Custodia

Custodia

Saludo

Bendición

miércoles, 1 de octubre de 2025

Oficio, lecturas, reflexiones y laudes +

 Santa Teresa del Niño Jesús




Memoria obligatoria

01 Octubre

Biografía


Nació en Alençon (Francia), el año 1873. Siendo aún muy joven, ingresó en el monasterio de carmelitas de Lisieux, ejercitándose sobre todo en la humildad, la sencillez evangélica y la confianza en Dios, virtudes que se esforzó en inculcar, de palabra y de obra, en las novicias. Murió el día 30 de septiembre del año 1897, ofreciendo su vida por la salvación de las almas y por el incremento de la Iglesia.

Oficio, lecturas, reflexiones y laudes +


V. Señor abre mis labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

Ant. Venid, adoremos al Señor, fuente de la sabiduría.

Salmo 94

INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Animaos unos a otros, día tras día, mientras perdura el «hoy». (Hb 3, 13)

Se recita la antífona que corresponda y la asamblea la repite.

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes.
Suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto:
cuando vuestros padres me pusieron a prueba,
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.

Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado, 
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

O bien:

Salmo 99

ALEGRÍA DE LOS QUE ENTRAN EN EL TEMPLO
Los redimidos deben entonar un canto de victoria. (S. Atanasio)

Se recita la antífona que corresponda y la asamblea la repite.

Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con aclamaciones.

Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.

Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:

«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

O bien:

Salmo 66

QUE TODOS LOS PUEBLOS ALABEN AL SEÑOR
Sabed que esta salvación de Dios ha sido enviada a los gentiles. (Hch 28, 28)

Se recita la antífona que corresponda y la asamblea la repite.

El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.

¡Oh Dios!, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.

¡Oh Dios!, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

O bien:

Salmo 23

ENTRADA SOLEMNE DE DIOS EN SU TEMPLO
Las puertas del cielo se abren ante Cristo que como hombre sube al cielo. (S. Ireneo)

Se recita la antífona que corresponda y la asamblea la repite.

Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.

¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?

El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.

Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.

¡Portones!, alzad los dinteles,
levantaos, puertas antiguas:
va a entrar el Rey de la gloria.

¿Quién es ese Rey de la gloria?
El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.

¡Portones!, alzad los dinteles,
levantaos, puertas antiguas:
va a entrar el Rey de la gloria.

¿Quién es ese Rey de la gloria?
El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

HIMNO

Hondo saber de Dios fue vuestra ciencia,
su espíritu de verdad os dio a beberla
en la Revelación, que es su presencia
en velos de palabra siempre nueva.

Abristeis el camino para hallarla
a todo el que de Dios hambre tenía,
palabra del Señor que, al contemplarla,
enciende nuestras luces que iluminan.

Saber de Dios en vida convertido
es la virtud del justo, que, a su tiempo,
si Dios le dio la luz, fue lo debido
que fuera su verdad, su pensamiento.

Demos gracias a Dios humildemente,
y al Hijo, su Verdad que a todos guía,
dejemos que su Luz, faro esplendente,
nos guíe por el mar de nuestra vida. Amén.

SALMODIA

Ant. 1. También nosotros gemimos en nuestro interior, aguardando la redención de nuestro cuerpo.

Salmo 38

SÚPLICA DE UN ENFERMO
La creación fue sometida a la frustración..., pero con la esperanza de verse liberada. (Rm 8, 20)

I

Yo me dije: vigilaré mi proceder,
para que no se me vaya la lengua;
pondré una mordaza a mi boca
mientras el impío esté presente.

Guardé silencio resignado,
no hablé con ligereza;
pero mi herida empeoró,
y el corazón me ardía por dentro;
pensándolo me requemaba,
hasta que solté la lengua.

Señor, dame a conocer mi fin
y cuál es la medida de mis años,
para que comprenda lo caduco que soy.

Me concediste un palmo de vida,
mis días son nada ante ti;
el hombre no dura más que un soplo,
el hombre pasa como pura sombra,
por un soplo se afana,
atesora sin saber para quién.

Ant. También nosotros gemimos en nuestro interior, aguardando la redención de nuestro cuerpo.

Ant. 2. Escucha, Señor, mi oración: no seas sordo a mi llanto.

II

Y ahora, Señor, ¿qué esperanza me queda?
Tú eres mi confianza.
Líbrame de mis iniquidades,
no me hagas la burla de los necios.

Enmudezco, no abro la boca,
porque eres tú quien lo ha hecho.
Aparta de mí tus golpes,
que el ímpetu de tu mano me acaba.

Escarmientas al hombre
castigando su culpa;
como una polilla roes sus tesoros;
el hombre no es más que un soplo.

