Custodia

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Saludo

Bendición

lunes, 12 de diciembre de 2022

 




(se hace la señal de la cruz mientras se dice:)

V/. -Dios mío, ven en mi auxilio.
R/. -Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya

Himno

De luz nueva se viste la tierra,
porque el Sol que del cielo ha venido
en el seno feliz de la Virgen
de su carne se ha revestido.

El amor hizo nuevas las cosas,
el Espíritu ha descendido
y la sombra del que todo puede
en la Virgen su luz ha encendido.

Ya la tierra reclama su fruto
y de bodas se anuncia alegría,
el Señor que en los cielos habita
se hizo carne en la Virgen María.

Gloria a Dios, el Señor poderoso,
a su Hijo y Espíritu Santo,
que en su gracia y su amor nos bendijo
y a su reino nos ha destinado. Amén.

o bien:

Preparemos los caminos
-ya se acerca el Salvador-
y salgamos, peregrinos,
al encuentro del Señor.

Ven, Señor, a libertarnos,
ven, tu pueblo a redimir;
purifica nuestras vidas
y no tardes en venir.

El rocío de los cielos
sobre el mundo va a caer,
el Mesías prometido,
hecho niño, va a nacer.

De los montes la dulzura,
de los ríos leche y miel,
de la noche será aurora
la venida de Emmanuel.

Te esperamos anhelantes
y sabemos que vendrás;
deseamos ver tu rostro
y que vengas a reinar.

Consolaos y alegraos,
desterrados de Sión,
que ya viene, ya está cerca,
él es nuestra salvación.

Salmo 83: Añoranza del templo

Ant: Dichosos los que viven en tu casa, Señor.

¡Qué deseables son tus moradas,
Señor de los ejércitos!
Mi alma se consume y anhela
los atrios del Señor,
mi corazón y mi carne
retozan por el Dios vivo.

Hasta el gorrión ha encontrado una casa;
la golondrina, un nido
donde colocar sus polluelos:
tus altares, Señor de los ejércitos,
Rey mío y Dios mío.

Dichosos los que viven en tu casa,
alabándote siempre.
Dichosos los que encuentran en ti su fuerza
al preparar su peregrinación:

Cuando atraviesan áridos valles,
los convierten en oasis,
como si la lluvia temprana
los cubriera de bendiciones;
caminan de baluarte en baluarte
hasta ver a Dios en Sión.

Señor de los ejércitos, escucha mi súplica;
atiéndeme, Dios de Jacob.
Fíjate, oh Dios, en nuestro Escudo,
mira el rostro de tu Ungido.

Vale más un día en tus atrios
que mil en mi casa,
y prefiero el umbral de la casa de Dios
a vivir con los malvados.

Porque el Señor es sol y escudo,
él da la gracia y la gloria;
el Señor no niega sus bienes
a los de conducta intachable.

¡Señor de los ejércitos, dichoso el hombre
que confía en ti!

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Dichosos los que viven en tu casa, Señor.

Isaías 2, 2-5: El monte de la casa del Señor en la cima de los montes

Ant: Venid, subamos al monte del Señor.

Al final de los días estará firme
el monte de la casa del Señor,
en la cima de los montes,
encumbrado sobre las montañas.

Hacia él confluirán los gentiles,
caminarán pueblos numerosos.
Dirán: «Venid, subamos al monte del Señor,
a la casa del Dios de Jacob:

Él nos instruirá en sus caminos
y marcharemos por sus sendas;
porque de Sión saldrá la ley,
de Jerusalén, la palabra del Señor».

Será el árbitro de las naciones,
el juez de pueblos numerosos.

De las espadas forjarán arados,
de las lanzas, podaderas.
No alzará la espada pueblo contra pueblo,
no se adiestrarán para la guerra.

Casa de Jacob, ven,
caminemos a la luz del Señor.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Venid, subamos al monte del Señor.

Salmo 95: El Señor, rey y juez del mundo

Ant: Cantad al Señor, bendecid su nombre.

Cantad al Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor, toda la tierra;
cantad al Señor, bendecid su nombre,
proclamad día tras día su victoria.

Contad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones;
porque es grande el Señor, y muy digno de alabanza,
más temible que todos los dioses.

