Custodia

Custodia

Saludo

Bendición

sábado, 24 de diciembre de 2022

 


24 de diciembre, feria


V/. -Señor, Ábreme los labios.
R/. -Y mi boca proclamará tu alabanza.

Invitatorio

Salmo 94: Invitación a la alabanza divina

Ant: Hoy sabréis que viene el Señor, y mañana contemplaréis su gloria.

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

-se repite la antífona

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

-se repite la antífona

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

-se repite la antífona

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.

-se repite la antífona

Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
"Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso."»

-se repite la antífona

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Hoy sabréis que viene el Señor, y mañana contemplaréis su gloria.

 
Himno

Ya muy cercano, Emmanuel,
hoy te presiente Israel,
que en triste exilio vive ahora
y redención de ti implora.

Ven ya, del cielo resplandor,
Sabiduría del Señor,
pues con tu luz, que el mundo ansía,
nos llegará nueva alegría.

Llegando estás, Dios y Señor,
del Sinaí legislador,
que la ley santa promulgaste
y tu poder allí mostraste.

Ven, Vara santa de Jesé,
contigo el pueblo a lo que fue
volver espera, pues aún gime
bajo el cruel yugo que lo oprime.

Ven, Llave de David, que al fin
el cielo abriste al hombre ruin
que hoy puede andar libre su vía,
con la esperanza del gran día.

Aurora tú eres que, al nacer,
nos trae nuevo amanecer,
y, con tu luz, viva esperanza
el corazón del hombre alcanza.

Rey de la gloria, tu poder
al enemigo ha de vencer,
y, al ayudar nuestra flaqueza,
se manifiesta tu grandeza. Amén.

 77,40-72 - IV: Bondad de Dios e infidelidad del pueblo a través de la historia de la salvación

Ant: El Señor los rescató de la opresión.

¡Qué rebeldes fueron en el desierto,
enojando a Dios en la estepa!
Volvían a tentar a Dios,
a irritar al santo de Israel,
sin acordarse de aquella mano
que un día los rescató de la opresión:

cuando hizo prodigios en Egipto,
portentos en el campo de Soán;
cuando convirtió en sangre los canales
y los arroyos, para que no bebieran;

cuando les mandó tábanos que les picasen,
y ranas que los hostigasen;
cuando entregó a la langosta sus cosechas,
y al saltamontes el fruto de sus sudores;

cuando aplastó con granizo sus viñedos,
y con escarcha sus higueras;
cuando entregó sus ganados al pedrisco,
y al rayo sus rebaños;

cuando lanzó contra ellos el incendio de su ira,
su cólera, su furor, su indignación
y, despachando a los siniestros mensajeros,
dio curso libre a su ira:

no los salvó de la muerte,
entregó sus vidas a la peste;
cuando hirió a los primogénitos de Egipto,
a las primicias de la virilidad en las tiendas de Cam.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: El Señor los rescató de la opresión.

Salmo 77,40-72 - V:

Ant: Los hizo llegar el Señor hasta el monte que su diestra había adquirido.

Sacó como un rebaño a su pueblo,
los guió como un hato por el desierto,
los condujo seguros, sin alarmas,
mientras el mar cubría a sus enemigos;

los hizo entrar por las santas fronteras,
hasta el monte que su diestra había adquirido;
ante ellos rechazó a las naciones,
les asignó por suerte su heredad:
instaló en sus tiendas a las tribus de Israel.

Pero ellos tentaron al Dios Altísimo y se rebelaron,
negándose a guardar sus preceptos;
desertaron y traicionaron como sus padres,
fallaron como un arco engañoso;
con sus altozanos lo irritaban,
con sus ídolos provocaban sus celos.

Dios los oyó y se indignó,
y rechazó totalmente a Israel;
abandonó su morada de Silo,
la tienda en que habitaba con los hombres;

abandonó sus valientes al cautiverio,
su orgullo a las manos enemigas;
entregó su pueblo a la espada,
encolerizado contra su heredad;

el fuego devoraba a los jóvenes,
y las novias ya no tenían cantos;
los sacerdotes caían a espada,
y sus viudas no los lloraban.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Los hizo llegar el Señor hasta el monte que su diestra había adquirido.