Escucha, Señor, mi oración,
haz caso de mis gritos,
no seas sordo a mi llanto;

porque yo soy huésped tuyo,
forastero como todos mis padres.
Aplaca tu ira, dame respiro,
antes de que pase y no exista.

Ant. Escucha, Señor, mi oración: no seas sordo a mi llanto.

Ant. 3. Yo confío en la misericordia del Señor por siempre jamás.

Salmo 51

CONTRA LA VIOLENCIA DE LOS CALUMNIADORES
El que se gloría, que se gloríe en el Señor. (1Co 1, 31)

¿Por qué te glorías de la maldad
y te envalentonas contra el piadoso?
Estás todo el día maquinando injusticias,
tu lengua es navaja afilada,
autor de fraudes;

prefieres el mal al bien,
la mentira a la honradez;
prefieres las palabras corrosivas,
lengua embustera.

Pues Dios te destruirá para siempre,
te abatirá y te barrerá de tu tienda;
arrancará tus raíces
del suelo vital.

Lo verán los justos, y temerán,
y se reirán de él:
«Mirad al valiente
que no puso en Dios su apoyo,
confió en sus muchas riquezas,
se insolentó en sus crímenes.»

Pero yo, como verde olivo,
en la casa de Dios,
confío en su misericordia
por siempre jamás.

Te daré siempre gracias
porque has actuado;
proclamaré delante de tus fíeles:
«Tu nombre es bueno.»

Ant. Yo confío en la misericordia del Señor por siempre jamás.

V. Mi alma espera en el Señor.
R. Espera en su palabra.

PRIMERA LECTURA

Año I:

Del segundo libro de los Reyes 17, 24-41

ORIGEN DE LOS SAMARITANOS

En aquellos días, el rey de Asiria trajo gente de Babilonia, Cutá, Avá, Jamat y Sefarvaím, y la estableció en las poblaciones de Samaría, para suplir a los israelitas. Ellos tomaron posesión de Samaría y se instalaron en sus poblados. Pero al empezar a instalarse allí, no daban culto al Señor, y el Señor les envió leones que hacían estrago entre los colonos. Entonces, expusieron al rey de Asiria:

«La gente que llevaste a Samaría como colonos no conoce los ritos del dios del país, y por eso éste les ha enviado leones que hacen estrago entre ellos, porque no conocen los ritos del dios del país.»

El rey de Asur ordenó:

«Llevad allá uno de los sacerdotes deportados de Samaría, para que se establezca allí y les enseñe los ritos del dios del país.»

Uno de los sacerdotes deportados de Samaría fue entonces a establecerse en Betel, y les enseñó cómo había que dar culto al Señor. Pero todos aquellos pueblos se fueron haciendo sus dioses y, cada uno en la ciudad donde vivía, los pusieron en las ermitas de los altozanos que habían construido los de Samaría: los de Babilonia hicieron a Sucot-Benot; los de Cutá, a Nergal; los de Jamat, a Asima; los de Avá, a Nibjás y Tartac; los de Sefarvaím sacrificaban a sus hijos en la hoguera en honor de sus dioses Adramélec y Anamélec.

También daban culto al Señor; nombraron sacerdotes a gente de la masa del pueblo, para que oficiaran en las ermitas de los altozanos. De manera que daban culto al Señor y a sus dioses, según la religión del país de donde habían venido. Hasta hoy vienen haciendo según sus antiguos ritos; no veneran al Señor ni proceden según sus mandatos y preceptos, según la ley y la norma dada por el Señor a los hijos de Jacob, al que impuso el nombre de Israel. El Señor había hecho un pacto con ellos y les había mandado:

«No veneréis a otros dioses, ni los adoréis, ni les deis culto, ni les ofrezcáis sacrificios; sino que habéis de venerar al Señor que os sacó de Egipto con gran fuerza y brazo extendido; a él adoraréis y a él le ofreceréis sacrificios. Cuidad de poner siempre por obra los preceptos y normas, la ley y los mandatos que os ha dado por escrito. No veneréis a otros dioses. No olvidéis el pacto que he hecho con vosotros. No veneréis a otros dioses, sino al Señor, vuestro Dios, y él os librará de vuestros enemigos.»

Pero no hicieron caso, sino que procedieron según sus antiguos ritos. Así, aquella gente honraba al Señor y daba culto a sus ídolos. Y sus descendientes siguen hasta hoy haciendo lo mismo que sus antepasados.

Responsorio 2R 17, 38-39; Dt 6, 4

R. No olvidéis el pacto que he hecho con vosotros. No veneréis a otros dioses, sino al Señor, vuestro Dios, * y él os librará de vuestros enemigos.

V. Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es solamente uno.

