ti las riquezas de las naciones.

Te inundará una multitud de camellos, de dromedarios de Madián y de Efá. Vendrán todos de Saba, cargados de oro e incienso y proclamando la gloria del Señor.

Reunirán para ti los rebaños de Cadar, y los carneros de Nebayot estarán a tu servicio; subirán a mi altar como víctimas gratas, y honraré mi noble casa.

¿Quiénes son esos que vuelan como nubes, como palomas al palomar? Son navíos que acuden a mí, en primera línea las naves de Tarsis, para traer de lejanas tierras a tus hijos, y con ellos su plata y su oro, por la fama del Señor tu Dios, del Santo de Israel que así te honra.

Extranjeros reconstruirán tus murallas y sus reyes te servirán; si te herí en mi cólera, en mi clemencia me he compadecido de ti.

Tus puertas estarán siempre abiertas, ni de día ni de noche se cerrarán: para dejar entrar a ti las riquezas de las naciones traídas por sus reyes. El pueblo y el rey que no se te sometan perecerán, sus naciones serán exterminadas.

Vendrá a ti el orgullo del Líbano, con el ciprés y el abeto y el pino, para adornar el lugar de mi santuario y ennoblecer mi estrado.

Los hijos de tus opresores vendrán a ti encorvados, y los que te despreciaban se postrarán a tus pies; te llamarán Ciudad del Señor, Sión del Santo de Israel.

Estuviste abandonada, aborrecida y deshabitada, pero yo te haré el orgullo de los siglos, la delicia de todas las edades.

Te nutrirás con la leche de las naciones, con las riquezas de los reyes serás alimentada; y sabrás que yo, el Señor, soy tu salvador, que el Héroe de Jacob es tu redentor. En vez de bronce, te traeré oro; en vez de hierro, te traeré plata; en vez de madera, bronce, y en vez de piedra, hierro; te daré por magistrados la paz y por gobernantes la justicia.

No se oirá más hablar de violencias en tu tierra, ni de ruina o destrucción dentro de tus fronteras. Pondrás a tus murallas el nombre de «Salvación» y a tus puertas
el de «Alabanza».

Ya no será el sol tu luz en el día, ni te alumbrará en la noche la claridad de la luna; porque el Señor será tu luz perenne, y tu Dios será tu esplendor.

Tu sol ya no se pondrá ni menguará tu luna, porque el Señor será tu luz eterna y se habrán acabado los días de tu luto.

En tu pueblo todos serán justos y poseerán por siempre la tierra: es el brote que yo he plantado, la obra de mis manos, para gloria mía.

El pequeño crecerá hasta mil y el menor se hará pueblo numeroso: yo, el Señor, he hablado; cuando llegue el tiempo, me apresuraré a cumplirlo.

Responsorio Is 60, 1. 3

R. Levántate y resplandece, Jerusalén, pues llega tu luz * y la gloria del Señor alborea sobre ti.

V. Caminarán las naciones a tu luz y los reyes al resplandor de tu alborada.

R. Y la gloria del Señor alborea sobre ti.

SEGUNDA LECTURA

De los Sermones de san León Magno, papa

(Sermón 3 En la Epifanía del Señor, 1-3. 5: PL 54, 240-244)

EL SEÑOR DA A CONOCER SU SALVACIÓN EN TODO EL ORBE DE LA TIERRA

La providencia misericordiosa de Dios, cuando dispuso socorrer en la plenitud de los tiempos al mundo que perecía, determinó salvar a todos los hombres en Cristo.

Ellos forman la incontable descendencia prometida en otro tiempo a Abraham, descendencia que había de ser engendrada no según la carne, sino por la fecundidad de la fe, y que por esto fue comparada a la multitud de las estrellas, para que la esperanza del padre de todas las gentes tuviera por objeto no una progenie terrena, sino celestial.

Entre, entre en la familia de los patriarcas la totalidad de los gentiles, y reciban los hijos de la promesa la bendición de la descendencia de Abraham, a la que han renunciado los hijos según la carne. En la persona de los tres magos adoren todos los pueblos al Autor del universo; y sea Dios conocido no sólo en Judea, sino en todo el orbe, a fin de que en todas partes su fama sea grande en Israel.

Adoctrinados, amadísimos hermanos, por estos misterios de la gracia divina, celebremos, llenos de gozo espiritual, el día de nuestras primicias y el comienzo de la vocación de los gentiles, dando gracias a Dios misericordioso que, como dice el Apóstol, nos ha hecho capaces de compartir la herencia del pueblo santo en la luz. Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido; porque, como había profetizado Isaías, el pueblo de los gentiles que caminaba en tinieblas vio una grande luz; sobre los que habitaban en tierra de sombras brilló un intenso resplandor. De ellos dice el mismo profeta, dirigiéndose al Señor: Tú llamarás a un pueblo desconocido, un pueblo que no te conocía correrá hacia ti.

