Custodia

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Saludo

Bendición

sábado, 14 de enero de 2023

Oficio de lecturas +

 Sábado, I semana del Tiempo Ordinario, feria

Oficio de Lecturas


V/. -Señor, Ábreme los labios.

R/. -Y mi boca proclamará tu alabanza.


Invitatorio

Salmo 94: Invitación a la alabanza divina


Ant: Del Señor es la tierra y cuanto la llena; venid, adorémosle.

Venid, aclamemos al Señor,

demos vítores a la Roca que nos salva;

entremos a su presencia dándole gracias,

aclamándolo con cantos.


-se repite la antífona


Porque el Señor es un Dios grande,

soberano de todos los dioses:

tiene en su mano las simas de la tierra,

son suyas las cumbres de los montes;

suyo es el mar, porque él lo hizo,

la tierra firme que modelaron sus manos.


-se repite la antífona


Entrad, postrémonos por tierra,

bendiciendo al Señor, creador nuestro.

Porque él es nuestro Dios,

y nosotros su pueblo,

el rebaño que él guía.


-se repite la antífona


Ojalá escuchéis hoy su voz:

«No endurezcáis el corazón como en Meribá,

como el día de Masá en el desierto;

cuando vuestros padres me pusieron a prueba

y me tentaron, aunque habían visto mis obras.


-se repite la antífona


Durante cuarenta años

aquella generación me asqueó, y dije:

"Es un pueblo de corazón extraviado,

que no reconoce mi camino;

por eso he jurado en mi cólera

que no entrarán en mi descanso."»


-se repite la antífona


Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo

como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.


 

Himno


se utiliza el himno de Laudes:


Gracias, Señor, por la aurora;

gracias, por el nuevo día;

gracias, por la Eucaristía;

gracias, por nuestra Señora:


Y gracias, por cada hora

de nuestro andar peregrino.


Gracias, por el don divino

de tu paz y de tu amor,

la alegría y el dolor,

al compartir tu camino.


Gloria al Padre, gloria al Hijo,

gloria al Espíritu Santo,

por los siglos de los siglos. Amén.


Salmo 130: Abandono confiado en los brazos de Dios


Ant: El que se haga pequeño como un niño, ése es el más grande en el reino de los cielos.


Señor, mi corazón no es ambicioso,

ni mis ojos altaneros;

no pretendo grandezas

que superan mi capacidad;

sino que acallo y modero mis deseos,

como un niño en brazos de su madre.


Espere Israel en el Señor

ahora y por siempre.


Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo

como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.


Ant: El que se haga pequeño como un niño, ése es el más grande en el reino de los cielos.


Salmo 131-I: Promesas a la casa de David


Ant: Dios mío, con sincero corazón te lo ofrezco todo.


Señor, tenle en cuenta a David

todos sus afanes:

cómo juró al Señor

e hizo voto al Fuerte de Jacob:


"No entraré bajo el techo de mi casa,

no subiré al lecho de mi descanso,

no daré sueño a mis ojos,

ni reposo a mis párpados,

hasta que encuentre un lugar para el Señor,

una morada para el Fuerte de Jacob".


Oímos que estaba en Efrata,

la encontramos en el Soto de Jaar:

entremos en su morada,

postrémonos ante el estrado de sus pies.


Levántate, Señor, ven a tu mansión,

ven con el arca de tu poder:

que tus sacerdotes se vistan de gala,

que tus fieles vitoreen.

Por amor a tu siervo David,

no niegues audiencia a tu Ungido.


Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo

como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.


Ant: Dios mío, con sincero corazón te lo ofrezco todo.


Salmo 131-II:


Ant: El Señor juró a David una promesa: su reino permanecerá eternamente.


El Señor ha jurado a David

una promesa que no retractará:

"A uno de tu linaje

pondré sobre tu trono.


Si tus hijos guardan mi alianza

y los mandatos que les enseño,

también sus hijos, por siempre,

se sentarán sobre tu trono".


Porque el Señor ha elegido a Sión,

ha deseado vivir en ella:

"Ésta es mi mansión por siempre,

aquí viviré, porque la deseo.


Bendeciré sus provisiones,

a sus pobres los saciaré de pan,

vestiré a sus sacerdotes de gala,

y sus fieles aclamarán con vítores.


Haré germinar el vigor de David,

enciendo una lámpara para mi Ungido.

A sus enemigos los vestiré de ignominia,

sobre él brillará mi diadema".


Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo

como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.


Ant: El Señor juró a David una promesa: su reino permanecerá eternamente.


V/. Venid a ver las obras del Señor.

R/. Las maravillas que hace en la tierra.


Lectura


V/. Venid a ver las obras del Señor.

R/. Las maravillas que hace en la tierra.


Elogio de los antepasados: desde Henoc a Moisés

Si 44,1-2.16-45,5

Hagamos el elogio de los hombres de bien, de la serie de nuestros antepasados: grande gloria les repartió el Altísimo, los engrandeció desde tiempos antiguos.

Henoc caminó con el Señor, ejemplo de religión para todas las edades.

El justo Noé fue un hombre íntegro, al tiempo de la destrucción él fue el renovador; por él quedó vivo un resto, y por su alianza cesó el diluvio; con señal perpetua se sancionó su pacto de no destruir otra vez a los vivientes.

Abrahán fue padre de un pueblo numeroso, en su gloria no cabe mancha, porque guardó la ley del Altísimo y pactó una alianza con él, en su carne selló el pacto, y en la prueba se mostró fiel; por eso, Dios le juró bendecir con su descendencia a las naciones, multiplicarlo como la arena de las playas, y a su prole, como a las estrellas del cielo; darle en herencia de mar a mar, desde el Gran Río hasta el extremo del orbe.

A Isaac le aseguró descendencia, por causa de Abrahán, su padre; le dio la alianza de sus antepasados, y la bendición bajó sobre Israel, a quien confirmó la bendición y le dio la herencia, señaló las fronteras de las tribus, repartiendo lotes a las doce. De él nació un hombre amado por todos: Moisés.

Amado de Dios y de los hombres, bendita es la memoria de Moisés: le dio gloria como de un dios, lo hizo poderoso entre los grandes; a su palabra, se precipitaban los signos, lo mostró poderoso ante el rey, lo mandó a su pueblo y le mostró su gloria; por su fidelidad y humildad, lo escogió entre todos los hombres, le hizo escuchar su voz y lo introdujo en la nube espesa; puso en su mano los mandamientos, ley de vida y de inteligencia, para que enseñase los preceptos a Jacob, sus leyes y decretos a Israel.

R/. Escucha, Israel, y pon por obra lo que el Señor te manda. Así sabrás que él es el Dios fiel que mantiene su alianza y su favor con los que lo aman.

V/. Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas.

R/. Así sabrás que él es el Dios fiel que mantiene su alianza y su favor con los que lo aman.


L. Patrística


Por la fe, Dios justificó a todos desde el principio

San Clemente I

Corintios 31-33

Procuremos hacernos dignos de la bendición divina y veamos cuáles son los caminos que nos conducen a ella. Consideremos aquellas cosas que sucedieron en el principio ¿Cómo obtuvo nuestro padre Abrahán la bendición? ¿No fue acaso porque practicó la justicia y la verdad por medio de la fe? Isaac, sabiendo lo que le esperaba, se ofreció confiada y voluntariamente al sacrificio. Jacob, en el tiempo de su desgracia, marchó de su tierra, a causa de su hermano, y llegó a casa de Labán, poniéndose a su servicio; y se le dio el cetro de las doce tribus de Israel.

El que considere con cuidado cada uno de estos casos comprenderá la magnitud de los dones concedidos por Dios. De Jacob, en efecto, descienden todos los sacerdotes y levitas que servían en el altar de Dios; de él desciende Jesús, según la carne; de él, a través de la tribu de Judá, descienden reyes, príncipes y jefes. Y, en cuanto a las demás tribus de él procedentes, no es poco su honor, ya que el Señor había prometido: Multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo. Vemos, pues, cómo todos éstos alcanzaron gloria y grandeza no por sí mismos ni por sus obras ni por sus buenas acciones, sin por beneplácito divino. También nosotros, llamados por su beneplácito en Cristo Jesús, somos justificados no por nosotros mismos ni por nuestra sabiduría o inteligencia ni por nuestra piedad ni por las obras que hayamos practicado con santidad de corazón, sino por la fe, por la cual Dios todopoderoso justificó a todos desde el principio; a él sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

¿Qué haremos, pues, hermanos? ¿Cesaremos en nuestras buenas obras y dejaremos de lado la caridad? No permita Dios tal cosa en nosotros, antes bien, con diligencia y fervor de espíritu, apresurémonos a practicar toda clase de obras buenas. El mismo Hacedor y Señor de todas las cosas se alegra por sus obras. Él, en efecto, con su máximo y supremo poder, estableció los cielos los embelleció con su sabiduría inconmensurable; él fue también quien separó la tierra firme del agua que la cubría por completo, y la afianzó sobre el cimiento inamovible de su propia voluntad; él, con sólo una orden de su voluntad, dio el ser a los animales que pueblan la tierra; él también, con su poder, encerró en el mar a los animales que en él habitan, después de haber hecho uno y otros.

Además de todo esto, con sus manos sagradas y puras, plasmó al más excelente de todos los seres vivos y al más elevado por la dignidad de su inteligencia, el hombre, en el que dejó la impronta de su imagen. Así, en efecto, dice Dios: «Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza». Y creó Dios al hombre; hombre y mujer los creó. Y, habiendo concluido todas sus obras, las halló buenas y las bendijo, diciendo: Creced, multiplicaos. Démonos cuenta, por tanto, de que todos los justos estuvieron colmados de buenas obras, y de que el mismo Señor se complació en sus obras. Teniendo semejante modelo, entreguémonos con diligencia al cumplimiento de su voluntad, pongamos todo nuestro esfuerzo en practicar el bien.

R/. El Señor es un Dios fuerte y fiel, que guarda la alianza y es leal con los que lo aman y cumplen sus mandamientos.

V/. A los que aman a Dios todo les sirve para el bien.

R/. Y cumplen sus mandamientos.


Oremos:


Muéstrate propicio, Señor, a los deseos y plegarias de tu pueblo; danos luz para conocer tu voluntad y la fuerza necesaria para cumplirla. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

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