Custodia

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Saludo

Bendición

martes, 12 de septiembre de 2023

Oficio, lecturas, reflexiones y laudes +

 


Martes, XXIII semana del Tiempo Ordinario, feria


V/. -Señor, Ábreme los labios.
R/. -Y mi boca proclamará tu alabanza.

Invitatorio

Salmo 94: Invitación a la alabanza divina

Ant: Venid, adoremos al Señor, Dios soberano.

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

-se repite la antífona

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

-se repite la antífona

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

-se repite la antífona

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.

-se repite la antífona

Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
"Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso."»

-se repite la antífona

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Venid, adoremos al Señor, Dios soberano.

 
Himno

Señor, el día empieza. Como siempre,
postrados a tus pies, la luz del día
queremos esperar.
Eres la fuerza
que tenemos los débiles, nosotros.

Padre nuestro,
que en los cielos estás, haz a los hombres
iguales: que ninguno se avergüence
de los demás; que todos al que gime
den consuelo; que todos, al que sufre
del hambre la tortura, le regalen
en rica mesa de manteles blancos
con blanco pan y generoso vino;
que no luchen jamás; que nunca emerjan,
entre las áureas mieses de la historia,
sangrientas amapolas, las batallas.

Luz, Señor, que ilumine las campiñas
y las ciudades; que a los hombres todos,
en sus destellos mágicos, envuelva
luz inmortal; Señor, luz de los cielos,
fuente de amor y causa de la vida.

Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo.
Amén.

Salmo 67-I: Entrada triunfal del Señor

Ant: Se levanta Dios, y huyen de su presencia los que lo odian.

Se levanta Dios, y se dispersan sus enemigos,
huyen de su presencia los que lo odian;

como el humo se disipa, se disipan ellos;
como se derrite la cera ante el fuego,
así perecen los impíos ante Dios.

En cambio, los justos se alegran,
gozan en la presencia de Dios,
rebosando de alegría.

Cantad a Dios, tocad en su honor,
alfombrad el camino del que avanza por el desierto;
su nombre es el Señor:
alegraos en su presencia.

Padre de huérfanos, protector de viudas,
Dios vive en su santa morada.

Dios prepara casa a los desvalidos,
libera a los cautivos y los enriquece;
sólo los rebeldes
se quedan en la tierra abrasada.

Oh Dios, cuando salías al frente de tu pueblo
y avanzabas por el desierto,
la tierra tembló, el cielo destiló
ante Dios, el Dios del Sinaí;
ante Dios, el Dios de Israel.

Derramaste en tu heredad, oh Dios, una lluvia copiosa,
aliviaste la tierra extenuada;
y tu rebaño habitó en la tierra
que tu bondad, oh Dios, preparó para los pobres.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Se levanta Dios, y huyen de su presencia los que lo odian.

Salmo 67-II:

Ant: Nuestro Dios es un Dios que salva, el Señor Dios nos hace escapar de la muerte.

El Señor pronuncia un oráculo,
millares pregonan la alegre noticia:
"los reyes, los ejércitos van huyendo, van huyendo;
las mujeres reparten el botín.

Mientras reposabais en los apriscos,
las palomas batieron sus alas de plata,
el oro destellaba en sus plumas.
Mientras el Todopoderoso dispersaba a los reyes,
la nieve bajaba sobre el Monte Umbrío".

Las montañas de Basán son altísimas,
las montañas de Basán son escarpadas;
¿por qué tenéis envidia, montañas escarpadas,
del monte escogido por Dios para habitar,
morada perpetua del Señor?

Los carros de Dios son miles y miles:
Dios marcha del Sinaí al santuario.
Subiste a la cumbre llevando cautivos,
te dieron tributo de hombres:
incluso los que se resistían
a que el Señor Dios tuviera una morada.

Bendito el Señor cada día,
Dios lleva nuestras cargas, es nuestra salvación.
Nuestro Dios es un Dios que salva,
el Señor Dios nos hace escapar de la muerte.

Dios aplasta las cabezas de sus enemigos,
los cráneos de los malvados contumaces.
Dice el Señor: "Los traeré desde Basán,
los traeré desde el fondo del mar;
teñirás tus pies en la sangre del enemigo
y los perros la lamerán con sus lenguas".