Salmo 77,40-72 - VI:

Ant: Escogió a la tribu de Judá y eligió a David, su siervo, para pastorear a Israel, su heredad.

Pero el Señor se despertó como de un sueño,
como un soldado vencido por el vino:
hirió al enemigo en la espalda,
infligiéndole una derrota perdurable.

Repudió las tiendas de José,
no escogió la tribu de Efraín;
escogió la tribu de Judá
y el monte Sión, su preferido.
Construyó su santuario como el cielo,
como a la tierra lo cimentó para siempre.

Escogió a David, su siervo,
lo sacó de los apriscos del rebaño;
de andar tras las ovejas, lo llevó
a pastorear a su pueblo, Jacob,
a Israel, su heredad.

Los pastoreó con corazón íntegro,
los guiaba con mano inteligente.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Escogió a la tribu de Judá y eligió a David, su siervo, para pastorear a Israel, su heredad.

V/. El Señor anuncia su palabra a Jacob.

R/. Sus decretos y mandatos a Israel.

Lectura

V/. El Señor anuncia su palabra a Jacob.

R/. Sus decretos y mandatos a Israel.

Se anuncia a Jerusalén la Buena Nueva


Is 51,17-52,2.7-10

¡Espabílate, espabílate, ponte en pie, Jerusalén!, que bebiste de la mano del Señor la copa de su ira, y apuraste hasta el fondo el cuenco del vértigo. Entre los hijos que engendró, no hay quien la guíe; entre los hijos que crió, no hay quien la lleve de la mano.

Esos dos males te han sucedido, ¿quién te compadece? Ruina y destrucción, hambre y espada, ¿quién te consuela? Tus hijos yacen desfallecidos en las encrucijadas, como antílope en la red, repletos de la ira del Señor, de la amenaza de tu Dios.

Por tanto, escúchalo, desgraciada; borracha, y no de vino. Así dice el Señor, tu Dios, defensor de su pueblo:

«Mira, yo quito de tu mano la copa del vértigo, no volverás a beber del cuenco de mi ira; lo pondré en las manos de tus verdugos, que decían a tu cuello: "Dóblate, que pasemos encima"; y presentaste la espalda como suelo, como calzada para los transeúntes.»

¡Despierta, despierta, vístete de tu fuerza, Sión, vístete el traje de gala, Jerusalén, santa ciudad!, porque no volverán a entrar en ti incircuncisos ni impuros. Sacúdete el polvo, ponte en pie, Jerusalén cautiva; desata las correas de tu cuello, Sión cautiva.

¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la Buena Nueva, que pregona la victoria, que dice a Sión: «Tu Dios es rey»! Escucha: tus vigías gritan, cantan a coro, porque ven cara a cara al Señor, que vuelve a Sión.

Romped a cantar a coro, ruinas de Jerusalén, que el Señor consuela a su pueblo, rescata a Jerusalén: el Señor desnuda su santo brazo a la vista de todas las naciones, y verán los confines de la tierra la victoria de nuestro Dios.

R/. Purificaos, pueblo de Israel, dice el Señor; pues mañana bajará el Señor. Y desviará de vosotros la enfermedad.


V/. Mañana quedará borrada la maldad de la tierra, y será nuestro rey el Salvador del mundo.

R/. Y desviará de vosotros la enfermedad.

L. Patrística

La fidelidad brota de la tierra y la justicia mira desde el cielo
San Agustín

Sermón 185

Despiértate: Dios se ha hecho hombre por ti. Despierta, tú que duermes, levántate de entre los muertos, y Cristo será tu luz. Por ti precisamente, Dios se ha hecho hombre.

Hubieses muerto para siempre, si él no hubiera nacido en el tiempo. Nunca te hubieses visto libre de la carne del pecado, si él no hubiera aceptado la semejanza de la carne del pecado. Una inacabable miseria se hubiera apoderado ti, si no se hubiera llevado a cabo esta misericordia. Nunca hubieras vuelto a la vida, si él no hubiera venido al encuentro de tu muerte. Te hubieras derrumbado, si no te hubiera ayudado. Hubieras perecido, si él no hubiera venido.

