San Francisco de Asís
Memoria obligatoria
04 Octubre
Biografía
Nació en Asís el año 1182; después de una juventud frívola, se convirtió, renunció a los bienes paternos y se entregó de lleno a Dios. Abrazó la pobreza y vivió una vida evangélica, predicando a todos el amor de Dios. Dio a sus seguidores unas sabias normas, que luego fueron aprobadas por la Santa Sede. Inició también una nueva orden de monjas y un grupo de penitentes que vivían en el mundo, así como la predicación entre los infieles. Murió el año 1226.
Oficio, lecturas, reflexiones y laudes +
V. Señor abre mis labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Ant. Venid, adoremos al Señor, aclamemos al Dios admirable en sus santos.
Salmo 94
INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Animaos unos a otros, día tras día, mientras perdura el «hoy». (Hb 3, 13)
Se recita la antífona que corresponda y la asamblea la repite.
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes.
Suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto:
cuando vuestros padres me pusieron a prueba,
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
O bien:
Salmo 99
ALEGRÍA DE LOS QUE ENTRAN EN EL TEMPLO
Los redimidos deben entonar un canto de victoria. (S. Atanasio)
Se recita la antífona que corresponda y la asamblea la repite.
Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con aclamaciones.
Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.
Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:
«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
O bien:
Salmo 66
QUE TODOS LOS PUEBLOS ALABEN AL SEÑOR
Sabed que esta salvación de Dios ha sido enviada a los gentiles. (Hch 28, 28)
Se recita la antífona que corresponda y la asamblea la repite.
El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.
¡Oh Dios!, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.
¡Oh Dios!, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
O bien:
Salmo 23
ENTRADA SOLEMNE DE DIOS EN SU TEMPLO
Las puertas del cielo se abren ante Cristo que como hombre sube al cielo. (S. Ireneo)
Se recita la antífona que corresponda y la asamblea la repite.
Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.
¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.
¡Portones!, alzad los dinteles,
levantaos, puertas antiguas:
va a entrar el Rey de la gloria.
¿Quién es ese Rey de la gloria?
El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.
¡Portones!, alzad los dinteles,
levantaos, puertas antiguas:
va a entrar el Rey de la gloria.
¿Quién es ese Rey de la gloria?
El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
HIMNO
Dichosos los que, oyendo la llamada
de la fe y del amor en vuestra vida,
creísteis que la vida os era dada
para darla en amor y con fe viva.
Dichosos, si abrazasteis la pobreza
para llenar de Dios vuestras alforjas,
para servirle a él con fortaleza,
con gozo y con amor a todas horas.
Dichosos mensajeros de verdades,
que fuisteis por caminos de la tierra,
predicando bondad contra maldades,
pregonando la paz contra las guerras.
Dichosos, del amor dispensadores,
dichosos, de los tristes el consuelo,
dichosos, de los hombres servidores,
dichosos, herederos de los cielos. Amén.
SALMODIA
Ant. 1. Sólo el Señor hizo grandes maravillas: es eterna su misericordia.
Salmo 135
HIMNO A DIOS POR LAS MARAVILLAS DE LA CREACIÓN Y DEL ÉXODO
Alabar a Dios es narrar sus maravillas. (Casiodoro)
Dad gracias al Señor porque es bueno:
porque es eterna su misericordia.
Dad gracias al Dios de los dioses:
porque es eterna su misericordia.
Dad gracias al Señor de los señores:
porque es eterna su misericordia.
Sólo él hizo grandes maravillas:
porque es eterna su misericordia.
Él hizo sabiamente los cielos:
porque es eterna su misericordia.
Él afianzó sobre las aguas la tierra:
porque es eterna su misericordia.
Él hizo lumbreras gigantes:
porque es eterna su misericordia.
El sol que gobierna el día:
porque es eterna su misericordia.
La luna que gobierna la noche:
porque es eterna su misericordia.
Ant. Sólo el Señor hizo grandes maravillas: es eterna su misericordia.
Ant. 2. Con mano poderosa, con brazo extendido, sacó a Israel de Egipto.
II
Él hirió a Egipto en sus primogénitos:
porque es eterna su misericordia.
Y sacó a Israel de aquel país:
porque es eterna su misericordia.
Con mano poderosa, con brazo extendido:
porque es eterna su misericordia.
Él dividió en dos partes el mar Rojo:
porque es eterna su misericordia.
Y condujo por en medio a Israel:
porque es eterna su misericordia.
Arrojó en el mar Rojo al Faraón:
porque es eterna su misericordia.
Ant. Con mano poderosa, con brazo extendido, sacó a Israel de Egipto.
Ant. 3. Dad gracias al Dios del cielo: él nos libró de nuestros opresores.
