Custodia

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Saludo

Bendición

viernes, 30 de mayo de 2025

Sexta +

 Viernes, VI semana de Pascua, feria


Hora Intermedia (Sexta)


Inicio


(se hace la señal de la cruz mientras se dice:)

V/. -Dios mío, ven en mi auxilio.
R/. -Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya

 
Himno


Te está cantando el martillo,
y rueda en tu honor la rueda.
Puede que la luz no pueda
librar del humo su brillo.
¡Qué sudoroso y sencillo
te pones a mediodía,
Dios de esta dura porfía
de estar sin pausa creando,
y verte necesitando
del hombre más cada día!

Quien diga que Dios ha muerto
que salga a la luz y vea
si el mundo es o no tarea
de un Dios que sigue despierto.
Ya no es su sitio el desierto
ni en la montaña se esconde;
decid, si preguntan dónde,
que Dios está -sin mortaja-
en donde un hombre trabaja
y un corazón le responde. Amén.

o bien:

Alfarero del hombre, mano trabajadora
que, de los hondos limos iniciales,
convocas a los pájaros a la primera aurora,
al pasto, los primeros animales.

De mañana te busco, hecho de luz concreta,
de espacio puro y tierra amanecida.
De mañana te encuentro, Vigor, Origen, Meta
de los sonoros ríos de la vida.

El árbol toma cuerpo, y el agua melodía;
tus manos son recientes en la rosa;
se espesa la abundancia del mundo a mediodía,
y estás de corazón en cada cosa.

No hay brisa, si no alientas; monte, si no estás dentro,
ni soledad en que no te hagas fuerte.
Todo es presencia y gracia. Vivir es este encuentro:
tú, por la luz; el hombre, por la muerte.

¡Que se acabe el pecado! ¡Mira, que es desdecirte
dejar tanta hermosura en tanta guerra!
Que el hombre no te obligue, Señor, a arrepentirte
de haberle dado un día las llaves de la tierra. Amén.

o bien:

Este mundo del hombre, en que él se afana
tras la felicidad que tanto ansía,
tú lo vistes, Señor, de luz temprana
y de radiante sol al mediodía.

Así el poder de tu presencia encierra
el secreto más hondo de esta vida;
un nuevo cielo y una nueva tierra
colmarán nuestro anhelo sin medida.

Poderoso Señor de nuestra historia,
no tardes en venir gloriosamente;
tu luz resplandeciente y tu victoria
inunden nuestra vida eternamente. Amén.

o bien:

Cuando la luz del día está en su cumbre,
eres, Señor Jesús, luz y alegría
de quienes en la fe y en la esperanza
celebran ya la fiesta de la vida.

Eres resurrección, palabra y prenda
de ser y de vivir eternamente;
sembradas de esperanzas nuestras vidas,
serán en ti cosecha para siempre.

Ven ya, Señor Jesús, Salvador nuestro,
de tu radiante luz llena este día,
camino de alegría y de esperanza,
real acontecer de nueva vida.

Concédenos, oh Padre omnipotente,
y tú, Hijo amado y Señor nuestro,
por obra del Espíritu enviado,
vivir ya de la fiesta de tu reino. Amén.

Salmodia


Salmo 122: El Señor, esperanza del pueblo


Ant: Aleluya, aleluya, aleluya.

 

Dos ciegos... se pusieron a gritar: «¡Ten compasión de nosotros, Señor, Hijo de David!» (Mt 20,30)

A ti levanto mis ojos,
a ti que habitas en el cielo.

Como están los ojos de los esclavos
fijos en las manos de sus señores,
como están los ojos de la esclava
fijos en las manos de su señora,
así están nuestros ojos
en el Señor, Dios nuestro,
esperando su misericordia.

Misericordia, Señor, misericordia,
que estamos saciados de desprecios;
nuestra alma está saciada
del sarcasmo de los satisfechos,
del desprecio de los orgullosos.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Salmo 123: Nuestro auxilio es el nombre del Señor


 

Dijo el Señor a Pablo: «No temas..., que yo estoy contigo» (Hch 18,9.10)

Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte
-que lo diga Israel-,
si el Señor no hubiera estado de nuestra parte,
cuando nos asaltaban los hombres,
nos habrían tragado vivos:
tanto ardía su ira contra nosotros.

Nos habrían arrollado las aguas,
llegándonos el torrente hasta el cuello;
nos habrían llegado hasta el cuello
las aguas espumantes.

Bendito el Señor, que no nos entregó
en presa a sus dientes;
hemos salvado la vida, como un pájaro
de la trampa del cazador:
la trampa se rompió, y escapamos.

Nuestro auxilio es el nombre del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Salmo 124: El Señor vela por su pueblo


 

Paz sobre el Israel de Dios (Ga 6,16)

Los que confían en el Señor son como el monte Sión:
no tiembla, está asentado para siempre.

Jerusalén está rodeada de montañas,
y el Señor rodea a su pueblo
ahora y por siempre.

No pesará el cetro de los malvados
sobre el lote de los justos,
no sea que los justos extiendan
su mano a la maldad.

Señor, concede bienes a los buenos,
a los sinceros de corazón;
y a los que se desvían por sendas tortuosas,
que los rechace el Señor con los malhechores.
¡Paz a Israel!

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Aleluya, aleluya, aleluya.

Lectura Bíblica


Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas
Ga 3,27-28

Los que os habéis incorporado a Cristo por el bautismo os habéis revestido de Cristo. Ya no hay distinción entre judíos y gentiles, esclavos y libres, hombres y mujeres, porque todos sois uno en Cristo Jesús.

V/. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya.

R/. Al ver al Señor. Aleluya.

Final

Oremos:

Escucha, Señor, nuestras suplicas para que la predicación del Evangelio extienda por todo el mundo la prometida salvación de tu Hijo y todos los hombres alcancen la plenitud de la adopción filial que él anunció dando testimonio de la verdad. Por Jesucristo nuestro Señor.

Amén.

(se hace la señal de la cruz mientras se dice:)


V/. Bendigamos al Señor.
R/. Demos gracias a Dios. 

miércoles, 28 de mayo de 2025

Vísperas +

V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.


HIMNO

Hoy rompe la clausura
del surco empedernido
el grano en él hundido
por nuestra mano dura;
y hoy da su flor primera
la rama sin pecado
del árbol mutilado
por nuestra mano fiera.

Hoy triunfa el buen Cordero
que, en esta tierra impía,
se dio con alegría
por el rebaño entero;
y hoy junta su extraviada
majada y la conduce
al sitio en que reluce
la luz resucitada.

Hoy surge, viva y fuerte,
segura y vencedora,
la Vida que hasta ahora
yacía en honda muerte;
y hoy alza del olvido
sin fondo y de la nada
al alma rescatada
y al mundo redimido. Amén.

SALMODIA

Ant. 1.
 No se turbe vuestro corazón; tan sólo creed en mí. Aleluya

Salmo 61

DIOS, ÚNICA ESPERANZA DEL JUSTO.

Que el Dios de la esperanza os colme de todo gozo y paz. (Rm 15, 13)

Sólo en Dios descansa mi alma,
porque de él viene mi salvación;
sólo él es mi roca y mi salvación,
mi alcázar: no vacilaré.

¿Hasta cuándo arremeteréis contra un hombre
todos juntos, para derribarlo
como a una pared que cede
o a una tapia ruinosa?

Sólo piensan en derribarme de mi altura,
y se complacen en la mentira:
con la boca bendicen,
con el corazón maldicen.

Descansa sólo en Dios, alma mía,
porque él es mi esperanza;
sólo él es mi roca y mi salvación,
mi alcázar: no vacilaré.

De Dios viene mi salvación y mi gloria,
él es mi roca firme,
Dios es mi refugio.

Pueblo suyo, confiad en él,
desahogad ante él vuestro corazón,
que Dios es nuestro refugio.

Los hombres no son más que un soplo,
los nobles son apariencia:
todos juntos en la balanza subirían
más leves que un soplo.

No confiéis en la opresión,
no pongáis ilusiones en el robo;
y aunque crezcan vuestras riquezas,
no les deis el corazón.

Dios ha dicho una cosa,
y dos cosas que he escuchado:

«Que Dios tiene el poder
y el Señor tiene la gracia;
que tú pagas a cada uno
según sus obras.»

Ant. No se turbe vuestro corazón; tan sólo creed en mí. Aleluya

Ant. 2. ¡Oh Dios!, que te alaben los pueblos, que se alegren por tu salvación. Aleluya.

Salmo 66

QUE TODOS LOS PUEBLOS ALABEN AL SEÑOR.

Sabed que esta salvación de Dios ha sido enviada a los gentiles. (Hch 28, 28)

El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.

¡Oh Dios!, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.

¡Oh Dios!, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.

Ant. ¡Oh Dios!, que te alaben los pueblos, que se alegren por tu salvación. Aleluya.

Ant. 3. Su resplandor eclipsa el cielo, la tierra se llena de su alabanza. Aleluya.

Cántico Cf. Col 1, 12-20

HIMNO A CRISTO, PRIMOGÉNITO DE TODA CREATURA Y PRIMER RESUCITADO DE ENTRE LOS MUERTOS.


Damos gracias a Dios Padre,
que nos ha hecho capaces de compartir
la herencia del pueblo santo en la luz.

Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas,
y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido,
por cuya sangre hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.

Él es imagen de Dios invisible,
primogénito de toda creatura;
pues por medio de él fueron creadas todas las cosas:
celestes y terrestres, visibles e invisibles,
Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades;
todo fue creado por él y para él.

Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él.
Él es también la cabeza del cuerpo de la Iglesia.
Él es el principio, el primogénito de entre los muertos,
y así es el primero en todo.

Porque en él quiso Dios que residiera toda plenitud.
Y por él quiso reconciliar consigo todas las cosas:
haciendo la paz por la sangre de su cruz
con todos los seres, así del cielo como de la tierra.

Ant. Su resplandor eclipsa el cielo, la tierra se llena de su alabanza. Aleluya.

LECTURA BREVE Hb 7, 24-27

Jesús, como permanece para siempre, tiene un sacerdocio eterno. De aquí que tiene poder para llevar a la salvación definitiva a cuantos por él se vayan acercando a Dios, porque vive para siempre para interceder por ellos. Y tal era precisamente el sumo sacerdote que nos convenía: santo, sin maldad, sin mancha, excluido del número de los pecadores y exaltado más alto que los cielos. No tiene necesidad, como los sumos sacerdotes, de ofrecer víctimas cada día, primero por sus propios pecados y luego por los del pueblo. Esto lo hizo una vez por todas, ofreciéndose a sí mismo.

RESPONSORIO BREVE

V. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
R. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.

V. Al ver al Señor.
R. Aleluya, aleluya.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. El Espíritu me glorificará, porque tomará de lo que es mío para dároslo a conocer. Aleluya.

Cántico de la Santísima Virgen María Lc 1, 46-55

ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
como lo había prometido a nuestros padres
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.


Ant. El Espíritu me glorificará, porque tomará de lo que es mío para dároslo a conocer. Aleluya.

PRECES

Imploremos a Dios Padre, que por la resurrección de su Hijo de entre los muertos nos ha abierto el camino de la vida eterna, y digámosle:
Por la victoria de Cristo, salva, Señor, a tus redimidos.

Dios de nuestros padres, que has glorificado a tu Hijo Jesús, resucitándolo de entre los muertos, convierte nuestros corazones,
para que vivamos la nueva vida de tu Hijo resucitado.

Tú que nos has devuelto al Pastor y guardián de nuestras vidas, cuando éramos ovejas descarriadas,
consérvanos en fidelidad a tu Evangelio, bajo la guía de los obispos de tu Iglesia.

Tú que elegiste a los primeros discípulos de tu Hijo de entre el pueblo de Israel,
revela a los hijos de este pueblo el cumplimiento de las promesas que hiciste a sus padres.

Acuérdate, Señor, de los huérfanos, de las viudas, de los esposos que viven separados y de todos nuestros hermanos abandonados,
y no permitas que vivan en la soledad los que fueron reconciliados por la muerte de tu Hijo.

Se pueden añadir algunas intenciones libres.

Tú que llamaste a ti a Esteban, el cual confesó que Jesús estaba a tu derecha,
recibe a nuestros hermanos difuntos que esperaron tu venida en la fe y en el amor.

Digamos ahora todos juntos la oración que nos enseñó el mismo Jesús: Padre nuestro.

Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.

Oración

Concédenos, Señor, que, así como ahora celebramos en la fe la gloriosa resurrección de tu Hijo Jesucristo, así también merezcamos regocijarnos con todos los santos, cuando vuelva él triunfalmente al fin de los tiempos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

lunes, 26 de mayo de 2025

Oficio, lecturas, reflexiones y laudes +

 San Felipe Neri




Memoria obligatoria

26 Mayo

Biografía


Nació en Florencia el año 1515; marchó a Roma y allí empezó a dedicarse al apostolado de la juventud y fundó también una asociación en favor de los enfermos pobres. Siempre se preocupó por llevar una perfecta vida cristiana, sincera y plena. Fue ordenado sacerdote el año 1551, y fundó el Oratorio, que tenía por objeto la instrucción espiritual, el canto y la práctica de obras de caridad. Sus virtudes más destacadas fueron el amor al prójimo, la sencillez evangélica y la alegría en el servicio de Dios. Murió el año 1595.

Oficio, lecturas, reflexiones y laudes +


V. Señor abre mis labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

Ant. Venid, adoremos a Cristo, Pastor supremo. Aleluya.
 
Salmo 94

INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Animaos unos a otros, día tras día, mientras perdura el «hoy». (Hb 3, 13)

Se recita la antífona que corresponda y la asamblea la repite.

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes.
Suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto:
cuando vuestros padres me pusieron a prueba,
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.

Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado, 
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

O bien:

Salmo 99

ALEGRÍA DE LOS QUE ENTRAN EN EL TEMPLO
Los redimidos deben entonar un canto de victoria. (S. Atanasio)

Se recita la antífona que corresponda y la asamblea la repite.

Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con aclamaciones.

Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.

Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:

«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

O bien:

Salmo 66

QUE TODOS LOS PUEBLOS ALABEN AL SEÑOR
Sabed que esta salvación de Dios ha sido enviada a los gentiles. (Hch 28, 28)

Se recita la antífona que corresponda y la asamblea la repite.

El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.

¡Oh Dios!, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.

¡Oh Dios!, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

O bien:

Salmo 23

ENTRADA SOLEMNE DE DIOS EN SU TEMPLO
Las puertas del cielo se abren ante Cristo que como hombre sube al cielo. (S. Ireneo)

Se recita la antífona que corresponda y la asamblea la repite.

Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.

¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?

El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.

Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.

¡Portones!, alzad los dinteles,
levantaos, puertas antiguas:
va a entrar el Rey de la gloria.

¿Quién es ese Rey de la gloria?
El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.

¡Portones!, alzad los dinteles,
levantaos, puertas antiguas:
va a entrar el Rey de la gloria.

¿Quién es ese Rey de la gloria?
El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

HIMNO

Puerta de Dios en el redil humano
fue Cristo, el buen Pastor que al mundo vino,
glorioso va delante del rebaño,
guiando su marchar por buen camino.

Madero de la cruz es su cayado,
su voz es la verdad que a todos llama,
su amor es el del Padre, que le ha dado
Espíritu de Dios, que a todos ama.

Pastores del Señor son sus ungidos,
nuevos cristos de Dios, son enviados
a los pueblos del mundo redimidos;
del único Pastor siervos amados.

La cruz de su Señor es su cayado,
la voz de la verdad es su llamada,
los pastos de su amor, fecundo prado,
son vida del Señor que nos es dada. Amén.

SALMODIA

Ant. 1. Inclina, Señor, tu oído hacia mí; ven a librarme.

Salmo 30, 2-17. 20-25

SÚPLICA CONFIADA Y ACCIÓN DE GRACIAS
Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. (Lc 23, 46)

I

A ti, Señor, me acojo:
no quede yo nunca defraudado;
tú, que eres justo, ponme a salvo,
inclina tu oído hacia mí;

ven aprisa a librarme,
sé la roca de mi refugio,
un baluarte donde me salve,
tú que eres mi roca y mi baluarte;

por tu nombre dirígeme y guíame:
sácame de la red que me han tendido,
porque tú eres mi amparo.

En tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás;
tú aborreces a los que veneran ídolos inertes,
pero yo confío en el Señor;
tu misericordia sea mi gozo y mi alegría.

Te has fijado en mi aflicción,
velas por mi vida en peligro;
no me has entregado en manos del enemigo,
has puesto mis pies en un camino ancho.

Ant. Inclina, Señor, tu oído hacia mí; ven a librarme.

Ant. 2. Haz brillar, Señor, tu rostro sobre tu siervo. Aleluya

II

Piedad, Señor, que estoy en peligro:
se consumen de dolor mis ojos,
mi garganta y mis entrañas.

Mi vida se gasta en el dolor;
mis años, en los gemidos;
mi vigor decae con las penas,
mis huesos se consumen.

Soy la burla de todos mis enemigos,
la irrisión de mis vecinos,
el espanto de mis conocidos:
me ven por la calle y escapan de mí.
Me han olvidado como a un muerto,
me han desechado como a un cacharro inútil.

Oigo las burlas de la gente,
y todo me da miedo;
se conjuran contra mí
y traman quitarme la vida.

Pero yo confío en ti, Señor,
te digo: «Tú eres mi Dios.»
En tu mano está mi destino:
líbrame de los enemigos que me persiguen;
haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
sálvame por tu misericordia.

Ant. Haz brillar, Señor, tu rostro sobre tu siervo. Aleluya

Ant. 3. Bendito sea el Señor, que ha hecho por mí prodigios de misericordia. Aleluya

III

¡Qué bondad tan grande, Señor,
reservas para tus fieles,
y concedes a los que a ti se acogen
a la vista de todos!

En el asilo de tu presencia los escondes
de las conjuras humanas;
los ocultas en tu tabernáculo,
frente a las lenguas pendencieras.

Bendito el Señor, que ha hecho por mí
prodigios de misericordia
en la ciudad amurallada.

Yo decía en mi ansiedad:
«Me has arrojado de tu vista»;
pero tú escuchaste mi voz suplicante
cuando yo te gritaba.

Amad al Señor, fieles suyos;
el Señor guarda a sus leales,
y a los soberbios les paga con creces.

Sed fuertes y valientes de corazón
los que esperáis en el Señor.

Ant. Bendito sea el Señor, que ha hecho por mí prodigios de misericordia. Aleluya

V. Mi corazón y mi carne. Aleluya.
R. Se alegran por el Dios vivo. Aleluya.

PRIMERA LECTURA

Año I:

De la primera carta del apóstol san Juan 2, 1-11

EL MANDAMIENTO NUEVO

Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Si alguno peca, abogado tenemos ante el Padre, a Jesucristo, el justo. Él es propiciación por nuestros pecados. Y no sólo por los nuestros, sino por los del mundo entero.

