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lunes, 9 de diciembre de 2024

Lecturas y reflexiones +

 San Juan Diego Cuauhtlatoatzin




Memoria libre

09 Diciembre

Biografía


Indígena nacido en el actual territorio de México alrededor del año 1474. En el monte Tepeyac, cerca de la ciudad de México, se le apareció la Madre de Dios. Hombre de fe limpísima, consiguió con su humildad y fervor que allí se erigiese un templo en honor de la bienaventurada Virgen María de Guadalupe, en donde descansó en el Señor el año 1548.



Primera lectura


Is 35,1-10

Dios viene en persona y los salvará.

Lectura del libro de Isaías.

EL desierto y el yermo se regocijarán,
se alegrará la estepa y florecerá,
germinará y florecerá como flor de narciso,
festejará con gozo y cantos de júbilo.
Le ha sido dada la gloria del Líbano,
el esplendor del Carmelo y del Sarón.
Contemplarán la gloria del Señor,
la majestad de nuestro Dios.
Fortalezcan las manos débiles,
afiancen las rodillas vacilantes;
digan a los inquietos:
«Sean fuertes, no teman.
¡He aquí su Dios! Llega el desquite,
la retribución de Dios.
Viene en persona y los salvará».
Entonces se despegarán los ojos de los ciegos,
los oídos de los sordos se abrirán;
entonces saltará el cojo como un ciervo
y cantará la lengua del mudo,
porque han brotado aguas en el desierto
y corrientes en la estepa.
El páramo se convertirá en estanque,
el suelo sediento en manantial.
En el lugar donde se echan los chacales
habrá hierbas, cañas y juncos.
Habrá un camino recto.
Lo llamarán «Vía sacra».
Los impuros no pasarán por él.
Él mismo abre el camino
para que no se extravíen los inexpertos.
No hay por allí leones,
ni se acercan las bestias feroces.
Los liberados caminan por ella
y por ella retornan los rescatados del Señor.
Llegarán a Sion con cantos de júbilo:
alegría sin límite en sus rostros.
Los dominan el gozo y la alegría.
Quedan atrás la pena y la aflicción.

Palabra de Dios.

Salmo


Sal 85(84),9ab-10.11-12.13-14 (R. cf. Is 35,4)

R. He aquí nuestro Dios; viene en persona y nos salvará.

V. Voy a escuchar lo que dice el Señor:
«Dios anuncia la paz
a su pueblo y a sus amigos».
La salvación está cerca de los que le temen,
y la gloria habitará en nuestra tierra. R.

V. La misericordia y la fidelidad se encuentran,
la justicia y la paz se besan;
la fidelidad brota de la tierra,
y la justicia mira desde el cielo. R.

V. El Señor nos dará la lluvia,
y nuestra tierra dará su fruto.
La justicia marchará ante él,
y sus pasos señalarán el camino. R.

Aclamación


R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Miren, el Rey viene, el Señor de la tierra, y él romperá el yugo de nuestra cautividad. R.

Evangelio


Lc 5,17-26.

Hoy hemos visto maravillas.

Lectura del santo Evangelio según san Lucas.

UN día, estaba Jesús enseñando, y estaban sentados unos fariseos y maestros de la ley, venidos de todas las aldeas de Galilea, Judea y Jerusalén. Y el poder del Señor estaba con él para realizar curaciones.
En esto, llegaron unos hombres que traían en una camilla a un hombre paralítico y trataban de introducirlo y colocarlo delante de él. No encontrando por donde introducirlo a causa del gentío, subieron a la azotea, lo descolgaron con la camilla a través de las tejas, y lo pusieron en medio, delante de Jesús. Él, viendo la fe de ellos, dijo:
«Hombre, tus pecados están perdonados».
Entonces se pusieron a pensar los escribas y fariseos:
«¿Quién es este que dice blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino solo Dios?».
Pero Jesús, conociendo sus pensamientos, respondió y les dijo:
«Qué están pensando en sus corazones? ¿Qué es más fácil, decir: "Tus pecados te son perdonados", o decir:
"Levántate y echa a andar"? Pues, para que vean que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar pecados - dijo al paralítico -: "A ti te lo digo, ponte en pie, toma tu camilla y vete a tu casa"».
Y, al punto, levantándose a la vista de ellos, tomó la camilla donde había estado tendido y se marchó a su casa dando gloria a Dios.
El asombro se apoderó de todos y daban gloria a Dios. Y, llenos de temor, decían:
«Hoy hemos visto maravillas».

Palabra del Señor.



Pistas para la Lectio Divina

El Himno de la Alegría
Isaías 35, 1-10
“Se verá la gloria de Yahvé, el esplendor de nuestro Dios”

La profecía isaíanica de hoy podría llamarse el “Himno de la Alegría” de Isaías.
Después de unas duras palabras de juicio (ver Isaías 34,1-17), el profeta
comienza a predicar en positivo infundiendo esperanza, alegría, vitalidad para un pueblo que él describe como de “manos débiles”, “rodillas vacilantes”,
“corazón intranquilo” (35,3-4).

De repente vemos un cambio en el paisaje: la tierra reverdece y florece,
comienza una fiesta de la vida.

Enseguida se da paso a las canciones de fiesta de un pueblo transformado. Los
actores de esta fiesta van apareciendo uno a uno en la medida en que se va
enriqueciendo el escenario de donde desaparecen los factores causantes de
muerte y éstos se van remplazando son signos de vida. El último por aparecer,
el más contento y triunfante es el pueblo de “los redimidos de Yahvé”
(35,10a) que entra solemnemente en procesión, culminando en Sión el regreso
del exilio: “Volverán, entrarán en Sión entre aclamaciones y habrá eterna
sobre sus cabezas” (35,10b).

Vale la pena retomar algunos elementos del himno para poder apropiarlo y
participar en la fiesta. Notemos:

(1) El escenario. El poema va recorriendo el “Líbano”, el “Carmelo”, el “Sarón” y termina en “Sión”. Allí se van colocando en orden de aparición:

• “Desierto”, “sequedal”, “estepa”, “tierra quemada”
--- y en contraposición: “aguas”, “torrentes”, “estanque”, “manantial”.

• Luego “chacales”, “león”, “necios”, “bestia salvaje”
--- y en contraposición “ciegos”, “sordos”, “cojos”, “mudos”.

(2) Los actores. “Yahvé” con su “gloria” y “resplandor”, y “los redimidos de
Yahvé”.

(3) El ambiente. Se repiten diez veces cuatro términos: “alegría”, “gozo”,
“júbilo”, “regocijo”.

(4) La postura. Los que cantan van realizando al mismo tiempo una marcha
que acompaña el regreso de los “redimidos” (los rescatados del sufrimiento).
Sus “manos”, “rodillas” y “corazones” han sido fortalecidos.

(5) La tonalidad del himno es “en gozo mayor”. En la medida en que se canta
va fluyendo un hilo sonoro de gozo que atraviesa, irriga y vivifica todo.

(6) El motivo. Es la “gloria de Yahvé”, “su recompensa” y su “salvación”.

(7) Una certeza. Se canta con convicción: la esperanza es tan segura que la
transfiguración del desierto ya se ve como un hecho real en la medida en que los peregrinos afirman sus pasos en la ruta; lo que les rodea poco a poco adquiere todas las características de la tierra prometida.

La gran peregrinación festiva es parecida a la del Adviento: en cada paso que se da la alegría debe ser mayor. No sólo se camina hacia el encuentro con Dios, de hecho, él acompaña el caminar: la gloria del Señor no se restringe a Sión, ya desde el principio viaja al lado de los exiliados que viajan por el desierto. Su presencia santifica los caminos: “Habrá allí una senda y un camino, vía sacra se le llamará” (35,8).

