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Saludo

Bendición

sábado, 11 de noviembre de 2023

Oficio, lecturas, reflexiones y laudes +

 San Martín de Tours, obispo, memoria obligatoria


Memoria obligatoria


11 Noviembre


Biografía


Nació en Panonía, hacia el año 316, de padres paganos. Habiendo recibido el bautismo y renunciado a la milicia, fundó un monasterio en Ligugé (Francia), donde practicó la vida monástica bajo la dirección de san Hilario. Más tarde fue ordenado sacerdote y elegido obispo de Tours. Fue un modelo de buen pastor y fundó otros monasterios, trabajó en la formación del clero y evangelizó a los pobres. Murió el año 397.


V/. -Señor, Ábreme los labios.

R/. -Y mi boca proclamará tu alabanza.


Invitatorio


Salmo 94: Invitación a la alabanza divina


Ant: Aclamemos a nuestro Dios, en esta celebración de san Martín.


Venid, aclamemos al Señor,

demos vítores a la Roca que nos salva;

entremos a su presencia dándole gracias,

aclamándolo con cantos.


-se repite la antífona


Porque el Señor es un Dios grande,

soberano de todos los dioses:

tiene en su mano las simas de la tierra,

son suyas las cumbres de los montes;

suyo es el mar, porque él lo hizo,

la tierra firme que modelaron sus manos.


-se repite la antífona


Entrad, postrémonos por tierra,

bendiciendo al Señor, creador nuestro.

Porque él es nuestro Dios,

y nosotros su pueblo,

el rebaño que él guía.


-se repite la antífona


Ojalá escuchéis hoy su voz:

«No endurezcáis el corazón como en Meribá,

como el día de Masá en el desierto;

cuando vuestros padres me pusieron a prueba

y me tentaron, aunque habían visto mis obras.


-se repite la antífona


Durante cuarenta años

aquella generación me asqueó, y dije:

"Es un pueblo de corazón extraviado,

que no reconoce mi camino;

por eso he jurado en mi cólera

que no entrarán en mi descanso."»


-se repite la antífona


Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo

como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.


Ant: Aclamemos a nuestro Dios, en esta celebración de san Martín.

 

Himno


Cristo, cabeza, rey de los pastores,

el pueblo entero, madrugando a fiesta,

canta a la gloria de tu sacerdote

himnos sagrados.


Con abundancia de sagrado crisma,

la unción profunda de tu Santo Espíritu

le armó guerrero y le nombró en la Iglesia

jefe del pueblo.


Él fue pastor y forma del rebaño,

luz para el ciego, báculo del pobre,

padre común, presencia providente,

todo de todos.


Tú que coronas sus merecimientos,

danos la gracia de imitar su vida,

y al fin, sumisos a su magisterio,

danos su gloria. Amén.


Salmo 106 I: Acción gracias por la liberación


Ant: Dad gracias al Señor por su misericordia, por las maravillas que hace con los hombres.


Dad gracias al Señor porque es bueno,

porque es eterna su misericordia.


Que lo confiesen los redimidos por el Señor,

los que Él rescató de la mano del enemigo,

los que reunió de todos los países:

norte y sur, oriente y occidente.


Erraban por un desierto solitario,

no encontraban el camino de ciudad habitada;

pasaban hambre y sed,

se les iba agotando la vida;

pero gritaron al Señor en su angustia,

y los arrancó de la tribulación.


Los guió por un camino derecho,

para que llegaran a una ciudad habitada.

Dad gracias al Señor por su misericordia,

por las maravillas que hace con los hombres.

Calmó el ansia de los sedientos,

y a los hambrientos los colmó de bienes.


Yacían en oscuridad y tinieblas,

cautivos de hierros y miserias;

por haberse rebelado contra los mandamientos,

despreciando el plan del Altísimo.

El humilló su corazón con trabajos,

sucumbían y nadie los socorría.

Pero gritaron al Señor en su angustia,

y los arrancó de la tribulación.


Los sacó de las sombrías tinieblas,

arrancó sus cadenas.

Dad gracias al Señor por su misericordia,

por las maravillas que hace con los hombres.

Destrozó las puertas de bronce,

quebró los cerrojos de hierro.


Estaban enfermos por sus maldades,

por sus culpas eran afligidos;

aborrecían todos los manjares,

y ya tocaban las puertas de la muerte.

Pero gritaron al Señor en su angustia,

y los arrancó de la tribulación.


Envió su palabra para curarlos,

para salvarlos de la perdición.

Dad gracias al Señor por su misericordia,

por las maravillas que hace con los hombres.

Ofrezcedle sacrificios de alabanza,

y contad con entusiasmo sus acciones.


Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo

como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.


Ant: Dad gracias al Señor por su misericordia, por las maravillas que hace con los hombres.


Salmo 106 II:


Ant: Contemplaron las obras de Dios y sus maravillas.


Entraron en naves por el mar,

comerciando por las aguas inmensas.

Contemplaron las obras de Dios,

sus maravillas en el océano.


Él habló y levantó un viento tormentoso,

que alzaba las olas a lo alto:

subían al cielo, bajaban al abismo,

el estómago revuelto por el mareo,

rodaban, se tambaleaban como borrachos,

y no les valía su pericia.

Pero gritaron al Señor en su angustia,

y los arrancó de la tribulación.


Apaciguó la tormenta en suave brisa,

y enmudecieron las olas del mar.

Se alegraron de aquella bonanza,

y él los condujo al ansiado puerto.

Den gracias al Señor por su misericordia,

por las maravillas que hace con los hombres.


Aclámenlo en la asamblea del pueblo,

alábenlo en el consejo de los ancianos.


Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo

como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.


Ant: Contemplaron las obras de Dios y sus maravillas.


Salmo 106 III:


Ant: Los rectos lo ven y se alegran, y comprenden la misericordia del Señor.


El transforma los ríos en desierto,

los manantiales de agua en aridez;

la tierra fértil en marismas,

por la depravación de sus habitantes.


Transforma el desierto en estanques,

el erial en manantiales de agua.

Coloca allí a los hambrientos,

y fundan una ciudad para habitar.


Siembran campos, plantan huertos,

recogen cosechas.

Los bendice, y se multiplican,

y no les escatima el ganado.


Si menguan, abatidos por el peso

de infortunios y desgracias,

el mismo que arroja desprecio sobre los príncipes

y los descarría por una soledad sin caminos

levanta a los pobres de la miseria

y multiplica sus familias como rebaños.


Los rectos lo ven y se alegran,

a la maldad se le tapa la boca.

El que sea sabio, que recoja estos hechos

y comprenda la misericordia del Señor.


Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo

como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.


Ant: Los rectos lo ven y se alegran, y comprenden la misericordia del Señor.


V/. Escucharás una palabra de mi boca.


R/. Y les darás la alarma de mi parte.


Lectura


V/. Escucharás una palabra de mi boca.


R/. Y les darás la alarma de mi parte.


Muerte de Judas en batalla


1M 9,1-22


Demetrio, en cuanto oyó que Nicanor y su ejército habían sucumbido en el combate, volvió a enviar a Báquides y Alcimo al territorio de Judá con el ala derecha del ejército. Emprendieron la marcha por el camino de Guilgal, tomaron al asalto Mesalot de Arbela y asesinaron a mucha gente.


El mes primero del año ciento cincuenta y dos acamparon frente a Jerusalén, pero luego partieron de allí, camino de Berea, con veinte mil de infantería y dos mil jinetes. Judas acampaba en Elasa con tres mil soldados y, al ver la enorme muchedumbre de enemigos, se aterrorizaron; muchos desertaron del campamento, y sólo quedaron ochocientos. Judas vio que su ejército se deshacía precisamente cuando era inminente la batalla, y se descorazonó, porque ya no era posible reunirlos. Aunque desalentado, dijo a los que quedaban:


«¡Hala, contra el enemigo! A lo mejor podemos presentarles batalla.»


Los suyos intentaban convencerle:


«Es completamente imposible. Pero, si salvamos ahora la vida, volveremos con los nuestros, y entonces les daremos la batalla. Ahora somos pocos.»


Judas repuso:


«¡Nada de huir ante el enemigo! Si nos ha llegado la hora, muramos valientemente por nuestros compatriotas, sin dejar una mancha en nuestra fama.»


El ejército enemigo salió del campamento y formó frente a ellos, con la caballería dividida en dos cuerpos, y los honderos y arqueros delante del ejército, los más aguerridos en primera fila. Báquides iba en el ala derecha. La falange avanzó por ambos lados, a toque de corneta. Los de Judas también tocaron las cornetas, y el suelo retembló por el fragor de los ejércitos. El combate se entabló al amanecer y duró hasta la tarde.


Judas vio que Báquides y lo más fuerte del ejército estaba a la derecha; se le juntaron los más animosos, destrozaron el ala derecha y la persiguieron hasta los montes de Asdod. Pero, cuando los del ala izquierda vieron que el ala derecha estaba destrozada, se volvieron en persecución de Judas y sus compañeros. El combate arreció, y hubo muchas bajas por ambas partes. Judas cayó también, y los demás huyeron.


Jonatán y Simón recogieron el cadáver de su hermano Judas y lo enterraron en la sepultura familiar, en Modín. Lo lloraron, y todo Israel le hizo solemnes funerales, entonando muchos días esta elegía:


«¡Cómo cayó el valiente, salvador de Israel!»


No hemos escrito otros datos de la historia de Judas, sus hazañas militares y sus títulos de gloria, porque fueron muchísimos.


R/. No temáis el empuje de los enemigos. Recordad cómo se salvaron nuestros antepasados. Gritemos al cielo para que nos favorezca nuestro Dios.


V/. Recordad las maravillas que hizo con el Faraón y su ejército en el mar Rojo.


R/. Gritemos al cielo para que nos favorezca nuestro Dios.


L. Patrística


Martín, pobre y humilde

Sulpicio Severo


De las Cartas (carta 3,6.9-10.11.14-17.21:SC 133,336-344)


Martín conoció con mucha antelación su muerte y anunció a sus hermanos la proximidad de la disolución de su cuerpo. Entretanto, por una determinada circunstancia, tuvo que visitar la diócesis de Candes. Existía en aquella Iglesia una desavenencia entre los clérigos, y, deseando él poner paz entre ellos, aunque sabía que se acercaba su fin, no dudó en ponerse en camino, movido por este deseo, pensando que si lograba pacificar la Iglesia sería éste un buen colofón a su vida.


Permaneció por un tiempo en aquella población o comunidad, donde había establecido su morada. Una vez restablecida la paz entre los clérigos, cuando ya pensaba regresar a su monasterio, de repente empezaron a faltarle las fuerzas; llamó entonces a los hermanos y les indicó que se acercaba el momento de su muerte. Ellos, todos a una, empezaron a entristecerse y a decirle entre lágrimas:


«¿Por qué nos dejas, padre? ¿A quién nos encomiendas en nuestra desolación? Invadirán tu grey lobos rapaces; ¿quién nos defenderá de sus mordeduras, si nos falta el pastor? Sabemos que deseas estar con Cristo, pero una dilación no hará que se pierda ni disminuya tu premio; compadécete más bien de nosotros, a quienes dejas».


Entonces él, conmovido por este llanto, lleno como estaba siempre de entrañas de misericordia en el Señor, se cuenta que lloró también; y, vuelto al Señor, dijo tan sólo estas palabras en respuesta al llanto de sus manos:


«Señor, si aún soy necesario a tu pueblo, no rehuyo el trabajo; hágase tu voluntad».


¡Oh varón digno de toda alabanza, nunca derrotado por las fatigas ni vencido por la tumba, igualmente dispuesto a lo uno y a lo otro, que no tembló ante la muerte ni rechazó la vida! Con los ojos y las manos continuamente levantados al cielo, no cejaba en la oración; y como los presbíteros, que por entonces habían acudido a él, le rogasen que aliviara un poco su cuerpo cambiando de posición, les dijo:


«Dejad, hermanos, dejad que mire al cielo y no a la tierra, y que mi espíritu, a punto ya de emprender su camino, se dirija al Señor».


Dicho esto, vio al demonio cerca de él, y le dijo:


«¿Por que estás aquí, bestia feroz? Nada hallarás en mí, malvado; el seno de Abrahán está a punto de acogerme». Con estas palabras entregó su espíritu al cielo. Martín, lleno de alegría, fue recibido en el seno de Abrahán; Martín, pobre y humilde, entró en el cielo, cargado de riquezas.


R/. ¡Oh tú, verdaderamente dichoso, en cuyos labios no hubo engaño, que a nadie juzgaste, a nadie condenaste! Nunca se encontró en su boca otra cosa que Cristo, la paz y la misericordia.


V/. ¡Oh varón digno de toda alabanza, nunca derrotado por las fatigas ni vencido por la tumba, que no tembló ante la muerte ni rechazó la vida!


R/. Nunca se encontró en su boca otra cosa que Cristo, la paz y la misericordia.


San Martín de Tours, obispo, memoria obligatoria


Rm 16,3-9.16.22-27: Saludaos unos a otros con el beso ritual.


Hermanos: Saludos a Prisca y Aquila, colaboradores míos en la obra de Cristo Jesús; por salvar mi vida expusieron su cabeza, y no soy yo sólo quien les está agradecido, también todas las Iglesias de los gentiles. Saludad a la Iglesia que se reúne en su casa. Saludos a mi querido Epéneto, el primer convertido de Cristo en Asia. Saludos a Maria, que ha trabajado mucho por vosotros. Saludos a Andrónico y Junia, mis paisanos y compañeros de prisión, ilustres entre los apóstoles, que llegaron a Cristo antes que yo. Saludos a Ampliato, mi amigo en el Señor. Saludos a Urbano, colaborador mío en la obra de Cristo, y a mi querido Estaquis. Saludaos unos a otros con el beso ritual. Todas las Iglesias de Cristo os saludan. Yo, Tercio, que escribo la carta, os mando un saludo en el Señor. Os saluda Gayo, que me hospeda, y toda esta Iglesia. Os saluda Erasto, tesorero de la ciudad, y nuestro hermano Cuarto. Al que puede fortaleceros según el Evangelio que yo proclamo, predicando a Cristo Jesús, revelación del misterio mantenido en secreto durante siglos eternos y manifestado ahora en los escritos proféticos, dado a conocer por decreto del Dios eterno, para traer a todas las naciones a la obediencia de la fe, al Dios, único sabio, por Jesucristo, la gloria por los siglos de los siglos. Amén.


Sal 144,2-3.4-5.10-11: Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mío, mi rey.


Día tras día, te bendeciré

y alabaré tu nombre por siempre jamás.

Grande es el Señor, merece toda alabanza,

es incalculable su grandeza.


Una generación pondera tus obras a la otra

y le cuenta tus hazañas.

Alaban ellos la gloria de tu majestad,

y yo repito tus maravillas.


Que todas tus criaturas te den gracias, Señor,

que te bendiga tus fieles;

que proclamen la gloria de tu reinado,

que hablen de tus hazañas.


Lc 16,9-15: Si no fuisteis a fiar en el vil dinero, ¿quién os confiará lo que vale de veras?


En aquel tiempo, decía Jesús a sus discípulos:


-Ganaos amigos con el dinero injusto, para que cuando os falte, os reciban en las moradas eternas.


El que es de fiar en lo menudo, también en lo importante es de fiar; el que no es honrado en lo menudo, tampoco en lo importante es honrado.


Si no fuisteis de fiar en el vil dinero, ¿quién os confiará lo que vale de veras? Si no fuisteis de fiar en lo ajeno, ¿lo vuestro quién os lo dará?


Ningún siervo puede servir a dos amos: porque o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero.


Oyeron esto unos fariseos, amigos del dinero, y se burlaban de él.


Jesús les dijo:


-Vosotros presumís de observantes delante de la gente, pero Dios os conoce por dentro.


La arrogancia con los hombres, Dios la detesta.


Pistas para la Lectio Divina


Lucas 16,9-15.


‘Ningún criado puede servir a dos señores… No pueden servir a Dios y al dinero’


En el evangelio de hoy Jesús hace la aplicación de la parábola del ‘administrador astuto’ que leímos ayer.


Jesús saca las consecuencias prácticas tanto para sus discípulos (“Yo les digo”; 16,9ª) como para los fariseos (“Y les dijo”; 16,15ª).


A los primeros les regala tres enseñanzas dichas en positivo y a los segundos les hace una denuncia profética.


El núcleo de la enseñanza es el cómo alcanzar la comunión con Dios (‘las moradas eternas’, ‘lo mucho’, ‘lo verdadero’, ‘lo de ustedes’), y el de la denuncia en la señala la hipocresía, el hecho de ‘dárselas de justos’.


La enseñanza para los discípulos: ‘hacer amigos’ (16,9-11)

Jesús dice: ‘Hagan amigos con el Dinero injusto’ (16,9ª).


El calificativo de ‘injusto’ para el dinero no quiere decir que de por sí el dinero sea malo, sino que con él se cometen muchas injusticias; valga agregar que Jesús deja entender que el dinero, en última instancia, no es de uno (‘ajeno’ dice el v.12).


Aún así la frase suena extraña, pero la comprendemos mejor si miramos el pasaje siguiente en el cual se cuenta que el rico epulón no hizo en vida amistad con el mendigo Lázaro y después no fue recibido en el cielo (ver 16,19-31).


Jesús, precisamente había enunciado en la segunda parte de la frase: ‘para que cuando os llegue a faltar, os reciban en las moradas eternas’ (16,19b).


De esta manera Jesús invita a hacer uso correcto del dinero.


Un discípulo de Jesús se va a distinguir por el ejercicio de la ‘Fidelidad’ (16,10-12; note la repetición tres veces del término) que nos hace dignos que nos hace dignos de recibir el bien mayor, que sí nos pertenece y que permanece definitivamente, que es la comunión con todos nuestros hermanos en la eternidad de Dios. Allí donde ya no hay ambigüedades ni brechas, donde crecemos: no en nuestras fortunas sino en desarrollo de todas las potencialidades de nuestro ser.


La advertencia para los fariseos ‘amigos del dinero’ (16,14-15)

Por su parte los fariseos, que creen haberse ganado el cielo y así se presentan ante el pueblo (‘se las dan de justos’), ridiculizan las palabras de Jesús.


Pero la Palabra de Jesús los hace aparecer desnudos ante Dios: ‘Dios conoce sus corazones’.


Ante Dios no pueden acomodarse pensando que ya recibieron el premio de Dios y que prueba de ello es la ‘bendición’ de la riqueza; no, ellos deben compartir (es el esfuerzo de que habla el v.16 de este capítulo).


Además, el apego al dinero se convierte en una forma de idolatría que desdice de su confesión de fe en el único Señor.


Es Dios el que declara quién es justo y por qué camino se alcanza esta justicia (por eso el v.17 y los vv.29-31).


El valor mayor es el servicio a Dios y su proyecto (16,13)

A lo largo de todo el pasaje –por medio de alusiones- se habla de la relación con Dios, en el v.13 es explícita y es el eje de todo este pasaje: ‘No pueden servir a Dios y al dinero’.


El corazón debe pertenecerle a Dios, Él debe ser el Señor al cual amamos y hacia el cual orientamos nuestra vida.


Sólo a partir de nuestra entrega completa a Él, es posible establecer una relación con los bienes terrenos ‘justo’ y capaz de asegurar el futuro.


Quien reconoce a Dios como Señor, lo reconoce también como Señor de los bienes materiales y sabe que no es el patrón absoluto de ellos sino apenas un administrador y que esta administración la debe ejercer con fidelidad y confiabilidad.


En cambio, quien ‘sirve’ al dinero, lo hace su dios, se apega a él, espera de él la realización de la vida, de ahí que no lo puede emplear libremente en función de otras personas, y al final se lleva una tremenda frustración.


Entendemos mejor ahora por qué el ser ‘amigo del dinero’ pone en riesgo el señorío de Dios en la propia vida.


Por lo tanto no puede haber términos medios. Lactitud del verdadero discípulo, quien somete todo al señorío y al proyecto de Dios, es esta: el dinero –con relación a sí mismo- es lo mínimo, ajeno, relativo, y –con relación a los demás- lo pone al servicio del generar comunión y no brechas.


Francisco Fernández-CarvajalHablar con Dios


31ª semana. Sábado


SERVIR A UN SOLO SEÑOR


— Pertenecemos a Dios por entero.


— Unidad de vida.


— Rectificar la intención.


I. En la Antigüedad, el siervo se debía íntegramente a su señor. Su actividad llevaba consigo una dedicación tan total y absorbente que no cabía compartirla con otro trabajo u otro amo. Así se entienden mejor las palabras de Jesús, que leemos en el Evangelio de la Misa1: Ningún criado puede servir a dos señores, pues odiará a uno y amará al otro, o preferirá a uno y despreciará al otro. Y concluye el Señor: No podéis servir a Dios y al dinero.


Seguir a Cristo significa encaminar a Él todos nuestros actos. No tenemos un tiempo para Dios y otro para el estudio, para el trabajo, para los negocios: todo es de Dios y a Él debe ser orientado. Pertenecemos por entero al Señor y a Él dirigimos nuestra actividad, el descanso, los amores limpios... Tenemos una sola vida, que se ordena a Dios con todos los actos que la componen. «La espiritualidad no puede ser nunca entendida como un conjunto de prácticas piadosas y ascéticas yuxtapuestas de cualquier modo al conjunto de derechos y deberes determinados por la propia condición; por el contrario, las propias circunstancias, en cuanto respondan al querer de Dios, han de ser asumidas y vitalizadas sobrenaturalmente por un determinado modo de desarrollar la vida espiritual, desarrollo que ha de alcanzarse precisamente en y a través de aquellas circunstancias»2.


Como el hilo sujeta las cuentas de un collar, así el deseo de amar a Dios, la rectitud de intención, dan unidad a todo cuanto hacemos. Por el ofrecimiento de obras pertenecen al Señor todas nuestras actividades de la jornada, las alegrías y las penas. Nada queda fuera del amor. «En nuestra conducta ordinaria, necesitamos una virtud muy superior a la del legendario rey Midas: él convertía en oro cuanto tocaba.


»—Nosotros hemos de convertir –por amor– el trabajo humano de nuestra jornada habitual, en obra de Dios, con alcance eterno»3.


El quehacer de todos los días, el cuidado de los instrumentos que empleamos en el trabajo, el orden, la serenidad ante las contradicciones que se presentan, la puntualidad, el esfuerzo que supone el cumplimiento del deber... es la materia que debemos transformar en el oro del amor a Dios. Todo está dirigido al Señor, que es quien da un valor eterno a nuestras obras más pequeñas.


II. El empeño por vivir como hijos de Dios se realiza principalmente en el trabajo, que hemos de dirigir a Dios; en el hogar, llenándolo de paz y de espíritu de servicio; y en la amistad, camino para que los demás se acerquen más y más al Señor. Con todo, en cualquier momento del día o de la noche debemos mantener ese empeño por ser, con la ayuda de la gracia, hombres y mujeres de una pieza, que no se comportan según el viento que corre o que dejan el trato con el Señor para cuando están en la iglesia o recogidos en oración. En la calle, en el trabajo, en el deporte, en una reunión social, somos siempre los mismos: hijos de Dios, que reflejan con amabilidad su seguimiento a Cristo en situaciones bien diversas: ya comáis, ya bebáis, o hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios4, aconsejaba San Pablo a los primeros cristianos. «Cuando te sientes a la mesa –comenta San Basilio a propósito de este versículo–, ora. Cuando comas pan, hazlo dando gracias al que es generoso. Si bebes vino, acuérdate del que te lo ha concedido para alegría y alivio de enfermedades. Cuando te pongas la ropa, da gracias al que benignamente te la ha dado. Cuando contemples el cielo y la belleza de las estrellas, échate a los pies de Dios y adora al que con su Sabiduría dispuso todas estas cosas. Del mismo modo, cuando sale el sol y cuando se pone, mientras duermas y despierto, da gracias a Dios que creó y ordenó todas estas cosas para provecho tuyo, para que conozcas, ames y alabes al Creador»5. Todas las realidades nobles nos deben llevar a Él.


De la misma manera que cuando se ama a una criatura de la tierra se la quiere las veinticuatro horas del día, el amor a Cristo constituye la esencia más íntima de nuestro ser y lo que configura nuestro actuar. Él es nuestro único Señor, al que procuramos servir en medio de los hombres, siendo ejemplares en el trabajo, en los negocios, a la hora de vivir la doctrina social de la Iglesia en los diversos ámbitos de nuestra actividad, en el cuidado de la naturaleza, que es parte de la Creación divina... No tendría sentido que una persona que tratara al Señor con intimidad no se esforzara a la vez, y como una consecuencia lógica, por ser cordial y optimista, por ser puntual en su trabajo, por aprovechar el tiempo, por no hacer chapuzas en su tarea...


El amor a Dios, si es auténtico, se refleja en todos los aspectos de la vida. De aquí que, aunque las cuestiones temporales tengan su propia autonomía y no exista una «solución católica» a los problemas sociales, políticos, etc., tampoco existan ámbitos de «neutralidad», donde el cristiano deje de serlo y de actuar como tal6. Por eso, el apostolado fluye espontáneo allí donde se encuentra un discípulo de Cristo, porque es consecuencia inmediata de su amor a Dios y a los hombres.


III. Los fariseos que escuchaban al Señor eran amantes del dinero y trataban de compaginar su amor a las riquezas y a Dios, al que pretendían servir. Por eso, se burlaban de Jesús. También hoy los hombres tratan, en ocasiones, de ridiculizar el servicio total a Dios y el desprendimiento de los bienes materiales, porque –como los fariseos– no solo no están dispuestos a ponerlo en práctica, sino que ni siquiera conciben que otros puedan tener esa generosidad: piensan, quizá, que pueden existir ocultos intereses en quienes de verdad han escogido, en medio del mundo o fuera de él, a Cristo como único Señor7.


Jesús pone al descubierto la falsedad de aquella aparente bondad de los fariseos: Vosotros -les dice- os hacéis pasar por justos delante de los hombres; pero Dios conoce vuestros corazones; porque lo que parece excelso ante los hombres, es abominable delante de Dios. El Señor señala con una palabra fortísima –abominable– la conducta de aquellos hombres faltos de unidad de vida que, con la apariencia de ser fieles servidores de Dios, estaban muy lejos de Él, como se reflejaba en sus obras: gustan pasear vestidos con largas túnicas y anhelan los saludos en las plazas, los primeros asientos en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes, y devoran las casas de las viudas con el pretexto de largas oraciones...8. En realidad, poco o nada amaban a Dios; se amaban a sí mismos.


Dios conoce vuestros corazones. Estas palabras del Señor nos deben llenar de consuelo, a la vez que nos llevarán a rectificar muchas veces la intención para rechazar los movimientos de vanidad y de vanagloria, de tal modo que nuestra vida entera esté orientada a la gloria de Dios. Agradar al Señor ha de ser el gran objetivo de todas nuestras acciones. El Papa Juan Pablo I, cuando aún era Patriarca de Venecia, escribía este pequeño cuento, lleno de enseñanzas. A la entrada de la cocina estaban echados los perros. Juan, el cocinero, mató un ternero y echó las vísceras al patio. Los perros las comieron, y dijeron: «Es un buen cocinero, guisa muy bien».


Poco tiempo después, Juan pelaba los guisantes y las cebollas, y arrojó las mondaduras al patio. Los perros se arrojaron sobre ellas, pero torciendo el hocico hacia el otro lado dijeron: «El cocinero se ha echado a perder, ya no vale nada».


Sin embargo, Juan no se conmovió lo más mínimo por este juicio, y dijo: «Es el amo quien tiene que comer y apreciar mis comidas, no los perros. Me basta con ser apreciado por mi amo»9. Si actuamos de cara a Dios, poco o nada nos debe importar que los hombres no lo entiendan o que lo critiquen. Es a Dios a quien queremos servir en primer lugar y sobre todas las cosas. Luego resulta que este amor con obras a Dios es, a la vez, la mayor tarea que podemos llevar a cabo en favor de nuestros hermanos los hombres.


Nuestra Madre Santa María nos enseñará a enderezar nuestros días y nuestras horas para que nuestra vida sea un verdadero servicio a Dios. «No me pierdas nunca de vista el punto de mira sobrenatural. -Rectifica la intención, como se rectifica el rumbo del barco en alta mar: mirando a la estrella, mirando a María. Y tendrás la seguridad de llegar siempre a puerto».


Salmo 62,2-9: El alma sedienta de Dios


Ant: Martín, sacerdote de Dios, te han sido abiertos el cielo y el reino de mi Padre.


Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo,

mi alma está sedienta de ti;

mi carne tiene ansia de ti,

como tierra reseca, agostada, sin agua.


¡Cómo te contemplaba en el santuario

viendo tu fuerza y tu gloria!

Tu gracia vale más que la vida,

te alabarán mis labios.


Toda mi vida te bendeciré

y alzaré las manos invocándote.

Me saciaré como de enjundia y de manteca,

y mis labios te alabarán jubilosos.


En el lecho me acuerdo de ti

y velando medito en ti,

porque fuiste mi auxilio,

y a la sombra de tus alas canto con júbilo;

mi alma está unida a ti,

y tu diestra me sostiene.


Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo

como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.


Ant: Martín, sacerdote de Dios, te han sido abiertos el cielo y el reino de mi Padre.


Daniel 3,57-88.56: Toda la creación alabe al Señor


Ant: Con los ojos y las manos continuamente levantados al cielo, no cejaba en la oración. Aleluya.


Criaturas todas del Señor, bendecid al Señor,

ensalzadlo con himnos por los siglos.


Ángeles del Señor, bendecid al Señor;

cielos, bendecid al Señor.


Aguas del espacio, bendecid al Señor;

ejércitos del Señor, bendecid al Señor.


Sol y luna, bendecid al Señor;

astros del cielo, bendecid al Señor.


Lluvia y rocío, bendecid al Señor;

vientos todos, bendecid al Señor.


Fuego y calor, bendecid al Señor;

fríos y heladas, bendecid al Señor.


Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;

témpanos y hielos, bendecid al Señor.


Escarchas y nieves, bendecid al Señor;

noche y día, bendecid al Señor.


Luz y tinieblas, bendecid al Señor;

rayos y nubes, bendecid al Señor.


Bendiga la tierra al Señor,

ensálcelo con himnos por los siglos.


Montes y cumbres, bendecid al Señor;

cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.


Manantiales, bendecid al Señor;

mares y ríos, bendecid al Señor.


Cetáceos y peces, bendecid al Señor;

aves del cielo, bendecid al Señor.


Fieras y ganados, bendecid al Señor,

ensalzadlo con himnos por los siglos.


Hijos de los hombres, bendecid al Señor

bendiga Israel al Señor.


Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;

siervos del Señor, bendecid al Señor.


Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;

santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.


Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,

ensalzadlo con himnos por los siglos.


Bendigamos al Padre y al Hijo con el Espíritu Santo,

ensalcémoslo con himnos por los siglos.


Bendito el Señor en la bóveda del cielo,

alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.