Y sabemos que hemos llegado a conocerlo si guardamos sus mandamientos. Quien dice: «Yo lo conozco», y no guarda sus mandamientos, miente; y la verdad no está en él. Pero quien guarda su palabra posee el perfecto amor de Dios. En eso conocemos que estamos en él. Quien dice que está siempre en él debe andar de continuo como él anduvo.

Carísimos, no es nuevo el mandamiento que os escribo, sino que es un mandamiento antiguo que habíais recibido ya desde el principio: este mandamiento antiguo es la palabra que habéis escuchado. Y, sin embargo, es un mandamiento nuevo el que os escribo, el cual es una realidad en él y en vosotros; porque las tinieblas van pasando y ya brilla la luz verdadera.

Quien dice que está en la luz y aborrece a su hermano está todavía en las tinieblas. Quien ama a su hermano está siempre en la luz; y no hay ocasión de ruina en él. Pero quien aborrece a su hermano está en las tinieblas, y camina en las tinieblas sin saber adónde va, porque las tinieblas le han cegado los ojos.

Responsorio Jn 13, 34; 1Jn 2, 10. 3

R. Os doy el mandato nuevo: que os améis mutuamente como yo os he amado. * Quien ama a su hermano está siempre en la luz. Aleluya.

V. Sabemos que hemos llegado a conocer a Cristo, si guardamos sus mandamientos.

R. Quien ama a su hermano está siempre en la luz.
Aleluya.

SEGUNDA LECTURA

De los Sermones de san Agustín, obispo

(Sermón 171, 1-3. 5: PL 38, 933-935)

ESTAD SIEMPRE ALEGRES EN EL SEÑOR

El Apóstol nos manda estar alegres, pero en el Señor, no en el mundo. Porque, como dice la Escritura, quien pretende ser amigo del mundo se hace enemigo de Dios. Así como el hombre no puede servir a dos señores, así también nadie puede estar alegre en el mundo y en el Señor.

Por lo tanto, que prevalezca el gozo en el Señor y que se extinga el gozo en el mundo. El gozo en el Señor debe ir creciendo continuamente, mientras que el gozo en el mundo debe ir disminuyendo hasta extinguirse. Esto no debe entenderse en el sentido de que no debemos alegrarnos mientras estamos en el mundo, sino que es una exhortación a que, aun viviendo en el mundo, nos alegremos ya en el Señor.

Pero alguno dirá: «Estoy en el mundo y, por lo tanto, si me alegro no puedo dejar de hacerlo en el lugar en que estoy.» A este tal yo le respondería: «¿Es que por estar en el mundo no estás en el Señor?» Atiende cómo el mismo Apóstol, hablando a los atenienses, como nos refieren los Hechos de los apóstoles, les decía respecto al Dios y Señor creador nuestro: En él vivimos, nos movemos y existimos. ¿Habrá algún lugar en que no esté aquel que está en todas partes? ¿No es éste el sentido de su exhortación, cuando dice: El Señor está cerca; no os inquietéis por cosa alguna?

Gran cosa es ésta, que el mismo que asciende a lo más alto de los cielos continúa cercano a los que viven en la tierra. ¿Quién es éste, lejano y próximo a la vez, sino aquel que por su misericordia se nos hizo cercano?

En efecto, todo el género humano está representado en aquel hombre al que unos ladrones habían dejado tendido en el camino, medio muerto, junto al cual pasaron un sacerdote y un levita sin atenderlo, y al que se acercó para curarlo y socorrerlo el samaritano que pasó junto a él. Aquel que por su condición de inmortal y justo se hallaba tan alejado de nosotros, mortales y pecadores, descendió a nosotros y se hizo cercano a nosotros.

En efecto, no nos trata como merecen nuestros pecados; y esto porque somos hijos. ¿Cómo lo demostramos? Él, el Hijo único, murió por nosotros para dejar de ser único. Murió él solo porque no quería ser él solo. El que era Hijo único de Dios hizo a muchos otros también hijos de Dios. Al precio de su sangre se compró una multitud de hermanos, con su reprobación los hizo probos, fue vendido para redimirlos, injuriado para hacerlos honorables, muerto para darles vida.

Así pues, hermanos, estad alegres en el Señor, no en el mundo, es decir: alegraos en la verdad, no en la iniquidad; alegraos en la esperanza de la eternidad, no en la flor pasajera de la vanidad. Ésta debe ser vuestra alegría; y, en cualquier lugar en que estéis y todo el tiempo que aquí estéis, el Señor está cerca; no os inquietéis por cosa alguna.

Responsorio 2Co 13, 11; Rm 15, 13

R. Hermanos, alegraos, trabajad por vuestra perfección, alentaos unos a otros, tened un mismo sentir y vivid en paz; * y el Dios del amor y de la paz estará con vosotros. Aleluya.

V. El Dios de la esperanza os colme de todo gozo y paz en la práctica de vuestra fe.

R. Y el Dios del amor y de la paz estará con vosotros. Aleluya.



Primera lectura


Hch 16,10b-15

El Señor le abrió el corazón para que aceptara lo que decía Pablo

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles.

NOS hicimos a la mar en Tróade y pusimos rumbo hacia Samotracia; al día siguiente salimos para Neápolis y de allí para Filipos, primera ciudad del distrito de Macedonia y colonia romana. Allí nos detuvimos unos días.
El sábado salimos de la ciudad y fuimos a un sitio junto al río, donde pensábamos que había un lugar de oración; nos sentamos y trabamos conversación con las mujeres que habían acudido. Una de ellas, que se llamaba Lidia, natural de Tiatira, vendedora de púrpura, que adoraba al verdadero Dios, estaba escuchando; y el Señor le abrió el corazón para que aceptara lo que decía Pablo.
Se bautizó con toda su familia y nos invitó:
«Si están convencidos de que creo en el Señor, vengan a hospedarse en mi casa».
Y nos obligó a aceptar.

Palabra de Dios.

Salmo


Sal 149,1-2.3-4.5-6a y 9b (R. 4a)

R. El Señor ama a su pueblo.

O bien:

R. Aleluya

V. Canten al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sion por su Rey. R.

V. Alaben su nombre con danzas,
cántenle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes. R.

V. Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca.
Es un honor para todos sus fieles R.

Aclamación


R. Aleluya, aleluya, aleluya.

V. El Espíritu de la verdad dará testimonio de mí -dice el Señor-; y ustedes darán testimonio. R.

Evangelio


Jn 15,26 - 16,4a

El Espíritu de la verdad dará testimonio de mí

Lectura del santo Evangelio según san Juan.

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuando venga el Paráclito, que les enviaré desde el Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí; y también ustedes darán testimonio, porque desde el principio están conmigo.
Les he hablado de esto, para que no se escandalicen. Los excomulgarán de la sinagoga; más aún, llegará incluso una hora
cuando el que les dé muerte pensará que da culto a Dios. Y esto lo harán porque no han conocido ni al Padre ni a mí.
Les he hablado de esto para que, cuando llegue la hora, se acuerden de que yo se lo había dicho».

Palabra del Señor.



Pistas para la Lectio Divina

1. Hechos 16,11-15

a) Conducidos por el Espíritu, como leíamos el sábado pasado, Pablo y sus acompañantes se deciden a dejar Asia y entrar en Europa. Y así llegan a Filipos, capital de Macedonia.

Filipos era una colonia romana. No parece que hubiera una sinagoga para los judíos. Y por tanto Pablo va a buscar, a la orilla del río, a unas personas piadosas -sobre todo mujeres, que desde siempre y en todas las culturas se han distinguido por su religiosidad- que se reúnen allí para rezar. Dios «abre el corazón» de una de ellas, Lidia, vendedora de púrpura, para que se convierta. Será la primera europea que cree en Jesús. Y además, es una mujer hospitalaria, que invita a Pablo y los suyos a hospedarse en su casa.

La comunidad cristiana de Filipos recibió más tarde una de las cartas más amables de Pablo: señal que guardaba recuerdos muy positivos de ella. No es extraño que el salmo sea optimista, porque la entrada de la fe cristiana en Europa ha sido esperanzadora: «el Señor ama a su pueblo... cantad al Señor un cántico nuevo».

b) ¿Dónde nos toca evangelizar a nosotros?

Pablo se adaptaba a las circunstancias que iba encontrando. A veces predicaba en la sinagoga, otras en una cárcel, o junto al río, o en la plaza de Atenas. Si le echaban de un sitio, iba a otro. Si le aceptaban, se quedaba hasta consolidar la comunidad. Pero siempre anunciaba a Cristo.

Así la comunidad cristiana -en su nivel universal y en el local- debería tener tal convicción de la Buena Noticia que, conducida por el Espíritu de Jesús, no deberia conocer barreras, y anunciar la fe en Asia y en Europa, en Africa y en América. En grandes poblaciones y en el campo. En ambientes favorables y en climas hostiles. En la escuela y en los medios de comunicación. Cuando nos ofrecen hospedaje amable y cuando nos detienen o persiguen.

Y cada uno de nosotros, si en verdad estamos llenos de la Buena Noticia de la Pascua del Señor y nos dejamos comunicar su vida, deberíamos dar testimonio de nuestra fe en cualquier ambiente en que nos toque vivir, desde nuestra familia hasta el trabajo y toda actividad social.