III
Guió por el desierto a su pueblo:
porque es eterna su misericordia.
Él hirió a reyes famosos:
porque es eterna su misericordia.
Dio muerte a reyes poderosos:
porque es eterna su misericordia.
A Sijón, rey de los amorreos:
porque es eterna su misericordia.
Ya Hog, rey de Basán:
porque es eterna su misericordia.
Les dio su tierra en heredad:
porque es eterna su misericordia.
En heredad a Israel, su siervo:
porque es eterna su misericordia.
En nuestra humillación se acordó de nosotros:
porque es eterna su misericordia.
Y nos libró de nuestros opresores:
porque es eterna su misericordia.
Él da alimento a todo viviente:
porque es eterna su misericordia.
Dad gracias al Dios del cielo:
porque es eterna su misericordia.
Ant. Dad gracias al Dios del cielo: él nos libró de nuestros opresores.
V. Señor, enéñame tus camino.
R. Instrúyeme en tus sendas.
PRIMERA LECTURA
Año I:
Del segundo libro de los Reyes 20, 1-19
CURACION DE EZEQUÍAS Y PROFECÍA DEL EXILIO EN BABILONIA
En aquel tiempo, Ezequías cayó enfermo de muerte. El profeta Isaías, hijo de Amós, fue a visitarlo y le dijo:
«Así dice el Señor: Haz testamento, porque vas a morir sin remedio.»
Entonces, Ezequías volvió la cara a la pared y oró al Señor:
«Señor, recuerda que he caminado en tu presencia con corazón sincero e íntegro y que he hecho lo que te agrada.»
Y lloró con largo llanto. Pero no había salido Isaías del patio central, cuando recibió esta palabra del Señor:
«Vuelve a decirle a Ezequías, jefe de mi pueblo: Así dice el Señor, Dios de tu padre David: “He escuchado tu oración, he visto tus lágrimas. Mira, voy a curarte: dentro de tres días, podrás subir al templo; y añado a tus días otros quince años. Te libraré de las manos del rey de Asiria, a ti y a esta ciudad; protegeré a esta ciudad, por mí y por mi siervo David.”» Isaías ordenó:
«Coged un emplasto de higos; que lo apliquen a la herida y curará.»
Ezequías le preguntó:
«¿Y cuál es la señal de que el Señor me va a curar y dentro de tres días podré subir al templo?»
Isaías respondió:
«Ésta es la señal de que el Señor cumplirá la palabra dada: ¿Quieres que la sombra adelante diez grados o que atrase diez?»
Ezequías comentó:
«Es fácil que la sombra adelante diez grados, lo difícil es que atrase diez.»
El profeta Isaías clamó al Señor, y el Señor hizo que la sombra atrasase diez grados en el reloj de Acaz.
En aquel tiempo, Merodac Baladán, hijo de Baladán, rey de Babilonia, envió cartas y regalos al rey Ezequías, cuando se enteró de que se había restablecido de su enfermedad. Ezequías se alegró y enseñó a los mensajeros su tesoro: la plata y el oro, los bálsamos y ungüentos, toda la vajilla y cuanto había en sus depósitos. No quedó nada en su palacio y en sus dominios que Ezequías no les enseñase. Pero el profeta Isaías se presentó al rey Ezequías y le dijo:
«¿Qué ha dicho esa gente, y de dónde vienen a visitarte?»
Ezequías contestó:
«Han venido de un país lejano: de Babilonia.»
Isaías preguntó:
«¿Qué han visto en tu casa?»
Ezequías dijo:
«Todo. No he dejado nada de mis tesoros sin enseñárselo.»
Entonces, Isaías le dijo:
«Escucha la palabra del Señor: Mira, llegarán días en que se llevarán a Babilonia todo lo que hay en tu palacio, cuanto atesoraron tus abuelos hasta hoy. No quedará nada, dice el Señor. Y a los hijos que salieron de ti, que tú engendraste, se los llevarán a Babilonia para que sirvan como palaciegos del rey.»
Ezequías dijo:
«Es favorable la palabra del Señor que has pronunciado.»
(Pues se dijo: «Mientras yo viva, habrá paz y seguridad.»)
Responsorio Is 38, 10. 17. 12
R. Yo pensé: En medio de mis días tengo que marchar hacia las puertas del abismo. * Detuviste mi alma ante la tumba vacía.