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Nuestro Dios es un Dios que salva, el Señor Dios nos hace escapar de la muerte.

Salmo 67-III:

Ant: Reyes de la tierra, cantad a Dios, tocad para el Señor.

Aparece tu cortejo, oh Dios,
el cortejo de mi Dios, de mi Rey,
hacia el santuario.

Al frente, marchan los cantores;
los últimos, los tocadores de arpa;
en medio, las muchachas van tocando panderos.

"En el bullicio de la fiesta, bendecid a Dios,
al Señor, estirpe de Israel".

Va delante Benjamín, el más pequeño;
los príncipes de Judá con sus tropeles;
los príncipes de Zabulón,
los príncipes de Neftalí.

Oh Dios, despliega tu poder,
tu poder, oh Dios, que actúa en favor nuestro.
A tu templo de Jerusalén
traigan los reyes su tributo.

Reprime a la Fiera del Cañaveral,
al tropel de los Toros,
a los Novillos de los pueblos.

Que se te rindan con lingotes de plata:
dispersa las naciones belicosas.
Lleguen los magnates de Egipto,
Etiopía extienda sus manos a Dios.

Reyes de la tierra, cantad a Dios,
tocad para el Señor,
que avanza por los cielos,
los cielos antiquísimos,
que lanza su voz, su voz poderosa:
"Reconoced el poder de Dios".

Sobre Israel resplandece su majestad,
y su poder sobre las nubes.
Desde el santuario, Dios impone reverencia:
es el Dios de Israel
quien da fuerza y poder a su pueblo.

¡Dios sea bendito!

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Reyes de la tierra, cantad a Dios, tocad para el Señor.

V/. Voy a escuchar lo que dice el Señor.

R/. Dios anuncia la paz a su pueblo.

Lectura

V/. Voy a escuchar lo que dice el Señor.

R/. Dios anuncia la paz a su pueblo.

Plegaria en tiempo de desolación


Ha 1,2-2,4

Oráculo que vio el profeta Habacuc:

¿Hasta cuándo clamaré, Señor, sin que me escuches? ¿Te gritaré: «Violencia», sin que me salves?

¿Por qué me haces ver desgracias, me muestras trabajos, violencias y catástrofes, surgen luchas, se alzan contiendas? Pues la ley cae en desuso, y el derecho no sale vencedor. El malvado elimina al justo, y se emite una sentencia al revés.

Mirad a los pueblos, contemplad y espantaos, porque en vuestros días hará una obra tal que, si os la contasen, no la creeríais. Yo suscitaré a los caldeos, pueblo cruel y veloz, que recorrerá la anchura de la tierra para conquistar territorios ajenos.

Es funesto y terrible, dicta sentencia y condenación. Sus caballos son más veloces que panteras, más rápidos que lobos de la estepa, sus jinetes trotan, sus jinetes vienen de lejos, volarán como rauda águila sobre la presa.

Cada cual está dispuesto a la violencia, con las cabezas tendidas hacia delante, junta prisioneros como arena. Se burla de los reyes, hace escarnio de los príncipes, se ríe de las plazas fuertes, apisona tierra y las conquista. Después toma aliento y continúa implacable. Su fuerza es su dios.

¿No eres tú, Señor, desde antiguo mi santo Dios que no muere? ¿Le has destinado para castigo; oh Roca, le encomendaste la sentencia?

Tus ojos son demasiado puros para mirar el mal, no puedes contemplar la opresión. ¿Por qué contemplas en silencio a los bandidos, cuando el malvado devora al inocente?

Tú hiciste a los hombres como peces del mar, como reptiles sin jefe: los saca a todos con el anzuelo, los apresa en la red, los reúne en la nasa, y después ríe de gozo; ofrece sacrificios al anzuelo, incienso a la red, porque con ellos cogió rica presa, comida abundante. ¿Seguirá vaciando sus redes, matando pueblos sin compasión?

Me pondré de centinela, en pie vigilaré, velaré para escuchar lo que me dice, qué responde a mis quejas.

El Señor me respondió así:

«Escribe la visión, grábala en tablillas, de modo que se lea de corrido. La visión espera su momento, se acerca su término y no fallará; si tarda, espera, porque ha de llegar sin retrasarse. El injusto tiene el alma hinchada, pero el justo vivirá por su fe.»