2. Juan 15,26 -16,4

a) Ya el sábado pasado escuchábamos cómo Jesús, en su cena de despedida, avisaba a los suyos que serían odiados por el mundo, porque el mundo ama a los suyos, y los discípulos de Jesús, en principio, aunque «están en» el mundo, no «son del» mundo. Ahora les sigue anunciando dificultades: les excomulgarán de las sinagogas, y «llegará incluso una hora cuando el que os dé muerte pensará que da culto a Dios». Este sufrimiento de los cristianos se ve como una continuación del mismo de Cristo, a quien tampoco le aceptó el mundo. A ellos también les perseguirán: «el siervo no puede ser más que el señor». Lo que no quiere Jesús es que cuando llegue esa hora «se tambalee vuestra fe», sino que «os acordéis de que yo os lo había dicho».

El encargo fundamental para los cristianos es que den testimonio de Jesús. El día de la Ascensión les dijo: «seréis mis testigos en Jerusalén y en Samaría y en toda la tierra, hasta el fin del mundo».

Pero hay un factor muy importante para que esto sea posible: para esa hora del mal y del odio, les promete la fuerza de su Espíritu, que van a necesitar para poder dar ese testimonio. Al Espíritu -de quien desde ahora hasta Pentecostés las lecturas van a hablar con más frecuencia- le llama«Paráclito», palabra griega («para-cletos»), que significa defensor, abogado (la palabra latina que mejor traduce el «para-cletos» griego es «ad-vocatus»). Le llama también «Espíritu de la Verdad», que va a dar testimonio de Jesús. Con la ayuda de ese Abogado sí que podrán dar también ellos testimonio en este mundo.

b) Que como seguidores de Jesús iban a tener dificultades lo experimentaron los cristianos ya desde el principio. El libro de los Hechos, que hemos ido leyendo en el Tiempo Pascual, nos ha narrado una sucesión de persecuciones, detenciones, azotes, y hasta la muerte, como la de Esteban.

A lo largo de los dos mil años, ha seguido la misma tónica. Como al Señor le crucificaron, a sus fieles los han crucificado de mil maneras. Si la comunidad de Jesús, fiel al Evangelio de su Maestro, da testimonio de justicia o de amor, o defiende valores que no son los que la sociedad defiende, o denuncia situaciones que se dan contra la dignidad humana o contra la voluntad de Dios, es lógico que sea odiada, porque resulta incómoda. A veces será perseguida hasta la muerte, y otras, desprestigiada, ignorada, impedida en su misión. La palabra griega para decir «testigo, testimonio» es la de «mártir, martiría». Dar testimonio del Evangelio de Jesús comporta muchas veces sufrimiento y martirio. Pero también ahora tenemos la ayuda del Espíritu, el abogado, el defensor. Con su fuerza podemos librar la batalla entre el bien y el mal, y permanecer fieles a Cristo en medio de un mundo que a veces se muestra claramente contrario a su Evangelio, y dar testimonio de Cristo en nuestro ambiente, siendo de palabra y de obra fieles a su estilo de vida y a sus convicciones.

Si celebramos bien la Pascua -y estamos en su sexta semana- ése debe ser uno de los signos de que nos estamos dejando comunicar la vida nueva del Resucitado y de su Espiritu: la valentía en dar testimonio de Jesús.

«Que los dones recibidos en esta Pascua den fruto abundante en toda nuestra vida» (oración)

«El Señor ama a su pueblo y adorna con la victoria a los humildes» (salmo)

«Que no se tambalee vuestra fe» (evangelio)

«Jesús les dijo: Paz a vosotros» (comunión)

«Mira, Señor, con bondad a tu pueblo» (poscomunión)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 3
El Tiempo Pascual día tras día
Barcelona 1997. Págs. 122-124


Pascua. 6ª semana. Lunes

LOS DONES DEL ESPÍRITU SANTO


— Las virtudes sobrenaturales y los dones del Espíritu Santo.

— Los siete dones. Su influencia en la vida cristiana.

— Decenario al Espíritu Santo.

I. Vivimos rodeados de regalos de Dios. Todo lo bueno que tenemos, las cualidades del alma y del cuerpo..., todo son dones del Señor para que nos ayuden a ser felices en esta vida y alcancemos con ellos el Cielo. Pero fue sobre todo en el momento de nuestro Bautismo cuando nuestro Padre Dios nos llenó de bienes incontables. Borró la mancha del pecado original en nuestra alma. Nos enriqueció con la gracia santificante, por la que nos hacía partícipes de su misma vida divina y nos constituía en hijos suyos. Nos hizo miembros de su Iglesia.

Junto con la gracia, Dios adornó nuestra alma con las virtudes sobrenaturales y los dones del Espíritu Santo. Las virtudes nos dan el poder, la capacidad de actuar de una manera sobrenatural, de juzgar el mundo y los acontecimientos desde un punto de vista más alto, desde la fe, y de portarnos como verdaderos hijos de Dios. Nos dan la posibilidad de conocer íntimamente a Dios, de amarle como Él se ama, y de realizar obras meritorias para la vida eterna. Bajo el influjo de estas virtudes nuestro trabajo, aunque humanamente parezca de escaso relieve, se convierte en un tesoro de méritos para el Cielo.

Las virtudes sobrenaturales nos dan la capacidad, de manera semejante a como las piernas nos permiten caminar y los ojos contemplar el mundo que nos rodea. Con todo, no basta tener piernas para emprender un viaje, ni ojos para contemplar un cuadro. Es necesaria la cooperación de nuestra libertad, nuestro querer y nuestro esfuerzo para ponernos en camino en el caso del viaje, y poner la atención necesaria para captar la belleza de un cuadro.

Los dones del Espíritu Santo son un nuevo regalo que Dios otorga al alma para que pueda realizar de modo más perfecto y como sin esfuerzo las obras buenas en las que se manifiesta el amor a Dios, la santidad1: presencia de Dios, caridad, ofrecimiento del trabajo, pequeñas mortificaciones a lo largo del día.

El alma es investida «de un aumento de fuerza, se hace apta para obedecer con mayor facilidad y prontitud a la llamada y a los impulsos del Espíritu. Es tanta la eficacia de estos dones, que conducen al hombre a las más altas cimas de la santidad, y tanta su excelencia, que perseveran intactos, aunque más perfectos, en el reino celestial. Merced a ellos, el Espíritu Santo nos mueve a desear y nos empuja a conseguir las bienaventuranzas evangélicas, que son como flores abiertas en la primavera, como indicio y presagio de la eterna bienaventuranza»2.

Los dones del Espíritu Santo van conformando nuestra vida según las maneras y modos propios de un hijo de Dios, nos dan una finura y sensibilidad mayor para oír y poner en práctica las mociones e inspiraciones del Paráclito, que así va gobernando con prontitud y facilidad nuestra vida, que entonces se guía por el querer de Dios, y no por nuestros gustos y caprichos.

Hoy le pedimos al Espíritu Santo que doblegue en nosotros lo que es rígido, particularmente la rigidez de la soberbia; que caliente en nosotros lo que es frío, la tibieza en el trato con Dios; que enderece lo extraviado3, porque son muchos los apegamientos terrenos, el peso de los pecados pasados, la flaqueza de la voluntad, la ignorancia de lo que en tantas ocasiones sería más grato a Dios... De aquí provienen los fracasos y debilidades, los cansancios y derrotas. Por eso, le pedimos en nuestra oración que arranque de nuestra alma «el peso muerto, resto de todas las impurezas, que le hace pegarse al suelo (...); para que suba hasta la Majestad de Dios, a fundirse en la llamarada viva de Amor, que es Él»4.

II. Cuando venga el Paráclito, que os enviaré desde el Padre, el Espíritu de la Verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí5. El Evangelio de la Misa recoge este nuevo anuncio del Señor, y la liturgia de la Iglesia nos invita de muchas maneras a preparar nuestras almas a la acción del Espíritu Santo.

La lucha decidida contra todo pecado venial deliberado nos dispone para recibir la luz y la protección del Paráclito a través de sus dones. La claridad que recibimos en la inteligencia nos hace conocer y comprender las cosas divinas; la ayuda que alcanza nuestra voluntad nos permite aprovechar con eficacia las oportunidades de realizar el bien que se nos presentan cada día y rechazar las tentaciones de todo aquello que nos alejaría de Dios.

El don de inteligencia nos descubre con mayor claridad las riquezas de la fe; el don de ciencia nos lleva a juzgar con rectitud de las cosas creadas y a mantener nuestro corazón en Dios y en lo creado en la medida en que nos lleve a Él; el don de sabiduría nos hace comprender la maravilla insondable de Dios y nos impulsa a buscarle sobre todas las cosas y en medio de nuestro trabajo y de nuestras obligaciones; el don de consejo nos señala los caminos de la santidad, el querer de Dios en nuestra vida diaria, nos anima a seguir la solución que más concuerda con la gloria de Dios y el bien de los demás; el don de piedad nos mueve a tratar a Dios con la confianza con la que un hijo trata a su Padre; el don de fortaleza nos alienta continuamente y nos ayuda a superar las dificultades que sin duda encontramos en nuestro caminar hacia Dios; el don de temor nos induce a huir de las ocasiones de pecar, a no ceder a la tentación, a evitar todo mal que pueda contristar al Espíritu Santo6, a temer radicalmente separarnos de Aquel a quien amamos y constituye nuestra razón de ser y de vivir.

En estos días en que nos preparamos para celebrar el envío solemne del Espíritu Santo sobre la Iglesia, representada por los Apóstoles reunidos en el Cenáculo, junto a Santa María, Madre de Dios, pedimos insistentemente que seamos dóciles a la acción del Paráclito en nuestra alma y que no cese su acción y sus inspiraciones sobre los hombres de esta época nuestra, «particularmente sedienta del Espíritu Santo»7 y tan necesitada de su protección y de su ayuda. Le decimos:

Ven, Espíritu Santo, y envía desde el cielo un rayo de tu luz.

Ven, padre de los pobres; ven dador de las gracias; ven, lumbre de los corazones (...). Concede a tus fieles, que en Ti confían, tus siete sagrados dones. Dales el mérito de la virtud, dales el puerto de la salvación, dales el eterno gozo8.

III. Para aumentar la devoción al Espíritu Santo, empecemos por practicar las virtudes humanas y cristianas, en el trabajo y en la convivencia diaria. Si el cristiano «lucha por adquirir estas virtudes, su alma se dispone a recibir eficazmente la gracia del Espíritu Santo (...). La Tercera Persona de la Trinidad Beatísima –dulce huésped del alma (Secuencia Veni, Sancte Spiritus)– regala sus dones: don de sabiduría, de entendimiento, de consejo, de fortaleza, de ciencia, de piedad, de temor de Dios (Cfr. Is 11, 2)»9.

El Espíritu Santo desea –como nunca podremos nosotros llegar a quererlo– darnos sus dones en tal abundancia que formen un río impetuoso en nuestra vida sobrenatural y que produzcan en nosotros sus admirables frutos. Solo espera que quitemos los posibles obstáculos de nuestra alma, que le pidamos a Él mismo más deseos de purificación, que le digamos desde lo más hondo: Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles, y enciende en ellos el fuego de tu Amor. No desea otra cosa que llenarnos de su gracia y de sus dones. Si vosotros –decía el Señor–, siendo malos, sabéis dar buenos regalos a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que le piden?10.

A lo largo de estos días en los que preparamos la fiesta de Pentecostés debemos rogar con humildad al Padre de las luces11 que envíe a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual nos hace exclamar: Abba! ¡Padre!12. Debemos pedir a Cristo que, desde el seno del Padre, mande al que es Consolador óptimo, dulce Huésped del alma, dulce refrigerio13.

En el Decenario que comenzaremos después de la solemnidad de la Ascensión, queremos disponernos para ser más dóciles a las gracias que continuamente nos otorga el Paráclito. Pidámosle cada uno de sus dones para ser buenos instrumentos suyos en la familia, en nuestras ocupaciones, en la sociedad. «Camino seguro de humildad es meditar cómo, aun careciendo de talento, de renombre y de fortuna, podemos ser instrumentos eficaces, si acudimos al Espíritu Santo para que nos dispense sus dones.

»Los Apóstoles, a pesar de haber sido instruidos por Jesús durante tres años, huyeron despavoridos ante los enemigos de Cristo. Sin embargo, después de Pentecostés, se dejaron azotar y encarcelar, y acabaron dando la vida en testimonio de su fe»14.

Nuestra fidelidad a las inspiraciones y gracias que recibimos del Espíritu Santo se concretará, en muchas ocasiones, a la docilidad en la dirección espiritual, con un esfuerzo diario para sacar adelante las metas y sugerencias que nos señalan.

Acercarse a la Virgen, Esposa de Dios Espíritu Santo, es un modo seguro de disponer nuestra alma a los nuevos dones que el Paráclito quiera darnos.


Ant. 1. Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío. Aleluya.

Salmo 41

DESEO DEL SEÑOR Y ANSIAS DE CONTEMPLAR EL TEMPLO
El que tenga sed y quiera, que venga a beber el agua de la vida. (Ap 22, 17)

Como busca la cierva
corrientes de agua,
así mi alma te busca
a ti, Dios mío;

tiene sed de Dios,
del Dios vivo:
¿cuándo entraré a ver
el rostro de Dios?

Las lágrimas son mi pan
noche y día,
mientras todo el día me repiten:
«¿Dónde está tu Dios?»

Recuerdo otros tiempos,
y mi alma desfallece de tristeza:
cómo marchaba a la cabeza del grupo,
hacia la casa de Dios,
entre cantos de júbilo y alabanza,
en el bullicio de la fiesta.

¿Por qué te acongojas, alma mía,
por qué te me turbas?
Espera en Dios, que volverás a alabarlo:
«Salud de mi rostro, Dios mío.»

Cuando mi alma se acongoja,
te recuerdo,
desde el Jordán y el Hermón
y el Monte Menor.

Una sima grita a otra sima
con voz de cascadas:
tus torrentes y tus olas
me han arrollado.

De día el Señor
me hará misericordia,
de noche cantaré la alabanza
del Dios de mi vida.

Diré a Dios: Roca mía,
¿por qué me olvidas?
¿Por qué voy andando sombrío,
hostigado por mi enemigo?

Se me rompen los huesos
por las burlas del adversario;
todo el día me preguntan:
«¿Dónde está tu Dios?»

¿Por qué te acongojas, alma mía,
por qué te me turbas?
Espera en Dios, que volverás a alabarlo:
«Salud de mi rostro, Dios mío.»

Ant. Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío. Aleluya.

Ant. 2. Llena, Señor, a Sión de tu majestad y al templo de tu gloria. Aleluya.

Cántico Sir 36, 1-7. 13-16

SÚPLICA EN FAVOR DE LA CIUDAD SANTA DE JERUSALÉN
Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado Jesucristo. (Jn 17, 3)

Sálvanos, Dios del universo,
infunde tu terror a todas las naciones;
amenaza con tu mano al pueblo extranjero,
para que sienta tu poder.

Como les mostraste tu santidad al castigarnos,
muéstranos así tu gloria castigándolos a ellos:
para que sepan, como nosotros lo sabemos,
que no hay Dios fuera de ti.

Renueva los prodigios, repite los portentos,
exalta tu mano, robustece tu brazo.

Reúne a todas las tribus de Jacob
y dales su heredad como antiguamente.

Ten compasión del pueblo que lleva tu nombre,
de Israel, a quien nombraste tu primogénito.
Ten compasión de tu ciudad santa,
de Jerusalén, lugar de tu reposo.

Llena a Sión de tu majestad
y al templo de tu gloria.

Ant. Llena, Señor, a Sión de tu majestad y al templo de tu gloria. Aleluya.

Ant. 3. La gloria de Dios ilumina la ciudad santa y el Cordero es su sol. Aleluya

Salmo 18 A

ALABANZA AL DIOS CREADOR DEL UNIVERSO
Nos visitará el sol que nace de lo alto... para guiar nuestros pasos por el camino de la paz. (Lc 1, 78-79)

El cielo proclama la gloria de Dios,
el firmamento pregona la obra de sus manos:
el día al día le pasa el mensaje,
la noche a la noche se lo murmura.

Sin que hablen, sin que pronuncien,
sin que resuene su voz,
a toda la tierra alcanza su pregón
y hasta los límites del orbe su lenguaje.

Allí le ha puesto su tienda al sol:
él sale como el esposo de su alcoba,
contento como un héroe, a recorrer su camino.

Asoma por un extremo del cielo,
y su órbita llega al otro extremo:
nada se libra de su calor.

Ant. La gloria de Dios ilumina la ciudad santa y el Cordero es su sol. Aleluya

LECTURA BREVE Hb 13, 7-9a

Acordaos de aquellos superiores vuestros que os expusieron la palabra de Dios: reflexionando sobre el desenlace de su vida, imitad su fe. Jesucristo es el mismo hoy que ayer, y para siempre. No os dejéis extraviar por doctrinas llamativas y extrañas.

RESPONSORIO BREVE

V. Sobre tus murallas, Jerusalén, he colocado centinelas. Aleluya, aleluya.
R. Sobre tus murallas, Jerusalén, he colocado centinelas. Aleluya, aleluya.

V. Ni de día ni de noche dejarán de anunciar el nombre del Señor.
R. Aleluya, aleluya.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Sobre tus murallas, Jerusalén, he colocado centinelas. Aleluya, aleluya.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. No sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre quien habla por vosotros. Aleluya.

Cántico de Zacarías Lc 1, 68-79

EL MESÍAS Y SU PRECURSOR

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con
nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. No sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre quien habla por vosotros. Aleluya.

PRECES

Demos gracias a Cristo, el buen pastor que entregó la vida por sus ovejas, y supliquémosle diciendo:
Apacienta a tu pueblo, Señor.

Señor Jesucristo, tú que en los santos pastores nos has revelado tu misericordia y tu amor,
haz que, por ellos, continúe llegando a nosotros tu acción misericordiosa.

Señor Jesucristo, tú que a través de los santos pastores sigues siendo el único pastor de tu pueblo,
no dejes de guiarnos siempre por medio de ellos.

Señor Jesucristo, tú que por medio de los santos pastores eres el médico de los cuerpos y de las almas,
haz que nunca falten en tu Iglesia los ministros que nos guíen por las sendas de una vida santa.

Señor Jesucristo, tú que has adoctrinado a la Iglesia con la prudencia y el amor de los santos,
haz que, guiados por nuestros pastores, progresemos en la santidad.

Se pueden añadir algunas intenciones libres.

Oremos confiadamente al Padre, como Cristo nos enseñó: Padre nuestro.

Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.

Señor Dios nuestro, que nunca dejas de glorificar la santidad de quienes con fidelidad te sirven, haz que el fuego del Espíritu Santo nos encienda en aquel mismo ardor que tan maravillosamente inflamó el corazón de san Felipe Neri. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

jueves, 15 de mayo de 2025

Oficio, lecturas, reflexiones y laudes +

 Oficio, lecturas, reflexiones y laudes +


V. Señor abre mis labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

Ant.  Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
Sa
lmo 94

INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Animaos unos a otros, día tras día, mientras perdura el «hoy». (Hb 3, 13)

Se recita la antífona que corresponda y la asamblea la repite.

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes.
Suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto:
cuando vuestros padres me pusieron a prueba,
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.

Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado, 
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

O bien:

Salmo 99

ALEGRÍA DE LOS QUE ENTRAN EN EL TEMPLO
Los redimidos deben entonar un canto de victoria. (S. Atanasio)

Se recita la antífona que corresponda y la asamblea la repite.

Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con aclamaciones.

Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.

Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:

«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

O bien:

Salmo 66

QUE TODOS LOS PUEBLOS ALABEN AL SEÑOR
Sabed que esta salvación de Dios ha sido enviada a los gentiles. (Hch 28, 28)

Se recita la antífona que corresponda y la asamblea la repite.

El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.

¡Oh Dios!, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.

¡Oh Dios!, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

O bien:

Salmo 23

ENTRADA SOLEMNE DE DIOS EN SU TEMPLO
Las puertas del cielo se abren ante Cristo que como hombre sube al cielo. (S. Ireneo)

Se recita la antífona que corresponda y la asamblea la repite.

Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.

¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?

El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.

Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.

¡Portones!, alzad los dinteles,
levantaos, puertas antiguas:
va a entrar el Rey de la gloria.

¿Quién es ese Rey de la gloria?
El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.

¡Portones!, alzad los dinteles,
levantaos, puertas antiguas:
va a entrar el Rey de la gloria.

¿Quién es ese Rey de la gloria?
El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

HIMNO

Oh Rey perpetuo de los elegidos,
oh Creador que todo lo creaste,
oh Dios en quien el Hijo sempiterno
es desde antes del tiempo igual al Padre.

Oh tú que, sobre el mundo que nacía,
imprimiste en Adán tu eterna imagen,
confundiendo en su ser el noble espíritu
y el miserable lodo de la carne.

Oh tú que ayer naciste de la Virgen,
y hoy del fondo de la tumba naces;
oh tú que, resurgiendo de los muertos,
de entre los muertos resurgir nos haces.

Oh Jesucristo, libra de la muerte
a cuantos hoy reviven y renacen,
para que seas el perenne gozo
pascual de nuestras mentes inmortales.

Gloria al Padre celeste y gloria al Hijo,
que de la muerte resurgió triunfante,
y gloria con entrambos al divino
Paracleto, por siglos incesantes. Amén.

SALMODIA

Ant. 1. No fue su brazo el que les dio la victoria, sino tu diestra y la luz de tu rostro. Aleluya.

Salmo 43

ORACIÓN DEL PUEBLO DE DIOS QUE SUFRE ENTREGADO A SUS ENEMIGOS
En todo vencemos fácilmente por aquel que nos ha amado.(Rm 8, 37)

I

¡Oh Dios!, nuestros oídos lo oyeron,
nuestros padres nos lo han contado:
la obra que realizaste en sus días,
en los años remotos.

Tú mismo, con tu mano, desposeíste a los gentiles,
y los plantaste a ellos;
trituraste a las naciones,
y los hiciste crecer a ellos.

Porque no fue su espada la que ocupó la tierra,
ni su brazo el que les dio la victoria;
sino tu diestra y tu brazo y la luz de tu rostro,
porque tú los amabas.

Mi rey y mi Dios eres tú,
que das la victoria a Jacob:
con tu auxilio embestimos al enemigo,
en tu nombre pisoteamos al agresor.

Pues yo no confío en mi arco,
ni mi espada me da la victoria;
tú nos das la victoria sobre el enemigo
y derrotas a nuestros adversarios.

Dios ha sido siempre nuestro orgullo,
y siempre damos gracias a tu nombre.

Ant. No fue su brazo el que les dio la victoria, sino tu diestra y la luz de tu rostro. Aleluya.

Ant. 2 No apartará el Señor su rostro de vosotros, si os convertís a él. Aleluya.

II

Ahora, en cambio, nos rechazas y nos avergüenzas,
y ya no sales, Señor, con nuestras tropas:
nos haces retroceder ante el enemigo,
y nuestro adversario nos saquea.

Nos entregas como ovejas a la matanza
y nos has dispersado por las naciones;
vendes a tu pueblo por nada,
no lo tasas muy alto.

Nos haces el escarnio de nuestros vecinos,
irrisión y burla de los que nos rodean;
nos has hecho el refrán de los gentiles,
nos hacen muecas las naciones.

Tengo siempre delante mi deshonra,
y la vergüenza me cubre la cara
al oír insultos e injurias,
al ver a mi rival y a mi enemigo.

Ant. No apartará el Señor su rostro de vosotros, si os convertís a él. Aleluya.

Ant. 3. Levántate, Señor, no nos rechaces más.

III

Todo esto nos viene encima,
sin haberte olvidado
ni haber violado tu alianza,
sin que se volviera atrás nuestro corazón
ni se desviaran de tu camino nuestros pasos;
y tú nos arrojaste a un lugar de chacales
y nos cubriste de tinieblas.

Si hubiéramos olvidado el nombre de nuestro Dios
y extendido las manos a un dios extraño,
el Señor lo habría averiguado,
pues él penetra los secretos del corazón.

Por tu causa nos degüellan cada día,
nos tratan como a ovejas de matanza.
Despierta, Señor, ¿por qué duermes?
Levántate, no nos rechaces más.

¿Por qué nos escondes tu rostro
y olvidas nuestra desgracia y opresión?

Nuestro aliento se hunde en el polvo,
nuestro vientre está pegado al suelo.
Levántate a socorrernos,
redímenos por tu misericordia.

Ant. Levántate, Señor, no nos rechaces más.

V. Dios resucitó al Señor. Aleluya.
R. Y nos resucitará también a nosotros por su poder Aleluya.

PRIMERA LECTURA

Año I:

Del libro del Apocalipsis 15, 5—16,21

LAS SIETE COPAS DE LA IRA DE DIOS

Yo, Juan, tuve otra visión:

Se abrió en el cielo el santuario de la Tienda del testimonio y salieron del santuario los siete ángeles portadores de las siete plagas, vestidos de lino puro y brillante y ceñidos con cinturones de oro. Uno de los cuatro seres dio a los siete ángeles siete copas de oro, llenas de la cólera de Dios, que vive por los siglos de los siglos. El santuario se llenó del humo de la gloria de Dios y de su poder, y nadie podía entrar en el santuario hasta que se consumaran las siete plagas de los siete ángeles. Oí una gran voz proveniente del santuario, que gritaba a los siete ángeles:

«Id a derramar las siete copas de la cólera de Dios sobre la tierra.»

Fue el primero y derramó su copa sobre la tierra, y se produjo una úlcera maligna y dolorosa en los hombres que tenían la marca de la Bestia y que se postraban ante su imagen.

El segundo derramó su copa sobre el mar, y el mar se convirtió como en sangre de un muerto, muriendo todos los seres vivos que había en el mar.

El tercero derramó su copa sobre los ríos y sobre las fuentes de las aguas, y se convirtieron en sangre. Y oí al ángel de las aguas, que decía:

«Justo eres, tú, el que es y el que era, el Santo, por haber hecho así justicia. Ya que derramaron la sangre de santos y de profetas, tú les has dado a beber sangre:
bien se lo merecen.»

Y oí una voz que salía del altar y decía:

«Así es, Señor, Dios omnipotente: verdaderos y justos son tus juicios.»

El cuarto ángel derramó su copa sobre el sol, y se le concedió abrasar a los hombres con su fuego. Los hombres quedaron abrasados con grandes ardores y comenzaron a blasfemar del nombre de Dios, que había mandado estas plagas; pero no se arrepintieron ni le dieron gloria.

El quinto ángel derramó su copa sobre el trono de la Bestia. Su reino se cubrió de tinieblas, y sus hombres se despedazaban las lenguas por el dolor. Blasfemaron del Dios del cielo por causa de sus dolores y de sus úlceras, pero no se arrepintieron ni abandonaron sus obras.

El sexto ángel derramó su copa sobre el gran Río, el Éufrates, y su agua se secó, quedando así libre el camino para los reyes que vienen del oriente.

Y vi que de la boca de la Serpiente y de la boca de la Bestia y de la boca del falso profeta salían tres espíritus inmundos, como ranas. Son espíritus de demonios, que obran prodigios y que se dirigen a los reyes del mundo entero para congregarlos con vistas a la batalla del gran Día del Dios omnipotente. («¡Mirad que vengo como un ladrón! ¡Bienaventurado el que esté velando y guardando sus vestidos, para que no tenga que andar desnudo y no vean su vergüenza!») Y congregaron a los reyes en el lugar que en hebreo se llama Harmaguedón.

El séptimo ángel derramó su copa en el aire, y salió del santuario una gran voz, que procedía del trono de Dios, gritando:

«¡Ya está hecho!»

Y hubo relámpagos y fragor y truenos y un violento terremoto, cual no lo hubo desde que existen los hombres sobre la tierra. ¡Tan terrible era ese terremoto! La gran ciudad se deshizo en tres partes, se derrumbaron las ciudades de los gentiles y Dios se acordó de la gran Babilonia, para darle a beber la copa del vino de su cólera terrible. Huyeron todas las islas, los montes desaparecieron y una terrible pedrisca, con piedras como de cuarenta kilogramos, cayó del cielo sobre los hombres. Y los hombres blasfemaron contra Dios por la plaga de pedrisco, porque era ésta terrible en extremo.

Responsorio Mt 24, 43; Ap 16, 15; lTs 5, 3

R. Si el amo de la casa supiera a qué hora de la noche ha de venir el ladrón, estaría en vela. * Mirad que yo vengo como un ladrón —dice el Señor—; bienaventurado el que esté velando. Aleluya.

V. Cuando estén diciendo: «Paz y seguridad», en ese preciso instante vendrá sobre ellos la ruina.

R. Mirad que yo vengo como un ladrón —dice el Señor—; bienaventurado el que esté velando. Aleluya.

SEGUNDA LECTURA

De los Tratados de san Agustín, obispo, sobre el evangelio de san Juan

(Tratado 65, 1-3: CCL 36, 490-492)

EL MANDATO NUEVO

El Señor Jesús declara que da a sus discípulos un mandato nuevo por el que les prescribe que se amen mutuamente unos a otros: Os doy —dice— el m andato nuevo: que os am éis m utuam ente.

¿Es que no existía ya este mandato en la ley antigua en la que hallamos escrito: Am arás a tu prójim o com o a ti m ism o? ¿Por qué, pues, llama nuevo el Señor a lo que nos consta que es tan antiguo? ¿Quizá la novedad de este mandato consista en el hecho de que nos despoja del hombre viejo y nos reviste del nuevo? Porque renueva en verdad al que lo oye, mejor dicho, al que lo cumple, teniendo en cuenta que no se trata de un amor cualquiera, sino de aquel amor acerca del cual el Señor para distinguirlo del amor carnal, añade: Com o yo os he am ado.

Éste es el amor que nos renueva, que nos hace hombres nuevos, herederos del Testamento nuevo, capaces de cantar el cántico nuevo. Este amor, hermanos muy amados, es el mismo que renovó antiguamente a los justos, a los patriarcas y profetas, como también después a los apóstoles, y el mismo que renueva ahora a todas las gentes, y el que hace que el género humano, esparcido por toda la tierra, se reúna en un nuevo pueblo, en el cuerpo de la nueva esposa del Hijo único de Dios, de la cual se dice en el Cantar de los cantares: ¿Quién es ésa que sube toda ella resplandeciente de blancura?

Resplandeciente, en verdad, porque está renovada, y renovada por el mandato nuevo.

Por eso, en ella, todos los miembros tienen entre sí una mutua solicitud: si sufre uno de los miembros, todos los demás sufren con él, y, si es honrado uno de los miembros, se alegran con él todos los demás. Es porque escuchan y guardan estas palabras: Os doy el m andato nuevo: que os am éis m utuam ente, no con un amor que degrada, ni con el amor con que se aman los seres humanos por ser humanos, sino con el amor con que se aman porque están deificados y son hijos del Altísimo, de manera que son hermanos de su Hijo único y se aman entre sí con el mismo amor con que Cristo los ha amado, para conducirlos hasta aquella meta final en la que encuentran su plenitud y la saciedad de todos los bienes que desean. Entonces, en efecto, todo deseo se verá colmado, cuando Dios lo será todo en todas las cosas.

Este am or es don del m ism o que afirm a: Com o yo os he amado, para que vosotros os améis mutuamente. Por esto nos amó, para que nos amemos unos a otros; con su amor nos ha otorgado el que estemos unidos por e1 amor mutuo y, unidos los miembros con tan dulce vínculo, seamos el cuerpo de tan excelsa cabeza.

Responsorio 1Jn 4, 21; Mt 22, 40

R. Hemos recibido de Dios este mandamiento: * Quien ama a Dios ame también a su hermano. Aleluya.

V. Estos dos mandamientos son el fundamento de toda la ley y los profetas:

R. Quien ama a Dios ame también a su hermano. Aleluya.



Primera lectura


Hch 13,13-25

Dios sacó de la descendencia de David un salvador: Jesús

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles.

PABLO y sus compañeros se hicieron a la mar en Pafos y llegaron a Perge de Panfilia. Juan los dejó y se volvió a Jerusalén; ellos, en cambio, continuaron y desde Perge llegaron a Antioquía de Pisidia. El sábado entraron en la sinagoga y tomaron asiento. Acabada la lectura de la Ley y de los Profetas, los jefes de la sinagoga les mandaron a unos que les dijeran:
«Hermanos, si tienen una palabra de exhortación para el pueblo, hablen».
Pablo se puso en pie y, haciendo seña con la mano de que se callaran, dijo:
«Israelitas y los que temen a Dios, escuchen: El Dios de este pueblo, Israel, eligió a nuestros padres y multiplicó al pueblo cuando vivían como forasteros en Egipto. Los sacó de allí con brazo poderoso; unos cuarenta años “los cuidó en el desierto”, “aniquiló siete naciones en la tierra de Canaán y les dio en herencia” su territorio; todo ello en el espacio de unos cuatrocientos cincuenta años. Luego les dio jueces hasta el profeta Samuel. Después pidieron un rey, y Dios les dio a Saúl, hijo de Quis, de la tribu de Benjamín, durante cuarenta años. Lo depuso y les suscitó como rey a David, en favor del cual dio testimonio, diciendo: “Encontré a David”, hijo de Jesé, “hombre conforme a mi corazón, que cumplirá todos mis preceptos”.
Según lo prometido, Dios sacó de su descendencia un salvador para Israel: Jesús. Juan predicó a todo Israel un bautismo de conversión antes de que llegara Jesús; y, cuando Juan estaba para concluir el curso de su vida, decía: “Yo no soy quien ustedes piensen, pero, miren, viene uno detrás de mí a quien no merezco desatarle las sandalias de los pies”».

Palabra de Dios.

Salmo


Sal 89(88),2-3.21-22.25 y 27 (R. cf. 18[17],51)

R. Cantaré eternamente tus misericordias, Señor.

O bien:

R. Aleluya

V. Cantaré eternamente las misericordias del Señor,
anunciaré tu fidelidad por todas las edades.
Porque dijiste: «La misericordia es un edificio eterno»,
más que el cielo has afianzado tu fidelidad. R.

V. Encontré a David, mi siervo,
y lo he ungido con óleo sagrado;
para que mi mano esté siempre con él
y mi brazo lo haga valeroso. R.

V. Mi fidelidad y misericordia lo acompañarán,
por mi nombre crecerá su poder.
Él me invocará: «Tú eres mi padre,
mi Dios, mi Roca salvadora». R.

Aclamación


R. Aleluya, aleluya, aleluya

V. Jesucristo, eres el testigo fiel, el primogénito de entre los muertos; nos amaste y nos has librado de nuestros pecados
con tu sangre. R.

Evangelio


Jn 13,16-20

El que recibe a quien yo envíe me recibe a mí

Lectura del santo Evangelio según san Juan.

CUANDO Jesús terminó de lavar los pies a sus discípulos les dijo:
«En verdad, en verdad les digo: el criado no es más que su amo, ni el enviado es más que el que lo envía. Puesto que saben esto, dichosos ustedes si lo ponen en práctica. No lo digo por todos ustedes; yo sé bien a quiénes he elegido, pero tiene que cumplirse la Escritura: “El que compartía mi pan me ha traicionado”. Se lo digo ahora a ustedes, antes de que suceda, para que cuando suceda crean que yo soy.
En verdad, en verdad les digo: el que recibe a quien yo envíe me recibe a mí; y el que me recibe a mí recibe al que me ha enviado».

Palabra del Señor.



Pistas para la Lectio Divina

1. Hechos 13,13-25

a) Desde Chipre, Pablo y sus compañeros llegan a Antioquía, no la de Siria, desde donde habían partido, sino a la de Pisidia, cerca de Galacia, en la actual Turquía.

El discurso de Pablo -que leeremos entre hoy y mañana, viendo sus consecuencias al día siguiente- es el típico que pronunciará cuando sus oyentes son los judíos, o sea, cuando es invitado a predicar en la sinagoga: lo hace a partir de la historia de Israel en el AT. Como lo había hecho en su larga catequesis el diácono Esteban.

Con un recorrido que va desde la salida de Egipto y la conquista de la tierra prometida, hasta Jesús de Nazaret como el Mesías enviado por Dios, pasando por la figura de David y la de Juan, el precursor inmediato, Pablo presenta a Jesús como la respuesta de Dios a las esperanzas y las promesas de toda la historia de Israel. «Según lo prometido, Dios sacó de la descendencia de David un salvador para Israel, Jesús».

Nombrando a David, capta la atención y la simpatía de la sinagoga. Describiendo a Juan como precursor del verdadero Mesías, sale al paso de algunos que, posiblemente, todavía seguían considerándose discípulos del Bautista.

b) Cuando Pablo predicaba, siempre anunciaba a Jesús como la respuesta plena de Dios a las esperanzas humanas. Si sus oyentes eran judíos, como en el caso de hoy, les hablaba partiendo del AT. Si eran paganos, como cuando llegó a Atenas, les citaba sus autores predilectos y sabía apelar a su búsqueda espiritual del sentido de la vida.