R. Y él os librará de vuestros enemigos.

SEGUNDA LECTURA

De la Narración de la vida de santa Teresa del Niño Jesús, virgen, escrita por ella misma

(«Manuscrits autobiographiques», Lisieux 1957, 227-229)

EN EL CORAZÓN DE LA IGLESIA, YO SERÉ EL AMOR

Teniendo un deseo inmenso del martirio, acudí a las cartas de san Pablo, para tratar de hallar una respuesta. Mis ojos dieron casualmente con los capítulos doce y trece de la primera carta a los Corintios, y en el primero de ellos leí que no todos pueden ser al mismo tiempo apóstoles, profetas y doctores, que la Iglesia consta de diversos miembros y que el ojo no puede ser al mismo tiempo mano. Una respuesta bien clara, ciertamente, pero no suficiente para satisfacer mis deseos y darme la paz.

Continué leyendo sin desanimarme, y encontré esta consoladora exhortación: Aspirad a los dones más excelentes; yo quiero mostraros un camino todavía mucho mejor. El Apóstol, en efecto, hace notar cómo los mayores dones sin la caridad no son nada y cómo esta misma caridad es el mejor camino para llegar a Dios de un modo seguro. Por fin había hallado la tranquilidad.

Al contemplar el cuerpo místico de la Iglesia, no me había reconocido a mí misma en ninguno de los miembros que san Pablo enumera, sino que lo que yo deseaba era más bien verme en todos ellos. En la caridad descubrí el quicio de mi vocación. Entendí que la Iglesia tiene un cuerpo resultante de la unión de varios miembros, pero que en este cuerpo no falta el más necesario y noble de ellos: entendí que la Iglesia tiene un corazón y que este corazón está ardiendo en amor. Entendí que sólo el amor es el que impulsa a obrar a los miembros de la Iglesia y que, si faltase este amor, ni los apóstoles anunciarían ya el Evangelio, ni los mártires derramarían su sangre. Reconocí claramente y me convencí de que el amor encierra en sí todas las vocaciones, que el amor lo es todo, que abarca todos los tiempos y lugares, en una palabra, que el amor es eterno.

Entonces, llena de una alegría desbordante, exclamé: «Oh Jesús, amor mío, por fin he encontrado mi vocación: mi vocación es el amor. Sí, he hallado mi propio lugar en la Iglesia, y este lugar es el que tú me has señalado, Dios mío. En el corazón de la Iglesia, que es mi madre, yo seré el amor; de este modo lo seré todo y mi deseo se verá colmado.»

Responsorio Cf. Sal 20, 4; cf. Jb 31, 18; cf. Ef 3, 18; Sal 30, 20

R. Te adelantaste, Señor, a bendecirme con tu amor, el cual fue creciendo conmigo desde mi infancia; * y aun ahora no alcanzo a comprender la profundidad de tu amor.

V. ¡Qué bondad tan grande, Señor, reservas para tus fieles!

R. Y aun ahora no alcanzo a comprender la profundidad de tu amor



Primera lectura


Ne 2,1-8

Si le parece bien al rey, permítame ir a la ciudad de mis padres para reconstruirla

Lectura del libro de Nehemías.

En el mes de nisán del año veinte del rey Artajerjes, siendo yo el responsable del vino, lo tomé y se lo serví al rey. Yo estaba muy triste en su presencia.
El rey me dijo:
«¿Por qué ese semblante tan triste? No estás enfermo, pero tu corazón parece estar afligido».
491
492 Entonces, con mucho miedo, dije al rey:
«¡Larga vida al rey! ¿Cómo no ha de estar triste mi semblante, cuando la ciudad donde se encuentran las tumbas de mis padres está destruida y sus puertas han sido devoradas por el fuego?».
El rey me dijo:
«¿Qué quieres?».
Yo, encomendándome al Dios del cielo, le dije:
«Si le parece bien al rey y quiere contentar a su siervo, permítame ir a Judá, a la ciudad de las tumbas de mis padres, para reconstruirla».
El rey, que tenía a la reina sentada a su lado, me preguntó:
«¿Cuánto durará tu viaje y cuándo volverás?».
Yo le fijé un plazo que le pareció bien y me permitió marchar.
Después dije al rey:
«Si le parece bien al rey, redácteme unas cartas para los gobernadores de Transeufratina, para que me dejen el paso libre hasta Judá, y una carta dirigida a Asaf, el guarda del parque real, para que me proporcione madera para construir las puertas de la ciudadela del templo, para la muralla de la ciudad y la casa donde voy a vivir».
El rey las mandó redactar, porque la mano de Dios me protegía.

Palabra de Dios.

Salmo


Sal 137(136),1-2.3.4-5.6 (R. 6a)

R. Que se me pegue la lengua al paladar
si no me acuerdo de ti.

V. Junto a los canales de Babilonia
nos sentamos a llorar
con nostalgia de Sion;
en los sauces de sus orillas
colgábamos nuestras cítaras. R.

