Custodia

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Saludo

Bendición

lunes, 17 de octubre de 2022

 


San Ignacio de Antioquía, obispo y mártir, memoria obligatoria


V/. -Señor, Ábreme los labios.
R/. -Y mi boca proclamará tu alabanza.

Invitatorio

Salmo 94: Invitación a la alabanza divina

Ant: Venid, adoremos al Señor, rey de los mártires.

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

-se repite la antífona

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

-se repite la antífona

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

-se repite la antífona

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.

-se repite la antífona

Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
"Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso."»

-se repite la antífona

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Venid, adoremos al Señor, rey de los mártires.

 
Himno

«Quien entrega su vida por amor,
la gana para siempre»,
dice el Señor.

Aquí el bautismo proclama
su voz de gloria y de muerte.
Aquí la unción se hace fuerte
contra el cuchillo y la llama.

Mirad cómo se derrama
mi sangre por cada herida.

Si Cristo fue mi comida,
dejadme ser pan y vino
en el lagar y en el molino
donde me arrancan la vida.

Salmo 6: Oración del afligido que acude a Dios

Ant: Sálvame, Señor, por tu misericordia.

Señor, no me corrijas con ira,
no me castigues con cólera.
Misericordia, Señor, que desfallezco;
cura, Señor, mis huesos dislocados.
Tengo el alma en delirio,
y tú, Señor, ¿hasta cuándo?

Vuélvete, Señor, liberta mi alma,
sálvame por tu misericordia.
Porque en el reino de la muerte nadie te invoca,
y en el abismo, ¿quién te alabará?

Estoy agotado de gemir:
de noche lloro sobre el lecho,
riego mi cama con lágrimas.
Mis ojos se consumen irritados,
envejecen por tantas contradicciones.

Apartaos de mí, los malvados,
porque el Señor ha escuchado mis sollozos;
el Señor ha escuchado mi súplica,
el Señor ha aceptado mi oración.

Que la vergüenza abrume a mis enemigos,
que avergonzados huyan al momento.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Sálvame, Señor, por tu misericordia.

Salmo 9 A-I: Acción de gracias por la victoria

Ant: El Señor es el refugio del oprimido en los momentos de peligro.

Te doy gracias, Señor, de todo corazón,
proclamando todas tus maravillas;
me alegro y exulto contigo,
y toco en honor de tu nombre, oh Altísimo.

Porque mis enemigos retrocedieron,
cayeron y perecieron ante tu rostro.
Defendiste mi causa y mi derecho,
sentado en tu trono como juez justo.

Reprendiste a los pueblos, destruiste al impío
y borraste para siempre su apellido.
El enemigo acabó en ruina perpetua,
arrasaste sus ciudades y se perdió su nombre.

Dios está sentado por siempre
en el trono que ha colocado para juzgar.
Él juzgará el orbe con justicia
y regirá las naciones con rectitud.

Él será refugio del oprimido,
su refugio en los momentos de peligro.
Confiarán en ti los que conocen tu nombre,
porque no abandonas a los que te buscan.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: El Señor es el refugio del oprimido en los momentos de peligro.

Salmo 9 A-II:

Ant: Narraré tus hazañas en las puertas de Sión.

Tañed en honor del Señor, que reside en Sión;
narrad sus hazañas a los pueblos;
él venga la sangre, él recuerda
y no olvida los gritos de los humildes.

Piedad, Señor; mira como me afligen mis enemigos;
levántame del umbral de la muerte,
para que pueda proclamar tus alabanzas
y gozar de tu salvación en las puertas de Sión.

Los pueblos se han hundido en la fosa que hicieron,
su pie quedó prendido en la red que escondieron.
El Señor apareció para hacer justicia,
y se enredó el malvado en sus propias acciones.

Vuelvan al abismo los malvados,
los pueblos que olvidan a Dios.
Él no olvida jamás al pobre,
ni la esperanza del humilde perecerá.

Levántate, Señor, que el hombre no triunfe:
sean juzgados los gentiles en tu presencia.
Señor, infúndeles terror,
y aprendan los pueblos que no son más que hombres.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Narraré tus hazañas en las puertas de Sión.

