Custodia

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Saludo

Bendición

domingo, 30 de junio de 2024

Oficio, tercia y laudes +

 Oficio de lectura


V. Señor abre mis labios.

R. Y mi boca proclamará tu alabanza.


Ant. Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva. Aleluya. †


Salmo 94


INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA

Animaos unos a otros, día tras día, mientras perdura el «hoy». (Hb 3, 13)


Se recita la antífona que corresponda y la asamblea la repite.


Venid, aclamemos al Señor,

demos vítores a la Roca que nos salva;

entremos a su presencia dándole gracias, aclamándolo con cantos.


Porque el Señor es un Dios grande,

soberano de todos los dioses:

tiene en su mano las simas de la tierra,

son suyas las cumbres de los montes.

Suyo es el mar, porque él lo hizo,

la tierra firme que modelaron sus manos.


Venid, postrémonos por tierra,

bendiciendo al Señor, creador nuestro.

Porque él es nuestro Dios,

y nosotros su pueblo,

el rebaño que él guía.


Ojalá escuchéis hoy su voz:

«No endurezcáis el corazón como en Meribá,

como el día de Masá en el desierto:

cuando vuestros padres me pusieron a prueba,

y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.


Durante cuarenta años

aquella generación me repugnó, y dije:

Es un pueblo de corazón extraviado, 

que no reconoce mi camino;

por eso he jurado en mi cólera

que no entrarán en mi descanso.»


Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.


O bien:


Salmo 99


ALEGRÍA DE LOS QUE ENTRAN EN EL TEMPLO

Los redimidos deben entonar un canto de victoria. (S. Atanasio)


Se recita la antífona que corresponda y la asamblea la repite.


Aclama al Señor, tierra entera,

servid al Señor con alegría,

entrad en su presencia con aclamaciones.


Sabed que el Señor es Dios:

que él nos hizo y somos suyos,

su pueblo y ovejas de su rebaño.


Entrad por sus puertas con acción de gracias,

por sus atrios con himnos,

dándole gracias y bendiciendo su nombre:


«El Señor es bueno,

su misericordia es eterna,

su fidelidad por todas las edades.»


Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.


O bien:


Salmo 66


QUE TODOS LOS PUEBLOS ALABEN AL SEÑOR

Sabed que esta salvación de Dios ha sido enviada a los gentiles. (Hch 28, 28)


Se recita la antífona que corresponda y la asamblea la repite.


El Señor tenga piedad y nos bendiga,

ilumine su rostro sobre nosotros;

conozca la tierra tus caminos,

todos los pueblos tu salvación.


¡Oh Dios!, que te alaben los pueblos,

que todos los pueblos te alaben.


Que canten de alegría las naciones,

porque riges el mundo con justicia,

riges los pueblos con rectitud

y gobiernas las naciones de la tierra.


¡Oh Dios!, que te alaben los pueblos,

que todos los pueblos te alaben.


La tierra ha dado su fruto,

nos bendice el Señor, nuestro Dios.

Que Dios nos bendiga; que le teman

hasta los confines del orbe.


Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.


O bien:


Salmo 23


ENTRADA SOLEMNE DE DIOS EN SU TEMPLO

Las puertas del cielo se abren ante Cristo que como hombre sube al cielo. (S. Ireneo)


Se recita la antífona que corresponda y la asamblea la repite.


Del Señor es la tierra y cuanto la llena,

el orbe y todos sus habitantes:

él la fundó sobre los mares,

él la afianzó sobre los ríos.


¿Quién puede subir al monte del Señor?

¿Quién puede estar en el recinto sacro?


El hombre de manos inocentes

y puro corazón,

que no confía en los ídolos

ni jura contra el prójimo en falso.

Ése recibirá la bendición del Señor,

le hará justicia el Dios de salvación.


Éste es el grupo que busca al Señor,

que viene a tu presencia, Dios de Jacob.


¡Portones!, alzad los dinteles,

levantaos, puertas antiguas:

va a entrar el Rey de la gloria.


¿Quién es ese Rey de la gloria?

El Señor, héroe valeroso;

el Señor, héroe de la guerra.


¡Portones!, alzad los dinteles,

levantaos, puertas antiguas:

va a entrar el Rey de la gloria.


¿Quién es ese Rey de la gloria?

El Señor, Dios de los ejércitos.

Él es el Rey de la gloria.


Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.


HIMNO


Primicias son del sol de su Palabra

las luces fulgurantes de este día;

despierte el corazón, que es Dios quien llama,

y su presencia es la que ilumina.


Jesús es el que viene y el que pasa

en Pascua permanente entre los hombres,

resuena en cada hermano su palabra,

revive en cada vida sus amores.


Abrid el corazón, es él quien llama

con voces apremiantes de ternura;

venid: habla, Señor, que tu palabra

es vida y salvación de quien la escucha.


El día del Señor, eterna Pascua,

que nuestro corazón inquieto espera,

en ágape de amor ya nos alcanza,

solemne memorial en toda fiesta.


Honor y gloria al Padre que nos ama,

y al Hijo que preside esta asamblea,

cenáculo de amor le sea el alma,

su Espíritu por siempre sea en ella. Amén


SALMODIA


Ant. 1. El árbol de la vida es tu cruz, oh Señor.


Salmo 1


LOS DOS CAMINOS DEL HOMBRE

Felices los que, poniendo su esperanza en la cruz, se sumergieron en las aguas del bautismo.


Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos,

ni entra por la senda de los pecadores,

ni se sienta en la reunión de los cínicos;

sino que su gozo es la ley del Señor,

y medita su ley día y noche.


Será como un árbol

plantado al borde de la acequia:

da fruto a su tiempo

y no se marchitan sus hojas;

y cuanto emprende tiene buen fin.


No así los impíos, no así;

serán paja que arrebata el viento.

En el juicio los impíos no se levantarán,

ni los pecadores en la asamblea de los justos;

porque el Señor protege el camino de los justos,

pero el camino de los impíos acaba mal.


Ant. El árbol de la vida es tu cruz, oh Señor.


Ant. 2. Yo mismo he establecido a mi Rey en Sión, mi monte santo.


Salmo 2


EL MESÍAS, REY VENCEDOR

Verdaderamente se aliaron contra tu santo siervo Jesús, tu Ungido. (Hch 4, 27)


¿Por qué se amotinan las naciones,

y los pueblos planean un fracaso?


Se alían los reyes de la tierra,

los príncipes conspiran

contra el Señor y contra su Mesías:

«Rompamos sus coyundas,

sacudamos su yugo.»


El que habita en el cielo sonríe,

el Señor se burla de ellos.

Luego les habla con ira,

los espanta con su cólera:

«Yo mismo he establecido a mi Rey

en Sión, mi monte santo.»


Voy a proclamar el decreto del Señor;

él me ha dicho: «Tú eres mi Hijo:

yo te he engendrado hoy.

Pídemelo: te daré en herencia las naciones,

en posesión los confines de la tierra:

los gobernarás con cetro de hierro,

los quebrarás como jarro de loza.»


Y ahora, reyes, sed sensatos;

escarmentad los que regís la tierra:

servid al Señor con temor,

rendidle homenaje temblando;

no sea que se irrite, y vayáis a la ruina,

porque se inflama de pronto su ira.

¡Dichosos los que se refugian en él!


Ant. Yo mismo he establecido a mi Rey en Sión, mi monte santo.


Ant. 3. Tú, Señor, eres mi escudo y mantienes alta mi cabeza.


Salmo 3


CONFIANZA EN MEDIO DE LA ANGUSTIA

Durmió el Señor el sueño de la muerte y resucitó del sepulcro porque el Padre fue su ayuda. (S. Ireneo)


Señor, cuántos son mis enemigos,

cuántos se levantan contra mí;

cuántos dicen de mí:

«Ya no lo protege Dios.»


Pero tú, Señor, eres mi escudo y mi gloria,

tú mantienes alta mi cabeza.

Si grito invocando al Señor,

él me escucha desde su monte santo.


Puedo acostarme y dormir y despertar:

el Señor me sostiene.

No temeré al pueblo innumerable

que acampa a mi alrededor.


Levántate, Señor;

sálvame, Dios mío:

tu golpeaste a mis enemigos en la mejilla,

rompiste los dientes de los malvados.


De ti, Señor, viene la salvación

y la bendición sobre tu pueblo.


Ant. Tú, Señor, eres mi escudo y mantienes alta mi cabeza.


V. La palabra de Cristo habite con toda riqueza en vosotros.


R. Exhortándoos mutuamente con toda sabiduría.


PRIMERA LECTURA


Año II:


Del libro de Nehemías 4, 1-23


RECONSTRUCCIÓN DE LAS MURALLAS DE JERUSALÉN


En aquellos días, cuando Sanbalat se enteró de que estábamos reconstruyendo la muralla, se indignó y, enfurecido, empezó a burlarse de los judíos, diciendo a su gente y a la guarnición samaritana:


«¿Qué hacen esos desgraciados judíos? ¿No hay nadie que se lo impida? ¿Van a ofrecer sacrificios? ¿Se creen que van a terminar en un día y a resucitar de montones de escombros unas piedras calcinadas?»


El amonita Tobías, que se encontraba a su lado, dijo:


«Déjalos que construyan. En cuanto suba una zorra, abrirá brecha en su muralla de piedra.»


Escucha, Dios nuestro, cómo se burlan de nosotros. Haz que sus insultos recaigan sobre ellos y mándalos al destierro para que se burlen de ellos. No encubras sus delitos, no borres de tu vista sus pecados, pues han ofendido a los constructores.


Seguimos levantando la muralla, que quedó reparada hasta media altura. La gente tenía ganas de trabajar.


Cuando Sanbalat, Tobías, los árabes, los amonitas y los asdoditas se enteraron de que la reparación de la muralla de Jerusalén iba adelante —pues empezaban a cerrarse las brechas—, lo llevaron muy a mal. Se confabularon para luchar contra Jerusalén y sembrar en ella la confusión. Encomendándonos a nuestro Dios, apostamos una guardia, día y noche, para vigilarlos. Los judíos decían:


«Los cargadores se agotan y los escombros son muchos; nosotros solos no podemos construir la muralla.»


Nuestros enemigos comentaban:


«Que no sepan ni vean nada hasta que hayamos penetrado en medio de ellos y los matemos; así detendremos las obras.»


En esta situación, los judíos que vivían entre ellos, viniendo de diversos lugares, nos repetían una y otra vez que nos iban a atacar. Entonces, aposté en trincheras, detrás de la muralla y entre matorrales, gente dividida por familias y armados con sus espadas, lanzas y arcos. Después de una inspección, dije a los notables, a las autoridades y al resto del pueblo:


«No les tengáis miedo. Acordaos del Señor, grande y terrible, y luchad por vuestros hermanos, hijos, hijas, mujeres y casas.»


Al ver nuestros enemigos que estábamos informados, Dios desbarató sus planes y pudimos volver a la muralla, cada cual a su tarea. Con todo, desde aquel día, la mitad de mis hombres trabajaba, mientras la otra mitad estaba armada de lanzas, escudos, arcos y corazas. Las autoridades se preocupaban de todos los judíos. Los que construían la muralla y los cargadores estaban armados; con una mano trabajaban y con la otra empuñaban el arma. Todos los albañiles llevaban la espada al cinto mientras trabajaban. Y el corneta iba a mi lado, pues había dicho a los notables, a las autoridades y al resto del pueblo:


«El trabajo es tan grande y tan extenso, que debemos desperdigarnos a lo largo de la muralla, lejos unos de otros. En cuanto oigáis la corneta, dondequiera que estéis, venid a reuniros con nosotros. Nuestro Dios combatirá por nosotros.»


Así seguimos, unos trabajando y otros empuñando las lanzas, desde que despuntaba el alba hasta que salían las estrellas. Por entonces dije también al pueblo:


«Todos pernoctarán en Jerusalén con sus criados. De noche haremos guardia, y de día trabajaremos.»


Yo, mis hermanos, mis criados y los hombres de mi escolta dormíamos vestidos y con las armas al alcance de la mano.


Responsorio Is 25, 4; Sal 124, 2


R. Señor, tú has sido baluarte para el pobre, fortaleza para el desvalido en su angustia, * parapeto contra el aguacero, sombra contra el calor.


V. Jerusalén está rodeada de montañas, y el Señor rodea a su pueblo.


R. Parapeto contra el aguacero, sombra contra el calor.


SEGUNDA LECTURA


De las Homilías del papa Pablo sexto


(Homilía pronunciada en Manila el 29 de noviembre de 1970)


PREDICAMOS A CRISTO HASTA LOS CONFINES DE LA TIERRA


¡Ay de mí si no evangelizare! Para esto me ha enviado el mismo Cristo. Yo soy apóstol y testigo. Cuanto más lejana está la meta, cuanto más difícil es el mandato, con tanta mayor vehemencia el amor nos apremia. Debo predicar su nombre: Jesucristo es el Mesías, el Hijo de Dios vivo; él es quien nos ha revelado al Dios invisible, él es el primogénito de toda creatura, y todo se mantiene en él. Él es también el maestro y redentor de los hombres; él nació, murió y resucitó por nosotros. Él es el centro de la historia y del universo; él nos conoce y nos ama, compañero y amigo de nuestra vida, hombre de dolor y de esperanza; él ciertamente vendrá de nuevo y será finalmente nuestro juez y también, como esperamos, nuestra plenitud de vida y nuestra felicidad.


Yo nunca me cansaría de hablar de él; él es la luz, la verdad, más aún, el camino, la verdad y la vida; él es el pan y la fuente de agua viva, que satisface nuestra hambre y nuestra sed; él es nuestro pastor, nuestro guía, nuestro ejemplo, nuestro consuelo, nuestro hermano. Él, como nosotros y más que nosotros, fue pequeño, pobre, humillado, sujeto al trabajo, oprimido, paciente. Por nosotros habló, obró milagros, instituyó el nuevo reino en el que los pobres son bienaventurados, en el que la paz es el principio de la convivencia, en el que los limpios de corazón y los que lloran son ensalzados y consolados, en el que los que tienen hambre de justicia son saciados, en el que los pecadores pueden alcanzar el perdón, en el que todos son hermanos.


Éste es Jesucristo, de quien ya habéis oído hablar, al cual muchos de vosotros ya pertenecéis, por vuestra condición de cristianos. A vosotros, pues, cristianos, os repito su nombre, a todos lo anuncio: Cristo Jesús es el principio y el fin, el alfa y la omega, el rey del nuevo mundo, la arcana y suprema razón de la historia humana y de nuestro destino; él es el mediador, a manera de puente, entre la tierra y el cielo; él es el Hijo del hombre por antonomasia, porque es el Hijo de Dios, eterno, infinito y el Hijo de María, bendita entre todas las mujeres, su madre según la carne; nuestra madre por la comunión con el Espíritu del cuerpo místico.


¡Jesucristo! Recordadlo: él es el objeto perenne de nuestra predicación; nuestro anhelo es que su nombre resuene hasta los confines de la tierra y por los siglos de los siglos.


Responsorio 2Tm 1, 10; Jn 1, 16; Col 1, 16-17


R. Cristo Jesús, nuestro Salvador, ha aniquilado la muerte, y ha hecho brillar la vida y la inmortalidad por el Evangelio. * Y de su plenitud todos hemos recibido gracia sobre gracia.


V. Todo fue creado por él y para él, él es anterior a todo, y todo se mantiene en él.


R. Y de su plenitud todos hemos recibido gracia sobre gracia.


Te Deum


Señor, Dios eterno, alegres te cantamos,

a ti nuestra alabanza,

a ti, Padre del cielo, te aclama la creación.


Postrados ante ti, los ángeles te adoran

y cantan sin cesar:


Santo, santo, santo es el Señor,

Dios del universo;

llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.


A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles,

la multitud de los profetas te enaltece,

y el ejército glorioso de los mártires te aclama.


A ti la Iglesia santa,

por todos los confines extendida,

con júbilo te adora y canta tu grandeza:


Padre, infinitamente santo,

Hijo eterno, unigénito de Dios,

Santo Espíritu de amor y de consuelo.


Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria,

tú el Hijo y Palabra del Padre,

tú el Rey de toda la creación.


Tú, para salvar al hombre,

tomaste la condición de esclavo

en el seno de una virgen.


Tú destruiste la muerte

y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.


Tú vives ahora,

inmortal y glorioso, en el reino del Padre.


Tú vendrás algún día,

como juez universal.


Muéstrate, pues, amigo y defensor

de los hombres que salvaste.


Y recíbelos por siempre allá en tu reino,

con tus santos y elegidos.


La parte que sigue puede omitirse, si se cree oportuno.


Salva a tu pueblo, Señor,

y bendice a tu heredad.


Sé su pastor,

y guíalos por siempre.


Día tras día te bendeciremos

y alabaremos tu nombre por siempre jamás.


Dígnate, Señor,

guardarnos de pecado en este día.


Ten piedad de nosotros, Señor,

ten piedad de nosotros.


Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,

como lo esperamos de ti.


A ti, Señor, me acojo,

no quede yo nunca defraudado.


Ant. 1. Es bueno refugiarse en el Señor, porque es eterna su misericordia. Aleluya.


Salmo 117


HIMNO DE ACCIÓN DE GRACIAS DESPUÉS DE LA VICTORIA

Jesús es la piedra que desechasteis vosotros, los arquitectos, y que se ha convertido en piedra angular. (Hch 4, 11)


I


Dad gracias al Señor porque es bueno,

porque es eterna su misericordia.


Diga la casa de Israel:

eterna es su misericordia.


Diga la casa de Aarón:

eterna es su misericordia.


Digan los fieles del Señor:

eterna es su misericordia.


En el peligro grité al Señor,

y me escuchó, poniéndome a salvo.


El Señor está conmigo: no temo;

¿qué podrá hacerme el hombre?

El Señor está conmigo y me auxilia,

veré la derrota de mis adversarios.


Mejor es refugiarse en el Señor

que fiarse de los hombres,

mejor es refugiarse en el Señor

que confiar en los magnates.


Ant. Es bueno refugiarse en el Señor, porque es eterna su misericordia. Aleluya.


Ant. 2. El Señor es mi fuerza y mi energía. Aleluya.


II


Todos los pueblos me rodeaban,

en el nombre del Señor los rechacé;

me rodeaban cerrando el cerco,

en el nombre del Señor los rechacé;

me rodeaban como avispas,

ardiendo como fuego en las zarzas,

en el nombre del Señor los rechacé.


Empujaban y empujaban para derribarme,

pero el Señor me ayudó;

el Señor es mi fuerza y mi energía,

él es mi salvación.


Escuchad: hay cantos de victoria

en las tiendas de los justos:

«La diestra del Señor es poderosa,

la diestra del Señor es excelsa,

la diestra del Señor es poderosa.»


No he de morir, viviré

para contar las hazañas del Señor.

Me castigó, me castigó el Señor,

pero no me entregó a la muerte.


Ant. El Señor es mi fuerza y mi energía. Aleluya.


Ant. 3. Te doy gracias. Señor, porque me escuchaste. Aleluya.


III


Abridme las puertas del triunfo,

y entraré para dar gracias al Señor.


Ésta es la puerta del Señor:

los vencedores entrarán por ella.


Te doy gracias porque me escuchaste

y fuiste mi salvación.


La piedra que desecharon los arquitectos

es ahora la piedra angular.

Es el Señor quien lo ha hecho,

ha sido un milagro patente.


Éste es el día en que actuó el Señor:

sea nuestra alegría y nuestro gozo.

Señor, danos la salvación;

Señor, danos prosperidad.


Bendito el que viene en nombre del Señor,

os bendecimos desde la casa del Señor;

el Señor es Dios: él nos ilumina.


Ordenad una procesión con ramos

hasta los ángulos del altar.


Tú eres mi Dios, te doy gracias;

Dios mío, yo te ensalzo.


Dad gracias al Señor porque es bueno,

porque es eterna su misericordia.


Ant. Te doy gracias, Señor, porque me escuchaste. Aleluya.


LECTURA BREVE 1Jn 4, 16


Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es amor y quien permanece en el amor permanece en Dios, y Dios en él.


V. Inclina, Señor, mi corazón a tus preceptos.

R. Dame vida con tu palabra.


Ant. 1. Por ti madrugo, Dios mío, para contemplar tu tuerza y tu gloria. Aleluya.


Salmo 62, 2-9


EL ALMA SEDIENTA DE DIOS

Madruga por Dios todo el que rechaza las obras de las tinieblas.


¡Oh Dios!, tú eres mi Dios, por ti madrugo,

mi alma está sedienta de ti;

mi carne tiene ansia de ti,

como tierra reseca, agostada, sin agua.


¡Cómo te contemplaba en el santuario

viendo tu fuerza y tu gloria!

Tu gracia vale más que la vida,

te alabarán mis labios.


Toda mi vida te bendeciré

y alzaré las manos invocándote.

Me saciaré de manjares exquisitos,

y mis labios te alabarán jubilosos.


En el lecho me acuerdo de ti

y velando medito en ti,

porque fuiste mi auxilio,

y a la sombra de tus alas canto con júbilo;

mi alma está unida a ti,

y tu diestra me sostiene.


Ant. Por ti madrugo, Dios mío, para contemplar tu fuerza y tu gloria. Aleluya.


Ant. 2. En medio de las llamas, los tres jóvenes, unánimes, cantaban: «Bendito sea el Señor.» Aleluya.


Cántico Dn 3, 57-88. 56


TODA LA CREACIÓN ALABE AL SEÑOR

Alabad al Señor, sus siervos todos. (Ap 19, 5)


Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor,

ensalzadlo con himnos por los siglos.


Ángeles del Señor, bendecid al Señor;

cielos, bendecid al Señor.


Aguas del espacio, bendecid al Señor;

ejércitos del Señor, bendecid al Señor.


Sol y luna, bendecid al Señor;

astros del cielo, bendecid al Señor.


Lluvia y rocío, bendecid al Señor;

vientos todos, bendecid al Señor.


Fuego y calor, bendecid al Señor;

fríos y heladas, bendecid al Señor.


Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;

témpanos y hielos, bendecid al Señor.


Escarchas y nieves, bendecid al Señor;

noche y día, bendecid al Señor.


Luz y tinieblas, bendecid al Señor;

rayos y nubes, bendecid al Señor.


Bendiga la tierra al Señor,

ensálcelo con himnos por los siglos.


Montes y cumbres, bendecid al Señor;

cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.


Manantiales, bendecid al Señor;

mares y ríos, bendecid al Señor.


Cetáceos y peces, bendecid al Señor;

aves del cielo, bendecid al Señor.


Fieras y ganados, bendecid al Señor,

ensalzadlo con himnos por los siglos.


Hijos de los hombres, bendecid al Señor;

bendiga Israel al Señor.


Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;

siervos del Señor, bendecid al Señor.


Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;

santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.


Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,

ensalzadlo con himnos por los siglos.


Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,

ensalcémoslo con himnos por los siglos.


Bendito el Señor en la bóveda del cielo,

alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.


No se dice Gloria al Padre.


Ant. En medio de las llamas, los tres jóvenes, unánimes, cantaban: «Bendito sea el Señor.» Aleluya.


Ant. 3. Que el pueblo de Dios se alegre por su Rey. Aleluya.


Salmo 149


ALEGRÍA DE LOS SANTOS

Los hijos de la Iglesia, nuevo pueblo de Dios, se alegran en su Rey, Cristo, el Señor. (Hesiquio)


Cantad al Señor un cántico nuevo,

resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;

que se alegre Israel por su Creador,

los hijos de Sión por su Rey.


Alabad su nombre con danzas,

cantadle con tambores y cítaras;

porque el Señor ama a su pueblo

y adorna con la victoria a los humildes.


Que los fieles festejen su gloria

y canten jubilosos en filas:

con vítores a Dios en la boca

y espadas de dos filos en las manos:


para tomar venganza de los pueblos

y aplicar el castigo a las naciones,

sujetando a los reyes con argollas,

a los nobles con esposas de hierro.


Ejecutar la sentencia dictada

es un honor para todos sus fieles.


Ant. Que el pueblo de Dios se alegre por su Rey. Aleluya.


LECTURA BREVE Ap 7, 10. 12


¡La salvación es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero! La bendición, y la gloria, y la sabiduría, y la acción de gracias, y el honor, y el poder, y la fuerza son de nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén.


RESPONSORIO BREVE


V. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.

R. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.


V. Tú que estás sentado a la derecha del Padre.

R. Ten piedad de nosotros.


V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

R. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros


CÁNTICO EVANGÉLICO


Ant. Hija mía, tu fe te ha curado; vete en paz.


Cántico de Zacarías Lc 1, 68-79


EL MESÍAS Y SU PRECURSOR


Bendito sea el Señor, Dios de Israel,

porque ha visitado y redimido a su pueblo,

suscitándonos una fuerza de salvación

en la casa de David, su siervo,

según lo había predicho desde antiguo

por boca de sus santos profetas.


Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos

y de la mano de todos los que nos odian;

ha realizado así la misericordia que tuvo con

nuestros padres,

recordando su santa alianza

y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.


Para concedernos que, libres de temor,

arrancados de la mano de los enemigos,

le sirvamos con santidad y justicia,

en su presencia, todos nuestros días.


Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,

porque irás delante del Señor

a preparar sus caminos,

anunciando a su pueblo la salvación,

el perdón de sus pecados.


Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,

nos visitará el sol que nace de lo alto,

para iluminar a los que viven en tiniebla

y en sombra de muerte,

para guiar nuestros pasos

por el camino de la paz.


Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén


Ant. Hija mía, tu fe te ha curado; vete en paz.


PRECES


Glorifiquemos al Señor Jesús, luz que alumbra a todo hombre y sol de justicia que no conoce el ocaso, y digámosle:

Tú que eres nuestra vida y nuestra salvación, Señor, ten piedad.


Creador de la luz, de cuya bondad recibimos, con acción de gracias, las primicias de este día;

te pedimos que el recuerdo de tu santa resurrección sea nuestro gozo durante este domingo.


Que tu Espíritu Santo nos enseñe a cumplir tu voluntad,

y que tu sabiduría dirija hoy todas nuestras acciones.


Que al celebrar la Eucaristía de este domingo tu palabra nos llene de gozo,

y que la participación en el banquete de tu amor haga crecer nuestra esperanza.


Que sepamos contemplar las maravillas que tu generosidad nos concede,

y vivamos durante todo el día en acción de gracias.


Se pueden añadir algunas intenciones libres.


Digamos ahora todos juntos la oración que Cristo nos enseñó: Padre nuestro.


Padre nuestro, que estás en el cielo,

santificado sea tu Nombre;

venga a nosotros tu reino;

hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día;

perdona nuestras ofensas,

como también nosotros perdonamos

a los que nos ofenden;

no nos dejes caer en la tentación,

y líbranos del mal.


Dios nuestro, que quisiste hacernos hijos de la luz por la adopción de la gracia, concédenos que no seamos envueltos por las tinieblas del error, sino que permanezcamos siempre en el esplendor de la verdad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.


V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.

R. Amén.

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