V. Levantan y enrollan mi vida, y me cortan la trama.
R. Detuviste mi alma ante la tumba vacía.
SEGUNDA LECTURA
De las Cartas de san Francisco de Asís, dirigidas a todos los fieles
(Opúsculos, edición Quaracchi [Florencia], 1949, 87-94)
DEBEMOS SER SENCILLOS, HUMILDES Y PUROS
La venida al mundo del Verbo del Padre, tan digno, tan santo y tan glorioso, fue anunciada por el Padre altísimo, por boca de su santo arcángel Gabriel, a la santa y gloriosa Virgen María, de cuyo seno recibió una auténtica naturaleza humana, frágil como la nuestra. Él, siendo rico sobre toda ponderación, quiso elegir la pobreza, junto con su santísima madre. Y, al acercarse su pasión, celebró la Pascua con sus discípulos. Luego oró al Padre, diciendo: Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz.
Sin embargo, sometió su voluntad a la del Padre. Y la voluntad del Padre fue que su Hijo bendito y glorioso, a quien entregó por nosotros y que nació por nosotros, se ofreciese a sí mismo como sacrificio y víctima en el ara de la cruz, con su propia sangre, no por sí mismo, por quien han sido hechas todas las cosas, sino por nuestros pecados, dejándonos un ejemplo para que sigamos sus huellas. Y quiere que todos nos salvemos por él y lo recibamos con puro corazón y cuerpo casto.
¡Qué dichosos y benditos son los que aman al Señor y cumplen lo que dice el mismo Señor en el Evangelio: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y a tu prójimo como a ti mismo! Amemos, pues, a Dios y adorémoslo con puro corazón y con mente pura, ya que él nos hace saber cuál es su mayor deseo, cuando dice: Los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad. Porque todos los que lo adoran deben adorarlo en espíritu y en verdad. Y dirijámosle, día y noche, nuestra alabanza y oración, diciendo: Padre nuestro, que estás en el cielo; porque debemos orar siempre y no desfallecer jamás.
Procuremos, además, dar frutos de verdadero arrepentimiento. Y amemos al prójimo como a nosotros mismos. Tengamos caridad y humildad y demos limosna, ya que ésta lava las almas de la inmundicia del pecado. En efecto, los hombres pierden todo lo que dejan en este mundo; tan sólo se llevan consigo el premio de su caridad y las limosnas que practicaron, por las cuales recibirán del Señor la recompensa y una digna remuneración.
No debemos ser sabios y prudentes según la carne, sino más bien sencillos, humildes y puros. Nunca debemos desear estar por encima de los demás, sino, al contrario, debemos, a ejemplo del Señor, vivir como servidores y sumisos a toda humana creatura, movidos por el amor de Dios. El Espíritu del Señor reposará sobre los que así obren y perseveren hasta el fin, y los convertirá en el lugar de su estancia y su morada, y serán hijos del Padre celestial, cuyas obras imitan; ellos son los esposos, los hermanos y las madres de nuestro Señor Jesucristo.
Responsorio Mt 5, 3-4. 6
R. Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. * Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra.
V. Dichosos los que tienen hambre y sed de ser justos, porque ellos quedarán saciados.
R. Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra.
Primera lectura
Bar 4, 5-12. 27-29
El mismo que les mandó las desgracias les mandará el gozo
Lectura del libro de Baruc.
¡ÁNIMO, pueblo mío,
que llevas el nombre de Israel!
Los vendieron a naciones extranjeras,
pero no para ser aniquilados.
Por la cólera de Dios contra ustedes,
los entregaron en poder del enemigo,
porque irritaron a su Creador,
sacrificando a demonios, no a Dios;
ustedes se olvidaron del Señor eterno,
del Señor que los había alimentado,
y afligieron a Jerusalén que los criaba.
Cuando ella vio que el castigo
de Dios se avecinaba, dijo:
Escuchen, habitantes de Sion,
Dios me ha cubierto de aflicción.
He visto que el Eterno ha mandado
cautivos a mis hijos y a mis hijas;
los había criado con alegría,
los despedí con lágrimas de pena.
Que nadie se alegre cuando vea
a esta viuda abandonada de todos.
Si ahora me encuentro desierta,
es por los pecados de mis hijos,
que se apartaron de la ley de Dios.
¡Ánimo, hijos! Griten a Dios,
los castigó pero se acordará de ustedes.
Si un día se empeñaron en alejarse de Dios,
vuélvanse a buscarlo con redoblado empeño.
El mismo que les mandó las desgracias
les mandará el gozo eterno de su salvación.
Palabra de Dios.
Salmo
Sal 68, 33-35. 36-37 (R.: 34a)
R. El Señor escucha a sus pobres.
V. Mírenlo, los humildes, y alégrense;
busquen al Señor, y revivirá su corazón.
Que el Señor escucha a sus pobres,
no desprecia a sus cautivos.
Alábenlo el cielo y la tierra,
las aguas y cuanto bulle en ellas. R.
V. Dios salvará a Sion,
reconstruirá las ciudades de Judá,
y las habitarán en posesión.
La estirpe de sus siervos la heredará,
los que aman su nombre vivirán en ella. R.
Aclamación
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Bendito seas, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has revelado los misterios del reino a los pequeños. R.
Evangelio
Lc 10, 17-24
Estén alegres porque sus nombres están inscritos en el cielo
Lectura del santo Evangelio según san Lucas.
EN aquel tiempo, los setenta y dos volvieron con alegría diciendo:
«Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre».
Jesús les dijo:
«Estaba viendo a Satanás caer del cielo como un rayo. Miren: les he dado el poder de pisotear serpientes y escorpiones y todo poder del enemigo, y nada les hará daño alguno.
Sin embargo, no estén alegres porque se les someten los espíritus; estén alegres porque sus nombres están inscritos en el cielo».
En aquella hora, se llenó de alegría en el Espíritu Santo y dijo:
«Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a los pequeños.
Sí, Padre, porque así te ha parecido bien.
Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; ni quién es el Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».
Y, volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte:
«¡Bienaventurados los ojos que ven lo que ustedes ven! Porque les digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven, y no lo vieron; y oír lo que ustedes oyen, y no lo oyeron».
Palabra del Señor.
Pistas para la Lectio Divina
1. (Año I) Baruc 4,5-12.27-29
a) Sigue el profeta Baruc, esta vez animando al pueblo a volver decididamente a Dios.
Ante todo, repite la idea de que las desgracias que les están abrumando las tienen bien merecidas: "os entregaron a vuestros enemigos porque os olvidasteis del Señor que os había criado". Es patética la queja que pone en labios de Jerusalén, la madre que ha perdido a sus hijos y además se siente viuda: "Dios me ha enviado una pena terrible, mandó cautivos a mis hijos e hijas: yo los crié con alegría y los despedí con lágrimas de pena. Que nadie se alegre viendo a esta viuda abandonada de todos".
Pero prevalece la esperanza: "ánimo, pueblo, ánimo, hijos, gritad a Dios, que el que os castigó se acordará de vosotros, os mandará el gozo eterno de vuestra salvación". Eso sí, deben convertirse a él: "volveos a buscarlo con redoblado empeño".
b) El destierro ayudó al pueblo israelita a madurar en su fe. Las pruebas de la vida nos templan, nos van puliendo, nos hacen revisar nuestros caminos y reorientar la dirección de nuestras vidas.
A Ignacio de Loyola la herida de Pamplona le resultó providencial para encontrar cuál era la voluntad de Dios sobre su futuro. A nosotros, los diversos acontecimientos de la vida, también las desgracias y hasta nuestros propios fallos y pecados, nos recuerdan que somos frágiles y nos urgen a adoptar una actitud, ante Dios y ante los demás, no de orgullo y autosuficiencia, sino de humildad.
Además, nuestros fallos, los de cada uno de nosotros, empobrecen a toda la comunidad eclesial. Se pueden poner en labios de la Iglesia los lamentos que Baruc pone en boca de Sión, abandonada y empobrecida por sus hijos.
El remedio es, según el profeta, que volvamos a Dios: "si un día os empeñasteis en alejaros de Dios, volveos a buscarlo con redoblado empeño". Es una consigna para cada uno de nosotros. Con nuestra vuelta al buen camino, no sólo saldremos ganando nosotros, sino llenaremos de alegría el corazón de la Madre Iglesia y enriqueceremos a toda la comunidad.
Si hacemos caso del salmo, "buscad al Señor y vivirá vuestro corazón", entonces sucederá además que "el Señor salvará a Sión, reconstruirá las ciudades de Judá y los que aman su nombre vivirán en ella".
2. Lucas 10,17-24
a) La vuelta de los 72 discípulos de su ensayo misionero es eufórica: "hasta los demonios se nos someten en tu nombre".
Jesús les escucha, les anima y se deja contagiar de su optimismo: "lleno de la alegría del Espíritu Santo, exclamó: te doy gracias, Padre...". Y alaba a Dios porque revela estas cosas a los sencillos de corazón y no a los que se creen sabios.
Habla también de su íntima unión con el Padre, que es la raíz de su misión y de su alegría, y entona la bienaventuranza de sus seguidores: "dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis".
b) También hay momentos de satisfacción y éxitos en nuestra vida de testimonio cristiano.
Como aquellos discípulos, sería bueno que tuviéramos alguien con quien poder compartir nuestros interrogantes y dificultades, y también nuestras alegrías. Que sepamos "rezar" nuestra experiencia, tanto si es buena como mala. Que la convirtamos en alabanza y en súplica ante Dios. Que sepamos dar gracias a Dios porque sigue moviendo los corazones de muchos, e iluminando a los de corazón sencillo, y triunfando de los poderes del mal y abriendo las puertas de su Reino a muchas personas.
También personalmente podemos sentirnos satisfechos: lo que han visto nuestros ojos -la riqueza de la fe, de la verdad, de la salvación que Dios nos ha concedido en Cristo Jesús- es una suerte que no todos tienen. Podremos estar contentos, como les dijo Jesús a los suyos, de que "nuestros nombres están inscritos en el cielo". Es legítima y profunda la alegría que sentimos por la fe que Dios nos ha concedido y por haber sido llamados a colaborar en el bien de los demás.
"Ánimo, hijos, gritad a Dios, volveos a buscarlo con redoblado empeño" (1ª lectura I)
"Te conocía sólo de oídas, ahora te han visto mis ojos" (1ª lectura II)
"Los setenta y dos volvieron muy contentos" (evangelio)
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 136-138
4 de octubre
SAN FRANCISCO DE ASÍS*
Memoria
— La pobreza de San Francisco. La pobreza en el cristiano corriente.
— Especial necesidad de esta virtud en nuestros días. Manifestaciones y modo de vivirla.
— Frutos de esta virtud.
I. En un momento en que eran grandes el brillo externo y el poder político y social de muchos eclesiásticos, el Señor llamó a San Francisco para que su vida pobre fuera como un fermento nuevo en aquella sociedad que, por su apegamiento a los bienes materiales, se alejaba más y más de Dios. Con él afirma Dante «nace un sol al mundo»1, un instrumento de Dios para enseñar a todos que la esperanza ha de estar puesta solo en Él.
Un día, orando en la Iglesia de San Damián, oyó estas palabras: Ve y repara mi casa en ruinas. Tomando al pie de la letra esta locución divina, empleó sus fuerzas en reparar aquella ruinosa capilla, y después se dedicó a restaurar otros templos. Pero enseguida comprendió que la pobreza como expresión de su vida entera habría de ser un gran bien para la Iglesia; la llamaba Señora2, al modo como los caballeros medievales llamaban a sus damas y los cristianos se dirigen a la Madre de Dios. La restauración de la Cristiandad habría de venir por el desprendimiento de los bienes materiales, pues la pobreza bien vivida, según el propio estado, permite poner nuestra esperanza en Dios y solo en Él. Un día de febrero de 1209, habiendo oído Francisco las palabras del Evangelio: No llevéis oro, ni plata, ni alforja... tuvo un gesto clamoroso para mostrar que nada es bueno si se prefiere a Dios, y se despojó de sus vestidos y del cinturón de cuero, tomó un basto sayal, se ciñó una soga y se puso en camino, confiado en la Providencia.
La pobreza es una virtud cristiana que el Señor pide a todos religiosos, sacerdotes, madres de familia, abogados, estudiantes..., pero es evidente que los cristianos en medio del mundo han de vivirla de un modo bien distinto a San Francisco y a los religiosos que, por su propia vocación, han de dar un testimonio en cierto modo público y oficial de su consagración a Dios. Igual ocurre con las demás virtudes cristianas la templanza, la obediencia, la humildad, la laboriosidad..., que, siendo virtudes que han de vivir todos aquellos que quieran seguir a Cristo, cada uno ha de aprender a vivirlas según la propia vocación a la que fue llamado.
La pobreza del cristiano corriente se hace «a base de desprendimiento, de confianza en Dios, de sobriedad y disposición a compartir con otros»3. El fiel laico ha de aprender como se aprende un camino, una ruta que se desea seguir a armonizar «dos aspectos que pueden a primera vista parecer contradictorios. Pobreza real, que se note y se toque hecha de cosas concretas, que sea una profesión de fe en Dios, una manifestación de que el corazón no se satisface con las cosas creadas, sino que aspira al Creador, que desea llenarse de amor de Dios, y dar luego a todos de ese mismo amor»4. A la vez, la condición secular, el estar en medio del mundo, exige al cristiano «ser uno más entre sus hermanos los hombres, de cuya vida participa, con quienes se alegra, con los que colabora, amando el mundo y todas las cosas buenas que hay en el mundo, utilizando todas las cosas creadas para resolver los problemas de la vida humana, y para establecer el ambiente espiritual y material que facilita el desarrollo de las personas y de las comunidades»5.
¿Se plasma esta virtud de la pobreza y desprendimiento en mi vida, en detalles concretos, reales? ¿La amo, la practico en mi propia condición? ¿Estoy plenamente convencido de que sin ella no podría seguir a Cristo? ¿Puedo decir «soy de verdad pobre de espíritu», por estar realmente desprendido de lo que uso?, ¿aunque posea bienes, de los que he de ser administrador que rendirá cuentas a Dios?