R/. Un poquito de tiempo todavía, y el que viene llegará sin retraso; mi justo vivirá de fe.


V/. Nosotros no somos gente que se arredra para su perdición, sino hombres de fe para salvar el alma.

R/. Mi justo vivirá de fe.

L. Patrística

Me pondré de centinela para escuchar lo que me dice
San Bernardo

Sermón 5 sobre diversas materias 1-4

Leemos en el Evangelio que en cierta ocasión, al predicar el Salvador y al exhortar a sus discípulos a participar de su pasión comiendo sacramentalmente su carne, hubo quienes dijeron: Este modo de hablar es duro. Y dejaron ya de ir con él. Preguntados los demás discípulos si también ellos querían marcharse, respondieron: Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna.

Lo mismo os digo yo, queridos hermanos. Hasta ahora para algunos es evidente que las palabras que dice Cristo son espíritu y son vida, y por eso lo siguen. A otros, en cambio, les parecen inaceptables y tratan de buscar al margen de él un mezquino consuelo. Está llamando la sabiduría por las plazas, en el espacioso camino que lleva a la perdición, para apartar de él a los que por él caminan.

Finalmente, dice: Durante cuarenta años aquella generación me asqueó, y dije: «Es un pueblo de corazón extraviado». Y en otro salmo se lee: Dios ha hablado una vez. Es cierto: una sola vez. Porque siempre está hablando, ya que su palabra es una sola, sin interrupción, constante, eterna.

Esta voz hace reflexionar a los pecadores. Acusa los desvíos del corazón: y en él vive, y dentro de él habla. Está realizando, efectivamente, lo que manifestó por el profeta, cuando decía: Hablad al corazón de Jerusalén.

Ved, queridos hermanos, qué provechosamente nos advierte el salmista que, si escuchamos hoy su voz, no endurezcamos nuestros corazones. Casi idénticas palabras encontramos en el Evangelio y en el salmista. El Señor nos dice en el Evangelio: Mis ovejas escuchan mi voz. Y el santo David dice en el salmo: Su pueblo (evidentemente el del Señor), el rebaño que él guía, ojalá escuchéis hoy su voz: «No endurezcáis el corazón».

Escucha, finalmente, las palabras del profeta Habacuc. No usa de eufemismos, sino de expresiones claras, pero que expresan solicitud, para dirigirse a su pueblo: Me pondré de centinela, en pie vigilaré, velaré para escuchar lo que me dice, qué responde a mis quejas. También nosotros, queridos hermanos, pongámonos de centinela, porque es tiempo de lucha.

Adentrémonos en lo íntimo del corazón, donde vive Cristo. Permanezcamos en la sensatez, en la prudencia, sin poner la confianza en nosotros, fiándonos de nuestra débil guardia.

R/. Tuve presentes los mandamientos del Señor y no me aparté de sus preceptos. Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos.


V/. Quien guarda su palabra, ciertamente el amor de Dios ha llegado en él a su plenitud.

R/. Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos.

Martes, XXIII semana del Tiempo Ordinario, feria

Col 2,6-15: Dios os dio vida en Cristo, perdonándoos los pecados.

Hermanos:

Ya que habéis aceptado a Cristo Jesús, el Señor, proceded como cristianos.

Arraigados en él, dejaos construir y afianzar en la fe que os enseñaron, y rebosad agradecimiento.

Cuidado con que haya alguno que os capture con esa teoría que es una insulsa patraña forjada y transmitida por hombres, fundada en los elementos del mundo y no en Cristo.

Porque es en Cristo en quien habita corporalmente la plenitud de la divinidad, y por él, que es cabeza de todo poder y autoridad, habéis obtenido vuestra plenitud.

Por él fuisteis también circuncidados con una circuncisión no hecha por hombres, cuando os despojaron de los bajos instintos de vuestro ser, por la circuncisión de Cristo.

Por el bautismo fuisteis sepultados con Cristo

y habéis resucitado con él,

porque habéis creído en la fuerza de Dios

que lo resucitó.

Estabais muertos por vuestros pecados,

porque no estabais circuncidados;

pero Dios os dio vida en Cristo,

perdonándoos todos los pecados.

