Custodia

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Saludo

Bendición

sábado, 23 de septiembre de 2023

Laudes, lecturas y reflexiones +

  Dios mío, ven en mi auxilio.

R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. (Aleluya).

HIMNO

Cristo, Cabeza, Rey de los pastores,
el pueblo entero, madrugando a fiesta,
canta a la gloria de tu sacerdote
himnos sagrados.

Con abundancia de sagrado crisma,
la unción profunda de tu Santo Espíritu
lo armó guerrero y lo nombró en la Iglesia
jefe del pueblo.

Él fue pastor y forma del rebaño,
luz para el ciego, báculo del pobre,
padre común, presencia providente,
todo de todos.

Tú que coronas sus merecimientos,
danos la gracia de imitar su vida
y al fin, sumisos a su magisterio,
danos su gloria. Amén.

SALMODIA

Ant. 1. Es bueno tocar para tu nombre, oh Altísimo, y proclamar por la mañana tu misericordia.

Salmo 91

ALABANZA A DIOS QUE CON SABIDURÍA Y JUSTICIA DIRIGE LA VIDA DE LOS HOMBRES
Este salmo canta las maravillas realizadas en Cristo. (S. Atanasio)

Es bueno dar gracias al Señor
y tocar para tu nombre, oh Altísimo,
proclamar por la mañana tu misericordia
y de noche tu fidelidad,
con arpas de diez cuerdas y laúdes
sobre arpegios de cítaras.

Tus acciones, Señor, son mi alegría,
y mi júbilo, las obras de tus manos.
¡Qué magníficas son tus obras, Señor,
qué profundos tus designios!
El ignorante no los entiende
ni el necio se da cuenta.

Aunque germinen como hierba los malvados
y florezcan los malhechores,
serán destruidos para siempre.
Tú, en cambio, Señor,
eres excelso por los siglos.

Porque tus enemigos, Señor, perecerán,
los malhechores serán dispersados;
pero a mí me das la fuerza de un búfalo
y me unges con aceite nuevo.
Mis ojos no temerán a mis enemigos,
mis oídos escucharán su derrota.

El justo crecerá como una palmera
y se alzará como un cedro del Líbano:
plantado en la casa del Señor,
crecerá en los atrios de nuestro Dios;
en la vejez seguirá dando fruto

y estará lozano y frondoso,
para proclamar que el Señor es justo,
que en mi Roca no existe la maldad.

Ant. Es bueno tocar para tu nombre, oh Altísimo, y proclamar por la mañana tu misericordia.

Ant. 2. Os daré un corazón nuevo y os infundiré un espíritu nuevo.

Cántico Ez 36, 24-28

DIOS RENOVARÁ A SU PUEBLO
Ellos serán su pueblo y Dios estará con ellos. (Ap 21, 3)

Os recogeré de entre las naciones,
os reuniré de todos los países,
y os llevaré a vuestra tierra.

Derramaré sobre vosotros un agua pura
que os purificará:
de todas vuestras inmundicias e idolatrías
os he de purificar;
y os daré un corazón nuevo,
y os infundiré un espíritu nuevo;
arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra,
y os daré un corazón de carne.

Os infundiré mi espíritu,
y haré que caminéis según mis preceptos,
y que guardéis y cumpláis mis mandatos.

Y habitaréis en la tierra que di a vuestros padres.
Vosotros seréis mi pueblo
y yo seré vuestro Dios.

Ant. Os daré un corazón nuevo y os infundiré un espíritu nuevo.

Ant. 3. De la boca de los niños de pecho, Señor, has sacado una alabanza.

Salmo 8

MAJESTAD DEL SEÑOR Y DIGNIDAD DEL HOMBRE
Todo lo puso bajo sus pies y lo dio a la Iglesia como cabeza, sobre todo. (Ef 1, 22)

Señor, dueño nuestro,
¡qué admirable es tu nombre
en toda la tierra!

Ensalzaste tu majestad sobre los cielos.
De la boca de los niños de pecho
has sacado una alabanza contra tus enemigos,
para reprimir al adversario y al rebelde.

Cuando contemplo el cielo, obra de tus manos;
la luna y las estrellas que has creado,
¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él;
el ser humano, para darle poder?

Lo hiciste poco inferior a los ángeles,
lo coronaste de gloria y dignidad,
le diste el mando sobre las obras de tus manos,
todo lo sometiste bajo sus pies:

rebaños de ovejas y toros,
y hasta las bestias del campo,
las aves del cielo, los peces del mar,
que trazan sendas por las aguas.

Señor, dueño nuestro,
¡qué admirable es tu nombre
en toda la tierra!

Ant. De la boca de los niños de pecho, Señor, has sacado una alabanza.

LECTURA BREVE Hb 13, 7-9a

Acordaos de aquellos superiores vuestros que os expusieron la palabra de Dios: reflexionando sobre el desenlace de su vida, imitad su fe. Jesucristo es el mismo hoy que ayer, y para siempre. No os dejéis extraviar por doctrinas llamativas y extrañas.

Primera lectura

1Tm 6, 13-16

Guarda el mandamiento sin mancha hasta la manifestación del Señor

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a Timoteo.

QUERIDO hermano:
Delante de Dios, que da vida a todas las cosas, y de Cristo Jesús, que proclamó tan bella profesión de fe ante Poncio Pilato, te ordeno  que guardes el mandamiento sin mancha ni reproche hasta la manifestación de nuestro Señor Jesucristo, que, en el tiempo apropiado, mostrará el bienaventurado y único Soberano, Rey de los reyes y Señor de los señores,  el único que posee la inmortalidad, que habita una luz inaccesible, a quien ningún hombre ha visto ni puede ver. A él honor y poder eterno. Amén.

Palabra de Dios.

Salmo

Sal 100(99),2.3.4.5 (R. 2c)

R. Entren en la presencia del Señor con vítores.

V. sirvan al Señor con alegría,
entren en su presencia con vítores. R.

V. Sepan que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño. R.

V. Entren por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre. R.

V. «El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades». R.

Aclamación

R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios con un corazón noble y generoso, la guardan y dan fruto con perseverancia. R.

Evangelio

Lc 8, 4-15

Lo de la tierra buena son los que guardan la palabra y dan fruto con perseverancia

Lectura del santo Evangelio según san Lucas.

EN aquel tiempo, habiéndose reunido una gran muchedumbre y gente que salía de toda la ciudad, dijo en parábola: «Salió el sembrador a sembrar su semilla. Al sembrarla, algo cayó al borde del camino, lo pisaron, y los pájaros del cielo se lo comieron. Otra parte cayó en terreno pedregoso, y, después de brotar, se secó por falta de humedad.  Otra parte cayó entre abrojos, y los abrojos, creciendo al mismo tiempo, la ahogaron.  Y otra parte cayó en tierra buena, y, después de brotar, dio fruto al ciento por uno». Dicho esto, exclamó: «El que tenga oídos para oír, que oiga».
Entonces le preguntaron los discípulos qué significaba esa parábola. Él dijo: «A ustedes se les ha otorgado conocer los misterios del reino de Dios; pero a los demás, en parábolas, para que viendo no vean y oyendo no entiendan.
El sentido de la parábola es este: la semilla es la palabra de Dios.  Los del borde del camino son los que escuchan, pero luego viene el diablo y se lleva la palabra de sus corazones, para que no crean y se salven.  Los del terreno pedregoso son los que, al oír, reciben la palabra con alegría, pero no tienen raíz; son los que por algún tiempo creen, pero en el momento de la prueba fallan. Lo que cayó entre abrojos son los que han oído, pero, dejándose llevar por los afanes, riquezas y placeres de la vida, se quedan sofocados y no llegan a dar fruto maduro.  Lo de la tierra buena son los que escuchan la palabra con un corazón noble y generoso, la guardan y dan fruto con perseverancia.

Palabra del Señor.


Memoria obligatoria

23 Septiembre

Biografía


El padre Pío, en el siglo Francesco Forgione, nació en Pietrelcina, diócesis de Benevento, el 25 de mayo de 1887. Profesó en la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos el 6 de enero de 1903; recibió la ordenación sacerdotal en la catedral de Benevento el 10 de agosto de 1910. El 28 de julio de 1916 pasó a san Giovanni Rotondo, en las estribaciones del Gargano, donde, salvo pocas y breves interrupciones, permaneció hasta su muerte, que tuvo lugar el 23 de septiembre de 1968.
La mañana del viernes 20 de septiembre de 1918, orando ante el crucifijo del coro de la vieja iglesia, recibió el don de las llagas que permanecieron abiertas y sangrantes por espacio de cincuenta años.
En el curso de su vida, entregada únicamente al ministerio sacerdotal, inició los «Grupos de oración» y fundó un moderno hospital al que él mismo le puso el nombre de «Casa Alivio del Sufrimiento».



24ª semana. Sábado

LA TIERRA BUENA


— Los corazones endurecidos por la falta de contrición se incapacitan para acoger la palabra divina.

— Necesidad de oración y de sacrificio para que la gracia dé fruto en el alma.

— Paciencia y constancia: recomenzar con humildad.