V. Allí los que nos deportaron
nos invitaban a cantar;
nuestros opresores, a divertirlos:
«Cántennos un cantar de Sion». R.

V. ¡Cómo cantar un cántico del Señor
en tierra extranjera!
Si me olvido de ti, Jerusalén,
que se me paralice la mano derecha. R.

V. Que se me pegue la lengua al paladar
si no me acuerdo de ti,
si no pongo a Jerusalén
en la cumbre de mis alegrías. R.

Aclamación


R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Por él lo perdí todo, y todo lo considero basura con tal de ganar a Cristo y ser hallado en él. R.

Evangelio


Lc 9,57-62

Te seguiré adondequiera que vayas

Lectura del santo Evangelio según san Lucas.

EN aquel tiempo, mientras Jesús y sus discípulos iban de camino, le dijo uno:
«Te seguiré adondequiera que vayas».
Jesús le respondió:
«Las zorras tienen madrigueras, y los pájaros del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza».
A otro le dijo:
«Sígueme».
Él respondió:
«Señor, déjame primero ir a enterrar a mi padre».
Le contestó:
«Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios».
Otro le dijo:
«Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de los de mi casa».
Jesús le contestó:
«Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás vale para el reino de Dios».

Palabra del Señor.



Pistas para la Lectio Divina

1. (Año I) Nehemias 2,1-8

 

a) Hoy y mañana leemos unos pasajes del libro de Nehemías. Este judío, que se quedó en Babilonia cuando empezaron a volver las primeras caravanas de repatriados, había llegado a ocupar un cargo bastante importante en la corte de los reyes persas: era el copero mayor. Lo que nos recuerda la historia de José en Egipto, y también la de Ester en la corte de Asuero.

 

Se ve que llegan noticias tristes de Jerusalén, por la desgana de algunos en la reconstrucción y por las dificultades que los pueblos vecinos -sobre todo los samaritanos- les ponen en el camino. Nehemias se muestra solidario de su pueblo y pide al rey que le permita volver a ayudar a su pueblo en la difícil tarea. Se ve que no sólo es una buena persona, sino que es emprendedor y sabe convencer a los que haga falta para conseguir sus propósitos. El rey le da facilidades, siguiendo la linea de tolerancia de la dinastía persa.

 

b) Es interesante que un laico, Nehemias, sienta esta preocupación por ayudar al pueblo en su reedificación, no sólo en el sentido material, sino también en el social y religioso.

 

Nehemias, laico, y Esdras, sacerdote, trabajarán juntos en la gran obra.

 

Podemos ver fácilmente el paralelo en nuestro tiempo. También ahora se puede decir que la situación no es nada halagüeña, ni en la Iglesia ni en la sociedad. Tal vez no será tan dramática como la que refleja el clásico salmo de Babilonia. Allí, después de una generación de lejanía de Jerusalén, el pueblo judío estaba a punto de olvidarse de la Alianza. Ya no sonaban los cantos en honor de Yahvé: "¿cómo cantar un cántico del Señor en tierra extranjera?". E incluso los ancianos se quejaban, poéticamente, de que se les podia "pegar la lengua al paladar", porque ya no iban a cantar más salmos, y que no les importaba que se les "paralice la mano derecha", porque ya no necesitarán tocar las citaras en el culto de Dios. Se estaba perdiendo, no sólo la identidad política, sino también la fe.

 

Pero entre todos, clérigos y laicos, pusieron manos a la obra y reedificaron Sión en todos los sentidos. En nuestra situación actual también hace falta la colaboración de todos, de los sacerdotes y religiosos, de las familias, de los catequistas, de los maestros, de los profesionales cristianos, incluidos los que están metidos en los medios de comunicación o -como en el caso de Nehemias- en la política. Se trata de salvar los valores humanos y cristianos fundamentales, para que las generaciones futuras tengan una sociedad mejor.

 

2. Lucas 9,57-62

 

a) En el camino de Jesús se espeja nuestro camino. Hoy leemos tres breves episodios de "vocación" a su seguimiento, con situaciones diferentes y respuestas que parecen paradójicas por parte de Jesús.

 

A uno que le quería seguir, Jesús le advierte que no tiene ni dónde reclinar la cabeza: menos que los pájaros y las zorras, que tienen su nido o su madriguera. A otro le llama él, y no le acepta la excusa dilatoria de que tiene que enterrar a su padre: "deja que los muertos entierren a sus muertos". Al que le pide permiso para despedirse de su familia, le urge a que deje estar eso, porque sería como el que pone la mano en el arado y sigue mirando atrás.

 

b) Las respuestas no se deben tomar al pie de la letra, sino como una manera expresiva de acentuar la radicalidad del seguimiento que pide Jesús, y su urgencia, porque hay mucho trabajo y no nos podemos entretener en cosas secundarias.

 

Con su primera respuesta, nos dice que su seguimiento no nos va a permitir "instalarnos" cómodamente. Jesús está de camino, es andariego. Como Abrahán desde que salió de su tierra de Ur y peregrinó por tierras extrañas cumpliendo los planes de Dios.

 

Con la segunda, Jesús no desautoriza la buena obra de enterrar a los muertos. Recordemos el libro de Tobías, en que aparece como una de las obras más meritorias que hacía el buen hombre. A Jesús mismo le enterraron, igual que hicieron luego con el primer mártir Esteban. Lo que nos dice es que no podemos dar largas a nuestro seguimiento. El trabajo apremia. Sobre todo si la petición de enterrar al padre se interpreta como una promesa de seguirle una vez que hayan muerto los padres. El evangelio pone como modelos a los primeros apóstoles, que, "dejándolo todo, le siguieron".

 

Lo mismo nos enseña con lo de "no despedirse de la familia". No está suprimiendo el cuarto mandamiento. Es cuestión de prioridades. Cuando el discípulo Eliseo le pidió lo mismo al profeta Elías, éste se lo permitió (I R 19). Jesús es más radical: sus seguidores no tienen que mirar atrás. Incluso hay que saber renunciar a los lazos de la familia si lo pide la misión evangelizadora, como hacen tantos cristianos cuando se sienten llamados a la vocación ministerial o religiosa, y tantos misioneros, también laicos, que deciden trabajar por Cristo dejando todo lo demás.

 

Sin dejarnos distraer ni por los bienes materiales ni por la familia ni por los muertos. La fe y su testimonio son valores absolutos. Todos los demás, relativos.

 

"Déjame ir a Judá y reconstruiré la ciudad donde están enterrados mis padres" (1ª lectura I)

 

"Yo te pido auxilio, por la mañana irá a tu encuentro mi súplica" (salmo Il)

 

"El que echa mano al arado y sigue mirando atrás, no vale para el Reino de Dios" (evangelio)

 

J. ALDAZABAL

ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6

Tiempo Ordinario. Semanas 22-34

Barcelona 1997. Págs. 124-128


26ª semana. Miércoles

PARA SEGUIR A CRISTO


— Desprendimiento para seguir a Cristo. Los bienes materiales son solo medios. Aprender a vivir la pobreza cristiana.

— Consecuencias de la pobreza: el uso del dinero, evitar los gastos innecesarios, el lujo, el capricho...

— Otras manifestaciones de la pobreza cristiana: rechazar lo superfluo, las falsas necesidades... Llevar con alegría la escasez y la necesidad.

I. Relata el Evangelio de la Misa1 que Jesús se disponía a pasar a la otra orilla del lago. Se le acerca entonces un escriba que se siente movido a acompañar al Maestro: te seguiré a donde quiera que vayas, le dice. Y Jesús le expone en breves palabras el panorama que se le presenta si emprende el camino: la renuncia a la comodidad, el desprendimiento de las cosas, una disponibilidad completa al querer divino: las raposas tienen sus madrigueras y los pájaros del cielo sus nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar su cabeza.

Jesús pide a sus discípulos, a todos, un desasimiento habitual: la costumbre firme de estar por encima de las cosas que necesariamente hemos de usar, sin que nos sintamos atados por ellas. Para quienes hemos sido llamados a permanecer en medio del mundo, mantener el corazón desprendido de los bienes materiales requiere una atención constante, sobre todo en un momento en que el deseo de poseer y de gustar de todo lo que apetece a los sentidos se muestra como un afán desmedido y, para muchos –da esa impresión–, el fin principal de la vida2.

Vivir la pobreza que Cristo pide a los suyos requiere un gran desprendimiento interior: en el deseo, en el pensamiento, en la imaginación; exige vivir con el mismo espíritu del Señor3. Una de las primeras manifestaciones de la pobreza evangélica es utilizar los bienes como medios4, no como fines en sí mismos; y, al considerar esta enseñanza concreta del Maestro, pedimos al Señor no dejarnos llevar por el deseo desmedido de tener más, de aparentar, de poner en ellos la seguridad de la vida. Los medios materiales son bienes cuando se utilizan para un fin superior: sostener la familia, educar a los hijos, adquirir una mayor cultura en provecho de la sociedad, ayudar a obras de apostolado y a quienes están más necesitados... Pero esto no es fácil a la hora de la práctica, porque el hombre tiende a dejar que el corazón se apegue a los medios materiales sin medida ni templanza. Es necesario aprender en la vida real cómo hemos de comportarnos para no caer en esos duros lazos que impiden subir hasta el Señor. Y esto tanto si tenemos muchos bienes como si no poseemos ninguno, pues no se confunde la pobreza con el no tener: «la pobreza que Jesús declaró bienaventurada es aquella hecha a base de desprendimiento, de confianza en Dios, de sobriedad y disposición a compartir con otros»5. Esta es la pobreza al menos de quienes han de vivir v santificarse en medio del mundo.