Borró el protocolo que nos condenaba con sus cláusulas

y era contrario a nosotros;

lo quitó de en medio, clavándolo en la cruz,

y, destituyendo por medio de Cristo

a los poderes y autoridades,

los ofreció en espectáculo público

y los llevó cautivos en su cortejo.

Sal 144,1-2.8-9.10-11: El Señor es bueno con todos.

Te ensalzaré, Dios mío, mi Rey,
bendeciré tu nombre por siempre jamás.
Día tras día te bendeciré
y alabaré tu nombre por siempre jamás.

El Señor es clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas.

Que todas tus criaturas te den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles;
que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas.

Lc 6,12-19: Pasó la noche orando. Escogió a doce y los nombró apóstoles.

Por entonces, subió Jesús a la montaña a orar, y pasó la noche orando a Dios.

Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, escogió a doce de ellos y los nombró apóstoles:

Simón, al que puso de nombre Pedro,

y Andrés, su hermano,

Santiago,

Juan,

Felipe,

Bartolomé,

Mateo,

Tomás,

Santiago Alfeo,

Simón apodado el Celotes,

Judas el de Santiago

y Judas Iscariote, que fue el traidor.

Bajó Jesús del monte con los Doce y se paró en un llano con un grupo grande de discípulos y de pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón.

Venían a oírlo y a que los curara de sus enfermedades los atormentados por espíritus inmundos quedaban curados, y la gente trataba de tocarlo, porque salía de él una fuerza que los curaba a todos.



Pistas para la Lectio Divina

Lucas 6, 12-19:
En la montaña de la oración y la vocación: Jesús crea un nuevo Pueblo de Dios. “Eligió Doce de entre ellos, a los que llamó también apóstoles”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

En la serie de pasajes comprendidos entre Lc 5,1 y 6,11, hemos visto cómo Jesús ha venido formando progresivamente una comunidad en torno a él. Hemos visto también cuál es la experiencia de fondo que caracteriza esta nueva comunidad y en qué se basa ésta.

Ahora el evangelio de Lucas comienza con una nueva sección en la que vemos cómo, a partir de un grupo elegido de Doce, el Maestro conduce un itinerario particular de formación que tiene dos finalidades: (1) el aprendizaje de la “palabra” de Jesús y (2) el aprendizaje de la “misión”. Esta sección concluirá en el capítulo 9, cuando los Doce van en misión y al regresar reciben la lección sobre la Cruz. Este se intuye desde este pasaje, cuando los discípulos comienzan a ser llamados también “apóstoles” (6,13).

Notemos cómo en toda esta sección del evangelio los discípulos aparecen en el trasfondo de la misión de Jesús, se les menciona solamente en momentos clave, porque el centro es Jesús quien con sus palabras y obras de poder revela el núcleo del evangelio. Por lo pronto, la tarea de los discípulos es “oír” y “ver”.

El primer paso que Jesús da es la diferenciación del grupo de los Doce de la multitud y del resto de los discípulos. Pongámosle atención a algunas particularidades del comportamiento de Jesús:

1. Jesús hace una vigilia de oración en la montaña

Este pasar la noche entera en oración es significativo y debería atraernos para una amorosa contemplación de este momento. Sabemos que el tema de la oración es importante en el evangelio de Lucas y que Jesús es el modelo del orante (ver 3,21; 5,16; 9,18.28.29; 10,21; 11,1; 22,29-46; 23,34.46). Todo el ministerio de Jesús, hasta su último instante en la Cruz, tiene como constante la oración. Esto se deja ver en los momentos decisivos del ministerio y éste de la elección de los Doce es uno de ellos: ¡Cuando Jesús tiene que tomar una decisión importante, ora!

En la mención explícita de este texto, “Se fue al monte a orar y se pasó la noche en la oración de Dios” (6,12), aprendemos que:

(a) Dios Padre está en la raíz de toda experiencia vocacional: él está allí presente, manos a la obra, guiando la historia de la salvación, en la cual se inserta todo llamado particular para una tarea dentro de ella.

(b) Jesús invoca la bendición de Dios sobre el acto que está a punto de realizar.

(c) La oración es uno de los elementos más importantes del discipulado; ya que es el punto de partida del itinerario de los Doce, a lo largo de su vida éstos tendrán que volver una y otra vez a este momento primero.