Éste es el día que Abraham contempló y saltó de gozo, al reconocer a los hijos de su fe que habían de ser bendecidos en su descendencia, que es Cristo; y, al contemplar de antemano que había de ser por su fe padre de todas las gentes, dio gloria a Dios, plenamente convencido de que Dios, que lo había prometido, tenía también poder para cumplirlo.

Éste es el día que cantó el salmista, cuando dijo: Todos los pueblos vendrán a postrarse en tu presencia, Señor, bendecirán tu nombre; y también: El Señor da a conocer su salvación, revela a las naciones su justicia.

Sabemos que estas predicciones empezaron a cumplirse desde que la estrella hizo salir de su lejano país a los tres magos, para que conocieran y adoraran al Rey de cielo y tierra. Su docilidad es para nosotros un ejemplo que nos exhorta a todos a que sigamos, según nuestra capacidad, las invitaciones de la gracia, que nos lleva a Cristo.

Todos, amadísimos hermanos, debéis emularos en este empeño, a fin de que brilléis como hijos de la luz en el reino de Dios, al cual se llega por la integridad de la fe y por las buenas obras; por nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina con Dios Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.

Responsorio

R. Éste es el día glorioso en que se manifestó a las naciones el Salvador del mundo, al cual anunciaron los profetas y adoraron los ángeles. * Los magos, al ver su estrella, se llenaron de júbilo y acudieron a ofrecerle dones.

V. Ha amanecido para nosotros un día sagrado: venid, naciones, a adorar al Señor.

R. Los magos, al ver su estrella, se llenaron de júbilo y acudieron a ofrecerle dones.

Primera lectura

Is 60,1-6

​Brilla en ti la gloria del Señor

Lectura del libro de Isaías

L​EVÁNTATE y sonríe, Jerusalén, que ya llega tu luz​,​ y brilla en ti la gloria del Señor.
Aunque cubran la tierra las tinieblas y la noche envuelva a las naciones, ​el Señor irradia sobre ti su luz​,​ ​​y su gloria se revela en ti.​
A tu luz acudirán los pueblos, ​​​l​os reyes buscarán el brillo de tu aurora.​
Alza la vista y mira alrededor cuántos vienen en tropel hacia ti.​
Son tus hijos que llegan desde lejos, a tus hijas las traen en brazos.
Al verlos, te pondrás radiante de alegría​.​
Y se conmoverá y ensanchará tu corazón, cuando lleguen a tus manos los tesoros del mar y te traigan las riquezas de los pueblos​.​
​​Te inundarán caravanas de camellos​ de dromedarios de Madián y de Efá.
​​Vendrán multitudes de Sabá,​ cargadas de oro y de incienso​,​ y proclamando las alabanzas del Señor​.

Palabra de Dios

Salmo

​Sal 72(71),1-2.7-8.10b-11.12-13 (R. cf. 11)

​R. ​Te adorarán, Señor, todos los pueblos de la tier​ra.

V. Dios mio, confía tu juicio al rey​,​
tu justicia al hijo de reyes​,​
​​para que rija a tu pueblo con justicia​,​​
a tus humildes con rectitud. R​.​

V. ​Que ​en sus días florezca la justicia
y la paz hasta que falte la luna.
Que domine de mar a mar
del Gran R​í​o al conf​í​n de la tierra. R​.​

​V. Que los reyes de Sabá y de Arabia
​​le ofrezcan sus dones;​
que se postren ante él todos los reyes
​​y que todos los pueblos le sirvan. R.​

V. Él librará al pobre que ​​​
​​al afligido que no tenía protector​;
él se apiadará del pobre y del indigente,
​y salvará la vida de los pobres. R​.​

Segunda lectura

Ef 3,2-3a.5-6

Dios ha revelado que los gentiles participamos también de las​ promesas

​Lectura de ​la Carta del apóstol San Pablo a los Efesios

H​ERMANOS:
Sin duda han oído cómo Dios en su bondad dispuso encargarme una misión en favor de ustedes​.​
Pues él me dio a conocer por revelac​​ión su designio: designio que no había dado a conocer a los hombres de otras épocas​,​
pero que ahora ha revelado por medio de su Espíritu a sus santos apóstoles y profetas.
La revelación es esta:
que ustedes los gentiles, aceptando el evangelio​,​participan en Cristo Jesús de la misma herencia, del mismo cuerpo
y de las mismas promesas que el pueblo de Israel.

Palabra de Dios

Aclamación

R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Vimos cuando apareció su estrella y venimos a rendir homenaje al​ Señor.​ R.

