Custodia

Custodia

Saludo

Bendición

jueves, 5 de enero de 2023

 


5 de enero, feria



V/. -Señor, Ábreme los labios.
R/. -Y mi boca proclamará tu alabanza.

Invitatorio

Salmo 94: Invitación a la alabanza divina

Ant: A Cristo, que por nosotros ha nacido, venid, adorémosle.

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

-se repite la antífona

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

-se repite la antífona

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

-se repite la antífona

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.

-se repite la antífona

Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
"Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso."»

-se repite la antífona

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: A Cristo, que por nosotros ha nacido, venid, adorémosle.

 
Himno

Entonad los aires
con voz celestial:
«Dios niño ha nacido
pobre en un portal.»

Anúnciale el ángel
la nueva al pastor,
que niño ha nacido
nuestro Salvador.

Adoran pastores
en sombras al Sol,
que niño ha nacido,
de una Virgen, Dios.

Haciéndose hombre,
al hombre salvó.
Un niño ha nacido,
ha nacido Dios. Amén.

Salmo 43 - I: Oración del pueblo en las calamidades

Ant: Nos diste, Señor, la victoria sobre el enemigo; por eso damos gracias a tu nombre.

Oh Dios, nuestros oídos lo oyeron,
nuestros padres nos lo han contado:
la obra que realizaste en sus días,
en los años remotos.

Tú mismo con tu mano desposeíste a los gentiles,
y los plantaste a ellos;
trituraste a las naciones,
y los hiciste crecer a ellos.

Porque no fue su espada la que ocupó la tierra,
ni su brazo el que les dió la victoria,
sino tu diestra y tu brazo y la luz de tu rostro,
porque tú lo amabas.

Mi rey y mi Dios eres tú,
que das la victoria a Jacob:
con tu auxilio embestimos al enemigo,
en tu nombre pisoteamos al agresor.

Pues yo no confío en mi arco,
ni mi espada me da la victoria;
tú nos das la victoria sobre el enemigo
y derrotas a nuestros adversarios.

Dios ha sido siempre nuestro orgullo,
y siempre damos gracias a tu nombre.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Nos diste, Señor, la victoria sobre el enemigo; por eso damos gracias a tu nombre.

Salmo 43 - II:

Ant: Perdónanos, Señor, y no entregues tu heredad al oprobio.

Ahora, en cambio, nos rechazas y nos avergüenzas,
y ya no sales, Señor, con nuestras tropas:
nos haces retroceder ante el enemigo,
y nuestro adversario nos saquea.

Nos entregas como ovejas a la matanza
y nos has dispersado por las naciones;
vendes a tu pueblo por nada,
no lo tasas muy alto.

Nos haces el escarnio de nuestros vecinos,
irrisión y burla de los que nos rodean;
nos has hecho el refrán de los gentiles,
nos hacen muecas las naciones.

Tengo siempre delante mi deshonra,
y la vergüenza me cubre la cara
al oír insultos e injurias,
al ver a mi rival y a mi enemigo.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Perdónanos, Señor, y no entregues tu heredad al oprobio.

Salmo 43 - III:

Ant: Levántate, Señor, y redímenos por tu misericordia.

Todo esto nos viene encima,
sin haberte olvidado
ni haber violado tu alianza,
sin que se volviera atrás nuestro corazón
ni se desviaran de tu camino nuestros pasos;
Y tú nos arrojaste a un lugar de chacales
y nos cubriste de tinieblas.

Si hubiéramos olvidado el nombre de nuestro Dios
y extendido las manos a un dios extraño,
el Señor lo habría averiguado,
pues él penetra los secretos del corazón.

Por tu causa nos degüellan cada día,
nos tratan como a ovejas de matanza.
Despierta, Señor, ¿por qué duermes?
Levántate, no nos rechaces más.
¿Por qué nos escondes tu rostro
y olvidas nuestra desgracia y opresión?

Nuestro aliento se hunde en el polvo,
nuestro vientre está pegado al suelo.
Levántate a socorrernos,
redímenos por tu misericordia.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Levántate, Señor, y redímenos por tu misericordia.

