Custodia

Custodia

Saludo

Bendición

lunes, 13 de noviembre de 2023

Oficio, lecturas, reflexiones y laudes +

 


Lunes, XXXII semana del Tiempo Ordinario, feria


V/. -Señor, Ábreme los labios.
R/. -Y mi boca proclamará tu alabanza.

Invitatorio

Salmo 94: Invitación a la alabanza divina

Ant: Aclamemos al Señor con cantos.

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

-se repite la antífona

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

-se repite la antífona

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

-se repite la antífona

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.

-se repite la antífona

Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
"Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso."»

-se repite la antífona

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Aclamemos al Señor con cantos.

 
Himno

Crece la luz bajo tu hermosa mano,
Padre celeste, y suben
los hombres matutinos al encuentro
de Cristo Primogénito.

Él hizo amanecer en tu presencia
y enalteció la aurora
cuando no estaba el hombre sobre el mundo
para poder cantarla.

Él es principio y fin del universo,
y el tiempo, en su caída,
se acoge al que es la fuerza de las cosas
y en él rejuvenece.

Él es la luz profunda, el soplo vivo
que hace posible el mundo
y anima, en nuestros labios jubilosos,
el himno que cantamos.

He aquí la nueva luz que asciende y busca
su cuerpo misterioso;
he aquí, en el ancho sol de la mañana,
el signo de su gloria.

Y tú que nos lo entregas cada día,
revélanos al Hijo,
potencia de tu diestra y Primogénito
de toda criatura. Amén.

Salmo 72 - I: Por qué sufre el justo

Ant: ¡Qué bueno es el Dios de Israel para los justos! Aleluya.

¡Qué bueno es Dios para el justo,
el Señor para los limpios de corazón!

Pero yo por poco doy un mal paso,
casi resbalaron mis pisadas:
porque envidiaba a los perversos,
viendo prosperar a los malvados.

Para ellos no hay sinsabores,
están sanos y orondos;
no pasan las fatigas humanas,
ni sufren como los demás.

Por eso su collar es el orgullo,
y los cubre un vestido de violencia;
de las carnes les rezuma la maldad,
el corazón les rebosa de malas ideas.

Insultan y hablan mal,
y desde lo alto amenazan con la opresión.
Su boca se atreve con el cielo.
Y su lengua recorre la tierra.

Por eso mi pueblo se vuelve a ellos
y se bebe sus palabras.
Ellos dicen: "¿Es que Dios lo va a saber,
se va a enterar el Altísimo?"
Así son los malvados:
siempre seguros, acumulan riquezas.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: ¡Qué bueno es el Dios de Israel para los justos! Aleluya.

Salmo 72 - II:

Ant: Su risa se convertirá en llanto, y su alegría en tristeza.

Entonces, ¿para qué he limpiado yo mi corazón
y he lavado en la inocencia mis manos?
¿Para qué aguanto yo todo el día
y me corrijo cada mañana?

Si yo dijera: "Voy a hablar como ellos",
renegaría de la estirpe de tus hijos.

Meditaba yo para entenderlo,
pero me resultaba muy difícil;
hasta que entré en el misterio de Dios,
y comprendí el destino de ellos.

Es verdad: los pones en el resbaladero,
los precipitas en la ruina;
en un momento causan horror,
y acaban consumidos de espanto.

Como un sueño al despertar, Señor,
al despertarte desprecias sus sombras.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Su risa se convertirá en llanto, y su alegría en tristeza.

Salmo 72 - III:

Ant: Para mí lo bueno es estar junto a Dios, pues los que se alejan de ti se pierden. Aleluya.

Cuando mi corazón se agriaba
y me punzaba mi interior,
yo era un necio y un ignorante,
yo era un animal ante ti.

Pero yo siempre estaré contigo,
tu agarras mi mano derecha,
me guías según tus planes,
y me llevas a un destino glorioso.

¿No te tengo a ti en el cielo?
Y contigo, ¿qué me importa la tierra?
Se consumen mi corazón y mi carne
por Dios, mi lote perpetuo.

Sí: los que se alejan de tí se pierden;
tú destruyes a los que te son infieles.

Para mí lo bueno es estar junto a Dios,
hacer del Señor mi refugio,
y contar todas tus acciones
en las puertas de Sión.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Para mí lo bueno es estar junto a Dios, pues los que se alejan de ti se pierden. Aleluya.

