Custodia

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Saludo

Bendición

lunes, 9 de diciembre de 2024

Oficio de lecturas +

 

Oficio de lectura

V. Señor abre mis labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.


Ant. Al Rey que viene, al Señor que se acerca, venid, adorémosle.

Salmo 94

INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Animaos unos a otros, día tras día, mientras perdura el «hoy». (Hb 3, 13)

Se recita la antífona que corresponda y la asamblea la repite.

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias, aclamándolo con cantos.

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes.
Suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto:
cuando vuestros padres me pusieron a prueba,
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.

Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado, 
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

O bien:

Salmo 99

ALEGRÍA DE LOS QUE ENTRAN EN EL TEMPLO
Los redimidos deben entonar un canto de victoria. (S. Atanasio)

Se recita la antífona que corresponda y la asamblea la repite.

Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con aclamaciones.

Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.

Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:

«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

O bien:

Salmo 66

QUE TODOS LOS PUEBLOS ALABEN AL SEÑOR
Sabed que esta salvación de Dios ha sido enviada a los gentiles. (Hch 28, 28)

Se recita la antífona que corresponda y la asamblea la repite.

El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.

¡Oh Dios!, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.

¡Oh Dios!, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

O bien:

Salmo 23

ENTRADA SOLEMNE DE DIOS EN SU TEMPLO
Las puertas del cielo se abren ante Cristo que como hombre sube al cielo. (S. Ireneo)

Se recita la antífona que corresponda y la asamblea la repite.

Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.

¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?

El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.

Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.

¡Portones!, alzad los dinteles,
levantaos, puertas antiguas:
va a entrar el Rey de la gloria.

¿Quién es ese Rey de la gloria?
El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.

¡Portones!, alzad los dinteles,
levantaos, puertas antiguas:
va a entrar el Rey de la gloria.

¿Quién es ese Rey de la gloria?
El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.


HIMNO

De luz nueva se viste la tierra,
porque el Sol que del cielo ha venido,
en la entraña feliz de la Virgen,
de su carne se ha revestido.

El amor hizo nuevas las cosas,
el Espíritu ha descendido
y la sombra del que todo puede
en la Virgen su luz ha encendido.

Ya la tierra reclama su fruto
y de bodas se anuncia alegría;
el Señor que en los cielos habita
se hizo carne en la Virgen María.

Gloria a Dios, el Señor poderoso,
a su Hijo y Espíritu Santo,
que amoroso nos ha bendecido
y a su reino nos ha destinado. Amén.

O bien:

Verbo que del cielo bajas,
Luz del Padre que, naciendo,
socorres al mundo mísero
con el correr de los tiempos:

Ilumina el corazón,
quema de amor nuestro pecho,
y borren tus enseñanzas
tantos deslices y yerros,

para que, cuando regreses
como juez de nuestros hechos,
castigues el mal oculto
y corones a los buenos.

Que la maldad no nos lance
por nuestras culpas al fuego,
mas felices moradores
nos veamos en tu reino.

A Dios Padre y a su Hijo
gloria y honor tributemos,
y al Espíritu Paráclito,
por los siglos sempiternos. Amén.

SALMODIA

Ant. 1. Inclina, Señor, tu oído hacia mí; ven a librarme.

Salmo 30, 2-17. 20-25

SÚPLICA CONFIADA Y ACCIÓN DE GRACIAS

Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. (Lc 23, 46)

I


A ti, Señor, me acojo:
no quede yo nunca defraudado;
tú, que eres justo, ponme a salvo,
inclina tu oído hacia mí;

ven aprisa a librarme,
sé la roca de mi refugio,
un baluarte donde me salve,
tú que eres mi roca y mi baluarte;

por tu nombre dirígeme y guíame:
sácame de la red que me han tendido,
porque tú eres mi amparo.

En tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás;
tú aborreces a los que veneran ídolos inertes,
pero yo confío en el Señor;
tu misericordia sea mi gozo y mi alegría.

Te has fijado en mi aflicción,
velas por mi vida en peligro;
no me has entregado en manos del enemigo,
has puesto mis pies en un camino ancho.

Ant. Inclina, Señor, tu oído hacia mí; ven a librarme.

Ant. 2 Haz brillar, Señor, tu rostro sobre tu siervo.

II

Piedad, Señor, que estoy en peligro:
se consumen de dolor mis ojos,
mi garganta y mis entrañas.

Mi vida se gasta en el dolor;
mis años, en los gemidos;
mi vigor decae con las penas,
mis huesos se consumen.

Soy la burla de todos mis enemigos,
la irrisión de mis vecinos,
el espanto de mis conocidos:
me ven por la calle y escapan de mí.
Me han olvidado como a un muerto,
me han desechado como a un cacharro inútil.

Oigo las burlas de la gente,
y todo me da miedo;
se conjuran contra mí
y traman quitarme la vida.

Pero yo confío en ti, Señor,
te digo: «Tú eres mi Dios.»
En tu mano está mi destino:
líbrame de los enemigos que me persiguen;
haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
sálvame por tu misericordia.

Ant. Haz brillar, Señor, tu rostro sobre tu siervo.

Ant. 3.Bendito sea el Señor, que ha hecho por mí prodigios de misericordia.

III

¡Qué bondad tan grande, Señor,
reservas para tus fieles,
y concedes a los que a ti se acogen
a la vista de todos!

En el asilo de tu presencia los escondes
de las conjuras humanas;
los ocultas en tu tabernáculo,
frente a las lenguas pendencieras.

Bendito el Señor, que ha hecho por mí
prodigios de misericordia
en la ciudad amurallada.

Yo decía en mi ansiedad:
«Me has arrojado de tu vista»;
pero tú escuchaste mi voz suplicante
cuando yo te gritaba.

Amad al Señor, fieles suyos;
el Señor guarda a sus leales,
y a los soberbios les paga con creces.

Sed fuertes y valientes de corazón
los que esperáis en el Señor.

Ant. Bendito sea el Señor, que ha hecho por mí prodigios de misericordia.

V. Muéstranos, Señor, tu misericordia.

R. Y danos tu salvación.

PRIMERA LECTURA

Año I:

Del libro del profeta Isaías 34, 1-17

JUICIO DEL SEÑOR SOBRE EDOM


Acercaos, pueblos, a escuchar; naciones, atended; escuche la tierra y los que la llenan, el orbe y cuanto produce: porque el Señor está airado con todas las naciones, enojado con todos sus ejércitos, los consagra al exterminio, los entrega a la matanza. Arrojan a los caídos, y de los cadáveres sube el hedor; los montes chorrean sangre y los collados se empapan; el cielo se enrolla como un pliego y se marchitan sus ejércitos, como se marchitan los pámpanos, como palidece la hoja de la higuera.

Porque la espada del Señor se embriaga en el cielo: miradla bajar hacia Edom, para ejecutar a un pueblo proscrito. La espada del Señor chorrea sangre, ya está grasienta de sebo, sangre de corderos y cabritos, sebo de entrañas de carneros. Porque el Señor hace carnicería en Bosra, gran matanza en Edom. Y caen juntos los búfalos con bueyes y toros. Se empapa la tierra de su sangre, el polvo está grasiento de sebo; porque es el día de la venganza del Señor, año de desquite para la causa de Sión.

Sus torrentes se transforman en pez, y el polvo en azufre; su país se vuelve pez ardiente, que no se apaga de día ni de noche, y su humo sube perpetuamente; de edad en edad quedará desolada, por siglos de siglos nadie la transitará.

Se adueñan de ella la corneja y el mochuelo, la lechuza y el cuervo la habitan. El Señor pone sobre ella la plomada del caos y el nivel del vacío. No queda nombre con que llamar su reino, y sus jefes vuelven a la nada. En sus palacios crecen espinos; en sus torreones, cardos y ortigas. Se convierte en cubil de chacales, en guarida de crías de avestruz; se reúnen hienas y gatos salvajes, el chivo llama a su compañero, allí descansa el búho y encuentra su guarida; la serpiente anida y pone, incuba y empolla sus huevos; allí se juntan los buitres, y no falta el macho a la hembra.

Estudiad el libro del Señor: ni uno solo de ellos falta, porque lo ha mandado la boca del Señor, y su aliento los ha reunido. Echa suerte para ellos, y su mano les reparte a cordel el país. Lo poseerán para siempre, de edad en edad lo habitarán.

Responsorio 1Pe 4, 17-18; Jb 4, 18

R. Ha llegado el tiempo en que comienza el juicio por la casa de Dios; y, si empieza así por nosotros, ¿qué fin tendrán los que rechazan el mensaje de Dios? Y, si el justo a duras penas se salva, ¿qué será del impío y del pecador?

V. Dios no encuentra fieles ni a sus criados.

R. Y, si el justo a duras penas se salva, ¿qué será del impío y del pecador?

SEGUNDA LECTURA

Del Tratado de san Juan de la Cruz, presbítero, Subida del monte Carmelo

(Libro 2, cap. 22, núms. 34)

DIOS NOS HABLÓ POR MEDIO DE SU HIJO


La principal causa por que en la ley de Escritura eran lícitas las preguntas que se hacían a Dios y convenía que los profetas y sacerdotes quisiesen revelaciones y visiones de Dios era porque aún entonces no estaba bien fundamentada la fe ni establecida la ley evangélica, y así era menester que preguntasen a Dios y que él hablase, ahora por palabras, ahora por visiones y revelaciones, ahora en figuras y semejanzas, ahora entre otras muchas maneras de significaciones. Porque todo lo que respondía, y hablaba, y revelaba eran misterios de nuestra fe y cosas tocantes a ella o enderezadas a ella.

Pero ya que está fundada la fe en Cristo y manifiesta la ley evangélica en esta era de gracia, no hay para qué preguntarle de aquella manera, ni para qué él hable ya ni responda como entonces, porque en darnos, como nos dio, a su Hijo, que es una Palabra suya —que no tiene otra—, todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola Palabra, y no tiene más que hablar.

Y éste es el sentido de aquella autoridad con que comienza san Pablo a querer inducir a los hebreos a que se aparten de aquellos modos primeros y tratos con Dios de la ley de Moisés y pongan los ojos en Cristo solamente, diciendo: Lo que antiguamente habló Dios en los profetas a nuestros padres de muchos modos y de muchas maneras, ahora, a la postre, en estos días nos lo ha hablado en el Hijo todo de una vez. En lo cual da a entender el Apóstol que Dios ha quedado como mudo y no tiene más que hablar, porque lo que hablaba antes en partes a los profetas ya lo ha hablado en él todo, dándonos al Todo, que es su Hijo.

Por lo cual, el que ahora quisiese preguntar a Dios o querer alguna visión o revelación, no sólo haría una necedad, sino haría agravio a Dios no poniendo los ojos totalmente en Cristo, sin querer otra alguna cosa o novedad.

Porque le podría responder Dios de esta manera: «Si te tengo ya habladas todas las cosas en mi Palabra, que es mi Hijo, y no tengo otra, ¿qué te puedo yo ahora responder o revelar que sea más que eso? Pon los ojos sólo en él, porque en él te lo tengo todo dicho y revelado, y hallarás en él aún más de lo que pides y deseas.

Porque desde aquel día que bajé con mi Espíritu sobre él en el monte Tabor, diciendo: Éste es mi amado Hijo en que me he complacido; a él oíd, ya alcé yo la mano de todas esas maneras de enseñanzas y respuestas y se la di a él. Que si antes hablaba, era prometiendo a Cristo; y si me preguntaban, eran las preguntas encaminadas a la petición y esperanza de Cristo, en que habían de hallar todo bien como ahora lo da a entender toda la doctrina de los evangelistas y apóstoles.»

Responsorio Mi 4, 2; Jn 4, 25

R. Irán pueblos numerosos diciendo: «Vamos a subir al monte del Señor. Él nos enseñará sus caminos y caminaremos por sus sendas.»

V. Viene el Mesías, el Cristo; cuando venga, nos hará saber todas las cosas.

R. Él nos enseñará sus caminos y caminaremos por sus sendas.

Oración

Lleguen a ti, Señor, nuestras plegarias y colma nuestros deseos de llegar a conocer más plenamente el gran misterio de la encarnación de tu Hijo. Que vive y reina contigo.

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

domingo, 8 de diciembre de 2024

Vísperas +

 

2º domingo de Adviento
feria

Semana II del salterio

Domingo, 8 de diciembre - Ciclo C

Vísperas

Invocación inicial


Se hace la señal de la cruz mientras se dice:

℣. Dios mío, ven en mi auxilio.

℟. Señor, date prisa en socorrerme.

℣. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

℟. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno

Jesucristo, Palabra del Padre,
luz eterna de todo creyente:
ven y escucha la súplica ardiente,
ven, Señor, porque ya se hace tarde.

Cuando el mundo dormía en tinieblas,
en tu amor tú quisiste ayudarlo
y trajiste, viniendo a la tierra,
esa vida que puede salvarlo.

Ya madura la historia en promesas,
sólo anhela tu pronto regreso;
si el silencio madura la espera,
el amor no soporta el silencio.

Con María, la Iglesia te aguarda
con anhelos de esposa y de Madre,
y reúne a sus hijos en vela,
para juntos poder esperarte.

Cuando vengas, Señor, en tu gloria,
que podamos salir a tu encuentro
y a tu lado vivamos por siempre,
dando gracias al Padre en el reino. Amén.

O bien:

¡Marana tha!
¡Ven, Señor Jesús!

Yo soy la Raíz y el Hijo de David,
la Estrella radiante de la mañana.

El Espíritu y la Esposa dicen: "¡Ven, Señor!"
Quien lo oiga, diga: "¡Ven, Señor!"

Quien tenga sed, que venga; quien lo desee,
que tome el don del agua de la vida.

Sí, yo vengo pronto.
¡Amén! ¡Ven, Señor Jesús!

Salmodia

Ant. 1. Mirad: viene el Señor con gran poder sobre las nubes del cielo. Aleluya.

Salmo 109, 1-5.7: El Mesías, Rey y Sacerdote

Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies».
Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora».

El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec».

El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente,
por eso levantará la cabeza.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Mirad: viene el Señor con gran poder sobre las nubes del cielo. Aleluya.

Ant. 2. Aparecerá el Señor y no faltará: si tarda, no dejéis de esperarlo, pues llegará y no tardará. Aleluya.

Salmo 113 B: Himno al Dios verdadero

No a nosotros, Señor, no a nosotros,
sino a tu nombre da la gloria,
por tu bondad, por tu lealtad.
¿Por qué han de decir las naciones:
"Dónde está su Dios"?

Nuestro Dios está en el cielo,
lo que quiere lo hace.
Sus ídolos, en cambio, son plata y oro,
hechura de manos humanas:

tienen boca, y no hablan;
tienen ojos, y no ven;
tienen orejas, y no oyen;
tienen nariz, y no huelen;

tienen manos, y no tocan;
tienen pies, y no andan;
no tiene voz su garganta:
que sean igual los que los hacen,
cuantos confían en ellos.

Israel confía en el Señor:
él es su auxilio y su escudo.
La casa de Aarón confía en el Señor:
él es su auxilio y su escudo.
Los fieles del Señor confían en el Señor:
él es su auxilio y su escudo.

Que el Señor se acuerde de nosotros y nos bendiga,
bendiga a la casa de Israel,
bendiga a la casa de Aarón;
bendiga a los fieles del Señor,
pequeños y grandes.

Que el Señor os acreciente,
a vosotros y a vuestros hijos;
benditos seáis del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.
El cielo pertenece al Señor,
la tierra se la ha dado a los hombres.

Los muertos ya no alaban al Señor,
ni los que bajan al silencio.
Nosotros, sí, bendeciremos al Señor
ahora y por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Aparecerá el Señor y no faltará: si tarda, no dejéis de esperarlo, pues llegará y no tardará. Aleluya.

Ant. 3. El Señor es nuestro legislador, el Señor es nuestro rey: él vendrá y nos salvará.

Apocalipsis 19, 1-2.5-7: Las bodas del Cordero

Aleluya.
La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios,
porque sus juicios son verdaderos y justos.
Aleluya.

Aleluya.
Alabad al Señor, sus siervos todos,
los que le teméis, pequeños y grandes.
Aleluya.

Aleluya.
Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo,
alegrémonos y gocemos y démosle gracias.
Aleluya.

Aleluya.
Llegó la boda del Cordero,
su esposa se ha embellecido.
Aleluya.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Señor es nuestro legislador, el Señor es nuestro rey: él vendrá y nos salvará.

Lectura Breve

Flp 4, 4-5

Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres. Que vuestra mesura la conozca todo el mundo. El Señor está cerca.

Responsorio Breve

℣. Muéstranos, Señor, tu misericordia.

℟. Muéstranos, Señor, tu misericordia.

℣. Danos tu salvación.

℟. Tu misericordia.

℣. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

℟. Muéstranos, Señor, tu misericordia.

Cántico Evangélico

Ant. ¡Dichosa tú, María, que has creído!, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá. Aleluya.


Se hace la señal de la cruz mientras se dice:

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. ¡Dichosa tú, María, que has creído!, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá. Aleluya.

Preces

Oremos, hermanos, a Cristo, el Señor, que viene a salvar a todos los hombres y digámosle confiadamente:

Ven, Señor, Jesús

- Señor Jesucristo, que por el misterio de la encarnación manifestaste al mundo la gloria de tu divinidad, vivifica al mundo con tu venida.

- Tú que participaste de nuestra debilidad, concédenos tu misericordia.

- Tú que viniste humildemente para salvar al mundo de sus pecados, cuando vuelvas de nuevo con gloria y majestad, absuélvenos de todas las culpas.

- Tú que lo gobiernas todo con tu poder, ayúdanos, por tu bondad, a alcanzar la herencia eterna.

- Tú que estás sentado a la derecha del Padre, alegra con la visión de tu rostro a nuestros hermanos difuntos.

Pueden añadirse intenciones particulares que concluyen con la respuesta propuesta más arriba

Padrenuestro

℣. Terminemos nuestras preces con la oración que nos enseñó el Señor:

Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación
y líbranos del mal.

Oración

℣. Señor todopoderoso, rico en misericordia, cuando salimos animosos al encuentro de tu Hijo, no permitas que lo impidan los afanes de este mundo; guíanos hasta él con sabiduría divina para que podamos participar plenamente de su vida. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

℟. Amén.


Se hace la señal de la cruz mientras se dice:

℣. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.

℟. Amén.

sábado, 7 de diciembre de 2024

Vísperas +

 San Ambrosio, obispo y doctor de la Iglesia

memoria obligatoria


Semana I del salterio


Sábado, 7 de diciembre - Ciclo C

Completas

Invocación inicial

Se hace la señal de la cruz mientras se dice:


℣. Dios mío, ven en mi auxilio.


℟. Señor, date prisa en socorrerme.


℣. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.


℟. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.


Examen de conciencia

Hermanos: Llegados al fin de esta jornada que Dios nos ha concedido, reconozcamos humildemente nuestros pecados.


Todos examinan en silencio su conciencia. Después se prosigue con una de las fórmulas siguientes:



1ª Fórmula


2ª Fórmula


3ª Fórmula

℣. Señor, ten misericordia de nosotros.

℟. Porque hemos pecado contra ti.

℣. Muéstranos, Señor, tu misericordia.

℟. Y danos tu salvación.



Si preside la celebración un ministro, él solo dice la conclusión siguiente; en caso contrario, la dicen todos:

℣. Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.

℟. Amén.



Himno

El sueño, hermano de la muerte,

a su descanso nos convida;

guárdanos tú, Señor, de suerte

que despertemos a la vida.


Tu amor nos guía y nos reprende

y por nosotros se desvela,

del enemigo nos defiende

y, mientras dormimos, nos vela.


Te ofrecemos, humildemente,

dolor, trabajo y alegría;

nuestra plegaria balbuciente:

«Gracias, Señor, por este día.»


Recibe, Padre, la alabanza

del corazón que en ti confía

y alimenta nuestra esperanza

de amanecer a tu gran Día.


Gloria a Dios Padre, que nos hizo,

gloria a Dios Hijo Salvador,

gloria al Espíritu divino:

tres Personas y un solo Dios. Amén.

Salmodia

Ant. Ten piedad de mí, Señor, y escucha mi oración.


Salmo 4: Acción de gracias

Escúchame cuando te invoco, Dios, defensor mío;

tú que en el aprieto me diste anchura,

ten piedad de mí y escucha mi oración.


Y vosotros, ¿hasta cuándo ultrajaréis mi honor,

amaréis la falsedad y buscaréis el engaño?

Sabedlo: el Señor hizo milagros en mi favor,

y el Señor me escuchará cuando lo invoque.


Temblad y no pequéis,

reflexionad en el silencio de vuestro lecho;

ofreced sacrificios legítimos

y confiad en el Señor.


Hay muchos que dicen: "¿Quién nos hará ver la dicha,

si la luz de tu rostro ha huido de nosotros?"


Pero tú, Señor, has puesto en mi corazón más alegría

que si abundara en trigo y en vino.


En paz me acuesto y en seguida me duermo,

porque tú sólo, Señor, me haces vivir tranquilo.


Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Ten piedad de mí, Señor, y escucha mi oración.


Ant. Durante la noche, bendecid al Señor.


Salmo 133: Oración vespertina en el templo

Y ahora bendecid al Señor,

los siervos del Señor,

los que pasáis la noche

en la casa del Señor.


Levantad las manos hacia el santuario

y bendecid al Señor.


El Señor te bendiga desde Sión,

el que hizo cielo y tierra.


Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Durante la noche, bendecid al Señor.


Lectura Breve

Dt 6, 4-7

Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es solamente uno. Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas. Las palabras que hoy te digo quedarán en tu memoria, se las repetirás a tus hijos y hablarás de ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y levantado.

Responsorio Breve

℣. A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.

℟. A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.

℣. Tú, el Dios leal, nos librarás.

℟. Encomiendo mi espíritu.

℣. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

℟. A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.

Cántico Evangélico

Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.


Se hace la señal de la cruz mientras se dice:


Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz.


Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos:


luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.


Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.


Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.


Oración

℣. Oremos:

Después de las I Vísperas de domingo o de solemnidades que coinciden con el domingo:


Guárdanos, Señor, durante esta noche y haz que mañana, ya al clarear el nuevo día, la celebración del domingo nos llene con la alegría de la resurrección de tu Hijo. Que vive y reina por los siglos de los siglos.Amén.


Después de las Vísperas de solemnidades que no coinciden con el domingo:


Visita, Señor, esta habitación: aleja de ella las insidias del enemigo; que tus santos ángeles habiten en ella y nos guarden en paz, y que tu bendición permanezca siempre con nosotros. Por Jesucristo, nuestro Señor.


℟. Amén.


Se hace la señal de la cruz mientras se dice:


℣. El señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una muerte santa.

℟. Amén.


Se canta o se dice una de las siguientes antífonas marianas:



Ant 1


Ant 2


Ant 3


Ant 4

Salve, Reina de los cielos

y Señora de los ángeles;

salve, raíz, salve, puerta,

que dio paso a nuestra luz.


Alégrate, virgen gloriosa,

entre todas la más bella;

salve, oh hermosa doncella,

ruega a Cristo por nosotros.

jueves, 5 de diciembre de 2024

Lecturas y reflexiones +

 



Primera lectura


Is 26, 1-6

Que entre un pueblo justo, que observa la lealtad.

Lectura del libro de Isaías.

AQUEL día, se cantará este canto en la tierra de Judá:
«Tenemos una ciudad fuerte,
ha puesto para salvarla murallas y baluartes.
Abran las puertas para que entre un pueblo justo,
que observa la lealtad;
su ánimo está firme y mantiene la paz,
porque confía en ti.
Confíen siempre en el Señor,
porque el Señor es la roca perpetua.
Doblegó a los habitantes de la altura,
a la ciudad elevada;
la abatirá, la abatirá
hasta el suelo, hasta tocar el polvo.
La pisarán los pies, los pies del oprimido,
los pasos de los pobres.

Palabra de Dios.

Salmo


Sal 118(117),1.8-9.19-20.21 y 25.26-27a (R. Is 26,2) 

R. Bendito el que viene en nombre del Señor.

O bien:

R. Aleluya

V. Den gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Mejor es refugiarse en el Señor
que fiarse de los hombres,
mejor es refugiarse en el Señor
que fiarse de los jefes. R.

V. Ábranme las puertas de la salvación,
y entraré para dar gracias al Señor.
Esta es la puerta del Señor:
los vencedores entrarán por ella.
Te doy gracias porque me escuchaste
Y fuiste mi salvación. R.

V. Señor, danos la salvación;
Señor danos prosperidad.
Bendito el que viene en nombre del Señor,
los bendecimos desde la casa del Señor.
El Señor es Dios, él nos ilumina.R.

Aclamación


R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Busquen al Señor mientras se deja encontrar, invóquenlo mientras está cerca. R.

Evangelio


Mt 7, 21.24-27

El que hace la voluntad del Padre entrará en el reino de los cielos.

Lectura del santo Evangelio según san Mateo.

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No todo el que me dice "Señor, Señor" entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.
El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre la roca. Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre la roca.
El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se derrumbó. Y su ruina fue grande».

Palabra de Señor.



Pistas para la Lectio Divina

Autor: P. Fidel Oñoro Consuegra, cjm

Actitudes ante la venida del Señor (I): Construir nuestro proyecto con base en el de Dios
Isaías 26,1-6
“Confiad en Yahveh por siempre jamás, porque en Yahveh tenéis una Roca eterna”

Los tres primeros días de esta semana nos condujeron por medio de este itinerario: el pueblo mesiánico, la persona del Mesías y los signos del Mesías en medio de su pueblo. En estos tres días que vienen las lecturas nos conducen por un nuevo itinerario que enfatiza las actitudes que nos corresponde tomar ante la venida del Señor.

La profecía de hoy nos introduce en una nueva serie de tres lecciones de “Adviento” y nos inculca las actitudes que nos corresponde adoptar frente a la venida del Señor a nuestras vidas. Todas ellas están relacionadas con la fe y nos exigen compromisos concretos. Sólo así podremos hacer del “Adviento” el ejercicio de la espera activa de un Dios salvador que viene a nuestro encuentro.

La enseñanza de hoy es presentada por el profeta Isaías mediante la didáctica de un canto que hay que aprenderse. Lo interesante es la dinámica interna que nos presenta.

1. Aprender la segunda canción: “Aquel día se cantará este cantar en tierra de Judá” (v.1ª)

Partamos de esta realidad humana: el problema no es tanto el alcanzar una meta sino conseguir que los logros no se deshagan. Con este propósito el profeta Isaías, después de la canción de la victoria que celebraba las primeras emociones, le enseña ahora una segunda canción al pueblo. Los asuntos de Dios, la espiritualidad, no son cuestión de emociones pasajeras sino de solidez de vida.

La primera canción celebraba la obra salvífica de Dios y expresaba la felicidad porque las cosas salieron bien, por su parte, la segunda, trata de inculcar en el pueblo el compromiso que le corresponde. Hay que aprenderla de memoria y practicarla en el ejercicio cotidiano de la fe.

2. De las manos poderosas y misericordiosas de Dios a los pies del peregrino: “Él derroca a los habitantes de los altos... la pisan pies, pies de pobres, pisadas de débiles” (v.5-6)

La descripción de la ciudad (v.2) y la invitación a abrir sus puertas (v.3), indica que se trata de una canción de caminantes que llegan a su ciudad.

El profeta se inspira en la escena de los peregrinos, quizás antiguos exiliados, desplazados de sus tierras y casas, despojados de sus bienes básicos, que regresan contentos a su espacio vital. El regreso no ha sido fácil, para lograrlo han tenido que enfrentar y superar los factores adversos.

El primer coro alegre -el entonado ayer- no deja de resonar y le da pautas a la nueva composición.

• Virtualmente se traza una especie de eje vertical que comienza en las manos poderosas de Dios (25,10) y culmina en la tierra, en los pies descalzos de los humildes peregrinos -pobres y mendigos- que participan de la victoria obrada por Dios (26,6).

• Al desplazamiento horizontal del caminante se le yuxtapone el desplazamiento vertical que expresa la acción de Dios (26,5).

La acción de Dios (“derroca”, “hace caer”, “abaja”, “hace tocar”) se conjuga con la acción del hombre (“la pisan pies de pobres”). En la medida en que caminan, con sus pasos firmes los humildes van afirmando la victoria.

Pero, ¿contra qué o quién es la confrontación?

3. Dos proyectos en conflicto: la ciudad del hombre y la ciudad de Dios

El canto está siendo entonado por un solista y es él quien hace la descripción. El juglar expone ante todo lo que capta en el trasfondo espiritual del escenario. Para ello se vale de la comparación entre dos ciudades:

• la ciudad santa (26,1-4) y

• la ciudad rebelde (26,5-6).

El cantor invierte el orden: primero exalta la victoria de la ciudad de Dios y luego cuenta el fracaso de la ciudad pérfida. La segunda ciudad se viene al piso, mientras que la primera tiene garantizada su firmeza.

En ambas ciudades se destaca la “muralla”. En la antigüedad una muralla le daba identidad a la ciudad, no sólo externa sino también internamente, es decir, por cuanto garantizaba la unidad y la defensa de la misma, la muralla es el símbolo del proyecto de sociedad que allí se quiere construir.

Por eso, con la repetida referencia a las murallas, todo el canto apunta a la exaltación de la solidez del proyecto de Dios acogido por los humildes, mientras que en un segundo plano se nota la inconsistencia del proyecto de los orgullosos que creen poder hacer todo exclusivamente con sus propios esfuerzos.

4. Características de la ciudad de Dios: “Tenemos una ciudad fuerte” (v.1b-4)

La ciudad santa no es cualquier conglomerado de casas, ella aparece más bien como una construcción unificada, ideada por un único arquitecto que ha pensado en sus aspectos más importantes: “para protección se le han puesto murallas y antemuro” (26,1b).

Lo más bello es que de repente se nota una trasposición metafórica que hace del corral de piedra y de los baluartes de defensa militar, una imagen del mismo Dios como salvador de su pueblo. En un momento dado, la construcción-refugio es lo de menos y lo que sobresale es la comunidad reunida por Dios, que se identifica con Él y con su proyecto.

El canto sigue: el río humano de los peregrinos llega entonces a las puertas del Templo, que es el corazón de la ciudad, y la procesión realiza su rito de entrada.

En él, el pueblo declara sus compromisos. Se trata, ante todo, de tres actitudes que hay que vivir en la cotidianidad (26,2b-3a):

• “Gente que guarda la fidelidad”: se trata la constancia en el camino del Señor;

• “Gente de ánimo firme”: se trata de la “fuerza de voluntad”, para sostener la fidelidad;

• “Gente que conserva la paz”: se trata de los esfuerzos por mantener el siempre difícil equilibrio en las relaciones.

Se pone de relieve el esfuerzo que realiza el hombre. Pero no se trata de algo que proviene solamente de las propias fuerzas, sino que está basado en la confianza en Dios.

5. La clave de todo es la confianza en Dios: “Confiad en Yahveh por siempre jamás” (v.4)

La confianza en Dios, que es una manera de expresar la experiencia de la fe, es lo más importante y es la garantía de las tres características de un pueblo justo. Por ello se habla en estos términos: “Porque en ti confió” (v.3b).

No perdamos de vista que este pueblo, humilde pero recto, que redescubre su proyecto en la historia a la luz de su fe, es el que luego exalta María en su Magníficat (ver Lc 1,50-53). La comunidad de los humildes no está sola, su fundamento es el mismo Dios, quien es “Roca” fuerte e inamovible, no cambia de idea de un día para otro, porque es siempre fiel. La firmeza del proyecto de justicia y fraternidad proviene de la solidez de Dios. No hay mejor ni más seguro apoyo.

La actitud de base está clara: a esta ciudad-comunidad, donde se realiza el sueño de Dios para su pueblo, sólo se entra mediante la práctica fiel de sus enseñanzas y la confianza total en Él. Sólo los que están dispuestos a ser justos pueden atravesar el umbral de sus puertas.

Y esta profecía se realiza en Jesús (Mateo 7,21.24-27)

La parábola que contrapone la casa construida sobre la roca con la casa construida sobre la arena (Mt 7,24-27), traslada a la persona de Jesús, el MESÍAS, la profecía isaíanica. Como enseña el mismo Jesús en Mt 7,21, no basta la oración vocal, es necesario el compromiso de vivir según el querer de Dios (la “fidelidad”). Es en el seguimiento del Maestro, esto es, mediante la escucha y la puesta en práctica de sus enseñanzas, que se forma la nueva y definitiva comunidad, el pueblo justo que inaugura el mundo nuevo. Esta es la verdadera Roca que siempre se sostendrá.

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón:

La venida del Señor nos pide la actitud de la fe: acoger su Palabra y hacerla parte de nuestros proyectos, porque sólo en Él nuestra vida tiene consistencia. La motivación más profunda de nuestros esfuerzos debe ser la de permanecer fieles a los proyectos de Dios, fundados en la fe-confianza en Él. Esta confianza se concreta en compromisos.

1. ¿Cuál es mi proyecto de vida? ¿Está identificado con el proyecto que Dios tiene para mí y para el mundo?

2. ¿Qué tan sólido es mi camino con el Señor?

3. ¿Sobre qué se apoyan mis esfuerzos en la vida? ¿Qué busco con ellos?

4. En estos días en que el paisaje urbano se transforma con arreglos de Navidad, ¿cómo relaciono esta realidad con la profecía sobre la ciudad de los pobres de Dios?

5. ¿Qué compromisos me pide el Señor de manera que pueda contribuir en la construcción de su proyecto de ciudad?

Francisco Fernández-Carvajal
Hablar con Dios

Adviento. 1ª semana. Jueves

VINO A CUMPLIR LA VOLUNTAD DEL PADRE

— Identificar nuestra voluntad con la del Señor. Cómo nos manifiesta Dios su voluntad. Voluntad de Dios y santidad.

— Otros modos de manifestarse la voluntad de Dios en nuestra vida: la obediencia. Imitar a Jesús en su ardiente deseo de cumplir la voluntad de su Padre Dios. Humildad.

— Cumplir la voluntad de Dios en momentos en que cuesta o resulta ingrata o difícil.

I. La vida de una persona se puede edificar sobre muy diferentes cimientos: sobre roca, sobre barro, sobre humo, sobre aire... El cristiano sólo tiene un fundamento firme en el que apoyarse con seguridad: el Señor es la Roca permanente1.

El Señor nos habla en el Evangelio de la Misa2 de dos casas. En una de ellas quizá se quiso ahorrar la cimentación, quizá hubo prisa por terminarla. No se puso el debido cuidado. Al que edificó de esta manera el Señor le llama hombre loco. Las dos casas quedaron terminadas y parecían iguales, pero tenían muy distinto fundamento: una de ellas estaba cimentada sobre piedra firme; la otra, no. Pasó algún tiempo y llegaron las dificultades que pondrían a prueba la solidez de la edificación. Un día hubo temporal: cayó la lluvia, y los ríos salieron de madre y soplaron los vientos contra aquella casa.

Fue el momento en el que probaron su consistencia. Una se mantuvo firme en lo esencial; la otra se derrumbó estrepitosamente y el desastre fue completo.

Nuestra vida solo puede estar edificada sobre Cristo mismo, nuestra única esperanza, nuestro único fundamento. Y esto quiere decir, en primer lugar, que procuramos identificar nuestra voluntad con la suya. No es la nuestra una adhesión más o menos superficial a una borrosa figura de Cristo, sino una adhesión firme a su querer y a su Persona. No todo el que dice Señor, Señor, entrará en el reino de los Cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en los cielos, leemos también en el Evangelio de la Misa.

La voluntad de Dios es la brújula que nos indica en todo momento el camino que nos lleva a Él; es, al mismo tiempo, el sendero de nuestra propia felicidad. El cumplimiento del querer divino nos da también una gran fortaleza para superar los obstáculos.

¡Qué alegría poder decir al final de nuestros días: he procurado siempre buscar y seguir la voluntad de Dios en todo! No nos alegrarán tanto los triunfos cosechados, ni nos importarán demasiado los fracasos y los sufrimientos padecidos. Lo que nos importará, y mucho, es si hemos amado el querer de Dios sobre nuestra vida, que se manifestó unas veces de modo más general y otras de forma muy concreta. Siempre con la suficiente claridad, si no cegamos la luz del alma, que es la conciencia.

El cumplimiento amoroso de la voluntad de Dios es, a la vez, la cima de toda santidad: «Todos los fieles cristianos, en las condiciones, ocupaciones o circunstancias de su vida, y a través de todo eso, se santificarán más cada día si lo aceptan todo con fe, como venido de la mano del Padre celestial, y colaboran con la divina voluntad...»3. Es aquí donde se demuestra nuestro amor a Dios, y también el grado de unión con Él. Y el Señor nos manifiesta su voluntad a través de los Mandamientos, de las indicaciones, consejos y preceptos de nuestra Madre la Iglesia, y de las obligaciones que conlleva la propia vocación y estado.

Reconocer y amar la divina voluntad en esos deberes nos dará la fuerza necesaria para hacerlos con perfección, y en ellos encontraremos el lugar donde ejercitar las virtudes humanas y las sobrenaturales. La voluntad de Dios está muy relacionada con la sonriente caridad de todos los días, con el cumplimiento del deber aunque resulte dificultoso, con la ayuda que prestamos, en lo sobrenatural y en lo humano, a quienes están a nuestro lado.

II. La voluntad de Dios se nos manifiesta de una forma expresa a través de aquellas personas a quienes debemos obediencia, y a través de los consejos recibidos en la dirección espiritual.

La obediencia no tiene su fundamento último en las cualidades –personalidad, inteligencia, experiencia, edad– del que manda. Jesús superaba infinitamente –era Dios– a María y a José, y les obedecía4. Es más, «Jesucristo, en cumplimiento de la voluntad del Padre, inauguró en la tierra el reino de los cielos, nos reveló su misterio y realizó la redención con su obediencia»5.

Quienes piensan que la obediencia es un sometimiento indigno del hombre y propio de personas con escasa madurez han de considerar que el Señor se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz6. Cristo obedece por amor, por cumplir la voluntad de su Padre; ese es el sentido de la obediencia cristiana: la que se debe a Dios y a sus mandamientos, la que se debe a la Iglesia, a los padres, la que de un modo u otro rige en la vida profesional, social, etcétera, cada una en su orden.

Para obedecer como obedeció Jesús es necesario un ardiente deseo de cumplir la voluntad de Dios en nuestra vida, y ser humildes. El espíritu de obediencia no cabe en un alma dominada por la soberbia. Solo el humilde acepta gustosamente otro criterio distinto del suyo –el de Dios–, al que debe conformar sus actos.

El que no es humilde rechazará abiertamente el mandato unas veces, y otras lo aceptará aparentemente, pero sin darle cabida, en realidad, en su corazón, porque lo someterá a discusión crítica y a limitaciones, y perderá el sentido sobrenatural que tiene la obediencia. «Estemos precavidos, entonces, porque nuestra tendencia al egoísmo no muere, y la tentación puede insinuarse de muchas maneras. Dios exige que, al obedecer, pongamos en ejercicio la fe, pues su voluntad no se manifiesta con bombo y platillo. A veces el Señor sugiere su querer como en voz baja, allá en el fondo de la conciencia: y es necesario escuchar atentos, para distinguir esa voz y serle fieles.

»En muchas ocasiones, nos habla a través de otros hombres, y puede ocurrir que la vista de los defectos de esas personas, o el pensamiento de si están bien informados, de si han entendido todos los datos del problema se nos presente como una invitación a no obedecer»7. Sin embargo, nuestro deseo de cumplir la voluntad de Dios superará ese y otros obstáculos que se puedan presentar a nuestra obediencia.

La humildad da paz y alegría para realizar lo mandado hasta en los menores detalles. El humilde se siente gozosamente libre al obedecer. «Mientras nos sometemos humildemente a la voz ajena nos superamos a nosotros mismos en el corazón»8, superamos el propio egoísmo y rompemos con sus lazos, que nos esclavizan.

En el apostolado, la obediencia se hace indispensable. De nada sirven el esfuerzo, los medios humanos, las mortificaciones..., sin obediencia todo sería inútil ante Dios. De nada serviría trabajar con tesón toda una vida en una obra humana si no contáramos con el Señor. Hasta lo más valioso de nuestras obras quedaría sin fruto si prescindiéramos del deseo de cumplir la voluntad de Jesús: «Dios no necesita de nuestros trabajos, sino de nuestra obediencia»9.

III. La voluntad de Dios también se nos manifiesta en aquellas cosas que Él permite y que no resultan como esperábamos, o son incluso totalmente contrarias a lo que deseábamos o habíamos pedido con insistencia en la oración.

Es el momento entonces de aumentar nuestra oración y de fijarnos mejor en Jesucristo. Especialmente cuando nos resulten muy duros y difíciles los acontecimientos: la enfermedad, la muerte de un ser querido, el dolor de los que más queremos...

El Señor hará que nos unamos a su oración: No se haga como yo quiero, Padre, sino como quieres Tú10. No se haga mi voluntad, sino la tuya11. Él quiso incluso compartir con nosotros todo lo que a veces tiene de injusto y de incomprensible el dolor. Pero también nos enseñó a obedecer hasta la muerte, y muerte de cruz12.

Si alguna vez nos toca sufrir mucho, al Señor no le ofenden nuestras lágrimas. Pero enseguida hemos de decir: Padre, hágase tu voluntad. En nuestra vida puede haber momentos de mayor dureza, quizá de oscuridad y de dolor profundo, en los que cueste más aceptar la voluntad de Dios, con tentaciones de desaliento. La imagen de Jesús en el huerto de Getsemaní nos señala cómo hemos de proceder en esos momentos: hemos de abrazar la voluntad de Dios sin poner límite alguno ni condiciones de ninguna clase, y en una oración perseverante.

No serán pocas las veces en que, a lo largo de nuestra vida, tendremos que hacer actos de identificación con lo que es voluntad de nuestro Padre Dios. Y diremos interiormente en nuestra oración personal: «¿Lo quieres, Señor?... ¡Yo también lo quiero!»13. Y vendrá la paz, la serenidad a nuestra alma y a nuestro alrededor.

La fe nos hará ver una sabiduría superior detrás de cada acontecimiento: «Dios sabe más. Los hombres entendemos poco de su modo paternal y delicado de conducirnos hacia Él»14. Jesucristo nos consolará de todos nuestros pesares, y quedarán santificados.

Hay una providencia detrás de cada acontecimiento, todo está ordenado y dispuesto para que sirva mejor a la salvación de cada uno; absolutamente todo, tanto lo que sucede en el ámbito más general como lo que ocurre cada día en el pequeño universo de nuestra profesión y familia. Todas las cosas pueden y deben ayudarnos a encontrar a Dios, y por tanto a encontrar la paz y la serenidad en nuestra alma: Todo contribuye al bien de los que aman a Dios15.

El cumplimiento de la voluntad de Dios es fuente de serenidad y de paz. Los santos nos han dejado el ejemplo de un cumplimiento sin condiciones de la divina voluntad. Así se expresaba San Juan Crisóstomo: «En toda ocasión yo digo: ¡Señor, hágase tu voluntad!: no lo que quiere este o aquel, sino lo que tú quieres que haga. Este es mi alcázar, y esta es mi roca inamovible, este es mi báculo seguro»16.

Terminamos nuestra oración pidiendo con la Iglesia: Señor y Dios nuestro, a cuyo designio se sometió la Virgen Inmaculada aceptando, al anunciárselo el ángel, encarnar en su seno a tu Hijo: tú, que la has transformado por obra del Espíritu Santo en templo de tu divinidad, concédenos, siguiendo su ejemplo, la gracia de aceptar tus designios con humildad de corazón.