V/. La Palabra era la luz verdadera.

R/. Que alumbra a todo hombre.

Lectura

V/. La Palabra era la luz verdadera.

R/. Que alumbra a todo hombre.

Conclusión de la carta


Col 4,2-18

Hermanos: Sed constantes en la oración; que ella os mantenga en vela dando gracias a Dios. Rezad al mismo tiempo por nosotros, para que el Señor nos dé ocasión de predicar y de exponer el misterio de Cristo, por el que estoy en la cárcel; pedid que lo publique con el lenguaje que debo.

Con los de fuera proceded con sabiduría, aprovechando las ocasiones; vuestra conversación sea siempre agradable, con su pizca de sal, sabiendo cómo tratar con cada uno.

De todo lo que a mí se refiere os informará Tíquico, hermano querido, ministro fiel y compañero en el servicio del Señor; os lo mando precisamente para eso, para que sepáis de nosotros y os dé ánimos. Con él va Onésimo, fiel y querido hermano, que es uno de los vuestros; ellos os pondrán al corriente de todo lo que hay por aquí.

Os saluda Aristarco, que está preso conmigo, Marcos, el primo de Bernabé (ya tenéis instrucciones sobre él: en caso que vaya a visitaros, recibidlo), y también Jesús, por otro nombre Justo; éstos son los únicos judíos que trabajan conmigo por el reino de Dios, y han sido un alivio para mí. Os saluda vuestro Epafras, siervo de Cristo Jesús; con sus oraciones no cesa de luchar en favor vuestro para que os mantengáis cabales y convencidos, cualquiera que sea la voluntad de Dios. Yo soy testigo del mucho trabajo que se toma por vosotros y también por los de Laodicea y Hierápolis. Os saludan Lucas, el querido médico, y Dimas.

Saludad a los hermanos de Laodicea, a Ninfa y a la iglesia que se reúne en su casa. Cuando hayáis leído vosotros esta carta, haced que se lea también en la Iglesia de Laodicea, y la de allí leedla también vosotros. Decidle a Arquipo que considere el ministerio que el Señor le ha dado y que lo cumpla.

El saludo, de mi mano: Pablo. Acordaos de que estoy en la cárcel. La gracia esté con vosotros.

R/. Recemos los unos por los otros, para que el Señor nos dé ocasión de predicar. Y podamos exponer el misterio de Cristo.


V/. El Señor nos abra los labios, y nuestra boca proclame la alabanza de Dios.

R/. Y podamos exponer el misterio de Cristo.

L. Patrística

Seremos saciados con la visión de la Palabra
San Agustín

Sermón 194,3-4 (PL 38, 1016-1017)

¿Qué ser humano podría conocer todos los tesoros de sabiduría y de ciencia ocultos en Cristo y escondidos en la pobreza de su carne? Porque, siendo rico, se hizo pobre por vosotros, para enriqueceros con su pobreza. Pues cuando asumió la condición mortal y experimentó la muerte, se mostró pobre: pero prometió riquezas para más adelante, y no perdió las que le habían quitado.

¡Qué inmensidad la de su dulzura, que escondió para los que lo temen, y llevó a cabo para los que esperan en él!

Nuestro conocimientos son ahora parciales, hasta que se cumpla lo que es perfecto. Y para que nos hagamos capaces de alcanzarlo, él, que era igual al Padre en la forma de Dios, se hizo semejante a nosotros en la forma de siervo, para reformarnos a semejanza de Dios: y, convertido en hijo del hombre -él, que era único Hijo de Dios-, convirtió a muchos hijos de los hombres en hijos de Dios; y, habiendo alimentado a aquellos siervos con su forma visible de siervo, los hizo libres para que contemplasen la forma de Dios.

Pues ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es. Pues ¿para qué son aquellos tesoros de sabiduría y de ciencia, para qué sirven aquellas riquezas divinas sino para colmarnos? ¿Y para qué la inmensidad de aquella dulzura sino para saciarnos? Muéstranos al Padre y nos basta.

