Custodia

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Saludo

Bendición

lunes, 4 de diciembre de 2023

Completas +

 


Lunes, I semana de Adviento, feria
Completas

(se hace la señal de la cruz mientras se dice:)
V/. -Dios mío, ven en mi auxilio.
R/. -Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya

 
Examen de conciencia

Hermanos: Llegados al fin de esta jornada que Dios nos ha concedido, reconozcamos humildemente nuestros pecados.
Todos examinan en silencio su conciencia. Después se prosigue con una de las fórmulas siguientes:
Primera fórmula:
Yo confieso ante Dios todopoderoso
y ante vosotros, hermanos,
que he pecado mucho
de pensamiento, palabra, obra y omisión.
Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.

Por eso ruego a santa María, siempre Virgen,
a los ángeles, a los santos
y a vosotros, hermanos,
que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.

Segunda fórmula:
V/. Señor, ten misericordia de nosotros.
R/. Porque hemos pecado contra ti.
V/. Muéstranos, Señor, tu misericordia.
R/. Y danos tu salvación.

Tercera fórmula:
V/. Tú que has sido enviado a sanar los corazones afligidos: Señor, ten piedad.
R/. Señor, ten piedad.
V/. Tú que has venido a llamar a los pecadores: Cristo, ten piedad.
R/. Cristo, ten piedad.
V/. Tú que estás sentado a la derecha del Padre para interceder por nosotros: Señor, ten piedad.
R/. Señor, ten piedad.

Si preside la celebración un ministro, él solo dice la conclusión siguiente; en caso contrario, la dicen todos:
V/. Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

 
Himno

De la vida en la arena
me llevas de la mano
al puerto más cercano,
al agua más serena.
El corazón se llena,
Señor, de tu ternura;
y es la noche más pura
y la ruta más bella
porque tú estás en ella,
sea clara u oscura.

La noche misteriosa
acerca a lo escondido;
el sueño es el olvido
donde la paz se posa.
Y esa paz es la rosa
de los vientos. Velero,
inquieto marinero,
ya mi timón preparo
-tú el mar y cielo claro-
hacia el alba que espero.

Gloria al Padre, y al Hijo,
y al Espíritu Santo. Amén.

Salmo 85: Oración de un pobre ante las adversidades

Ant: Tú, Señor, eres clemente y rico en misericordia.

Inclina tu oído, Señor, escúchame,
que soy un pobre desamparado;
protege mi vida, que soy un fiel tuyo;
salva a tu siervo, que confía en ti.

Tú eres mi Dios, piedad de mí, Señor,
que a ti te estoy llamando todo el día;
alegra el alma de tu siervo,
pues levanto mi alma hacia ti;

porque tú, Señor, eres bueno y clemente,
rico en misericordia con los que te invocan.
Señor, escucha mi oración,
atiende a la voz de mi súplica.

En el día del peligro te llamo,
y tú me escuchas.
No tienes igual entre los dioses, Señor,
ni hay obras como las tuyas.

Todos los pueblos vendrán
a postrarse en tu presencia, Señor;
bendecirán tu nombre:
«Grande eres tú, y haces maravillas;
tú eres el único Dios.»

Enséñame, Señor, tu camino,
para que siga tu verdad;
mantén mi corazón entero
en el temor de tu nombre.

Te alabaré de todo corazón, Dios mío;
daré gloria a tu nombre por siempre,
por tu gran piedad para conmigo,
porque me salvaste del abismo profundo.

Dios mío, unos soberbios se levantan contra mí,
una banda de insolentes atenta contra mi vida,
sin tenerte en cuenta a ti.

Pero tú, Señor, Dios clemente y misericordioso,
lento a la cólera, rico en piedad y leal,
mírame, ten compasión de mí.

Da fuerza a tu siervo,
salva al hijo de tu esclava;
dame una señal propicia,
que la vean mis adversarios y se avergüencen,
porque tú, Señor, me ayudas y consuelas.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Tú, Señor, eres clemente y rico en misericordia.

Lectura
1Ts 5,9-10
Dios nos ha destinado a obtener la salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo; él murió por nosotros, para que, despiertos o dormidos, vivamos con él.

V/. A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
R/. A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
V/. Tú, el Dios leal, nos librarás.
R/. Encomiendo mi espíritu.
V/. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
R/. A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.

Cántico Ev.

Ant: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.

(se hace la señal de la cruz mientras se comienza a recitar)
Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz.

Porque mis ojos han visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los pueblos:

luz para alumbrar a las naciones
y gloria de tu pueblo Israel.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.

Final


Oremos:

Concede, Señor, a nuestros cuerpos fatigados el descanso necesario, y haz que la simiente del reino, que con nuestro trabajo hemos sembrado hoy, crezca y germine para la cosecha de la vida eterna. Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.

(se hace la señal de la cruz mientras se dice:)
V/. El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una muerte santa.
R/. Amén.
 

 
Se canta o se dice una de las siguientes antífonas marianas:
 
Dios te salve, Reina y Madre de Misericordia,
vida, dulzura y esperanza nuestra;
Dios te salve.

A ti llamamos los desterrados hijos de Eva;
a ti suspiramos, gimiendo y llorando,
en este valle de lágrimas.

Ea, pues, Señora, abogada nuestra,
vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos,
y, después de este destierro,
muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre.

¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María!
o bien:
Madre del Redentor, virgen fecunda,
puerta del cielo siempre abierta,
estrella del mar,
ven a librar al pueblo que tropieza
y quiere levantarse.

Ante la admiración de cielo y tierra,
engendraste a tu santo Creador,
y permaneces siempre virgen.

Recibe el saludo del ángel Gabriel,
y ten piedad de nosotros, pecadores.
o bien:
Salve, Reina de los cielos
y Señora de los ángeles;
salve raíz; salve, puerta,
que dio paso a nuestra luz.

Alégrate, virgen gloriosa,
entre todas la más bella;
salve, oh hermosa doncella,
ruega a Cristo por nosotros.
o bien:
Bajo tu protección nos acogemos,
santa Madre de Dios;
no deseches las súplicas
que te dirigimos en nuestras necesidades;
antes bien, líbranos de todo peligro,
oh Virgen gloriosa y bendita.

Santa Misa +

 https://youtu.be/h9xbCjL86Kg?si=-M6ThX00O8TiaF1Z

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Oficio, lecturas, reflexiones y laudes +

 San Juan Damasceno, presbítero y doctor de la Iglesia, memoria libre


Común de doctores de la Iglesia


Salterio: lunes de la primera semana


Nació en Damasco, en la segunda mitad del siglo VII, en el seno de una familia cristiana. Gran conocedor de la filosofía ingresó en el monasterio de San Sabas, próximo a Jerusalén, fue ordenado sacerdote. Escribió numerosas obras teológicas sobre todo contra los iconoclastas. Murió a mediados del siglo VIII.

 -Señor, ábreme los labios.

R/. -Y mi boca proclamará tu alabanza.


Ant: Venid, adoremos al Señor, fuente de la sabiduría.

Animaos los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy» (Hb 3,13)

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

-se repite la antífona

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

-se repite la antífona

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

-se repite la antífona

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.

-se repite la antífona

Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
"Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso."»

-se repite la antífona

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Venid, adoremos al Señor, fuente de la sabiduría.

 
Himno


Experiencia de Dios fue vuestra ciencia,
su Espíritu veraz os dio a beberla
en la revelación, que es su presencia
en velos de palabra siempre nueva.

Abristeis el camino para hallarla
a todo el que de Dios hambre tenía,
palabra del Señor que, al contemplarla,
enciende nuestras luces que iluminan.

Saber de Dios en vida convertido
es la virtud del justo, que, a su tiempo,
si Dios le dio la luz, fue lo debido
que fuera su verdad, su pensamiento.

En nuestro corazón de criaturas,
no se encendió la luz para esconderla,
que poco puede andar quien anda a oscuras
por sendas de verdad sin poder verla.

Demos gracias a Dios humildemente
y al Hijo, su Verdad que a todos guía,
dejemos que su Luz, faro esplendente,
nos guíe por el mar de nuestra vida. Amén.



Salmo 6: Oración del afligido que acude a Dios


Ant: Sálvame, Señor, por tu misericordia.

Ahora mi alma está agitada... Padre, líbrame de esta hora (Jn 12,27)

Señor, no me corrijas con ira,
no me castigues con cólera.
Misericordia, Señor, que desfallezco;
cura, Señor, mis huesos dislocados.
Tengo el alma en delirio,
y tú, Señor, ¿hasta cuándo?

Vuélvete, Señor, liberta mi alma,
sálvame por tu misericordia.
Porque en el reino de la muerte nadie te invoca,
y en el abismo, ¿quién te alabará?

Estoy agotado de gemir:
de noche lloro sobre el lecho,
riego mi cama con lágrimas.
Mis ojos se consumen irritados,
envejecen por tantas contradicciones.

Apartaos de mí, los malvados,
porque el Señor ha escuchado mis sollozos;
el Señor ha escuchado mi súplica,
el Señor ha aceptado mi oración.

Que la vergüenza abrume a mis enemigos,
que avergonzados huyan al momento.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Sálvame, Señor, por tu misericordia.

Segundo Salmo


Salmo 9 A-I: Acción de gracias por la victoria


Ant: El Señor es el refugio del oprimido en los momentos de peligro.

De nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos

Te doy gracias, Señor, de todo corazón,
proclamando todas tus maravillas;
me alegro y exulto contigo,
y toco en honor de tu nombre, oh Altísimo.

Porque mis enemigos retrocedieron,
cayeron y perecieron ante tu rostro.
Defendiste mi causa y mi derecho,
sentado en tu trono como juez justo.

Reprendiste a los pueblos, destruiste al impío
y borraste para siempre su apellido.
El enemigo acabó en ruina perpetua,
arrasaste sus ciudades y se perdió su nombre.

Dios está sentado por siempre
en el trono que ha colocado para juzgar.
Él juzgará el orbe con justicia
y regirá las naciones con rectitud.

Él será refugio del oprimido,
su refugio en los momentos de peligro.
Confiarán en ti los que conocen tu nombre,
porque no abandonas a los que te buscan.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: El Señor es el refugio del oprimido en los momentos de peligro.

Tercer Salmo


Salmo 9 A-II:


Ant: Narraré tus hazañas en las puertas de Sión.

Tañed en honor del Señor, que reside en Sión;
narrad sus hazañas a los pueblos;
él venga la sangre, él recuerda
y no olvida los gritos de los humildes.

