Custodia

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Saludo

Bendición

lunes, 25 de septiembre de 2023

Laudes, lecturas y reflexiones +

 Dios mío, ven en mi auxilio.

R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. (Aleluya).

HIMNO

Dejado ya el descanso de la noche,
despierto en la alegría de tu amor,
concédeme tu luz que me ilumine
como ilumina el sol.

No sé lo que será del nuevo día
que entre luces y sombras viviré,
pero sé que, si tú vienes conmigo,
no fallará mi fe.

Tal vez me esperen horas de desierto
amargas y sedientas, mas yo sé
que, si vienes conmigo de camino,
jamás yo tendré sed.

Concédeme vivir esta jornada
en paz con mis hermanos y mi Dios,
al sentarnos los dos para la cena,
párteme el pan, Señor.

Recibe, Padre santo, nuestro ruego,
acoge por tu Hijo la oración
que fluye del Espíritu en el alma
que sabe de tu amor. Amén.

SALMODIA

Ant. 1. A ti te suplico, Señor; por la mañana escucharás mi voz.

Salmo 5, 2-10. 12-13

ORACIÓN DE LA MAÑANA DE UN JUSTO PERSEGUIDO
«Por la mañana escucharás mi voz» debe entenderse de la resurrección de Cristo.

Señor, escucha mis palabras,
atiende a mis gemidos,
haz caso de mis gritos de auxilio,
Rey mío y Dios mío.

A ti te suplico, Señor;
por la mañana escucharás mi voz,
por la mañana te expongo mi causa,
y me quedo aguardando.

Tú no eres un Dios que ame la maldad,
ni el malvado es tu huésped,
ni el arrogante se mantiene en tu presencia.

Detestas a los malhechores,
destruyes a los mentirosos;
al hombre sanguinario y traicionero
lo aborrece el Señor.

Pero yo, por tu gran bondad,
entraré en tu casa,
me postraré ante tu templo santo
con toda reverencia.

Señor, guíame con tu justicia,
porque tengo enemigos;
alláname tu camino.

En su boca no hay sinceridad,
su corazón es perverso;
su garganta es un sepulcro abierto,
mientras halagan con la lengua.

Que se alegren los que se acogen a ti,
con júbilo eterno;
protégelos, para que se llenen de gozo
los que aman tu nombre.

Porque tú, Señor, bendices al justo,
y como un escudo lo rodea tu favor.

Ant. A ti te suplico, Señor; por la mañana escucharás mi voz.

Ant. 2. Alabamos, Dios nuestro, tu nombre glorioso.

Cántico 1Cro 29, 10-13

SÓLO A DIOS HONOR Y GLORIA
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo. (Ef 1, 3)

Bendito eres, Señor,
Dios de nuestro padre Israel,
por los siglos de los siglos.

Tuyos son, Señor, la grandeza y el poder,
la gloria, el esplendor, la majestad,
porque tuyo es cuanto hay en cielo y tierra,
tú eres rey y soberano de todo.

De ti viene la riqueza y la gloria,
tú eres señor del universo,
en tu mano está el poder y la fuerza,
tú engrandeces y confortas a todos.

Por eso, Dios nuestro,
nosotros te damos gracias,
alabando tu nombre glorioso.

Ant. Alabamos, Dios nuestro, tu nombre glorioso.

Ant. 3. Postraos ante el Señor en el atrio sagrado.

Salmo 28

MANIFESTACIÓN DE DIOS EN LA TEMPESTAD
Vino una voz del cielo que decía: «Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto.» (Mt 3, 17)

Hijos de Dios, aclamad al Señor,
aclamad la gloria y el poder del Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor,
postraos ante el Señor en el atrio sagrado.

La voz del Señor sobre las aguas,
el Dios de la gloria hace oír su trueno,
el Señor sobre las aguas torrenciales.

La voz del Señor es potente,
la voz del Señor es magnífica,
la voz del Señor descuaja los cedros,
el Señor descuaja los cedros del Líbano.

Hace brincar al Líbano como a un novillo,
al Sarión como a una cría de búfalo.

La voz del Señor lanza llamas de fuego,
la voz del Señor sacude el desierto,
el Señor sacude el desierto de Cadés.

La voz del Señor retuerce los robles,
el Señor descorteza las selvas.
En su templo un grito unánime: ¡Gloria!

El trono del Señor está encima de la tempestad,
el Señor se sienta como rey eterno.
El Señor da fuerza a su pueblo,
el Señor bendice a su pueblo con la paz.

Ant. Postraos ante el Señor en el atrio sagrado.