V/. Qué dulce al paladar tu promesa, Señor.

R/. Más que miel en la boca.

Lectura

V/. Qué dulce al paladar tu promesa, Señor.

R/. Más que miel en la boca.

Visión de la estatua y de la piedra. El reino eterno de Dios


Dn 2,26-47

En aquellos días, el rey preguntó a Daniel:

«¿De modo que eres capaz de contarme el sueño y de explicarme su sentido?»

Daniel repuso:

«El secreto de que habla su majestad no lo pueden explicar ni sabios, ni astrólogos, ni magos, ni adivinos, pero hay un Dios en el cielo que revela los secretos y que ha anunciado al rey Nabucodonosor lo que sucederá al final de los tiempos. Este es el sueño que viste estando acostado:

Te pusiste a pensar en lo que iba a suceder, y el que revela los secretos te comunicó lo que va a suceder. En cuanto a mí, no es que yo tenga una sabiduría superior a la de todos los vivientes; si me han revelado el secreto, es para que le explique el sentido al rey, y así puedas entender lo que pensabas.

Tú, rey, viste una visión: una estatua majestuosa, una estatua gigantesca y de un brillo extraordinario; su aspecto era impresionante. Tenía la cabeza de oro fino, el pecho y los brazos de plata, el vientre y los muslos de bronce, las piernas de hierro y los pies de hierro mezclado con barro. En tu visión, una piedra se desprendió sin intervención humana, chocó con los pies de hierro y barro de la estatua y la hizo pedazos. Del golpe, se hicieron pedazos el hierro y el barro, el bronce, la plata y el oro, triturados como tamo de una era en verano, que el viento arrebata y desaparece sin dejar rastro. Y la piedra que deshizo la estatua creció hasta convertirse en una montaña enorme que ocupaba toda la tierra.

Este era el sueño; ahora explicaremos al rey su sentido: Tú, majestad, rey de reyes, a quien el Dios del cielo ha concedido el reino y el poder, el dominio y la gloria, a quien ha dado poder sobre los hombres, dondequiera que vivan, sobre las bestias del campo y las aves del cielo, para que reines sobre ellos, tú eres la cabeza de oro. Te sucederá un reino de plata, menos poderoso. Después un tercer reino, de bronce, que dominará todo el orbe. Vendrá después un cuarto reino, fuerte como el hierro. Como el hierro destroza y machaca todo, así destrozará y triturará a todos.

Los pies y los dedos que viste, de hierro mezclado con barro de alfarero, representan un reino dividido; conservará algo del vigor del hierro, porque viste hierro mezclado con arcilla. Los dedos de los pies, de hierro y barro, son un reino a la vez poderoso y débil. Como viste el hierro mezclado con la arcilla, así se mezclarán los linajes, pero no llegarán a fundirse, lo mismo que no se puede alear el hierro con el barro.

Durante ese reinado, el Dios del cielo suscitará un reino que nunca será destruido ni su dominio pasará a otro, sino que destruirá y acabará con todos los demás reinos, pero él durará por siempre; eso significa la piedra que viste desprendida sin intervención humana y que destrozó el barro, el hierro, el bronce, la plata y el oro.

Éste es el destino que el Dios poderoso comunica a su majestad. El sueño tiene sentido, la interpretación es cierta.»

Entonces Nabucodonosor se postró rostro en tierra rindiendo homenaje a Daniel y mandó que le ofrecieran sacrificios y oblaciones. El rey dijo a Daniel:

«Sin duda que tu Dios es Dios de dioses y Señor de reyes; él revela los secretos, puesto que tú fuiste capaz de explicar este secreto.»

R/. El Dios del cielo suscitará un reino que nunca será destruido, sino que destruirá y acabará con todos los demás reinos, y el reino de Dios durará por siempre.


V/. La piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular, y si ella cae sobre alguno, lo hará trizas.

R/. Y el reino de Dios durará por siempre.

L. Patrística

Confesemos a Dios con nuestras obras
Anónimo

Homilía de un autor del siglo segundo 3,1-4,5; 7,1-6

Mirad cuán grande ha sido la misericordia del Señor para con nosotros: En primer lugar, no ha permitido que quienes teníamos la vida sacrificáramos ni adoráramos a dioses muertos, sino que quiso que, por Cristo, llegáramos al conocimiento del Padre de la verdad. ¿Qué significa conocerlo a él sino el no apostatar de aquel por quien lo hemos conocido? El mismo Cristo afirma: Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo también me pondré de su parte ante mi Padre. Ésta será nuestra recompensa si nos ponemos de parte de aquel que nos salvó. ¿Y cómo nos pondremos de su parte? Haciendo lo que nos dice y no desobedeciendo nunca sus mandamientos; honrándolo no solamente con nuestros labios, sino también con todo nuestro corazón y con toda nuestra mente. Dice, en efecto, Isaías: Este pueblo me glorifica con los labios, mientras su corazón está lejos de mí.

No nos contentemos, pues, con llamarlo: «Señor», pues esto solo no nos salvará. Está escrito, en efecto: No todo el que me dice: «Señor, Señor» se salvará, sino el que practica la justicia. Por tanto, hermanos, confesémoslo con nuestras obras, amándonos los unos a los otros. No seamos adúlteros, no nos calumniemos ni nos envidiemos mutuamente, antes al contrario, seamos castos, compasivos, buenos; debemos también compadecernos de las desgracias de nuestros hermanos y no buscar desmesuradamente el dinero. Mediante el ejercicio de estas obras, confesaremos al Señor, en cambio, no lo confesaremos si practicamos lo contrario a ellas. No es a los hombres a quienes debemos temer, sino a Dios. Por eso, a los que se comportan mal les dijo el Señor: Aunque vosotros estuviereis reunidos conmigo, si no cumpliereis mis mandamientos, os rechazaré y os diré: «No sé quienes sois. Alejaos de mí, malvados».

Por esto, hermanos míos, luchemos, pues sabemos que el combate ya ha comenzado y que muchos son llamados a los combates corruptibles, pero no todos son coronados, sino que el premio se reserva a quienes se han esforzado en combatir debidamente. Combatamos nosotros de tal forma que merezcamos todos ser coronados. Corramos por el camino recto, el combate incorruptible, naveguemos y combatamos en él para que podamos ser coronados; y, si no pudiéramos todos ser coronados, procuremos acercarnos lo más posible a la corona. Recordemos, sin embargo, que, si uno lucha en los combates corruptibles y es sorprendido infringiendo las leyes de la lucha, recibe azotes y es expulsado fuera del estadio

¿Qué os parece? ¿Cuál será el castigo de quien infringe las leyes del combate incorruptible? De los que no guardan el sello, es decir, el compromiso de su bautismo, dice la Escritura: Su gusano no muere, su fuego no se apaga y serán el horror de todos los vivientes.

R/. Os volvisteis a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, y vivir aguardando la vuelta de su Hijo Jesús desde el cielo, a quien ha resucitado de entre los muertos; él nos libra del castigo futuro.


V/. Y ahora, hijos, permaneced en él para que, cuando se manifieste, tengamos plena confianza y no quedemos avergonzados lejos de él en su venida.

R/. Él nos libra del castigo futuro.

Lunes, XXXII semana del Tiempo Ordinario, feria

Sb 1,1-7: La sabiduría es un espíritu amigo de los hombres; el espíritu del Señor llena la tierra.

Amad la justicia, los que regís la tierra,

pensad correctamente del Señor

y buscadlo con corazón entero.

Lo encuentran los que no exigen pruebas,

y se revela a los que no desconfían.

Los razonamientos retorcidos alejan de Dios,

y su poder, sometido a prueba,

pone en evidencia a los necios.

La sabiduría no entra en alma de mala ley

ni habita en cuerpo deudor del pecado.

El espíritu educador y santo rehuye la estratagema,

levanta el campo ante los razonamientos sin sentido

y se rinde ante el asalto de la maldad.

La sabiduría es un espíritu amigo de los hombres,

que no deja impune al deslenguado.

Dios penetra en su interior,

vigila puntualmente su corazón

y escucha lo que dice su lengua.

Porque el espíritu del Señor llena la tierra

y, como da consistencia al universo,

no ignora ningún sonido.

Sal 138,1-3a.3b-6.7-8.9-10: Guíame, Señor, por el camino eterno.

Señor, tu me sondeas y me conoces:
me conoces cuando me siento y me levanto,
de lejos penetras mis pensamientos;
distingues mi camino y mi descanso.