«Despégate de los bienes del mundo. Ama y practica la pobreza de espíritu: conténtate con lo que basta para pasar la vida sobria y templadamente.
-Si no, nunca serás apóstol»6.
II. El Señor hace resonar en todos los tiempos sus palabras: no podéis servir a Dios y a las riquezas7. Es imposible agradar a Dios, llevarle por todos los caminos de la tierra, si al mismo tiempo no estamos dispuestos a hacer renuncias a veces costosas en la posesión y disfrute de los bienes materiales. Particularmente importante en nuestros días resulta ese aviso del Señor, que a muchos puede parecer extraño, cuando un desmedido afán de comodidades alimenta a diario la codicia de las gentes. Son muchos los que aspiran a tener más, a gastar más, a conseguir el mayor número de placeres posibles, como si ese fuera el fin del hombre sobre la tierra.
En la práctica, esa pobreza real tiene muchas manifestaciones. En primer lugar, estar desprendidos de los bienes materiales, disfrutándolos como bondad creada de Dios que son, pero sin considerar necesarias para la salud, para el descanso... cosas de las que se puede prescindir con un poco de buena voluntad. «Hemos de exigirnos en la vida cotidiana, con el fin de no inventarnos falsos problemas, necesidades artificiosas, que en último término proceden del engreimiento, del antojo, de un espíritu comodón y perezoso. Debemos ir a Dios con paso rápido, sin pesos muertos ni impedimentos que dificulten la marcha»8. Esas necesidades artificiosas pueden referirse a instrumentos de trabajo, a artículos de deporte, prendas de vestir, etc.
San Agustín aconsejaba a los cristianos de su tiempo: «Buscad lo suficiente, buscad lo que basta. Lo demás es agobio, no alivio; apesadumbra, no levanta»9. ¡Qué bien conocía el corazón humano! Porque la verdadera pobreza cristiana es incompatible, no solo con los bienes superfluos, sino también con la inquieta solicitud de los necesarios. Si se diera esa apetencia desordenada..., indicaría que su vida espiritual se está deslizando hacia la tibieza, hacia el desamor.
La pobreza se manifiesta en cumplir acabadamente el propio quehacer profesional; en el cuidado de los instrumentos de trabajo, sean nuestros o no, de la ropa, del propio hogar...; en evitar gastos desproporcionados, aunque los pague la empresa en la que trabajamos; en «no considerar de verdad- cosa alguna como propia»10; en escoger para nosotros lo peor, si la elección pasa inadvertida11 (¡cuántas oportunidades en la vida familiar!); en aceptar con paz y alegría la escasez, la falta incluso de lo necesario; en evitar gastos personales motivados por el capricho, la vanidad, el deseo de lujo, la poltronería; en ser austeros con nosotros mismos comida, bebida... y generosos siempre con los demás.
Un día mandó San Francisco erigir en la iglesia del convento una gran cruz para sus frailes, y al colocarla les dijo: «Este debe ser vuestro libro de meditación». El Poverello de Asís había comprendido bien dónde estaban las verdaderas riquezas de la vida y el carácter relativo de todo lo terreno. Hoy, cuando es tan fuerte la presión externa de un ambiente impregnado de materialismo, hemos de amar los cristianos esta virtud con particular empeño.
III. De la pobreza se derivan muchos frutos. En primer lugar, el alma se dispone para los bienes sobrenaturales y el corazón se ensancha para ocuparse sinceramente de los demás. Pidamos hoy al Señor por intercesión de San Francisco la gracia de comprender con más hondura cómo la pobreza cristiana vivida hasta sus últimas consecuencias es un don que ya tiene su premio en esta vida. El Señor da al alma desprendida una especial alegría, incluso en medio de las privaciones de lo que parecía más necesario. «Muchos se sienten desgraciados, precisamente por tener demasiado de todo. –Los cristianos, si verdaderamente se conducen como hijos de Dios, pasarán incomodidad, calor, fatiga, frío... Pero no les faltará jamás la alegría, porque eso –¡todo!- lo dispone o lo permite Él, que es la fuente de la verdadera felicidad»12.
La pobreza verdadera nos permita disponer de nosotros mismos para entregarnos a Cristo, forma suprema de libertad que nos abre sin reservas ni restricciones a la amorosa Voluntad de Dios, como nos enseña el mismo Cristo. Para amarla –querer ser pobres, cuando todo parece inducir a querer ser ricos13– es necesario comprender bien que la pobreza como virtud –como toda virtud– es algo bueno y positivo para el hombre: le pone en condiciones de vivir según el querer divino, utilizando los bienes materiales para ganar el Cielo y ayudar a que el mundo sea más justo, más humano.
La virtud de la pobreza es consecuencia de la vida de la fe. En la Sagrada Escritura, la pobreza expresa la condición de quien se ha puesto, absolutamente, en manos de Dios, dejando en Él las riendas de la propia vida, sin buscar otra seguridad. Se trata de la rectitud de espíritu de quien no quiere depender de los bienes de la tierra, aunque se posean. Es el firme propósito de no tener más que un solo Señor, porque nadie puede servir a dos señores14. Cuando a quien se sirve es a la riqueza, al dinero, a los bienes terrenos sean cuales fueren, estos se convierten en un ídolo. Es esa idolatría de la que San Pablo advertía a los primeros cristianos que ni siquiera debía de nombrarse entre ellos.
Muchos cristianos se ven hoy tentados por esa idolatría moderna del consumo, que les hace olvidar la inmensa riqueza del amor a Dios, que es lo único que puede llenar su corazón. En esta sociedad en la que tanto abunda el afán por las riquezas, por la comodidad, por un desmedido bienestar, nuestra vida sobria y desprendida servirá de fermento para llevarla a Dios, como hizo San Francisco en su tiempo.
Al terminar nuestra oración, pedimos al Santo de Asís, con palabras del Papa Juan Pablo II, que sepamos ser levadura en medio del mundo. Así pedía el Pontífice su intercesión ante la tumba donde reposan los restos de San Francisco: «Tú, que acercaste tanto a Cristo a tu época, ayúdanos a acercar a Cristo a la nuestra, a nuestros tiempos difíciles y críticos. ¡Ayúdanos! Estos tiempos esperan con grandísima ansia, por más que muchos hombres de nuestra época no se den cuenta. Nos acercamos al año 2000 después de Cristo. ¿No serán tiempos que nos preparen a un renacimiento de Cristo, a un nuevo Adviento?»15. La Virgen Nuestra Señora nos enseñará, con una vida sobria y desprendida, a ser protagonistas de este nuevo renacer.
San Francisco nació en Asís (Italia), en el seno de una familia acomodada, en 1182. Vivió y predicó infatigablemente la pobreza y el amor de Dios a todos los hombres. Fundó la Orden religiosa de los Franciscanos; con Santa Clara, las Damas Pobres (Clarisas); y la Tercera Orden, para seglares. Murió el año 1226.
Ant. 1. Por la mañana proclamamos, Señor, tu misericordia y de noche tu fidelidad.
Salmo 91
ALABANZA A DIOS QUE CON SABIDURÍA Y JUSTICIA DIRIGE LA VIDA DE LOS HOMBRES
Este salmo canta las maravillas realizadas en Cristo. (S. Atanasio)
Es bueno dar gracias al Señor
y tocar para tu nombre, oh Altísimo,
proclamar por la mañana tu misericordia
y de noche tu fidelidad,
con arpas de diez cuerdas y laúdes
sobre arpegios de cítaras.
Tus acciones, Señor, son mi alegría,
y mi júbilo, las obras de tus manos.
¡Qué magníficas son tus obras, Señor,
qué profundos tus designios!
El ignorante no los entiende
ni el necio se da cuenta.
Aunque germinen como hierba los malvados
y florezcan los malhechores,
serán destruidos para siempre.
Tú, en cambio, Señor,
eres excelso por los siglos.
Porque tus enemigos, Señor, perecerán,
los malhechores serán dispersados;
pero a mí me das la fuerza de un búfalo
y me unges con aceite nuevo.
Mis ojos no temerán a mis enemigos,
mis oídos escucharán su derrota.
El justo crecerá como una palmera
y se alzará como un cedro del Líbano:
plantado en la casa del Señor,
crecerá en los atrios de nuestro Dios;
en la vejez seguirá dando fruto
y estará lozano y frondoso,
para proclamar que el Señor es justo,
que en mi Roca no existe la maldad.
Ant. Por la mañana proclamamos, Señor, tu misericordia y de noche tu fidelidad.
Ant. 2. Dad gloria a nuestro Dios.
Cántico Dt 32, 1-12
BENEFICIOS DE DIOS PARA CON SU PUEBLO
¡Cuántas veces he querido agrupar a tus hijos como la gallina cobija a los polluelos bajo las alas! (Mt 23, 37)
Escuchad, cielos, y hablaré;
oye, tierra, los dichos de mi boca;
descienda como lluvia mi doctrina,
destile como rocío mi palabra;
como llovizna sobre la hierba,
como sereno sobre el césped;
voy a proclamar el nombre del Señor:
dad gloria a nuestro Dios.
Él es la Roca, sus obras son perfectas,
sus caminos son justos,
es un Dios fiel, sin maldad;
es justo y recto.
Hijos degenerados, se portaron mal con él,
generación malvada y pervertida.
¿Así le pagas al Señor,
pueblo necio e insensato?
¿No es él tu padre y tu creador,
el que te hizo y te constituyó?
Acuérdate de los días remotos,
considera las edades pretéritas,
pregunta a tu padre y te lo contará,
a tus ancianos y te lo dirán:
Cuando el Altísimo daba a cada pueblo su heredad,
y distribuía a los hijos de Adán,
trazando las fronteras de las naciones,
según el número de los hijos de Dios,
la porción del Señor fue su pueblo,
Jacob fue la parte de su heredad.
Lo encontró en una tierra desierta,
en una soledad poblada de aullidos:
lo rodeó cuidando de él,
lo guardó como a las niñas de sus ojos.
Como el águila incita a su nidada,
revolando sobre los polluelos,
así extendió sus alas, los tomó
y los llevó sobre sus plumas.
El Señor solo los condujo,
no hubo dioses extraños con él.
Ant. Dad gloria a nuestro Dios.
Ant. 3. ¡Qué admirable es tu nombre, Señor, en toda la tierra!
Salmo 8
MAJESTAD DEL SEÑOR Y DIGNIDAD DEL HOMBRE
Todo lo puso bajo sus pies y lo dio a la Iglesia como cabeza, sobre todo. (Ef 1, 22)
Señor, dueño nuestro,
¡qué admirable es tu nombre
en toda la tierra!
Ensalzaste tu majestad sobre los cielos.
De la boca de los niños de pecho
has sacado una alabanza contra tus enemigos,
para reprimir al adversario y al rebelde.
Cuando contemplo el cielo, obra de tus manos;
la luna y las estrellas que has creado,
¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él;
el ser humano, para darle poder?
Lo hiciste poco inferior a los ángeles,
lo coronaste de gloria y dignidad,
le diste el mando sobre las obras de tus manos,
todo lo sometiste bajo sus pies:
rebaños de ovejas y toros,
y hasta las bestias del campo,
las aves del cielo, los peces del mar,
que trazan sendas por las aguas.
Señor, dueño nuestro,
¡qué admirable es tu nombre
en toda la tierra!
Ant. ¡Qué admirable es tu nombre, Señor, en toda la tierra!
LECTURA BREVE Rm 12, 1-2
Os exhorto, por la misericordia de Dios, a presentar vuestros cuerpos como hostia viva, santa, agradable a Dios; éste es vuestro culto razonable. Y no os ajustéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente, para que sepáis discernir lo que es la voluntad de Dios, lo bueno, lo que agrada, lo perfecto.
RESPONSORIO BREVE
V. Lleva en el corazón la ley de su Dios.
R. Lleva en el corazón la ley de su Dios.
V. Y sus pasos no vacilan.
R. Lleva en el corazón la ley de su Dios.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Lleva en el corazón la ley de su Dios.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Francisco, pobre y humilde en la tierra, entra colmado de riquezas en el cielo, y en su honor se elevan himnos celestes.
Cántico de Zacarías Lc 1, 68-79
EL MESÍAS Y SU PRECURSOR
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con
nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Francisco, pobre y humilde en la tierra, entra colmado de riquezas en el cielo, y en su honor se elevan himnos celestes.
PRECES
Adoremos, hermanos, a Cristo, el Dios santo, y, pidiéndole que nos enseñe a servirle con santidad y justicia en su presencia todos nuestros días, aclamémosle diciendo:
Tú solo eres santo, Señor.
Señor Jesús, probado en todo exactamente como nosotros, menos en el pecado,
compadécete de nuestras debilidades.
Señor Jesús, que a todos nos llamas a la perfección del amor,
danos el progresar por caminos de santidad.
Señor Jesús, que nos quieres sal de la tierra y luz del mundo,
ilumina nuestras vidas con tu propia luz.
Señor Jesús, que viniste al mundo no para que te sirvieran, sino para servir,
haz que sepamos servir con humildad a ti y a nuestros hermanos.
Señor Jesús, reflejo de la gloria del Padre e impronta de su ser,
haz que un día podamos contemplar la claridad de tu gloria.
Se pueden añadir algunas intenciones libres.
Oremos ahora al Padre, como nos enseñó el mismo Jesús:
Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
Señor Dios, que en el pobre y humilde Francisco de Asís has dado a tu Iglesia una imagen viva de Jesucristo, haz que nosotros, siguiendo su ejemplo, imitemos a tu Hijo y vivamos, como este santo, unidos a ti en el gozo del amor. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
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