I. Se reunió junto al Señor una gran muchedumbre, que acudía a Él de todas las ciudades1. Y Jesús aprovechó la ocasión, como tantas veces, para enseñarles el misterio de la acción de la gracia en las almas mediante la parábola del sembrador. Todos los que le escuchaban conocían bien las condiciones en que se hacían las labores del campo en aquellas tierras de Palestina. Salió el sembrador a sembrar su semilla... Es Cristo mismo que continuamente, hoy también, extiende su reinado de paz y de amor en las almas, contando con la libertad y la personal correspondencia de cada uno. Dios se encuentra en las almas con situaciones tan diversas como distintos son los terrenos que reciben idéntica semilla. Al llevar a cabo la siembra, parte cayó junto al camino, y fue pisoteada y se la comieron las aves del cielo: se perdió completamente, sin dar fruto. Más tarde, cuando Jesús explique a sus discípulos la parábola, les dirá que el diablo se lleva la palabra de su corazón. Estas almas, endurecidas por la falta de arrepentimiento de sus pecados, se incapacitan para recibir a Dios que las visita. A este mal terreno se asemeja el corazón «que está pisoteado por el frecuente paso de los malos pensamientos, y seco de tal modo que no puede recibir la semilla ni esta germinar»2. El demonio encuentra en estas almas el terreno apropiado para lograr que la semilla de Dios quede infecunda.

Por el contrario, el alma que, a pesar de sus flaquezas, se arrepiente una y otra vez, y procura evitar las ocasiones de pecar y recomienza cuantas veces sea necesario, atraerá la misericordia divina. La humildad que supone reconocer los pecados, quizá solo veniales, y los propios defectos prepara el alma para que Dios siembre en ella y fructifique. Por eso, hoy, al meditar esta parábola de Jesús, puede ser un buen momento para que nos preguntemos si cada día pedimos perdón por todas aquellas cosas que no agradan al Señor, aun en lo pequeño, y si acudimos con verdadera sed de limpieza a la Confesión frecuente.

Ahora es buen momento para pedirle a Jesús que nos ayude a echar lejos de nosotros todo aquello, por pequeño que sea, que nos separa de Él, a no pactar con defectos y actitudes que entorpecen la amistad que Él nos ofrece diariamente. «Has llegado a una gran intimidad con este nuestro Dios, que tan cerca está de ti, tan dentro de tu alma..., pero, ¿procuras que aumente, que se haga más honda? ¿Evitas que se metan por medio pequeñeces que puedan enturbiar esa amistad?

»—¡Sé valiente! No te niegues a cortar todo lo que, aunque sea levemente, cause dolor a Quien tanto te ama»3.

II. Parte de la semilla cayó sobre pedregal, y una vez nacida se secó por falta de humedad. Estos son los que reciben la palabra con alegría, pero no tienen raíces; creen durante algún tiempo pero a la hora de la tentación se vuelven atrás. A la hora de la prueba sucumben porque han basado su seguimiento a Cristo en el sentimiento y no en una vida de oración, capaz de resistir los momentos difíciles, las pruebas de la vida y las épocas de aridez. «A muchos les agrada lo que escuchan y se proponen obrar bien; pero en cuanto comienzan a ser incomodados por las adversidades abandonan las buenas obras que habían comenzado»4. ¡Cuántos buenos propósitos han naufragado cuando el camino de la vida interior ha dejado de ser llano y placentero! Estas almas buscaban más su contento y la satisfacción propia que a Dios mismo. «Unos por unas razones y otros por otras –se quejaba San Agustín–, el hecho es que apenas se busca a Jesús por Jesús»5. Buscar a Jesús, por Él mismo, con aridez cuando llegue; querer subir a la cumbre no solo cuando el camino es llano y sombreado, sino cuando se convierte en un sendero apenas visible en medio de la rocas, sin más amparo que el deseo firme de subir hasta la cima donde está Cristo: buscar «a Jesús por Jesús». Solo lo conseguiremos con la fidelidad a la oración diaria, cuando resulta fácil y cuando cuesta.

Otra parte de la semilla cayó en medio de las espinas, y habiendo crecido con ella las espinas la sofocaron. Estos son los que, habiendo oído y arraigado en el alma la palabra de Dios, no llegaron a dar fruto a causa de las preocupaciones, riquezas y placeres de la vida. Es imposible seguir a Cristo sin una vida mortificada, pues poco a poco se pierde el atractivo por las cosas de Dios y, paralelamente, se inicia el camino fácil de las compensaciones, del apegamiento desordenado al dinero, a la comodidad..., y se acaba deslumbrado por el aparente valor de las cosas terrenas. «No te asombres de que a los placeres llamara espinas (...) –comenta San Basilio–. Así como las espinas, por cualquier parte que se las coja, ensangrientan las manos, así también los placeres dañan a los pies, a las manos, a la cabeza, a los ojos... Cuando se pone el corazón en las cosas temporales sobreviene la vejez prematura, se embotan los sentidos, se entenebrece la razón...»6.

La oración y la mortificación preparan al alma para recibir la buena semilla y dar fruto. Sin ellas, la vida queda infecunda. «El sistema, el método, el procedimiento, la única manera de que tengamos vida –abundante y fecunda en frutos sobrenaturales– es seguir el consejo del Espíritu Santo, que nos llega a través de los Hechos de los Apóstoles: “omnes erant perseverantes unanimiter in oratione” -todos perseveraban unánimemente en la oración.

»—Sin oración, ¡nada!»7. No existe un camino hacia Dios que no pase por la oración y el sacrificio.

III. «Después de referirse a las circunstancias que hacen ineficaz la semilla, habla por fin la parábola de la tierra buena. No da lugar así al desaliento, antes al contrario, abre camino a la esperanza, y muestra que todos pueden convertirse en buena tierra»8. La semilla que cayó en tierra buena son los que oyen la palabra con un corazón bueno y generoso, la conservan y dan fruto mediante la paciencia.

Todos, independientemente de la situación anterior, podemos dar buenos frutos para Dios, pues Él siembra constantemente la semilla de su gracia. La eficacia depende de nuestras disposiciones. «Lo único que importa es no ser camino, ni pedregal, ni cardos, sino tierra buena No sea el corazón camino donde el enemigo se lleve, como los pájaros, la semilla pisada por los transeúntes; no peñascal donde la poca tierra haga germinar enseguida lo que ha de agostar el sol; ni abrojal de pasiones humanas y cuidados de la vida disoluta»9. Tres son las características que señala el Señor en la tierra buena: oír con un corazón contrito, humilde, los requerimientos divinos; esforzarse para que –con la oración y la mortificación– esas exigencias calen en el alma y no se atenúen con el paso del tiempo; y, por último, comenzar y recomenzar, sin desanimarse si los frutos tardan en llegar, si nos damos cuenta de que los defectos no acaban de desaparecer a pesar de los años y del empeño en la lucha por desarraigarlos.

Os daré un corazón nuevo, y os infundiré un espíritu nuevo –se lee hoy en la Liturgia de las Horas–; arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne10. Si queremos y somos dóciles, el Señor está dispuesto a cambiar en nosotros todo lo que sea necesario para transformarnos en tierra buena y fértil. Hasta lo más profundo de nuestro ser, el corazón, puede verse renovado si nos dejamos arrastrar por la gracia de Dios, siempre tan abundante. Lo importante es ir una y otra vez a Él, con humildad, en demanda de ayuda, sin querer separarnos jamás de su lado, aunque nos parezca que no avanzamos, que pasa el tiempo y no cosechamos los frutos deseados. «Dios es agricultor –enseña San Agustín–, y si se aparta del hombre, este se convierte en un desierto. El hombre es también agricultor, y si se aparta de Dios, se convierte también en un desierto»11. No nos separemos de Él; acudamos a su Corazón misericordioso muchas veces a lo largo del día.

V. Sobre tus murallas, Jerusalén, he colocado centinelas.
R. Sobre tus murallas, Jerusalén, he colocado centinelas.

V. Ni de día ni de noche dejarán de anunciar el nombre del Señor.
R. He colocado centinelas.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Sobre tus murallas, Jerusalén, he colocado centinelas.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. No sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre quien habla por vosotros.

Cántico de Zacarías Lc 1, 68-79

EL MESÍAS Y SU PRECURSOR

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con
nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. No sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre quien habla por vosotros.

PRECES

Demos gracias a Cristo, el buen pastor que entregó la vida por sus ovejas, y supliquémosle diciendo:
Apacienta a tu pueblo, Señor.

Señor Jesucristo, tú que en los santos pastores nos has revelado tu misericordia y tu amor,
haz que, por ellos, continúe llegando a nosotros tu acción misericordiosa.

Señor Jesucristo, tú que a través de los santos pastores sigues siendo el único pastor de tu pueblo,
no dejes de guiarnos siempre por medio de ellos.

Señor Jesucristo, tú que por medio de los santos pastores eres el médico de los cuerpos y de las almas,
haz que nunca falten en tu Iglesia los ministros que nos guíen por las sendas de una vida santa.

Señor Jesucristo, tú que has adoctrinado a la Iglesia con la prudencia y el amor de los santos,
haz que, guiados por nuestros pastores, progresemos en la santidad.

Se pueden añadir algunas intenciones libres.

Oremos confiadamente al Padre, como Cristo nos enseñó: Padre nuestro.

Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.

Oración

Padre todopoderoso y eterno, que concediste a san Pío, presbítero, la gracia singular de participar en la cruz de tu Hijo, y por su ministerio renovaste las maravillas de tu misericordia, concédenos, por su intercesión, que, asociados siempre a los sufrimientos de Cristo, lleguemos felizmente a la gloria de la resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

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