Piedad, Señor; mira como me afligen mis enemigos;
levántame del umbral de la muerte,
para que pueda proclamar tus alabanzas
y gozar de tu salvación en las puertas de Sión.

Los pueblos se han hundido en la fosa que hicieron,
su pie quedó prendido en la red que escondieron.
El Señor apareció para hacer justicia,
y se enredó el malvado en sus propias acciones.

Vuelvan al abismo los malvados,
los pueblos que olvidan a Dios.
Él no olvida jamás al pobre,
ni la esperanza del humilde perecerá.

Levántate, Señor, que el hombre no triunfe:
sean juzgados los gentiles en tu presencia.
Señor, infúndeles terror,
y aprendan los pueblos que no son más que hombres.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Narraré tus hazañas en las puertas de Sión.

Lectura Bíblica


V/. Enséñame a cumplir tu voluntad, Señor.

R/. Y a guardarla de todo corazón.

Juicio y salvación de Sión. Asamblea de los pueblos


Lectura del libro del profeta Isaías
Is 1,21-27; 2,1-5 (del lecc. único)

¡Cómo se ha vuelto una ramera la Villa Fiel! Antes llena de derecho, morada de justicia. Tu plata se ha vuelto escoria, tu vino está aguado, tus jefes son bandidos, socios de ladrones: todos amigos de sobornos, en busca de regalos. No defienden al huérfano, no se encargan de la causa de la viuda.

Oráculo del Señor de los ejércitos, el héroe de Israel: «Tomaré satisfacción de mis adversarios, venganza de mis enemigos. Volveré mi mano contra ti: te limpiaré de escoria en el crisol, separaré de ti la ganga; te daré jueces como los antiguos, consejeros como los de antaño: entonces te llamarás Ciudad Justa, Villa Fiel. Sión será redimida con el derecho, los repatriados, con la justicia.»

Visión de Isaías, hijo de Amós, acerca de Judá y de Jerusalén:

Al final de los días estará firme el monte de la casa del Señor, en la cima de los montes, encumbrado sobre las montañas. Hacia él confluirán los gentiles, caminarán pueblos numerosos. Dirán: «Venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob: él nos instruirá en sus caminos y marcharemos por sus sendas; porque de Sión saldrá la ley, de Jerusalén, la palabra del Señor.»

Será el árbitro de las naciones, el juez de pueblos numerosos. De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas. No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra.

Casa de Jacob, ven, caminemos a la luz del Señor.

R/. Vamos a subir al monte del Señor, al templo del Dios de Jacob. Nos enseñará sus caminos y caminaremos por sus sendas.

V/. Va a venir el Mesías, el Cristo: cuando venga, él nos lo dirá todo.

R/. Nos enseñará sus caminos y caminaremos por sus sendas.

Lectura Patrística


Me llamaste, Señor, para servir a tus hijos
San Juan Damasceno, presbítero y doctor de la Iglesia

De la Declaración de la fe (Cap 1: PG 95,417-419)

Tú, Señor, me sacaste de los lomos de mi padre; tú me formaste en el vientre de mi madre; tú me diste a luz niño y desnudo, puesto que las leyes de la naturaleza siguen tu mandatos.

Con la bendición del Espíritu Santo preparaste mi creación y mi existencia, no por voluntad de varón, ni por deseo carnal, sino por una gracia tuya inefable. Previniste mi nacimiento con un cuidado superior al de las leyes naturales; pues me sacaste a la luz adoptándome como hijo tuyo y me contaste entre los hijos de tu Iglesia santa e inmaculada.

Me alimentaste con la leche espiritual de tus divinas enseñanzas. Me nutriste con el vigoroso alimento del cuerpo de Cristo, nuestro Dios, tu santo Unigénito, y me embriagaste con el cáliz divino, o sea, con su sangre vivificante, que él derramó por la salvación de todo el mundo.

Porque tú, Señor, nos has amado y has entregado a tu único y amado Hijo para nuestra redención, que él aceptó voluntariamente, sin repugnancia; más aún, puesto que él mismo se ofreció, fue destinado al sacrificio como cordero inocente, porque, siendo Dios, se hizo hombre y con su voluntad humana se sometió, haciéndose obediente a ti, Dios, su Padre, hasta la muerte, y una muerte de cruz.

Así, pues, oh Cristo, Dios mío, te humillaste para cargarme sobre tus hombros, como oveja perdida, y me apacentaste en verdes pastos; me has alimentado con las aguas de la verdadera doctrina por mediación de tus pastores, a los que tú mismo alimentas para que alimenten a su vez a tu grey elegida y excelsa.

Por la imposición de manos del obispo, me llamaste para servir a tus hijos. Ignoro por qué razón me elegiste; tú solo lo sabes.

Pero tú, Señor, aligera la pesada carga de mis pecados, con los que gravemente te ofendí; purifica mi corazón y mi mente. Condúceme por el camino recto, tú que eres una lámpara que alumbra.

Pon tus palabras en mis labios; dame un lenguaje claro y fácil, mediante la lengua de fuego de tu Espíritu, para que tu presencia siempre vigile.

Apaciéntame, Señor, y apacienta tú conmigo, para que mi corazón no se desvíe a derecha ni izquierda, sino que tu Espíritu bueno me conduzca por el camino recto y mis obras se realicen según tu voluntad hasta el último momento.

Y tú, cima preclara de la más íntegra pureza, excelente congregación de la Iglesia, que esperas la ayuda de Dios, tú, en quien Dios descansa, recibe de nuestras manos la doctrina inmune de todo error, tal como nos la transmitieron nuestros Padres, y con la cual se fortalece la Iglesia.

R/. Una doctrina auténtica llevaba en la boca, y en sus labios no se hallaba maldad; se portaba conmigo con integridad y rectitud, dice el Señor.

V/. Mi mano estaba siempre con él y mi brazo lo hizo valeroso.

R/. Se portaba conmigo con integridad y rectitud, dice el Señor.

Lunes, I semana de Adviento, feria

Is 2,1-5: El Señor reúne a todas las naciones en la paz eterna del reino de Dios.

Visión de Isaías, hijo de Amós, acerca de Judá y de Jerusalén:

Al final de los días estará firme

el monte de la casa del Señor

en la cima de los montes,

encumbrado sobre las montañas.

Hacia él confluirán los gentiles,

caminarán pueblos numerosos.

Dirán:

«Venid, subamos al monte del Señor,

a la casa del Dios de Jacob:

él nos instruirá en sus caminos

y marcharemos por sus sendas;

porque de Sión saldrá la ley,

de Jerusalén, la palabra del Señor.»

Será el árbitro de las naciones,

el juez de pueblos numerosos.

De las espadas forjarán arados,

de las lanzas, podaderas.

No alzará la espada pueblo contra pueblo,

no se adiestrarán para la guerra.

Casa de Jacob, ven,

caminemos a la luz del Señor.

o bien, en ciclo A:
Is 4,2-6: El vástago del Señor será ornamento para los supervivientes del reino de Dios.

Aquel día, el vástago del Señor

será joya y gloria,

fruto del país, honor y ornamento

para los supervivientes de Israel.

A los que queden en Sión,

a los restantes en Jerusalén,

los llamarán santos:

los inscritos en Jerusalén entre los vivos.

Cuando lave el Señor la suciedad

de las mujeres de Sión

y friegue la sangre

de dentro de Jerusalén,

con el soplo del juicio, con el soplo ardiente,

creará el Señor en el templo del monte Sión

y en su asamblea

una nube de día, un humo brillante,

un fuego llameante de noche.

Baldaquino y tabernáculo cubrirán su gloria:

serán sombra en la canícula,

refugio en el aguacero,

cobijo en el chubasco.

Sal 121,1-2.4-5.6-7.8-9: Vamos alegres a la casa del Señor.

¡Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la casa del Señor»!
Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén.

Allá suben las tribus,
las tribus del Señor,
según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia,
en el palacio de David.

Desead la paz a Jerusalén:
«Vivan seguros los que te aman,
haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios.»

Por mis hermanos y compañeros,
voy a decir: «La paz contigo.»
Por la casa del Señor, nuestro Dios,
te deseo todo bien.

Mt 8,5-11: Vendrán muchos de oriente y occidente al reino de los cielos.

En aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaún, un centurión se le acercó rogándole:

- «Señor, tengo en casa un criado que está en cama paralítico y sufre mucho.»

Jesús le contestó:

- «Voy yo a curarlo.»

Pero el centurión le replicó:

- «Señor, no soy quien para que entres bajo mi techo. Basta que lo digas de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes; y le digo a uno: "Ve", y va; al otro: "Ven", y viene; a mi criado: "Haz esto", y lo hace.»

Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían:

- «Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie tanta fe. Os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos.»



Pistas para la Lectio Divina

Lectio divina “Palabra vivificante”. P. Fidel Oñoro cjm

Isaías 2,1-5: Un pueblo que aprende a construir la paz

Comenzamos el tiempo del adviento con el propósito de dedicarle un poco más de espacio a la escucha de la Palabra de Dios, expresando nuestro deseo tal como lo canta el pueblo que sube alegre la montaña del templo: ‘Subamos… para que él nos enseñe sus caminos y nosotros sigamos sus senderos’ (Isaías 2,3).

La voz del profeta Isaías, predicador de la esperanza en el siglo VIII aC, resuena para remover las conciencias y dar una nueva visión del proyecto de Dios en el mundo. Sus profecías nos educarán durante el adviento para vivir el itinerario que va de la oscuridad a la luz, esto es, de las tinieblas de los miedos, sufrimientos y angustias que causa el mal en la humanidad, a la revelación luminosa de la obra poderosa que Dios realiza con la llegada del Mesías.

Un rápido diagnóstico de la realidad que vivimos, nos lleva a decir que uno de los grandes anhelos de la humanidad es la paz. El mundo en el que vivimos es conflictivo. Sobre esta oscuridad de la guerra, de la división, de la violencia, de la destrucción de personas y del medio ambiente, la palabra profética de hoy arroja toda su luz de esperanza: ‘¡Ven pueblo de Jacob, caminemos a la luz del Señor!’ (v.5).

Veamos algunos aspectos destacados de esta profecía isaíanica:

1. Una nueva convocación de la humanidad para pensar la historia desde otro punto de vista (2,2-3ª)

La profecía isaiánica abre ante nosotros un hermoso paisaje: el de un monte macizo desde cuyo vértice se contempla el panorama. De repente aparecen ríos humanos que lo escalan procesionalmente por todos sus costados (v.2).

Los peregrinos no son únicamente los israelitas (ver el v.5) sino la humanidad entera: ‘Confluirán hacia él todas la naciones y acudirán pueblos numerosos’ (vv.2c y 3ª).