V/. Me asaltan angustias y aprietos.

R/. Tus mandatos son mi delicia.

Lectura

V/. Me asaltan angustias y aprietos.

R/. Tus mandatos son mi delicia.

Los judíos en peligro


Est 3,1-15

En aquellos días, el rey Asuero ascendió a Amán, hijo de Hamdatá, de Agag. Le asignó un trono más alto que el de los ministros colegas suyos. Todos los funcionarios de palacio, según orden del rey, rendían homenaje a Amán doblando la rodilla, pero Mardoqueo no le rendía homenaje doblando la rodilla. Los funcionarios de palacio le preguntaron:

«¿Por qué desobedeces la orden del rey?»

Y, como se lo decían día tras día sin que les hiciera caso, lo denunciaron a Amán, por ver si a Mardoqueo le valían sus excusas, pues les había dicho que era judío.

Amán comprobó que Mardoqueo no le rendía homenaje doblando la rodilla, y montó en cólera. Pero no se contentó con echar mano sólo a Mardoqueo; como le habían dicho a qué raza pertenecía, pensó aniquilar con él a todos los judíos del imperio de Asuero.

El año doce del reinado de Asuero, el mes primero, o sea, el mes de abril, se hizo ante Amán el sorteo, llamado «pur», por días y por meses. La suerte cayó en el mes doce, o sea, el mes de marzo. Amán dijo al rey Asuero:

«Hay una raza aislada, diseminada entre todas las razas de las provincias de tu imperio. Tienen leyes diferentes de los demás y no cumplen los decretos reales. Al rey no le conviene tolerarlos. Si a vuestra majestad le parece bien, decrete su exterminio, y yo entregaré a la hacienda diez mil monedas de plata para el tesoro real.»

El rey se quitó el anillo del sello y se lo entregó a Amán, hijo de Hamdatá, de Agag, enemigo de los judíos, diciéndole:

«Haz con ellos lo que te parezca, y quédate con el dinero.»

Los notarios del reino fueron convocados para el día trece del mes primero. Y, tal como ordenó Amán, redactaron un documento destinado a los sátrapas reales, a los gobernadores de cada una de las provincias y a los jefes de cada pueblo, a cada provincia en su escritura y a cada pueblo en su lengua. Estaba escrito en nombre del rey Asuero y sellado con el sello real.

A todas las provincias del imperio llevaron los correos cartas ordenando exterminar, matar y aniquilar a todos los judíos, niños y viejos, chiquillos y mujeres, y saquear sus bienes el mismo día: el día trece del mes de marzo, o sea, el mes de Adar.

El texto de la carta, con fuerza de ley para todas y cada una de las provincias, se haría público a fin de que todos estuviesen preparados para aquel día. Obedeciendo al rey, los correos partieron veloces. El edicto fue promulgado en la acrópolis de Susa y, mientras el rey y Amán banqueteaban, toda Susa quedó consternada.

R/. Señor mío, rey y dueño de todo, todo está bajo tu poder, y no hay quien se oponga a tu voluntad. Redímenos por tu misericordia.


V/. Escucha nuestra súplica, cambia nuestro duelo en fiesta.

R/. Redímenos por tu misericordia.

L. Patrística

Soy trigo de Dios, y he de ser molido por los dientes de las fieras
San Ignacio de Antioquía, obispo y mártir

Carta a los Romanos (Caps 4,1-2; 6,1-8,3: Funk 1,217-223)

Yo voy escribiendo a todas las Iglesias, y a todas les encarezco lo mismo: que moriré de buena gana por Dios, con tal que vosotros no me lo impidáis. Os lo pido por favor: no me demostréis una benevolencia inoportuna. Dejad que sea pasto de las fieras, ya que ello me hará posible alcanzar a Dios. Soy trigo de Dios, y he de ser molido por los dientes de las fieras, para llegar a ser pan limpio de Cristo. Rogad por mí a Cristo, para que, por medio de esos instrumentos, llegue a ser una víctima para Dios.

De nada me servirían los placeres terrenales ni los reinos de este mundo. Prefiero morir en Cristo Jesús que reinar en los confines de la tierra. Todo mi deseo y mi voluntad están puestos en aquel que por nosotros murió y resucitó. Se acerca ya el momento de mi nacimiento a la vida nueva. Por favor, hermanos, no me privéis de esta vida, no queráis que muera; si lo que yo anhelo es pertenecer a Dios, no me entreguéis al mundo ni me seduzcáis con las cosas materiales; dejad que pueda contemplar la luz pura; entonces seré hombre en pleno sentido. Permitid que imite la pasión de mi Dios. El que tenga a Dios en sí entenderá lo que quiero decir y se compadecerá de mí, sabiendo cuál es el deseo que me apremia.

El príncipe de este mundo me quiere arrebatar y pretende arruinar mi deseo que tiende hacia Dios. Que nadie de vosotros, los aquí presentes, lo ayude; poneos más bien de mi parte, esto es, de parte de Dios. No queráis a un mismo tiempo tener a Jesucristo en la boca y los deseos mundanos en el corazón. Que no habite la envidia entre vosotros. Ni me hagáis caso si, cuando esté aquí, os suplicare en sentido contrario; haced más bien caso de lo que ahora os escribo. Porque os escribo en vida, pero deseando morir. Mi amor está crucificado y ya no queda en mí el fuego de los deseos terrenos; únicamente siento en mi interior la voz de una agua viva que me habla y me dice: «Ven al Padre». No encuentro ya deleite en el alimento material ni en los placeres de este mundo. Lo que deseo es el pan de Dios, que es la carne de Jesucristo, de la descendencia de David, y la bebida de su sangre, que es la caridad incorruptible.

No quiero ya vivir más la vida terrena. Y este deseo será realidad si vosotros lo queréis. Os pido que lo queráis, y así vosotros hallaréis también benevolencia. En dos palabras resumo mi súplica: hacedme caso. Jesucristo os hará ver que digo la verdad, él, que es la boca que no engaña, por la que el Padre ha hablado verdaderamente. Rogad por mí, para que llegue a la meta. Os he escrito no con criterios humanos, sino conforme a la mente de Dios. Si sufro el martirio, es señal de que me queréis bien; de lo contrario, es que me habéis aborrecido.

R/. Nada os es desconocido si mantenéis de un modo perfecto, en Jesucristo, la fe y la caridad, que son el principio y el fin de la vida: El principio es la fe, el fin la caridad.


V/. Revestíos de mansedumbre y convertíos en criaturas nuevas por medio de la fe, que es como la carne del Señor, y por medio de la caridad, que es como su sangre.

R/. El principio es la fe, el fin la caridad.

Salmo 5,2-10.12-13: Oración de la mañana de un justo perseguido

Ant: A ti te suplico, Señor; por la mañana escucharás mi voz.

Señor, escucha mis palabras,
atiende a mis gemidos,
haz caso de mis gritos de auxilio,
Rey mío y Dios mío.

A ti te suplico, Señor;
por la mañana escucharás mi voz,
por la mañana te expongo mi causa,
y me quedo aguardando.

Tú no eres un Dios que ame la maldad,
ni el malvado es tu huésped,
ni el arrogante se mantiene en tu presencia.

Detestas a los malhechores,
destruyes a los mentirosos;
al hombre sanguinario y traicionero
lo aborrece el Señor.

Pero yo, por tu gran bondad,
entraré en tu casa,
me postraré ante tu templo santo
con toda reverencia.

Señor, guíame con tu justicia,
porque tengo enemigos;
alláname tu camino.

En su boca no hay sinceridad,
su corazón es perverso;
su garganta es un sepulcro abierto,
mientras halagan con la lengua.

Que se alegren los que se acogen a ti,
con júbilo eterno;
protégelos, para que se llenen de gozo
los que aman tu nombre.

Porque tú, Señor, bendices al justo,
y como un escudo lo rodea tu favor.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: A ti te suplico, Señor; por la mañana escucharás mi voz.

1Cro 29,10-13: Solo a Dios honor y gloria

Ant: Alabamos, Dios nuestro, tu nombre glorioso.

Bendito eres, Señor,
Dios de nuestro padre Israel,
por los siglos de los siglos.

Tuyos son, Señor, la grandeza y el poder,
la gloria, el esplendor, la majestad,
porque tuyo es cuanto hay en cielo y tierra,
tú eres rey y soberano de todo.

De ti viene la riqueza y la gloria,
tú eres Señor del universo,
en tu mano está el poder y la fuerza,
tú engrandeces y confortas a todos.

Por eso, Dios nuestro,
nosotros te damos gracias,
alabando tu nombre glorioso.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Alabamos, Dios nuestro, tu nombre glorioso.

Salmo 28: Manifestación de Dios en la tempestad

Ant: Postraos ante el Señor en el atrio sagrado.

Hijos de Dios, aclamad al Señor,
aclamad la gloria y el poder del Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor,
postraos ante el Señor en el atrio sagrado.

La voz del Señor sobre las aguas,
el Dios de la gloria ha tronado,
el Señor sobre las aguas torrenciales.

La voz del Señor es potente,
la voz del Señor es magnífica,
la voz del Señor descuaja los cedros,
el Señor descuaja los cedros del Líbano.

Hace brincar al Líbano como un novillo,
al Sarión como a una cría de búfalo.
La voz del Señor lanza llamas de fuego,
la voz del Señor sacude el desierto,
el Señor sacude el desierto de Cadés.

La voz del Señor retuerce los robles,
el Señor descorteza las selvas.
En su templo un grito unánime: «¡Gloria!»

El Señor se sienta por encima del aguacero,
el Señor se sienta como rey eterno.
El Señor da fuerza a su pueblo,
El Señor bendice a su pueblo con la paz.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Postraos ante el Señor en el atrio sagrado.

Lectura

2Co 1,3-5

¡Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordia y Dios del consuelo! Él nos alienta en nuestras luchas hasta el punto de poder nosotros alentar a los demás en cualquier lucha, repartiendo con ellos el ánimo que nosotros recibimos de Dios. Si los sufrimientos de Cristo rebosan sobre nosotros, gracias a Cristo rebosa en proporción nuestro ánimo.

V/. El Señor es mi fuerza y mi energía.

R/. El Señor es mi fuerza y mi energía.

V/. Él es mi salvación.

R/. Y mi energía.

V/. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo

R/. El Señor es mi fuerza y mi energía.

Cántico Ev.

Ant: Todo mi deseo y mi voluntad están puestos en aquel que por nosotros murió y resucitó.



Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Todo mi deseo y mi voluntad están puestos en aquel que por nosotros murió y resucitó.

Preces

Celebremos, amados hermanos, a nuestro Salvador, el testigo fiel, y, al recordar hoy a los santos mártires que murieron a causa de la palabra de Dios, aclamémoslo, diciendo:

Nos has comprado, Señor, con tu sangre

- Por la intercesión de los santos mártires, que entregaron libremente su vida como testimonio de la fe,
concédenos, Señor, la verdadera libertad de espíritu.


- Por la intercesión de los santos mártires, que proclamaron la fe hasta derramar su sangre,
concédenos, Señor, la integridad y la constancia de la fe.


- Por la intercesión de los santos mártires, que, soportando la cruz, siguieron tus pasos,
concédenos, Señor, soportar con generosidad las contrariedades de la vida.


- Por la intercesión de los santos mártires, que lavaron su manto en la sangre del Cordero,
concédenos, Señor, vencer las obras del mundo y de la carne.

Terminemos nuestra oración con la plegaria que nos enseñó el Señor:

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre;

venga a nosotros tu reino;

hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día;

perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.

No nos dejes caer en la tentación,

y líbranos del mal.

Final

Dios todopoderoso y eterno, tú has querido que el testimonio de tus mártires glorificara a toda la Iglesia, cuerpo de Cristo; concédenos que, así como el martirio que ahora conmemoramos fue para san Ignacio de Antioquía causa de gloria eterna, nos merezca también a nosotros tu protección constante. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

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