Todas mis sendas te son familiares;
no ha llegado la palabra a mi lengua,
y ya, Señor, te la sabes toda.
Me estrechas detrás y delante,
me cubres con tu palma.
Tanto saber me sobrepasa;
es sublime, y no lo abarco.

¿A dónde iré lejos de tu aliento,
a dónde escaparé de tu mirada?
Si escalo el cielo, allí estás tú;
si me acuesto en el abismo, allí te encuentro.

Si vuelo hasta el margen de la aurora,
si emigro hasta el confín del mar,
allí me alcanzará tu izquierda,
me agarrará tu derecha.

Lc 17,1-6: Si siete veces vuelve a decirte: "lo siento", lo perdonarás.

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:

-Es inevitable que sucedan escándalos; pero ¡ay del que los provoca!

Al que escandaliza a uno de estos pequeños, más le valdría que le encajaran en el cuello una piedra de molino y lo arrojasen al mar.

Tened cuidado.

Si tu hermano te ofende, repréndelo; si se arrepiente, perdónalo; si te ofende siete veces en un día, y siete veces vuelve a decirte: «lo siento», lo perdonarás.

Los apóstoles le pidieron al Señor:

-Auméntanos la fe.

El Señor contestó:

-Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: «Arráncate de raíz y plántate en el mar», y os obedecería.



Pistas para la Lectio Divina

Lucas 17,1-6: La vida comunitaria sostenida por el perdón y la fe. “Si siete veces en un día vuelve a decirte ‘lo siento’, lo perdonarás”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

La descripción que el evangelio de Lucas viene haciendo de la vida nueva que caracteriza a un discípulo de Jesús, culmina con las reglas para la vida comunitaria. Estas son: (1) Que cada uno le ponga atención a su propia responsabilidad en los problemas comunitarios; (2) que cada uno viva en una actitud continua de perdón al agresor y de ayuda al hermano débil moralmente; (3) que cada uno fortalezca cada vez más el poder de su fe; (4) que cada uno se descubra a sí mismo con un servidor de los demás. En otras palabras, una comunidad -que nunca es perfecta y por eso los “escándalos”- crece en torno a tres elementos: el perdón, la fe y el servicio.

Vamos a ver hoy los elementos de la vida comunitaria que presenta el texto; el cuarto y último y elemento lo abordaremos mañana.

Primero. Jesús dice que los escándalos son inevitables, él sabe por qué lo dice. El término “escándalo” (del griego “skandalon”) significa “piedra de tropiezo”, “obstáculo”. En el evangelio se refiere a problemas que surgen en la comunidad y que alejan a las personas más débiles en la fe y en la conducta; estos son “los pequeños”, cuya perseverancia todavía depende de personas concretas que las han atraído hacia el Señor, que la fidelidad al Señor mismo.

Respecto a esta realidad, Jesús hace dos advertencias: (1) “Cuidaos de vosotros mismos” (v.3), esto es, cada uno debe examinarse a sí mismo continuamente sobre la limpieza de su vida y sobre la responsabilidad que le compete cuando resultan problemas comunitarios; (2) “Más le vale que le pongan al cuello una piedra... que escandalizar a uno de estos pequeños”, que es como decir: “sería más ventajoso perecer de muerte violenta, que vivir y hacerle daño a los pequeños”.

Segundo. Precisamente porque hay problemas hay que ejercer esta doble tarea: (1) corregir al que va por el camino equivocado: “Si tu hermano peca, repréndele”; (2) perdonar al que se arrepiente: “Si se arrepiente, perdónale”.

Se trata de una tarea que no es nada fácil, por eso Jesús sigue con la catequesis del versículo 4. En el ejercicio del perdón puede llegar a acabarse la paciencia y la fuerza del amor. De ahí que Jesús nos recuerde que se trata de un asunto cotidiano: “siete veces al día”.

Tercero. Pero los discípulos, que saben que esta tarea es importante (Jesús les ha repetido la lección de la misericordia), también tienen plena conciencia de que apoyados únicamente en las fuerzas humanas no es suficiente. Los discípulos saben que su fe en Dios no es lo suficientemente fuerte para creer en la posibilidad de los cambios de fondo en las personas y en la efectividad de la palabra del perdón. De ahí que los discípulos no le pidan al Señor que les quite los problemas ni los desafíos sino que les aumente la fe (v.5).