Celebremos con alegría el advenimiento de nuestra salvación y redención. Celebremos el día afortunado en el que quien era el inmenso y eterno día, que procedía del inmenso y eterno día, descendió hasta este día nuestro tan breve v temporal. Este se convirtió para nosotros en justicia, santificación y redención: y así -como dice la Escritura-: El que se gloríe, que se gloríe en el Señor.

Pues la verdad brota de la tierra: Cristo, que dijo: Yo soy la verdad, nació de una virgen. Y la justicia mira desde el cielo: puesto que, al creer en el que ha nacido, el hombre no se ha encontrado justificado por sí mismo, sino por Dios.

La verdad brota de la tierra: porque la Palabra se hizo carne. Y la justicia mira desde el cielo: porque todo beneficio y todo don perfecto viene de arriba. La verdad brota de la tierra: la carne, de María. Y la justicia mira desde el cielo: porque el hombre no puede recibir nada, si no se lo dan desde el cielo.

Ya que hemos recibido la justificación por la fe, estamos en paz con Dios, porque la justicia y la paz se besan. Por medio de nuestro Señor Jesucristo, porque la verdad brota de la tierra. Por él hemos obtenido con la fe el acceso a esta gracia en que estamos: y nos gloriamos apoyados en la esperanza de alcanzar la gloria de Dios. No dice: «Nuestra gloria», sino: La gloria de Dios; porque la justicia no procede de nosotros, sino que mira desde el cielo. Por tanto, el que se gloríe, que se gloríe en el Señor, y no en sí mismo.

Por eso, después que la Virgen dio a luz al Señor, el pregón de las voces angélicas fue así: Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor. ¿Por qué la paz en la tierra, sino porque la verdad brota de la tierra, o sea, Cristo ha nacido de la carne? Y él es nuestra paz; él ha hecho de los dos pueblos una sola cosa: para que fuésemos hombres que ama el Señor, unidos suavemente con vínculos de unidad.

Alegrémonos, por tanto, con esta gracia, para que el testimonio de nuestra conciencia constituya nuestra gloria: y no nos gloriemos en nosotros mismos, sino en Dios. Por eso se ha dicho: Tú eres mi gloria, tú mantienes alto mi cabeza. ¿Pues qué gracia de Dios pudo brillar más intensamente para nosotros que ésta: teniendo un Hijo unigénito, hacerlo hijo del hombre, para, a su vez, hacer al hijo del hombre hijo de Dios? Busca méritos, busca justicia, busca motivos; y a ver si encuentras algo que no sea gracia.

24 de diciembre, feria

Misa diurna, último día del tiempo de Adviento:
2S 7,1-5.8b-12.14a.16: El reino de David durará por siempre en la presencia del Señor.

Cuando el rey David se estableció en su palacio, y el Señor le dio la paz con todos los enemigos que le rodeaban, el rey dijo al profeta Natán:

- Mira, yo estoy viviendo en casa de cedro, mientras el arca del Señor vive en una tienda.

Natán respondió al rey:

- Ve y haz cuanto piensas, pues el Señor está contigo.

Pero aquella noche recibió Natán la siguiente palabra del Señor:

- Ve y dile a mi siervo David: "Así dice el Señor: ¿Eres tú quien me va a construir una casa para que habite en ella? Yo te saqué de los apriscos, de andar tras las ovejas, para que fueras jefe de mi pueblo Israel. Yo estaré contigo en todas tus empresas, acabaré con tus enemigos, te haré famoso como a los más famosos de la tierra. Daré un puesto a Israel, mi pueblo, lo plantaré para que viva en él sin sobresaltos, y en adelante no permitiré que los malvados lo aflijan como antes, cuando nombré jueces para gobernar a mi pueblo Israel. Te pondré en paz con todos tus enemigos, y, además, el Señor te comunica que te dará una dinastía. Y, cuando tus días se hayan cumplido y te acuestes con tus padres, afirmaré después de ti la descendencia que saldrá de tus entrañas, y consolidaré su realeza. Yo seré para él padre, y él será para mí hijo. Tu casa y tu reino durarán por siempre en mí presencia; tu trono permanecerá por siempre".

Sal 88,2-3.4-5.27.29: Cantaré eternamente tus misericordias, Señor.