Pues los dioses de los gentiles son apariencia,
mientras que el Señor ha hecho el cielo;
honor y majestad lo preceden,
fuerza y esplendor están en su templo.

Familias de los pueblos, aclamad al Señor,
aclamad la gloria y el poder del Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor,
entrad en sus atrios trayéndole ofrendas.

Postraos ante el Señor en el atrio sagrado,
tiemble en su presencia la tierra toda;
decid a los pueblos: «el Señor es rey,
él afianzó el orbe, y no se moverá;
él gobierna a los pueblos rectamente».

Alégrese el cielo, goce la tierra,
retumbe el mar y cuanto lo llena;
vitoreen los campos y cuanto hay en ellos,
aclamen los árboles del bosque,

delante del Señor, que ya llega,
ya llega a regir la tierra:
regirá el orbe con justicia
y los pueblos con fidelidad.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Cantad al Señor, bendecid su nombre.

Lecturas

Is 2,3

Venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob. Él nos instruirá en sus caminos y marcharemos por sus sendas; porque de Sión saldrá la ley, de Jerusalén, la palabra del Señor.

Lunes, III semana de Adviento, feria

Nm 24,2-7.15-17a: Avanza la constelación de Jacob.

En aquellos días, Balaán, tendiendo la vista, divisó a Israel acampado por tribus. El espíritu de Dios vino sobre él, y entonó sus versos:

«Oráculo, de Balaán, hijo de Beor,

oráculo del hombre de ojos perfectos;

oráculo del que escucha palabras de Dios,

que contempla visiones del Poderoso,

en éxtasis, con los ojos abiertos:

¡Qué bellas las tiendas de Jacob

y las moradas de Israel!

Como vegas dilatadas,

como jardines junto al río,

como áloes que plantó el Señor

o cedros junto a la corriente;

el agua fluye de sus cubos,

y con el agua se multiplica su simiente.

Su rey es más alto que Agag,

y su reino descuella.»

Y entonó sus versos:

«Oráculo de Balaán,

hijo de Beor,

oráculo del hombre de ojos perfectos;

oráculo del que escucha palabras de Dios

y conoce los planes del Altísimo,

que contempla visiones del Poderoso,

en éxtasis, con los ojos abiertos:

Lo veo, pero no es ahora,

lo contemplo, pero no será pronto:

Avanza la constelación de Jacob,

y sube el cetro de 1srael.»

Sal 24,4-5ab.6-7bc.8-9: Señor, instrúyeme en tus sendas.

Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas:
haz que camine con lealtad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador.

Recuerda, Señor, que tu ternura
y tu misericordia son eternas;
acuérdate de mí con misericordia,
por tu bondad, Señor.

El Señor es bueno y es recto,
enseña el camino a los pecadores;
hace caminar a los humilles con rectitud,
enseña su camino a los humildes.

Mt 21,23-27: El bautismo de Juan, ¿de dónde venía?

En aquel tiempo, Jesús llegó al templo y, mientras enseñaba, se le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo para preguntarle:

- «¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te ha dado semejante autoridad?»

Jesús les replicó:

- «Os voy a hacer yo también una pregunta; si me la contestáis, os diré yo también con qué autoridad hago esto. El bautismo de Juan ¿de dónde venía, del cielo o de. los hombres?»

Ellos se pusieron a deliberar:

- «Si decimos "del cielo", nos dirá: "¿Por qué no le habéis creído?" Si le decimos "de los hombres", tememos a la gente; porque todos tienen a Juan por profeta.»

Y respondieron a Jesús:

-«No sabemos.»

Él, por su parte, les dijo:

- «Pues tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto.»



12 de diciembre

NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE*


Memoria

— La aparición de la Virgen a Juan Diego.

— Nuestra Señora precede a todo apostolado y prepara las almas.

— La nueva evangelización. El Señor cuenta con nosotros. No desaprovechar las ocasiones.

I. La devoción a la Virgen de Guadalupe en México tiene su origen en los comienzos de su evangelización, cuando los creyentes eran aún muy pocos. Nuestra Señora se apareció en aquellos primeros años a un indio campesino, Juan Diego, y lo envió al Obispo del lugar para manifestarle el deseo de tener un templo dedicado a Ella en una colina próxima, llamada Tepeyac. Le dijo la Virgen en la primera aparición: «en este santuario le daré a las gentes todo mi amor personal, mi mirada compasiva, mi auxilio, mi salvación: porque Yo, en verdad, soy vuestra Madre compasiva, tuya y de todos los hombres... Allí les escucharé su llanto, su tristeza, para remediar, para curar todas sus diferentes penas, sus miserias, sus dolores»1.