Evangelio

Mt 2,1-12

​Venimos del Oriente a rendir homenaje al Rey

Lectura del santo Evangelio según San Mateo

​DESPUÉS​ que nació Jesús en Belén de Judea, en tiempo del rey Herodes, llegaron a Jerusalén desde el Oriente unos sabios y preguntaron: «¿Dónde está el rey de los judíos, que acaba de nacer? Porque vimos cuando apareció su estrella y venimos a rendirle homenaje.»
Cuando el rey Herodes oyó esto, se preocupó mucho, y con él toda Jerusalén. Entonces reunió a todos los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo judío, para preguntarles dónde debía nacer el Mesías.
Ellos le respondieron: «En Belén de Judea, porque así está consignado en la Escritura por mano del profeta:
´Tú, Belén, tierra de Judá, de ningún modo eres la menor de las ciudades de Judá, pues de ti saldrá un gobernante,
que será el pastor de mi pueblo Israel´.»
Entonces Herodes llamó en secreto a los sabios y les pidió que le precisaran la fecha en que había aparecido la estrella. Luego los mandó a Belén y les dijo: «Vayan y averigüen con exactitud lo referente al niño. Cuando lo encuentren, vengan a avisarme, para ir yo también a rendirle homenaje.»
Con este encargo del rey se pusieron en camino. Y la estrella que ellos habían visto aparecer, los fue guiando, hasta que al llegar encima del sitio donde estaba el niño, se detuvo. Al ver la estrella, se pusieron muy felices. Y una vez en la casa, vieron al niño con María su madre, cayeron de rodillas y le rindieron homenaje. Luego abrieron sus cofres y le ofrecieron como regalo oro, incienso y mirra.
Y como Dios les indicó en un sueño que no volvieran a donde Herodes, regresaron a su tierra por otro camino.

Palabra del Señor.

Pistas para la Lectio Divina

Epifanía del Señor: ¿Has encontrado al Niño?
Lectio de Mateo 2, 1-12
P. Fidel Oñoro cjm

‘Magos ustedes son nuestros santos más santos,
siempre náufragos en este infinito;
pero siempre a tientas preguntaron,
miraron en los abismos del cielo
hasta que los ojos de su corazón ardieron’
(D. M. Turoldo).

Un mensaje de esperanza recibimos hoy: hay un Dios de los lejanos, de los caminos, de los cielos abiertos, de las dunas infinitas, hacia el cual todos pueden hacer un camino.

Hay un Dios que te hace respirar, que está en una casa y no en el templo, en la pequeña Belén, no en la gran Jerusalén.

Y los Herodes que aparecen en el camino podrán oponerse a la verdad, frenar su propagación, pero nunca bloquearla, porque ella de todas maneras vencerá. Incluso si es tan débil como un niño.

Intentemos recorrer el camino de los Magos como si fuera una historia del alma.

El primer paso: "Levanta la cabeza y mira".

Lo escuchamos en la primera lectura (Isaías 60, 1-6).

No invita a salir de nuestros esquemas, a correr detrás un sueño, de una intuición del corazón, a mirar más allá.

El segundo paso: Caminar.

Para encontrarse con el Señor es necesario hacer un itinerario, como un viaje, con inteligencia y con el corazón.

Es necesario buscar, de libro en libro, pero sobre todo de persona en persona, gente que nos da el testimonio y nos lleva hasta el Señor.

El tercer paso: Buscar juntos

Los Magos no son "tres" sino "algunos", como dice el Evangelio de Mateo.

Son un pequeño grupo que mira en la misma dirección, explorando el cielo y poniendo la mirada en las criaturas, atentos a las estrellas y atentos unos a otros.

El camino de los magos está lleno de tropiezos:
- llegan a la ciudad equivocada;
- hablan del niño con el asesino de niños;
- pierden la estrella;
- buscan un rey y encuentran un niño, no en un trono, sino en los brazos amorosos de la madre.

Sin embargo, no se rinden ante sus errores, tienen la paciencia infinita para empezar de nuevo, hasta que sienten una gran alegría al ver la estrella.

“Se llenaron de inmensa alegría” (Mt 2, 10). Tremenda emoción. Dios siempre seduce porque habla el lenguaje de la alegría.

Pues bien, es así como después de Navidad celebramos hoy la segunda epifanía, la segunda manifestación de Jesús como hombre nacido de mujer y como Hijo de Dios enviado por él al mundo.

Es Mateo quien nos da testimonio de esta manifestación no a Israel, como la narrada por Lucas, sino a todos los pueblos de la tierra, a las naciones, a los paganos, a esos hombres y mujeres que estaban "sin Cristo, ajenos a la alianza, sin esperanza en este mundo” (Efesios 2, 12).

Por eso hoy debemos maravillarnos del anuncio que se nos hace: Jesús nació en Belén, es el Mesías de Israel. Pero se manfiesta como el Mesías de Israel que cumple las promesas hechas a sus padres, desde Abraham en adelante (Gn 12, 3; 18.18; 22.18), él es el Salvador de todos los hombres, de todos los pueblos, y trae bendición a todos.

Pues sí, se han cumplido las profecías sobre el nacimiento del Mesías según los Evangelios de Lucas y Mateo: Cristo nació del linaje de David y nació en Belén de Judea.