El punto de convergencia de todo este movimiento es la montaña de Sión coronada por el Templo del Señor. Desde esta altura geográfica y espiritual se ve el mundo con los ojos de Dios y no desde los intereses egoístas humanos.

2. El canto de los peregrinos: el deseo de aprender la Palabra de Dios
(v.3)

Comienza entonces la canción con la que los peregrinos se animan unos a otros en el caminar: ‘Vengan, subamos…’ (v.3).

La frase expresa el propósito del viaje, o mejor el sentido de la irresistible atracción que este monte ejerce sobre ellos.

El camino ascensional está impulsado por el deseo de ser educado por Dios y de iniciar una nueva vida según sus criterios, escuchando y viviendo su Palabra. Esto es lo que el profeta llama ‘seguir sus senderos’.

3. Las divergencias se vuelven convergencia en el proyecto común del crecimiento de todos en fraternidad (v.4)

Llegamos al momento sublime en el que se ve el efecto de la subida para aprender la Palabra de Dios: los ríos humanos se convierten entonces en un solo pueblo que reconcilia sus divergencias.

Notemos el doble movimiento. La atracción hacia Dios, expresada en la subida a la montaña, se vuelve luego irradiación hacia el mundo.

La gente que baja la montaña ha vivido un cambio que proyecta por doquiera que va: ahora se siente pueblo en comunión, que a diferencia de la antigua Babel (ver Gn 11,1-9), está unido por la experiencia de Dios, vivida en la obediencia a su palabra, y no por la soberbia humana que excluye a Dios del proyecto de vida, por la comprensión entre sí y no por la fragmentación de los que tercamente defienden sus propios proyectos, por la paz y no por las alianzas para la guerra por el crecimiento de todos por igual y no por la competencia que genera dominaciones.

En el monte se vuelven comunidad. Para ellos la historia se convierte entonces en un camino hacia la plenitud de vida que supera las contradicciones históricas del exterminio entre los adversarios.

Este es el camino de una comunidad que trabaja mancomunadamente para producir los recursos que necesita para su bienestar.

Este pueblo unido por la experiencia de la Palabra camina, como en una gran marcha de la vida hacia una nueva ascensión que ya no es geográfica sino espiritual. Bajo el juicio de Dios, se hacen alianzas (v.4ª) ya que encuentran motivos para entenderse y generar proyectos comunitarios que promueven la
vida y el desarrollo de todos (v.4bc). La justicia de Dios genera la paz.

El profeta describe con fuerza la nueva realidad de la comunidad señalando dos grandes acciones (v.4bc):

‘Espadas’ que se vuelven ‘azadones’ y ‘lanzas’ que se vuelven ‘podaderas’. Los antiguos instrumentos de exterminio se transforman en instrumentos de trabajo comunitario para que la tierra genere el alimento que sostiene la vida.

El dinero que se invertía en armas se invertirá en alimentación. Lo que era para muerte, ahora se destina a la vida.

Los azadones son útiles para los trigales y las podaderas para las viñas, de donde resulta el pan y el vino, alimentos básicos para la vida y la comunión familiar.

‘No se levantarán pueblo contra pueblo… No se entrenarán para la guerra”. Es decir, acuerdan no destruirse nunca más entre ellos mismos, ni dar espacio para los campos de entrenamiento militar.

Este es el nuevo pueblo que ya desde el Antiguo Testamento comenzó a cantar:
‘Caminemos a la luz del Señor’ (v.5).

Un pueblo que no camina a la luz de los intereses mezquinos que están a la base de todas las confrontaciones, sino a la luz del proyecto de Dios que es el del crecimiento comunitario basado en la hermandad.

Y esta profecía se realiza en Jesús (Mateo 8,5-11)

Un centurión romano ‘vino al encuentro’ de Jesús y Jesús también vino a su casa por medio de su palabra, pero primero le dijo ‘yo iré’.

El Evangelio, que leemos en Mt 8,5-11, nos presenta a un hombre que se pone en camino, pero no ya hacia el monte Sión, sino donde Jesús. La palabra que busca no es la Torá, sino la palabra sanadora de Jesús.

Esta búsqueda de Jesús por parte del centurión romano es el primer paso en firme de uno que empieza a subir el monte de la justicia y la paz.

Se trata de un hombre que viene de lejos en todos los sentidos: de Roma, del mundo pagando, de la guerra y el sometimiento militar.

El centurión Romano es uno que le ha hecho el juego a la guerra, al sometimiento imperial de los pueblos, aprovechándose de los otros.

Pero resulta ser un hombre de rango militar superior, que sabe someterse a Jesús, de quien reconoce con humildad la grandeza de su Palabra. El centurión es un peregrino que viene en busca de palabra de Jesús que sana.

Frente a Jesús, incluso, se supera la divergencia entre patrón y criado. El centurión podría haberse buscado otro empleado; pero no, decide recuperarlo con salud. Por eso su búsqueda de Jesús es signo de una conversión.

El centurión que va donde Jesús muestra el comienzo de la realización de la profecía de Isaias. Con el paso de la fe y con su manera de tomarse en serio la Palabra de Jesús, ha peregrinado hacia el centro de convergencia que es el Reino de los Cielos, que ha irrumpido en la persona y el ministerio de Jesús.

El centurión nos enseña: ponte en camino en búsqueda de una palabra que tiene la fuerza de obrar lo que anuncia.

Comenzamos el adviento con esta guía excepcional que nos invita a dar los mismos pasos que el pueblo en Isaías o del centurión en el evangelio. Vamos al encuentro del Señor, sabiendo que él con su palabra viene a nuestra casa.

Oremos…
‘’Jesús, que vives en María,
Ven a vivir en nosotros
con el espíritu de santidad,
con la plenitud de tu poder,
con la perfección de tus caminos,
con la fuerza de tus virtudes,
con la participación de tu misterio.
Por la fuerza de tu Espíritu
triunfa en nosotros sobre todo poder adverso’.
Amén.
(J. J. Olier)

4 de diciembre. 5º Día de la Novena

ROSA MÍSTICA


— Siempre con Jesús. Vida de oración.

— Aprender a rezar.

— Las oraciones vocales. El Santo Rosario.

I. María, por su parte, guardaba estas cosas y las meditaba en su corazón1Su Madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón2. Por dos veces el Evangelista hace referencia a esta actitud de María ante los acontecimientos que se van sucediendo: en la Nochebuena de Belén, y en Nazareth, a la vuelta de Jerusalén, después de encontrar a Jesús en el Templo. La insistencia del Evangelista parece ser el eco de la repetida reflexión de María, quien debió contarlo a los Apóstoles después de la Ascensión de Jesús al Cielo.

La Virgen conserva y medita. Sabe de recogimiento interior, y valora, guarda en su intimidad y hace tema de su oración los sucesos grandes y pequeños de su vida. Esta plegaria continua de María es como el aroma de la rosa «que constantemente se eleva hacia Dios. Esta elevación suya no cesa jamás, tiene una frescura igual a la primera; es siempre jubilosamente nueva y virginal. Si la brisa de nuestras plegarias o los vientos tormentosos de este mundo pasan junto a Ella y la rozan, el perfume de la oración se levanta entonces más fuerte y perceptible; se convierte en intercesora incluyendo nuestra oración en la suya para presentarla al Padre en Cristo Jesús, su Hijo»3.

Cuando estaba aquí en la tierra todo lo hacía en referencia a su Hijo: cada vez que hablaba a Jesús oraba, pues eso es la oración: hablar con Dios: y cuando le miraba, y siempre que le sonreía o pensaba en Él4.

En Caná de Galilea, en las bodas de aquellos parientes o amigos, nos enseña con qué delicadeza e insistencia se debe pedir. «Era su Madre, le había acunado en sus brazos, y, con todo, se abstiene de indicarle lo que puede hacer. Expone la necesidad y deja todo lo demás a su arbitrio, segura de que la solución que dé al problema, cualquiera que sea, y en cualquier sentido, es la mejor, la más indicada, la que lo resuelve de manera más conveniente. Deja al Señor el campo totalmente libre para que haga sin compromisos ni violencias su voluntad, pero es porque Ella estaba segura de que su voluntad era lo más perfecto que podía hacerse y lo que de verdad resolvía el asunto. No le ata las manos forzándole a adoptar un camino, a hacer algo determinado: confía en su sabiduría, en su superior conocimiento, en su visión más amplia y profunda de las cosas que abarca aspectos y circunstancias que Ella podía, quizá, desconocer, Ni siquiera se planteó Nuestra Señora la cuestión de que a lo mejor Él no consideraba conveniente intervenir: expone lo que ocurre y lo deja en sus manos. Y es que la fe deja a Dios comprometido con más fuerza que los argumentos más sagaces y contundentes»5.

Al pie de la Cruz nos anima a estar siempre junto a Cristo, en oración silenciosa, en los momentos más duros de la vida. La última noticia que de Ella nos dan los Evangelios nos refiere que se encuentra con los Apóstoles, orando juntamente con ellos6, en espera de la llegada del Espíritu Santo. El mismo Señor debió de aprender de su Madre muchas oraciones que se habían transmitido en el pueblo de Israel de generación en generación, de modo parecido a las que nosotros aprendimos de nuestras madres.

«El Santo Evangelio, brevemente, nos facilita el camino para entender el ejemplo de Nuestra Madre: María conservaba todas estas cosas dentro de sí, ponderándolas en su corazón (Lc 2, 19). Procuremos nosotros imitarla, tratando con el Señor, en un diálogo enamorado, de todo lo que nos pasa, hasta de los acontecimientos más menudos. No olvidemos que hemos de pesarlos, valorarlos, verlos con ojos de fe, para descubrir la Voluntad de Dios»7. A eso ha de llevarnos nuestra meditación diaria: a identificarnos plenamente con Jesús: a dar un contenido divino a los pequeños acontecimientos diarios.

II. El aroma de nuestra oración ha de subir constantemente a nuestro Padre Dios. Es más, le pedimos a Nuestra Señora que ya está en el Cielo en cuerpo y alma- que diga a Jesús constantemente cosas buenas de nosotros: Recordare, Virgo Mater..., in conspectu Domini, ut loquaris pro nobis bona... Acuérdate, Madre de Dios, cuando estés en la presencia del Señor, de hablarle cosas buenas de nosotros8. Y Ella, desde el Cielo, nos alienta siempre a no dejar jamás la oración, el trato con Dios, pues es nuestra fortaleza diaria.

Debemos aprender a tratar cada vez mejor al Señor en la oración mental esos ratos que dedicamos a hablarle calladamente de nuestros asuntos, a darle gracias, a pedirle ayuda, a decirle que le amamos...- y mediante la oración vocal, empleando muchas veces las que han servido a tantas generaciones para elevar su corazón y sus peticiones al Señor y a su Madre Santísima, y quizá con esas otras que aprendimos de labios de nuestra madre.

La oración nos hace fuertes contra las tentaciones. A veces, podremos oír también nosotros las mismas palabras que Jesús dirigió a sus discípulos en Getsemaní: ¿Por qué dormís? Levantaos y orad para no caer en tentación9. Hemos de rezar siempre, pero hay momentos en los que debemos intensificar esa oración, cuidarla mejor, esmerarnos en prestar más atención..., porque quizá son mayores las dificultades familiares o en el trabajo, o son más fuertes las tentaciones. Ella nos mantiene vigilantes ante el enemigo que acecha, nos ayuda a trabajar mejor, a cumplir las obligaciones y deberes con la familia y con la sociedad, a tratar mejor a los demás.

La Virgen Santa María nos enseña hoy a ponderar en nuestro corazón, a darle sentido en la presencia de Dios a todo aquello que constituye nuestra vida: lo que nos parece una gran desgracia, las pequeñas penas normales de toda vida, las alegrías, el nacimiento de un hijo o de un hermano, la muerte de un ser querido, las incidencias del trabajo o de la vida familiar, la amistad... También, como María, nos acostumbramos a buscar al Señor en la intimidad de nuestra alma en gracia. «Gózate con Él en tu recogimiento interior. Alégrate, con Él, ya que le tienes tan cerca.

»Deséale ahí; adórale ahí; no vayas a buscarle fuera de ti porque te distraerás y cansarás y no le hallarás; no le podrás gozar con más certeza, ni con más rapidez ni más cerca que dentro de ti»10.

Ninguna persona de este mundo ha sabido tratar a Jesús como su Madre; y, después de Ella, San José, quien pasó largas horas mirándole, contemplándole, hablando con Él de las pequeñas incidencias de un día cualquiera, con sencillez y veneración. Si acudimos a ellos con fe al comenzar nuestro diálogo habitual con el Señor, experimentaremos enseguida su eficaz ayuda.

III. En la oración mental tratamos al Señor de modo personal, entendemos lo que quiere de nosotros, vemos con más profundidad el contenido de la Sagrada Escritura, pues «crece la comprensión de las palabras y de las cosas transmitidas cuando los fieles las contemplan y estudian repasándolas en su corazón»11.

Junto a ese «ponderar las cosas en el corazón», la oración vocal es muy grata al Señor, como lo fue sin duda la de la Virgen, pues Ella ciertamente recitaría salmos y otras fórmulas contenidas en el Antiguo Testamento, propias del pueblo hebreo12. Cuando comenzamos el trabajo, al terminarlo, al caminar por la calle, al subir o bajar las escaleras..., se enciende el alma con las oraciones vocales y se convierte nuestra vida, poco a poco, en una continuada oración: el Padrenuestro, el Avemaría, jaculatorias que nos han enseñado o que hemos aprendido al leer y meditar el Santo Evangelio, expresiones con que muchos personajes pedían al Señor la curación, el perdón o su misericordia, y otras que inventó nuestro amor. Algunas las aprendimos de niños: «son frases ardientes y sencillas, enderezadas a Dios y a su Madre, que es Madre nuestra. Todavía –recordaba San Josemaría Escrivá–, por las mañanas y por las tardes, no un día, habitualmente, renuevo aquel ofrecimiento que me enseñaron mis padres: ¡oh Señora mía, oh Madre mía!, yo me ofrezco enteramente a Vos. Y, en prueba de mi filial afecto, os consagro en este día mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón... ¿No es esto –de alguna manera– un principio de contemplación, demostración evidente de confiado abandono?»13.

El Bendita sea tu pureza, el Acordaos... encierran para muchos cristianos el recuerdo y el candor de la primera vez que los rezaron. No dejemos que se pierdan esas bellísimas oraciones; cumplamos el deber de enseñarlas a otros. De modo muy particular podemos cuidar el Santo Rosario en estos días de la Novena, la oración tantas veces recomendada en la Iglesia.

Se encontraba el Papa Pío IX en su lecho de muerte, y uno de los prelados que le asistían le preguntó qué era lo que en aquella hora suprema pensaba, y el Papa contestó: «Mira: estoy contemplando dulcemente los quince misterios que adornan las paredes de esta sala, que son otros tantos cuadros de consuelo. ¡Si vieses cómo me animan! Contemplando los misterios de gozo, no me acuerdo de mis dolores; pensando en los de la cruz, me siento confortado en gran manera, pues veo que no voy solo en el camino del dolor, sino que delante de mí va Jesús; y cuando considero los de gloria, siento gran alegría, y me parece que todas mis penas se convierten en resplandores de gloria. ¡Cómo me consuela el rosario en este lecho de muerte!». Y dirigiéndose después a los que le rodeaban, dijo: «Es el rosario un evangelio compendiado y dará a los que lo rezan los ríos de paz de que nos habla la Escritura; es la devoción más hermosa, más rica en gracias y gratísima al corazón de María. Sea este, hijos míos decía a quienes le rodeaban, mi testamento para que os acordéis de mí en la tierra».

Hagamos en este día el propósito de cuidar mejor nuestro rato de meditación diaria y, las oraciones vocales, especialmente el Santo Rosario, con el que alcanzaremos tantas gracias para nosotros y para aquellos que queremos acercar al Señor.


Primer Salmo


Salmo 5,2-10.12-13: Oración de la mañana de un justo perseguido


Ant: A ti te suplico, Señor; por la mañana escucharás mi voz.

Se alegrarán eternamente los que acogieron al Verbo en su interior. El Verbo habita en ellos.

Señor, escucha mis palabras,
atiende a mis gemidos,
haz caso de mis gritos de auxilio,
Rey mío y Dios mío.

A ti te suplico, Señor;
por la mañana escucharás mi voz,
por la mañana te expongo mi causa,
y me quedo aguardando.

Tú no eres un Dios que ame la maldad,
ni el malvado es tu huésped,
ni el arrogante se mantiene en tu presencia.

Detestas a los malhechores,
destruyes a los mentirosos;
al hombre sanguinario y traicionero
lo aborrece el Señor.

Pero yo, por tu gran bondad,
entraré en tu casa,
me postraré ante tu templo santo
con toda reverencia.

Señor, guíame con tu justicia,
porque tengo enemigos;
alláname tu camino.

En su boca no hay sinceridad,
su corazón es perverso;
su garganta es un sepulcro abierto,
mientras halagan con la lengua.

Que se alegren los que se acogen a ti,
con júbilo eterno;
protégelos, para que se llenen de gozo
los que aman tu nombre.

Porque tú, Señor, bendices al justo,
y como un escudo lo rodea tu favor.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: A ti te suplico, Señor; por la mañana escucharás mi voz.

Cántico AT


1Cro 29,10-13: Solo a Dios honor y gloria


Ant: Alabamos, Dios nuestro, tu nombre glorioso.

Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo (Ef 1,3)

Bendito eres, Señor,
Dios de nuestro padre Israel,
por los siglos de los siglos.

Tuyos son, Señor, la grandeza y el poder,
la gloria, el esplendor, la majestad,
porque tuyo es cuanto hay en cielo y tierra,
tú eres rey y soberano de todo.

De ti viene la riqueza y la gloria,
tú eres Señor del universo,
en tu mano está el poder y la fuerza,
tú engrandeces y confortas a todos.

Por eso, Dios nuestro,
nosotros te damos gracias,
alabando tu nombre glorioso.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Alabamos, Dios nuestro, tu nombre glorioso.

Segundo Salmo


Salmo 28: Manifestación de Dios en la tempestad


Ant: Postraos ante el Señor en el atrio sagrado.

Vino una voz del cielo que decía: «Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto» (Mt 3,17)

Hijos de Dios, aclamad al Señor,
aclamad la gloria y el poder del Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor,
postraos ante el Señor en el atrio sagrado.

La voz del Señor sobre las aguas,
el Dios de la gloria ha tronado,
el Señor sobre las aguas torrenciales.

La voz del Señor es potente,
la voz del Señor es magnífica,
la voz del Señor descuaja los cedros,
el Señor descuaja los cedros del Líbano.

Hace brincar al Líbano como a un novillo,
al Sarión como a una cría de búfalo.
La voz del Señor lanza llamas de fuego,
la voz del Señor sacude el desierto,
el Señor sacude el desierto de Cadés.

La voz del Señor retuerce los robles,
el Señor descorteza las selvas.
En su templo un grito unánime: «¡Gloria!»

El Señor se sienta por encima del aguacero,
el Señor se sienta como rey eterno.
El Señor da fuerza a su pueblo,
El Señor bendice a su pueblo con la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Postraos ante el Señor en el atrio sagrado.

Lectura Bíblica


Lectura del libro de la Sabiduría
Sb 7,13-14

Aprendí la sabiduría sin malicia, la reparto sin envidia y no me guardo sus riquezas. Porque es un tesoro inagotable para los hombres: los que la adquieren se atraen la amistad de Dios, porque el don de su enseñanza los recomienda.

V/. Que todos los pueblos proclamen la sabiduría de los santos.

R/. Que todos los pueblos proclamen la sabiduría de los santos.

V/. Y que la asamblea pregone su alabanza.

R/. La sabiduría de los santos.

V/. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

R/. Que todos los pueblos proclamen la sabiduría de los santos.

Cántico Evangélico


Cántico [en Español] [en Latín]

Ant: Los sabios brillarán con esplendor de cielo, y los que enseñan la justicia a las multitudes serán como estrellas por toda la eternidad.

(se hace la señal de la cruz mientras se comienza a recitar)


Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Los sabios brillarán con esplendor de cielo, y los que enseñan la justicia a las multitudes serán como estrellas por toda la eternidad.

Preces


Demos gracias a Cristo, el buen Pastor que entregó la vida por sus ovejas, y supliquémosle, diciendo:

Apacienta a tu pueblo, Señor

- Señor Jesucristo, que en los santos pastores nos has revelado tu misericordia y tu amor,
haz que por ellos continúe llegando a nosotros tu acción misericordiosa.


- Señor Jesucristo, que a través de los santos pastores sigues siendo el único pastor de tu pueblo,
no dejes de guiarnos siempre por medio de ellos.


- Señor Jesucristo, que por medio de los santos pastores eres el médico de los cuerpos y de las almas,
haz que nunca falten a tu Iglesia los ministros que nos guíen por las sendas de una vida santa.


- Señor Jesucristo que has adoctrinado a la Iglesia con la prudencia y el amor de los santos,
haz que, guiados por nuestros pastores, progresemos en la santidad.


Terminemos nuestra oración con la plegaria que nos enseñó el Señor:

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre;

venga a nosotros tu reino;

hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día;

perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.

No nos dejes caer en la tentación,

y líbranos del mal.

Final


Te rogamos, Señor, que nos ayude en todo momento la intercesión de san Juan Damasceno, para que la fe verdadera que tan admirablemente enseñó sea siempre nuestra luz y nuestra fuerza. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

 El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.

R/. Amén.
  

domingo, 3 de diciembre de 2023

Sexta +

 I Domingo de Adviento, solemnidad


Hora Intermedia (Sexta)


Inicio


(se hace la señal de la cruz mientras se dice:)

V/. -Dios mío, ven en mi auxilio.
R/. -Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya

 
Himno


Te está cantando el martillo,
y rueda en tu honor la rueda.
Puede que la luz no pueda
librar del humo su brillo.
¡Qué sudoroso y sencillo
te pones a mediodía,
Dios de esta dura porfía
de estar sin pausa creando,
y verte necesitando
del hombre más cada día!

Quien diga que Dios ha muerto
que salga a la luz y vea
si el mundo es o no tarea
de un Dios que sigue despierto.
Ya no es su sitio el desierto
ni en la montaña se esconde;
decid, si preguntan dónde,
que Dios está -sin mortaja-
en donde un hombre trabaja
y un corazón le responde. Amén.


Salmo 122: El Señor, esperanza del pueblo


Ant: El ángel Gabriel dijo a María: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo; bendita tú entre las mujeres.»

Dos ciegos... se pusieron a gritar: «¡Ten compasión de nosotros, Señor, Hijo de David!» (Mt 20,30)

A ti levanto mis ojos,
a ti que habitas en el cielo.

Como están los ojos de los esclavos
fijos en las manos de sus señores,
como están los ojos de la esclava
fijos en las manos de su señora,
así están nuestros ojos
en el Señor, Dios nuestro,
esperando su misericordia.

Misericordia, Señor, misericordia,
que estamos saciados de desprecios;
nuestra alma está saciada
del sarcasmo de los satisfechos,
del desprecio de los orgullosos.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Salmo 123: Nuestro auxilio es el nombre del Señor


Dijo el Señor a Pablo: «No temas..., que yo estoy contigo» (Hch 18,9.10)

Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte
-que lo diga Israel-,
si el Señor no hubiera estado de nuestra parte,
cuando nos asaltaban los hombres,
nos habrían tragado vivos:
tanto ardía su ira contra nosotros.

Nos habrían arrollado las aguas,
llegándonos el torrente hasta el cuello;
nos habrían llegado hasta el cuello
las aguas espumantes.

Bendito el Señor, que no nos entregó
en presa a sus dientes;
hemos salvado la vida, como un pájaro
de la trampa del cazador:
la trampa se rompió, y escapamos.

Nuestro auxilio es el nombre del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Salmo 124: El Señor vela por su pueblo


Paz sobre el Israel de Dios (Ga 6,16)

Los que confían en el Señor son como el monte Sión:
no tiembla, está asentado para siempre.

Jerusalén está rodeada de montañas,
y el Señor rodea a su pueblo
ahora y por siempre.

No pesará el cetro de los malvados
sobre el lote de los justos,
no sea que los justos extiendan
su mano a la maldad.

Señor, concede bienes a los buenos,
a los sinceros de corazón;
y a los que se desvían por sendas tortuosas,
que los rechace el Señor con los malhechores.
¡Paz a Israel!

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: El ángel Gabriel dijo a María: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo; bendita tú entre las mujeres.»

Lectura Bíblica


Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses
1Ts 3,12-13

Que el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos, lo mismo que nosotros os amamos. Y que así os fortalezca internamente, para que, cuando Jesús, nuestro Señor, vuelva acompañado de todos sus santos, os presentéis santos e irreprensibles ante Dios, nuestro Padre.

V/. Acuérdate de nosotros, Señor, por amor a tu pueblo.

R/. Visítanos con tu salvación.

Final

Oremos:

Dios todopoderoso, aviva en tus fieles, al comenzar el Adviento, el deseo de salir al encuentro de Cristo, que viene, acompañados por las buenas obras, para que, colocados un día a su derecha, merezcan poseer el reino eterno. Por Jesucristo nuestro Señor.

Amén.

(se hace la señal de la cruz mientras se dice:)


V/. Bendigamos al Señor.
R/. Demos gracias a Dios.

Oficio, reflexiones y laudes +

 I Domingo de Adviento, solemnidad


Salterio: domingo de la primera semana


Inicio



(se hace la señal de la cruz sobre los labios mientras se dice:)


V/. -Señor, ábreme los labios.

R/. -Y mi boca proclamará tu alabanza.


Salmo 94: Invitación a la alabanza divina


Ant: Al Rey que viene, al Señor que se acerca, venid, adorémosle.


Animaos los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy» (Hb 3,13)


Venid, aclamemos al Señor,

demos vítores a la Roca que nos salva;

entremos a su presencia dándole gracias,

aclamándolo con cantos.


-se repite la antífona


Porque el Señor es un Dios grande,

soberano de todos los dioses:

tiene en su mano las simas de la tierra,

son suyas las cumbres de los montes;

suyo es el mar, porque él lo hizo,

la tierra firme que modelaron sus manos.


-se repite la antífona


Entrad, postrémonos por tierra,

bendiciendo al Señor, creador nuestro.

Porque él es nuestro Dios,

y nosotros su pueblo,

el rebaño que él guía.


-se repite la antífona


Ojalá escuchéis hoy su voz:

«No endurezcáis el corazón como en Meribá,

como el día de Masá en el desierto;

cuando vuestros padres me pusieron a prueba

y me tentaron, aunque habían visto mis obras.


-se repite la antífona


Durante cuarenta años

aquella generación me asqueó, y dije:

"Es un pueblo de corazón extraviado,

que no reconoce mi camino;

por eso he jurado en mi cólera

que no entrarán en mi descanso."»


-se repite la antífona


Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.


Ant: Al Rey que viene, al Señor que se acerca, venid, adorémosle.


 

Himno


De luz nueva se viste la tierra,

porque el Sol que del cielo ha venido

en el seno feliz de la Virgen

de su carne se ha revestido.


El amor hizo nuevas las cosas,

el Espíritu ha descendido

y la sombra del que todo puede

en la Virgen su luz ha encendido.


Ya la tierra reclama su fruto

y de bodas se anuncia alegría,

el Señor que en los cielos habita

se hizo carne en la Virgen María.


Gloria a Dios, el Señor poderoso,

a su Hijo y Espíritu Santo,

que en su gracia y su amor nos bendijo

y a su reino nos ha destinado. Amén.


Primer Salmo


Salmo 1: Los dos caminos del hombre


Ant: Mirad, viene ya el Rey excelso, con gran poder, para salvar a todos los pueblos. Aleluya.


Felices los que, poniendo su esperanza en la cruz, se sumergieron en las aguas del bautismo (autor anónimo del siglo II)


Dichoso el hombre

que no sigue el consejo de los impíos,

ni entra por la senda de los pecadores,

ni se sienta en la reunión de los cínicos;

sino que su gozo es la ley del Señor,

y medita su ley día y noche.


Será como un árbol

plantado al borde de la acequia:

da fruto en su sazón

y no se marchitan sus hojas;

y cuanto emprende tiene buen fin.


No así los impíos, no así;

serán paja que arrebata el viento.

En el juicio los impíos no se levantarán,

ni los pecadores en la asamblea de los justos;

porque el Señor protege el camino de los justos,

pero el camino de los impíos acaba mal.


Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.


Ant: Mirad, viene ya el Rey excelso, con gran poder, para salvar a todos los pueblos. Aleluya.


Segundo Salmo


Salmo 2: El Mesías, rey vencedor


Ant: Alégrate y goza, hija de Jerusalén: mira a tu Rey que viene; no temas, Sión, tu salvación está cerca.


Se aliaron contra tu santo siervo Jesús, tu Ungido (Hch 4,27)


¿Por qué se amotinan las naciones,

y los pueblos planean un fracaso?


Se alían los reyes de la tierra,

los príncipes conspiran

contra el Señor y contra su Mesías:

«Rompamos sus coyundas,

sacudamos su yugo.»


El que habita en el cielo sonríe,

el Señor se burla de ellos.

Luego les habla con ira,

los espanta con su cólera:

«Yo mismo he establecido a mi rey

en Sión, mi monte santo.»


Voy a proclamar el decreto del Señor;

él me ha dicho:

«Tú eres mi hijo:

yo te he engendrado hoy.

Pídemelo: te daré en herencia las naciones,

en posesión, los confines de la tierra:

los gobernarás con cetro de hierro,

los quebrarás como jarro de loza.»


Y ahora, reyes, sed sensatos;

escarmentad, los que regís la tierra:

servid al Señor con temor,

rendidle homenaje temblando;

no sea que se irrite, y vayáis a la ruina,

porque se inflama de pronto su ira.

¡Dichosos los que se refugian en Él!


Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.


Ant: Alégrate y goza, hija de Jerusalén: mira a tu Rey que viene; no temas, Sión, tu salvación está cerca.


Tercer Salmo


Salmo 3: Confianza en medio de la angustia


Ant: Salgamos con corazón limpio a recibir al Rey supremo, porque está para venir y no tardará.


Durmió el Señor el sueño de la muerte y resucitó del sepulcro porque el Padre fue su ayuda (S. Ireneo)


Señor, cuántos son mis enemigos,

cuántos se levantan contra mí;

cuántos dicen de mí:

«Ya no lo protege Dios»


Pero tú, Señor, eres mi escudo y mi gloria,

tú mantienes alta mi cabeza.

Si grito invocando al Señor,

él me escucha desde su monte santo.


Puedo acostarme y dormir y despertar:

el Señor me sostiene.

No temeré al pueblo innumerable

que acampa a mi alrededor.


Levántate, Señor;

sálvame, Dios mío:

tú golpeaste a mis enemigos en la mejilla,

rompiste los dientes de los malvados.


De ti, Señor, viene la salvación

y la bendición sobre tu pueblo.


Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.


Ant: Salgamos con corazón limpio a recibir al Rey supremo, porque está para venir y no tardará.


Lectura Bíblica


V/. Levantaos, alzad la cabeza.


R/. Se acerca vuestra liberación.


Acusación al pueblo


Lectura del libro del profeta Isaías

Is 1,1-18 (del lecc. único)


Visión de Isaías, hijo de Amós, acerca de Judá y de Jerusalén, en tiempos de Ozías, de Yotán, de Acaz y de Ezequías, reyes de Judá.


Oíd, cielos, escucha tierra, que habla el Señor: «Hijos he criado y elevado, y ellos se han rebelado contra mí. Conoce el buey a su amo, y el asno, el pesebre del dueño; Israel no conoce, mi pueblo no recapacita.»


¡Ay, gente pecadora, pueblo cargado de culpas, raza de malvados, hijos degenerados! Han abandonado al Señor, despreciado al Santo de Israel.


¿Dónde seguiros hiriendo, si acumuláis delitos? La cabeza es una llaga, el corazón está agotado, de la planta del pie a la cabeza no queda parte ilesa: llagas, cardenales, heridas recientes, no exprimidas ni vendadas ni aliviadas con ungüento.


Vuestra tierra devastada, vuestras ciudades incendiadas, vuestros campos, ante vosotros, los devoran extranjeros. Desolación como en la catástrofe de Sodoma.


Y Sión, la capital, ha quedado como cabaña de viñedo, como choza de melonar, como ciudad sitiada. Si el Señor de los ejércitos no nos hubiera dejado un resto, seríamos como Sodoma, nos pareceríamos a Gomorra.


Oíd la palabra del Señor, príncipes de Sodoma; escucha la enseñanza de nuestro Dios, pueblo de Gomorra:


«¿Qué me importa el número de vuestros sacrificios? -dice el Señor-. Estoy harto de holocaustos y de carneros, de grasa de cebones; la sangre de toros, corderos y chivos no me agrada. ¿Por qué entráis a visitarme? ¿Quién pide algo de vuestras manos cuando pisáis mis atrios? No me traigáis más dones vacíos, más incienso execrable. Novilunios, sábados, asambleas, no los aguanto. Vuestras solemnidades y fiestas las detesto; se me han vuelto una carga que no soporto más. Cuando extendéis las manos, cierro los ojos; aunque multipliquéis las plegarias, no os escucharé. Vuestras manos están llenas de sangre.


Lavaos, purificaos, apartad de mi vista vuestras malas acciones. Cesad de obrar mal, aprended a obrar bien; buscad el derecho, enderezad al oprimido; defended al huérfano, proteged a la viuda.


Entonces, venid, y litigaremos -dice el Señor-. Aunque vuestros pecados sean como púrpura, blanquearán como nieve; aunque sean rojos como escarlata, quedarán como lana.»


R/. Lavaos, purificaos, apartad de mi vista vuestras malas acciones. Aunque vuestros pecados sean como púrpura, blanquearán como nieve.


V/. Cesad de obrar mal, aprended a obrar bien, buscad el derecho.


R/. Aunque vuestros pecados sean como púrpura, blanquearán como nieve.


Lectura Patrística


Las dos venidas de Cristo

San Cirilo de Jerusalén, obispo


Catequesis 15,1-3


Anunciamos la venida de Cristo, pero no una sola, sino también una segunda, mucho más magnífica que la anterior. La primera llevaba consigo un significado de sufrimiento; esta otra, en cambio, llevará la diadema del reino divino.


Pues casi todas las cosas son dobles en nuestro Señor Jesucristo. Doble es su nacimiento: uno, de Dios, desde toda la eternidad; otro, de la Virgen, en la plenitud de los tiempos. Es doble también su descenso: el primero, silencioso, como la lluvia sobre el vellón; el otro, manifiesto, todavía futuro.


En la primera venida fue envuelto con fajas en el pesebre; en la segunda se revestirá de luz como vestidura. En la primera soportó la cruz, sin miedo a la ignominia; en la otra vendrá glorificado, y escoltado por un ejército de ángeles.


No pensamos, pues, tan sólo en la venida pasada; esperamos también la futura. Y, habiendo proclamado en la primera: Bendito el que viene en nombre del Señor,diremos eso mismo en la segunda; y, saliendo al encuentro del Señor con los ángeles, aclamaremos, adorándolo: Bendito el que viene en nombre del Señor.


El Salvador vendrá, no para ser de nuevo juzgado, sino para llamar a su tribunal a aquellos por quienes fue llevado a juicio. Aquel que antes, mientras era juzgado, guardó silencio refrescará la memoria de los malhechores que osaron insultarle cuando estaba en la cruz, y les dirá: Esto hicisteis y yo callé.


Entonces, por razones de su clemente providencia, vino a enseñar a los hombres con suave persuasión; en esa otra ocasión, futura, lo quieran o no, los hombres tendrán que someterse necesariamente a su reinado.


De ambas venidas habla el profeta Malaquías: De pronto entrará en el santuario el Señor a quien vosotros buscáis.He ahí la primera venida.


Respecto a la otra, dice así: El mensajero de la alianza que vosotros deseáis: miradlo entrar -dice el Señor de los ejércitos-. ¿Quién podrá resistir el día de su venida?, ¿quién quedará en pie cuando aparezca? Será un fuego de fundidor, una lejía de lavandero: se sentará como un fundidor que refina la plata.


Escribiendo a Tito, también Pablo habla de esas dos venidas, en estos términos: Ha aparecido la gracia de Dios que trae la salvación para todos los hombres; enseñándonos a renunciar a la impiedad y a los deseos mundanos, y a llevar ya desde ahora una vida sobria, honrada y religiosa, aguardando la dicha que esperamos: la aparición gloriosa del gran Dios y Salvador nuestro, Jesucristo. Ahí expresa su primera venida, dando gracias por ella; pero también la segunda, la que esperamos.


Por esa razón, en nuestra profesión de fe, tal como la hemos recibido por tradición, decimos que creemos en aquel que subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin.


Vendrá, pues, desde los cielos, nuestro Señor Jesucristo. Vendrá ciertamente hacia el fin de este mundo, en el último día, con gloria. Se realizará entonces la consumación de este mundo, y este mundo, que fue creado al principio, será otra vez renovado.


R/. Mirando a lo lejos, veo venir el poder de Dios y una niebla que cubre la tierra. Salid a su encuentro y decidle: «Dinos si eres tú el que ha de reinar sobre el pueblo de Israel.»


V/. Plebeyos y nobles, ricos y pobres.


R/. Salid a su encuentro y decidle: «Dinos si eres tú el que ha de reinar sobre el pueblo de Israel.»


V/. Pastor de Israel, escucha, tú que guías a José como un rebaño.


R/. «Dinos si eres tú el que ha de reinar sobre el pueblo de Israel.»


V/. ¡Portones!, alzad los dinteles, que se alcen las antiguas compuertas: va a entrar el Rey de la gloria.


R/. El que ha de reinar sobre el pueblo de Israel.»


Pistas para la Lectio Divina


Autor: P. Fidel Oñoro Consuegra, cjm


“¡Ojalá rasgases los cielos y bajases!” (63, 19b).


Nos situamos casi al final del libro del profeta Isaías. Esta es una obra colectiva que agrupa oráculos que dejaron varios profetas en períodos diversos de la historia de Israel. El pasaje que leemos hoy, está atribuido al denominado “Tercer Isaías” (Is 56-66), un profeta que se ubica en el período turbulento en que deben reconstruir la nación desolada después del exilio. Por eso está cargado de fuertes emociones, incluso hasta las lágrimas.


Después de la euforia inicial vino el desencanto


Refresquemos el contexto. En el año 537 aC, gracias al edicto de Ciro (el rey Persa), un primer grupo de deportados regresó a la patria. Ya el “Segundo Isaías” (Is 40-55) había cantado este retorno: celebraba a un Dios que encabezaba el cortejo y animaba a su pueblo con gozo, en medio de danzas.


En realidad este retorno fue decepcionante. El profeta, junto con el pueblo, tienen suficientes razones para sentirse así: lo que encontraron fue un país desolado, miseria, caos y conflictos. La fe entonces se siente cuestionada: ¿Dónde están las promesas que los profetas nos hicieron y que animaron nuestro regreso? Nos habían dicho que sería una nueva vida, como una nueva creación maravillosa. Y no es eso lo que estamos viendo…


Por otra parte, el pueblo tiene la convicción de que sólo Dios puede “poner orden en la casa”, sólo él puede dar impulso a una nueva época. Él puede bajar a la cancha y entrar al ataque con la salvación que siempre ha sabido obrar: “Señor, ¿porqué nos dejas (solos) equivocarnos lejos de tus caminos?” (v.17).


Ante este panorama, el Tercer Isaías actualiza el mensaje perenne de su predecesor a esta nueva situación para ayudarle al pueblo a superar el sentimiento de frustración y empezar de nuevo. Su apoyo es la esperanza inquebrantable en la cercanía de la salvación y de la justicia de Dios. Una oración de todo el pueblo se eleva entonces hacia Dios por medio de la voz del profeta.


Una oración que renueva la esperanza en tiempos difíciles


Veamos el texto. Es pasaje que estamos leyendo es una oración que es al mismo tiempo (1) una lamentación coral del pueblo, (2) una oración penitencial y (3) un grito de esperanza. Observemos en el texto cómo se entrelazan los tres.


Al comienzo se coloca la base de esta oración: la “memoria”, es decir, el repaso de las maravillas que Dios realizó por el bien de su pueblo (64, 2b-4). El pueblo sabe que el Señor ya ha venido, que él sale al encuentro de “quien practica la justicia y se acuerda de sus caminos” (63, 4). Por eso en 64, 3, con verbos en pasado, se hace “la memoria de sus caminos” en estos términos: “Jamás oído oyó ni ojo vio un Dios, fuera de ti, que hiciera tanto por el que espera en él”. Y de esta manera, la memoria de la fidelidad de Dios evita que el pueblo vaya a buscar otros dioses.


Luego sigue una toma de conciencia: la triste situación del pueblo es consecuencia de su pecado (64, 4b-6). En 64, 4-5 se dice: “Estabas airado, y nosotros fracasamos (Literalmente: “Estuviste enojado porque fallamos”)… Todos éramos impuros, nuestra justicia un paño manchado (o “valemos lo que un trapo sucio”)”.


Ante el silencio de Dios, quien parece haberse escondido (ver 64, 6b), el pueblo anda vagando lejos de los caminos de la justicia: es como un árbol que se ha secado cuyas hojas son arrastradas por el viento del pecado (ver 64, 5b). Y es que hasta la oración se ha enfriado (64, 6ª).


Se siente una impotencia tremenda. Es aquí donde el profeta reconoce: no podremos volver a Dios si el mismo Dios no toma la iniciativa de volver a su Pueblo. Por eso se hace una oración de confianza, de abandono total en las manos de Dios: “Yahvé, tú eres nuestro padre, nosotros la arcilla y tú el alfarero: somos todos obra de tu mano” (64, 7).


El título “Padre” nos remite a 63, 16, versículo que aparece como invocación inicial en el pasaje recortado para hoy (donde el final nos remite al comienzo). Notemos el doble título de…

- “Padre”, es decir, la fuente generadora de la vida.

- “Redentor”, que en la tradición hebrea era el familiar encargado de vengar o de rescatar a un miembro de la familia que hubiera sido asesinado o reducido a esclavitud.


Esta fe, fortalecida por la memoria y purificada en la petición de perdón, hace que brote el manantial de la esperanza: el grito de esperanza es más fuerte que el de la angustia. Sí, Dios va a volver, como en las antiguas teofanías del Sinaí va a rasgar los cielos y descender donde nosotros (63, 19b), va a desvendar su rostro escondido de Padre y Redentor, nos va a perdonar.


Ante el regreso de Dios, también el pueblo “volverá”, practicará la justicia, recordará los caminos de Dios, los seguirá con fidelidad. El nuevo comienzo será una nueva creación, como ocurrió en el Edén:

“Nosotros somos la arcilla y tú el alfarero:

somos todos obra de tu mano” (64, 7).


Hacia nuestra propia oración de Adviento


Las primeras páginas del Génesis se han actualizado en las palabras finales del profeta. En primer plano está la paternidad de Dios como dueño, generador y restaurador de la vida: “Tú, Señor, eres nuestro Padre”… “Tú, Señor, sigues siendo nuestro Padre”. Una imagen admirable que reaviva la esperanza.


La venida de Dios implica también la buena disposición de uno para ir hacia él. La oración que toma conciencia del dolor, que pide perdón y que canta la esperanza es el camino para llegar a él. Esta oración brota del corazón con la certeza de que Dios es el más interesado en nuestra situación y que vendrá a nosotros como lo ha hecho en ocasiones anteriores.


Este pasaje tiene varias repercusiones en el Nuevo Testamento. El nacimiento de Jesús, en navidad, es el cumplimiento de esta profecía de Isaías: los cielos se han rasgado y, en Jesús, Dios ha venido al encuentro de los hombres. El vendrá de nuevo al final de los tiempos. Es lo que Jesús le hace saber a todos los que escuchan la parábola del evangelio.


Francisco Fernández-CarvajalHablar con Dios


3 de diciembre. 4º Día de la Novena


CAUSA DE NUESTRA ALEGRÍA


— La alegría verdadera llega al mundo con María.


— Ella nos enseña a Ser motivo de alegría para los demás.


— Echar fuera toda tristeza.


I. Oh Dios, que, por la encarnación de tu Hijo, has llenado el mundo de alegría, concédenos, a los que veneramos a su Madre, causa de nuestra alegría, permanecer siempre en el camino de tus mandamientos, para que nuestros corazones estén firmes en la verdadera alegría1.


En Dios está la alegría verdadera, y lo que nos llega de Él viene siempre con este gozo. Cuando Dios hizo el mundo de la nada, todo fue una fiesta, y de modo particular cuando creó el hombre a imagen y semejanza suya. Hay un gozo contenido en la expresión con que concluye el relato de la creación: Y vio Dios que era muy bueno cuanto había hecho2. Nuestros primeros padres gozaban de cuanto existía y exultaban en amor, alabanza y gratitud a Dios. No conocían la tristeza.


Pero llegó el primer pecado, y con él algo perturbador cayó sobre el corazón humano. La pesadumbre vino a sustituir en el hombre a la clara y luminosa alegría, y la tristeza se infiltró en lo más íntimo de las cosas. Con la Concepción Inmaculada de María vino al mundo, silenciosamente, el primer destello de alegría auténtica. Su nacimiento fue de inmenso gozo para la Trinidad Beatísima, que miraba complacida al mundo porque en él estaba María. Y con el fiat de Nuestra Señora, por el que dio su asentimiento a los planes divinos de la redención, llenó su corazón más plenamente de la alegría de Dios, y ese gozo, que tiene su origen en la Santísima Trinidad, se ha desbordado a la humanidad entera. Cuando Dios «quiere trabajar un alma, elevarla a lo más alto de su amor, la instala primeramente en su alegría»3. Esto lo hizo con la Virgen Santísima; y la plenitud de este gozo es doble: en primer lugar porque está llena de gracia, llena de Dios, como ninguna otra criatura lo ha estado ni lo llegará a estar; en segundo lugar, porque desde el momento de su asentimiento a la embajada del Ángel, el Hijo de Dios ha tomado carne en sus purísimas entrañas: con Él llegó toda la alegría verdadera a los hombres. El anuncio de su nacimiento en Belén se llevará a cabo con estas significativas palabras: No temáis, pues vengo a anunciaros una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: hoy os ha nacido en la ciudad de David el Salvador, que es el Cristo, el Señor4. Cristo es el gran contento, que barre las tristezas del corazón; Nuestra Señora fue la Causa de nuestra alegría verdadera, porque con su asentimiento nos dio a Cristo, y actualmente, cada día, nos lleva a Él y nos lo vuelve a entregar. El camino de la vida interior conduce a Jesús a través de María. La alegría no podemos olvidarlo jamás es estar con Jesús, aunque nos rodeen por todas partes dolores y contradicciones; la única tristeza sería no tenerle. «Esta experiencia viva de Cristo y de nuestra unidad es el lugar de la esperanza y es, por tanto, fuente de gusto por la vida; y de este modo, hace posible la alegría; una alegría que no se ve obligada a olvidar o a censurar nada para tener consistencia»5.


II. La Virgen lleva la alegría allí donde va. Y en cuanto oyó Isabel el saludo de María, el niño saltó de gozo en su seno, e Isabel quedó llena del Espíritu Santo6. Es la proximidad de María, que lleva en su seno al Hijo de Dios, la causa de tanto alborozo en aquella casa, que hasta el Bautista aún no nacido muestra su alegría en el vientre de su madre. «Estando presente el Señor no puede contenerse escribe San Juan Crisóstomo ni soporta esperar los plazos de la naturaleza, sino que trata de romper la cárcel del seno materno y se cuida de dar testimonio de que el Salvador está a punto de llegar»7.


La Virgen nos enseña a ser causa de alegría para los demás en el seno de la familia, en el trabajo, en las relaciones con aquellos a quienes tratamos, aunque sea por poco tiempo, con motivo de una entrevista, de un viaje, de esos pequeños favores que hacen más llevadero el tráfico difícil de la gran ciudad o la espera de un medio de transporte público que tarda en llegar. Debe sucedernos como a esas fuentes que existen en muchos pueblos, donde acuden por agua las mujeres del lugar. Unas llevan cántaros grandes, y la fuente los llena; otros son más pequeños, y también se vuelven repletos hasta arriba; otros van sucios, y la fuente los limpia... Siempre se cumple que todo cántaro que va a la fuente vuelve lleno. Y así ha de ocurrir con nuestra vida: cualquier persona que se nos acerque se ha de ir con más paz, con alegría. Todo aquel que nos visite porque estemos enfermos, o por razón de amistad, de vecindad, de trabajo... se ha de volver algo más alegre. A la fuente, normalmente, le llega el agua de otro lugar. El origen de nuestra alegría está en Dios, y la Virgen nos lleva a Él. Cuando una fuente no da agua se llena de muchas suciedades; como el alma que ha dejado de ser manantial de paz para los demás, porque posiblemente no están claras sus relaciones con el Señor. «¿No hay alegría? Piensa: hay un obstáculo entre Dios y yo. Casi siempre acertarás»8. Y una vez descubierto, Nuestra Señora nos ayudará a quitarlo.


La alegría enseña Santo Tomás de Aquino- nace del amor9. Y tanta fuerza tiene el amor «que olvidamos nuestro contento por contentar a quien amamos. Y verdaderamente es así, que, aunque sean grandísimos trabajos, entendiendo contentamos a Dios, se nos hacen dulces»10. El trato con Jesús nos hace pasar por encima de las diferencias o pequeñas antipatías que podrían surgir en algún momento, para llegar al fondo del alma de quienes tratamos, frecuentemente sedientos de una sonrisa, de una palabra amable, de una contestación cordial.


En este cuarto día de la Novena a la Inmaculada podemos examinar cómo es nuestra alegría, si es camino para que otros encuentren a Dios, si somos luz y no cruz para aquellos con quienes tenemos habitualmente una relación más intensa. Hoy podemos ofrecer a Nuestra Señora el propósito firme y sincero de ser motivo de alegría para otros, de «hacer amable y fácil el camino a los demás, que bastantes amarguras trae consigo la vida»11. Es un modo cordial de imitar a la Virgen, que nos sonreirá desde el Cielo y nos alentará a seguir por ese camino, en el que enseguida encontraremos a su Hijo. Y esto en los días en los que alegrar a los demás nos resulta fácil, y también en aquellos en los que, por cansancio o porque llevemos alguna sobrecarga, nos cueste un poco más. En esas ocasiones nos ayudará especialmente nuestra Madre del Cielo.


III. Quienes estuvieron cerca de Nuestra Señora participaron del inmenso gozo y de la paz inefable que llenaba su alma, pues en todo se reflejaba la riqueza y hermosura con que Dios la ha engrandecido. Principalmente por estar salvada y preservada en Cristo y reinar en Ella la vida y el amor divino. A ello aluden otras advocaciones de nuestra letanía: Madre amable, Madre admirable, Virgen prudentísima, poderosa, fiel... Siempre una nueva alegría brota de Ella, cuando está ante nosotros y la miramos con respeto y amor. Y si entonces alguna migaja de esa hermosura viene y se adentra en nuestra alma y la hace también hermosa, ¡qué grande es nuestra alegría!»12. ¡Qué fácil nos resulta imaginar cómo todos los que tuvieron la dicha de conocerla desearían estar cerca de Ella! Los vecinos se acercarían con frecuencia a su casa, y los amigos, y los parientes... Ninguno oyó de sus labios quejas o acentos pesimistas o quejumbrosos, sino deseos de servir, de darse a los demás.


Cuando el alma está alegre con penas y lágrimas, a veces se vierte hacia fuera y es estímulo para los demás; la tristeza, por el contrario, oscurece el ambiente y hace daño. Como la polilla al vestido y la carcoma a la madera, así la tristeza daña al corazón del hombre13; y daña también a la amistad, a la vida de familia..., a todo. Predispone al mal; por eso se ha de luchar enseguida contra ese estado de ánimo si alguna vez pesa en el corazón: Anímate, pues, y alegra tu corazón, y echa lejos de ti la congoja; porque a muchos mató la tristeza. Y no hay utilidad en ella14. El olvido de sí mismo, no andar excesivamente preocupado en los propios asuntos, que pocas veces son demasiado importantes, confiar más en Dios, es condición necesaria para estar alegres y servir a quienes nos rodean. Quien anda preocupado de sí mismo difícilmente encontrará la alegría, que es apertura a Dios y a los demás. Por el contrario, nuestro gozo será en muchas ocasiones camino para que otros encuentren al Señor.


La oración abre el alma al Señor, y de ella puede arrancar la aceptación de una contrariedad, causa, quizá, de ese estado triste, o dejar eso que nos preocupa en las manos de Dios, o nos puede llevar a ser más generosos, a hacer una buena Confesión, si la tibieza o el pecado han sido la causa del alejamiento del Señor y de la tristeza y el malhumor.


Terminamos nuestra oración dirigiéndonos a la Virgen: «Causa nostrae laetitiae!, ¡Causa de nuestra alegría, ruega por nosotros! Enséñanos a saber recoger, en la fe, la paradoja de la alegría cristiana, que nace y florece del dolor, de la renuncia, de la unión con tu Hijo crucificado: haz que nuestra alegría sea siempre auténtica y plena, para poderla comunicar a todos>.


Ofrezcamos a nuestra Madre del Cielo en este día de la Novena el propósito firme de rechazar siempre la tristeza y de ser causa de paz y de alegría para los demás.


Te Deum


A ti, oh Dios, te alabamos,

a ti, Señor, te reconocemos.


A ti, eterno Padre,

te venera toda la creación.


Los ángeles todos, los cielos

y todas las potestades te honran.


Los querubines y serafines

te cantan sin cesar:


Santo, Santo, Santo es el Señor,

Dios del universo.


Los cielos y la tierra

están llenos de la majestad de tu gloria.


A ti te ensalza

el glorioso coro de los apóstoles,

la multitud admirable de los profetas,

el blanco ejército de los mártires.


A ti la Iglesia santa,

extendida por toda la tierra,

te proclama:


Padre de inmensa majestad,

Hijo único y verdadero, digno de adoración,

Espíritu Santo, Defensor.


Tú eres el Rey de la gloria, Cristo.


Tú eres el Hijo único del Padre.


Tú, para liberar al hombre,

aceptaste la condición humana

sin desdeñar el seno de la Virgen.


Tú, rotas las cadenas de la muerte,

abriste a los creyentes el reino del cielo.


Tú te sientas a la derecha de Dios

en la gloria del Padre.


Creemos que un día

has de venir como juez.


Te rogamos, pues,

que vengas en ayuda de tus siervos,

a quienes redimiste con tu preciosa sangre.


Haz que en la gloria eterna

nos asociemos a tus santos.


Salva a tu pueblo, Señor,

y bendice tu heredad.


Sé su pastor

y ensálzalo eternamente.


Día tras día te bendecimos

y alabamos tu nombre para siempre,

por eternidad de eternidades.


Dígnate, Señor, en este día

guardarnos del pecado.


Ten piedad de nosotros, Señor,

ten piedad de nosotros.


Que tu misericordia, Señor,

venga sobre nosotros,

como lo esperamos de ti.


En ti, Señor, confié,

no me veré defraudado para siempre.


Primer Salmo


Salmo 62,2-9: El alma sedienta de Dios


Ant: Aquel día, los montes destilarán dulzura y las colinas manarán leche y miel. Aleluya.


Madruga por Dios todo el que rechaza las obras de las tinieblas


Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo,

mi alma está sedienta de ti;

mi carne tiene ansia de ti,

como tierra reseca, agostada, sin agua.


¡Cómo te contemplaba en el santuario

viendo tu fuerza y tu gloria!

Tu gracia vale más que la vida,

te alabarán mis labios.


Toda mi vida te bendeciré

y alzaré las manos invocándote.

Me saciaré como de enjundia y de manteca,

y mis labios te alabarán jubilosos.


En el lecho me acuerdo de ti

y velando medito en ti,

porque fuiste mi auxilio,

y a la sombra de tus alas canto con júbilo;

mi alma está unida a ti,

y tu diestra me sostiene.


Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.


Ant: Aquel día, los montes destilarán dulzura y las colinas manarán leche y miel. Aleluya.


Cántico AT


Daniel 3,57-88.56: Toda la creación alabe al Señor


Ant: Los montes y las colinas aclamarán en presencia del Señor, y los árboles del bosque aplaudirán, porque viene el Señor y reinará eternamente. Aleluya.


Alabad al Señor, sus siervos todos (Ap 19,5)


Criaturas todas del Señor, bendecid al Señor,

ensalzadlo con himnos por los siglos.


Ángeles del Señor, bendecid al Señor;

cielos, bendecid al Señor.


Aguas del espacio, bendecid al Señor;

ejércitos del Señor, bendecid al Señor.


Sol y luna, bendecid al Señor;

astros del cielo, bendecid al Señor.


Lluvia y rocío, bendecid al Señor;

vientos todos, bendecid al Señor.


Fuego y calor, bendecid al Señor;

fríos y heladas, bendecid al Señor.


Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;

témpanos y hielos, bendecid al Señor.


Escarchas y nieves, bendecid al Señor;

noche y día, bendecid al Señor.


Luz y tinieblas, bendecid al Señor;

rayos y nubes, bendecid al Señor.


Bendiga la tierra al Señor,

ensálcelo con himnos por los siglos.


Montes y cumbres, bendecid al Señor;

cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.


Manantiales, bendecid al Señor;

mares y ríos, bendecid al Señor.


Cetáceos y peces, bendecid al Señor;

aves del cielo, bendecid al Señor.


Fieras y ganados, bendecid al Señor,

ensalzadlo con himnos por los siglos.


Hijos de los hombres, bendecid al Señor

bendiga Israel al Señor.


Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;

siervos del Señor, bendecid al Señor.


Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;

santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.


Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,

ensalzadlo con himnos por los siglos.


Bendigamos al Padre y al Hijo con el Espíritu Santo,

ensalcémoslo con himnos por los siglos.


Bendito el Señor en la bóveda del cielo,

alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.


Ant: Los montes y las colinas aclamarán en presencia del Señor, y los árboles del bosque aplaudirán, porque viene el Señor y reinará eternamente. Aleluya.


Segundo Salmo


Salmo 149: Alegría de los santos


Ant: Vendrá el gran profeta y renovará a Jerusalén. Aleluya.


Los hijos de la Iglesia, nuevo pueblo de Dios, se alegran por su Rey, Cristo, el Señor (Hesiquio)


Cantad al Señor un cántico nuevo,

resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;

que se alegre Israel por su Creador,

los hijos de Sión por su Rey.


Alabad su nombre con danzas,

cantadle con tambores y cítaras;

porque el Señor ama a su pueblo

y adorna con la victoria a los humildes.


Que los fieles festejen su gloria

y canten jubilosos en filas:

con vítores a Dios en la boca

y espadas de dos filos en las manos:


para tomar venganza de los pueblos

y aplicar el castigo a las naciones,

sujetando a los reyes con argollas,

a los nobles con esposas de hierro.


Ejecutar la sentencia dictada

es un honor para todos sus fieles.


Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.


Ant: Vendrá el gran profeta y renovará a Jerusalén. Aleluya.


Lectura Bíblica


Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos

Rm 13,11b-12


Ya es hora de despertaros del sueño, porque ahora nuestra salvación está más cerca que cuando empezamos a creer. La noche está avanzada, el día se echa encima: dejemos las actividades de las tinieblas, y pertrechémonos con las armas de la luz.


V/. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.


R/. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.


V/. Tú que has de venir al mundo


R/. Ten piedad de nosotros.


V/. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.


R/. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.


Cántico Evangélico


Cántico [en Español] [en Latín]


Ant: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, María; no temas, concebirás en tu vientre al Hijo de Dios. Aleluya.



(se hace la señal de la cruz mientras se comienza a recitar)


Bendito sea el Señor, Dios de Israel,

porque ha visitado y redimido a su pueblo,

suscitándonos una fuerza de salvación

en la casa de David, su siervo,

según lo había predicho desde antiguo,

por boca de sus santos profetas.


Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos

y de la mano de todos los que nos odian;

realizando la misericordia

que tuvo con nuestros padres,

recordando su santa alianza

y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.


Para concedernos que, libres de temor,

arrancados de la mano de los enemigos,

le sirvamos con santidad y justicia,

en su presencia, todos nuestros días.


Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,

porque irás delante del Señor

a preparar sus caminos,

anunciando a su pueblo la salvación,

el perdón de sus pecados.


Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,

nos visitará el sol que nace de lo alto,

para iluminar a los que viven en tinieblas

y en sombra de muerte,

para guiar nuestros pasos

por el camino de la paz.


Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.


Ant: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, María; no temas, concebirás en tu vientre al Hijo de Dios. Aleluya.


Preces


Oremos a Dios Padre, que nos concede la gracia de esperar la revelación de nuestro Señor Jesucristo, y digámosle confiados:


Muéstranos, Señor, tu misericordia


- Santifica, Señor, todo nuestro espíritu, alma y cuerpo,

y guárdanos sin reproche hasta el día de la venida de tu Hijo.


- Haz que durante este día caminemos en santidad,

y llevemos una vida sobria, honrada y religiosa.


- Ayúdanos a vestirnos del Señor Jesucristo,

y a llenarnos del Espíritu Santo.


- Haz, Señor, que estemos preparados

el día de la manifestación gloriosa de tu Hijo.


Digamos ahora, todos juntos, la oración que nos enseñó el mismo Señor:


Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre;


venga a nosotros tu reino;


hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.


Danos hoy nuestro pan de cada día;


perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.


No nos dejes caer en la tentación,


y líbranos del mal.


Final


Dios todopoderoso, aviva en tus fieles, al comenzar el Adviento, el deseo de salir al encuentro de Cristo, que viene, acompañados por las buenas obras, para que, colocados un día a su derecha, merezcan poseer el reino eterno. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.


Amén.


 El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.

R/. Amén.

sábado, 2 de diciembre de 2023

Santa Misa +

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viernes, 1 de diciembre de 2023

Santa Misa +

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