Custodia

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Saludo

Bendición

viernes, 8 de septiembre de 2023

Oficio, lecturas, reflexiones y laudes +

 La natividad de la Santísima Virgen María, fiesta



V/. -Señor, Ábreme los labios.
R/. -Y mi boca proclamará tu alabanza.

Invitatorio

Salmo 94: Invitación a la alabanza divina

Ant: Celebremos el nacimiento de la Virgen María; adoremos a su Hijo Jesucristo, el Señor.

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

-se repite la antífona

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

-se repite la antífona

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

-se repite la antífona

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.

-se repite la antífona

Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
"Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso."»

-se repite la antífona

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Celebremos el nacimiento de la Virgen María; adoremos a su Hijo Jesucristo, el Señor.
 
Himno

Hoy nace una clara estrella,
tan divina y celestial,
que, con ser estrella, es tal,
que el mismo Sol nace de ella.

De Ana y de Joaquín, oriente
de aquella estrella divina,
sale su luz clara y digna
de ser pura eternamente:
el alba más clara y bella
no le puede ser igual,
que, con ser estrella, es tal,
que el mismo Sol nace de ella.

No le iguala lumbre alguna
de cuantas bordan el cielo,
porque es el humilde suelo
de sus pies la blanca luna:
nace en el suelo tan bella
y con luz tan celestial,
que, con ser estrella, es tal,
que el mismo Sol nace de ella.

Gloria al Padre, y gloria al Hijo,
gloria al Espíritu Santo,
por los siglos de los siglos. Amén.

Salmo 23: Entrada solemne de Dios en su templo

Ant: María ha recibido la bendición del Señor, le ha hecho justicia el Dios de salvación.

Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
Él la fundó sobre los mares,
Él la afianzó sobre los ríos.

- ¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?

- El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ese recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.

- Este es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.

¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.

- ¿Quién es ese Rey de la gloria?
- El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.

¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.

- ¿Quién es ese Rey de la gloria?
- El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: María ha recibido la bendición del Señor, le ha hecho justicia el Dios de salvación.

Salmo 45: Dios, refugio y fortaleza de su pueblo

Ant: El Altísimo ha consagrado su morada.

Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza,
poderoso defensor en el peligro.

Por eso no tememos aunque tiemble la tierra,
y los montes se desplomen en el mar.

Que hiervan y bramen sus olas,
que sacudan a los montes con su furia:

El Señor de los ejércitos está con nosotros,
nuestro alcázar es el Dios de Jacob.

El correr de las acequias alegra la ciudad de Dios,
el Altísimo consagra su morada.

Teniendo a Dios en medio, no vacila;
Dios la socorre al despuntar la aurora.

Los pueblos se amotinan, los reyes se rebelan;
pero él lanza su trueno, y se tambalea la tierra.

El Señor de los ejércitos está con nosotros,
nuestro alcázar es el Dios de Jacob.

Venid a ver las obras del Señor,
las maravillas que hace en la tierra:

Pone fin a la guerra hasta el extremo del orbe,
rompe los arcos, quiebra las lanzas,
prende fuego a los escudos.

«Rendíos, reconoced que yo soy Dios:
más alto que los pueblos, más alto que la tierra.»

El Señor de los ejércitos está con nosotros,
nuestro alcázar es el Dios de Jacob.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: El Altísimo ha consagrado su morada.

Salmo 86: Himno a Jerusalén, madre de todos los pueblos

Ant: Yo te confieso mi culpa, no me abandones, Señor, Dios mío.

Él la ha cimentado sobre el monte santo;
y el Señor prefiere las puertas de Sión
a todas las moradas de Jacob.

¡Qué pregón tan glorioso para ti,
ciudad de Dios!
«Contaré a Egipto y a Babilonia
entre mis fieles;
filisteos, tirios y etíopes
han nacido allí.»

Se dirá de Sión: «Uno por uno
todos han nacido en ella;
el Altísimo en persona la ha fundado.»

El Señor escribirá en el registro de los pueblos:
«Este ha nacido allí.»
Y cantarán mientras danzan:
«Todas mis fuentes están en ti.»

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Yo te confieso mi culpa, no me abandones, Señor, Dios mío.

V/. María conservaba todas estas cosas.

R/. Meditándolas en su corazón.

en Adviento/Navidad:

en Adviento/Navidad:

V/. Dichosos los que escuchan la palabra de Dios.

R/. Y la cumplen.

Lectura

V/. María conservaba todas estas cosas.

R/. Meditándolas en su corazón.

en Adviento/Navidad:

en Adviento/Navidad:

V/. Dichosos los que escuchan la palabra de Dios.

R/. Y la cumplen.

Sentencia contra el pecado y promesa de salvación


Gn 3,9-20

En aquellos días, el Señor llamó al hombre:

«¿Dónde estás?»

Él contestó:

«Oí tu ruido en el jardín, me dio miedo, porque estaba desnudo, y me escondí.»

El Señor le replicó:

«¿Quién te informó de que estabas desnudo? ¿Es que has comido del árbol del que te prohibí comer?»

Adán respondió:

«La mujer que me diste como compañera me ofreció del fruto, y comí.»

El Señor dijo a la mujer:

«¿Qué es lo que has hecho?»

Ella respondió:

«La serpiente me engañó, y comí.»

El Señor Dios dijo a la serpiente:

«Por haber hecho eso, serás maldita entre todo el ganado y todas las fieras del campo; te arrastrarás sobre el vientre y comerás polvo toda tu vida; establezco hostilidades entre ti y la mujer, entre tu estirpe y la suya; ella te herirá en la cabeza cuando tú la hieras en el talón.»

A la mujer le dijo:

«Mucho te haré sufrir en tu preñez, parirás hijos con dolor, tendrás ansia de tu marido, y él te dominará.»

Al hombre le dijo:

«Porque le hiciste caso a tu mujer y comiste del árbol del que te prohibí comer, maldito el suelo por tu culpa: comerás de él con fatiga mientras vivas; brotará para ti cardos y espinas, y comerás hierba del campo. Con sudor de tu frente comerás el pan, hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella te sacaron; pues eres polvo y al polvo volverás.»

El hombre llamó a su mujer Eva, por ser la madre de todos los que viven.

R/. Hoy ha nacido la Virgen María del linaje de David; por ella vino la salvación del mundo a los creyentes, y por su vida gloriosa todo el orbe quedó iluminado.


V/. Celebremos con devoción el nacimiento de la bienaventurada Virgen María.

R/. Por ella vino la salvación del mundo a los creyentes, y por su vida gloriosa todo el orbe quedó iluminado.

L. Patrística

Lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado
San Andrés de Creta

Sermón 1: PG 97, 806-810

Cristo es el fin de la ley: él nos hace pasar de la esclavitud de esta ley a la libertad del espíritu. La ley tendía hacia él como a su complemento; y él, como supremo legislador, da cumplimiento a su misión, transformando en espíritu la letra de la ley. De este modo, hacía que todas las cosas lo tuviesen a él por cabeza. La gracia es la que da vida a la ley y, por esto, es superior a la misma, y de la unión de ambas resulta un conjunto armonioso, conjunto que no hemos de considerar como una mezcla, en la cual alguno de los dos elementos citados pierda sus características propias, sino como una transmutación divina, según la cual todo lo que había de esclavitud en la ley se cambia en suavidad y libertad, de modo que, como dice el Apóstol, no vivamos ya esclavizados por lo elemental del mundo, ni sujetos al yugo y a la esclavitud de la ley.

Éste es el compendio de todos los beneficios que Cristo nos ha hecho; ésta es la revelación del designio amoroso de Dios: su anonadamiento, su encarnación y la consiguiente divinización del hombre. Convenía, pues, que esta fulgurante y sorprendente venida de Dios a los hombres fuera precedida de algún hecho que nos preparara a recibir con gozo el gran don de la salvación. Y éste es el significado de la fiesta que hoy celebramos, ya que el nacimiento de la Madre de Dios es el exordio de todo este cúmulo de bienes, exordio que hallará su término y complemento en la unión del Verbo con la carne que le estaba destinada. El día de hoy nació la Virgen; es luego amamantada y se va desarrollando; y es preparada para ser la Madre de Dios, rey de todos los siglos.

Un doble beneficio nos aporta este hecho: nos conduce a la verdad y nos libera de una manera de vivir sujeta a la esclavitud de la letra de la ley. ¿De qué modo tiene lugar esto? Por el hecho de que la sombra se retira ante la llegada de la luz, y la gracia sustituye a la letra de la ley por la libertad del espíritu. Precisamente la solemnidad de hoy representa el tránsito de un régimen al otro, en cuanto que convierte en realidad lo que no era más que símbolo y figura, sustituyendo lo antiguo por lo nuevo.

Que toda la creación, pues, rebose de contento y contribuya a su modo a la alegría propia de este día. Cielo y tierra se aúnen en esta celebración, y que la festeje con gozo todo lo que hay en el mundo y por encima del mundo. Hoy, en efecto, ha sido construido el santuario creado del Creador de todas las cosas, y la creación, de un modo nuevo y más digno, queda dispuesta para hospedar en sí al supremo Hacedor.

R/. Celebremos, con devoción, en este día el nacimiento de María, Virgen perpetua y Madre de Dios cuya vida ilustre da esplendor a todas las Iglesias.


V/. Con todo el corazón y toda el alma, cantemos la gloria de Cristo en esta sagrada fiesta de María, la excelsa Madre de Dios.

R/. Cuya vida ilustre da esplendor a todas las Iglesias.

Te Deum

(sólo domingos, solemnidades y fiestas)


A ti, oh Dios, te alabamos,
a ti, Señor, te reconocemos.

A ti, eterno Padre,
te venera toda la creación.

Los ángeles todos, los cielos
y todas las potestades te honran.

Los querubines y serafines
te cantan sin cesar:

Santo, Santo, Santo es el Señor,
Dios del universo.

Los cielos y la tierra
están llenos de la majestad de tu gloria.

A ti te ensalza
el glorioso coro de los apóstoles,
la multitud admirable de los profetas,
el blanco ejército de los mártires.

A ti la Iglesia santa,
extendida por toda la tierra,
te proclama:

Padre de inmensa majestad,
Hijo único y verdadero, digno de adoración,
Espíritu Santo, Defensor.

Tú eres el Rey de la gloria, Cristo.

Tú eres el Hijo único del Padre.

Tú, para liberar al hombre,
aceptaste la condición humana
sin desdeñar el seno de la Virgen.

Tú, rotas las cadenas de la muerte,
abriste a los creyentes el reino del cielo.

Tú te sientas a la derecha de Dios
en la gloria del Padre.

Creemos que un día
has de venir como juez.

Te rogamos, pues,
que vengas en ayuda de tus siervos,
a quienes redimiste con tu preciosa sangre.

Haz que en la gloria eterna
nos asociemos a tus santos.

(lo que sigue puede omitirse)

Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice tu heredad.

Sé su pastor
y ensálzalo eternamente.

Día tras día te bendecimos
y alabamos tu nombre para siempre,
por eternidad de eternidades.

Dígnate, Señor, en este día
guardarnos del pecado.

Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.

Que tu misericordia, Señor,
venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.

En ti, Señor, confié,
no me veré defraudado para siempre.

La natividad de la Santísima Virgen María, fiesta

Mi 5,1-4a: El tiempo en que la madre dé a luz.

Así dice el Señor:

«Pero tú, Belén de Éfrata,

pequeña entre las aldeas de Judá,

de ti saldrá el jefe de Israel.

Su origen es desde lo antiguo,

de tiempo inmemorial.

Los entrega hasta el tiempo

en que la madre dé a luz,

y el resto de sus hermanos

retornará a los hijos de Israel.

En pie, pastoreará con la fuerza del Señor,

por el nombre glorioso del Señor, su Dios.

Habitarán tranquilos, porque se mostrará grande hasta los confines de la tierra,

y éste será nuestra paz.»

o bien
Rm 8,28-30: A los que había escogido, Dios los predestinó.

Hermanos: Sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien: a los que ha llamado conforme a su designio. A los que había escogido, Dios los predestinó a ser imagen de su Hijo, para que él fuera el primogénito de muchos hermanos. A los que predestinó, los llamó; a los que llamó, los justificó; a los que justificó, los glorificó.

Sal 12,6ab.6cd: Desbordo de gozo con el Señor.

Porque yo confío en tu misericordia:
alegra mi corazón con tu auxilio.

Y cantaré al Señor
por el bien que me ha hecho.

Mt 1,1-16.18-23: La criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo.

Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abrahán.

Abrahán engendró a Isaac, Isaac a Jacob, Jacob a Judá y a sus hermanos. Judá engendró, de Tamar, a Farés y a Zará, Farés a Esrón, Esrón a Aram, Aram a Aminadab, Aminadab a Naasón, Naasón a Salmón, Salmón engendró, de Rahab, a Booz; Booz engendró, de Rut, a Obed; Obed a Jesé, Jesé engendró a David, el rey.

David, de la mujer de Urías, engendró a Salomón, Salomón a Roboam, Roboam a Abías, Abías a Asaf, Asaf a Josafat, Josafat a Joram, Joram a Ozías, Ozías a Joatán, Joatán a Acaz, Acaz a Ezequías, Ezequías engendró a Manasés, Manasés a Amós, Amós a Josías; Josías engendró a Jecomas y a sus hermanos, cuando el destierro de Babilonia.

Después del destierro de Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel, Salatiel a Zorobabel, Zorobabel a Abiud, Abiud a Eliaquín, Eliaquín a Azor, Azor a Sadoc, Sadoc a Aquim, Aquim a Eliud, Eliud a Eleazar, Eleazar a Matán, Matán a Jacob; y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo.

El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera:

María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo.

José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo:

–«José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.»

Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por el Profeta:

«Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo

y le pondrá por nombre Emmanuel,

que significa "Dios–con–nosotros".»

o bien, más breve:
Mt 1,18-23: La criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo.

El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera:

María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo.

José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo:

–«José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.»

Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por el Profeta:

«Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa "Dios–con–nosotros".»



Fiesta

08 Septiembre

Biografía


La Iglesia recuerda el día del nacimiento de la Virgen María cada 8 de septiembre. El Evangelio no nos da datos del nacimiento de María, pero hay varias tradiciones. Algunas, considerando a María descendiente de David, señalan su nacimiento en Belén. Otra corriente griega y armenia, señala Nazareth como cuna de María.

La celebración de la fiesta de la Natividad de la Santísima Virgen María, es conocida en Oriente desde el siglo VI. Fue fijada el 8 de septiembre, día con el que se abre el año litúrgico bizantino, el cual se cierra con la Dormición, en agosto. En Occidente fue introducida hacia el siglo VII y era celebrada con una procesión-letanía, que terminaba en la Basílica de Santa María la Mayor.


8 de septiembre

NATIVIDAD DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA*


Fiesta

— Alegría en el Nacimiento de Nuestra Señora.

— La fiesta de hoy nos lleva también a mirar con hondo respeto la concepción y nacimiento de todo ser humano.

— El valor de los días corrientes.

I. Celebremos con alegría el Nacimiento de María, la Virgen: de Ella salió el Sol de justicia, Cristo, nuestro Dios1.

La invitación a la alegría de los textos litúrgicos es constante desde los antiquísimos comienzos de esta fiesta2. Es lógico que así sea: si se alegran la familia y los amigos y vecinos cuando nace una criatura, y si se celebran los cumpleaños con júbilo, ¿cómo no nos íbamos a llenar de alegría en la conmemoración del nacimiento de nuestra Madre? Este acontecimiento feliz nos señala que el Mesías está ya próximo: María es la Estrella de la mañana que, en la aurora que precede a la salida del sol, anuncia la llegada del Salvador, el Sol de justicia en la historia del género humano3. «Convenía señala un antiguo escritor sagrado que esta fulgurante y sorprendente venida de Dios a los hombres fuera precedida de algún hecho que nos preparara para recibir con gozo el gran don de la salvación. Y este es el significado de la fiesta que hoy celebramos, ya que el Nacimiento de la Madre de Dios es el exordio de todo este cúmulo de bienes (...). Que toda la creación, pues, rebose de contento y contribuya a su modo a la alegría propia de este día. Cielo y tierra se aúnen en esta celebración y que la festeje con gozo todo lo que hay en el mundo y por encima del mundo»4.

La Liturgia de la Misa de hoy aplica a la Virgen recién nacida el pasaje de la Carta a los Romanos5 en el que San Pablo describe la misericordia divina que elige a los hombres para un destino eterno: María, desde la eternidad, es predestinada por la Trinidad Beatísima para ser la Madre de su Hijo. Para este fin fue adornada de todas las gracias: «El alma de María fue la más bella que Dios crió, de tal manera que, después de la encarnación del Verbo, esta fue la obra mayor y más digna que el Omnipotente llevó a cabo en este mundo»6. La gracia de María en el momento de su concepción sobrepasó las gracias de todos los santos y ángeles juntos, pues Dios da a cada uno la gracia que corresponde a su misión en el mundo7. La inmensa gracia de María fue suficiente y proporcionada a la singular dignidad a la que Dios la había llamado desde la eternidad8. Fue tan grande María en santidad y belleza expone San Bernardo, que no convenía que Dios tuviese otra Madre, ni convenía tampoco que María tuviese otro Hijo que Dios9. Y San Buenaventura afirma que Dios puede hacer un mundo mayor, pero no puede hacer una madre más perfecta que la Madre de Dios10.

Recordemos hoy también nosotros que hemos recibido de Dios una llamada a la santidad, a cumplir una misión concreta en el mundo. Además de la alegría que nos produce siempre el contemplar la plenitud de gracia y la belleza de Nuestra Señora, también debemos pensar que Dios nos da a cada uno las gracias necesarias y suficientes, sin que falte una, para llevar a cabo nuestra vocación específica en medio del mundo. También hoy podemos considerar que es lógico que deseemos festejar el aniversario del propio nacimiento nuestro cumpleaños porque Dios quiso expresamente que naciéramos, y porque nos llamó a un destino eterno de felicidad y de amor.

II. Que se alegre tu Iglesia, Señor (...), y se goce en el nacimiento de la Virgen María, que fue para el mundo esperanza y aurora de salvación11.

¿Cuántos años cumple hoy Nuestra Madre?... Para Ella el tiempo ya no pasa, porque ha alcanzado la plenitud de la edad, esa juventud eterna y plena que nace de la participación en la juventud de Dios que, según nos dice San Agustín, «es más joven que todos»12, precisamente por ser eterno e inmutable. Quizá hemos podido ver de cerca la alegría y la juventud interior de alguna persona santa, y contemplar cómo de un cuerpo que llevaba el peso de los años surgía una juventud del corazón con una energía y una vida incontenible. Esta juventud interior es más honda cuanto mayor es la unión con Dios. María, por ser la criatura que más íntimamente ha estado unida a Él, es ciertamente la más joven de todas las criaturas. Juventud y madurez se confunden en Ella, y también en nosotros cuando vamos derechamente ad Deum, qui laetificat iuventutem meam, hacia Dios que nos rejuvenece cada día por dentro y, con su gracia, nos inunda de alegría13.

Desde su adolescencia, la Virgen gozó de una madurez interior plena y proporcionada a su edad. Ahora, en el Cielo, con la plenitud de la gracia la inicial y la que alcanzó con sus méritos uniéndose a la Obra de su Hijo nos contempla y presta oído a nuestras alabanzas y a nuestras peticiones. Hoy escucha nuestro canto de acción de gracias a Dios por haberla creado, y nos mira y nos comprende porque Ella -después de Dios es quien más sabe de nuestra vida, de nuestras fatigas, de nuestros empeños14.

Todos los padres piensan cuando nace un hijo que es incomparable. También debieron de pensarlo San Joaquín y Santa Ana cuando nació María, y ciertamente no se equivocaban. Todas las generaciones la llaman bienaventurada... «No podían sospechar aquel día, Joaquín y Ana, lo que había de ser aquel fruto de su limpio amor. Nunca se sabe. ¿Quién puede decir lo que será una criatura recién nacida? Nunca se sabe...»15. Cada una es un misterio de Dios que viene al mundo con un específico quehacer del Creador.

La fiesta de hoy nos lleva a mirar con hondo respeto la concepción y el nacimiento de todo ser humano, a quien Dios le ha dado el cuerpo a través de los padres y le ha infundido un alma inmortal e irrepetible, creada directamente por Él en el momento de la concepción. «La gran alegría que como fieles experimentamos por el nacimiento de la Madre de Dios (...) comporta a la vez, para todos nosotros, una gran exigencia: debemos sentirnos felices por principio cuando en el seno de una madre se forma un niño y cuando ve la luz del mundo. Incluso cuando el recién nacido exige dificultades, renuncias, limitaciones, gravámenes, deberá ser siempre acogido y sentirse protegido por el amor de sus padres»16. Todo ser humano concebido está llamado a ser hijo de Dios, a darle gloria y a un destino eterno y feliz.

Dios Padre, al contemplar a María recién nacida, se alegró con una alegría infinita al ver a una criatura humana sin el pecado de origen, llena de gracia, purísima, destinada a ser la Madre de su Hijo para siempre. Aunque Dios concedió a Joaquín y a Ana una alegría muy particular, como participación de la gracia derramada sobre su Hija, ¿qué habrían sentido si, al menos de lejos, hubieran vislumbrado el destino de aquella criatura, que vino al mundo como las demás? En otro orden, tampoco nosotros podemos sospechar la eficacia inconmensurable de nuestro paso por la tierra si somos fieles a las gracias recibidas para llevar a cabo nuestra propia vocación, otorgada por Dios desde la eternidad.

III. Ningún acontecimiento acompañó el Nacimiento de María, y nada nos dicen de él los Evangelios. Nació, quizá, en una ciudad de Galilea, probablemente en el mismo Nazareth, y aquel día nada se reveló a los hombres. El mundo seguía dándole importancia a otros acontecimientos que luego serían completamente borrados de la faz de la tierra sin dejar la menor huella. Con frecuencia, lo importante para Dios pasa oculto a los ojos de los hombres que buscan algo extraordinario para sobrellevar su existencia. Solo en el Cielo hubo fiesta, y fiesta grande.

Después, durante muchos años, la Virgen pasa inadvertida. Todo Israel esperaba a esa doncella anunciada en la Escritura17 y no sabe que ya vive entre los hombres. Externamente, apenas se diferencia de los demás. Tenía voluntad, quería, amaba con una intensidad difícil de comprender para nosotros, con un amor que en todo se ajustaba al amor de Dios. Tenía entendimiento, al servicio de los misterios que poco a poco iba descubriendo, comprendía la perfecta relación que había entre ellos, las profecías que hablaban del Redentor...; y entendimiento para aprender cómo se hilaba o se cocinaba... Y tenía memoria guardaba las cosas en su corazón18- y pasaba de unos recuerdos a otros, se valía de referencias concretas. Poseía Nuestra Señora una viva imaginación que le hizo tener una vida llena de iniciativas y de sencillo ingenio en el modo de servir a los demás, de hacerles más llevadera la existencia, a veces penosa por la enfermedad o por la desgracia... Dios la contemplaba lleno de amor en los menudos quehaceres de cada día y se gozaba con un inmenso gozo en estas tareas sin apenas relieve.

Al contemplar su vida normal, nos enseña a nosotros a obrar de tal modo que sepamos hacer lo de todos los días de cara a Dios: a servir a los demás sin ruido, sin hacer valer constantemente los propios derechos o los privilegios que nosotros mismos nos hemos otorgado, a terminar bien el trabajo que tenemos entre manos... Si imitamos a Nuestra Madre, aprenderemos a valorar lo pequeño de los días iguales, a dar sentido sobrenatural a nuestros actos, que quizá nadie ve: limpiar unos muebles, corregir unos datos en el ordenador, arreglar la cama de un enfermo, buscar las referencias precisas para explicar la lección que estamos preparando... Estas pequeñas cosas, hechas con amor, atraen la misericordia divina y aumentan de continuo la gracia santificante en el alma. María es el ejemplo acabado de esta entrega diaria, «que consiste en hacer de la propia vida una ofrenda al Señor»19.

Bajo diversas advocaciones, muchos pueblos y ciudades celebran hoy su fiesta, con intuición acertada, pues «si Salomón enseña San Pedro Damián, con motivo de la dedicación del templo material, celebró con todo el pueblo de Israel solemnemente un sacrificio tan copioso y magnífico, ¿cuál y cuánta no será la alegría del pueblo cristiano al celebrar el nacimiento de la Virgen María, en cuyo seno, como en un templo sacratísimo, descendió Dios en persona para recibir de ella la naturaleza humana y se dignó vivir visiblemente entre los hombres?»20. No dejemos de festejar hoy a Nuestra Señora con esas delicadezas propias de los buenos hijos.

Desde muy antiguo se tienen noticias de esta fiesta de la Virgen, primero en Oriente y luego en la Iglesia universal. Esta festividad, en la que se conmemora el nacimiento de la que habría de ser la Madre de Dios, y también Madre nuestra, está llena de alegría. Su llegada al mundo es el anuncio de la Redención ya próxima. Muchos pueblos y ciudades, bajo diversas advocaciones, celebran hoy a su Patrona.


22ª semana. Viernes

LOS AMIGOS DEL ESPOSO


— El Señor nos cuenta entre sus íntimos.

— De Jesús aprendemos a tener muchos amigos. El cristiano está siempre abierto a los demás.

— La caridad mejora y fortalece la amistad.

I. Después del banquete que ofreció Mateo al Señor y a sus amigos con motivo de su llamamiento, algunos judíos se acercaron a Jesús y le preguntaron por qué sus discípulos no ayunaban como lo hacían los fariseos y los discípulos de Juan. Y Jesús les contestó: ¿Podéis acaso hacer ayunar a los amigos del esposo, mientras el esposo está con ellos? Y haciendo mención expresa de la muerte que Él había de padecer, les dice que cuando les sea arrebatado el esposo, entonces ayunarán1.

El esposo, entre los hebreos, iba acompañado por otros jóvenes de su edad, sus íntimos, como una escolta de honor. Se llamaban los amigos del esposo2, y su misión era honrar al que iba a contraer nupcias, alegrarse con sus alegrías, participar de un modo muy particular en los festejos que se organizaban con motivo de la boda. La imagen nupcial aparece frecuentemente en la Sagrada Escritura para expresar las relaciones de Dios con su pueblo3. También la Nueva Alianza del Mesías con su nuevo pueblo, la Iglesia, se describe bajo esta imagen. Ya el Bautista había llamado a Cristo, esposo, y a sí mismo amigo del esposo4.

Jesús llama amigos íntimos –los amigos del esposo– a quienes le siguen, a nosotros; hemos sido invitados a participar más entrañablemente de sus alegrías, al banquete nupcial, figura de los bienes sin fin del Reino de los Cielos. En diversas ocasiones el Señor distinguió a los suyos con el honroso título de amigos. Un día el Maestro, extendiendo sobre sus discípulos su mano, pronunció estas consoladoras palabras: He aquí a mi madre y a mis hermanos...5. Y nos enseñó que quienes creen y le siguen con obras –los que cumplen la voluntad de mi Padre– ocupan en su corazón un lugar de predilección y le están unidos con lazos más estrechos que los de la sangre. En el discurso de la Última Cena les dirá, con sencillez y sinceridad conmovedoras: Como el Padre me ha amado, así también Yo os he amado... Os he llamado amigos, porque os he dado a conocer todas las cosas que he oído a mi Padre6.

El Señor quiso ser ejemplo de amistad verdadera y estuvo abierto a todos, a quienes atraía con particular ternura y afecto. «Dejaba escapar entonces –comenta bellamente San Bernardo– toda la suavidad de su corazón; se abría su alma por entero y de ella se esparcía como vapor invisible el más delicado perfume, el perfume de un alma hermosa, de un corazón generoso y noble»7. Y se convertía en amigo fiel y abnegado de todos. De su ser provenía aquel poder de atracción que San Jerónimo comparó a un imán extraordinario8.

Jesús nos llama amigos. Y nos enseña a acoger a todos, a ampliar y desarrollar constantemente nuestra capacidad de amistad. Y solo aprenderemos si le tratamos en la intimidad de una oración confiada: «Para que este mundo nuestro vaya por un cauce cristiano –el único que merece la pena–, hemos de vivir una leal amistad con los hombres, basada en una previa leal amistad con Dios»9.

II. Jesús tuvo amigos en todas las clases sociales y en todas las profesiones: eran de edad y de condición bien diversas. Desde personas de gran prestigio social, como Nicodemo o José de Arimatea, hasta mendigos como Bartimeo. En la mayor parte de las ciudades y aldeas encontraba gentes que le querían y que se sentían correspondidas por el Maestro, amigos que no siempre el Evangelio menciona por sus nombres, pero cuya existencia se deja entrever. En Betania, las hermanas de Lázaro, con el mensaje confiado y doloroso a un tiempo que le hacen llegar a Jesús, dejan bien claro el lazo que unía aquella familia con el Maestro: Señor, mira, el que amas está enfermo10Jesús amaba a Marta y María y a Lázaro. Cuando llegó el Maestro a Betania, Lázaro había muerto. Y, ante la sorpresa de todos, Jesús comenzó a llorar. Decían entonces los judíos: Mirad cómo le amaba11. ¡Jesús llora por un amigo!, no permanece impasible ante el dolor de quienes más aprecia, ni ante la experiencia del hombre frente a la muerte; la muerte de una persona particularmente amada. Jesús llora en silencio lágrimas de hombre; los que estaban allí quedaron asombrados.

Nunca debemos cansarnos de considerar lo que el Señor nos quiere. «Jesús es tu amigo. —El Amigo. —Con corazón de carne, como el tuyo. —Con ojos, de mirar amabilísimo, que lloraron por Lázaro...

»—Y tanto como a Lázaro, te quiere a ti»12.

A Jesús le gustaba conversar con las personas que acudían a Él o con las que encontraba en el camino. Aprovechaba esas conversaciones, que en ocasiones se iniciaban sobre temas intrascendentes, para llegar al fondo de sus almas y llenarlas de amor. Todas las circunstancias fueron buenas para hacer amigos y llevarles el mensaje divino que había traído a la tierra. Nosotros no debemos olvidar que «amistad y caridad forman una sola cosa: luz divina que da calor»13.

De Cristo aprendemos a tener muchos amigos, aprovechando las relaciones de vecindad, de trabajo, de estudio, encuentros fortuitos y otros buscados. El cristiano está siempre abierto a los demás. Con el amigo se comparte lo mejor que se posee; nosotros no tenemos nada que valga tanto como la amistad con Jesucristo, afianzada a lo largo de los años, después de tantos ratos de oración –cuántas cosas le hemos dicho– y de tantos momentos junto al Sagrario. El afán apostólico y las virtudes humanas de la convivencia nos ayudarán a encontrar los puntos de unión y de entendimiento con los compañeros, con los clientes, con las demás personas, y sabremos prescindir y olvidar lo que desune, cediendo con elegancia en nuestros puntos de vista cuando se trate de asuntos de poca importancia que separan y van creando distancias que hacen difícil la confianza y el mutuo entendimiento.

Si nos sabemos amigos de Jesús, sus amigos íntimos, ¿no es lógico que aprendamos lo que es la amistad verdadera y que sepamos, como Él, llegar al fondo de las almas? ¿Sabemos comunicar el amor a Cristo que llevamos en el corazón?

III. Un amigo fiel es poderoso protector; el que lo encuentra halla un tesoro. Nada vale tanto como un amigo fiel; su precio es incalculable14. Así nos habla la Sagrada Escritura del valor de la amistad, y a la vez nos enseña que es necesario buscarla, poner los medios para encontrarla. Y, una vez hallada, es necesario cultivarla por encima del tiempo, de las distancias, de todo aquello que tienda a separar: la diversidad de gustos, de opiniones, de intereses...

La amistad requiere que ayudemos al amigo. «Si descubres algún defecto en el amigo corrígele en secreto (...). Las correcciones hacen bien y son de más provecho que una amistad muda»15, que calla mientras ve que el amigo se hunde. La amistad ha de ser perseverante: «No cambiemos de amigos como hacen los niños, que se dejan llevar por la ola fácil de los sentimientos»16No te avergüences de defender al amigo17. «No le abandones en el momento de la necesidad, no le olvides, no le niegues tu afecto, porque la amistad es el soporte de la vida. Llevemos los unos las cargas de los otros, como nos enseñó el Apóstol... Si la prosperidad de uno aprovecha a todos sus amigos, ¿por qué en la adversidad no va a encontrar la ayuda de todos sus amigos? Ayudémosle con nuestros consejos, unamos nuestros esfuerzos a los suyos, participemos de sus aflicciones.

»Cuando sea necesario, soportemos incluso grandes sacrificios por lealtad hacia el amigo. Quizá haya que afrontar enemistades para defender la causa del amigo inocente, y muy a menudo recibir insultos cuando trates de responder y rebatir a aquellos que le atacan y le acusan (...). En la adversidad se prueban los amigos verdaderos, pues en la prosperidad todos parecen fieles»18.

La caridad sobrenatural fortalece y enriquece la amistad. El amor a Cristo nos vuelve más humanos, con más capacidad de comprensión, más abiertos a todos. Si Cristo es el mejor amigo, aprenderemos a fortalecer una relación que quizá se estaba rompiendo, a quitar un obstáculo, a superar el egoísmo y la comodidad de quedarnos en nosotros mismos. Junto al Señor sabremos hacer mejores, llevar a la santidad, a quienes tenemos más cerca, porque les transmitiremos la fe en Él. A lo largo de los siglos, ¡cuántos han transitado por la senda de la amistad hacia el Señor!

Mira a Cristo. Bien sabes que te considera entre sus íntimos. Somos los amigos del Esposo, pues nos llama a participar de su predilección y de sus bienes. Referidas a Cristo, tienen su plenitud aquellas palabras del Libro del Eclesiástico: El amigo fiel no hay con qué pagarlo19. Mostró su fidelidad hasta dar su vida por cada uno de nosotros. Aprendamos de Él a ser amigos de nuestros amigos, y no dejemos de dar a estos lo mejor que tenemos: el amor a Jesús.


Salmo 62,2-9: El alma sedienta de Dios

Ant: Hoy es el nacimiento de la gloriosa Virgen María, descendiente de Abrahán, de la tribu de Judá y de la noble estirpe de David.

Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.

¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.

Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré como de enjundia y de manteca,
y mis labios te alabarán jubilosos.

En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Hoy es el nacimiento de la gloriosa Virgen María, descendiente de Abrahán, de la tribu de Judá y de la noble estirpe de David.

Daniel 3,57-88.56: Toda la creación alabe al Señor

Ant: Cuando nació la Santísima Virgen, el mundo se iluminó; ¡dichosa estirpe, raíz santa, bendito su fruto!

Criaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.

Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.

Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.

Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.

Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.

Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.

Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.

Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.

Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.

Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.

Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor.

Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.

Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Hijos de los hombres, bendecid al Señor
bendiga Israel al Señor.

Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.

Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.

Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Bendigamos al Padre y al Hijo con el Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.

Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.

Ant: Cuando nació la Santísima Virgen, el mundo se iluminó; ¡dichosa estirpe, raíz santa, bendito su fruto!

Salmo 149: Alegría de los santos

Ant: Celebremos con gozo el nacimiento de Santa María, para que interceda por nosotros ante nuestro Señor Jesucristo.

Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.

Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.

Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:

para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.

Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Celebremos con gozo el nacimiento de Santa María, para que interceda por nosotros ante nuestro Señor Jesucristo.

Lectura

Is 11,1-3a

Brotará un renuevo del tronco de Jesé, y de su raíz florecerá un vástago. Sobre él se posará el espíritu del Señor: espíritu de prudencia y sabiduría, espíritu de consejo y valentía, espíritu de ciencia y temor del Señor. Le inspirará el temor del Señor.

V/. El Señor la eligió y la predestinó.

R/. El Señor la eligió y la predestinó.

V/. La hizo morar en su templo santo.

R/. Y la predestinó.

V/. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo

R/. El Señor la eligió y la predestinó.

Cántico Ev.

Ant: Tu nacimiento, Virgen Madre de Dios, anunció la alegría a todo el mundo. De ti nació el sol de la justicia, Cristo, nuestro Dios, que, borrando la maldición, nos trajo la bendición, y, triunfando de la muerte, nos dio la vida eterna.

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Tu nacimiento, Virgen Madre de Dios, anunció la alegría a todo el mundo. De ti nació el sol de la justicia, Cristo, nuestro Dios, que, borrando la maldición, nos trajo la bendición, y, triunfando de la muerte, nos dio la vida eterna.

Preces

Elevemos nuestras súplicas al Salvador, que quiso nacer de María Virgen, y digámosle:

Que tu Madre, Señor, interceda por nosotros

- Oh Sol de justicia, a quien la Virgen inmaculada precedía cual aurora luciente,
haz que vivamos siempre iluminados por la claridad de tu presencia.

- Verbo eterno del Padre, que elegiste a María como arca incorruptible de tu morada,
líbranos de la corrupción del pecado.

- Salvador nuestro, que quisiste que tu madre estuviera junto a tu cruz,
por su intercesión, concédenos compartir con alegría tus padecimientos.

- Jesús, que, colgado en la cruz, diste María a Juan como madre,
haz que nosotros vivamos también como hijos suyos.

Ya que Dios nos ha adoptado como hijos, oremos al Padre como nos enseñó el Señor:

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre;

venga a nosotros tu reino;

hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día;

perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.

No nos dejes caer en la tentación,

y líbranos del mal.

Final

Concede, Señor, a tus hijos el don de tu gracia, para que cuantos hemos recibido las primicias de la salvación por la maternidad de la Virgen María, consigamos aumento de paz en la fiesta de su nacimiento. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

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