Este gozo festivo de los peregrinos entonces no es más que el baño de la gloria
que reciben de Yahvé a lo largo del camino: “¡Regocijo y alegría les
acompañarán!” (35,19b). Tanto así que podrán decir: “¡Adiós, penar y
suspiros!”.

Y esta profecía se realiza en Jesús (Lucas 5,17-26)

“¡Hoy hemos visto algo increíble!” (5,26). El himno de la alegría es entonado coralmente por el pueblo en el evangelio cuando ven la realización de uno de los signos mesiánicos anunciados: “Entonces saltará el cojo como ciervo” (Is 35,6). Jesús viene a realizar todas estas acciones transformadoras de parte de Dios, restaurando por medio del “perdón” la geografía humana doblegada por el mal. Con él, todos los “redimidos”, continuarán un camino por el mundo proclamando la salvación, celebrando liturgias festivas en su honor y transformando en fuerza de vida todo lo árido que encuentren a su paso.

Para cultivar la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón:

1. ¿A quién se le dirige la profecía de hoy? ¿A quién le quiere hablar Dios a su
corazón?

2. ¿Cuáles son los verbos en futuro de esperanza y las frases que me quedan
resonando interiormente y provocan oración?

3. ¿Qué propuesta de Adviento hay detrás del texto de hoy? ¿Cómo lo voy a
vivir?

Padre Fidel Oñoro CJM

Francisco Fernández-Carvajal
Hablar con Dios

Adviento. 2ª semana. Lunes

APOSTOLADO DE LA CONFESIÓN

— El bien más grande que podemos hacer a nuestros amigos: acercarlos al sacramento de la Penitencia.

— Fe y confianza en el Señor. El paralítico de Cafarnaúm.

— La Confesión. El poder de perdonar los pecados. Respeto, agradecimiento y veneración al acercarnos a este sacramento.

I. Despierta, Señor, nuestros corazones y muévelos a preparar los caminos de tu Hijo; que tu amor y tu perdón apresuren la salvación que retardan nuestros pecados1. Esa oración litúrgica, con la que iniciamos nuestra conversación con Dios, nos habla de pregonar la venida de Jesús pidiendo perdón por los pecados.

Confortad las manos flojas y robusteced las rodillas débiles. Decid a los apocados de corazón: Alentaos y no temáis (...), el mismo Dios vendrá y os salvará. Entonces se abrirán los ojos de los ciegos y los oídos de los sordos. El lisiado saltará como el ciervo y la lengua de los mudos se soltará, brotarán aguas en el desierto y torrentes en la soledad. Y lo que era seco se mudará en estanque y la tierra sedienta en fuentes de agua2. Con el Señor nos han llegado todos los bienes.

El Mesías está muy cerca de nosotros, y en estos días del Adviento nos preparamos para recibirle de una manera nueva cuando llegue la Navidad. Jesús dice especialmente en estos días: Confortad las manos flojas y robusteced las rodillas débiles. Decid a los apocados de corazón: Alentaos y no temáis... Y nos encontramos cada día con más amigos, colegas, parientes, desorientados en lo más esencial de su existencia. Se sienten incapacitados para ir hasta el Señor, y andan como paralíticos por los caminos de la vida porque han perdido la esperanza. Nosotros hemos de guiarlos hasta la humilde cueva de Belén; allí encontrarán el sentido de sus vidas. Para eso, hemos de conocer el camino; tener vida interior, trato con Jesús, adelantarnos en mejorar en aquellas cosas que nuestros amigos deban mejorar, y tener una esperanza inquebrantable en los medios sobrenaturales.

La oración, la mortificación y el ejemplo estarán siempre en la base de todo apostolado cristiano. La petición por los demás es tanto más oída cuanto más amparada está por la santidad del que pide. El apostolado nace de un gran amor a Cristo.

