Custodia

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Saludo

Bendición

viernes, 9 de junio de 2023

Oficio, lecturas, reflexión y laudes +

 


Viernes, IX semana del Tiempo Ordinario, feria


V/. -Señor, Ábreme los labios.
R/. -Y mi boca proclamará tu alabanza.

Invitatorio

Salmo 94: Invitación a la alabanza divina

Ant: Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

-se repite la antífona

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

-se repite la antífona

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

-se repite la antífona

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.

-se repite la antífona

Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
"Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso."»

-se repite la antífona

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.

 
Himno

Así te necesito
de carne y hueso.
Te atisba el alma en el ciclón de estrellas,
tumulto y sinfonía de los cielos;
y, a zaga del arcano de la vida,
perfora el caos y sojuzga el tiempo,
y da contigo, Padre de las causas,
Motor primero.

Mas el frío conturba en los abismos,
y en los días de Dios amaga el vértigo.
¡Y un fuego vivo necesita el alma
y un asidero!

Hombre quisiste hacerme, no desnuda
inmaterialidad de pensamiento.
Soy una encarnación diminutiva;
el arte, resplandor que toma cuerpo:
la palabra es la carne de la idea:
¡Encarnación es todo el universo!
¡Y el que puso esta ley en nuestra nada
hizo carne su verbo!
Así: tangible, humano,
fraterno.

Ungir tus pies, que buscan mi camino,
sentir tus manos en mis ojos ciegos,
hundirme, como Juan, en tu regazo,
y -Judas sin traición- darte mi beso.

Carne soy, y de carne te quiero.
¡Caridad que viniste a mi indigencia,
qué bien sabes hablar en mi dialecto!
Así, sufriente, corporal, amigo,
¡cómo te entiendo!
¡Dulce locura de misericordia:
los dos de carne y hueso!

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Amén.

Salmo 34,1-2.3c.9-19.22-23.27-28 - I: Súplica contra los perseguidores injustos

Ant: Levántate, Señor, y ven en mi auxilio.

Pelea, Señor, contra los que me atacan,
guerrea contra los que me hacen guerra;
empuña el escudo y la adarga,
levántate y ven en mi auxilio;
di a mi alma:
«yo soy tu victoria.»

Y yo me alegraré con el Señor,
gozando de su victoria;
todo mi ser proclamará:
«Señor, ¿quién como Tú,
que defiendes al débil del poderoso,
al pobre y humilde del explotador?»

Se presentaban testigos violentos:
me acusaban de cosas que ni sabía,
me pagaban mal por bien,
dejándome desamparado.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Levántate, Señor, y ven en mi auxilio.

Salmo 34,1-2.3c.9-19.22-23.27-28 - II:

Ant: Juzga, Señor, y defiende mi causa, tú que eres poderoso.

Yo, en cambio, cuando estaban enfermos,
me vestía de saco,
me mortificaba con ayunos
y desde dentro repetía mi oración.

Como por un amigo o por un hermano,
andaba triste;
cabizbajo y sombrío,
como quien llora a su madre.

Pero, cuando yo tropecé, se alegraron,
se juntaron contra mí
y me golpearon por sorpresa;
me laceraban sin cesar.

Cruelmente se burlaban de mí,
rechinando los dientes de odio.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Juzga, Señor, y defiende mi causa, tú que eres poderoso.

Salmo 34,1-2.3c.9-19.22-23.27-28 - III:

Ant: Mi lengua anunciará tu justicia, todos los días te alabará, Señor.

Señor, ¿cuándo vas a mirarlo?
Defiende mi vida de los que rugen,
mi único bien, de los leones,

y te daré gracias en la gran asamblea,
te alabaré entre la multitud del pueblo.

Que no canten victoria mis enemigos traidores,
que no hagan guiños a mi costa
los que me odian sin razón.

Señor, tú lo has visto, no te calles,
Señor, no te quedes a distancia;
despierta, levántate, Dios mío,
Señor mío, defiende mi causa.

Que canten y se alegren
los que desean mi victoria,
que repitan siempre: «Grande es el Señor»
los que desean la paz a tu siervo.

Mi lengua anunciará tu justicia,
todos los días te alabará.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Mi lengua anunciará tu justicia, todos los días te alabará, Señor.

V/. Hijo mío, conserva mis palabras.

R/. Guarda mis mandatos, y vivirás.

Lectura

V/. Hijo mío, conserva mis palabras.

R/. Guarda mis mandatos, y vivirás.

Job se somete a la majestad divina


Jb 40,1-14; 42,1-6

El Señor habló a Job:

«¿Quiere el censor discutir con el Todopoderoso. El que critica a Dios, que responda.»

Job respondió al Señor:

«Me siento pequeño, ¿qué replicaré? Me taparé la boca con la mano; he hablado una vez, y no insistiré, dos veces, y no añadiré nada.»

El Señor replicó a Job desde la tormenta:

«Si eres hombre, cíñete los lomos; voy a interrogarte, y tú responderás: ¿Te atreves a violar mi derecho o a condenarme, para salir tú absuelto? Si tienes un brazo como el de Dios, y tu voz atruena como la suya, vístete de gloria y majestad, cúbrete de fasto y esplendor, derrama la avenida de tu cólera y abate con una mirada al soberbio, humilla con una mirada al arrogante y aplasta a los malvados; entiérralos juntos en el polvo y encadénalos en la tumba. Entonces yo también te alabaré: "Tu diestra te ha dado la victoria."»

Job respondió al Señor:

«Reconozco que lo puedes todo, y ningún plan es irrealizable para ti, yo, el que te empaño tus designios con palabras sin sentido; hablé de grandezas que no entendía, de maravillas que superan mi comprensión. Escúchame, que voy a hablar, yo te interrogaré, y tú responderás. Te conocía sólo de oídas, ahora te han visto mis ojos; por eso, me retracto y me arrepiento, echándome polvo y ceniza.»

R/. Te conocía sólo de oídas, Señor, ahora te han visto mis ojos; por eso, me retracto y me arrepiento, echándome polvo y ceniza.


V/. He hablado una vez, y no insistiré; dos veces, y no añadiré nada; me taparé la boca con la mano.

R/. Y me arrepiento, echándome polvo y ceniza.

L. Patrística

El Señor discierne los pensamientos y sentimientos del corazón
Balduino de Cantorbery

Tratado 6

El Señor conoce, sin duda alguna, todos los pensamientos y sentimientos de nuestro corazón; en cuanto a nosotros, sólo podemos discernirlos en la medida en que el Señor nos lo concede. En efecto, el espíritu que está dentro del hombre no conoce todo lo que hay en el hombre, y en cuanto a sus pensamientos, voluntarios o no, no siempre juzga rectamente. Y, aunque los tiene ante los ojos de su mente, tiene la vista interior demasiado nublada para poder discernirlos con precisión.

Sucede, en efecto, muchas veces, que nuestro propio criterio u otra persona o el tentador nos hacen ver como bueno lo que Dios no juzga como tal. Hay algunas cosas que tienen una falsa apariencia de virtud, o también de vicio, que engañan a los ojos del corazón y vienen a ser como una impostura que embota la agudeza de la mente, hasta hacerle ver lo malo como bueno y viceversa; ello forma parte de nuestra miseria e ignorancia, muy lamentable y muy temible.

Está escrito: Hay caminos que parecen derechos, pero van a parar a la muerte. Para evitar este peligro, nos advierte san Juan: Examinad si los espíritus vienen de Dios. Pero. ¿quién será capaz de examinar si los espíritus vienen de Dios, si Dios no le da el discernimiento de espíritus, con el que pueda examinar con agudeza y rectitud sus pensamientos, afectos e intenciones? Este discernimiento es la madre de todas las virtudes, y a todos es necesario, ya sea para la dirección espiritual de los demás, ya sea para corregir y ordenar la propia vida.

La decisión en el obrar es recta cuando se rige por el beneplácito divino, la intención es buena cuando tiende a Dios sin doblez. De este modo, todo el cuerpo de nuestra vida y de cada una de nuestras acciones será luminoso, Si nuestro ojo está sano. Y el ojo sano es ojo y está sano cuando ve con claridad lo que hay que hacer y cuando, con recta intención, hace con sencillez lo que no hay que hacer con doblez. La recta decisión es incompatible con el error; la buena intención excluye la ficción. En esto consiste el verdadero discernimiento: en la unión de la recta decisión y de la buena intención.

Todo, por consiguiente, debemos hacerlo guiados por la luz del discernimiento, pensando que obramos en Dios y ante su presencia.

Viernes, IX semana del Tiempo Ordinario, feria

Tb 11,5-17: Si antes Dios me castigó, ahora veo a mi hijo.

Estaba Ana sentada, con la mirada fija en el camino de su hijo.

Tuvo la corazonada de que él venía y dijo al padre: "Mira, ya viene tu hijo y el hombre que le acompañaba."

Rafael iba diciendo a Tobías, mientras se acercaban al padre: "Tengo por seguro que se abrirán los ojos de tu padre.

Úntale los ojos con la hiel del pez, y el remedio hará que las manchas blancas se contraigan y se le caerán como escamas de los ojos. Y así tu padre podrá mirar y ver la luz."

Corrió Ana y se echó al cuello de su hijo, diciendo: "¡Ya te he visto, hijo! ¡Ya puedo morir!" Y rompió a llorar.

Tobit se levantó y trompicando salió a la puerta del patio.

Corrió hacia él Tobías, llevando en la mano la hiel del pez; le sopló en los ojos y abrazándole estrechamente le dijo: "¡Ten confianza, padre!" Y le aplicó el remedio y esperó;

y luego, con ambas manos le quitó las escamas de la comisura de los ojos.

Entonces él se arrojó a su cuello, lloró y le dijo: "¡Ahora te veo, hijo, luz de mis ojos!"

Y añadió: "Bendito sea Dios! ¡Bendito su gran Nombre! ¡Bendito todos sus santos ángeles! ¡Bendito su gran Nombre por todos los siglos!

Porque me había azotado, pero me tiene piedad y ahora veo a mi hijo Tobías. Tobías entró en casa lleno de gozo y bendiciendo a Dios con toda su voz; luego contó a su padre el éxito de su viaje, cómo traía el dinero y cómo se había casado con Sarra, la hija de Ragüel, y que venía ella con él y estaba ya a las puertas de Nínive.

Tobit salió al encuentro de su nuera hasta las puertas de Nínive, bendiciendo a Dios, lleno de gozo. Cuando los de Nínive le vieron caminar, avanzando con su antigua firmeza, sin necesidad de lazarillo, se maravillaron. Tobit proclamó delante de ellos que Dios se había compadecido de él y le había abierto los ojos.

Se acercó Tobit a Sarra, la mujer de su hijo, y la bendijo diciendo: "¡Bienvenida seas, hija! Y bendito sea tu Dios, hija, que te ha traído hasta nosotros. Bendito sea tu padre, y bendito Tobías, mi hijo, y bendita tú misma, hija. Bienvenida seas, entra en tu casa con gozo y bendición."

Sal 145: Alaba, alma mía, al Señor.

Alaba, alma mía, al Señor:
alabaré al Señor mientras viva,
tañeré para mi Dios mientras exista.

No confiéis en los príncipes,
seres de polvo que no pueden salvar;
exhalan el espíritu y vuelven al polvo,
ese día perecen sus planes.

Dichoso a quien auxilia el Dios de Jacob,
el que espera en el Señor, su Dios,
que hizo el cielo y la tierra,
el mar y cuanto hay en él;

que mantiene su fidelidad perpetuamente,
que hace justicia a los oprimidos,
que da pan a los hambrientos.

El Señor liberta a los cautivos,
el Señor abre los ojos al ciego,
el Señor endereza a los que ya se doblan,
el Señor ama a los justos.

El Señor guarda a los peregrinos,
sustenta al huérfano y a la viuda
y trastorna el camino de los malvados.

El Señor reina eternamente,
tu Dios, Sión, de edad en edad.

Mc 12,35-37: ¿Cómo dicen que el Mesías es Hijo de David?

En aquel tiempo, mientras enseñaba en el templo, Jesús preguntó:

-¿Cómo dicen los letrados que el Mesías es hijo de David?

El mismo David, movido por el Espíritu Santo, dice:

«Dijo el Señor a mi Señor: siéntate a mi derecha,

y haré de tus enemigos estrado de tus pies».

Si el mismo David lo llama Señor, ¿cómo puede ser hijo suyo?

La gente, que era mucha, disfrutaba escuchándolo.



9ª semana. Viernes

EL ÁNGEL CUSTODIO


— Presencia continua del Ángel Custodio.

— Devoción. Ayuda en la vida ordinaria y en el apostolado.

— Acudir a su auxilio en la vida interior.

I. Además de la creación del mundo visible y del hombre, Dios quiso también difundir su bondad dando el ser a los ángeles, criaturas exclusivamente espirituales, de una perfección altísima.

Los ángeles, espíritus puros –sin composición de materia o cuerpo–, son las criaturas más perfectas de la creación. Por una parte, su inteligencia procede con una simplicidad y agudeza de las que el hombre es incapaz, y su voluntad es más perfecta que la humana. Por otra parte, al estar ya elevados a la visión beatífica, son criaturas glorificadas que ven a Dios cara a cara. Esta mayor excelencia, por naturaleza y por gracia, constituye a los ángeles en ministros ordinarios de Dios –que quiere servirse corrientemente de causas segundas en el gobierno del mundo–, y les capacita para influir sobre los hombres y los seres inferiores. «El nombre que la Sagrada Escritura les atribuye indica que lo que más cuenta en la Revelación es la verdad sobre las tareas de los ángeles respecto a los hombres: ángel quiere decir, en efecto, mensajero»1.

En muchos lugares del Nuevo y del Antiguo Testamento se nos habla de ellos, y de tal manera es patente su presencia que es inseparable de la acción salvadora de Dios en favor de los hombres2.

Además de intervenir en acontecimientos singulares de la historia humana, los ángeles actúan continuamente en la vida personal de los hombres, pues «la providencia de Dios ha dado a los ángeles la misión de guardar al linaje humano y de socorrer a cada hombre»3. Son una muestra más de la bondad divina con nosotros, y por eso socorren, animan, confortan, y nos llaman al bien, a la confianza y a la serenidad. Todo un libro del Antiguo Testamento está dedicado a relatar la ayuda de un arcángel, San Rafael, a la familia de Tobías4. Sin dar a conocer su condición angélica, acompaña al joven Tobías en un largo y difícil viaje, y le presta consejos y servicios inestimables; al final de la narración, él mismo se presenta: Yo soy Rafael, uno de los siete santos ángeles que presentamos las oraciones de los justos y tienen entrada ante la majestad del Santo5. El Señor conocía bien la conducta honrada de aquella familia: Cuando orabais (...) yo presentaba ante Dios vuestras oraciones. Cuando enterrabas a los muertos, también yo te asistía. Cuando con diligencia los sepultabas (...) yo estaba contigo6.

Nuestra vida es también un largo camino, y al final de ella, cuando con la ayuda de la gracia estemos en la casa de nuestro Padre Dios, el Ángel Custodio también podrá decirnos: «yo estaba contigo», pues los Ángeles Custodios tienen la misión de ayudar a cada hombre a alcanzar el fin sobrenatural al que es llamado por Dios. Yo mandaré un Ángel delante de ti -dijo el Señor a Moisés- para que te defienda en el camino y te haga llegar al lugar que te he dispuesto7.

Agradezcamos al Señor que haya querido encomendarnos a estos príncipes del Cielo tan inteligentes y eficaces en su operación, y manifestemos frecuentemente la estima que les profesamos.

II. Los Hechos de los Apóstoles narran algunos episodios que nos enseñan la solicitud de los ángeles por el hombre: la liberación de los Apóstoles de la prisión, y sobre todo la de Pedro, amenazado de muerte por Herodes; o la intervención de un ángel en la conversión de Cornelio y de su familia, o el que lleva al diácono Felipe hasta el ministro de la reina Candace, en el camino de Jerusalén a Gaza8.

El Papa Juan Pablo II citaba estos hechos a modo de ejemplo en su catequesis sobre los ángeles. Y comenta: «se comprende cómo en la conciencia de la Iglesia se ha podido formar la persuasión sobre el ministerio confiado a los ángeles en favor de los hombres. Por ello, la Iglesia confiesa su fe en los ángeles custodios, venerándolos en la liturgia con una fiesta especial, y recomendando el recurso a su protección con una oración frecuente, como en la invocación del “Ángel de Dios”. Esta oración parece atesorar las bellas palabras de San Basilio: “Todo fiel tiene junto a sí un ángel como tutor y pastor, para llevarlo a la vida”»9.

Esta oración del «Ángel de Dios», que tantos cristianos han aprendido de labios de sus padres, suele tener en los países de lengua castellana esta versión, con ligeras variantes: Ángel de Dios, bajo cuya custodia me puso el Señor con amorosa piedad, a mí que soy vuestro encomendado, alumbradme hoy, guardadme, regidme y gobernadme. Amén. Es una oración breve que sirve desde que se tienen pocos años de edad, y continúa haciéndonos bien cuando ha pasado ya buena parte de la vida y seguimos teniendo la misma necesidad de protección y amparo. Si hacemos el propósito de tratar más al Ángel de la Guarda durante el día de hoy, no dejaremos de notar su presencia y recibiremos muchas gracias y ayudas por su mediación. Además de su auxilio espiritual, nos prestará su apoyo y colaboración en las pequeñas necesidades de la vida ordinaria: encontrar algo que habíamos perdido, acordarnos de un asunto olvidado que nos es necesario tener presente, ser puntuales... En todo aquello que se ordena a la gloria de Dios –y todo lo humano recto puede ser ordenado y dirigido– podemos contar con la ayuda de nuestro Ángel de la Guarda10.

También podemos relacionarnos con los Ángeles Custodios de nuestros amigos, de modo particular en la tarea de acercarlos al Señor y de evitar que se alejen de Él: sugiriendo un oportuno cambio de conversación, apoyando una iniciativa para que se acerquen al sacramento de la Penitencia o para que asistan a un medio de formación ascética o doctrinal...

La piedad cristiana considera desde antiguo que allí donde se encuentra reservada la Santísima Eucaristía hay ángeles adorando constantemente a Jesús Sacramentado. El arte cristiano, recogiendo la piedad popular, ha representado muchas veces a los ángeles que rodean las custodias con las caras tapadas con sus alas, porque se consideran indignos de estar en su presencia. ¡Tan grande es su majestad! Pidámosles nosotros que nos enseñen a tratar con amor a Jesús, realmente presente en el Sagrario, y a la vez con la mayor reverencia que podamos.

III. A pesar de la perfección de la naturaleza espiritual, los ángeles no tienen un poder y una sabiduría divinas; no pueden leer en el interior de las conciencias, pues no poseen un saber ilimitado. Por eso es necesario que les demos a conocer lo que necesitamos de ellos en cada ocasión. No hacen falta palabras; pero sí es necesario dirigirse a ellos con la mente, pues su inteligencia está capacitada para conocer lo que imaginamos y pensamos explícitamente. De ahí la frecuente recomendación de fomentar una honda amistad con el propio Ángel Custodio.

En el orden sensible, el trato con el Ángel Custodio es menos experimentable que el de un amigo de la tierra, pero su eficacia es mucho mayor. Sus consejos vienen de Dios y penetran más profundamente que la voz humana; su capacidad para oírnos y comprendernos es inmensamente mayor que la del mejor amigo; no solo porque su permanencia a nuestro lado es continua, sino porque penetra mucho más hondamente en lo que necesitamos o expresamos.

Es muy valiosa la asistencia que nos puede prestar en nuestra vida interior, facilitando nuestra piedad, orientándonos en la oración mental y en las oraciones vocales, y particularmente en la presencia de Dios. Nuestro Custodio pondrá a raya la imaginación si se lo pedimos, cuando persista en dificultarnos el trabajo o el trato con Dios. Nos sugerirá de algún modo propósitos de mejora, o una manera sencilla y práctica de concretar algún buen deseo que hasta entonces permanecía inoperante. Siempre tendremos el recurso confiado de rogarle que se dirija por nosotros al Señor, diciéndole lo que, por nuestra torpeza, no sepamos expresar en la oración personal11, o nos sugiera en la dirección espiritual las palabras adecuadas para vivir plenamente la sencillez y la sinceridad, después de hacer junto a él el examen de conciencia. En la debilidad, su trato nos tornará más serenos.

La misión del Ángel Custodio comienza en la tierra, pero tendrá su cumplimiento en el Cielo, porque su amistad está llamada a perpetuarse para siempre. Su contenido es tan íntimo y personal que los vínculos de amistad sobrenatural que nacieron en la tierra permanecerán en el Cielo. En el momento en que demos cuenta a Dios de nuestra vida será el gran aliado. «Él será quien, en tu juicio particular, recordará las delicadezas que hayas tenido con Nuestro Señor, a lo largo de tu vida. Más: cuando te sientas perdido por las terribles acusaciones del enemigo, tu Ángel presentará aquellas corazonadas íntimas –quizá olvidadas por ti mismo–, aquellas muestras de amor que hayas dedicado a Dios Padre, a Dios Hijo, a Dios Espíritu Santo.

»Por eso, no olvides nunca a tu Custodio, y ese Príncipe del Cielo no te abandonará ahora, ni en el momento decisivo»12. Será nuestro mejor amigo aquí en la tierra y más tarde en la eternidad.


R/. Te han explicado, hombre, el bien, lo que Dios desea de ti: Que respetes el derecho, que ames la misericordia, y que andes humilde con tu Dios.


V/. Confía en el Señor y haz el bien, habita tu tierra.

R/. Que respetes el derecho, que ames la misericordia, y que andes humilde con tu Dios.

Salmo 50: Misericordia, Dios mío

Ant: Aceptarás los sacrificios, ofrendas y holocaustos, sobre tu altar, Señor.

Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.

Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti sólo pequé,
cometí la maldad que aborreces.

En la sentencia tendrás razón,
en el juicio resultarás inocente.
Mira, en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre.

Te gusta un corazón sincero,
y en mi interior me inculcas sabiduría.
Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;
lávame: quedaré más blanco que la nieve.

Hazme oír el gozo y la alegría,
que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa.

Oh Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.

Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti.

¡Líbrame de la sangre, oh Dios,
Dios, Salvador mío!,
y cantará mi lengua tu justicia.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.

Los sacrificios no te satisfacen:
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado;
un corazón quebrantado y humillado,
tú no lo desprecias.

Señor, por tu bondad, favorece a Sión,
reconstruye las murallas de Jerusalén:
entonces aceptarás los sacrificios rituales,
ofrendas y holocaustos,
sobre tu altar se inmolarán novillos.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Aceptarás los sacrificios, ofrendas y holocaustos, sobre tu altar, Señor.

Isaías 45,15-26: Que los pueblos todos se conviertan al Señor

Ant: Con el Señor triunfará y se gloriará la estirpe de Israel.

Es verdad: tú eres un Dios escondido,
el Dios de Israel, el Salvador.
Se avergüenzan y se sonrojan todos por igual,
se van avergonzados los fabricantes de ídolos;
mientras el Señor salva a Israel
con una salvación perpetua,
para que no se avergüencen ni se sonrojen nunca jamás.

Así dice el Señor, creador del cielo
-Él es Dios-,
Él modeló la tierra,
la fabricó y la afianzó;
no la creó vacía,
sino que la formó habitable:
«Yo soy el Señor, y no hay otro»

No te hablé a escondidas,
en un país tenebroso,
no dije a la estirpe de Jacob:
«buscadme en el vacío»

Yo soy el Señor que pronuncia sentencia
y declara lo que es justo.
Reuníos, venid, acercaos juntos,
supervivientes de las naciones.
No discurren los que llevan su ídolo de madera
y rezan a un dios que no puede salvar.

Declarad, aducid pruebas,
que deliberen juntos:
¿Quién anunció esto desde antiguo,
quién lo predijo desde entonces?
¿No fui yo, el Señor?
-No hay otro Dios fuera de mí-.

Yo soy un Dios justo y salvador,
y no hay ninguno más.

Volveos hacia mí para salvaros,
confines de la tierra,
pues yo soy Dios, y no hay otro.

Yo juro por mi nombre,
de mi boca sale una sentencia,
una palabra irrevocable:
«Ante mí se doblará toda rodilla,
por mí jurará toda lengua»
dirán: «Sólo el Señor
tiene la justicia y el poder»

A Él vendrán avergonzados
los que se enardecían contra él;
con el Señor triunfará y se gloriará
la estirpe de Israel.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Con el Señor triunfará y se gloriará la estirpe de Israel.

Salmo 99: Alegría de los que entran en el templo

Ant: Entrad con vítores en la presencia del Señor.

Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con vítores.

Sabed que el Señor es Dios:
que El nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.

Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:

«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades»

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Entrad con vítores en la presencia del Señor.

Lectura

Ef 4,29-32

Malas palabras no salgan de vuestra boca; lo que digáis sea bueno, constructivo y oportuno, así hará bien a los que lo oyen. No pongáis triste al Espíritu Santo de Dios con que él os ha marcado para el día de la liberación final. Desterrad de vosotros la amargura, la ira, los enfados e insultos y toda la maldad. Sed buenos, comprensivos, perdonándoos unos a otros como Dios os perdonó en Cristo.

V/. En la mañana hazme escuchar tu gracia.

R/. En la mañana hazme escuchar tu gracia.

V/. Indícame el camino que he de seguir.

R/. Hazme escuchar tu gracia.

V/. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo

R/. En la mañana hazme escuchar tu gracia.

Cántico Ev.

Ant: El Señor ha visitado y redimido a su pueblo.



Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: El Señor ha visitado y redimido a su pueblo.

Preces

Adoremos a Cristo, que salvó al mundo con su cruz, y supliquémosle, diciendo:

Concédenos, Señor, tu misericordia

- Oh Cristo, que con tu claridad eres nuestro sol y nuestro día,
haz que, desde el amanecer, desaparezca de nosotros todo sentimiento malo.


- Vela, Señor, sobre nuestros pensamientos, palabras y obras,
a fin de que nuestro día sea agradable ante tus ojos.


- Aparta de nuestros pecados tu vista
y borra en nosotros toda culpa.


- Por tu cruz y tu resurrección,
llénanos del gozo del Espíritu Santo.

Ya que somos hijos de Dios, oremos a nuestro Padre como Cristo nos enseñó:

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre;

venga a nosotros tu reino;

hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día;

perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.

No nos dejes caer en la tentación,

y líbranos del mal.

Final

Oh Dios, que has iluminado las tinieblas de nuestra ignorancia con la luz de tu Palabra: acrecienta en nosotros la fe que tú mismo nos has dado; que ninguna tentación pueda nunca destruir el ardor de la fe y de la caridad que tu gracia ha encendido en nuestro espíritu. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

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