LECTURA BREVE 2Ts 3, 10b-13

Si alguno no quiere trabajar, que tampoco coma. Porque nos hemos enterado que hay entre vosotros algunos que viven desconcertados, sin trabajar nada, pero metiéndose en todo. A éstos les mandamos y les exhortamos en el Señor Jesucristo a que trabajen con sosiego para comer su propio pan. Vosotros, hermanos, no os canséis de hacer el bien.


25 Septiembre, Lunes. Feria, Verde

Primera lectura

Esd 1, 1-6

El que pertenezca al pueblo del Señor que suba a Jerusalén, a reconstruir el templo del Señor

Comienzo del libro de Esdras.

EL año primero de Ciro, rey de Persia, para que se cumpliera la palabra del Señor por boca de Jeremías, el Señor despertó el espíritu de Ciro, rey de Persia, para que proclamara de palabra y por escrito en todo su reino:
«Esto dice Ciro, rey de Persia: El Señor, Dios del cielo, me ha dado todos los reinos de la tierra y me ha encargado que le edifique un templo en Jerusalén de Judá. El que de ustedes pertenezca a su pueblo, que su Dios sea con él, que suba a Jerusalén de Judá, a reconstruir el templo del Señor, Dios de Israel, el Dios que está en Jerusalén. Y a todos los que hayan quedado, en el lugar donde vivan, que las personas del lugar en donde estén les ayuden con plata, oro, bienes y ganado, además de las ofrendas voluntarias para el templo de Dios que está en Jerusalén».
Entonces, los cabezas de familia de Judá y Benjamín, los sacerdotes y los levitas, y todos aquellos a quienes Dios había despertado el espíritu, se pusieron en marcha hacia Jerusalén para reconstruir el templo del Señor. Todos sus vecinos les ayudaron con toda clase de plata, oro, bienes, ganado y objetos preciosos, además de las ofrendas voluntarias.

Palabra de Dios.

Salmo

Sal 126(125),1-2ab.2cd-3.4-5.6 (R. 3a)

R. El Señor ha estado grande con nosotros.

V. Cuando el Señor hizo volver a los cautivos de Sión,
nos parecía soñar:
 la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares. R.

V. Hasta los gentiles decían:
«El Señor ha estado grande con ellos».
El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres. R.

V. Recoge, Señor, a nuestros cautivos
como los torrentes de Negueb.
 Los que sembraban con lágrimas
cosechan entre cantares. R.

V. Al ir, iba llorando,
llevando la semilla;
al volver, vuelve cantando,
trayendo sus gavillas. R.

Aclamación

R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Brille así su luz ante los hombres, para que vean sus buenas obras y den gloria a su Padre. R.

Evangelio

Lc 8, 16-18

La lámpara se pone en el candelero para que los que entren vean la luz

Lectura del santo Evangelio según san Lucas.

EN aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:
«Nadie que ha encendido una lámpara, la tapa con una vasija o la mete debajo de la cama, sino que la pone en el candelero para que los que entren vean la luz.  Pues nada hay oculto que no llegue a descubrirse ni nada secreto que no llegue a saberse y hacerse público. Miren, pues, cómo oyen, pues al que tiene se le dará y al que no tiene se le quitará hasta lo que cree tener».

Palabra del Señor.






25ª semana. Lunes

LA LUZ EN EL CANDELERO


— Los cristianos están para iluminar el ambiente en el que viven.

— Prestigio profesional.

— Como luceros en medio del mundo.

I. En el Evangelio de la Misa1 leemos esta enseñanza del Señor: Nadie enciende un candil y lo tapa con una vasija o lo mete debajo de la cama; lo pone en el candelero para que los que entren tengan luz.

Quien sigue a Cristo –quien enciende un candil– no solo ha de trabajar por su propia santificación, sino también por la de los demás. El Señor lo ilustra con diversas imágenes muy expresivas y asequibles al pueblo sencillo que le escucha. En todas las casas alumbraba el candil al caer la tarde, y todos conocían dónde se colocaba y por qué. El candil está para iluminar y había de colocarse bien alto, quizá colgaba de un soporte fijo puesto solo para ese fin. A nadie se le ocurría esconderlo de tal manera que su luz quedara oculta. ¿Para qué iba a servir entonces?

Vosotros sois la luz del mundo2, había dicho en otra ocasión a sus discípulos. La luz del discípulo es la misma del Maestro. Sin este resplandor de Cristo, la sociedad queda en las más espesas tinieblas. Y cuando se camina en la oscuridad se tropieza y se cae. Sin Cristo, el mundo se vuelve difícil y poco habitable.

Los cristianos están para iluminar el ambiente en el que viven y trabajan. No se comprende a un discípulo de Cristo sin luz: sería como un candil que se escondiera debajo de una vasija o se metiera debajo de la cama. ¡Qué bien le entenderían quienes le escuchaban! El Concilio Vaticano II puso de relieve la obligación del apostolado, derecho y deber que nace del Bautismo y de la Confirmación3, hasta el punto de que, formando el cristiano parte del Cuerpo Místico, «el miembro que no contribuye según su medida al aumento de este Cuerpo, hay que decir que no aprovecha ni a la Iglesia ni a sí Mismo»4. Este apostolado, que tiene tan diversas formas, es continuo, como es continua la luz que alumbra a los que están en la casa. «El mismo testimonio de vida cristiana y las obras hechas con espíritu sobrenatural tienen eficacia para atraer a los hombres hacia la fe y hacia Dios»5. También los que aún no creen en Cristo han de ver iluminado su camino con el brillo de las obras de los que siguen al Maestro. «Porque todos los cristianos, donde quiera que vivan, por el ejemplo de su vida y el testimonio de su palabra, están obligados a manifestar el hombre nuevo de que se han revestido por el Bautismo, y en el que se han robustecido por la Confirmación, de tal forma que los demás, al reparar en sus obras, glorifiquen al Padre y descubran el genuino sentido de la vida y el vínculo universal de todos los hombres»6.

Examinemos hoy nosotros si aquellos que trabajan codo a codo con nosotros, quienes viven en el mismo hogar, los que nos tratan por motivos profesionales o sociales... reciben esa luz que señala el camino amable que conduce a Dios. Pensemos si esos mismos se sienten movidos a ser mejores.

II. El trabajo, el prestigio profesional, es el candil en el que ha de lucir la luz de Cristo. ¿Qué apostolado podría llevar a cabo una madre de familia que no cuidara a conciencia de su hogar, de tal manera que su marido, sus hijos, encontraran al llegar un lugar grato? ¿Cómo podría hablar de Dios a sus amigos un estudiante que no estudiara, un empresario que no viviera los principios de la justicia social de la Iglesia con los empleados...? La vida entera del Señor nos hace entender que sin la diligencia, la laboriosidad y la constancia de un buen trabajador, la vida cristiana queda reducida, a lo más, a deseos, quizá aparentemente piadosos, pero estériles tanto en la santidad personal como en la influencia clara que hemos de ejercer a nuestro alrededor. Cada cristiano «debe obrar de tal manera que quienes le traten perciban el bonus odor Christi (cfr. 2 Cor 2, 15), el buen olor de Cristo; debe actuar de modo que, a través de las acciones del discípulo, pueda descubrirse el rostro del Maestro»7. Para eso, el ejemplo en aquello que constituye como la columna vertebral de todo hombre, el trabajo, ha de ir por delante. (El enfermo, el impedido, ha de ser luz –¡y cómo brilla!– siendo un buen enfermo, llevando con sentido sobrenatural la propia carga). El Señor quiere que la farmacéutica sea competente en aquellas medicinas que despacha, y que cuando sea oportuno sepa dar el consejo humano y sobrenatural que ayuda y anima, y que el taxista conozca bien las calles de la gran ciudad, que el conductor de un medio público de transporte no maltrate a los pasajeros con un mal modo de conducir...

Desde el comienzo de su vida pública conocen al Señor como el artesano, el hijo de María8. Y a la hora de los milagros la multitud exclama: ¡Todo lo hizo bien!9, absolutamente todo: «los grandes prodigios, y las cosas menudas, cotidianas, que a nadie deslumbraron, pero que Cristo realizó con la plenitud de quien es perfectus Deus, perfectus homo (Símbolo Quicumque), perfecto Dios y hombre perfecto»10. Jesús, que quiso emplear en sus enseñanzas los oficios más diversos, «mira con amor el trabajo, sus diversas manifestaciones, viendo en cada una de ellas un aspecto particular de la semejanza del hombre con Dios, Creador y Padre»11.

Para tener prestigio profesional es necesario cuidar la formación en la propia actividad u oficio, dedicando las horas necesarias, fijándose metas para perfeccionarla cada día, incluso después de terminados los estudios o el período de aprendizaje propio de todo trabajo. En no pocas ocasiones los resultados académicos, para un estudiante, serán un buen índice de su amor a Dios y al prójimo. Obras son amores.