En muchos casos, acercar a nuestros amigos a Cristo es llevarles a que reciban el sacramento de la Penitencia, uno de los mayores bienes que el Señor ha dejado a su Iglesia. Pocas ayudas tan grandes, quizá ninguna, podemos prestarles como la de facilitarles que se acerquen a la Confesión. En alguna ocasión, con delicadeza, tendremos que ayudarles para que hagan un buen examen de conciencia; en otras, los acompañaremos a donde se han de confesar; otras veces bastará una palabra de aliento y de cariño junto a una breve y acomodada catequesis sobre la naturaleza y los bienes de este sacramento. ¡Qué alegría cada vez que acercamos a un pariente, a un colega, a un amigo al sacramento de la misericordia divina! Esta misma alegría es compartida en el Cielo3 por nuestro Padre Dios y por todos los bienaventurados.

II. En el Evangelio de la Misa de hoy San Marcos nos dice que llegó Jesús a Cafarnaúm y enseguida se supo que estaba en casa, y se juntaron tantos que ni siquiera ante la puerta había ya sitio4.

También cuatro amigos se dirigieron a la casa llevando a un paralítico; pero no pudieron llegar hasta Jesús por causa del gentío. Entonces, valiéndose quizá de una escalera posterior, llegaron hasta el tejado con el paralítico; levantaron la techumbre por el sitio donde se encontraba el Señor y, después de hacer un agujero, descolgaron la camilla en la que yacía el paralítico. Dejaron la camilla en medio, delante de Jesús5.

El apostolado, y de modo singular el de la Confesión, es algo parecido: poner a las personas delante de Jesús; a pesar de las dificultades que esto puede llevar consigo. Dejaron al amigo delante de Jesús. Después el Señor hizo el resto; Él es quien hace realmente lo importante.

Los cuatro amigos conocían ya al Maestro, y su esperanza era tan grande que el milagro tendrá lugar gracias a su confianza en Jesús. Y su fe suple o completa la del paralítico. El Evangelio nos dice que al ver Jesús la fe de ellos, de los amigos, realizó el milagro. No se menciona explícitamente la fe del enfermo, se insiste en la de los amigos. Vencieron obstáculos que parecían insuperables: debieron convencer al enfermo. Mucha debió de ser su confianza en Jesús, pues solo el que está convencido, convence. Cuando llegaron a la casa, estaba tan repleta de gente que, al parecer, ya nada se podía hacer en aquella ocasión. Pero no se arredran. Superaron esta barrera con su decisión, con su ingenio, con su interés. Lo importante era el encuentro entre Jesús y su amigo, y para que se realice ese encuentro ponen todos los medios a su alcance.

¡Qué gran lección para el apostolado que como cristianos hemos de hacer! También nosotros encontraremos, sin duda, resistencias más o menos grandes. Nuestra misión consiste fundamentalmente en poner a nuestros amigos frente a frente con Cristo, dejarles junto a Jesús... y desaparecer. ¿Quién puede transformar la interioridad de una persona sino el Señor, y solo Él? El apostolado está en el orden de la gracia, de lo sobrenatural.

Quizá en ocasiones seamos culpables de que otros no se acerquen a Dios, porque se encuentran como incapacitados para ir hasta el Señor. «Este paralítico –explica Santo Tomás– simboliza al pecador que yace en el pecado; lo mismo que el paralítico no puede moverse, tampoco el pecador puede valerse por sí mismo. Los que llevan al paralítico representan a los que con sus consejos conducen al pecador hacia Dios»6.

Si tenemos confianza y trato frecuente con Cristo, podremos superar, con iniciativas también humanas, los obstáculos que se presentan siempre, de un modo u otro, en toda labor apostólica.

El Señor se sintió gratamente impresionado por la audacia, fruto de una gran esperanza apostólica, de estos cuatro amigos que no se echaron atrás ante las primeras dificultades ni lo dejaron para otra ocasión más oportuna, pues no sabían cuándo pasaría Jesús otra vez por allí, tan cerca.

Podemos preguntarnos hoy en nuestra meditación personal si hacemos así con nuestros amigos, parientes y conocidos: ¿nos hemos detenido en las primeras dificultades, cuando habíamos decidido ayudarles para que se acercaran a la Confesión? Allí les estaba esperando el Señor.

III. El Señor miró al enfermo con inmensa piedad: Ten confianza, hijo, le dice. Y, a continuación, unas palabras que asombraron a todos: tus pecados te son perdonados.

Cuando David pecó y acudió a postrarse a los pies de Natán, este le dijo: Yahvé te ha perdonado7. Era Dios quien le había perdonado, Natán se limitaba a transmitir el mensaje que devolvió a David la alegría y el sentido a su vida. Pero Jesús perdona en nombre propio. Esto escandalizó a los escribas presentes: Este blasfema. ¿Quién puede perdonar los pecados sino solo Dios?

Y es muy posible que el paralítico experimentara con especial lucidez toda su indignidad, quizá comprendió en ese momento, como nunca hasta entonces lo había hecho, la necesidad de estar limpio ante la mirada purísima de Jesús, que le penetraba hasta el fondo del alma con honda misericordia. Recibió entonces la gracia de un perdón tan grande: era el premio por haberse dejado ayudar. Y, enseguida, una alegría como nunca antes había imaginado. Es la alegría de toda Confesión contrita y sincera. Ya poco le importaba su parálisis. Su alma estaba limpia y había encontrado a Jesús.

El Señor lee los pensamientos de todos, y quiso dejar bien sentado, también para quienes al cabo de los siglos meditaríamos esta escena, que tiene todo el poder en el cielo y en la tierra, porque es Dios; también el poder de perdonar los pecados. Y lo demuestra con el milagro de la curación completa de este hombre.

Este poder de perdonar los pecados fue transmitido por el Señor a su Iglesia en la persona de los Apóstoles, para que Ella, por medio de los sacerdotes, lo pudiera ejercer hasta el fin de los tiempos: Recibid el Espíritu Santo, a quienes les perdonéis los pecados, les son perdonados; a quienes se los retengáis, les son retenidos8.

Los sacerdotes ejercitan el poder del perdón de los pecados no en virtud propia, sino en nombre de Cristo –in persona Christi–, como instrumentos en manos del Señor. Solo Dios puede perdonar los pecados, y ha querido hacerlo en el sacramento de la Penitencia, a través de sus ministros los sacerdotes. Esto es tema de urgente catequesis entre quienes nos rodean, que les facilitará acercarse con más amor a este sacramento.

Aprovechemos nuestra oración de hoy para agradecer al Señor el que haya dejado a su Iglesia, nuestra Madre, tan inmenso poder: ¡Gracias, Señor, por poner tan a nuestro alcance y tan fácilmente un don tan grande!

También nos puede ayudar este rato de oración para examinar junto al Señor cómo van nuestras confesiones: Si las preparamos con un detenido examen de conciencia, si fomentamos la contrición en cada una de ellas, si nos confesamos con la frecuencia que hemos previsto, si somos radicalmente sinceros con el confesor, si nos esforzamos en llevar a la práctica los consejos recibidos. Hoy puede ser un buen momento para ver en la presencia de Dios a quiénes de nuestros parientes, amigos o colegas podemos ayudar a preparar un buen examen de conciencia, o quiénes están más necesitados de una palabra de aliento que les anime para disponerse a recibir este sacramento como preparación de la Navidad. Ellos lo esperan en lo más profundo de su alma, y el Señor también espera que acudan a esta fuente de su misericordia. No fallemos nosotros. Es el regalo más grande que podemos hacerles.

Nuestra Madre Santa María, Refugium peccatorum, tendrá compasión de ellos y de nosotros.

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