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jueves, 29 de septiembre de 2022

 Francisco Fernández-CarvajalHablar con Dios



29 de septiembre (I)

SAN MIGUEL ARCÁNGEL*


Fiesta

— La misión de los Ángeles. Los tres Arcángeles a los que la Iglesia honra de manera particular.

— El Arcángel San Miguel. Su ayuda en la lucha contra el diablo.

— Pedir a este Santo Arcángel su continua protección sobre la Iglesia.

I. Leemos en el Evangelio de la Misa estas palabras de Jesús: Yo os aseguro: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del Hombre1. Son los ángeles que continuamente alaban a Dios, y «toman parte, a su manera, en el gobierno de Dios sobre la creación como poderosos ejecutores de sus órdenes (Sal 102), según el plan establecido por la Divina Providencia. A los ángeles está confiado en particular un cuidado y solicitud especiales para con los hombres, en favor de los cuales presentan a Dios sus peticiones y oraciones»2. La misión de los ángeles como embajadores de Dios se extiende a cada uno de los hombres, y de modo principal a quienes tienen una misión específica en orden a la salvación (por ejemplo, los sacerdotes), y a las naciones enteras3. Todos los días, a todas las horas, en el mundo entero, «en el corazón de la Santa Misa», se apela a los Ángeles y a los Arcángeles para cantar la gloria de Dios.

Hoy resulta particularmente oportuno considerar que la Iglesia honra en su liturgia «a tres figuras de ángeles a los que en la Sagrada Escritura se les llama con un nombre. El primero es Miguel Arcángel (cfr. Dan 10, 13. 20; Apoc 12, 7; Jd 9). Su nombre expresa en síntesis la actitud esencial de los espíritus buenos. Mica-El significa, en efecto: ¿Quién como Dios?». El segundo es Gabriel, «figura vinculada sobre todo al misterio de la Encarnación del Hijo de Dios (cfr. Lc 1, 19; 26). Su nombre significa: Mi poder es Dios, o Poder de Dios». Por último, Rafael «significa: Dios sana»4. Meditando sobre su misión comprendemos la enseñanza contenida en la Carta a los Hebreos: ¿No son todos ellos espíritus administradores, enviados para servicio y en favor de los que han de heredar la salud?5.

Su existencia y su cercanía en nuestros quehaceres de todos los días nos mueven a pedir con la Liturgia de la Misa: Oh Dios, que con admirable sabiduría distribuyes los ministerios de los ángeles y los hombres, te pedimos que nuestra vida esté siempre protegida en la tierra por aquellos que te asisten continuamente en el Cielo6. A nuestros Ángeles Custodios, cuya fiesta celebraremos dentro de pocos días, y a los Santos Arcángeles debemos incontables ayudas diarias. Son una muestra palpable del amor que nuestro Padre Dios tiene hacia sus hijos. ¿Acudimos a ellos frecuentemente en medio de nuestros trabajos diarios? ¿Les tratamos con confianza, pidiéndoles que nos ayuden a servir a Dios y que nos protejan en nuestra lucha diaria? ¿Nos sentimos seguros con su compañía a lo largo del día, y especialmente cuando llega la tribulación o cuando estamos en trance de perder la serenidad y la paz de los hijos de Dios?

II. Leemos en la Primera lectura de la Misa: Y se entabló un gran combate en el cielo: Miguel y sus ángeles lucharon contra el dragón. También lucharon el dragón y sus ángeles, pero no prevalecieron, ni hubo ya para ellos un lugar en el cielo. Fue arrojado aquel dragón, la serpiente antigua, llamado Diablo y Satanás, que seduce a todo el universo. Fue arrojado a la tierra y también fueron arrojados sus ángeles con él7.

Los Santos Padres interpretan estos versículos del Apocalipsis como testimonio de la lucha entre Miguel y el diablo cuando fueron sometidos a prueba los espíritus angélicos. Bajo esta luz entendieron también la lucha que Satanás sostiene contra la Iglesia a lo largo de los siglos y que se radicalizará al final de los tiempos8.

