Custodia

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Saludo

Bendición

jueves, 17 de noviembre de 2022

 


Santa Isabel de Hungría, memoria obligatoria
Oficio de Lecturas

V/. -Señor, Ábreme los labios.
R/. -Y mi boca proclamará tu alabanza.

Invitatorio
Salmo 94: Invitación a la alabanza divina

Ant: Venid, adoremos al Señor; aclamemos al Dios admirable en sus santos.
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

-se repite la antífona

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

-se repite la antífona

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

-se repite la antífona

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.

-se repite la antífona

Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
"Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso."»

-se repite la antífona

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

 
Himno

La mujer fuerte
puso en Dios su esperanza:
Dios la sostiene.

Hizo del templo su casa;
mantuvo ardiendo su lámpara.

En la mesa de los hijos,
hizo a los pobres un sitio.

Guardó memoria a sus muertos;
gastó en los vivos su tiempo.

Sirvió, consoló, dio fuerzas;
guardó para sí sus penas.

Vistió el dolor de plegaria;
la soledad, de esperanza.

Y Dios la cubrió de gloria
como de un velo de bodas.

La mujer fuerte
puso en Dios su esperanza:
Dios la sostiene. Amén.

Salmo 17,31-51 - IV: Acción de gracias

Ant: La promesa del Señor es escudo para los que a ella se acogen.

Perfecto es el camino de Dios,
acendrada es la promesa del Señor;
Él es escudo para los que a él se acogen.

¿Quién es dios fuera del Señor?
¿Qué roca hay fuera de nuestro Dios?
Dios me ciñe de valor
y me enseña un camino perfecto;

Él me da pies de ciervo,
y me coloca en las alturas;
Él adiestra mis manos para la guerra,
y mis brazos para tensar la ballesta.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: La promesa del Señor es escudo para los que a ella se acogen.

Salmo 17,31-51 - V:

Ant: Tu diestra, Señor, me sostuvo.

Me dejaste tu escudo protector,
tu diestra me sostuvo,
multiplicaste tus cuidados conmigo.
Ensanchaste el camino a mis pasos,
y no flaquearon mis tobillos;

yo perseguía al enemigo hasta alcanzarlo,
y no me volvía sin haberlo aniquilado:
los derroté, y no pudieron rehacerse,
cayeron bajo mis pies.

Me ceñiste de valor para la lucha,
doblegaste a los que me resistían;
hiciste volver la espalda a mis enemigos,
rechazaste a mis adversarios.

Pedían auxilio, pero nadie los salvaba;
gritaban al Señor, pero no les respondía.
Los reduje a polvo, que arrebataba el viento;
los pisoteaba como barro de las calles.

Me libraste de las contiendas de mi pueblo,
me hiciste cabeza de naciones,
un pueblo extraño fue mi vasallo.

Los extranjeros me adulaban,
me escuchaban y me obedecían.
Los extranjeros palidecían
y salían temblando de sus baluartes.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Tu diestra, Señor, me sostuvo.

Salmo 17,31-51 - VI:

Ant: Viva el Señor, bendito sea mi Dios y Salvador.

Viva el Señor, bendita sea mi Roca,
sea ensalzado mi Dios y Salvador:
el Dios que me dió el desquite
y me sometió los pueblos;

que me libró de mis enemigos,
me levantó sobre los que resistían
y me salvó del hombre cruel.

Por eso te daré gracias entre las naciones, Señor,
y tañeré en honor de tu nombre:
tú diste gran victoria a tu rey,
tuviste misericordia de tu Ungido,
de David y su linaje por siempre.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Viva el Señor, bendito sea mi Dios y Salvador.

V/. Que llegue a tu presencia el meditar de mi corazón.
R/. Señor, roca mía, redentor mío.


Lectura

V/. Que llegue a tu presencia el meditar de mi corazón.
R/. Señor, roca mía, redentor mío.

Parábola de los pastores
Za 11,4-12,8
Así dice el Señor, mi Dios:
«Apacienta las ovejas para la matanza, los compradores las matan impunemente, los vendedores dicen: "¡Bendito el Señor! Me hago rico"; los pastores no las perdonan. No perdonaré más a los habitantes del país -oráculo del Señor-. Entregaré a cada cual en manos de su prójimo, en manos de su rey; ellos devastarán la tierra, sin que haya quien los salve.»
Yo, entonces, apacenté el rebaño de ovejas para la matanza, por cuenta de los tratantes de ganado. Tomé dos varas: a una la llamé Hermosura; a la otra la llamé Concordia, y apacenté el ganado. Eliminé los tres pastores en un mes: estaba yo irritado con ellos, y ellos conmigo, y dije:
«Ya no pastorearé; quien quiera morir, que muera; la que quiera perecer, que perezca; las que queden se comerán unas a otras.»
Tomé la vara Hermosura y la rompí, para romper mi alianza con los pueblos. Al terminar aquel día la alianza, los tratantes de ovejas que me vigilaban comprendieron que había sido palabra del Señor. Yo les dije:
«Si os parece, pagadme salario; y, si no, dejadlo.»
Ellos pesaron mi salario: treinta dineros. El Señor me dijo:
«Échalo en el tesoro del templo: es el precio en que me aprecian.»
Tomé, pues, los treinta dineros, y los eché en el tesoro del templo. Rompí la segunda vara, Concordia, para romper la hermandad de Judá e Israel. El Señor me dijo:
«Toma tus aperos de un pastor torpe, porque yo suscitaré un pastor que no vigile a los que se extravían ni busque lo perdido, ni cure lo quebrado, ni alimente lo sano, sino que se coma la carne del ganado cebado, arrancándole las pezuñas. Ay del pastor torpe, que abandona el rebaño; la espada contra su brazo, contra su ojo derecho; su brazo se secará, se apagará su ojo derecho.»
Oráculo. Palabra del Señor para Israel. Oráculo del Señor que desplegó el cielo, cimentó la tierra y formó el espíritu del hombre dentro de él:
«Mirad: voy a hacer de Jerusalén una copa embriagadora para todos los pueblos vecinos; también Judá estará en el asedio de Jerusalén.
Aquel día, haré de Jerusalén una piedra caballera para todos los pueblos: cuando se alíen contra ella todas las naciones del mundo, el que intente levantarla se herirá con ella.
Aquel día -oráculo del Señor-, haré que se espanten los caballos y se asusten los jinetes; pondré mis ojos en Judá y cegaré los caballos de los paganos. Las tribus de Judá se dirán: "Los vecinos de Jerusalén cobran fuerzas gracias al Señor de los ejércitos, su Dios."
Aquel día, haré de las tribus de Judá un incendio en la espesura, una tea en las gavillas: se cebarán a derecha e izquierda en todos los pueblos vecinos; mientras Jerusalén seguirá habitada en su sitio. Él salvará las tiendas de Judá como antaño: así ni la dinastía davídica ni los vecinos de Jerusalén mirarán con orgullo a Judá.»
Aquel día, escudará el Señor a los vecinos de Jerusalén: el más flojo será un David, el sucesor de David será un dios, un ángel del Señor al frente de ellos.
R/. Pesaron mi salario: treinta dineros; Es el precio en que me apreciaron.
V/. Judas propuso: «¿Qué estáis dispuestos a darme si os lo entrego?» Ellos se ajustaron con él en treinta monedas.
R/. Es el precio en que me apreciaron.

L. Patrística

Isabel reconoció y amó a Cristo en la persona de los pobres
Conrado de Marburgo
De una carta escrita por el director espiritual de santa Isabel (Al Sumo Pontífice, año 1232: A. Wyss, Hessisches Urkundenbuch 1, Leipzig 1879,31-35)
Pronto Isabel comenzó a destacar por sus virtudes, y, así como durante toda su vida había sido consuelo de los pobres, comenzó luego a ser plenamente remedio de los hambrientos. Mandó construir un hospital cerca de uno de sus castillos y acogió en él gran cantidad de enfermos e inválidos; a todos los que allí acudían en demanda de limosna les otorgaba ampliamente el beneficio su caridad, y no sólo allí, sino también en todos los lugares sujetos a la jurisdicción de su marido, llegando a agotar de tal modo todas las rentas provenientes de los cuatro principados de éste, que se vio obligada finalmente a vender en favor de los pobres todas las joyas y vestidos lujosos.
Tenía la costumbre de visitar personalmente a todos sus enfermos, dos veces al día, por la mañana y por la tarde, curando también personalmente a los más repugnantes, a los cuales daba de comer, les hacía la cama, los cargaba sobre sí y ejercía con ellos muchos otros deberes de humanidad; y su esposo, de grata memoria, no veía con malos ojos todas estas cosas. Finalmente, al morir su esposo, ella, aspirando a la máxima perfección, me pidió con lágrimas abundantes que le permitiese ir a mendigar de puerta en puerta.
En el mismo día del Viernes santo, mientras estaban denudados los altares, puestas las manos sobre el altar de una capilla de su ciudad, en la que había establecido frailes menores, estando presentes algunas personas, renunció a su propia voluntad, a todas las pompas del mundo y a todas las cosas que el Salvador, en el Evangelio, aconsejó abandonar. Después de esto, viendo que podía ser absorbida por la agitación del mundo y por la gloria mundana de aquel territorio en el que, en vida de su marido, había vivido rodeada de boato, me siguió hasta Marburgo, aun en contra de mi voluntad: allí, en la ciudad, hizo edificar un hospital, en el que dio acogida a enfermos e inválidos, sentando a su mesa a los más míseros y despreciados.
Afirmo ante Dios que raramente he visto una mujer que a una actividad tan intensa juntara una vida tan contemplativa, ya que algunos religiosos y religiosas vieron más de una vez cómo, al volver de la intimidad de la oración, su rostro resplandecía de un modo admirable y de sus ojos salían como unos rayos de sol.
Antes de su muerte, la oí en confesión, y, al preguntarle cómo había de disponer de sus bienes y de su ajuar, respondió que hacía ya mucho tiempo que pertenecía a los pobres todo lo que figuraba como suyo, y me pidió que se lo repartiera todo, a excepción de la pobre túnica que vestía y con la que quería ser sepultada. Recibió luego el cuerpo del Señor y después estuvo hablando, hasta la tarde, de las cosas buenas que había oído en la predicación: finalmente, habiendo encomendado a Dios con gran devoción a todos los que la asistían, expiró como quien se duerme plácidamente.
R/. Has obrado con valor, y tu corazón se ha hecho fuerte, porque amaste la castidad. Por eso, serás bendita eternamente.
V/. Tus oraciones y tus limosnas han llegado hasta Dios y las tiene presentes.
R/. Por eso, serás bendita eternamente.


Oremos:

Oh Dios, que concediste a santa Isabel de Hungría la gracia de reconocer y venerar en los pobres a tu Hijo Jesucristo, concédenos, por su intercesión, servir con amor infatigable a los humildes y a los atribulados. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén.

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