Custodia

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Saludo

Bendición

martes, 11 de octubre de 2022


Martes, XXVIII semana del Tiempo Ordinario, feria

Oficio de Lecturas

V/. -Señor, Ábreme los labios.
R/. -Y mi boca proclamará tu alabanza.

Invitatorio

Salmo 94: Invitación a la alabanza divina

Ant: Venid, adoremos al Señor, Dios grande.

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

-se repite la antífona

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

-se repite la antífona

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

-se repite la antífona

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.

-se repite la antífona

Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
"Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso."»

-se repite la antífona

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Venid, adoremos al Señor, Dios grande.

 
Himno




Señor de nuestras horas, Origen, Padre, Dueño,
que, con el sueño, alivias y, en la tregua de un sueño,
tu escala tiendes a Jacob:

al filo de los gallos, en guardia labradora,
despiertan en los montes los fuegos de la aurora,
y de tus manos sube el sol.

Incendia el cielo en sombras el astro matutino,
y el que pecó en tinieblas recobra su camino
en la inocencia de la luz.

Convoca brazo y remo la voz de la marea,
y llora Pedro, el duro patrón de Galilea,
cimiento y roca de Jesús.

El gallo nos increpa; su canto al sol dispara,
desvela al soñoliento, y al que pecó lo encara
con el fulgor de la verdad;

a su gozosa alerta, la vida se hace fuerte,
renace la esperanza, da un paso atrás la muerte,
y el mundo sabe a pan y a hogar.

Del seno de la tierra, convocas a tu Ungido,
y el universo entero, recién amanecido,
encuentra en Cristo su esplendor.

Él es la piedra viva donde se asienta el mundo,
la imagen que lo ordena, su impulso más profundo
hacia la nueva creación.

Por él, en cuya sangre se lavan los pecados,
estamos a tus ojos recién resucitados
y plenos en su plenitud.

Y, con el gozo nuevo de la criatura nueva,
al par que el sol naciente, nuestra oración se eleva
en nombre del Señor Jesús. Amén.



Salmo 101 - I: Deseos y súplicas de un desterrado

Ant: Mi grito, Señor, llegue hasta ti; no me escondas tu rostro.

Señor, escucha mi oración,
que mi grito llegue hasta ti;
no me escondas tu rostro
el día de la desgracia.
Inclina tu oído hacia mi;
cuando te invoco, escúchame en seguida.

Que mis días se desvanecen como humo,
mis huesos queman como brasas;
mi corazón está agostado como hierba,
me olvido de comer mi pan;
con la violencia de mis quejidos,
se me pega la piel a los huesos.

Estoy como lechuza en la estepa,
como búho entre ruinas;
estoy desvelado, gimiendo,
como pájaro sin pareja en el tejado.
Mis enemigos me insultan sin descanso;
furiosos contra mí, me maldicen.

En vez de pan, como ceniza,
mezclo mi bebida con llanto,
por tu cólera y tu indignación,
porque me alzaste en vilo y me tiraste;
mis días son una sombra que se alarga,
me voy secando como la hierba.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Mi grito, Señor, llegue hasta ti; no me escondas tu rostro.

Salmo 101 - II:

Ant: Escucha, Señor, las súplicas de los indefensos.

Tú, en cambio, permaneces para siempre,
y tu nombre de generación en generación.
Levántate y ten misericordia de Sión,
que ya es hora y tiempo de misericordia.

Tus siervos aman sus piedras,
se compadecen de sus ruinas,
los gentiles temerán tu nombre,
los reyes del mundo, tu gloria.

Cuando el Señor reconstruya Sión,
y aparezca en su gloria,
y se vuelva a las súplicas de los indefensos,
y no desprecie sus peticiones,
quede esto escrito para la generación futura,
y el pueblo que será creado alabará al Señor.

Que el Señor ha mirado desde su excelso santuario,
desde el cielo se ha fijado en la tierra,
para escuchar los gemidos de los cautivos
y librar a los condenados a muerte.

Para anunciar en Sión el nombre del Señor,
y su alabanza en Jerusalén,
cuando se reúnan unánimes los pueblos
y los reyes para dar culto al Señor.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Escucha, Señor, las súplicas de los indefensos.

Salmo 101 - III:

Ant: Tú, Señor, cimentaste la tierra, y el cielo es obra de tus manos.

Él agotó mis fuerzas en el camino,
acortó mis días;

y yo dije: "Dios mío, no me arrebates
en la mitad de mis días."

Tus años duran por todas las generaciones:
al principio cimentaste la tierra,
y el cielo es obra de tus manos.

Ellos perecerán, tú permaneces,
se gastarán como la ropa,
serán como un vestido que se muda.
Tú, en cambio, eres siempre el mismo,
tus años no se acabarán.

Los hijos de tus siervos vivirán seguros,
su linaje durará en tu presencia.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Tú, Señor, cimentaste la tierra, y el cielo es obra de tus manos.

V/. Escucha, pueblo mío, mi enseñanza.

R/. Inclina el oído a las palabras de mi boca.

Lectura

V/. Escucha, pueblo mío, mi enseñanza.

R/. Inclina el oído a las palabras de mi boca.

Visión sobre la reconstrucción de Jerusalén


Za 1,1-2,4

El mes octavo del año segundo de Darío, recibió el profeta Zacarías, hijo de Baraquías, hijo de Guedí, el siguiente mensaje del Señor:

«El Señor está irritado contra vuestros padres. Les dirás: "Así dice el Señor de los ejércitos: Convertíos a mí -oráculo del Señor de los ejércitos-, y me convertiré a vosotros -dice el Señor de los ejércitos-. No seáis como vuestros padres, a quienes predicaban los antiguos profetas: `Así dice el Señor: Convertíos de vuestra mala conducta y de vuestras malas obras´; pero no me obedecieron ni me hicieron caso -oráculo del Señor-. Vuestros padres ¿dónde moran ahora? Vuestros profetas ¿viven eternamente? Pero mis palabras y preceptos que mandé a mis siervos, los profetas, ¿no es verdad que alcanzaron a vuestros padres de modo que se convirtieron, diciendo: `Como el Señor de los ejércitos había dispuesto tratarnos por nuestra conducta y obras, así nos ha sucedido´?"»

El veinticuatro del mes undécimo del segundo año del reinado de Darío, el Señor dirigió la palabra a Zacarías, hijo de Baraquías, hijo de Guedí:

En una visión nocturna se me apareció un jinete sobre un caballo alazán, parado en un hondón entre los mirtos; detrás de él había caballos alazanes, overos y blancos. Pregunté:

«¿Quiénes son, señor?»

Me contestó el ángel que hablaba conmigo:

«Te voy a enseñar quiénes son.»

Y el que estaba entre los mirtos me dijo:

«A éstos los ha despachado el Señor para que recorran la tierra.»

Ellos informaron al ángel del Señor, que estaba entre los mirtos:

«Hemos recorrido la tierra, y la hemos encontrado en paz y tranquila.»

Entonces el ángel del Señor dijo:

«Señor de los ejércitos, ¿cuándo te vas a compadecer de Jerusalén y de los pueblos de Judá? Ya hace setenta años que estás airado contra ellos.»

El Señor contestó al ángel que hablaba conmigo palabras buenas, frases de consuelo. Y el ángel que me hablaba me dijo:

«Proclama lo siguiente: "Así dice el Señor de los ejércitos: Siento celos de Jerusalén, celos grandes de Sión, y siento gran cólera contra las naciones confiadas que se aprovechan de mi breve cólera para colaborar al mal. Por eso, así dice el Señor: Me vuelvo a Jerusalén con compasión, y mi templo será reedificado -oráculo del Señor de los ejércitos-, y aplicarán la plomada a Jerusalén." Sigue proclamando: "Así dice el Señor de los ejércitos: Otra vez rebosarán las ciudades de bienes, el Señor consolará otra vez a Sión, Jerusalén será su elegida."»

Alcé la vista y vi cuatro cuernos. Pregunté al ángel que hablaba conmigo:

«¿Qué significan?»

Me contestó:

«Significan los cuernos que dispersaron a Judá, Israel y Jerusalén.»

Después el Señor me enseñó cuatro herreros. Pregunté:

«¿Qué han venido a hacer?»

Respondió:

«Aquéllos son los cuernos que dispersaron tan bien a Judá que nadie pudo levantar cabeza, y éstos han venido a espantarlos, a expulsar los cuernos de las naciones que embestían con los cuernos a Judá para dispersarla.»

R/. Me vuelvo a Jerusalén con compasión: Mi templo será reedificado.


V/. La ciudad no necesitará sol ni luna, porque su lámpara es el Cordero.

R/. Mi templo será reedificado.

L. Patrística

Luz perenne en el templo del Pontífice eterno
San Columbano

Instrucción 12, Sobre la compunción 2-3

¡Cuán dichosos son los criados a quienes el Señor, al llegar, los encuentra en vela! Feliz aquella vigilia en la cual se espera al mismo Dios y Creador del universo, que todo lo llena y todo lo supera.

¡Ojalá se dignara el Señor despertarme del sueño de mi desidia, a mí, que, aun siendo vil, soy su siervo! Ojalá me inflamara en el deseo de su amor inconmensurable y me encendiera con el fuego de su divina caridad!; resplandeciente con ella, brillaría más que los astros, y todo mi interior ardería continuamente con este divino fuego.

¡Ojalá mis méritos fueran tan abundantes que mi lámpara ardiera sin cesar, durante la noche, en el templo de mi Señor e iluminara a cuantos penetran en la casa de mi Dios! Concédeme, Señor, te lo suplico en nombre de Jesucristo, tu Hijo y mi Dios, un amor que nunca mengüe, para que con él brille siempre mi lámpara y no se apague nunca, y sus llamas sean para mí fuego ardiente y para los demás luz brillante.

Señor Jesucristo, dulcísimo Salvador nuestro, dígnate encender tú mismo nuestras lámparas, para que brillen sin cesar en tu templo y de ti, que eres la luz perenne, reciban ellas la luz indeficiente con la cual se ilumine nuestra oscuridad, y se alejen de nosotros las tinieblas del mundo.

Te ruego, Jesús mío, que enciendas tan intensamente mi lámpara con tu resplandor que, a la luz de una claridad tan intensa, pueda contemplar el santo de los santos que está en el interior de aquel gran templo, en el cual tú, Pontífice eterno de los bienes eternos, has penetrado; que allí, Señor, te contemple continuamente y pueda así desearte, amarte y quererte solamente a ti, para que mi lámpara, en tu presencia, esté siempre luciente y ardiente.

Te pido, Salvador amantísimo, que te manifiestes a nosotros, que llamamos a tu puerta, para que, conociéndote, te amemos sólo a ti y únicamente a ti; que seas tú nuestro único deseo, que día y noche meditemos sólo en ti, y en ti únicamente pensemos. Alumbra en nosotros un amor inmenso hacia ti, cual corresponde a la caridad con la que Dios debe ser amado y querido; que esta nuestra dilección hacia ti invada todo nuestro interior y nos penetre totalmente, y, hasta tal punto inunde todos nuestros sentimientos, que nada podamos ya amar fuera de ti, el único eterno. Así, por muchas que sean las aguas de la tierra y del firmamento, nunca llegarán a extinguir en nosotros la caridad, según aquello que dice la Escritura: Las aguas torrenciales no podrán apagar el amor.

Que esto llegue a realizarse, al menos parcialmente, por don tuyo, Señor Jesucristo, a quien pertenece la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

R/. Ya no será el sol tu luz en el día, ni te alumbrará la claridad de la luna; será el Señor tu luz perpetua, y tu Dios será tu esplendor.


V/. Tu sol ya no se pondrá, ni menguará tu luna.

R/. Será el Señor tu luz perpetua, y tu Dios será tu esplendor.

Oremos:

Te pedimos, Señor, que tu gracia continuamente nos preceda y acompañe, de manera que estemos dispuestos a obrar siempre el bien. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén. 

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