Cantaré eternamente las misericordias del Señor,
anunciaré tu fidelidad por todas las edades.
Porque dije: «Tu misericordia es un edificio eterno,
más que el cielo has afianzado tu fidelidad.»

Sellé una alianza con mi elegido,
jurando a David, mi siervo:
«Te fundaré un linaje perpetuo,
edificaré tu trono para todas las edades.»

Él me invocará: «Tú eres mi padre,
mi Dios, mi Roca salvadora.»
Le mantendré eternamente mi favor,
y mi alianza con él será estable.

Lc 1,67-79: Nos visitará el sol que nace de lo alto.

En aquel tiempo, Zacarías, padre de Juan, lleno del Espíritu Santo, profetizó diciendo:

«Bendito sea el Señor, Dios de Israel,

porque ha visitado y redimido a su pueblo,

suscitándonos una fuerza de salvación

en la casa de David, su siervo,

según lo había predicho desde antiguo

por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos

y de la mano de todos los que nos odian;

realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres,

recordando su santa alianza

y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor,

arrancados de la mano de los enemigos,

le sirvamos con santidad y justicia,

en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,

porque irás delante del Señor a preparar sus caminos,

anunciando a su pueblo la salvación,

el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de Dios,

nos visitará el sol que nace de lo alto,

para iluminar a los que viven en tinieblas

y en la sombra de muerte,

para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.»




Adviento. 24 de diciembre

ESPERANDO A JESÚS


— María. Recogimiento. Espíritu de oración.

— Nuestra oración. Aprender a tratar a Jesús. Necesidad de la oración.

— Humildad. Trato con Jesús. Jaculatorias. Acudir a San José, maestro de vida interior.

I. Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el Sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos en el camino de la paz1. Jesús es el Sol que ilumina nuestra existencia. Todo lo nuestro, si queremos que tenga sentido, ha de hacer referencia a Él.

De modo muy especial y extraordinario, la vida de la Virgen está centrada en Jesús. Lo está singularmente en esta víspera del nacimiento de su Hijo. Apenas podemos imaginar el recogimiento de su alma.

Así estuvo siempre, y así debemos aprender a estar nosotros, ¡tan dispersos y tan distraídos por cosas que carecen de importancia! Una sola cosa es verdaderamente importante en nuestra vida: Jesús, y cuanto a Él se refiere.

María guardaba todas estas cosas ponderándolas en su corazón2su madre guardaba estas cosas en su corazón3. Por dos veces el Evangelista hace referencia a esta actitud de la Virgen frente a los acontecimientos que iban ocurriendo.

La Virgen conserva y medita. Sabe de ese recogimiento interior en el que es posible valorar y guardar los acontecimientos, grandes y pequeños, de su vida. En su intimidad, enriquecida por la plenitud de gracia, reina aquella armonía primitiva en la que el hombre fue creado. Ningún lugar mejor para guardar y ponderar esa acción divina excepcional en el mundo de la que Ella es testigo.

Después del pecado original, el alma pierde el dominio de los sentidos y la orientación natural hacia las cosas de Dios. En la Virgen no fue así; en nosotros, sí. En Ella, por haber sido preservada de la mancha original, todo era armonía, como en los comienzos. Es más, estaba embellecida por la presencia, del todo singular y extraordinaria, de la Santísima Trinidad en su alma.

María está siempre en oración, porque todo lo hace en referencia a su Hijo: cuando habla a Jesús, hace oración (eso es la oración, «hablar con Dios»), y cada vez que le mira (también eso es oración, mirar con fe a Jesús Sacramentado, realmente presente en el Sagrario), y cuando le pide o le sonríe (¡tantas veces!), o cuando pensaba en Él. Su vida estuvo determinada por Jesús, y a Él se orientaban permanentemente sus sentimientos.

Su recogimiento interior fue constante. Su oración se fundía con su misma vida, con el trabajo y la atención a los demás. Su silencio interior era riqueza, y plenitud, y contemplación.

Nosotros le pedimos hoy que nos dé este recogimiento interior necesario para ver y tratar a Dios, muy cercano también a nuestras vidas.

II. Hoy sabréis que viene el Señor, y mañana contemplaréis su gloria4.

La Virgen nos alienta en esta víspera del Nacimiento de su Hijo a no dejar jamás la oración, el trato con el Señor. Sin oración estamos perdidos, y con ella somos fuertes y sacamos adelante nuestras tareas.

Entre otras muchas razones, «debemos orar también porque somos frágiles y culpables. Es preciso reconocer humilde y realmente que somos pobres criaturas, con ideas confusas (...), frágiles y débiles, con necesidad continua de fuerza interior y de consuelo. La oración da fuerzas para los grandes ideales, para mantener la fe, la caridad, la pureza, la generosidad; la oración da ánimo para salir de la indiferencia y de la culpa, si por desgracia se ha cedido a la tentación y a la debilidad; la oración da luz para ver y juzgar los sucesos de la propia vida y de la misma historia desde la perspectiva de Dios y desde la eternidad. Por esto, ¡no dejéis de orar! ¡No pase un día sin que hayáis orado un poco! ¡La oración es un deber, pero también es una alegría, porque es un diálogo con Dios por medio de Jesucristo!»5.

Hemos de aprender a tratar cada vez mejor al Señor a través de la oración mental –esos ratos, como ahora, que dedicamos a hablarle calladamente de nuestros asuntos, a darle gracias, a pedirle ayuda..., ¡a estar con Él!– y mediante la oración vocal, quizá también con oraciones aprendidas cuando éramos pequeños. No encontraremos a lo largo de nuestra vida a nadie que nos escuche con tanto interés y con tanta atención como Jesús; nadie ha tomado nunca tan en serio nuestras palabras como Él. Nos mira, nos atiende, nos escucha con extremado interés cuando hacemos nuestra oración.

La oración es siempre enriquecedora. Incluso en ese diálogo «mudo» ante el Sagrario en el que no decimos palabras: basta mirar y sentirse mirado. ¡Qué diferencia de la frecuente palabrería de muchos hombres, que nada dicen porque nada tienen que comunicar! De la abundancia del corazón habla la boca. Si el corazón está vacío, ¿qué podrán decir las palabras? Y si está enfermo de envidia, de sensualidad, ¿qué contenido tendrá el diálogo? De la oración, sin embargo, salimos siempre con más luz, con más alegría, con más fuerza. Poder hacer oración es uno de los dones más grandes del hombre: ¡hablar y ser escuchado por su Creador! ¡Hablar con Él y llamarle Amigo!

En la oración hemos de hablar al Señor con toda sencillez. «Pensar y entender lo que hablamos y con quién hablamos, y quiénes somos los que osamos hablar con tan gran Señor, pensar esto y otras cosas semejantes de lo poco que le habemos servido y lo mucho que estamos obligados a servir, es oración mental; no penséis que es otra algarabía ni os espante el nombre»6.

Algunos pueden pensar que la oración es extraordinariamente difícil de hacer, o que es para personas especiales. En el Santo Evangelio podemos ver una gran variedad de tipos humanos que se dirigen al Señor con confianza: Nicodemo, Bartimeo, los niños, con quienes el Señor se goza especialmente, una madre, un padre que tiene un hijo enfermo, un ladrón, los Magos, Ana, Simeón, los amigos de Betania... Todos ellos, y nosotros ahora, hablamos con Dios.

III. En la oración, es importante la perseverancia y las buenas disposiciones: entre ellas, la fe y la humildad. No podemos llegar a la oración como el fariseo de aquella parábola dirigida a algunos que confiaban en sí mismos y despreciaban a los demás7. El fariseo, quedándose de pie, oraba para sus adentros: Oh Dios, te doy las gracias porque no soy como los demás hombres, ladrones... Ayuno dos veces por semana... Enseguida nos damos cuenta de que el fariseo ha entrado al Templo sin amor. Él es el centro de sus pensamientos y el objeto de su propia estimación. Y, en consecuencia, en vez de alabar a Dios se alaba a sí mismo. No hay amor en su oración, no hay tampoco caridad; no hay humildad. No necesita a Dios.

Por el contrario, podemos aprender mucho de la oración del publicano, humilde, atenta –con la mente fija en la persona con quien hablamos–, confiada. Procurando que no sea monólogo en el que nos damos vueltas a nosotros mismos, recordando situaciones sin referirlas a Dios, o dejando incontrolada la imaginación, etcétera.

El fariseo, por falta de humildad, se marchó del Templo sin haber hecho oración. Hasta en eso se puso de manifiesto su oculta soberbia.

El Señor nos pide sencillez, que reconozcamos nuestras faltas, y le hablemos de nuestros asuntos y de los suyos. «Me has escrito: “orar es hablar con Dios. Pero, ¿de qué?”—¿De qué? De Él, de ti: alegrías, tristezas, éxitos y fracasos, ambiciones nobles, preocupaciones diarias..., ¡flaquezas!: y hacimientos de gracias y peticiones: y Amor y desagravio.

»En dos palabras: conocerle y conocerte: “tratarse”»8.

«Et in meditatione mea exardescit ignis —Y, en mi meditación se enciende el fuego. —A eso vas a la oración: a hacerte una hoguera, lumbre viva, que dé calor y luz.

»Por eso, cuando no sepas ir adelante, cuando sientas que te apagas, si no puedes echar en el fuego troncos olorosos, echa las ramas y la hojarasca de pequeñas oraciones vocales, de jaculatorias, que sigan alimentando la hoguera. —Y habrás aprovechado el tiempo»9.

Sobre todo al principio, y a veces por temporadas, nos ayudará el servirnos de un libro, como el cojo se sirve de sus muletas, para ir adelante en nuestra oración. Así hicieron también muchos santos. «Si no era acabando de comulgar, jamás osaba comenzar a tener oración sin libro; que tanto temía mi alma estar sin él en oración, como si con mucha gente fuera a pelear. Con este remedio, que era como una compañía o escudo en que había de recibir los golpes de los muchos pensamientos, andaba consolada»10.

Habitualmente, nuestra oración debe concluir en precisos propósitos de mejora. Preguntaremos con sinceridad al Señor: ¿qué deseas de mí en este asunto concreto que he estado considerando?, ¿cómo puedo mejorar yo ahora en esta virtud?, ¿qué debo proponerme de cara a los próximos meses para cumplir tu Voluntad?

Ninguna persona de este mundo ha sabido tratar a Jesús como su Madre y, después de su Madre, San José, quien debió pasar largas horas mirándole, hablando con Él, tratándolo con toda sencillez y veneración. Por esto, «quien no hallare maestro que le enseñe oración, tome este glorioso Santo por maestro y no errará en el camino»11.

Al terminar nuestra oración contemplamos a José muy cerca de María, lleno de atenciones y de delicadezas hacia Ella. Jesús va a nacer. Él ha preparado lo mejor que ha podido aquella gruta. Le pedimos nosotros que nos ayude a preparar nuestra alma, a no estar dispersos y distraídos cuando tenemos tan cerca a Jesús.


R/. Brotará un renuevo del tronco de Jesé, y de su raíz florecerá un vástago. La justicia será cinturón de sus lomos, y la lealtad, cinturón de sus caderas.


V/. Sobre él se posará el espíritu del Señor: espíritu de prudencia y sabiduría, espíritu de consejo y valentía.

R/. La justicia será cinturón de sus lomos, y la lealtad, cinturón de sus caderas.

Salmo 91: Alabanza del Dios creador

Ant: Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres ni mucho menos la última de las ciudades de Judá; pues de ti saldrá un jefe que será el pastor de mi pueblo Israel.

Es bueno dar gracias al Señor
y tocar para tu nombre, oh Altísimo,
proclamar por la mañana tu misericordia
y de noche tu fidelidad,
con arpas de diez cuerdas y laúdes,
sobre arpegios de cítaras.

Tus acciones, Señor, son mi alegría,
y mi júbilo, las obras de tus manos.
¡Qué magníficas son tus obras, Señor,
qué profundos tus designios!
El ignorante no los entiende
ni el necio se da cuenta.

Aunque germinen como hierba los malvados
y florezcan los malhechores,
serán destruidos para siempre.
Tú, en cambio, Señor,
eres excelso por los siglos.

Porque tus enemigos, Señor, perecerán,
los malhechores serán dispersados;
pero a mí me das la fuerza de un búfalo
y me unges con aceite nuevo.
Mis ojos despreciarán a mis enemigos,
mis oídos escucharán su derrota.

El justo crecerá como una palmera,
se alzará como un cedro del Líbano:
plantado en la casa del Señor,
crecerá en los atrios de nuestro Dios;

en la vejez seguirá dando fruto
y estará lozano y frondoso,
para proclamar que el Señor es justo,
que en mi Roca no existe la maldad.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres ni mucho menos la última de las ciudades de Judá; pues de ti saldrá un jefe que será el pastor de mi pueblo Israel.

Ezequiel 36, 24-28: Dios renovará a su pueblo

Ant: Levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación.

Os recogeré de entre las naciones,
os reuniré de todos los países,
y os llevaré a vuestra tierra.

Derramaré sobre vosotros un agua pura
que os purificará:
de todas vuestras inmundicias e idolatrías
os he de purificar;
y os daré un corazón nuevo,
y os infundiré un espíritu nuevo;
arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra,
y os daré un corazón de carne.

Os infundiré mi espíritu,
y haré que caminéis según mis preceptos,
y que guardéis y cumpláis mis mandatos.

Y habitaréis en la tierra que di a vuestros padres.
Vosotros seréis mi pueblo,
y yo seré vuestro Dios.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación.

Salmo 8: Las maravillas de la creación

Ant: «Mañana será el día de vuestra salvación», dice el Señor de los ejércitos.

Señor, dueño nuestro,
¡qué admirable es tu nombre
en toda la tierra!

Ensalzaste tu majestad sobre los cielos.
De la boca de los niños de pecho
has sacado una alabanza contra tus enemigos,
para reprimir al adversario y al rebelde.

Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos,
la luna y las estrellas que has creado,
¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él,
el ser humano, para darle poder?

Lo hiciste poco inferior a los ángeles,
lo coronaste de gloria y dignidad,
le diste el mando sobre las obras de tus manos,
todo lo sometiste bajo sus pies:

rebaños de ovejas y toros,
y hasta las bestias del campo,
las aves del cielo, los peces del mar,
que trazan sendas por el mar.

Señor, dueño nuestro,
¡qué admirable es tu nombre,
en toda la tierra!

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: «Mañana será el día de vuestra salvación», dice el Señor de los ejércitos.

Lectura

Is 11,1-3a

Brotará un renuevo del tronco de Jesé, y de su raíz florecerá un vástago. Sobre él se posará el espíritu del Señor: espíritu de prudencia y sabiduría, espíritu de consejo y valentía, espíritu de ciencia y temor del Señor. Le inspirará el temor del Señor.

V/. Mañana quedará borrada la iniquidad de la tierra.

R/. Mañana quedará borrada la iniquidad de la tierra.

V/. Y sobre nosotros reinará el Salvador del mundo.

R/. Quedará borrada la iniquidad de la tierra.

V/. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo

R/. Mañana quedará borrada la iniquidad de la tierra.

Cántico Ev.

Ant: A María le llegó el tiempo de dar a luz a su Hijo primogénito.



Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: A María le llegó el tiempo de dar a luz a su Hijo primogénito.

Preces

Oremos, hermanos, con todo nuestro espíritu a Cristo redentor, que vendrá con gran poder y gloria, y digámosle:

Ven, Señor Jesús

- Señor Jesucristo, que vendrás con poder desde el cielo,
mira nuestra pequeñez y haznos dignos de tus dones.


- Tú, que viniste a anunciar la Buena Noticia a los hombres,
danos fuerza para que también nosotros anunciemos el Evangelio a nuestros hermanos.


- Tú que desde el trono del Padre todo lo gobiernas,
haz que aguardemos con alegría la dicha que esperamos, tu aparición gloriosa.


- Consuela, Señor, con los dones de tu divinidad,
a los que anhelamos la gracia de tu venida.

Como hijos que somos de Dios, dirijámonos a nuestro Padre con la oración que Cristo nos enseñó:

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre;

venga a nosotros tu reino;

hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día;

perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.

No nos dejes caer en la tentación,

y líbranos del mal.

Final

Apresúrate, Señor Jesús, y no tardes, para que tu venida consuele y fortalezca a los que esperan todo de tu amor. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo y eres Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario