Custodia

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Bendición

viernes, 6 de septiembre de 2024

Vísperas +

 


22ª semana del T. Ordinario 

Semana II del salterio

Viernes, 6 de septiembre - Ciclo B

Vísperas

Invocación inicial


(se hace la señal de la cruz mientras se dice)

℣. Dios mío, ven en mi auxilio.

℟. Señor, date prisa en socorrerme.

℣. Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo.

℟. Como era en el principio ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno

El dolor extendido por tu cuerpo,
sometida tu alma como un lago,
vas a morir y mueres por nosotros
ante el Padre que acepta perdonándonos.

Cristo, gracias aún, gracias, que aún duele
tu agonía en el mundo, en tus hermanos.
Que hay hambre, ese resumen de injusticias;
que hay hombre en el que estás crucificado.

Gracias por tu palabra que está viva,
y aquí la van diciendo nuestros labios;
gracias porque eres Dios y hablas a Dios
de nuestras soledades, nuestros bandos.

Que no existan verdugos, que no insistan;
rezas hoy con nosotros que rezamos.
Porque existen las víctimas, el llanto. Amén.

Salmodia

Ant. 1. Arranca, Señor, mi alma de la muerte, mis pies de la caída.

Salmo 114: Acción de gracias

Amo al Señor, porque escucha
mi voz suplicante,
porque inclina su oído hacia mí
el día que lo invoco.

Me envolvían redes de muerte,
me alcanzaron los lazos del abismo,
caí en tristeza y angustia.
Invoqué el nombre del Señor:
«Señor, salva mi vida.»

El Señor es benigno y justo,
nuestro Dios es compasivo;
el Señor guarda a los sencillos:
estando yo sin fuerzas, me salvó.

Alma mía, recobra tu calma,
que el Señor fue bueno contigo:
arrancó mi alma de la muerte,
mis ojos de las lágrimas,
mis pies de la caída.

Caminaré en presencia del Señor
en el país de la vida.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Arranca, Señor, mi alma de la muerte, mis pies de la caída.

Ant. 2. El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.

Salmo 120: El guardián del pueblo

Levanto mis ojos a los montes:
¿de dónde me vendrá el auxilio?
El auxilio me viene del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.

No permitirá que resbale tu pie,
tu guardián no duerme;
no duerme ni reposa
el guardián de Israel.

El Señor te guarda a su sombra,
está a tu derecha;
de día el sol no te hará daño,
ni la luna de noche.

El Señor te guarda de todo mal,
Él guarda tu alma;
el Señor guarda tus entradas y salidas,
ahora y por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.

Ant. 3. Justos y verdaderos son tus caminos, ¡oh Rey de los siglos!

Apocalipsis 15, 3-4: Himno de adoración

Grandes y maravillosas son tus obras,
Señor, Dios omnipotente,
justos y verdaderos tus caminos,
¡oh Rey de los siglos!

¿Quién no temerá, Señor,
y glorificará tu nombre?
Porque tú solo eres santo,
porque vendrán todas las naciones
y se postrarán en tu acatamiento,
porque tus juicios se hicieron manifiestos.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Justos y verdaderos son tus caminos, ¡oh Rey de los siglos!

Lectura Breve

1Co 2,7-10a

Enseñamos una sabiduría divina, misteriosa, escondida, predestinada por Dios antes de los siglos para nuestra gloria. Ninguno de los príncipes de este mundo la ha conocido; pues, si la hubiesen conocido, nunca hubieran crucificado al Señor de la gloria. Sino, como está escrito: «Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para los que le aman.» Y Dios nos lo ha revelado por el Espíritu.

Responsorio

℣. Cristo murió por nuestros pecados, para conducirnos a Dios.

℟. Cristo murió por nuestros pecados, para conducirnos a Dios.

℣. Como era hombre, lo mataron; pero, como poseía el Espíritu, fue devuelto a la vida.

℟. para conducirnos a Dios.

℣. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

℟. Cristo murió por nuestros pecados, para conducirnos a Dios.

Cántico Evangélico

Ant. Acuérdate de tu misericordia, Señor, como lo habías prometido a nuestros padres.


(se hace la señal de la cruz mientras se dice)

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Acuérdate de tu misericordia, Señor, como lo habías prometido a nuestros padres.

Preces

Bendigamos ahora al Señor Jesús, que en su vida mortal escuchó siempre con bondad las súplicas de los que acudían a él y con amor secaba las lágrimas de los que lloraban, y digámosle también nosotros:

Señor, ten piedad de tu pueblo.

- Señor Jesucristo, tú que consolaste a los tristes y deprimidos, pon ahora tus ojos en las lágrimas de los pobres.

- Escucha los gemidos de los agonizantes y envíales tus ángeles para que los alivien y conforten.

- Que los emigrantes sientan tu providencia en su destierro, que puedan regresar a su patria y que un día alcancen también la eterna.

- Que los pecadores se ablanden a tu amor, y se reconcilien contigo y con tu Iglesia.

- Perdona las faltas de los que han muerto y dales la plenitud de tu salvación.

℣. Con el gozo que nos da el saber que somos hijos de Dios, digamos con plena confianza:

Padre Nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.

No nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.

Oración

Dios nuestro que, de una manera admirable, has manifestado tu sabiduría escondida, con el escándalo de la cruz, concédenos contemplar con tal plenitud de fe la gloria de la pasión de tu Hijo que siempre nos gloriemos confiadamente en la cruz de Jesucristo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.


(se hace la señal de la cruz mientras se dice)

℣. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna

℟. Amén

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