Las genealogías y los relatos del nacimiento de Jesús así lo atestiguan, aunque durante su vida terrena se llamará Jesús nazareno (Mt 2,23; 26,71) y Jes´jus el Galileo (Mt 21,10; 26,70).

Si para Lucas el descubrimiento del nacimiento de Jesús lo llevaron a cabo unos pobres pastores que de noche, en los montes cercanos al establo, cuidaban su rebaño (Lc 2, 8-20), para Mateo quienes lo hace son los magos, sabios del lejano oriente.

La Biblia llama a estas personas que no son israelitas, los “goyim”, o sea, paganos. Quiere decir que son personas que no pertenecen a la alianza con el Dios de Israel y que están privadass de la revelación de la palabra del Señor contenida en las Sagradas Escrituras.

Y resulta que los sabios de oriente, estos buscadores de sentido, como diríamos hoy, escudriñando este mundo, este cielo y esta tierra, tanteado la ruta (Hch 17, 27) y después de un largo recorrido, llegan hasta el niño.

Por supuesto, también necesitaban recurrir a Israel, a los judíos para llegar a su verdadero destino, al niño Señor del mundo.

Pero para ellos hay un rastro de investigación que se adapta a su situación: una estrella en el cielo.

¡Atención! El cielo no es dios ni es divino, es más bien una criatura de Dios, al servicio de Dios, pero puede ser un signo, puede dar una orientación a seguir.

Estos sabios son buscadores, gente capaz de partir, de no quedarse encerrada en sus esquemas, de no conformarse con sus horizontes. Parten, emprenden un viaje, siguiendo la estrella, sin saber dónde podría llevarlos.

Cuando llegan a Jerusalén, la estrella desaparece, mostrando a los magos su insuficiencia: el libro de la naturaleza, del cosmos no es suficiente, y por eso tienen que hacer más preguntas sobre el posible nacimiento del rey de los judíos.

¿Por qué preguntan por el nacimiento de un rey?

¿Cómo saben que los judíos están esperando un rey?

¿Por qué dicen que llegaron tan lejos para "adorarlo" como si fuera Dios?

No lo podemos saber, y el evangelio no revela este proceso cognitivo, mucho menos su dinámica psicológica.

Solo nos dice que los magos siguieron un “astro”, un signo inscrito en el cielo estrellado y que no buscaron en el cielo sino en la tierra cuál podría ser su destino: no se inclinaron para adorar a la estrella, sino que estaban listos para adorar a aquel a quien anunció la estrella.

En Jerusalén, por tanto, hacen preguntas a los que han recibido la revelación, la Palabra de Dios, con la creencia de que pueden saber lo que ellos todavía no saben.

Sin embargo, pronto se dan cuenta de que sus preguntas son inquietantes para toda Jerusalén, especialmente en el rey Herodes (2, 3).

El rey, como todopoderoso ignorante de Dios y de su acción, hace que los "expertos" pregunten dónde va a nacer el Mesías, el rey de los judíos, recibiendo como respuesta la profecía de su nacimiento en Belén (Miqueas 5, 1 -3).

Ante la noticia del nacimiento de otro rey, Herodes, con mentiras e hipocresía dice que quiere ir a ver al niño para adorarlo (2, ?. No les cuenta a los magos sus intenciones asesinas. Ellos luego comprenderán sus intenciones por medio de un sueño (2, 12).

Luego, los Magos, obedientes a las Escrituras, aunque hayan sido informados por enemigos de ese niño rey recién nacido, se dirigen hacia Belén.

La estrella que los acompaña reaparece, como para profetizar que el libro de la naturaleza y el de la palabra de Dios concuerdan y son unánimes en la convergencia hacia el niño Jesús.

En la gran alegría de esta revelación (2, 10), llegan a la casa y encuentran al niño con María su madre (2, 11).

Una estrella en el cielo y expertos en la Biblia incrédulos los trajeron hasta aquí, frente a una escena pobre y humilde: un bebé recién nacido y su madre.

‘Y entrando en la casa, vieron al niño con María, su madre, y postrándose le adoraron’ (2, 11).

Este es el momento cumbre: se ponen en adoración.

Le ofrecen a Jesús sus dones más preciados, cumpliendo así las profecías sobre la peregrinación escatológica de todos los pueblos, que vendrían desde los confines de la tierra para adorar al Señor (Is 2,2-5; 60; 62,1-2 ): - el oro que solo los reyes pueden recibir,
- el incienso ofrecido a Dios en la liturgia,
- la mirra medicina de la vida para siempre.

En esa hora cayó el muro levantado entre el cielo y la tierra, cayó el muro que nos colocaba de un lado e Israel del otro, cayó el muro de la enemistad y se hizo posible ser un solo cuerpo (Ef 2, 14). -18).

Desde esa hora, el acceso a la alianza, a la comunión con Dios, a la fraternidad con Jesucristo quedó abierto para todos.

Es una buena noticia para todos, de verdad para todos: nadie está excluido y la acción de gracias se vuelve universal, por parte de todo el orbe terrestre y de todo el cosmos.

Epifanía, manifestación desde lo alto, revelación al pueblo de la identidad de ese niño nacido de María.

El pueblo, con su sabiduría, su búsqueda de Dios tiene una orientación para su búsqueda del sentido del sentido: ¿lo encuentran en el cielo? ¿Lo encuentran en la tierra? ¿Lo encuentran en sus corazones y en sus convicciones más profundas?

Los cristianos respondemos a estas preguntas con franqueza: sí, la pueden encontrar, porque la Palabra de Dios no está más allá de los mares, no está más allá de los confines de la tierra, sino que está cerca de cada de cada ser humano, de su boca y de su corazón (Deuteronomio 30.11-14; Rm 10.6-8).

Solo es necesario escucharla y de forma sencilla debemos ayudarnos unos a otros a discernirlo: nosotros, la Iglesia, Israel, el pueblo, debemos ayudarnos unos a otros, porque todos somos buscadores, todos peregrinos, todos mendigos de la Verdad.

Dios no sólo se ha hecho como nosotros, no sólo está con nosotros, sino que es pequeño entre nosotros.

Quisiera parodiar las palabras del infame Herodes: Infórmate con detenimiento sobre el Niño y avísame para que yo también pueda llegar a adorarlo.

Ese rey, ese Herodes, asesino de sueños aún en infantes, está dentro de nosotros: es el cinismo, el desprecio lo que destruye los sueños del corazón.

Pero quisiera redimir sus palabras y repetirlas al amigo, al teólogo, al poeta, al científico, al trabajador, a cada uno: ¿Has encontrado al Niño?

Busca de nuevo, con atención, en los libros, en el arte, en la historia, en el corazón de las cosas.

Busca sobre todo en el Evangelio.

Busca en la estrella, busca en las personas y en la profundidad de la necesidad de esperanza.

Busca con cuidado, explorando en la hondura del cielo y del corazón, y luego avísame para que yo también venga a adorarlo.

Ayúdame a encontrarlo y vendré, con mis pequeños regalos y con toda la fuerza del amor de mi amor, a adorar al Niño Dios y proteger mis sueños del alma de todos los Herodes de la historia y del corazón.

En fin...

Epifanía, manifestación del Señor.

Este misterio que resume tanto la totalidad de la revelación cristiana, ha dado lugar a una oración extraordinaria después de la comunión, que a menudo rezamos y que te invito a repetir ahora conmigo:

‘La luz de tu Espíritu Santo, Señor,
Nos acompañe siempre y en todas partes,
Para que contemplemos una mirada pura
Y recibamos con amor
el misterio del que tú nos hiciste partícipes’.

Es un gran misterio, del que solo el Señor puede hacernos participar.

Nos corresponde buscarlo y encontrarlo. Las pistas están dadas.

Te vuelvo a preguntar: ¿Has encontrado al niño?

6 de enero

EPIFANÍA DEL SEÑOR*


Solemnidad

— Correspondencia a la gracia.

— Los caminos que conducen a Cristo.

— Renovar el espíritu apostólico.

I. Hemos visto salir la estrella del Señor y venimos con regalos a adorarlo1.

La luz de Belén brilla para todos los hombres y su fulgor se divisa en toda la tierra. Jesús, apenas nacido, «comenzó a comunicar su luz y sus riquezas al mundo, trayendo tras sí con su estrella a hombres de tan lejanas tierras»2Epifanía significa precisamente manifestación. En esta fiesta –una de las más antiguas– celebramos la universalidad de la Redención, Los habitantes de Jerusalén que aquel día vieron llegar a estos personajes por la ruta del Oriente bien podrían haber entendido el anuncio del Profeta Isaías, que hoy leemos en la Primera lectura de la Misa: Levántate, brilla, Jerusalén, que llega tu luz, la gloria del Señor amanece sobre ti. Mira: las tinieblas cubren la tierra, la oscuridad los pueblos, pero sobre ti amanecerá el Señor, su gloria aparecerá sobre ti; y caminarán los pueblos a tu luz; los reyes, al resplandor de tu aurora. Levanta la vista en torno, mira: todos esos se han reunido, vienen a ti: tus hijos llegan de lejos...3.

Los Magos, en quienes están representadas todas las razas y naciones, han llegado al final de su largo camino. Son hombres con sed de Dios que dejaron a un lado comodidad, bienes terrenos y satisfacciones personales para adorar al Señor Dios. Se dejaron guiar por un signo externo, una estrella que quizá brillaba con distinto fulgor, «más clara y más brillante que las demás, y tal, que atraía los ojos y los corazones de cuantos la contemplaban, para mostrar que no podía carecer de significado una cosa tan maravillosa»4. Eran hombres dedicados al estudio del cielo, acostumbrados a buscar en él signos. Hemos visto su estrella, dicen, y venimos a buscar al rey de los judíos. Quizá había llegado hasta ellos la esperanza mesiánica de los judíos de la diáspora, pero debemos pensar que fueron iluminados a la vez por una gracia interior que les puso en camino. El que los guió -comenta San Bernardo también los ha instruido, y el mismo que les advirtió externamente mediante una estrella, los iluminó en lo íntimo del corazón5. La fiesta de estos Santos, que correspondieron a las gracias que el Señor les otorgó, es una buena oportunidad para que consideremos si realmente la vida es para nosotros un camino que se dirige derechamente hacia Jesús, y para que examinemos si correspondemos a las gracias que en cada situación recibimos del Espíritu Santo, de modo particular al don inmenso de la vocación cristiana.

Miramos al Niño en brazos de María y le decimos: «Señor mío Jesús: haz que sienta, que secunde de tal modo tu gracia, que vacíe mi corazón... para que lo llenes Tú, mi Amigo, mi Hermano, mi Rey, mi Dios, ¡mi Amor!»6.

II. Llegaron estos hombres sabios a Jerusalén; tal vez pensaban que aquel era el término de su viaje, pero allí, en la gran ciudad, no encuentran al nacido rey de los judíos. Quizá –parece humanamente lo más lógico, si se trata de buscar a un rey– se dirigieron directamente al palacio de Herodes; pero los caminos de los hombres no son, frecuentemente, los caminos de Dios. Indagan, ponen los medios a su alcance: ¿dónde está?, preguntan. Y Dios, cuando de verdad se le quiere encontrar, sale al paso, nos señala la ruta, incluso a través de los medios que podrían parecer menos aptos.

«¿Dónde está el nacido rey de los judíos? (Mt 2, 2).

»Yo también, urgido por esa pregunta, contemplo ahora a Jesús, reclinado en un pesebre (Lc 2, 12), en un lugar que es sitio adecuado solo para las bestias. ¿Dónde está, Señor, tu realeza: la diadema, la espada, el cetro? Le pertenecen, y no los quiere; reina envuelto en pañales. Es un Rey inerme, que se nos muestra indefenso: es un niño pequeño (...).

»¿Dónde está el Rey? ¿No será que Jesús desea reinar, antes que nada en el corazón, en tu corazón? Por eso se hace Niño, porque ¿quién no ama a una criatura pequeña? ¿Dónde está el Rey? ¿Dónde está el Cristo, que el Espíritu Santo procura formar en nuestra alma?»7.

Y nosotros, que, como los Magos, nos hemos puesto en camino muchas veces en busca de Cristo, al preguntarnos dónde está, nos damos cuenta de que «no puede estar en la soberbia que nos separa de Dios, no puede estar en la falta de caridad que nos aísla. Ahí no puede estar Cristo; ahí el hombre se queda solo»8.

Hemos de encontrar las verdaderas señales que llevan hasta el Niño-Dios. En estos hombres llamados a adorar a Dios reconocemos a toda la humanidad: la del pasado, la de nuestros días y la que vendrá. En estos Magos nos reconocemos a nosotros mismos, que nos encaminamos a Cristo a través de nuestros quehaceres familiares, sociales y profesionales, de la fidelidad en lo pequeño de cada día... Comenta San Buenaventura que la estrella que nos guía es triple: la Sagrada Escritura, que hemos de conocer bien; una estrella, que está siempre arriba para que la miremos y encontremos la justa dirección, que es María Madre; y una estrella interior, personal, que son las gracias del Espíritu Santo9. Con estas ayudas encontraremos en todo momento el sendero que conduce a Belén, hasta Jesús.

Es el Señor el que ha puesto en nuestro corazón el deseo de buscarlo: No sois vosotros quienes me habéis elegido, sino que Yo os elegí a vosotros10. Su llamada continua es la que nos hace encontrarlo en el Santo Evangelio, en el recurso filial a Santa María, en la oración, en los sacramentos, y de modo muy particular en la Sagrada Eucaristía, donde nos espera siempre. Nuestra Madre del Cielo nos anima a apresurar el paso, porque su Hijo nos aguarda.

Dentro de un tiempo, quizá no mucho, la estrella que hemos ido siguiendo a lo largo de esta vida terrena brillará perpetuamente sobre nuestras cabezas; y volveremos a encontrar a Jesús sentado en un trono, a la diestra de Dios Padre y envuelto en la plenitud de su poder y de su gloria, y, muy cerca, su Madre. Entonces será la perfecta epifanía, la radiante manifestación del Hijo de Dios.

III. La Solemnidad de la Epifanía nos mueve a renovar el espíritu apostólico que el Señor ha puesto en nuestro corazón. Desde los comienzos fue considerada esta fiesta como la primera manifestación de Cristo a todos los pueblos. «Con el nacimiento de Jesús se ha encendido una estrella en el mundo, se ha encendido una vocación luminosa; caravanas de pueblos se ponen en camino (cfr. Is 60, 1 ss.); se abren nuevos senderos sobre la tierra; caminos que llegan, y, por lo mismo, caminos que parten. Cristo es el centro. Más aún, Cristo es el corazón: ha comenzado una nueva circulación que ya no terminará nunca. Está destinada a constituir un programa, una necesidad, una urgencia, un esfuerzo continuo, que tiene su razón de ser en el hecho de que Cristo es el Salvador. Cristo es necesario (...). Cristo quiere ser anunciado, predicado, difundido...»11. La fiesta de hoy nos recuerda una vez más que hemos de llevar a Cristo y darlo a conocer en la entraña de la sociedad, a través del ejemplo y de la palabra: en la familia, en los hospitales, en la Universidad, en la oficina donde trabajamos...

Levanta la vista en torno a ti, mira: tus hijos llegan de lejos... De lejos, de todos los lugares y de todas las situaciones en las que se puedan encontrar, por muy distantes que parezcan estar de Dios. En nuestro corazón resuena la invitación que años más tarde dirigirá el Señor a quienes le siguen: Id, pues, enseñad a todas las gentes...12. No importa que nuestros familiares, amigos o compañeros se encuentren lejos. La gracia de Dios es más poderosa y, con su ayuda, podemos lograr que se unan a nosotros para adorar a Jesús.

No nos acerquemos hoy a Jesús con las manos vacías. Él no tiene necesidad de nuestros dones, pues es el Dueño de todo cuanto existe, pero desea la generosidad de nuestro corazón para que así se agrande y pueda recibir más gracias y bienes. Hoy ponemos a su disposición el oro puro de la caridad: al menos, el deseo de quererle más, de tratar mejor a todos; el incienso de las oraciones y de las buenas obras convertidas en oración; la mirra de nuestros sacrificios que, unidos al Sacrificio de la Cruz, renovado en la Santa Misa, nos convierte en corredentores con Él.

Y a la hora de pedir algo a los Reyes –porque son santos, que pueden interceder por nosotros en el Cielo– no les pediremos oro, incienso y mirra para nosotros; pidámosles más bien que nos enseñen el camino para encontrar a Jesús, cerca de su Madre, y fuerzas y humildad para no desfallecer en esta empresa, que es la que más importa.

Ellos, después de oír al rey, se pusieron en marcha. Y he aquí que la estrella que habían visto en Oriente iba delante de ellos, hasta pararse sobre el sitio donde estaba el Niño. Al ver la estrella se llenaron de una inmensa alegría. Es la alegría incomparable de encontrar a Dios, al que se ha buscado por todos los medios, con todas las fuerzas del alma.

Y entrando en la casa, vieron al Niño con María, su Madre, y postrándose le adoraron; luego abrieron sus cofres y le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra14. Eran dones muy apreciados en Oriente. «Y ese mismo Niño que ha aceptado los regalos de los Magos sigue siendo siempre Aquel ante el cual todos los hombres y pueblos “abren sus cofres”, es decir, sus tesoros.

»En este acto de apertura ante el Dios encarnado, los dones del espíritu humano adquieren un valor especial». Todo adquiere un valor nuevo cuando se ofrece a Dios.

Epifanía quiere decir manifestación. En la Solemnidad de hoy la Iglesia conmemora la primera manifestación del Hijo de Dios hecho Hombre al mundo pagano, que tuvo lugar con la adoración de los Magos. La fiesta proclama el alcance universal de la misión de Cristo, que viene al mundo para cumplir las promesas hechas a Israel y llevar a cabo la salvación de todos los hombres.

La Solemnidad de la Epifanía, llamada también en la antigüedad Teofanía o fiesta de la Iluminación, nació en los primeros siglos del Cristianismo, en Oriente, y llegó a ser universal ya en el siglo iv. Desde sus orígenes se celebró el 6 de enero.

Te Deum

Señor, Dios eterno, alegres te cantamos,
a ti nuestra alabanza,
a ti, Padre del cielo, te aclama la creación.

Postrados ante ti, los ángeles te adoran
y cantan sin cesar:

Santo, santo, santo es el Señor,
Dios del universo;
llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.

A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles,
la multitud de los profetas te enaltece,
y el ejército glorioso de los mártires te aclama.

A ti la Iglesia santa,
por todos los confines extendida,
con júbilo te adora y canta tu grandeza:

Padre, infinitamente santo,
Hijo eterno, unigénito de Dios,
Santo Espíritu de amor y de consuelo.

Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria,
tú el Hijo y Palabra del Padre,
tú el Rey de toda la creación.

Tú, para salvar al hombre,
tomaste la condición de esclavo
en el seno de una virgen.

Tú destruiste la muerte
y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.

Tú vives ahora,
inmortal y glorioso, en el reino del Padre.

Tú vendrás algún día,
como juez universal.

Muéstrate, pues, amigo y defensor
de los hombres que salvaste.

Y recíbelos por siempre allá en tu reino,
con tus santos y elegidos.

Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice a tu heredad.

Sé su pastor,
y guíalos por siempre.

Día tras día te bendeciremos
y alabaremos tu nombre por siempre jamás.

Dígnate, Señor,
guardarnos de pecado en este día.

Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.

Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.

A ti, Señor, me acojo,
no quede yo nunca defraudado


Ant. 1. Los magos, abriendo sus cofres, ofrecieron al Señor oro, incienso y mirra. Aleluya.

Salmo 62, 2-9

EL ALMA SEDIENTA DE DIOS
Madruga por Dios todo el que rechaza las obras de las tinieblas.

¡Oh Dios!, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.

¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.

Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré de manjares exquisitos,
y mis labios te alabarán jubilosos.

En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.

Ant. Los magos, abriendo sus cofres, ofrecieron al Señor oro, incienso y mirra. Aleluya.

Ant. 2. Mares y ríos, bendecid al Señor; manantiales, ensalzad con himnos a nuestro Dios. Aleluya.

Cántico Dn 3, 57-88. 56

TODA LA CREACIÓN ALABE AL SEÑOR
Alabad al Señor, sus siervos todos. (Ap 19, 5)

Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.

Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.

Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.

Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.

Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.

Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.

Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.

Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.

Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.

Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.

Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor.

Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.

Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.

Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.

Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.

Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.

Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.

No se dice Gloria al Padre.

Ant. Mares y ríos, bendecid al Señor; manantiales, ensalzad con himnos a nuestro Dios. Aleluya.

Ant. 3. Llega tu luz, Jerusalén, y la gloria del Señor alborea sobre ti y caminarán las naciones a tu luz. Aleluya.

Salmo 149

ALEGRÍA DE LOS SANTOS
Los hijos de la Iglesia, nuevo pueblo de Dios, se alegran en su Rey, Cristo, el Señor. (Hesiquio)

Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.

Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.

Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:

para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.

Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.

Ant. Llega tu luz, Jerusalén, y la gloria del Señor alborea sobre ti y caminarán las naciones a tu luz. Aleluya.

LECTURA BREVE Is 52; 7-10

¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la dicha, que anuncia la salvación, que dice a Sión: «Ya reina tu Dios»! Escucha: tus vigías gritan, cantan a coro, porque ven cara a cara al Señor, que vuelve a Sión. Prorrumpid a una en gritos de júbilo, soledades de Jerusalén, porque el Señor consuela a su pueblo y ha rescatado a Jerusalén: el Señor desnuda su santo brazo a la vista de todas las naciones, y verán los confines de la tierra la victoria de nuestro
Dios.

RESPONSORIO BREVE

V. Se postrarán ante él todos los reyes.
R. Se postrarán ante él todos los reyes.

V. Todos los pueblos le servirán.
R. Y todos los reyes.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Se postrarán ante él todos los reyes.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Hoy la Iglesia se ha unido a su celestial Esposo, porque, en el Jordán, Cristo ha lavado los pecados de ella, los magos acuden con regalos a las bodas del Rey y los invitados se alegran por el agua convertida en vino. Aleluya

Cántico de Zacarías Lc 1, 68-79

EL MESÍAS Y SU PRECURSOR

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con
nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Hoy la Iglesia se ha unido a su celestial Esposo, porque, en el Jordán, Cristo ha lavado los pecados de ella, los magos acuden con regalos a las bodas del Rey y los invitados se alegran por el agua convertida en vino. Aleluya.

PRECES

Veneremos a nuestro Salvador, adorado hoy por los magos, y aclamémoslo con alegría, diciendo:
Luz de luz, ilumina nuestro día.

Cristo Jesús, que te manifestaste revestido de nuestra frágil carne humana,
santifícanos por la palabra de Dios y por la oración.

Cristo Jesús, santificado por el Espíritu,
líbranos de todo error.

Cristo Jesús, mostrado a los ángeles,
danos a gustar, ya en la tierra, de los bienes de tu reino.

Cristo Jesús, proclamado a los gentiles,
ilumina el corazón de todos los hombres con la luz del Espíritu Santo.

Cristo Jesús, en quien el mundo ha creído,
aumenta la fe en todos los creyentes.

Cristo Jesús, que has subido a la gloria,
enciende en nosotros el deseo de tu reino.

Alegres porque Jesucristo nos ha hecho hijos de Dios, digamos: Padre nuestro

Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.

 

Señor, tú que manifestaste a tu Hijo en este día a todas las naciones por medio de una estrella, concédenos, a los que ya te conocemos por la fe, llegar a contemplar, cara a cara, la hermosura infinita de tu gloria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.



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