También San Pablo nos dice que sostuvo ese aprendizaje para vivir desprendido en toda circunstancia: he aprendido -dice a los cristianos de Filipo- a vivir en pobreza; he aprendido a vivir en abundancia; estoy acostumbrado a todo y en todo: a la hartura y a la escasez; a la riqueza y a la pobreza. Todo lo puedo en Aquel que me conforta6. Su seguridad y su confianza estaban puestas en Dios.

II. No podemos dejar de contemplar a Cristo, que no tenía dónde reclinar la cabeza..., porque si queremos seguirle hemos de imitarle. Aunque debamos utilizar medios materiales para cumplir nuestra misión en el mundo, nuestro corazón ha de estar como el del Señor: libre de ataduras.

La verdadera pobreza cristiana es incompatible, no solo con la ambición de bienes superfluos, sino con la inquieta solicitud por los necesarios. Si esto le ocurriera a una persona que, respondiendo a la llamada del Señor, lo ha dejado todo para seguirle más de cerca, indicaría que su vida interior se está llenando de tibieza, que está intentando servir a dos señores7. Por el contrario, la aceptación de las privaciones y de las incomodidades que la pobreza lleva consigo, une estrechamente a Jesucristo, y es señal de predilección por parte del Señor, que desea el bien para todos, pero de modo muy particular para quienes le siguen.

Un aspecto de la pobreza cristiana se refiere al uso del dinero. Hay cosas que son objetivamente lujosas, y desdicen de un discípulo de Cristo especialmente cuando tantos padecen necesidad y escasez, aun cuando resulten corrientes en el medio en el que cada uno se mueve. Son objetos, comodidades, caprichos..., que no deben entrar en los gastos ni en el uso –aunque no suponga desembolso alguno– de quien desea tener por Maestro a Aquel que no tenía dónde reclinar su cabeza. El prescindir de esas comodidades o de lujos y caprichos chocará quizá con el ambiente y puede ser en no pocas ocasiones el medio que utilice el Señor para que muchas personas se sientan movidas a salir de su aburguesamiento.

Los gastos motivados por el capricho son, por otro lado, lo más opuesto al espíritu de mortificación, a un sincero anhelo de imitar a Jesús. Es lógico pensar que tampoco tendría el espíritu de Cristo quien se dejara llevar por esos deseos por el solo hecho de que quien los paga es el Estado, la empresa o un amigo... Es el corazón el que seguiría a ras de tierra, incapaz de levantar el vuelo hasta los bienes sobrenaturales. Una persona así se iría incapacitando incluso para entender que existen otros bienes superiores a los del cuerpo, a los de los sentidos.

Pobres, por amor a Cristo, en la abundancia y en la escasez. En cada una de estas situaciones el uso de los bienes adquirirá unas formas quizá distintas, pero con los mismos sentimientos y disposiciones en el corazón. «Copio este texto, porque puede dar paz a tu alma: “Me encuentro en una situación económica tan apurada como cuando más. No pierdo la paz. Tengo absoluta seguridad de que Dios, mi Padre, resolverá todo este asunto de una vez.

»Quiero, Señor, abandonar el cuidado de todo lo mío en tus manos generosas. Nuestra Madre –¡tu Madre!– a estas horas, como en Caná, ha hecho sonar en tus oídos: ¡no tienen!... Yo creo en Ti, espero en Ti, Te amo, Jesús: para mí, nada; para ellos”»8. Quizá muchas veces tendremos necesidad de hacer nuestra esta oración.

III. Nosotros queremos seguir de cerca a Cristo, vivir como Él vivió, en medio del mundo, en las circunstancias particulares en las que nos toca vivir. Un aspecto de la pobreza que el Señor nos pide es el de cuidar, para que duren, los objetos que usamos. Esta actitud requiere mortificación, un sacrificio pequeño, pero constante, porque es más cómodo dejar la ropa en cualquier sitio y de cualquier forma, o dejar para más tarde –sin fecha fija– ese pequeño arreglo que, si se hace pronto, evita un gasto mayor.

También quien procura no tener nada superfluo está cerca del desprendimiento que Cristo nos pide. Para esto es necesario que nos preguntemos muchas veces: ¿necesito realmente estos objetos?, ¿dos plumas o dos bolígrafos?... «Lo superfluo de los ricos –afirma San Agustín– es lo necesario de los pobres. Se poseen cosas ajenas cuando se poseen cosas superfluas»9. ¿Tengo yo muchas cosas superfluas que para nada necesito?: calzado, utensilios, ropa de deporte, vestidos... ¿Tengo presente que, en buena parte, el desprendimiento cristiano consiste en «no considerar –de verdad– cosa alguna como propia»10, y actúo en consecuencia?