Ant: Con los ojos y las manos continuamente levantados al cielo, no cejaba en la oración. Aleluya.


Salmo 149: Alegría de los santos


Ant: Martín, lleno de alegría, fue recibido en el seno de Abraham; Martín, pobre y humilde, entró en el cielo, cargado de riquezas. Aleluya.


Cantad al Señor un cántico nuevo,

resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;

que se alegre Israel por su Creador,

los hijos de Sión por su Rey.


Alabad su nombre con danzas,

cantadle con tambores y cítaras;

porque el Señor ama a su pueblo

y adorna con la victoria a los humildes.


Que los fieles festejen su gloria

y canten jubilosos en filas:

con vítores a Dios en la boca

y espadas de dos filos en las manos:


para tomar venganza de los pueblos

y aplicar el castigo a las naciones,

sujetando a los reyes con argollas,

a los nobles con esposas de hierro.


Ejecutar la sentencia dictada

es un honor para todos sus fieles.


Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo

como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.


Ant: Martín, lleno de alegría, fue recibido en el seno de Abraham; Martín, pobre y humilde, entró en el cielo, cargado de riquezas. Aleluya.


Lectura


Hb 13,7-8


Acordaos de vuestros dirigentes, que os anunciaron la palabra de Dios; fijaos en el desenlace de su vida e imitad su fe. Jesucristo es el mismo ayer y hoy y siempre.


V/. Sobre tus murallas, Jerusalén, he colocado centinelas.


R/. Sobre tus murallas, Jerusalén, he colocado centinelas.


V/. Ni de día ni de noche dejarán de anunciar el nombre del Señor.


R/. He colocado centinelas.


V/. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo


R/. Sobre tus murallas, Jerusalén, he colocado centinelas.


Cántico Ev.


Ant: ¡Oh varón dichoso, cuya alma posee ya el paraíso! Por ello, se alegran los ángeles, se regocijan los arcángeles; y el coro de los santos y la multitud de las vírgenes lo aclaman diciendo: «Quédate con nosotros para siempre.»



Bendito sea el Señor, Dios de Israel,

porque ha visitado y redimido a su pueblo,

suscitándonos una fuerza de salvación

en la casa de David, su siervo,

según lo había predicho desde antiguo,

por boca de sus santos profetas.


Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos

y de la mano de todos los que nos odian;

realizando la misericordia

que tuvo con nuestros padres,

recordando su santa alianza

y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.


Para concedernos que, libres de temor,

arrancados de la mano de los enemigos,

le sirvamos con santidad y justicia,

en su presencia, todos nuestros días.


Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,

porque irás delante del Señor

a preparar sus caminos,

anunciando a su pueblo la salvación,

el perdón de sus pecados.


Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,

nos visitará el sol que nace de lo alto,

para iluminar a los que viven en tinieblas

y en sombra de muerte,

para guiar nuestros pasos

por el camino de la paz.


Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo

como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.


Ant: ¡Oh varón dichoso, cuya alma posee ya el paraíso! Por ello, se alegran los ángeles, se regocijan los arcángeles; y el coro de los santos y la multitud de las vírgenes lo aclaman diciendo: «Quédate con nosotros para siempre.»


Preces


Demos gracias a Cristo, el buen Pastor que entregó la vida por sus ovejas, y supliquémosle, diciendo:


Apacienta a tu pueblo, Señor


- Señor Jesucristo, que en los santos pastores nos has revelado tu misericordia y tu amor,

haz que por ellos continúe llegando a nosotros tu acción misericordiosa.


- Señor Jesucristo, que a través de los santos pastores sigues siendo el único pastor de tu pueblo,

no dejes de guiarnos siempre por medio de ellos.


- Señor Jesucristo, que por medio de los santos pastores eres el médico de los cuerpos y de las almas,

haz que nunca falten a tu Iglesia los ministros que nos guíen por las sendas de una vida santa.


- Señor Jesucristo que has adoctrinado a la Iglesia con la prudencia y el amor de los santos,

haz que, guiados por nuestros pastores, progresemos en la santidad.


Concluyamos nuestras súplicas con la oración que el mismo Señor nos enseñó:


Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre;


venga a nosotros tu reino;


hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.


Danos hoy nuestro pan de cada día;


perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.


No nos dejes caer en la tentación,


y líbranos del mal.


Final


Oh Dios, que fuiste glorificado con la vida y la muerte de tu obispo san Martín de Tours, renueva en nuestros corazones las maravillas de tu gracia, para que ni la vida ni la muerte puedan apartarnos de tu amor. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.


Amén.

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