El Obispo del lugar, antes de acceder a esta petición, pidió una señal. Y Juan Diego, por encargo de la Señora de los Cielos, fue a cortar un ramo de rosas, en el mes de diciembre, sobre la árida colina, a más de dos mil metros de altura. Habiendo encontrado, con la consiguiente sorpresa, las rosas, las llevó al Obispo. Juan Diego extendió su blanca tilma, en cuyo hueco había colocado las flores. Y cuando cayeron en el suelo «apareció de repente la Amada Imagen de la Virgen Santa María, Madre de Dios, en la forma y figura que ahora se encuentra»2. Esa imagen de Nuestra Señora de Guadalupe quedó impresa en la rústica tilma del indio, tejida con fibras vegetales. Representa a la Virgen como una joven mujer de rostro moreno, rodeada por una luz radiante.

María dijo a Juan Diego, y lo repite a todos los cristianos: «¿No estoy Yo aquí, que soy tu Madre? ¿No estás bajo mi sombra? ¿No estás por ventura en mi regazo?». ¿Por qué hemos de temer, si Ella es Madre de Jesús y Madre de los hombres?

Con la aparición de María en el cerro del Tepeyac comenzó en todo el antiguo territorio azteca un movimiento excepcional de conversiones, que se extendió a toda América Centro-Meridional y llegó hasta el lejano archipiélago de Filipinas. «La Virgen de Guadalupe sigue siendo aún hoy el gran signo de la cercanía de Cristo, al invitar a todos los hombres a entrar en comunión con Él, para tener acceso al Padre. Al mismo tiempo, María es la voz que invita a los hombres a la comunión entre ellos...»3. La Virgen ha ido siempre por delante en la evangelización de los pueblos. No se entiende el apostolado sin María. Por eso, cuando el Papa, Vicario de Cristo en la tierra, pide a los fieles la recristianización de Europa y del mundo acudimos a Ella para que «indique a la Iglesia los caminos mejores que hay que recorrer para realizar una nueva evangelización, Le imploramos la gracia de servir a esta causa sublime con renovado espíritu misionero»4. Le suplicamos que nos señale a nosotros el modo de acercar a nuestros amigos a Dios y que Ella misma prepare sus almas para recibir la gracia.

II. «Virgen de Guadalupe, Madre de las Américas... mira cuán grande es la mies, e intercede junto al Señor para que infunda hambre de santidad en todo el Pueblo de Dios...»5, que los fieles «caminen por los senderos de una intensa vida cristiana, de amor y de humilde servicio a Dios y a las almas»6. Solo así –con una intensa vida cristiana, con amor y deseos de servir– podremos llevar a cabo esa nueva evangelización en todo el mundo, empezando por los más cercanos. ¡Cuánta mies sin brazos que la recojan!, gentes hambrientas de la verdad que no tienen quienes se la enseñen, personas de todo tipo y condición que desearían acercarse a Dios y no encuentran el camino. Cada uno de nosotros debe ser un indicador claro que señale, con el ejemplo y con la palabra, el camino derecho que, a través de María, termina en Cristo.

De Europa partió la primera llamarada que encendió la fe en el continente americano. ¡Cuántos hombres y mujeres, de razas tan diversas, han encontrado la puerta del Cielo, por la fe heroica y sacrificada de aquellos primeros evangelizadores! La Virgen les fue abriendo camino y, a pesar de las dificultades, con tesón, paciencia y sentido sobrenatural enseñaron por todas partes los misterios más profundos de la fe. «Ahora nos encontramos en una Europa en la que se hace cada vez más fuerte la tentación del ateísmo y del escepticismo; en la que arraiga una penosa incertidumbre moral con la disgregación de la familia y la degeneración de las costumbres; en la que domina un peligroso conflicto de ideas y movimientos»7. De estos países que fueron profundamente cristianos, algunos dan la impresión de estar en camino de volver al paganismo del que fueron sacados, muchas veces con la sangre del martirio y siempre con la ayuda eficaz de la Virgen. Toda una civilización cimentada sobre ideas cristianas parece encontrarse sin recursos para reaccionar. Y desde estas naciones, de donde salió en otros tiempos la luz de la fe para propalarse por todo el mundo, desgraciadamente «se envía al mundo entero la cizaña de un nuevo paganismo»8.