Es evidente que la pobreza cristiana es compatible con esos adornos de la casa de una familia cristiana, que se distingue más por el buen gusto y por la limpieza (¡hacer que las cosas luzcan y rindan!) y sencillez, que por lo ostentoso y llamativo. La casa debe ser un lugar donde la familia se siente a gusto y a donde todos los miembros desean llegar cuanto antes por el cariño que en ella se respira, pero no un lugar que sea una continua ocasión de aburguesamiento, de falta de sacrificio en los pequeños y en los mayores... Privarse de lo superfluo significa, sobre todo, no crearse necesidades. «Hemos de exigirnos en la vida cotidiana, con el fin de no inventarnos falsos problemas, necesidades artificiosas, que en último término proceden del engreimiento, del antojo, de un espíritu comodón y perezoso. Debemos ir a Dios con paso rápido, sin pesos muertos ni impedimentos que dificulten la marcha»11.

No tener cosas superfluas o innecesarias significa aprender a no crearnos falsas necesidades, de las que se puede prescindir con un poco de buena voluntad. Y, a la vez, agradecer al Señor constantemente los medios necesarios para el trabajo, para el sostenimiento de las personas que tenemos a nuestro cargo y poder ayudar en las necesidades de las obras apostólicas en las que colaboramos; estando dispuestos a prescindir de ellos, si Dios así lo permite; sin quejarnos cuando falte lo necesario, ni perder la alegría profunda de quien se sabe en las manos de Dios, pero poniendo los medios para salir de esa situación.

La Virgen Santa María nos ayudará a llevar a la práctica, de verdad, este consejo: «No pongas el corazón en nada caduco: imita a Cristo, que se hizo pobre por nosotros, y no tenía dónde reclinar su cabeza.

»—Pídele que te conceda, en medio del mundo, un efectivo desasimiento, sin atenuantes».


Ant. 1. Dios mío, tus caminos son santos: ¿qué dios es grande como nuestro Dios?

Salmo 76

RECUERDO DEL PASADO GLORIOSO DE ISRAEL
Nos aprietan por todos lados, pero no nos aplastan. (2 Co 4, 8)

Alzo mi voz a Dios gritando,
alzo mi voz a Dios para que me oiga.

En mi angustia te busco, Señor mío;
de noche extiendo las manos sin descanso,
y mi alma rehúsa el consuelo.
Cuando me acuerdo de Dios, gimo,
y meditando me siento desfallecer.

Sujetas los párpados de mis ojos,
y la agitación no me deja hablar.
Repaso los días antiguos,
recuerdo los años remotos;
de noche lo pienso en mis adentros,
y meditándolo me pregunto:

¿Es que el Señor nos rechaza para siempre
y ya no volverá a favorecernos?
¿Se ha agotado ya su misericordia,
se ha terminado para siempre su promesa?
¿Es que Dios se ha olvidado de su bondad,
o la cólera cierra sus entrañas?

Y me digo: ¡Qué pena la mía!
¡Se ha cambiado la diestra del Altísimo!
Recuerdo las proezas del Señor;
sí recuerdo tus antiguos portentos,
medito todas tus obras
y considero tus hazañas.

Dios mío, tus caminos son santos:
¿qué dios es grande como nuestro Dios?.

Tú, ¡oh Dios!, haciendo maravillas,
mostraste tu poder a los pueblos;
con tu brazo rescataste a tu pueblo,
a los hijos de Jacob y de José.

Te vio el mar, ¡oh Dios!,
te vio el mar y tembló,
las olas se estremecieron.

Las nubes descargaban sus aguas,
retumbaban los nubarrones,
tus saetas zigzagueaban.

Rodaba el fragor de tu trueno,
los relámpagos deslumbraban el orbe,
la tierra retembló estremecida.

Tú te abriste camino por las aguas,
un vado por las aguas caudalosas,
y no quedaba rastro de tus huellas:

mientras guiabas a tu pueblo, como a un rebaño,
por la mano de Moisés y de Aarón.

Ant. Dios mío, tus caminos son santos: ¿qué dios es grande como nuestro Dios?

Ant. 2. Mi corazón se regocija por el Señor, que humilla y enaltece.

Cántico IS 2,1-10

ALEGRÍA DE LOS HUMILDES EN DIOS
Derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes; a los hambrientos los colma de bienes. (Lc 1, 52-53)

Mi corazón se regocija por el Señor,
mi poder se exalta por Dios;
mi boca se ríe de mis enemigos,
porque gozo con tu salvación.
No hay santo como el Señor,
no hay roca como nuestro Dios.