Según tradiciones judías seguidas por algunos Padres de la Iglesia, el demonio fue una criatura angélica que se convirtió en enemiga de Dios al no aceptar la dignidad concedida al hombre9. Entonces el diablo y sus seguidores fueron arrojados a la tierra, y desde entonces no cesan de tentar al hombre para que, pecando, se vea también privado de la gloria de Dios. En el Antiguo Testamento10 se presenta al Arcángel San Miguel como aquel que, de parte de Dios, defiende al pueblo elegido. La lucha constante contra el demonio, que intenta sacar partido de cada situación, y que «caracteriza la figura del Arcángel Miguel, es actual también hoy, porque el demonio está todavía vivo y operante en la tierra»11. Es más: «hay épocas en las que la existencia del mal entre los hombres se hace singularmente evidente en el mundo (...). Se tiene la impresión de que el hombre actual no quiere ver ese problema. Hace todo lo posible por eliminar de la conciencia general la existencia de esos dominadores de este mundo tenebroso, esos astutos ataques del diablo de los que habla la Carta a los Efesios. Con todo, hay épocas históricas en las que esa verdad de la revelación y de la fe cristiana, que tanto cuesta aceptar, se expresa con gran fuerza y se percibe casi palpable»12.

Esa actuación del diablo en la sociedad y en las personas, que a veces se expresa con gran fuerza y se percibe de forma casi palpable, ha llevado a la Iglesia a invocar a San Miguel como guardián en las adversidades y contra las asechanzas del demonio: Manda, Señor, en ayuda de tu pueblo al gran Arcángel Miguel, para que nos sintamos protegidos en nuestras luchas contra Satanás y sus ángeles13. Asechanzas reales y terribles, que tratan de aniquilar la vida de Cristo en las almas, si no contáramos con la gracia divina y la ayuda de los ángeles y de Nuestra Madre del Cielo.

La festividad de hoy nos recuerda, además, «que al comenzar la Creación, brotó esta primerísima adoración de la profundidad espiritual de los seres angélicos, sumergiéndose, con todo su ser, en la realidad del Quién como Dios: Miguel y sus ángeles (Apoc 12, 7). Al mismo tiempo, esta lectura del libro del Apocalipsis nos hace tomar conciencia de que a esta adoración, a esta primerísima afirmación de la majestad del Creador se contrapuso una negación. Frente a esa orientación llena de amor de Dios (¡quién como Dios!) estalló una plenitud de odio en rebelión contra Él»14, que todavía parece sentirse en el mundo de mil formas diversas. Cuando más se haga presente a nuestro alrededor esa falta de servicio amoroso a Dios y a los demás por Dios, nos recordará a nosotros los cristianos que hemos de amarle y servirle con todo nuestro ser, sin esperar nada a cambio. Serviam! Señor, te serviré, le diremos en la intimidad de nuestro corazón muchas veces, y haremos realidad esta oración en tantas ocasiones como se nos presentan a lo largo del día. Aprovechemos la fiesta de hoy para decir a Jesús: Jesús, no tengo otra ambición que la de servirte.

III. Cristo es el verdadero vencedor del pecado, del demonio y de la muerte. Y en Él vencemos siempre; nos presta frecuentemente su ayuda a través de los ángeles y de los santos. Ahora es el juicio de este mundo decía Jesús refiriéndose a los últimos acontecimientos de su vida aquí en la tierra, ahora el príncipe de este mundo va a ser arrojado fuera. Y Yo, cuando sea levantado en alto, atraeré a todos a Mí15. Y ante lo que cuentan los discípulos de que en Su nombre son sometidos los demonios, el Señor exclama: Veía Yo a Satanás caer del cielo como un rayo16.

Sin embargo, el triunfo de los cristianos sobre el demonio no tendrá lugar hasta el fin de los tiempos. Por eso, San Pedro, después de exhortar a los primeros cristianos a la más plena confianza en Dios Descargad en Él, les dice, todas vuestras preocupaciones, porque El cuida de vosotros, les llama vivamente la atención para que estén vigilantes: Sed sobrios y vigilad, pues vuestro adversario el diablo, como león rugiente, ronda buscando a quien devorar17. Y comenta San Cipriano: «Anda alrededor de cada uno de nosotros, como un enemigo que tiene sitiada una plaza y explora las murallas y examina si hay alguna parte débil y poco segura por donde penetrar»18. Quizá recordaba el Apóstol, mientras escribía estas recomendaciones, aquellas palabras del Maestro: Simón, Simón, he aquí que Satanás os ha reclamado para cribaros como el trigo. Pero Yo he rogado por ti para que no desfallezca tu fe...19.

El gran triunfo del demonio en nuestros días consiste quizá en que muchos, o lo han olvidado, o bien piensan que son creencias de otras épocas menos avanzadas culturalmente. No lo olvidemos nosotros, pues su acción misteriosa en la vida del mundo y de las personas es bien real y efectiva. Acudamos con frecuencia a San Miguel Arcángel. El Papa Juan Pablo II, en ese discurso que hemos citado, varias veces volvía a recitar, en nombre de toda la Iglesia, una antigua oración a este Santo Arcángel: Arcángel San Miguel, defiéndenos en la lucha, sé nuestro amparo contra la maldad y las asechanzas del demonio. Pedimos suplicantes que Dios lo mantenga bajo su imperio; y tú, Príncipe de la milicia celestial, arroja al infierno, con el poder divino, a Satanás y a los otros espíritus malvados que andan por el mundo tratando de perder a las almas. Amén20.

Hoy se venera la memoria de los Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael, de honda raigambre en toda la Tradición de la Iglesia. El nombre de Miguel (en hebreo: ¿Quién como Dios?) recuerda el combate librado por este Arcángel y los ángeles fieles contra Lucifer y sus seguidores, que se rebelaron contra Dios y fueron precipitados al infierno. A San Gabriel (en hebreo, fortaleza de Dios) lo eligió Dios para anunciar a María el misterio de la Encarnación. El nombre de Rafael (en hebreo, medicina de Dios) evoca su misión de médico y compañero de viaje del joven Tobías.

29 de septiembre (II)

SAN GABRIEL ARCÁNGEL*


Fiesta

— San Gabriel, Fortaleza de Dios.

— Anunciador de la vida que nace. El valor de cada criatura.

— Los hijos, motivo de gozo.

I. El Arcángel Gabriel se aparece a los hombres para transmitirles la Palabra divina. Su nombre significa Servidor de Dios, y también Dios se ha mostrado fuerte. Se presenta siempre como portador de gratas noticias1. Sobre todo, es el encargado por Dios para transmitir el más alegre de todos los mensajes: la Encarnación del Hijo de Dios. En el Antiguo Testamento ya había anunciado al profeta Daniel el tiempo de la venida del Mesías2. A Nuestra Señora le comunica de parte de Dios el misterio inefable de la Encarnación de su Hijo, que tendrá lugar en su seno purísimo3. «Por esto a la Virgen María no le fue enviado un ángel cualquiera, sino el arcángel Gabriel, ya que un mensaje de tal trascendencia requería que fuese transmitido por un ángel de la máxima categoría (...). A María le fue enviado Gabriel, cuyo nombre significa: Fortaleza de Dios, porque venía a anunciar a aquel que, a pesar de su apariencia humilde, había de reducir a los Principados y Potestades. Era, pues, natural que aquel que es la fortaleza de Dios anunciara la venida del que es el Señor de los ejércitos y héroe en las batallas»4.

Sus palabras son repetidas cada día incontables veces, en una alabanza a Nuestra Señora que ya no tendrá fin: Dios te salve María, llena de gracia, el Señor está contigo, bendita tú entre las mujeres... le decimos también nosotros en la intimidad de la oración.

II. También a Zacarías le anunciará San Gabriel el nacimiento del Precursor. Le dice: No temas, Zacarías, porque tu oración ha sido escuchada, así que tu mujer Isabel dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Juan5. Le adelanta además tres motivos de gozo por el nacimiento de Juan: Dios le concederá una gracia y santidad extraordinarias; será instrumento para la salvación de muchos; y su vida entera estará consagrada a preparar la llegada del Mesías esperado6.

Al Arcángel Gabriel le conocemos por su relación con la vida que nace: de un modo sobrenatural y misterioso en el prodigio que el Espíritu Santo obrará en el seno de María; de forma milagrosa en el caso de Juan. Cuando después de transmitir su mensaje se despida de Zacarías, le dirá: Yo soy Gabriel, que asisto ante el trono de Dios, y he sido enviado para hablarte y darte esta buena nueva7. Los hijos siempre son una buena nueva en la que ha intervenido Dios directamente. Y será para ti gozo y alegría; y muchos se alegrarán en su nacimiento8. Y comenta San Ambrosio: «Se invita en este texto a los santos a alegrarse en el nacimiento de sus hijos, y se advierte a los padres la obligación de dar gracias a Dios: no es un beneficio pequeño del Señor dar hijos que propaguen la especie y sean herederos de la familia»9. La Sagrada Familia de Nazareth y la que formaban Isabel y Zacarías tomaron un nuevo rumbo desde que este Santo Arcángel se presentó con su doble mensaje. Él puede ser un gran intercesor ante Dios de muchos matrimonios que desean o son bendecidos por Dios con un nuevo hijo.

Cada criatura que viene al mundo trae consigo un designio divino. Por eso, los padres se sienten colaboradores de Dios y administradores de las fuentes de la vida, que les han sido dadas por Dios para que tengan muchos hijos en la tierra que le conozcan, le amen, le sirvan y puedan alcanzar la vida eterna. Ante la agresividad de propagandas antinatalistas, los padres han de ser responsables de su paternidad ante Dios, que frecuentemente les pedirá una familia numerosa, según lo permitan las concretas circunstancias personales y familiares. «Para poder vivir una vida gozosa de familia señalaba el Papa Juan Pablo II- se requieren sacrificios, tanto por parte de los padres como de los hijos. Cada miembro de la familia debe convertirse en siervo de los otros, compartiendo las cargas. Es necesario que cada uno sea solícito no solo por la propia vida, sino también por la de los otros miembros de la familia: por sus necesidades, esperanzas, ideales. Las decisiones respecto al número de los hijos y a los sacrificios que de ellos se derivan, no deben ser tomadas solo con miras a aumentar las propias comodidades y asegurar una vida tranquila. Reflexionando sobre este punto ante Dios, ayudados por la gracia que procede del sacramento y guiados por la enseñanza de la Iglesia, los padres se recordarán a sí mismos que es menos mal negar a sus hijos ciertas comodidades y ventajas materiales, que privarles de la presencia de hermanos y hermanas que podrían ayudarles a desarrollar su humanidad y realizar la belleza de la vida en cada una de sus fases y en toda su variedad»10.

El Señor premia, ya aquí en la tierra, esta generosidad, que es fruto de conocer y cumplir la Voluntad de Dios, en esto como en todo lo demás. No hay que olvidar que el matrimonio es un camino divino, grande y maravilloso, y, como todo lo divino en nosotros, tiene manifestaciones concretas de correspondencia a la gracia, de generosidad, de entrega, de servicio11.

III. Ninguna alegría más grande en una familia que la llegada de un nuevo hijo, de un nuevo hermano; ningún regalo de Dios más grande. Esta es la doctrina gozosa de la Iglesia, desde siempre, que todos hemos de transmitir al mundo. Siempre se cumplen las palabras del Arcángel: Y será para ti motivo de gozo y de alegría; y muchos se alegrarán en su nacimiento. El Papa Juan Pablo II insiste con frecuencia en la idea de que la civilización cristiana es la civilización de la vida, que «es preciosa porque es un don de Dios, cuyo amor es infinito; y cuando Dios da la vida, la da para siempre. La vida, además, es preciosa porque es la expresión y el fruto del amor (...). El gran peligro para la vida de familia, en una sociedad cuyos ídolos son el placer, las comodidades y la independencia, está en el hecho de que los hombres cierren el corazón y se vuelvan egoístas»12, que prefieran un poco más de bienestar material al gozo de traer más hijos al mundo y educarlos para que sean buenos ciudadanos y buenos hijos de Dios. No lo olvidéis: «cada hijo que os concede Dios es una gran bendición divina: ¡no tengáis miedo a los hijos!»13.

Al Arcángel Gabriel, que anunció a Nuestra Señora la alegría de la llegada al mundo de la Vida, le pedimos nosotros fortaleza para hacer un apostolado lleno de gozo en favor de la vida, de la generosidad, de la alegría compartida. «Cuando el carácter sagrado de la vida antes del nacimiento sea atacado -señalaba el Pontífice, nosotros reaccionaremos para proclamar que nadie tiene jamás el derecho de destruir la vida antes del nacimiento. Cuando se hable de un niño como de una carga, o se le considere como medio para satisfacer una necesidad emocional, nosotros intervendremos para insistir en que cada niño es un don único e irrepetible de Dios, que tiene derecho a una familia unida en el amor. Cuando la institución del matrimonio esté abandonada al egoísmo o reducida a un acuerdo temporal que se puede rescindir fácilmente, nosotros reaccionaremos afirmando la indisolubilidad del vínculo matrimonial. Cuando el valor de la familia esté amenazado por presiones sociales y económicas, nosotros reaccionaremos no solo para el bien privado de cada persona, sino también para el bien común de toda la sociedad, nación y Estado. Cuando la libertad, pues, se utilice para dominar a los débiles, para dilapidar las riquezas naturales y la energía y para negar a los hombres las necesidades esenciales, nosotros reaccionaremos para reafirmar los principios de la justicia y del amor social. Cuando a los enfermos, los ancianos, los moribundos se los deje solos, nosotros reaccionaremos proclamando que son dignos de amor, de solicitud y de respeto»14.

El Señor nos ha querido apóstoles de lo positivo, lo bueno, lo amable, ahogando el mal en abundancia de bien15. Seamos en lo posible, como San Gabriel, portadores de gratas noticias para la familia y para el mundo. Son ya muchos los que están empeñados en difundir el mal; pongamos nosotros más empeño en difundir el bien, comenzando por la propia familia. «Hay dos puntos capitales en la vida de los pueblos: las leyes sobre el matrimonio y las leyes sobre la enseñanza; y ahí, los hijos de Dios tienen que estar firmes, luchar bien y con nobleza, por amor a todas las criaturas».

A San Gabriel lo escogió Dios para anunciar a la Virgen Santísima el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios; lo había enviado anteriormente a Daniel para comunicarle la época en que había de nacer el Cristo, y a Zacarías, para anunciarle el nacimiento del Bautista. Está vinculado a los mensajes mesiánicos y su presencia en la Sagrada Escritura indica la plenitud de los tiempos. «Solo Gabriel -dice San Bernardo- fue hallado digno entre todos los ángeles para que anunciase a María los designios de Dios sobre ella y recibiera su fiat». El saludo del ángel a la Virgen, tan sencillo y tan cargado de sentido -«Dios te salve, María, llena de gracia»-, se ha convertido en la oración familiar e incesante del pueblo cristiano.

En los primeros siglos del Cristianismo San Gabriel era honrado en la Liturgia. En el siglo ix aparece su nombre en la lista de los santos unido a la fiesta de la Anunciación, el 24 de marzo. En 1921, Benedicto XV ordenaba su fiesta para toda la Iglesia; en la actualidad se celebra el 29 de septiembre, unida a la de los Arcángeles Miguel y Rafael.

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