Y en algún salmo, uno de nosotros, o en nosotros, o por nosotros, le dice: Me saciaré cuando se manifieste tu gloria. Pues él y el Padre son una misma cosa: y quien lo ve a él ve también al Padre. De modo que el Señor, Dios de los ejércitos, él es el Rey de la gloria. Volviendo a nosotros, nos mostrará su rostro; y nos salvaremos y quedaremos saciados, y eso nos bastará.

Pero mientras eso no suceda, mientras no nos muestre lo que habrá de bastarnos, mientras no le bebamos como fuente de vida y nos saciemos, mientras tengamos que andar en la fe y peregrinemos lejos de él, mientras tenemos hambre y sed de justicia y anhelamos con inefable ardor la belleza de la forma de Dios, celebremos con devota obsequiosidad el nacimiento de la forma de siervo.

Si no podemos contemplar todavía al que fue engendrado por el Padre antes que el lucero de la mañana, tratemos de acercarnos al que nació de la Virgen en medio de la noche. No comprendemos aún que su nombre dura como el sol; reconozcamos que su tienda ha sido puesta en el sol.

Todavía no podemos contemplar al Único que permanece en su Padre; recordemos al Esposo que sale de su alcoba. Todavía no estamos preparados para el banquete de nuestro Padre; reconozcamos al menos el pesebre de nuestro Señor Jesucristo.


5 de enero, feria

1Jn 3,11-21: Hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a los hermanos.

Queridos hermanos: Este es el mensaje que habéis oído desde el principio: que nos amemos unos a otros. No seamos como Caín, que procedía del Maligno y asesinó a su hermano. ¿Y por qué lo asesinó? Porque sus obras eran malas, mientras que las de su hermano eran buenas. No os sorprenda, hermanos, que el mundo os odie; nosotros hemos pasado de la muerte a la vida: lo sabemos porque amamos a los hermanos. El que no ama permanece en la muerte. El que odia a su hermano es un homicida. Y sabéis que ningún homicida lleva en sí vida eterna. En esto hemos conocido el amor: en que él dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar nuestra vida por los hermanos. Pero si uno tiene de qué vivir y, viendo a su hermano en necesidad, le cierra sus entrañas, ¿cómo va a estar en él el amor de Dios? Hijos míos, no amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras. En esto conoceremos que somos de la verdad y tranquilizaremos nuestra conciencia ante él, en caso de que nos condene nuestra conciencia, pues Dios es mayor que nuestra conciencia y conoce todo. Queridos, si la conciencia no nos condena, tenemos plena confianza ante Dios.

Sal 99,1-5: Aclama al Señor, tierra entera.

Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con vítores.

Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.

Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre.

«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.»

Jn 1,43-51: Tú eres el Hijo de Dios, el Rey de Israel.

En aquel tiempo, determinó Jesús salir para Galilea; encuentra a Felipe y le dice:

- «Sígueme.»

Felipe era de Betsaida, ciudad de Andrés y de Pedro. Felipe encuentra a Natanael y le dice:

- «Aquel de quien escribieron Moisés en la Ley y los profetas, lo hemos encontrado: Jesús, hijo de José, de Nazaret.»

Natanael le replicó:

- «¿De Nazaret puede salir algo bueno?»

Felipe le contestó:

- «Ven y verás.»

Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él:

- «Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño.»

Natanael le contesta:

- «¿De qué me conoces?»

Jesús le responde:

- «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi.»

Natanael respondió:

- «Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel.»

Jesús le contestó:

- «¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores.»

Y le añadió:

- «Yo os aseguro: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre.»



Tiempo de Navidad
5 de enero

LA FE DE LOS MAGOS


— Firmeza en la fe. Vencer respetos humanos, comodidad, apego a los bienes, para buscar al Señor.

— Fe y docilidad en momentos de oscuridad y desorientación. Dejarse ayudar.

— Llegar hasta el Señor es lo único importante en nuestra vida.

I. Nacido Jesús en Belén de Judá en tiempos del rey Herodes, unos Magos llegaron de Oriente a Jerusalén1. Habían visto una estrella y, por una gracia especial de Dios, supieron que anunciaba el nacimiento del Mesías que el pueblo hebreo esperaba.

La ocupación de estos sabios –estudiar el firmamento– fue la circunstancia de la que se valió Dios para hacerles ver su voluntad: «Dios les llama por lo que a ellos les era más familiar y les muestra una estrella grande y maravillosa para que les llamara la atención por su misma grandeza y hermosura»2. ¿Cómo llegaron a saber con exactitud de qué se trataba? Lo ignoramos, pero ellos lo supieron y se pusieron en marcha; sin duda, recibieron una inspiración muy extraordinaria de Dios, que deseaba su presencia en Belén, como había anunciado Isaías: Levanta los ojos y mira en torno tuyo...; de lejos llegan tus hijos3. Serían los primeros de los que llegarían luego, en todos los tiempos, de todas partes. Y ellos fueron fieles a esta gracia.

Dejaron familia, comodidad y bienes. No les debió resultar fácil explicar el motivo del viaje. Y, probablemente sin hacer demasiados comentarios, tomaron lo mejor que tenían para llevarlo como ofrenda, y se pusieron en camino para adorar a Dios.

El viaje tuvo que ser largo y difícil. Pero se mantuvieron firmes en su camino.

Estos hombres decididos y sin respetos humanos nos enseñan lo que hemos de hacer para llegar hasta Jesús, dejando a un lado todo lo que pueda desviarnos o retrasarnos en nuestro camino. «Algunas veces puede detenernos –en lo que toca a seguir a Jesús hondamente, amorosamente– el miedo al qué dirán, el miedo a que nuestra conducta pueda ser prejuzgada de algún modo extremosa, como exagerada. Ya veis que estos personajes, que nos llenan de alegría las fiestas hogareñas, nos dan una lección de valentía y una lección de no tener en cuenta el respeto humano, que paraliza a muchos hombres que podían estar ya cerca de Cristo, viviendo con Él»4.

También nosotros hemos visto la estrella en la intimidad de nuestro corazón, que nos invita al desprendimiento de las cosas que nos atan y a vencer cualquier respeto humano que nos impida llegar a Jesús. «Considerad con qué finura nos invita el Señor. Se expresa con palabras humanas, como un enamorado: Yo te he llamado por tu nombre... Tú eres mío (Is 43, 1). Dios, que es la hermosura, la grandeza, la sabiduría, nos anuncia que somos suyos, que hemos sido escogidos como término de su amor infinito. Hace falta una recia vida de fe para no desvirtuar esta maravilla, que la Providencia divina pone en nuestras manos. Fe como la de los Reyes Magos: la convicción de que ni el desierto, ni las tempestades, ni la tranquilidad de los oasis nos impedirán llegar a la meta del Belén eterno: la vida definitiva con Dios»5.

Entre todos los hombres que contemplaron la estrella, solo estos Magos de Oriente descubren su significado profundo. Solo ellos entendieron que para los demás no sería más que un prodigio del firmamento. También es posible que otros recibieran la misma gracia especial de Dios y no correspondieran. ¡Qué tragedia la suya!

Pidamos con la Iglesia a Dios nuestro Padre: Tú, que iluminaste a los sabios de oriente y les encaminaste para que adoraran a tu Hijo, ilumina nuestra fe y acepta la ofrenda de nuestra oración6.

II. «Un camino de fe es un camino de sacrificio. La vocación cristiana no nos saca de nuestro sitio, pero exige que abandonemos todo lo que estorba al querer de Dios. La luz que se enciende es solo el principio; hemos de seguirla, si deseamos que esa claridad sea estrella, y luego sol»7.

Los Magos debieron pasar por malos caminos y dormir en lugares incómodos..., pero la estrella les indicaba el camino y les señalaba el sentido de sus vidas. La estrella alegra su caminar, y les recuerda en todo instante que vale la pena pasar cualquier incomodidad o peligro con tal de ver a Jesús. Esto es lo importante. Los sacrificios se llevan con garbo y alegría si el fin vale la pena.

Pero al llegar a Jerusalén se quedan sin la luz que les guía. La estrella desaparece y ellos se hallan desorientados. Entonces, ¿qué hacen? Preguntan a quien debe saberlo: ¿Dónde está el nacido rey de los judíos? Pues vimos su estrella en Oriente y venimos a adorarle8. Nosotros hemos de aprender de estos hombres sabios y santos. En ocasiones estamos a oscuras y desorientados, en vez de buscar la luz de la voluntad de Dios, vamos alumbrando nuestra vida con la luz de nuestros propios caprichos, que nos llevan quizá por sendas más fáciles. «Muchas veces en la vida vamos eligiendo no según la voluntad de Dios, sino según nuestro gusto y nuestro capricho, según nuestra comodidad y nuestra cobardía. No estamos acostumbrados a mirar a lo alto, hacia la estrella y, en cambio, tenemos la costumbre de alumbrarnos con nuestro propio candil, que es una pequeña luz, que es luz oscura, que es luz que (...) nos reduce a los límites de nuestro propio egoísmo»9.

Los Magos preguntan porque quieren seguir la luz que les da Dios, aunque les señale caminos empinados y difíciles. No quieren seguir la luz propia, que les conduciría por caminos en apariencia más suaves y tranquilos, pero en los que no encontrarían a Jesús. Ahora, que no tienen la estrella, ponen todos los medios a su alcance para llegar hasta la gruta de Belén. Porque llegar hasta Jesús es lo verdaderamente importante.

Toda nuestra vida es un camino hacia Jesús. Es un camino que andamos a la luz de la fe. Y la fe nos llevará, cuando sea preciso, a preguntar y a dejarnos guiar, a ser dóciles. «Pero los cristianos no tenemos necesidad de preguntar a Herodes o a los sabios de la tierra. Cristo ha dado a su Iglesia la seguridad de la doctrina, la corriente de gracia de los Sacramentos; y ha dispuesto que haya personas para orientar, para conducir, para traer a la memoria constantemente el camino (...).

»Permitidme un consejo: si alguna vez perdéis la claridad de la luz, recurrid siempre al buen pastor (...). Id al sacerdote que os atiende, al que sabe exigir de vosotros fe recia, finura de alma, verdadera fortaleza cristiana. En la Iglesia existe la más plena libertad para confesarse con cualquier sacerdote, que tenga las legítimas licencias; pero un cristiano de vida clara acudirá –¡libremente!– a aquel que conoce como buen pastor, que puede ayudarle a levantar la vista, para volver a ver en lo alto la estrella del Señor»10.

Los Magos volvieron a encontrar la estrella que les indicaba dónde estaba el Señor porque siguieron los consejos y las indicaciones de quienes en aquellos momentos habían sido puestos por Dios para señalarles el camino. Con mucha frecuencia la fe se nos concreta en docilidad, en esa muestra de humildad que es dejarse ayudar en la dirección espiritual, por quien sabemos es el buen pastor para nosotros en concreto.

III. La noticia que traían los Magos se propagó por Jerusalén, de puerta en puerta, de casa en casa. En muchos buenos israelitas se avivaría la esperanza del Mesías y se preguntarían si no habría llegado ya. Otros, como el mismo Herodes, a pesar de tener más cultura, mejores conocimientos, recibieron la noticia de muy diversa manera, porque no se hallaban interiormente dispuestos para recibir al nacido rey de los judíos.

Jesús, el mismo Niño nacido en Belén de Judea, pasa continuamente a nuestro lado; pasa como lo hizo una vez junto a los Magos o se cruzó por la vida de Herodes. Son dos posturas ante el Señor: aceptarle, y entonces es Suyo todo lo nuestro; o negarle, prescindiendo de Él, construyendo nuestra vida como si no existiera. También cabe la postura de combatirlo; esto hizo Herodes.

Nosotros, como los Magos, queremos llegar hasta Jesús, aunque tengamos que dejar las cosas que otros aprecian o, por seguir el camino que conduce hasta Belén, debamos sufrir algún contratiempo.

Cada propósito que hacemos de seguir a Cristo es como una luz pequeña que se enciende. El tiempo, la constancia a pesar de las dificultades, el recomenzar una y otra vez, transforma lo que se inició como algo pequeño y titubeante en una gran luz: claridad para otros que también andan buscando a Cristo. «Mientras los Magos estaban en Persia, no veían sino una estrella; pero cuando dejaron su patria, vieron al mismo Sol de justicia»11.

Hoy, en la víspera de esta gran fiesta de la Epifanía, nos podríamos preguntar en la intimidad de nuestro corazón: ¿Por qué a veces dejo que mi vida siga las luces oscuras de mi capricho, de mi temor, de mi comodidad? ¿Por qué no me acerco siempre a la luz del Evangelio, donde está mi estrella y mi futuro de felicidad? ¿Por qué no doy un paso adelante y abandono mi posible situación de medianía espiritual? Isaías nos dice que todos los hombres son llamados para venir desde lejos hasta encontrarse con el Salvador12. El Señor nos dice también –quizá alguno de nosotros no se sienta tan cerca espiritualmente de Jesús, como debe– que estamos invitados especialmente en este día. Pongámonos en camino. Con la liturgia de estos días13 pidamos al Señor que en nuestro caminar nos conceda tal firmeza en la fe, una fe tan sólida, que alcancemos los dones que nos tiene prometidos.

Muy cerca de Jesús, como siempre, vamos a encontrar a María.


R/. La vida se hizo visible, nosotros la hemos visto, y os anunciamos la vida eterna. Que estaba con el Padre y se nos manifestó.


V/. Sabemos que el Hijo de Dios ha venido y nos ha dado inteligencia para que conozcamos al Verdadero. Nosotros estamos en el Verdadero, en su Hijo Jesucristo. Éste es el Verdadero y la vida eterna.

R/. Que estaba con el Padre y se nos manifestó.


Salmo 79: Ven, Señor, a visitar tu viña

Ant: Despierta tu poder, Señor, y ven a salvarnos.

Pastor de Israel, escucha,
tú que guías a José como a un rebaño;
tú que te sientas sobre querubines, resplandece
ante Efraín, Benjamín y Manasés;
despierta tu poder y ven a salvarnos.

Oh Dios, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve.

Señor, Dios de los ejércitos,
¿hasta cuándo estarás airado
mientras tu pueblo te suplica?

Les diste a comer llanto,
a beber lágrimas a tragos;
nos entregaste a las contiendas de nuestros vecinos,
nuestros enemigos se burlan de nosotros.

Dios de los ejércitos, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve.

Sacaste una vid de Egipto,
expulsaste a los gentiles, y la trasplantaste;
le preparaste el terreno, y echó raíces
hasta llenar el país;

Su sombra cubría las montañas,
y sus pámpanos, los cedros altísimos;
extendió sus sarmientos hasta el mar,
y sus brotes hasta el Gran Río.

¿Por qué has derribado su cerca
para que la saqueen los viandantes,
la pisoteen los jabalíes
y se la coman las alimañas?

Dios de los ejércitos, vuélvete:
mira desde el cielo, fíjate,
ven a visitar tu viña,
la cepa que tu diestra plantó,
y que tú hiciste vigorosa.

La han talado y le han prendido fuego;
con un bramido hazlos perecer.
Que tu mano proteja a tu escogido,
al hombre que tú fortaleciste.
No nos alejaremos de ti:
danos vida, para que invoquemos tu nombre.

Señor, Dios de los ejércitos, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Despierta tu poder, Señor, y ven a salvarnos.

Isaías 12, 1-6: Acción de gracias del pueblo salvado

Ant: Anunciad a toda la tierra que el Señor hizo proezas.

Te doy gracias, Señor,
porque estabas airado contra mí,
pero ha cesado tu ira
y me has consolado.

Él es mi Dios y Salvador:
confiaré y no temeré,
porque mi fuerza y mi poder es el Señor,
él fue mi salvación.
Y sacaréis aguas con gozo
de las fuentes de la salvación.

Aquel día diréis:
«Dad gracias al Señor,
invocad su nombre,
contad a los pueblos sus hazañas,
proclamad que su nombre es excelso.

Tañed para el Señor, que hizo proezas,
anunciadlas a toda la tierra;
gritad jubilosos, habitantes de Sión:
"Qué grande es en medio de ti
el Santo de Israel."»

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Anunciad a toda la tierra que el Señor hizo proezas.

Salmo 80: Solemne renovación de la alianza

Ant: Aclamad a Dios, nuestra fuerza.

Aclamad a Dios, nuestra fuerza;
dad vítores al Dios de Jacob:

acompañad, tocad los panderos,
las cítaras templadas y las arpas;
tocad la trompeta por la luna nueva,
por la luna llena, que es nuestra fiesta.

Porque es una ley de Israel,
un precepto del Dios de Jacob,
una norma establecida para José
al salir de Egipto.

Oigo un lenguaje desconocido:
"Retiré sus hombros de la carga,
y sus manos dejaron la espuerta.

Clamaste en la aflicción, y te libré,
te respondí oculto entre los truenos,
te puse a prueba junto a la fuente de Meribá.

Escucha, pueblo mío, doy testimonio contra ti;
¡ojalá me escuchases Israel!

No tendrás un dios extraño,
no adorarás un dios extranjero;
yo soy el Señor, Dios tuyo,
que te saqué del país de Egipto;
abre la boca que te la llene."

Pero mi pueblo no escuchó mi voz,
Israel no quiso obedecer:
los entregué a su corazón obstinado,
para que anduviesen según sus antojos.

¡Ojalá me escuchase mi pueblo
y caminase Israel por mi camino!:
en un momento humillaría a sus enemigos
y volvería mi mano contra sus adversarios;

los que aborrecen al Señor te adularían,
y su suerte quedaría fijada;
te alimentaría con flor de harina,
te saciaría con miel silvestre.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Aclamad a Dios, nuestra fuerza.

Lectura

Sb 7,26-27

La Sabiduría es reflejo de la luz eterna, espejo nítido de la actividad de Dios e imagen de su bondad. Siendo una sola, todo lo puede; sin cambiar en nada, renueva el universo, y, entrando en las almas buenas de cada generación, va haciendo amigos y profetas.

V/. El Señor ha revelado, Aleluya. Aleluya.

R/. El Señor ha revelado, Aleluya. Aleluya.

V/. Su salvación.

R/. Aleluya. Aleluya.

V/. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo

R/. El Señor ha revelado, Aleluya. Aleluya.

Cántico Ev.

Ant: El Señor ha visitado y redimido a su pueblo.



Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: El Señor ha visitado y redimido a su pueblo.

Preces

Alabemos a Cristo, que se ha hecho para nosotros sabiduría, justicia, santificación y redención, y supliquémosle confiados, diciendo:

Que tu nacimiento, Señor, nos salve

- Rey del universo, a quien los pastores encontraron envuelto en pañales,
ayúdanos a imitar siempre tu pobreza y tu sencillez.


- Señor del cielo, que desde tu solio real bajaste a lo más humilde de la tierra,
enséñanos a honrar siempre a nuestros hermanos de condición más humilde.


- Oh Cristo, luz eterna, que al asumir nuestra carne no fuiste contaminado con nuestro pecado,
haz que tus fieles, al usar de los bienes de este mundo, no se vean embrutecidos por ellos.


- Esposo divino de la Iglesia, que eres para ella torre de fortaleza,
haz que todos tus fieles perseveren unidos a ella y en ella encuentren la salvación.

Como hijos que somos de Dios, dirijámonos a nuestro Padre con la oración que Cristo nos enseñó:

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre;

venga a nosotros tu reino;

hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día;

perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.

No nos dejes caer en la tentación,

y líbranos del mal.

Final

Señor, que has comenzado de modo admirable la obra de la redención de los hombres con el nacimiento de tu Hijo, concédenos, te rogamos, una fe tan sólida que, guiados por el mismo Jesucristo, podamos alcanzar los premios eternos que nos has prometido. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

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