2. Jesús distingue a los Doce del amplio grupo de discípulos

A los Doce también los llamó “Apóstoles” (6,13; que significa “enviados”). El número evoca la comunidad de la primera Alianza: las doce tribus de Israel. Éstas, en el momento del ministerio de Jesús, ya prácticamente no existen como tales (sólo quedaban dos tribus y media); de ahí que el formar una comunidad precisamente con este número es una provocación profética de Jesús, una forma concreta de llamar a todo el pueblo de Dios.

Desde el Antiguo Testamento se ve cómo Dios tenía en su proyecto la formación de un pueblo que fuera modelo y convocara a todos los pueblos de la tierra al servicio del único Dios. El llamado de los Doce nos coloca ante un aspecto fundamental del ministerio de Jesús: la Alianza y la vocación fundamental del pueblo de Dios. Se están realizando las antiguas profecías (ver por ejemplo: Ezequiel 39,23-39).

Por otra parte, el título “Apóstol” se refiere explícitamente a la futura misión que le aguarda a los escogidos: ellos continuarán la obra de Jesús en el mundo. Según una antigua disposición jurídica de Israel, “el enviado es como el que envía”. Los Doce, entonces, serán los representantes de Jesús.

1. Jesús escoge a sus apóstoles entre aquellas personas que ya lo han oído y visto en acción

En un pasaje anterior Lucas había anotado que una gran multitud “afluía para oírle y ser curados de sus enfermedades” (5,15). Pues bien, con esos mismos términos se describe la “gran multitud de discípulos suyos… que habían venido para oírle y ser curados de sus enfermedades” junto con la multitud (6,17-18).

De en medio de ellos han sido tomados los Doce. Es bello el encuentro de Jesús y los Doce, con la inmensa multitud que los aguarda en la planicie, una vez que bajan de la montaña de la oración y la vocación.

Cuando los Doce bajan con Jesús de la montaña, lo primero que encuentran es el cruel escenario de una humanidad herida y necesitada. Pero llama la atención que toda esta multitud de personas venidas incluso de las regiones paganas de la costa marítima (Tiro y Sidón; ver 6,17b), se sienten atraídas, fascinadas por el Maestro de Nazareth, por Él, quien andaba en su misión “por la fuerza del Espíritu” (4,14).

Al contemplar a Jesús, percibiendo que “de él salía una fuerza que sanaba a todos” (6,19), los Doce comienzan a comprender el sentido de su vocación y para qué los quiere capacitar el Maestro. Por eso ellos deben abrirse a los dones del Maestro y, como se verá, deberán ser los primeros oyentes del discurso que sigue.

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón

1. ¿Por qué el hecho de que Jesús escoja “doce” discípulos es una provocación profética?

2. ¿Cuándo debo tomar una decisión importante, actúo como Jesús dedicando tiempo a la oración o simplemente me contento con mis razonamientos y con a aquello que algún amigo/a me pueda sugerir? ¿Por qué Jesús oraba antes de decidir algo?

3. ¿Siento que mi grupo de referencia (familia, comunidad) es un grupo elegido y con una misión específica que cumplir? ¿Cuál es esa misión? ¿Alguna vez lo hemos dialogado juntos? ¿No sería el momento de hacerlo?


23ª semana. Martes

LA ORACIÓN DE CRISTO. NUESTRA ORACIÓN


— El Señor, desde el Cielo, sigue intercediendo por nosotros. Su oración es siempre eficaz.

— Frutos de la oración.

— Las oraciones vocales.

I. Se lee en el Santo Evangelio1 que Cristo salió al monte a orar, y pasó toda la noche en oración. Al día siguiente, eligió a los Doce Apóstoles. Es la oración de Cristo por la Iglesia incipiente.

En muchos lugares evangélicos se nos muestra Cristo unido a su Padre Celestial en una íntima y confiada plegaria. Convenía también que Jesús, perfecto Dios y Hombre perfecto, orase para darnos ejemplo de oración humilde, confiada, perseverante, ya que Él nos mandó orar siempre, sin desfallecer2, sin dejarse vencer por el cansancio, de la misma manera que se respira incesantemente.