Como consecuencia lógica de este empeño y de la seriedad de su tarea, el fiel cristiano tendrá entre sus colegas la reputación de buen trabajador o de buen estudiante que le es necesaria para realizar un apostolado profundo12. Sin darse apenas cuenta estará mostrando cómo la doctrina de Cristo se hace realidad en medio del mundo, en una vida corriente. Y se comprueba el acierto del comentario de San Ambrosio: las cosas nos parecen menos difíciles cuando las vemos realizadas en otros13. Y todos tienen derecho a ese buen ejemplo.

III. Es evidente que la doctrina de Cristo no se ha difundido a fuerza de medios humanos, sino a impulsos de la gracia. Pero también es cierto que la acción apostólica edificada sobre una vida sin virtudes humanas, sin valía profesional, sería hipocresía y ocasión de desprecio por parte de los que queremos acercar al Señor. Por eso, el Concilio Vaticano II formulaba estas graves palabras: «El cristiano que falta a sus obligaciones temporales, falta a sus deberes con el prójimo; falta, sobre todo, a sus obligaciones para con Dios y pone en peligro su eterna salvación»14, porque no se santifica a sí mismo, deja de aprovechar los talentos recibidos, y no santifica a su prójimo.

Sea cual sea la profesión o el oficio que se desempeñe, la categoría ganada día a día en un trabajo hecho a conciencia otorga una autoridad moral ante colegas y compañeros que facilita el persuadir, el enseñar, el atraer... Es tan importante esta solidez profesional que un buen cristiano no se puede escudar en ningún motivo para no ganarla. Para quienes se empeñan en vivir hasta el fondo su vocación cristiana, el trabajo competente y los medios para lograrlo constituyen un deber primario. Por eso, el buen médico, si quiere seguir siéndolo, no abandonará el estudio que lo mantiene al día, y el buen profesor renovará su material pedagógico, sin contentarse con repetir una y otra vez los mismos guiones, que lo dejarían sumido en la mediocridad.

La competencia y la seriedad con que se debe realizar el trabajo profesional se convierte así en un candelero que ilumina a colegas y amigos15. La caridad cristiana se hace visible entonces desde lejos, y la luz de la doctrina ilumina desde esa altura; es una luz familiar y cercana que con facilidad llega a todos.

San Pablo escribe a los primeros cristianos de Filipo y les exhorta a vivir en medio de aquella generación apartada de Dios de tal manera que brillen como luceros en medio del mundo16. Y su ejemplo arrastraba tanto que en verdad se pudo decir de ellos: «lo que es el alma para el cuerpo, esto son los cristianos en medio del mundo»17, como se puede leer en uno de los escritos cristianos más antiguos.

Para llevar a todos la luz de Cristo, junto a los medios sobrenaturales, hemos de practicar también las normas corrientes de la convivencia. Para muchas personas estas normas se quedan en algo exterior y solo se practican porque hacen más fácil el trato social, por costumbre. Para nosotros los cristianos han de ser también fruto de la caridad, manifestaciones externas de un sincero interés por los demás. Todo esto es parte de la luz divina que hemos de llevar con nuestra vida, y del apostolado que el Señor quiere que llevemos a cabo, principalmente entre las personas que más tratamos.


Bendito el Señor ahora y por siempre.
R. Bendito el Señor ahora y por siempre.

V. Sólo él hizo maravillas.
R. Ahora y por siempre.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Bendito el Señor ahora y por siempre.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Bendito sea el Señor, Dios nuestro.

Cántico de Zacarías Lc 1, 68-79

EL MESÍAS Y SU PRECURSOR

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con
nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant.  Bendito sea el Señor, Dios nuestro.

PRECES

Proclamemos la grandeza de Cristo, lleno de gracia y del Espíritu Santo, y acudamos a él diciendo:
Concédenos, Señor, tu Espíritu.

Concédenos, Señor, un día lleno de paz, de alegría y de inocencia
para que, al llegar a la noche, podamos alabarte con gozo y limpios de pecado.

Que baje hoy a nosotros tu bondad
y haga prósperas las obras de nuestras manos.

Muéstranos tu rostro propicio y danos tu paz
para que durante todo el día sintamos cómo tu mano nos protege.

Mira con bondad a cuantos se han encomendado a nuestras oraciones
y enriquécelos con toda clase de bienes.

Se pueden añadir algunas intenciones libres.

Terminemos nuestra oración con la plegaria que Cristo nos enseñó: Padre nuestro.

Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.

Oración

Tu gracia, Señor, inspire nuestras obras, las sostenga y acompañe; para que todo nuestro trabajo brote de ti, como de su fuente, y tienda a ti, como a su fin. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

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