Custodia

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Saludo

Bendición

jueves, 9 de febrero de 2023

 


Jueves, V semana del Tiempo Ordinario, feria


V/. -Señor, Ábreme los labios.
R/. -Y mi boca proclamará tu alabanza.

Invitatorio

Salmo 94: Invitación a la alabanza divina

Ant: Venid, adoremos al Señor, porque él es nuestro Dios.

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

-se repite la antífona

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

-se repite la antífona

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

-se repite la antífona

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.

-se repite la antífona

Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
"Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso."»

-se repite la antífona

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Venid, adoremos al Señor, porque él es nuestro Dios.

 
Himno

Comienzan los relojes
a maquinar sus prisas;
y miramos el mundo.
Comienza un nuevo día.

Comienzan las preguntas,
la intensidad, la vida;
se cruzan los horarios.
Qué red, qué algarabía.

Mas tú, Señor, ahora
eres calma infinita.
Todo el tiempo está en ti
como en una gavilla.

Rezamos, te alabamos,
porque existes, avisas;
porque anoche en el aire
tus astros se movían.

Y ahora toda la luz
se posó en nuestra orilla. Amén.

Salmo 17,31-51 - IV: Acción de gracias

Ant: La promesa del Señor es escudo para los que a ella se acogen.

Perfecto es el camino de Dios,
acendrada es la promesa del Señor;
Él es escudo para los que a él se acogen.

¿Quién es dios fuera del Señor?
¿Qué roca hay fuera de nuestro Dios?
Dios me ciñe de valor
y me enseña un camino perfecto;

Él me da pies de ciervo,
y me coloca en las alturas;
Él adiestra mis manos para la guerra,
y mis brazos para tensar la ballesta.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: La promesa del Señor es escudo para los que a ella se acogen.

Salmo 17,31-51 - V:

Ant: Tu diestra, Señor, me sostuvo.

Me dejaste tu escudo protector,
tu diestra me sostuvo,
multiplicaste tus cuidados conmigo.
Ensanchaste el camino a mis pasos,
y no flaquearon mis tobillos;

yo perseguía al enemigo hasta alcanzarlo,
y no me volvía sin haberlo aniquilado:
los derroté, y no pudieron rehacerse,
cayeron bajo mis pies.

Me ceñiste de valor para la lucha,
doblegaste a los que me resistían;
hiciste volver la espalda a mis enemigos,
rechazaste a mis adversarios.

Pedían auxilio, pero nadie los salvaba;
gritaban al Señor, pero no les respondía.
Los reduje a polvo, que arrebataba el viento;
los pisoteaba como barro de las calles.

Me libraste de las contiendas de mi pueblo,
me hiciste cabeza de naciones,
un pueblo extraño fue mi vasallo.

Los extranjeros me adulaban,
me escuchaban y me obedecían.
Los extranjeros palidecían
y salían temblando de sus baluartes.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Tu diestra, Señor, me sostuvo.

Salmo 17,31-51 - VI:

Ant: Viva el Señor, bendito sea mi Dios y Salvador.

Viva el Señor, bendita sea mi Roca,
sea ensalzado mi Dios y Salvador:
el Dios que me dió el desquite
y me sometió los pueblos;

que me libró de mis enemigos,
me levantó sobre los que resistían
y me salvó del hombre cruel.

Por eso te daré gracias entre las naciones, Señor,
y tañeré en honor de tu nombre:
tú diste gran victoria a tu rey,
tuviste misericordia de tu Ungido,
de David y su linaje por siempre.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Viva el Señor, bendito sea mi Dios y Salvador.

V/. Ábreme, Señor, los ojos.

R/. Y contemplaré las maravillas de tu voluntad.

Lectura

V/. Ábreme, Señor, los ojos.

R/. Y contemplaré las maravillas de tu voluntad.

La herencia divina y la libertad de la nueva alianza


Ga 4,8-31

Hermanos: Antes, cuando no sabíais de Dios, os hicisteis esclavos de seres que por su naturaleza no son dioses. Ahora que habéis reconocido a Dios, mejor dicho, que Dios os ha reconocido, ¿cómo os volvéis de nuevo a esos elementos sin eficacia ni contenido? ¿Queréis ser sus esclavos otra vez como antes? Respetáis ciertos días, meses, estaciones y años; me hacéis temer que mis fatigas por vosotros hayan sido inútiles.

Poneos en mi lugar, hermanos, por favor, que yo, por mi parte, me pongo en el vuestro. En nada me ofendisteis. Recordáis que la primera vez os anuncié el Evangelio con motivo de una enfermedad mía, pero no me despreciasteis ni me hicisteis ningún desaire, aunque mi estado físico os debió tentar a eso; al contrario, me recibisteis como a un mensajero de Dios, como a Jesucristo en persona. Siendo esto así, ¿dónde ha ido a parar aquella dicha vuestra? Porque hago constar en vuestro honor que, a ser posible, os habríais sacado los ojos por dármelos. ¿Y ahora me he convertido en enemigo vuestro por ser sincero con vosotros?

El interés que ésos os muestran no es de buena ley; quieren aislaros para acaparar vuestro interés. Sería bueno, en cambio, que os interesarais por lo bueno siempre, y no sólo cuando estoy ahí con vosotros. Hijos míos, otra vez me causáis dolores de parto, hasta que Cristo tome forma en vosotros. Quisiera estar ahora ahí y matizar el tono de mi voz, pues con vosotros no encuentro medio.

Vamos a ver, si queréis someteros a la ley, ¿por qué no escucháis lo que dice la ley? Porque en la Escritura se cuenta que Abrahán tuvo dos hijos, uno de la esclava y otro de la libre; el hijo de la esclava nació de modo natural, y el de la libre por una promesa de Dios.

Esto tiene un significado: Las dos mujeres representan dos alianzas. Agar, la que engendra hijos para la esclavitud, significa la alianza del Sinaí. El nombre de Agar significa el monte Sinaí, de Arabia, y corresponde a la Jerusalén de hoy, esclava ella y sus hijos. La Jerusalén de arriba es libre; ésa es nuestra madre, como dice la Escritura: «Alégrate, estéril, que no das a luz, rompe a gritar, tú que no conocías los dolores de parto, porque la abandonada tiene más hijos que la que vive con el marido.»

Y vosotros, hermanos, sois hijos por la promesa, como Isaac. Ahora bien, si entonces el que nació de modo natural perseguía al que nació por el Espíritu, lo mismo ocurre ahora. Pero, ¿qué añade la Escritura? «Echa fuera a la esclava y a su hijo, porque el hijo de la esclava no compartirá la herencia con el hijo de la libre.»

Resumiendo, hermanos, no somos hijos de la esclava, sino de la mujer libre.

R/. Nosotros somos hijos por la promesa, como Isaac. No somos hijos de la esclava, sino de la mujer libre. Para vivir en libertad, Cristo nos ha liberado.


V/. El Señor es el Espíritu, y donde hay Espíritu del Señor hay libertad.

R/. Para vivir en libertad, Cristo nos ha liberado.

L. Patrística

Hasta ver a Cristo formado en vosotros
San Agustín

Comentario a Gálatas 37.38

Dice el Apóstol: «Sed como yo, que, siendo judío de nacimiento, mi criterio espiritual me hace tener en nada las prescripciones materiales de la ley. Ya que yo soy como vosotros, es decir, un hombre». A continuación, de un modo discreto y delicado, les recuerda su afecto, para que no lo tengan por enemigo. Les dice, en efecto: En nada me ofendisteis, como si dijera: «No penséis que mi intención sea ofenderos».

En este sentido, les dice también: Hijos míos, para que lo imiten como a padre. Otra vez me causáis dolores de parto - continúa-, hasta que Cristo tome forma en vosotros. Esto lo dice más bien en persona de la madre Iglesia, ya que en otro lugar afirma: Os tratamos con delicadeza, como una madre cuida de sus hijos.

Cristo toma forma, por la fe, en el hombre interior del creyente, el cual es llamado a la libertad de la gracia, es manso y humilde de corazón, y no se jacta del mérito de sus obras, que es nulo, sino que reconoce que la gracia es el principio de sus pobres méritos; a este puede Cristo llamar su humilde hermano, lo que equivale a identificarlo consigo mismo, ya que dice: Cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis. Cristo toma forma en aquel que recibe la forma de Cristo, y recibe la forma de Cristo el que vive unido a él con un amor espiritual.

El resultado de este amor es la imitación perfecta de Cristo, en la medida en que esto es posible. Quien dice que permanece en Cristo - dice san Juan- debe vivir como vivió él.

Mas como sea que los hombres son concebidos por la madre para ser formados, y luego, una vez ya formados, se les da a luz y nacen, puede sorprendernos la afirmación precedente: Otra vez me causáis dolores de parto, hasta que Cristo tome forma en vosotros. A no ser que entendamos este sufrir de nuevo dolores de parto en el sentido de las angustias que le causó al Apóstol su solicitud en darlos a luz para que nacieran en Cristo; y ahora de nuevo los da a luz dolorosamente por los peligros de engaño en que los ve envueltos. Esta preocupación que le producen tales cuidados, acerca de ellos, y que él compara a los dolores de parto, se prolongará hasta que lleguen a la medida de Cristo en su plenitud, para que ya no sean llevados por todo viento de doctrina.

Por consiguiente, cuando dice: Otra vez me causáis dolores de parto, hasta que Cristo tome forma en vosotros, no se refiere al inicio de su fe, por el cual ya habían nacido, sino al robustecimiento y perfeccionamiento de la misma. En este mismo sentido, habla en otro lugar, con palabras distintas, de este parto doloroso, cuando dice: La carga de cada día, la preocupación por todas las Iglesias. ¿Quién enferma sin que yo enferme?, ¿quién cae sin que a mi me dé fiebre?

Jueves, V semana del Tiempo Ordinario, feria

Gn 2,18-25: Dios presentó la mujer al hombre. Y serán los dos una sola carne.

El Señor Dios se dijo:

-«No está bien que el hombre esté solo; voy a hacerle alguien como él que le ayude.»

Entonces el Señor Dios modeló de arcilla todas las bestias del campo y todos los pájaros del cielo y se los presentó al hombre, para ver que nombre les ponía. Y cada ser vivo llevaría el nombre que el hombre le pusiera. Así, el hombre puso nombre a todos los animales domésticos, a los pájaros del cielo y a las bestias del campo; pero no encontraba ninguno como él que lo ayudase. Entonces el Señor Dios dejó caer sobre el hombre un letargo, y el hombre se durmió. Le sacó una costilla y le cerró el sitio con carne. Y el Señor Dios trabajó la costilla que le había sacado al hombre, haciendo una mujer, y se la presentó al hombre. El hombre dijo:

-«¡Ésta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne! Su nombre será Mujer, porque ha salido del hombre.»

Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne. Los dos estaban desnudos, el hombre y su mujer, pero no sentían vergüenza uno de otro.

Sal 127,1-2.3.4-5: Dichosos los que temen al Señor.

¡Dichoso el que teme al Señor
y sigue sus caminos!
Comerás el fruto de tu trabajo,
serás dichoso, te irá bien.

Tu mujer, como parra fecunda,
en medio de tu casa;
tus hijos, como renuevos de olivo,
alrededor de tu mesa.

Esta es la bendición del hombre
que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión,
que veas la prosperidad de Jerusalén,
todos los días de tu vida.

Mc 7,24-30: Los perros, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños.

En aquel tiempo, Jesús fue a la región de Tiro. Se alojó en una casa, procurando pasar desapercibido, pero no lo consiguió; una mujer que tenía una hija poseída por un espíritu impuro se enteró en seguida, fue a buscarlo y se le echó a los pies. La mujer era griega, una fenicia de Siria, y le rogaba que echase el demonio de su hija. Él le dijo:

-«Deja que coman primero los hijos. No está bien echarles a los perros el pan de los hijos.»

Pero ella replicó:

-«Tienes razón, Señor; pero también los perros, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños.»

Él le contestó:

-«Anda, vete, que, por eso que has dicho, el demonio ha salido de tu hija.»

Al llegar a su casa, se encontró a la niña echada en la cama; el demonio se había marchado.



5ª semana. Jueves

ORACIÓN HUMILDE Y PERSEVERANTE


— La curación de la hija de la mujer cananea. Condiciones de la verdadera oración.

— Confianza de hijos y perseverancia en nuestras peticiones.

— En la oración debemos pedir gracias sobrenaturales, y también bienes y ayudas materiales en la medida en que sean útiles a la salvación propia o del prójimo. Pedir para los demás. El Rosario, «arma poderosa».

I. Nos dice San Marcos en el Evangelio de la Misa que llegó Jesús con sus discípulos a la región de Tiro y de Sidón1. Allí se acercó a ellos una mujer gentil, sirofenicia de origen, perteneciente a la primitiva población de Palestina. Se echó a sus pies y le pidió la curación de su hija, que estaba poseída por el demonio. Jesús no decía nada, y los discípulos, cansados de la insistencia de la mujer, le pedían que la despachara2. El Señor trata de explicar a la mujer que el Mesías ha de darse a conocer en primer lugar a los judíos, a los hijos. Y, con una expresión difícil de comprender sin ver sus gestos amables, le dijo: Deja que primero se sacien los hijos, porque no está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perrillos. La mujer no se sintió herida ni humillada, sino que insiste más, con profunda humildad: Señor, también los perrillos comen debajo de la mesa las migajas de los hijos. Ante tantas virtudes, Jesús, conmovido, no retrasó más el milagro que se le pedía, y la despidió así: Por esto que has dicho, vete, el demonio ha salido de tu hija. Dios, que resiste a los soberbios, da su gracia a los humildes3; aquella mujer alcanzó lo que quería y se ganó el corazón del Maestro.

Es el ejemplo acabado para todos aquellos que se cansan de rezar porque creen que no son escuchados. En su oración se hallan resumidas las condiciones de toda petición: fe, humildad, perseverancia y confianza. El intenso amor que muestra hacia su hija poseída por el demonio debió de agradar mucho a Cristo. Quizá los Apóstoles se acordaron de esta mujer cuando oyeron más tarde la parábola de la viuda inoportuna4, que también consiguió lo que quería por su tozudez, por su insistencia.

Enseña Santo Tomás que la verdadera oración es infaliblemente eficaz, porque Dios, que nunca se vuelve atrás, ha decretado que así sea5. Y para que no dejáramos de pedir, el Señor nos mostró con ejemplos sencillos y claros, para que lo entendiéramos bien, que siempre y en todo lugar nuestras oraciones hechas con rectitud llegan hasta Él y las atiende: si entre vosotros un hijo pide pan a su padre, ¿acaso le dará una piedra?; o si pide un pez, ¿le dará en lugar de un pez una serpiente?... ¡Cuánto más vuestro Padre, que está en los cielos...!6. «Jamás Dios ha negado ni denegará nada a los que piden sus gracias debidamente. La oración es el gran recurso que nos queda para salir del pecado, para perseverar en la gracia, para mover el corazón de Dios y atraer sobre nosotros toda suerte de bendiciones del cielo, ya para el alma, o por lo que se refiere a nuestras necesidades temporales»7.

Cuando pidamos algún don, hemos de pensar que somos hijos de Dios, y Él está infinitamente más atento hacia nosotros que el mejor padre de la tierra hacia su hijo más necesitado.

II. Dios ha previsto desde la eternidad todas las ayudas que precisamos y también los auxilios, las gracias que nos moverían a pedir, pues Él nos trata como a hijos libres y pide nuestra colaboración. Tanta necesidad tenemos de pedir para conseguir la ayuda de Dios, para obrar el bien, para perseverar, como precisa es la siembra para cosechar después el trigo8. Sin la siembra no hay espigas; sin petición no tendremos las gracias que debemos recibir. Y a medida que intensificamos la petición identificamos nuestra voluntad con la de Dios, que es Quien verdaderamente conoce nuestra penuria y escasez. Él nos hace esperar en ocasiones para disponernos mejor, para que deseemos esas gracias con más hondura y fervor; otras veces rectifica nuestra petición y nos concede lo que realmente necesitamos; finalmente, en otros momentos no nos concede lo que pedimos porque, sin darnos cuenta quizá, estamos pidiendo un mal que nuestra voluntad ha revestido con la apariencia de bien. Una madre no da a su hijo un afilado cuchillo que brilla y atrae y que la pequeña criatura desea con pasión. Y nosotros somos como hijos pequeños delante de Dios. Cuando pedimos algo que sería un mal, aunque tenga apariencia de bien, Dios hace como las buenas madres con sus hijos menores: nos da otras gracias que sí serán para nuestro provecho, aunque, por nuestras pocas luces, las deseemos menos. Nuestra oración ha de ser, pues, confiada, como quien pide a su padre, y serena, porque Dios sabe bien las necesidades que padecemos, mucho mejor que nosotros mismos.

La confianza nos mueve a pedir con constancia, con perseverancia, sin cejar, insistiendo una y otra vez, con la seguridad de que recibiremos mucho más y mejor de lo que hemos pedido. Debemos insistir como el amigo importuno a quien le faltaba pan y como la viuda indefensa que clamaba noche y día ante el juez inicuo. Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo aquel que pide recibe, y quien busca halla, y al que llama se le abrirá9. La misma perseverancia en la petición aumenta la confianza y la amistad con Dios. «Y esta amistad que produce el ruego abre camino para una súplica más confiada aún (...), como si, introducidos en la intimidad divina por el primer ruego, pudiésemos implorar con mucha más confianza la siguiente vez. Por eso, en la petición dirigida a Dios, la constancia, la insistencia, nunca es inoportuna. Al contrario, agrada a Dios»10. Esta mujer cananea es un ejemplo, que debemos imitar, de constancia, aunque aparentemente el Señor no la escuchaba.

Al hablar de la eficacia de la oración, Jesús no hace restricciones: todo el que pide recibe, porque Dios es nuestro Padre. San Agustín enseña que nuestra oración no es escuchada a veces porque no somos buenos, porque nos falta limpieza en el corazón o rectitud en la intención, o bien porque pedimos mal, sin fe, sin perseverancia, sin humildad; o porque pedimos cosas malas, es decir, lo que no nos conviene, lo que puede hacernos daño o torcer nuestro caminar11. Es decir: la oración no es eficaz cuando no es verdadera oración. «Haz oración. ¿En qué negocio humano te pueden dar más seguridades de éxito?»12En verdad os digo que cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, si tenéis fe, os lo concederá13.

III. Líbranos, Señor, de todos los males y concédenos la paz en nuestros días, para que, ayudados por tu misericordia, vivamos siempre libres de pecado y protegidos de toda perturbación...14, reza el sacerdote en voz alta durante la Santa Misa. En la oración de petición podemos solicitar cosas para nosotros y para los demás; en primer lugar, los bienes y las gracias necesarias para el alma. Por muchas y urgentes que sean las limitaciones y privaciones materiales, tenemos siempre más necesidad de los bienes sobrenaturales: la gracia para servir a Dios y ser fieles, la santidad personal, ayudas para vencer en la lucha contra los propios defectos, para confesarnos bien, para prepararnos a la Sagrada Comunión... Pedimos los bienes temporales en la medida en que son útiles para la salvación y en la medida en que están subordinados a los primeros.

El Señor mismo nos enseñó a rogar: el pan nuestro de cada día dánosle hoy...; el primer milagro que hizo Jesús, por el que se manifestó a sus discípulos15, fue de carácter material. María aparece en Caná, donde, «manifestando al Hijo con delicada súplica una necesidad temporal, obtiene también un efecto de gracia: que Jesús, realizando el primero de sus “signos”, confirme a los discípulos en la fe en Él»16. Por la unidad de vida, todos los bienes de carácter material redundan, de algún modo, en la gloria de Dios. Aquel milagro de Caná, realizado por intercesión de María, nos anima y nos mueve a pedir también gracias de carácter temporal, que nos son necesarias o convenientes en la vida corriente: ayudas para salir adelante en un apuro económico, la curación de una enfermedad, superar un examen difícil para el que hemos estudiado... «Uno pide en la oración le conceda mujer para esposa según su deseo, otro pide una casa de campo, otro un vestido y otro pide se le den alimentos. Efectivamente, cuando hay necesidad de estas cosas debemos pedírselas a Dios Todopoderoso; pero debemos tener siempre presente en nuestra memoria el mandato de nuestro Redentor: Buscad primero el reino de Dios y su justicia y las demás cosas se os darán por añadidura (Mt 6, 33)»17. No dediquemos lo mejor de nuestra oración a pedir solo las «añadiduras».

Al Señor le es muy grato que le solicitemos gracias y ayudas para los demás, y que encarguemos a otras personas que recen por nosotros y por nuestro apostolado: «“Reza por mí”, le pedí como hago siempre. Y me contestó asombrado: “¿pero es que le pasa algo?”.

»Hube de aclararle que a todos nos sucede o nos ocurre algo en cualquier instante; y le añadí que, cuando falta la oración, “pasan y pesan más cosas”»18. Y la oración las evita y alivia.

Nuestra oración debe estar llena de abandono en Dios y de profundo sentido sobrenatural, pues –decía Juan Pablo II– se trata de cumplir la obra de Dios, y no la nuestra. Se trata de cumplirla según su inspiración y no según nuestros propios sentimientos19. La Virgen Nuestra Señora enderezará todas las peticiones que no sean del todo rectas, para obtener siempre lo mejor. En el Santo Rosario tenemos un «arma poderosa»20 para alcanzar de Dios tantas ayudas como diariamente necesitamos, nosotros y aquellas personas por las que rogamos.

Te pedimos, Señor, que nosotros tus siervos gocemos siempre de salud de alma y cuerpo, y, por la intercesión de Santa María, la Virgen, líbranos de las tristezas de este mundo y concédenos las alegrías del cielo.


R/. Realizando la verdad en el amor, Hagamos crecer todas las cosas hacia él, que es la cabeza: Cristo.


V/. La senda de los honrados brilla como la aurora, se va esclareciendo hasta que es de día.

R/. Hagamos crecer todas las cosas hacia él, que es la cabeza: Cristo.


Salmo 56: Oración matutina de un afligido

Ant: Despertad, cítara y arpa; despertaré a la aurora.

Misericordia, Dios mío, misericordia,
que mi alma se refugia en ti;
me refugio a la sombra de tus alas
mientras pasa la calamidad.

Invoco al Dios altísimo,
al Dios que hace tanto por mí:
desde el cielo me enviará la salvación,
confundirá a los que ansían matarme,
enviará su gracia y su lealtad.

Estoy echado entre leones
devoradores de hombres;
sus dientes son lanzas y flechas,
su lengua es una espada afilada.

Elévate sobre el cielo, Dios mío,
y llene la tierra tu gloria.

Han tendido una red a mis pasos,
para que sucumbiera;
me han cavado delante una fosa,
pero han caído en ella.

Mi corazón está firme, Dios mío,
mi corazón está firme.
Voy a cantar y a tocar:
despierta, gloria mía;
despertad, cítara y arpa;
despertaré a la aurora.

Te daré gracias ante los pueblos, Señor;
tocaré para ti ante las naciones:
por tu bondad, que es más grande que los cielos;
por tu fidelidad, que alcanza a las nubes.

Elévate sobre el cielo, Dios mío,
y llene la tierra tu gloria.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Despertad, cítara y arpa; despertaré a la aurora.

Jeremías 31,10-14: Felicidad del pueblo redimido

Ant: «Mi pueblo se saciará de mis bienes», dice el Señor.

Escuchad, pueblos, la palabra del Señor,
anunciadla en las islas remotas:
«Él que dispersó a Israel lo reunirá,
lo guardará como un pastor a su rebaño;
porque el Señor redimió a Jacob,
lo rescató de una mano más fuerte.»

Vendrán con aclamaciones a la altura de Sión,
afluirán hacia los bienes del Señor:
hacia el trigo y el vino y el aceite,
y los rebaños de ovejas y de vacas;
su alma será como un huerto regado,
y no volverán a desfallecer.

Entonces se alegrará la doncella en la danza,
gozarán los jóvenes y los viejos;
convertiré su tristeza en gozo,
los alegraré y aliviaré sus penas;
alimentaré a los sacerdotes con enjundia,
y mi pueblo se saciará de mis bienes.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: «Mi pueblo se saciará de mis bienes», dice el Señor.

Salmo 47: Himno a la gloria de Dios en Jerusalén

Ant: Grande es el Señor y muy digno de alabanza en la ciudad de nuestro Dios.

Grande es el Señor y muy digno de alabanza
en la ciudad de nuestro Dios,
su monte santo, altura hermosa,
alegría de toda la tierra:

el monte Sión, vértice del cielo,
ciudad del gran rey;
entre sus palacios,
Dios descuella como un alcázar.

Mirad: los reyes se aliaron
para atacarla juntos;
pero, al verla, quedaron aterrados
y huyeron despavoridos;

allí los agarró un temblor
y dolores como de parto;
como un viento del desierto,
que destroza las naves de Tarsis.

Lo que habíamos oído lo hemos visto
en la ciudad del Señor de los ejércitos,
en la ciudad de nuestro Dios:
que Dios la ha fundado para siempre.

Oh Dios, meditamos tu misericordia
en medio de tu templo:
como tu renombre, oh Dios, tu alabanza
llega al confín de la tierra;

tu diestra está llena de justicia:
el monte Sión se alegra,
las ciudades de Judá se gozan
con tus sentencias.

Dad la vuelta en torno a Sión,
contando sus torreones;
fijaos en sus baluartes,
observad sus palacios,

para poder decirle a la próxima generación:
«Éste es el Señor, nuestro Dios.»
Él nos guiará por siempre jamás.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Grande es el Señor y muy digno de alabanza en la ciudad de nuestro Dios.

Lectura

Is 66,1-2

Así dice el Señor: «El cielo es mi trono, y la tierra, el estrado de mis pies: ¿Qué templo podréis construirme o qué lugar para mi descanso? Todo esto lo hicieron mis manos, todo es mío -oráculo del Señor-. En ese pondré mis ojos: en el humilde y el abatido que se estremece ante mis palabras.»

V/. Te invoco de todo corazón, respóndeme, Señor.

R/. Te invoco de todo corazón, respóndeme, Señor.

V/. Guardaré tus leyes.

R/. Respóndeme, Señor.

V/. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo

R/. Te invoco de todo corazón, respóndeme, Señor.

Cántico Ev.

Ant: Sirvamos al Señor con santidad, y nos librará de nuestros enemigos.



Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Sirvamos al Señor con santidad, y nos librará de nuestros enemigos.

Preces

Demos gracias a Cristo, que nos ha dado la luz del día, y supliquémosle, diciendo:

Bendícenos y santifícanos, Señor

- Tú que te entregaste como víctima por nuestros pecados,
acepta los deseos y proyectos de este día.


- Tú que nos alegras con la claridad del nuevo día,
sé tú mismo el lucero brillante de nuestros corazones.


- Haz que seamos bondadosos y comprensivos con los que nos rodean,
para que logremos así ser imágenes de tu bondad.


- En la mañana haznos escuchar tu gracia,
y que tu gozo sea hoy nuestra fortaleza.

Fieles a la recomendación del Salvador, digamos con filial confianza:

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre;

venga a nosotros tu reino;

hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día;

perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.

No nos dejes caer en la tentación,

y líbranos del mal.

Final

Dios todopoderoso y eterno, humildemente acudimos a ti al empezar el día, a media jornada y al atardecer, para pedirte que, alejando de nosotros las tinieblas del pecado, nos hagas alcanzar la luz verdadera que es Cristo. Que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

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