No multipliquéis discursos altivos,
no echéis por la boca arrogancias,
porque el Señor es un Dios que sabe;
él es quién pesa las acciones.

Se rompen los arcos de los valientes,
mientras los cobardes se ciñen de valor;
los hartos se contratan por el pan,
mientras los hambrientos no tienen ya que trabajar;
la mujer estéril da a luz siete hijos,
mientras que la madre de muchos se marchita.

El Señor da la muerte y la vida,
hunde en el abismo y levanta;
da la pobreza y la riqueza,
humilla y enaltece.

Él levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,
para hacer que se siente entre príncipes
y que herede un trono de gloria;
pues del Señor son los pilares de la tierra,
y sobre ellos afirmó el orbe.

Él guarda los pasos de sus amigos,
mientras los malvados perecen en las tinieblas,
porque el hombre no triunfa por su fuerza.

El Señor desbarata a sus contrarios,
el Altísimo truena desde el cielo,
el Señor juzga hasta el confín de la tierra.
Él da fuerza a su Rey,
exalta el poder de su Ungido.

Ant. Mi corazón se regocija por el Señor, que humilla y enaltece.

Ant. 3. El Señor reina, la tierra goza. 

Salmo 96

EL SEÑOR ES UN REY MAYOR QUE TODOS LOS DIOSES
Este salmo canta la salvación del mundo y conversión de todos los pueblos. (S. Atanasio)

El Señor reina, la tierra goza,
† se alegran las islas innumerables.
Tiniebla y nube lo rodean,
justicia y derecho sostienen su trono.

Delante de él avanza fuego
abrazando en torno a los enemigos;
sus relámpagos deslumbran el orbe,
y, viéndolos, la tierra se estremece.

Los montes se derriten como cera
ante el dueño de toda la tierra;
los cielos pregonan su justicia,
y todos los pueblos contemplan su gloria.

Los que adoran estatuas se sonrojan,
los que ponen su orgullo en los ídolos;
ante él se postran todos los dioses.

Lo oye Sión, y se alegra,
se regocijan las ciudades de Judá
por tus sentencias, Señor;

porque tú eres, Señor,
altísimo sobre toda la tierra,
encumbrado sobre todos los dioses.

El Señor ama al que aborrece el mal,
protege la vida de sus fieles
y los libra de los malvados.

Amanece la luz para el justo,
y la alegría para los rectos de corazón.
Alegraos, justos con el Señor,
celebrad su santo nombre.

Ant. El Señor reina, la tierra goza.

LECTURA BREVE Sb 7, 13-14

Aprendí sin malicia, reparto sin envidia, y no me guardo sus riquezas. Porque es un tesoro inagotable para los hombres: los que lo adquieren se atraen la amistad de Dios, porque el don de su enseñanza los recomienda.

RESPONSORIO BREVE

V. El pueblo cuenta su sabiduría.
R. El pueblo cuenta su sabiduría.

V. La asamblea pregona su alabanza.
R. Cuenta su sabiduría.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. El pueblo cuenta su sabiduría.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Yo os aseguro que, si no volveís a haceros como niños, no entraréis en el reino de los cielos.  

Cántico de Zacarías Lc 1, 68-79

EL MESÍAS Y SU PRECURSOR

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con
nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Yo os aseguro que, si no volveís a haceros como niños, no entraréis en el reino de los cielos.  

PRECES

Glorifiquemos a Cristo, esposo y corona de las vírgenes, y supliquémosle diciendo:
Jesús, corona de las vírgenes, escúchanos.

Señor Jesucristo, a quien las vírgenes amaron como a su único esposo,
concédenos que nada nos aparte de tu amor.

Tú que coronaste a María como reina de las vírgenes,
por su intercesión concédenos recibirte siempre con pureza de corazón.

Por intercesión de las santas vírgenes que te sirvieron siempre con fidelidad, consagradas a ti en cuerpo y alma,
ayúdanos, Señor, a que los bienes de este mundo que pasa no nos separen de tu amor eterno.

Señor Jesús, esposo que has de venir y a quien las vírgenes prudentes esperaban,
concédenos que aguardemos tu retorno glorioso con una esperanza activa.

Por intercesión de santa Teresa, que fue virgen sensata y una de las prudentes,
concédenos, Señor, la verdadera sabiduría y la pureza de costumbres.

Se pueden añadir algunas intenciones libres.

Con sencillez y humildad digamos la oración que Jesús nos enseñó:

Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. 

Dios y Padre nuestro, que abres las puertas de tu reino a los pequeños y a los humildes, haz que sigamos confiadamente el camino de sencillez que siguió santa Teresa del Niño Jesús, para que, por su intercesión, también nosotros lleguemos a descubrir aquella gloria que permanece escondida a los sabios y a los prudentes según el mundo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario