San Juan de Capistrano
Memoria libre
23 Octubre
Biografía
Nació en Capistrano, en la región de los Abruzos, el año 1386. Estudió derecho en Perusa y ejerció por un tiempo el cargo de juez. Ingresó en la Orden de los Frailes Menores y, ordenado sacerdote, ejerció incansablemente el apostolado por toda Europa, trabajando en la reforma de costumbres y en la lucha contra las herejías. Murió en Ilok (Austria) el año 1456.
Primera lectura
Ef 3,2-12
El misterio de Cristo ha sido revelado ahora: también los gentiles son coherederos de la misma promesa
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios.
HERMANOS:
Han oído hablar de la distribución de la gracia de Dios que se me ha dado en favor de ustedes, los gentiles. Ya que se me dio a conocer por revelación el misterio, sobre el cual acabo de escribirles brevemente.
Léanlo y vean cómo comprendo yo el misterio de Cristo, que no había sido manifestado a los hombres en otros tiempos, como ha sido revelado ahora por el Espíritu a sus santos apóstoles y profetas: que también los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo, y partícipes de la misma promesa en Jesucristo, por el Evangelio, del cual soy yo servidor por la gracia que Dios me dio con su fuerza y su poder.
A mí, el más insignificante de los santos, se me ha dado la gracia de anunciar a los gentiles la riqueza insondable de Cristo; e iluminar la realización del misterio, escondido desde el principio de los siglos en Dios, creador de todo.
Así, mediante la Iglesia, los principados y potestades celestes conocen ahora la multiforme sabiduría de Dios, según el designio eterno, realizado en Cristo, Señor nuestro, por quien tenemos libre y confiado acceso a Dios por la fe en él.
Palabra de Dios.
Salmo
Sal Is 12,2-3.4bcd.5-6 R. cf. 3)
R. Sacarán agua con gozo
de las fuentes del Salvador.
V. «Él es mi Dios y Salvador:
confiaré y no temeré,
porque mi fuerza y mi poder es el Señor,
él fue mi salvación».
Y sacarán aguas con gozo
de las fuentes de la salvación. R.
V. «Den gracias al Señor,
invoquen su nombre,
cuenten a sus pueblos las hazañas,
proclamen que su nombre es excelso». R.
V. Tañan para el Señor, que hizo proezas,
anúncienlas a toda la tierra;
griten jubilosos, habitantes de Sion,
porque es grande en medio de ti el Santo de Israel. R.
Aclamación
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Estén en vela y preparados, porque a la hora que menos piensen viene el Hijo del hombre. R.
Evangelio
Lc 12, 39-48.
Al que mucho se le dio, mucho se le reclamará
Lectura del santo Evangelio según san Lucas.
EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Comprendan que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, velaría y no le dejaría abrir un boquete en casa.
Lo mismo ustedes, estén preparados, porque a la hora que menos piensen viene el hijo del hombre».
Pedro le dijo:
«Señor, ¿dices esta parábola por nosotros o por todos?».
Y el Señor dijo:
«¿Quién es el administrador fiel y prudente a quien el señor pondrá al frente de su servidumbre para que reparta la ración de alimento a sus horas?
Bienaventurado aquel criado a quien su señor, al llegar, lo encuentre portándose así. En verdad les digo que lo pondrá al frente de todos sus bienes.
Pero si aquel criado dijere para sus adentros: "Mi señor tarda en llegar", y empieza a pegarles a los criados y criadas, a comer y beber y emborracharse, vendrá el señor de ese criado el día que no espera y a la hora que no sabe y lo castigará con rigor, y le hará compartir la suerte de los que no son fieles.
El criado que, conociendo la voluntad de su señor, no se prepara ni obra de acuerdo con su voluntad, recibirá muchos azotes; pero el que, sin conocerla, ha hecho algo digno de azotes, recibirá menos.
Al que mucho le dio, mucho se le reclamará; al que mucho se le confió, más aún se le pedirá».
Palabra del Señor.
Pistas para la Lectio Divina
Lucas 12,39-48:
Servidores responsables. “¿Quién es, pues, el administrador fiel y prudente…?”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la América Latina (CEBIPAL) del CELAM
Continuamos en la misma línea de ayer, pero –como siempre- dando un paso hacia delante. La actitud de la “vigilancia”, tal como la vimos, se le pide a todo discípulo del Señor, quien quiera él sea. En cambio, hoy, la atención se centra de manera particular en la vigilancia propia de los líderes de las comunidades.
También el texto de hoy tiene dos parábolas, siempre en torno al tema de la vigilancia:
(1) La primera, que se titula “del amo de la casa” (12,39-40).
(2) La segunda, que se titula “del administrador fiel y prudente” (12,41-48).
Como conclusión de la primera parábola, la más breve, resuena el imperativo: “¡Estad preparados!” (12,40).
Jesús trae a colación algo que constatamos perfectamente hoy: la preocupación por la seguridad. Vemos incremento en la vigilancia privada, sofisticación de las cerraduras de las puertas y de las alarmas para las casas y los carros, afán por tener un seguro para cuanto implemento tenemos, etc. ¿Quién no quiere proteger sus pertenencias?
Lo extraño es que no sabemos estar preparados para el momento en que otro ladrón irremediablemente llega: la muerte. La venida del Señor tiene esta gran característica: es imprevisible.
Sin embargo, Jesús dice: “¡Estad preparados!” (12,40). No nos ha dicho que nos pongamos a calcular la hora, eso de nada sirve. Lo que nos pide es que estemos trabajando y que lo hagamos lo mejor posible. De esta forma la vigilancia se convierte en una ética de la responsabilidad de nuestras realidades cotidianas. Hay que evitar un pietismo que nos lleve a olvidarnos de nuestras obligaciones.
Si miramos el evangelio en el versículo 41, veremos que a Pedro no le quedó claro si la parábola se aplicaba solamente a todos los discípulos o más bien a los líderes de la comunidad. Por eso viene la segunda parábola (12,41-48) que transporta la misma exigencia del “¡Estad preparados!” en el asumir las responsabilidades típicas de un animador de la comunidad, a quien Jesús llama “el administrador fiel y prudente” (12,42).
Como vimos en la parábola de ayer, también ésta se desarrolla en dos partes:
(1) Las características del administrador “fiel y prudente”: sabe que los bienes no son suyos, no es tacaño ni rígido, sabe hacer que alcance para todos la comida (12,42). Éste recibirá la “bienaventuranza” de su Señor (12,43) y se le concederán funciones de mayor responsabilidad en la comunidad (12,44).
2. Las características del administrador “infiel”: primero se descuida en la vigilancia, se da buena vida, se aprovecha de las circunstancias; luego, ya no sabe dirigir la comunidad, se pone agresivo y se olvida de los demás. Primero se olvida de sí mismo y luego de los demás (12,45). El castigo es todavía mayor (46-48ª).
La parábola concluye con la moraleja: “A quien se le dio mucho se le reclamará mucho; y a quien se confió mucho, se le pedirá más” (12,48b). Si los dones que el Señor nos da van creciendo junto con nosotros, ¡cuánto más tendremos que crecer en nuestro sentido de la gratitud y de la responsabilidad!
Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
1. ¿Qué debe caracterizar a un “líder” de comunidad?
2. ¿Cuál es la enseñanza de cada una de las parábolas de hoy?
3. ¿Qué le dice a un discípulo del Señor el “¡Estad preparados!”? ¿Cómo se hace la preparación?
“Eleva tu pensamiento, al cielo sube,
por nada te acongojes, nada te turbe”
(Santa Teresa de Jesús)
Francisco Fernández-Carvajal
Hablar con Dios
29ª semana. Martes
LA VIGILANCIA EN EL AMOR
— Con las lámparas encendidas.
— La lucha en lo que parece de poca importancia nos mantendrá vigilantes.
— Alerta contra la tibieza.
I. Tened ceñidas vuestras cinturas y las lámparas encendidas, y estad como quienes aguardan a su amo cuando vuelve de las nupcias, para abrirle en cuanto venga y llame, leemos en el Evangelio de la Misa1. El tener «ceñida la cintura» es una metáfora basada en las costumbres de los hebreos, y en general de todos los habitantes de Oriente Medio, que ceñían sus amplias vestiduras antes de emprender un viaje para caminar sin dificultad. En el relato del Éxodo se narra la prescripción de Dios a los israelitas de celebrar el sacrificio de la Pascua con la ropa ceñida, las sandalias calzadas y el bastón en la mano2, porque iba a comenzar el itinerario hacia la tierra de promisión. Del mismo modo, tener las lámparas encendidas indica la actitud atenta, propia del que espera la llegada de alguien.
El Señor nos dice una vez más que nuestra actitud ha de ser como la de aquel que está a punto de emprender un viaje, o de quien espera a alguien importante. La situación del cristiano no puede ser de somnolencia y de descuido. Y esto por dos razones: porque el enemigo está siempre al acecho, como león rugiente, buscando a quien devorar3, y porque quien ama no duerme4. «Vigilar es propio del amor. Cuando se ama a una persona, el corazón vigila siempre, esperándola, y cada minuto que pasa sin ella es en función de ella y transcurre vigilante (...). Jesús pide el amor. Por eso solicita vigilancia»5. En Italia, muy cerca de Castelgandolfo, hay una imagen de la Virgen colocada junto a una bifurcación de carreteras, y tiene la siguiente inscripción: Cor meum vigilat. El Corazón de la Virgen está vigilante por Amor. Así debe estar el nuestro: vigilante por amor, y para descubrir al Amor que pasa cerca de nosotros. Enseña San Ambrosio que si el alma está adormecida, Jesús se marcha sin haber llamado a nuestra puerta, pero si el corazón está en vela, llama y pide que se le abra6. Muchas veces a lo largo del día pasa Jesús a nuestro lado. ¡Qué pena si la tibieza impidiera verlo!
«¡Cuánto te amo, Señor, mi fortaleza, mi alcázar, mi libertad! (Sal 17, 2-3). Eres lo más deseable y amable que puede imaginarse. ¡Dios mío, ayuda mía! Te amaré según me lo concedas y yo pueda, mucho menos de lo debido, pero no menos de lo que puedo... Podré más si aumentas mi capacidad, pero nunca llegaré a lo que te mereces»7. No permitas que, por falta de vigilancia, otras cosas ocupen el lugar que solo Tú debes llenar. Enséñame a mantener el alma libre para Ti, y el corazón dispuesto para cuando llegues.
II. Me pondré de centinela, // haré la guardia oteando a ver qué me dice, // qué respondo a su llamada8. San Bernardo, comentando estas palabras del Profeta, nos exhorta: «Estemos también nosotros, hermanos, vigilantes, porque es la hora del combate»9. Es necesario luchar cada día, frecuentemente en pequeños detalles, porque en cada jornada vamos a encontrar obstáculos que nos separan de Dios. Muchas veces el empeño por mantenernos en este estado de vigilia, bien opuesto a la tibieza, se concretará en fortaleza para cumplir nuestros actos de piedad, esos encuentros con el Señor que nos llenan de fuerzas y de paz. Hemos de estar atentos para no abandonarlos por cualquier imprevisto que se presente, sin dejarnos llevar por el estado de ánimo de ese día o de ese momento.
Otras veces nuestra lucha estará más centrada en el modo de vivir la caridad, corrigiendo formas destempladas del carácter (del mal carácter), esforzándonos en ser cordiales, en servir a los demás, en tener buen humor...; o tendremos que empeñarnos en realizar mejor el trabajo, en ser más puntuales, en poner los medios oportunos para que nuestra formación humana, profesional y espiritual no se estanque... Este estado de vigilia, como el del centinela que guarda la ciudad, no nos garantiza que siempre hayamos de vencer: junto a las victorias, tendremos también derrotas (metas que no alcanzamos, propósitos que no acabamos de cumplir bien...). Muchos de estos fracasos carecerán ordinariamente de importancia; otros sí la tendrán, pero el desagravio y la contrición nos acercarán más aún al Señor, y nos darán fuerzas para recomenzar de nuevo... «Lo grave –escribe San Juan Crisóstomo a uno que se había separado de la fe– no es que quien lucha caiga, sino que permanezca en la caída; lo grave no es que uno sea herido en la guerra, sino desesperarse después de recibido el golpe y no curar la herida»10.
No olvidemos que en la lucha en lo pequeño, el alma se fortalece y se dispone para oír las continuas inspiraciones y mociones del Espíritu Santo. Y es ahí también, en el descuido de lo que parece de poca importancia (puntualidad, dedicar al Señor el mejor tiempo para la oración, la pequeña mortificación en las comidas, en la guarda de los sentidos...), donde el enemigo se hace peligroso y difícil de vencer. «Hemos de convencernos de que el mayor enemigo de la roca no es el pico o el hacha, ni el golpe de cualquier otro instrumento, por contundente que sea: es esa agua menuda, que se mete, gota a gota, entre las grietas de la peña, hasta arruinar su estructura. El peligro más fuerte para el cristiano es despreciar la pelea en esas escaramuzas, que calan poco a poco en el alma, hasta volverla blanda, quebradiza e indiferente, insensible a las voces de Dios»11.
III. Es tan grata a Dios la actitud del alma que, día tras día y hora tras hora, aguarda vigilante la llegada de su Señor, que Jesús exclama en la parábola que nos propone: ¡Dichosos aquellos siervos a los que al volver su amo los encuentre vigilando! Y, olvidando quién es el criado y quién el señor, sienta a la mesa al criado y él mismo le sirve. Es el amor infinito que no teme invertir los puestos que a cada uno corresponden: En verdad os digo que se ceñirá la cintura, les hará sentar a la mesa y acercándose les servirá. Las promesas de intimidad con Dios van más allá de lo que podemos imaginar. Vale la pena estar vigilantes, con el alma llena de esperanza, atentos a los pasos del Señor que llega.
El corazón que ama está alerta, como el centinela en la trinchera; el que anda metido en la tibieza, duerme. El estado de tibieza se parece a una pendiente inclinada que cada vez se separa más de Dios. Casi insensiblemente nace una cierta preocupación por no excederse, por quedarse en lo suficiente para no caer en el pecado mortal, aunque se acepta con frecuencia el venial. Y se justifica esta actitud de poca lucha y de falta de exigencia personal con razones de naturalidad, de eficacia, de salud, que ayudan al tibio a ser indulgente con sus pequeños afectos desordenados, apegos a personas o cosas, caprichos, excesiva tendencia a buscar una mayor comodidad..., que llegan a presentarse como una necesidad subjetiva. La fuerzas del alma se van debilitando cada vez más, hasta llegar, si no se remedia, a pecados más graves.
El alma adormecida en la tibieza vive sin verdaderos objetivos en la lucha interior que atraigan e ilusionen. «Se va tirando». Se ha dejado el empeño por ser mejores, o se lleva una lucha ficticia e ineficaz. Queda en el corazón un vacío de Dios que el tibio intenta llenar con otras cosas, que no son Dios y no llenan; y un especial y característico desaliento impregna toda la vida de relación con el Señor. Se pierde la prontitud y la alegría en la entrega, y la fe queda apagada, precisamente porque se ha enfriado el amor. A un estado de tibieza le ha precedido siempre un conjunto de pequeñas infidelidades, cuya culpa –no zanjada– está influyendo en las relaciones de esa alma con Dios.
Tened ceñidas las cinturas y las lámparas encendidas..., atentos a los pasos del Señor. Es una llamada a mantenernos alerta, con la lucha diaria planteada en puntos muy concretos. Nadie estuvo más atento a la llegada de Cristo a la tierra que su Madre Santa María. Ella nos enseñará a mantenernos vigilantes si alguna vez sentimos que ese mal sueño hace su presencia en el alma.
«¡Señor, qué bueno eres para el que te busca! Y ¿para el que te encuentra?»12. Nosotros lo hemos encontrado. No lo perdamos.
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