Orar pidiendo el crecimiento es la fe es implorar que se lleve a cabo una vida de unión más profunda con Dios, porque sólo en comunión con Él se hace posible lo imposible, como lo ejemplifica el sicómoro trasplantado al mar por fuerza de una palabra (v.6).

El poder de Dios no tiene límites. Por eso, si el Señor nos pone ante exigencias que parecen difíciles de cumplir cabalmente, lo que humanamente llamamos “imposible”, hay que recordar que si lo pedimos, Él nos hace capaces de realizarlo. Él puede ayudarnos a llevar a feliz término nuestros deberes familiares y eclesiales. La condición es la confianza en Él.

Los apóstoles en esta ocasión le piden a Jesús que los ayude a progresar en la fe. Ellos, efectivamente, el ver a Jesús actuando en el evangelio refuerzan su fe. Pero más adelante responderán de manera definitiva a esta petición cuando le diga a Pedro: “Yo he orado por ti, para que tu fe no desfallezca” (22,32). Nuestra oración al Señor pidiendo la fe tiene como respuesta la misma oración de Jesús por nosotros, en ella debemos apoyarnos.

Para cultivar la semilla de la Palabra en la vida cotidiana:

1. Evalúo hoy mi vida comunitaria: ¿He sido motivo de escándalo para alguno de mis hermanos? ¿He tenido parte en algún problema que se ha suscitado y que ha alejado a algunas personas del Señor?

2. ¿Cuál es el significado fundamental de la confianza en Dios y de la oración para crecer en la fe?

3. ¿Cuáles son las situaciones -en mi casa, en mi comunidad, en mi ciudad, en mi país, en mí mismo- sobre las cuales hoy descubro que tengo que orar pidiendo incremento en la fe?




32ª semana. Lunes

RESPONSABLES EN LA CARIDAD


— Los niños y quienes por su sencillez y formación son como ellos. El escándalo.

— Hemos de influir siempre para bien en los demás. Dar buen ejemplo.

— Obligación de reparar y deber de desagraviar ante las ofensas a Dios.

I. Pocas expresiones tan fuertes del Señor se encuentran como las que leemos en el Evangelio de la Misa de hoy. Dice Jesús: Es imposible que no vengan escándalos; pero ay de aquel por quien vienen. Más le valdría ajustarle una piedra de molino y arrojarle al mar, que escandalizar a uno de esas pequeños. Y termina con esta advertencia: andaos con cuidado1. San Mateo2 sitúa la ocasión en que se pronunciaron estas palabras. Los Apóstoles habían estado hablando entre ellos sobre a quién le correspondería ser el primero en el Reino de los Cielos. Y Jesús, para que les quedara bien grabada la lección, tomó a un niño (quizá le rodeaban varios de ellos) y lo puso en medio de todos, y les hizo ver que si no imitaban a los niños en su sencillez y en su inocencia no podrían entrar en el Reino. Es entonces cuando, teniendo a un niño delante, debió quedar pensativo y serio; contemplaría en aquella figura frágil, pero de inmenso valor, a otros muchos que perderían su inocencia por los escándalos. Parece como si, de pronto, Jesús diera rienda suelta a algo que llevaba en su interior y que deseaba comunicar a sus discípulos. Así se explica mejor esa advertencia dirigida en primer lugar a los que le siguen más de cerca: andaos con cuidado.

Escandalizar es hacer caer, ser causa de tropiezo, de ruina espiritual para otro, con la palabra, con los hechos, con las omisiones3. Y los pequeños son para Jesús los niños, en cuya inocencia se refleja de una manera particular la imagen de Dios. Pero también son esa inmensa muchedumbre, sencilla, menos ilustrada y, por lo mismo, con más facilidad de tropezar en la piedra interpuesta en su camino. Pocos pecados tan grandes como este, pues «tiende a destruir la mayor obra de Dios, que es la Redención, con la pérdida de las almas: da muerte al alma del prójimo quitándole la vida de la gracia, que es más preciosa que la vida del cuerpo, y es causa de una multitud de pecados»4. «¡Qué valor debe tener el hombre a los ojos del Creador, si ha merecido tener tan grande Redentor (Himno Exsultet de la Vigilia Pascual), si Dios ha dado a su Hijo, a fin de que el hombre no muera sino que tenga la vida eterna (cfr. Jn 3, 16)!»5. No podemos perder jamás de vista el valor inmenso que tiene cada criatura: un valor que se deduce del precio –la muerte de Cristo– pagado por ella. «Cada alma es un tesoro maravilloso; cada hombre es único, insustituible. Cada uno vale toda la Sangre de Cristo»6.

II. San Pablo, a ejemplo de su Maestro, pide a los cristianos que se guarden de todo posible escándalo para las conciencias débiles y poco formadas: Guardaos de que la libertad sea causa de tropiezo para los débiles7. Es mucho lo que influimos en los demás, y esta influencia ha de ser siempre para bien de quien nos ve o nos escucha, en cualquier situación en la que nos encontremos.

El Señor predicó su doctrina, incluso cuando algunos fariseos se escandalizaban8. Se trataba entonces, como también ocurre hoy con frecuencia, de un falso escándalo, consistente en buscar contradicciones o criterios puramente humanos para no aceptar la verdad: a veces encontramos quien se «escandaliza» porque un matrimonio ha sido generoso en el número de hijos, aceptando con alegría los que Dios les ha dado, y por vivir con finura las exigencias de la vocación cristiana... En no pocas ocasiones la conducta del cristiano que quiere vivir en su integridad la doctrina del Señor chocará con un ambiente pagano o frívolo y «escandalizará» a muchos. San Pedro, recordando unas palabras de Isaías, afirma de Él que es para muchos piedra de tropiezo y roca de escándalo9, como ya el anciano Simeón había profetizado a la Santísima Virgen10. No nos debe extrañar si con nuestra vida en alguna ocasión sucede algo parecido. Sin embargo, aquellas ocasiones de suyo indiferentes, pero que pueden producir extrañeza y aun verdadero escándalo en otras personas, por su falta de formación o su manera de pensar, debemos evitarlas por caridad. El Señor nos dio ejemplo cuando mandó a Pedro pagar el tributo del Templo, al que Él no estaba obligado, para no desconcertar a los recaudadores11, pues sabían que Jesús era un israelita ejemplar en todo. No nos faltarán ocasiones de imitar al Maestro. «No dudo de tu rectitud. —Sé que obras en la presencia de Dios. Pero, ¡hay un pero!: tus acciones las presencian o las pueden presenciar hombres que juzguen humanamente... Y es preciso darles buen ejemplo»12.

Especialmente grave es el escándalo que proviene de aquellas personas que gozan de algún género de autoridad o renombre: padres, educadores, gobernantes, escritores, artistas... y quienes tienen a su cargo la formación de otros. «Si la gente simple vive en la tibieza –comenta San Juan de Ávila–, mal hecho es; mas su mal tiene remedio, y no dañan sino a sí mesmos; mas si los enseñadores son tibios, entonces se cumple el ¡ay! del Señor para el mundo, por el grande mal que de esta tibieza les viene; y el ¡ay! que amenaza a los tibios enseñadores, que pegan su tibieza a otros y aun les apagan su fervor»13.

Las palabras del Señor nos recuerdan que hemos de estar atentos a las consecuencias de nuestras palabras. «¿Sabes el daño que puedes ocasionar al tirar lejos una piedra si tienes los ojos vendados?

»—Tampoco sabes el perjuicio que puedes producir, a veces grave, al lanzar frases de murmuración, que te parecen levísimas, porque tienes los ojos vendados por la desaprensión o por el acaloramiento»14. Y siempre hemos de tener cuidado de nuestras acciones para que, por inconsciencia o frivolidad, no hagamos nunca mal a nadie.

El que es ocasión de escándalo tiene obligación, por caridad, y a veces por justicia, de reparar el daño espiritual y aun material ocasionado. El escándalo público pide reparación pública. Y ante la imposibilidad de una reparación adecuada persiste la obligación, siempre posible, de compensar con oración y penitencia. La caridad, movida por la contrición, encuentra siempre el modo adecuado de reparar el daño.

Este pasaje del Evangelio nos puede servir para decir al Señor: ¡Perdón, Señor, si de alguna manera, aun sin darme cuenta, he sido ocasión de tropiezo para alguno! Son los pecados ocultos, de los que también podemos pedir perdón en la Confesión; y para que las palabras del Señor, andaos con cuidado, nos ayuden a estar vigilantes y a ser prudentes.

III. De nosotros deberían decir quienes nos han tratado lo que sus contemporáneos afirmaron del Señor: pasó haciendo el bien15... Nuestra vida ha de estar llena de obras de caridad y de misericordia, a veces tan pequeñas que no causarán mucho ruido: sonreír, alentar, prestar con alegría esos pequeños servicios que lleva consigo la convivencia, disculpar los errores del prójimo para los que casi siempre encontraremos una buena excusa... Es esta una señal ante el mundo, pues por la caridad nos conocerá como discípulos de Cristo16. Es también una referencia para nosotros mismos, pues si examinamos nuestra postura ante los demás, podremos averiguar con prontitud nuestro grado de unión con Dios.

Si lo propio del escándalo es romper y destruir, la caridad compone, une y cura, y ella misma facilita el camino que conduce hasta el Señor. El buen ejemplo será siempre una forma eficaz de contrarrestar el mal que, quizá sin darse cuenta, muchos van sembrando por la vida. Prepara a la vez el terreno para un apostolado fecundo. «No perdamos nunca de vista que el Señor ha prometido su eficacia a los rostros amables, a los modales afables y cordiales, a la palabra clara y persuasiva que dirige y forma sin herir: beati mites quoniam ipsi possidebunt terram, bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la tierra. No debemos olvidar nunca que somos hombres que tratamos con otros hombres, aun cuando queramos hacer bien a las almas. No somos ángeles. Y, por tanto, nuestro aspecto, nuestra sonrisa, nuestros modales, son elementos que condicionan la eficacia de nuestro apostolado»17.

Si el escándalo tiende a separar las almas de Dios, la caridad más fina nos empujará a llevarlas a Él, a procurar que muchos encuentren la puerta del Cielo. Santa Teresa decía que «más aprecia (Dios) un alma que por nuestra industria y oración la ganásemos mediante su misericordia, que todos los servicios que le podamos hacer»18. No quedemos nunca indiferentes ante el mal. Ante esa enfermedad moral han de aumentar nuestros deseos de reparación y desagravio al Señor, y reafirmar nuestro afán de apostolado. Cuanto mayor sea el mal, mayores han de ser nuestras ansias de sembrar el bien. No dejemos tampoco de pedir al Señor por quienes son causa de que otros se alejen del bien, y por las almas que pueden resultar dañadas por esas palabras, por ese artículo, por aquel programa de la televisión... El Señor oirá nuestra oración y Santa María nos alcanzará especiales gracias, Cuando al final de la vida nos presentemos ante Él, esos actos de reparación y de desagravio constituirán una buena parte del tesoro que ganamos aquí en la tierra.



Salmo 89: Baje a nosotros la bondad del Señor

Ant: Por la mañana sácianos de tu misericordia, Señor.

Señor, tú has sido nuestro refugio
de generación en generación.

Antes que naciesen los montes
o fuera engendrado el orbe de la tierra,
desde siempre y por siempre tú eres Dios.

Tú reduces el hombre a polvo,
diciendo: «retornad, hijos de Adán.»
Mil años en tu presencia
son un ayer, que pasó;
una vela nocturna.

Los siembras año por año,
como hierba que se renueva:
que florece y se renueva por la mañana,
y por la tarde la siegan y se seca.

¡Cómo nos ha consumido tu cólera
y nos ha trastornado tu indignación!
Pusiste nuestras culpas ante ti,
nuestros secretos ante la luz de tu mirada:
y todos nuestros días pasaron bajo tu cólera,
y nuestros años se acabaron como un suspiro.

Aunque uno viva setenta años,
y el más robusto hasta ochenta,
la mayor parte son fatiga inútil,
porque pasan aprisa y vuelan.

¿Quién conoce la vehemencia de tu ira,
quién ha sentido el peso de tu cólera?
Enséñanos a calcular nuestros años,
para que adquiramos un corazón sensato.

Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo?
Ten compasión de tus siervos;
por la mañana sácianos de tu misericordia,
y toda nuestra vida será alegría y júbilo.

Danos alegría, por los días en que nos afligiste,
por los años en que sufrimos desdichas.
Que tus siervos vean tu acción
y sus hijos tu gloria.

Baje a nosotros la bondad del Señor
y haga prósperas las obras de nuestras manos.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Por la mañana sácianos de tu misericordia, Señor.

Isaías 42,10-16: Cántico nuevo al Dios vencedor y salvador

Ant: Llegue hasta el confín de la tierra la alabanza del Señor.

Cantad al Señor un cántico nuevo,
llegue su alabanza hasta el confín de la tierra;
muja el mar y lo que contiene,
las costas y sus habitantes;

alégrese el desierto con sus tiendas,
los cercados que habita Cadar;
exulten los habitantes de Petra,
clamen desde la cumbre de las montañas;
den gloria al Señor,
anuncien su alabanza en las costas.

El Señor sale como un héroe,
excita su ardor como un guerrero,
lanza el alarido,
mostrándose valiente frente al enemigo.

"Desde antiguo guardé silencio,
me callaba, aguantaba;
como parturienta, grito,
jadeo y resuello.

Agostaré montes y collados,
secaré toda su hierba,
convertiré los ríos en yermo,
desecaré los estanques;
conduciré a los ciegos
por el camino que no conocen,
los guiaré por senderos que ignoran;
ante ellos convertiré la tiniebla en luz,
lo escabroso en llano."

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Llegue hasta el confín de la tierra la alabanza del Señor.

Salmo 134-I: Himno a Dios, realizador de maravillas

Ant: Alabad el nombre del Señor, los que estáis en la casa del Señor.

Alabad el nombre del Señor,
alabadlo, siervos del Señor,
que estáis en la casa del Señor,
en los atrios de la casa de nuestro Dios.

Alabad al Señor porque es bueno,
tañed para su nombre, que es amable.
Porque él se escogió a Jacob,
a Israel en posesión suya.

Yo sé que el Señor es grande,
nuestro dueño más que todos los dioses.
El Señor todo lo que quiere lo hace:
en el cielo y en la tierra,
en los mares y en los océanos.

Hace subir las nubes desde el horizonte,
con los relámpagos desata la lluvia,
suelta los vientos de sus silos.

Él hirió a los primogénitos de Egipto,
desde los hombres hasta los animales.
Envió signos y prodigios
-en medio de ti, Egipto-
contra el Faraón y sus ministros.

Hirió de muerte a pueblos numerosos,
mató a reyes poderosos:
a Sijón, rey de los amorreos,
a Hog, rey de Basán,
y a todos los reyes de Canaán.
Y dió su tierra en heredad,
en heredad a Israel, su pueblo.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Alabad el nombre del Señor, los que estáis en la casa del Señor.

Lectura

Jdt 8,21b-23

Recordad cómo fueron probados nuestros padres para ver si verdaderamente servían a su Dios. Recordad cómo fue probado Abrahán, nuestro padre; y, purificado por muchas tribulaciones, llegó a ser amigo de Dios. Del mismo modo, Isaac, Jacob, Moisés y todos los que agradaron a Dios, le permanecieron fieles en medio de muchos padecimientos.

V/. Aclamad, justos, al Señor, que merece la alabanza de los buenos.

R/. Aclamad, justos, al Señor, que merece la alabanza de los buenos.

V/. Cantadle un cántico nuevo.

R/. Que merece la alabanza de los buenos.

V/. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo

R/. Aclamad, justos, al Señor, que merece la alabanza de los buenos.

Cántico Ev.

Ant: Bendito sea el Señor, porque nos ha visitado y redimido.



Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Bendito sea el Señor, porque nos ha visitado y redimido.

Preces

Ya que Cristo escucha y salva a cuantos en él se refugian, acudamos a él, diciendo:

Te alabamos, Señor, esperamos en ti

- Te damos gracias, Señor, por el gran amor con que nos amaste;
continúa mostrándote con nosotros rico en misericordia.


- Tú que, con el Padre, sigues actuando siempre en el mundo,
renueva todas las cosas con la fuerza de tu Espíritu.


- Abre nuestros ojos y los de nuestros hermanos,
para que podamos contemplar hoy tus maravillas.


- Ya que nos llamas hoy a tu servicio,
haz que seamos buenos administradores de tu múltiple gracia en favor de nuestros hermanos.

Acudamos a Dios Padre, tal como nos enseñó Jesucristo:

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre;

venga a nosotros tu reino;

hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día;

perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.

No nos dejes caer en la tentación,

y líbranos del mal.

Final

Señor Dios, que encomendaste al hombre la guarda y el cultivo de la tierra, y creaste la luz del sol en su servicio, concédenos hoy que, con tu luz, trabajemos sin desfallecer para tu gloria y para el bien de nuestro prójimo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario