Custodia

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Saludo

Bendición

lunes, 8 de abril de 2024

Lecturas y reflexiones+

 



Primera lectura


La virgen está encinta

Lectura del libro de Isaías 7,10-14; 8,10

En aquel tiempo, el Señor habló a Acaz:
-«Pide una señal al Señor, tu Dios: en lo hondo del abismo o en lo alto del cielo.»
Respondió Acaz:
-«No la pido, no quiero tentar al Señor.»
Entonces dijo Dios:
-«Escucha, casa de David: ¿No os basta cansar a los hombres, que cansáis incluso a mi Dios? Pues el Señor, por su cuenta, os dará una señal:
Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa “Dios-con-nosotros”.»

Palabra de Dios

Salmo


Sal 39,7-8a.8b-9.10.11 (R.: 8ª y 9ª) 

R.Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad

Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio,
entonces yo digo: «Aquí estoy.» R.

«-Como está escrito en mi libro-
para hacer tu voluntad.»
Dios mío, lo quiero,
y llevo tu ley en las entrañas. R.

He proclamado tu salvación
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios:
Señor, tú lo sabes. R.

No me he guardado en el pecho tu defensa,
he contado tu fidelidad y tu salvación,
no he negado tu misericordia y tu lealtad
ante la gran asamblea. R.

Segunda lectura


«Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad»

Lectura de la carta a los Hebreos 10, 4-10

Hermanos:
Es imposible que la sangre de los toros y de los machos cabríos quite los pecados.
Por eso, cuando Cristo entró en el mundo dijo: «Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, pero me has preparado un cuerpo; no aceptas holocaustos ni víctimas expiatorias. Entonces yo dije lo que está escrito en el libro: “Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad.”»
Primero dice: «No quieres ni aceptas sacrificios ni ofrendas, holocaustos ni victimas expiatorias», que se ofrecen según la Ley. Después añade: «Aquí estoy yo para hacer tu voluntad.»
Niega lo primero, para afirmar lo segundo.
Y conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre.

Palabra de Dios

Aclamación


R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria. R.

Evangelio


Lc 1,26-38

Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo

Lectura del santo Evangelio según san Lucas. 

A los seis meses, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María.  
El ángel, entrando en su presencia, dijo:
-«Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.» 
Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél. 
El ángel le dijo:
-«No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.» 
Y María dijo al ángel:
-«¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?» 
El ángel le contestó:
-«El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios.
Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.» 
María contestó:
«Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» 
Y la dejó el ángel.

Palabra del Señor



Pistas para la Lectio Divina

Lectio divina “Palabra vivificante”. 
P. Fidel Oñoro cjm

Lucas 1, 26-38: Un “sí” puede cambiar la historia

El ángel Gabriel, el mismo que “estaba de pie a la derecha del altar del perfume” (Lc 1,11), cambió de lugar. Voló de la inmensa explanada del Templo de Jerusalén hacia una casita cualquiera, sencilla y de un solo cuarto, en Nazaret.

Es un viaje sorprendente: del sacerdote anciano a una joven doncella, de la ciudad de Dios a una aldea sin historia ni importancia, de lo sagrado a lo profano. El cristianismo no comienza en el templo, sino en una casa de familia.

Allí el ángel Gabriel encuentra a María y le entrega su vocación y misión. La vocación de María para ser la madre del Mesías es única, pero permanece como el modelo para cada uno de nosotros que estamos llamados a “encarnar el Verbo” en esta Navidad que se aproxima.

En esta ocasión vamos a leer este relato de la anunciación a María poniendo atención a la manera como llega a dar el “sí” al llamado para cooperar en el plan de Dios.

1. Tres palabras que dan fundamento a la vocación de María (1,28-29)

El relato comienza ubicándonos en el tiempo (seis meses después de la concepción de Juan) y en el espacio (Nazareth, ciudad de Galilea). Luego nos presenta el personaje central, María, y nos da algunas informaciones sobre ella: su desposorio con José, de la descendencia de David, y su virginidad.

Con todos estos datos iniciales, el relato se concentra en la narración del llamado que Dios le hace a María por medio del ángel Gabriel.

En cada una de las tres primeras palabras del Ángel hallamos un contenido profundo en el que se delinea lo que Dios hace en ella:
(1) “Alégrate”
(2) “Llena de gracia”
(3) “El Señor está contigo” (1,28).

Uno, la invitación a alegría en el Señor: “¡Alégrate!”

La primera palabra del ángel es “Alégrate”. Se entiende: ponte contenta, sé feliz, dale espacio al gozo, como una puerta se abre al sol. Dios está aquí, viene a ti con un abrazo, con una promesa de felicidad.

El Ángel le anticipa a María que el anuncio será para ella motivo de inmensa alegría, que la palabra del Señor va a tocar lo más íntimo de su ser y que su reacción al final no podrá ser otra que la exultación.

Es de notar que la alegría de María no será inmediata, sino que hará su camino interior hasta que explote en el canto feliz del “Magníficat”, cuando dirá: “Mi espíritu se alegra en Dios mi salvador” (1,47).

Dos, la plenitud de la gracia divina: “¡Llena eres de gracia!”

Enseguida se da el motivo de tanta alegría: Dios le hace conocer la inmensidad de su amor predilecto por ella, cómo ha puesto sus ojos en ella, colmándola de su favor y
de su complacencia, con un amor total, definitivo e irrevocable.

En griego se dice “Kejaritomene”. Una sola palabra en griego, pero en español se traduce con cuatro: “Llena eres de gracia”. Esta palabra nunca había resonado en la Biblia, es la primera vez que aparece. Es un nombre nuevo que Dios le da, el nombre nuevo de su vocación, nombre que tiene el poder de sorprender a María.

Quiere decir: “Todo el amor de Dios está dentro de ti”, eres perfectamente amada, amada desde siempre y para siempre. El amor de Dios llena tu corazón y se irradia en ti como belleza.

Y ese nombre nuevo de María, el nombre de su vocación, “Amada-para-siempre”, es también nuestro propio nombre: buenos y menos buenos, cada uno amado para siempre. Pequeños o grandes, todos continuamente por dentro llenos de cielo.

Se trata del anuncio de una novedad. María no está llena de gracia porque haya respondido “sí” a Dios, sino porque Dios fue el primero en decirle “sí” a ella, un sí fuerte, limpio y sin condiciones. Y dice “sí” a cada uno de nosotros, antes de que respondamos. Que yo sea amado depende de Dios, no de mí.

Tres, la ayuda fiel de Dios: “¡El Señor está contigo!”.

Porque Dios ama entrañablemente a María se pone a su lado y se compromete a ayudarla de manera concreta en su misión. Dios le hizo esta promesa también a los grandes vocacionados de la Biblia (Jacob, Moisés, Josué, Gedeón, David, Jeremías…), los grandes servidores que hacen avanzar el plan de Dios; pero ahora es la primera vez que se la dice a una mujer.

“El Señor está contigo”. Cuando en la Biblia Dios le dice a una persona “Yo estoy contigo” le está consignando un futuro bellísimo y arduo. La está convocando para que se convierta en colaboradora de la historia más grande y maravillosa que ocurrido en la tierra, la venida del Hijo de Dios en la carne.

Y la reacción de María es la perplejidad. Todavía no llega el “Sí”. La primera respuesta de María en realidad es el estremecimiento, esa agitación interna que ocurre cuando se te descoloca la vida.

El ángel recalca entonces, la segunda afirmación, el “Llena eres de gracia”. Esta afirmación es tan importante que el ángel la repite, “Has hallado gracia ante Dios” (1,30), y con ella va al encuentro del estremecimiento de María.

La superación del temor y la confianza que se necesita para poder responderle al Señor con total entrega, provienen de la certeza de su amor.

2. Tres tareas para María (1,30-33)

María es llamada para colocarse completamente al servicio de Jesús dándole existencia humana a partir de su capacidad natural de mujer.

El ángel expone las tres tareas de este servicio:
(1) “Vas a concebir…”
(2) “Darás a luz un hijo…”
(3) “Le pondrás por nombre Jesús” (1,31).

La concepción ocurrirá enseguida, el parto vendrá nueve meses después. Pero su misión no se limita sólo a esto, al pedirle que le ponga el nombre al niño, Dios le está solicitando que se ocupe de su desarrollo plenamente humano del Hijo de Dios, que lo eduque.

Así, el servicio de María implica entrega total en el don de todo su ser, de todo
su tiempo, de su feminidad, de sus intereses, de todas sus capacidades, de su
proyecto de vida al servicio de la obra que Dios emprende en el mundo por medio de su hijo Jesús.

Este niño que dará a luz será hijo de la tierra e hijo del cielo, hijo suyo e hijo del Altísimo, y se “sentará sobre el trono de David para siempre”.

De nuevo nos damos cuenta de que el “sí” de María no llega de forma inmediata. Un lector se lo esperaría, pero no, hay retardo en la respuesta. Porque hay discernimiento, que es la verdadera escucha., y la segunda una pregunta: “¿Cómo será esto?” (1,34).

María, en la flor de la vida es madura e inteligente, quiere entender por qué camino se colmará la distancia entre ella y las palabras del ángel, palabras inéditas, que nunca se habían escuchado en la tierra.

Preguntar no es dar señales de falta de fe, sino todo lo contrario. La pregunta proviene de la necesidad de crecer en la conciencia de lo que está sucediendo.

Tres, dos páginas, una de la Biblia y otra de la vida, se abren ante María (Lc
1,35-38)

El Ángel le responde a María con el anuncio de la acción del Espíritu Santo que fecunda su vientre virginal.

En su respuesta, remite a dos páginas vibrantes, una de la Biblia y la otra de la vida.

Uno, “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra” (1,35).

La primera, la de la Biblia, narra precisamente uno de los episodios más bellos del libro del Éxodo, cuando una nube oscura y luminosa al mismo tiempo habitó la tienda del encuentro, la llenó con su gloria y allí estableció su presencia (Ex 40,34).

La acción eficaz de Dios pone a María “bajo su sombra”. Sobre María se repite la imagen bíblica de la “Shekiná”, que es la gloria de Dios que desciende para habitar en medio de su pueblo en la “tienda del encuentro” o “tienda de las citas divinas”. Se trata de una imagen muy diciente.

Aquí vemos la realidad de la promesa: “El Señor está contigo” (1,28). Es el Señor quien obra en María lo que le pide: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo que cubrirá con su sombra” (1,35).

La gloria del Señor que viene a habitar en María es el Espíritu Santo, potencia vivificante de Dios, generadora de vida, narrada desde la página de la creación (Gn 1,1-2).

Retomando lo esencial podemos decir que la acción del Espíritu en María es la
expresión concreta:
(1) del auxilio de Dios en la misión que debe cumplir: ser madre del Salvador,
(2) del poder de Dios creador,
(3) del tipo de relación que Dios quiere establecer con ella y con la humanidad:
una cercanía casi total, un abrazo amoroso que le da plenitud a su existencia al
sumergirla en su propia gloria.

Pues bien, con su potencia vivificante, creadora, Dios hace capaz a María de colocarse al servicio de la existencia de Jesús. Por lo tanto, María es el lugar donde se cumple la acción poderosa del Dios creador, y Jesús es el nuevo comienzo, en quien se ofrecerá esta vida plena que viene de Dios y se realiza en Dios.

Dos, “Ahí tienes a tu pariente Isabel, que en su ancianidad también ha concebido un hijo…” (1,36).

Pero también hay otra resonancia amable que proviene del libro de la vida y de los afectos: es el sexto mes del embarazo de la pariente Isabel. Es un: “Mira lo que Dios ha hecho en Isabel, a quien tú conoces bien, la mujer que no podía dar vida”.

Con una promesa que ya puede verificarse en la vida, María es interpelada: “no será imposible ninguna palabra que proviene de Dios” (1,37, que traducimos literalmente).

Todo lo que el Espíritu hace en María está en función de Jesús. El Mesías entra en la historia humana por medio de la acción del Espíritu creador de Dios en María. Y todo ello proviene de la palabra de una promesa que viene de la boca de Dios, una palabra que no acepta imposibilidades.

Cuarto, un “Sí” que cambia la historia (1,33)

Con las palabras del ángel, María queda envuelta en ese torbellino mismo irresistible de vida y por fin da el “sí”: “He aquí la sierva del Señor, hágase en mí según tu palabra” (1,38).

“Siervos del Señor” son los grandes personajes del Antiguo Testamento que Dios eligió para hacer avanzar su plan de salvación con su pueblo. En esta galería de grandes personajes servidores de Dios entra por primera vez una mujer con este título: “Sierva del Señor”.

Pero hay más. El término, que literalmente es “esclava”, podría ser mal interpretado. En la Biblia la sierva no es la doméstica, la mujer de oficios varios. Sierva del rey es la reina, la segunda después del rey: tu proyecto será el mío, tu historia será mi historia, Tú eres el Dios de la alianza, y yo tu aliada. “Soy la sierva” quiere decir: “soy aliada del Señor de las alianzas”.

Así como el de María, nuestro “He aquí la sierva”, puede cambiar la historia. Con su “sí” y con su “no” al proyecto de Dios, todos pueden introducir nacimientos y alianzas en el calendario de la vida.

Todo se hace posible gracias al “sí” de María.

La obra de Dios es decisiva, pero el “Sí” de María también lo es. María es alfabeto de esperanza, modelo de lo humano, posibilidad de alegría. Sin su “sí” nuestro cristianismo resultaría triste, empobrecido de la toda la dimensión gozosa y danzante del magníficat que viene enseguida.

Como hemos visto en esta Lectio, en el evangelio de la anunciación nos encontramos con la primera vez de muchas cosas. Pero de todas ellas hay una fundamental, que sobresale al final: es la primera vez, en los diálogos con el “cielo”, que a una criatura de la tierra se le concede el poder decir la última palabra. Un “sí” puede cambiar la historia.


Oremos…
“Jesús, que vives en María,
ven a vivir en nosotros
con el espíritu de santidad,
con la plenitud de tu poder,
con la perfección de tus caminos,
con la fuerza de tus virtudes,
con la participación de tu misterio.
Por la fuerza de tu Espíritu
triunfa en nosotros sobre todo poder adverso”.
Amén.
(J. J. Olier)


“El Señor asume un cuerpo como el nuestro, no se contenta simplemente con revestirse de él, sino que quiere hacerlo naciendo de una virgen sin culpa ni mancha, que no conocía hombre. Aún siendo omnipotente, en esta virgen él se edifica su propio cuerpo como un templo y, manifestándose y morando en él, se vale de él”
(San Atanasio, Padre de la Iglesia en el s.IV dC)

Francisco Fernández-Carvajal
Hablar con Dios


25 de marzo

LA VOCACIÓN DE SANTA MARÍA


— El ejemplo de Nuestra Señora.

— Corresponder a la propia vocación.

— El  que nos pide el Señor.

I. Al entrar al mundo dijo el Señor: Vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad1.

La Anunciación y Encarnación del Hijo de Dios es el hecho más maravilloso y extraordinario, el misterio más entrañable de las relaciones de Dios con los hombres y el más trascendental de la historia de la humanidad: ¡Dios se hace hombre y para siempre! Y sin embargo este acontecimiento tuvo lugar en un pueblo pequeño de un país prácticamente desconocido en su tiempo. En Nazareth, «el que es Dios verdadero nace como hombre verdadero, sin que falte nada a la integridad de su naturaleza humana, conservando la totalidad de la esencia que le es propia y asumiendo la totalidad de nuestra esencia humana... para restaurarla»2.

San Lucas nos narra con suma sencillez este supremo acontecimiento: En el sexto mes fue enviado un ángel a una ciudad de Galilea, llamada Nazareth, a una virgen desposada con un varón de nombre José, de la casa de David, y el nombre de la virgen era María3. La piedad popular ha representado desde antiguo a Santa María recogida en oración cuando recibe la embajada del ángel: Dios te salve, llena de gracia, el Señor es contigo. Nuestra Madre quedó turbada ante estas palabras, pero con una turbación que no la deja paralizada. Ella conocía bien la Escritura por la instrucción que todo judío recibía desde los primeros años y, sobre todo, por la claridad y penetración que le daban su fe incomparable, su profundo amor y los dones del Espíritu Santo. Por eso entendió el mensaje de aquel enviado de Dios. Su alma está completamente abierta a lo que Dios le va a pedir. El ángel se apresura a tranquilizarla y le descubre el designio del Señor sobre ella, su vocación: has hallado gracia delante de Dios –le dice–: concebirás en tu seno y darás a luz a un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande y será llamado Hijo del Altísimo; el Señor le dará el trono de David, su padre, reinará eternamente sobre la casa de Jacob, y su Reino no tendrá fin.

«El mensajero saluda, en efecto, a María como llena de gracia: la llama así como si este fuera su verdadero nombre. No llama a su interlocutora con el nombre que le es propio en el registro civil, Miryam (María), sino con este nombre nuevo: llena de gracia. ¿Qué significa este nombre? ¿Por qué el arcángel llama así a la Virgen de Nazareth?

»En el lenguaje de la Biblia, gracia significa un don especial que, según el Nuevo Testamento, tiene la propia fuente en la vida trinitaria de Dios mismo, de Dios que es amor (cfr. 1 Jn 4, 8)»4. María es llamada llena de gracia porque este nombre designa su verdadero ser. Cuando Dios cambia un nombre a alguien o le da un sobrenombre, le destina a algo nuevo o le descubre su verdadera misión en la historia de la salvación. María es llamada llena de gracia, agraciadísima, en razón de su Maternidad divina.

El anuncio del ángel descubre a María su propio quehacer en el mundo, la clave de toda su existencia. La Anunciación fue para Ella una iluminación perfectísima que alcanzó su vida entera y la hizo plenamente consciente de su papel excepcional en la historia de la humanidad. «María es introducida definitivamente en el misterio de Cristo a través de este acontecimiento»5.

Cada día –en el Ángelus–, muchos cristianos en todo el mundo recordamos a Nuestra Madre este momento inefable para Ella y para toda la humanidad; también cuando contemplamos el primer misterio de gozo del Santo Rosario. Procuremos meternos en esa escena y contemplar a Santa María que abraza con amorosa piedad la santa voluntad de Dios. «Cómo enamora la escena de la Anunciación. –María –¡cuántas veces lo hemos meditado! está recogida en oración..., pone sus cinco sentidos y todas sus potencias al habla con Dios. En la oración conoce la Voluntad divina; y con la oración la hace vida de su vida: ¡no olvides el ejemplo de la Virgen!»6.

II. Aquí estoy para hacer tu voluntad7.

La Trinidad Santísima había trazado un plan para Nuestra Señora, un destino único y absolutamente excepcional: ser Madre del Dios encarnado. Pero Dios pide a María su libre aceptación. No dudó Ella de las palabras del ángel, como había hecho Zacarías; manifiesta, sin embargo, la incompatibilidad entre su decisión de vivir siempre la virginidad, que el mismo Dios había puesto en su corazón, y la concepción de un hijo. Es entonces cuando el ángel le anuncia en términos claros y sublimes que iba a ser madre sin perder su virginidad: El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que nacerá será llamado Santo, Hijo de Dios.

María escucha y pondera en su corazón estas palabras. Ninguna resistencia en su inteligencia y su corazón: todo está abierto a la voluntad divina, sin restricción ni limitación alguna. Este abandono en Dios es lo que hace al alma de María ser buena tierra capaz de recibir la semilla divina8Ecce ancilla Domini... he aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra. Nuestra Señora acepta con inmensa alegría no tener otra voluntad y otro querer que el de su Amo y Señor, que desde aquel momento es también Hijo suyo, hecho hombre en sus purísimas entrañas. Se entrega sin limitación alguna, sin poner condiciones, con júbilo y libremente. «Así María, hija de Adán, al aceptar el mensaje divino, se convirtió en Madre de Jesús y, al abrazar de todo corazón y sin entorpecimiento de pecado alguno la voluntad de Dios, se consagró totalmente como esclava del Señor a la Persona y a la obra de su Hijo, sirviendo con diligencia al misterio de la redención con Él y bajo Él, con la gracia de Dios omnipotente. Con razón, pues, piensan los Santos Padres que María no fue un instrumento puramente pasivo en las manos de Dios, sino que cooperó a la salvación de los hombres con fe y obediencia libres»9.

La vocación de Santa María es el ejemplo perfecto de toda vocación. Entendemos la vida nuestra y los acontecimientos que la rodean a la luz de la propia llamada. Es en el empeño por llevar a cabo ese designio divino donde encontramos el camino del Cielo y la propia plenitud humana y sobrenatural.

La vocación no es tanto la elección que nosotros hacemos, como aquella que Dios ha hecho de nosotros a través de mil circunstancias que es necesario saber interpretar con fe y con un corazón limpio y recto. No me habéis elegido vosotros a Mí, sino que Yo os elegí a vosotros10. «Toda vocación, toda existencia, es por sí misma una gracia que encierra en sí otras muchas. Una gracia, esto es, un don, algo que se nos da, que se nos regala sin derecho alguno de nuestra parte, sin mérito propio que lo motive o -menos aún justifique. No es preciso que la vocación, el llamamiento a cumplir el designio de Dios, la misión asignada, sea grande o brillante: basta que Dios haya querido utilizarnos, servirse de nosotros, basta el hecho de que confíe en nuestra colaboración. Es esto ya, en sí mismo, tan inaudito, tan grandioso, que toda una vida dedicada al agradecimiento no bastaría para corresponder»11.

Hoy le será muy grato a Dios que le demos gracias por las incontables luces que han ido señalando el itinerario de nuestra llamada, y que lo hagamos a través de su Madre Santísima que tan fidelísimamente correspondió a lo que el Señor quiso de Ella.

III. Ne timeas...

«No temas. Aquí radica el elemento constitutivo de la vocación. El hombre, de hecho, teme. Teme no solamente ser llamado al sacerdocio, sino también ser llamado a la vida, a sus obligaciones, a una profesión, al matrimonio. Este temor muestra un sentido de responsabilidad inmadura. Hay que superar el temor para acceder a una responsabilidad madura: hay que aceptar la llamada, escucharla, asumirla, ponderarla según nuestras luces, y responder: sí, sí. No temas, no temas, pues has hallado la gracia, no temas a la vida, no temas tu maternidad, no temas tu matrimonio, no temas tu sacerdocio, pues has hallado la gracia. Esta certidumbre, esta conciencia nos ayuda de igual forma que ayudó a María. En efecto, “la tierra y el paraíso esperan tu , oh Virgen Purísima”. Son palabras de San Bernardo, famosas y hermosísimas palabras. Espera tu , María. Espera tu , madre que vas a tener un hijo; espera tu , hombre que debes asumir una responsabilidad personal, familiar y social...

»Esta es la respuesta de María, la respuesta de una madre, la respuesta de un joven: un  para toda la vida»12, que nos compromete gozosamente.

La respuesta de María –fiat– es aún más definitiva que un simple . Es la entrega total de la voluntad a lo que el Señor quería de Ella en aquel momento y a lo largo de toda su vida. Este fiat tendrá su culminación en el Calvario cuando, junto a la Cruz, se ofrezca juntamente con su Hijo.

El  que nos pide el Señor, a cada uno en su propio camino, se prolonga a lo largo de toda la vida, en acontecimientos pequeños unas veces, mayores otras, en las sucesivas llamadas, de las cuales unas son preparación para las siguientes. El  a Jesús nos lleva a no pensar demasiado en nosotros mismos y a estar atentos, con el corazón vigilante, hacia donde viene la voz del Señor que nos señala el camino que Él traza a los suyos. En esta correspondencia amorosa se van entrelazando, en perfecta armonía, la propia libertad y la voluntad divina,

Pidamos hoy a Nuestra Señora el deseo sincero y grande de conocer con más hondura la propia vocación, y luz para corresponder a las sucesivas llamadas que el Señor nos hace. Pidámosle que sepamos darle una respuesta pronta y firme en cada circunstancia, pues solo la vocación es lo que llena una vida y le da sentido.

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