Los cristianos seguimos siendo fermento en medio del mundo. La fuerza de la levadura no ha perdido su vigor en estos veinte siglos, porque es sobrenatural y es siempre joven, nueva y eficaz. Por eso nosotros no nos quedaremos parados, como si nada pudiéramos hacer o como si las dimensiones del mal pudieran ahogar la pequeña simiente que somos cada uno de los que queremos seguir a Cristo. Si los primeros que llevaron la fe a tantos lugares se hubieran quedado paralizados ante la tarea ingente que se les presentaba, si solo hubieran confiado en sus fuerzas humanas, nada habrían llevado a cabo. El Señor nos alienta continuamente a no quedar rezagados en esta labor, que se presenta «fascinadora desde el punto sobrenatural y humano»9. Pensemos hoy ante Nuestra Señora de Guadalupe, una vez más, qué estamos haciendo a nuestro alrededor: el interés por acercar a Cristo a nuestros familiares y amigos, si aprovechamos todas las ocasiones, sin dejar ninguna, para hablar con valentía de la fe que llevamos en el corazón, si nos tomamos en serio nuestra propia formación, de la que depende la formación de otros, si prestamos nuestro tiempo, siempre escaso, en catequesis o en otras obras buenas, si colaboramos también económicamente en el sostenimiento de alguna tarea que tenga como fin la mejora sobrenatural y humana de las personas. No nos debe detener el pensar que en ocasiones es poco lo que tenemos a nuestro alcance, en medio de un trabajo profesional que llena el día y aún le faltan horas. Dios multiplica ese poco; y, además, muchos pocos cambian un país entero.

III. Id por todo el mundo; predicad el Evangelio a todas las criaturas10. Estas palabras del Señor son actuales en cada época y en todo tiempo, y no excluyen a ningún pueblo o civilización, a ninguna persona. Los Apóstoles recibieron este mandato de Jesucristo, y ahora lo recibimos nosotros. En un mundo que muchas veces se muestra como pagano en sus costumbres y modos de pensar, «se impone a los cristianos la dulcísima obligación de trabajar para que el mensaje divino de la revelación sea conocido por todos los hombres de cualquier lugar de la tierra»11. Contamos con la asistencia siempre eficaz del Señor: Yo estaré con vosotros hasta la consumación de los siglos12.

Dios actúa directamente en el alma de cada persona por medio de la gracia, pero es voluntad del Señor, afirmada en muchos pasajes del Evangelio, que los hombres sean instrumento o vehículo de salvación para los demás hombres. Id, pues, a los caminos, y a cuantos encontréis llamadlos a las bodas13. Y comenta San Juan Crisóstomo: «Son caminos también todos los conocimientos humanos, como los de la filosofía, los de la milicia, y otros por el estilo. Dijo, pues: id a la salida de todos los caminos, para que llamen a la fe a todos los hombres, cualquiera que sea su condición»14. Los mismos viajes, de negocios o de descanso, son ocasiones que Dios pone muchas veces a nuestro alcance para dar a conocer a Cristo15. También los lazos familiares, la enfermedad, una visita de cortesía a casa de unos amigos, una felicitación de Navidad, una carta a un periódico... «Son innumerables las ocasiones que tienen los seglares para ejercitar el apostolado de la evangelización y de la santificación»16. Nosotros, cada uno, tendríamos que decir con Santa Teresa de Lisieux: «No podré descansar hasta el fin del mundo mientras haya almas que salvar»17. ¿Y cómo vamos a descansar, si además esas almas están en el mismo hogar, en el mismo trabajo, en la misma Facultad, en el vecindario? Hemos de pedir a la Virgen el deseo vivo y eficaz de ser almas valientes, audaces, atrevidas para sembrar el bien, procurando, sin respetos humanos, que no haya rincones de la sociedad en los que no se conozca a Cristo18. Es preciso desterrar el pesimismo de pensar que no se puede hacer nada, como si hubiera una predeterminación hacia el mal. Con la gracia del Señor, seremos como la piedra caída en el lago, que produce una onda, y esta otra más grande19, y no para hasta el fin de los tiempos. El Señor da una eficacia sobrenatural a nuestras palabras y obras que nosotros desconocemos la mayor parte de las veces.

Hoy pedimos a Nuestra Señora la Virgen de Guadalupe que se muestre como Madre compasiva con nosotros, que nos haga anunciadores del Evangelio, que sepamos comprender a todos, participando de sus gozos y esperanzas, de todo lo que inquieta su vida, para que, siendo muy humanos, podamos elevar a nuestros amigos al plano sobrenatural de la fe. «¡Reina de los Apóstoles! Acepta nuestra prontitud para servir sin reserva a la causa de tu Hijo, la causa del Evangelio y la causa de la paz, basada sobre la justicia y el amor entre los hombres y entre los pueblos».

El día 9 de diciembre de 1531 se apareció la Virgen María a un indio llamado Juan Diego, en el cerro de Tepeyac, cerca de la ciudad de México, manifestándole sus deseos de que allí fuese erigido un templo. Después de sanar milagrosamente al indio Bernardino, tío de Juan Diego, el 12 de diciembre, cuando, por mandato de la Virgen, llevaba al Prelado unas flores, al dejarlas caer de su tilma, la imagen de la Señora apareció grabada en esa prenda, que se venera en la actualidad en el Santuario Basílica de Guadalupe, en México. Era la señal que había pedido el Obispo Juan de Zumárraga, que levantó una capilla en 1553.

Existen diversos documentos que testifican los hechos acaecidos. El más antiguo es el que recoge la declaración de un testigo presencial de la entrevista entre Zumárraga y Juan Diego, Se conserva en la Biblioteca Nacional de México.


Adviento. 3ª semana. Lunes

LIMPIEZA DE CORAZÓN


— La Navidad nos llama a una mayor pureza interior. Frutos de la pureza de corazón. Los actos internos.

— La guarda del corazón.

— Los limpios de corazón verán a Dios ya en esta vida, y con plenitud en la vida eterna.

I. Cielos, destilad el rocío; nubes, derramad la victoria. Ábrase la tierra y brote la salvación1.

La Navidad es una luz en la noche, y esta luz no se extinguirá jamás. Todo el que mire hacia Belén podrá contemplar a Jesús Niño, acompañado de María y de José; todo el que mire con corazón puro, porque Dios solo se manifiesta a los limpios de corazón2.

La Navidad es una llamada a la pureza interior. Muchos hombres quizá no vean nada cuando llegue esta fiesta, porque están ciegos para lo esencial: tienen el corazón lleno de cosas materiales o de suciedad y de miseria. La impureza de corazón es la que provoca la insensibilidad para las cosas de Dios, y también para muchas cosas humanas rectas, entre ellas la compasión por las desgracias de los hombres.

De un corazón puro nace la alegría, una mirada penetrante para lo divino, la confianza en Dios, el arrepentimiento sincero, el conocimiento de nosotros mismos y de nuestros pecados, la verdadera humildad, y un gran amor a Dios y a los demás.

En cierta ocasión, unos escribas y fariseos preguntaron a Jesús: ¿Por qué motivo tus discípulos incumplen la tradición de los antiguos no lavándose las manos cuando comen? El Señor aprovecha para hacerles ver que ellos descuidan preceptos importantísimos. Y les dice: ¡Hipócritas! Con razón profetizó de vosotros Isaías diciendo: Este pueblo me honra con los labios; pero su corazón está lejos de mí3.

Jesús convocó entonces al pueblo, porque va a declarar algo importante. No se trata de una interpretación más de un punto de la Ley, sino de algo fundamental. El Señor señala lo que verdaderamente hace a una persona pura o impura ante Dios.

Y llamando al pueblo les dijo: —Escuchadme y atended. Lo que entra por la boca no es lo que mancha al hombre, sino lo que sale de la boca, eso es lo que mancha al hombre4. Y un poco más tarde explicará aparte a sus discípulos: Lo que sale de la boca, sale del corazón, y eso es lo que mancha al hombre; porque del corazón es de donde salen los malos pensamientos, los homicidios, adulterios, fornicaciones, hurtos, falsos testimonios, blasfemias; estas cosas sí que manchan al hombre, pero comer sin lavarse las manos, eso no le mancha5. Lo que sale de la boca, del corazón sale. El hombre entero queda manchado por lo que ocurre en su corazón: malos deseos, despropósitos, envidias, rencores... Los mismos pecados externos que nombra el Señor, antes que en la misma acción externa, se han cometido ya en el interior del hombre. Ahí es donde se ama o se ofende a Dios.

A veces, sin embargo, la acción externa aumenta la bondad o la malicia del acto interno, por una mayor intensidad en la voluntariedad, por la ejemplaridad o escándalo que se siguen de dicha acción, por los bienes o daños causados al prójimo, etcétera. Pero es el interior del hombre lo que hay que conservar sano y limpio, y todo lo demás será puro y agradable a Dios.

El Señor llama bienaventurados y felices a quienes guardan su corazón. Y esta es tarea de cada día.

II. Guarda tu corazón, porque de él procede la vida6, dice el Libro de los Proverbios; y también proceden de él, la alegría y la paz, y la capacidad de amar, y la de hacer apostolado... ¡Con qué cuidado hemos de guardar el corazón! Porque, por otra parte, el corazón tiende a apegarse desordenadamente a personas y cosas.

Entre todos los fines de nuestra vida uno solo es verdaderamente necesario: llegar hasta la meta que Dios nos ha propuesto; alcanzar el Cielo, habiendo realizado nuestra propia vocación. Con tal de alcanzarlo, hay que estar dispuesto a perder cualquier cosa, a apartar todo lo que se interponga en el camino. Todo debe ser medio para alcanzar a Dios; y, si en vez de ser medio es un obstáculo, entonces habremos de rectificarlo o quitarlo. Las palabras del Señor son claras: Si tu ojo derecho te escandaliza, arráncatelo y tíralo... Y si tu mano derecha te escandaliza, córtala y arrójala de ti; porque más te vale que se pierda uno de tus miembros que no que todo el cuerpo sea arrojado al infierno7.

Con la expresión ojo derecho y mano derecha expresa el Señor lo que en un momento dado puede presentarse como algo muy estimado y valioso. Sin embargo, la santidad, la salvación –la propia y la del prójimo– es lo primero.

«Si tu ojo derecho te escandalizare..., ¡arráncalo y tíralo lejos! —¡Pobre corazón, que es el que te escandaliza!

»Apriétalo, estrújalo entre tus manos: no le des consuelos. —Y, lleno de una noble compasión, cuando los pida, dile despacio, como en confidencia: “Corazón, ¡corazón en la Cruz!, ¡corazón en la Cruz!”»8.

Las cosas que habremos de quitar o cortar en nuestra vida pueden ser de naturaleza muy diversa. Unas veces pueden ser cosas buenas en sí mismas, pero que se tornan desordenadas por egoísmo o falta de rectitud de intención.

Muchas veces no se tratará de cosas importantes, sino de pequeños caprichos, faltas habituales de templanza, falta de dominio del carácter, excesiva preocupación por las cosas materiales, etcétera. Cosas que hay que cortar y tirar, porque, casi siempre, son esos detalles que parecen pequeños los que dejan al alma sumida en la mediocridad. «Mira –dice San Agustín– cómo el agua del mar se filtra por las rendijas del casco y poco a poco llena las bodegas del barco, y, si no se la saca, sumerge la nave... Imitad a los navegantes: sus manos no cesan hasta secar el hondón del barco; no cesen las vuestras de obrar el bien. Sin embargo, a pesar de todo, volverá a llenarse otra vez el fondo de la nave, porque persisten las rendijas de la flaqueza humana; y de nuevo será necesario achicar el agua»9. Esos obstáculos y tendencias que no se arrancan de una sola vez, sino que exigen una disposición de lucha alegre, nos ayudan, en gran medida, a ser más humildes.

El amor a la Confesión frecuente y el examen diario de conciencia nos ayudan a mantener el alma más limpia y dispuesta para contemplar a Jesús en la gruta de Belén, a pesar de nuestras patentes flaquezas diarias.

III. Los limpios de corazón verán a Dios. «Con toda razón se promete a los limpios de corazón la bienaventuranza de la visión divina. Nunca una vida manchada podrá contemplar el esplendor de la luz verdadera, pues aquello mismo que constituirá el gozo de las almas limpias será el castigo de las que estén manchadas»10.

Si está limpio el corazón sabremos reconocer a Cristo en la intimidad de la oración, en medio del trabajo, en los acontecimientos de nuestra vida ordinaria. Él vive y sigue actuando en nosotros. Un cristiano que busca al Señor con sinceridad, lo encuentra; porque es el mismo Señor quien nos busca.

Si faltara pureza interior, los signos más claros no nos dirán nada y los interpretaríamos torcidamente, como hicieron los fariseos, e incluso podrían escandalizarnos. Las buenas disposiciones son necesarias para ver a Dios y las obras de Dios en el mundo.

La contemplación de Dios en esta vida nos obliga dichosamente a vivir hacia dentro, a guardar los sentidos, a no dejar las pequeñas mortificaciones que cada día ofrecemos al Señor. Este recogimiento interior es compatible con el trabajo intenso y con las relaciones sociales de una persona que ha de vivir en medio del mundo.

«¿Cómo va ese corazón? —No te me inquietes: los santos –que eran seres conformados y normales, como tú y como yo– sentían también esas “naturales” inclinaciones. Y si no las hubieran sentido, su reacción “sobrenatural” de guardar su corazón –alma y cuerpo– para Dios, en vez de entregarlo a una criatura, poco mérito habría tenido.

»Por eso, visto el camino, creo que la flaqueza del corazón no debe ser obstáculo para un alma decidida y “bien enamorada”»11.

Esta vida contemplativa está al alcance de todo cristiano, pero es necesaria una decisión firme y seria de buscar a Dios en todas las cosas, de purificarse y de reparar por las faltas y pecados cometidos. Es siempre una gracia de Dios, que no niega a quien la pide con humildad. Es un don para pedir especialmente durante el Adviento.

Después, si hemos sido fieles, vendrá el conocimiento perfecto de Dios, inmediato, claro y total, siempre dentro de las posibilidades de la naturaleza creada y finita del hombre. Lo veremos cuando llegue el fin, quizá para nosotros dentro de poco tiempo. Conoceremos a Dios como Él nos conoce a nosotros, directamente y cara a cara: Sabemos que, cuando aparezca, seremos semejantes a Él, porque le veremos tal cual es12. El hombre podrá entonces mirar a Dios, sin cegarse y sin morir. Podremos contemplar a Dios, a quien hemos procurado servir toda nuestra vida.

Contemplaremos a Dios Padre, a Dios Hijo y a Dios Espíritu Santo. Y, muy cerca de la Trinidad Beatísima, a Santa María, Hija de Dios Padre, Madre de Dios Hijo, Esposa de Dios Espíritu Santo.

V/. Sobre ti, Jerusalén, amanecerá el Señor.

R/. Sobre ti, Jerusalén, amanecerá el Señor.

V/. Su gloria aparecerá sobre ti.

R/. Amanecerá el Señor.

V/. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo

R/. Sobre ti, Jerusalén, amanecerá el Señor.

Cántico Ev.

Ant: Vendrá del cielo el Señor de los ejércitos; en su mano, el honor y el imperio.



Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Vendrá del cielo el Señor de los ejércitos; en su mano, el honor y el imperio.

Preces

El Señor Jesucristo, Luz de Luz e Hijo de Dios vivo, nos sacará de las tinieblas en que nos encontramos, para que podamos contemplar su gloria; acudamos, pues, a él y digámosle confiadamente:

Ven, Señor Jesús

- Oh Luz indestructible que vienes a iluminar nuestras tinieblas,
despierta nuestra fe aletargada.


- Haz que andemos con seguridad durante el día,
guiados por el resplandor de tu claridad.


- Concédenos la mansedumbre en todo tiempo,
y haz que sea notoria a todos los hombres.


- Ven a crear la nueva tierra que anhelamos
en la que habite la justicia y la paz.

Llenos de alegría por nuestra condición de hijos de Dios, digamos confiadamente:

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre;

venga a nosotros tu reino;

hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día;

perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.

No nos dejes caer en la tentación,

y líbranos del mal.

Final

Escucha nuestra súplica, Señor, e ilumina las tinieblas de nuestro espíritu con la gracia de la venida de tu Hijo. Que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

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