Jesús hizo peticiones al Padre, y su oración siempre fue escuchada3. Sus discípulos conocían bien este poder de la oración del Señor. Después de la muerte de Lázaro, la hermana de este, Marta, le dijo a Jesús: Señor, si hubieras estado aquí, no hubiera muerto mi hermano; pero sé que cuanto pidas a Dios, te lo otorgará4. En el momento de la resurrección de Lázaro, Jesús levantó los ojos al cielo y dijo: Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que siempre me escuchas5. Por Pedro rogará antes de la Pasión: Simón, Simón, le advierte, Satanás os busca para zarandearos como el trigo; pero yo he rogado por ti para que no desfallezca tu fe, y tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos6. Y Pedro se convirtió después de su caída. Igualmente, había rogado por los Apóstoles y por todos los fieles cristianos en la Última Cena: No pido que los saques del mundo, sino que los guardes del mal... Santifícalos en la verdad...7. Jesús conoce el abatimiento en el que van a caer sus discípulos pocas horas más tarde, pero su oración los sostendrá; les obtendrá fuerzas para ser fieles hasta dar la vida por el Maestro.

En esta oración sacerdotal de la Última Cena suplica el Señor a su Padre por todos los que han de creer en Él a través de los siglos. Pidió el Señor por nosotros, y su gracia no nos falta. «Cristo vivo nos sigue amando todavía ahora, hoy, y nos presenta su corazón como la fuente de nuestra redención: Semper vivens ad interpellandum pro nobis (Heb 7, 25), En todo momento nos envuelve, a nosotros y al mundo entero, el amor de este corazón que tanto ha amado a los hombres y que es tan poco correspondido por ellos»8. Procuremos nosotros corresponder mejor.

Desde el Cielo, Jesucristo, «sentado a la derecha del Padre»9, intercede por quienes somos miembros de su Iglesia, y «permanece siempre siendo nuestro abogado y nuestro mediador»10. San Ambrosio nos recuerda que Jesús defiende siempre nuestra causa delante del Padre y su ruego no puede ser desechado11; pide al Padre que los méritos que adquirió durante su vida terrena nos sean aplicados continuamente.

¡Qué alegría pensar que Cristo, siempre vivo, no cesa de interceder por nosotros!12. Que podemos unir nuestras oraciones y nuestro trabajo a su oración, y que junto a ella alcanzan un valor infinito. En ocasiones, a nuestra oración le faltan la humildad, la confianza, la perseverancia que le serían necesarias; apoyémosla en la de Cristo; pidámosle que nos inspire orar como conviene, según las intenciones divinas, que haga brotar la oración de nuestros corazones y la presente a su Padre, para que seamos uno con Él por toda la eternidad13. Más aún: hagamos de nuestra vida entera una ofrenda íntimamente unida a la de Jesús, a través de Santa María: ¡Padre Santo! Por el Corazón Inmaculado de María, os ofrezco a Jesús, vuestro muy amado Hijo, y me ofrezco a mí mismo en Él, con Él y por Él, a todas sus intenciones y en nombre de todas las criaturas14. Así nuestra oración y todos nuestros actos, unidos íntimamente a los de Jesús, adquieren un valor infinito.

II. El Maestro nos enseñó con su ejemplo la necesidad de hacer oración. Repitió una y otra vez que es necesario orar y no desfallecer. Cuando también nosotros nos recogemos para orar nos acercamos sedientos a la fuente de las aguas vivas15. Allí encontramos la paz y las fuerzas necesarias para seguir con alegría y optimismo en este caminar de la vida.

¡Cuánto bien hacemos a la Iglesia y al mundo con nuestra oración! ¡Con estos ratos, como el de ahora, en los que permanecemos junto al Señor! Se ha dicho que quienes hacen oración verdadera son como «las columnas del mundo», sin los cuales todo se vendría abajo. San Juan de la Cruz enseñaba bellamente que «es más precioso delante de Dios y del alma un poquito de este amor puro, y más provecho hace a la Iglesia, aunque parece que no hace nada, que todas esas otras obras juntas»16, que poco o nada valdrían fuera de Cristo. Precisamente porque la oración nos hace fuertes ante las dificultades, nos ayuda a santificar el trabajo, a ser ejemplares en nuestros quehaceres, a tratar con cordialidad y aprecio a quienes conviven o trabajan con nosotros. En la oración descubrimos la urgencia de llevar a Cristo a los ambientes en que nos desenvolvemos, urgencia tanto más apremiante cuanto más lejos de Dios se encuentren quienes nos rodean.

Santa Teresa se hace eco de las palabras de un «gran letrado», para quien «las almas que no tienen oración son como un cuerpo con “perlesía” o tullido, que aunque tiene pies y manos, no los puede mandar»17. La oración es necesaria para querer más y más al Señor, para no separarnos jamás de Él; sin ella el alma cae en la tibieza, pierde la alegría y las fuerzas para hacer el bien.

El diálogo íntimo de Jesús con Dios Padre fue continuo: para pedir, para alabar, para dar gracias; en toda circunstancia, el Señor se dirige al Padre. A eso debemos aspirar nosotros, a tratar a Dios siempre, y especialmente en los momentos que dedicamos de lleno a hablar con Él, como en la Santa Misa y ahora, en este rato en el que nos encontramos con Él. También a lo largo del día, en las situaciones que tejen nuestra jornada: al comenzar o al terminar el trabajo o el estudio, mientras esperamos el ascensor, al encontrar por la calle a una persona conocida. Aquella invocación llena de ternura –¡Abbá, Padre!– estaba constantemente en los labios del Señor; con ella empezaba muchas veces sus acciones de gracias, su petición o su alabanza. ¡Cuánto bien traerá a nuestra alma el acostumbrarnos a llamar a Dios así: ¡Padre!, con ternura y confianza, con amor!

Todos los momentos solemnes de la vida del Señor están precedidos por la oración. «El Evangelista señala que fue precisamente durante la oración de Jesús cuando manifestó el misterio del amor del Padre y se reveló la comunión de las Tres Divinas Personas. Es en la oración donde aprendemos el misterio de Cristo y la sabiduría de la Cruz. En la oración percibimos, en todas sus dimensiones, las necesidades reales de nuestros hermanos y de nuestras hermanas de todo el mundo; en la oración nos fortalecemos de cara a las posibilidades que tenemos delante; en la oración tomamos fuerzas para la misión que Cristo comparte con nosotros»18.

Solía decir el Santo Cura de Ars que todos los males que muchas veces nos agobian en la tierra vienen precisamente de que no oramos o lo hacemos mal19. Formulemos nosotros el propósito de dirigirnos con amor y confianza a Dios a través de la oración mental, de las oraciones vocales y de esas breves fórmulas, las jaculatorias, y tendremos la alegría de vivir la vida junto a nuestro Padre Dios, que es el único lugar en el que merece la pena ser vivida.

III. El Espíritu Santo nos enseña a tratar a Jesús en la oración mental y mediante la oración vocal, quizá también ton esas oraciones que de pequeños aprendimos de nuestras madres. Aun siendo omnisciente como Dios, el Señor, en cuanto hombre, debió de aprender de labios de su Madre la fórmula de muchas plegarias que se habían transmitido de generación en generación en el pueblo hebreo, y nos dio ejemplo de aprecio por la oración vocal. En su última plegaria al Padre utilizará las palabras de un Salmo. Y nos enseñó la oración por excelencia, el Padrenuestro, donde se contiene todo lo que debemos pedir. La oración vocal es una manifestación de la piedad del corazón y nos ayuda para mantener viva la presencia de Dios durante el día, y en esos momentos de la oración mental en los que estamos secos y nada se nos ocurre.

El texto de las oraciones vocales, muchas de raigambre bíblica, tanto de la liturgia como otras que fueron compuestas por santos, han servido a innumerables cristianos para alabar, dar gracias y pedir ayuda, desagraviar. Cuando acudimos a estas oraciones estamos viviendo de modo íntimo la Comunión de los Santos, y apoyamos nuestra fe en la fe de la Iglesia20.

Para rezar mejor y evitar la rutina, nos puede ayudar este consejo: «procura recitarlas con el mismo amor con que habla por primera vez el enamorado..., y como si fuera la última ocasión en que pudieras dirigirte al Señor».


Salmo 84: Nuestra salvación está cerca

Ant: Señor, has sido bueno con tu tierra, has perdonado la culpa de tu pueblo.

Señor, has sido bueno con tu tierra,
has restaurado la suerte de Jacob,
has perdonado la culpa de tu pueblo,
has sepultado todos sus pecados,
has reprimido tu cólera,
has frenado el incendio de tu ira.

Restáuranos, Dios Salvador nuestro;
cesa en tu rencor contra nosotros.
¿Vas a estar siempre enojado,
o a prolongar tu ira de edad en edad?

¿No vas a devolvernos la vida,
para que tu pueblo se alegre contigo?
Muéstranos, Señor, tu misericordia,
y danos tu salvación.

Voy a escuchar lo que dice el Señor:
«Dios anuncia la paz
a su pueblo y a sus amigos
y a los que se convierten de corazón.»

La salvación está ya cerca de sus fieles,
y la gloria habitará en nuestra tierra;
la misericordia y la fidelidad se encuentran,
la justicia y la paz se besan;

La fidelidad brota de la tierra,
y la justicia mira desde el cielo;
el Señor nos dará la lluvia,
y nuestra tierra dará su fruto.

La justicia marchará ante él,
la salvación seguirá sus pasos.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Señor, has sido bueno con tu tierra, has perdonado la culpa de tu pueblo.

Isaías 26,1-4.7-9.12: Himno después de la victoria sobre el enemigo

Ant: Mi alma te ansía de noche, Señor; mi espíritu madruga por ti.

Tenemos una ciudad fuerte,
ha puesto para salvarla murallas y baluartes:

Abrid las puertas para que entre un pueblo justo,
que observa la lealtad;
su ánimo está firme y mantiene la paz,
porque confía en ti.

Confiad siempre en el Señor,
porque el Señor es la Roca perpetua.

La senda del justo es recta.
Tú allanas el sendero del justo;
en la senda de tus juicios, Señor, te esperamos,
ansiando tu nombre y tu recuerdo.

Mi alma te ansía de noche,
mi espíritu en mi interior madruga por ti,
porque tus juicios son luz de la tierra,
y aprenden justicia los habitantes del orbe.

Señor, tú nos darás la paz,
porque todas nuestras empresas
nos las realizas tú.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Mi alma te ansía de noche, Señor; mi espíritu madruga por ti.

Salmo 66: Que todos los pueblos alaben al Señor

Ant: Ilumina, Señor, tu rostro sobre nosotros.

El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Ilumina, Señor, tu rostro sobre nosotros.

Lectura

1Jn 4,14-15

Nosotros hemos visto y damos testimonio de que el Padre envió a su Hijo para ser Salvador del mundo. Quien confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios.

V/. Dios mío, peña mía, refugio mío, Dios mío.

R/. Dios mío, peña mía, refugio mío, Dios mío.

V/. Mi alcázar, mi libertador.

R/. refugio mío, Dios mío.

V/. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo

R/. Dios mío, peña mía, refugio mío, Dios mío.

Cántico Ev.

Ant: El Señor nos suscitó una fuerza de salvación, según lo había predicho por boca de sus profetas.



Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: El Señor nos suscitó una fuerza de salvación, según lo había predicho por boca de sus profetas.

Preces

Adoremos a Cristo, que con su sangre ha adquirido el pueblo de la nueva alianza, y digámosle suplicantes:

Acuérdate, Señor, de tu pueblo.

- Rey y redentor nuestro, escucha la alabanza que te dirige tu Iglesia en el comienzo de este día,
y haz que no deje nunca de glorificar tu majestad.


- Que nunca, Señor, quedemos confundidos,
los que en ti ponemos nuestra fe y nuestra esperanza.


- Mira compasivo nuestra debilidad y ven en ayuda nuestra,
ya que sin ti no podemos hacer nada.


- Acuérdate de los pobres y desvalidos,
que el día que hoy empieza les traiga solaz y alegría.

Ya que deseamos que la luz de Cristo ilumine a todos los hombres, pidamos al Padre que a todos llegue el reino de su Hijo:

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre;

venga a nosotros tu reino;

hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día;

perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.

No nos dejes caer en la tentación,

y líbranos del mal.

Final

Dios todopoderoso, de quien dimana la bondad y hermosura de todo lo creado, haz que comencemos este día con ánimo alegre y que realicemos nuestras obras movidos por el amor a ti y a los hermanos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

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