¿Sabemos nosotros sintonizar con las esperanzas y los deseos de nuestros contemporáneos, jóvenes o mayores, creyentes o alejados, para poder presentar a Jesús como el que da pleno sentido a nuestra vida y a nuestros mejores deseos? ¿Somos valientes a la hora de presentar a Jesús como la Palabra decisiva, como el Salvador único, como aquél en quien vale la pena creer y a quien vale la pena seguir?

2. Juan 13,16-20

a) A partir de hoy, y hasta el final de la Pascua, leemos los capítulos que Juan dedica a la última Cena de Jesús con sus discípulos.

Esta cena empezó con un gesto simbólico muy elocuente: el lavatorio de los pies, una gran lección de fraternidad y de actitud de servicio para con los demás. Es una página entrañable que leemos el Jueves Santo. Aquí escuchamos la consecuencia que Jesús quiere que saquen sus discípulos.

El siervo tiene que imitar lo que hace su amo. El discípulo, lo que ha aprendido de su maestro. Ellos han visto cómo Jesús se ha ceñido la toalla, ha tomado en sus manos la jofaina y ha ido lavándoles los pies uno a uno. Es lo mismo que tienen que hacer ellos: «dichosos vosotros si lo ponéis en práctica».

También empieza a anunciar cómo uno de ellos, Judas, le va a traicionar. Y repite la idea de que así como el Padre le ha enviado a él, él les envía a ellos a este mundo. El que recibe a los enviados de Cristo, le recibe a él, y por tanto recibe al que le ha enviado, al Padre. La afirmación de la identidad de Jesús se repite también aquí: «para que creáis que yo soy».

b) Es fácil admirar el gesto del lavatorio de los pies hecho por Jesús. Y reflexionar sobre cómo ha entendido él la autoridad: «no he venido a ser servido, sino a servir». Pero lo que nos pide la Palabra de Dios no son afirmaciones lógicas y bonitas, sino el seguimiento de Jesús, la imitación de sus actitudes. En este caso, la imitación, en nuestra vida de cada día, de su actitud de servidor de los demás.

En la Eucaristía, dándosenos como Pan y Vino de vida, Jesús nos hace participar de su entrega de la cruz por la vida de los demás.

Él mismo nos encargó que celebráramos la Eucaristía: «haced esto» en memoria mía. Pero también nos encargó que le imitáramos en el lavatorio de los pies: «haced vosotros» otro tanto, lavaos los pies los unos a los otros. Ya que comemos su «Cuerpo entregado por» y bebemos su «Sangre derramada por», todos somos invitados a ser durante la jornada personas «entregadas por», al servicio de los demás. «Dichosos nosotros si lo ponemos en práctica».

«Conserva en nosotros los dones que tan generosamente hemos recibido» (oración)

«Cantaré eternamente la misericordia del Señor» (salmo)

«Dichosos los que no vieron y creyeron» (aleluya)

«Sabed que estoy con vosotros todos los días» (comunión)

«Que el alimento de salvación que acabamos de recibir fortalezca nuestras vidas» (poscomunión)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 3
El Tiempo Pascual día tras día
Barcelona 1997. Págs. 92-94

Francisco Fernández-Carvajal
Hablar con Dios

Pascua. 4ª semana. Jueves

APRENDER A DISCULPAR


— Las personas pueden cambiar. No hacer juicios inamovibles sobre las personas, basados en su actuación externa.

— Disculpar y olvidar. Recomponer lazos rotos de amistad.

— A pesar de nuestros titubeos y flaquezas, podemos ser buenos instrumentos del Señor si somos humildes.

I. La Primera lectura de la Misa nos narra un incidente entre los colaboradores que acompañan a San Pablo en la evangelización.

Pablo y sus compañeros navegaron desde Pafos hasta llegar a Perge de Panfilia; pero Juan se separó de ellos y volvió a Jerusalén1. Los demás siguieron su viaje apostólico y llegaron hasta Antioquía de Pisidia. Juan, también llamado Marcos, era primo de Bernabé, el apóstol inseparable de Pablo, y una de las columnas en las que se apoyaba la extensión de la fe entre los gentiles. Marcos, desde muy joven, había vivido la intensa actividad de los primeros cristianos de Jerusalén en torno a la Virgen y a los Apóstoles, a los que había conocido en su intimidad: la madre de Marcos fue de las primeras que ayudaron a Jesús y a los Doce. Parece razonable que Bernabé se fijase en su primo Juan Marcos, para iniciarle en las tareas de propagación del Evangelio en su compañía y bajo su dirección y la de San Pablo2.

A Marcos le falló el ánimo y se volvió a su casa, abandonando a sus compañeros. No se sintió con fuerzas y se volvió atrás. Este hecho debió de pesar bastante en los demás que siguieron adelante. Pero al preparar el segundo gran viaje apostólico para visitar a los hermanos que habían recibido la fe, Bernabé quería llevar consigo también a Juan, llamado Marcos; Pablo, en cambio, consideraba que no debía llevar al que se había apartado de ellos en Panfilia y no les había acompañado en la tarea3.

San Pablo no estaba dispuesto a llevar consigo al que ya les había fallado una vez. Entonces, se produjo una discrepancia tal entre ambos que se separaron uno del otro. Bernabé tomó consigo a Marcos y embarcó para Chipre, mientras Pablo eligió a Silas y partió encomendado por los hermanos a la gracia del Señor4. La discusión y la disparidad de criterios debió de ser grande para llegar a causar esa separación. «Pablo más severo y Bernabé más benigno –comenta San Jerónimo–, cada uno mantiene su punto de vista. Y, sin embargo, la discusión manifiesta un tanto la fragilidad humana»5.

A pesar de todo, San Pablo, un hombre de corazón inmenso, sacrificado hasta el extremo por sus hermanos y ferviente apóstol, no mantiene un juicio inamovible sobre Marcos. Por el contrario, años más tarde encontramos a este como colaborador íntimo del Apóstol6, al que sirve de profundo consuelo7Os saluda Aristarco, mi compañero de prisión, y Marcos -primo de Bernabé-, acerca del cual ya recibisteis instrucciones: acogedle si va a veros, y Jesús, el llamado Justo (...), que me sirven de consuelo8. Más tarde San Pablo pide a Timoteo que vaya con Marcos, pues este le es muy útil para el ministerio9. En pocos años, Marcos ha pasado a ser un amigo y un colaborador eficaz, que sirve de apoyo al Apóstol en momentos difíciles. Quizá un día Pablo pensó que Marcos no servía; ahora le quiere cerca. Las personas pueden cambiar, y, cuando tenemos que juzgar su actuación externa -las intenciones solo Dios las conoce-, nunca debemos hacer juicios fijos e inamovibles sobre ellas. El Señor nos quiere como somos, también con nuestros defectos cuando luchamos por superarlos, y, para cambiarnos, cuenta con la gracia y con el tiempo. Ante los defectos de quienes nos rodean -a veces evidentes, innegables- no debe faltar nunca la caridad que mueve a la comprensión y a la ayuda. «¿No podríamos desde ahora mirar ya a los demás de manera que sus defectos no nos descorazonasen? Llegará un momento en que las heridas serán olvidadas (...). A lo mejor muchas cosas que nos han entristecido en este día o en estos últimos tiempos van a ser olvidadas. Tenemos defectos, ¡pero podemos querernos! Porque somos hermanos, porque Cristo nos quiere de verdad... como somos»10. Esta es la razón fundamental: Cristo no quiere nuestros defectos, pero nos quiere a nosotros, aunque tenemos muchos. Que no nos distancien los defectos de aquellos con quienes convivimos, con quienes cada día nos encontramos en la oficina, en la Universidad..., en cualquier lugar de trabajo.

II. San Pablo nos da ejemplo de saber olvidar, de saber recomponer lazos rotos, de capacidad de amistad. Por su parte, San Marcos es para nosotros un magnífico ejemplo de humildad y de esperanza. Aquel suceso que motivó la separación de Pablo y de Bernabé, en el que él fue la causa de la discusión, le debió de causar al Evangelista una honda impresión y un gran dolor. Tuvo que sentir en lo más hondo de su alma el verse rechazado por Pablo, con su gran prestigio bien ganado de evangelizador incansable, de sabiduría, de santidad. Sin embargo, él también supo olvidar, y cuando se le necesita allí está él, sirviendo de consuelo a Pablo y siéndole muy útil para el ministerio.

San Marcos supo olvidar y disculpar porque tenía un alma grande, por eso fue luego un extraordinario instrumento de la gracia. «¡Qué alma más estrecha la de los que guardan celosamente su “lista de agravios”!... Con esos desgraciados es imposible convivir.

»La verdadera caridad, así como no lleva cuenta de los “constantes y necesarios” servicios que presta, tampoco anota, “omnia suffert” –soporta todo–, los desplantes que padece»11.

Si no somos humildes tenderemos a fabricar nuestra lista de pequeños agravios que, aunque sean pequeños, nos robarán la paz con Dios, perderemos muchas energías y nos incapacitaremos para los grandes proyectos que cada día tiene el Señor preparados para quienes permanecen unidos a Él. La persona humilde tiene el corazón puesto en Dios, y así se llena de gozo y se hace de alguna manera menos vulnerable; no le importa tanto lo que habrán dicho, o lo que habrán querido decir; olvida enseguida y no le da demasiadas vueltas a las humillaciones que experimenta todo hombre y toda mujer de una forma u otra en los sucesos de la vida corriente.

Esa sencillez, esa humildad, el no enredarse en «puntos de honra» que levanta la soberbia, el dejar a un lado los posibles agravios dan a la persona una gran capacidad para recomenzar de nuevo después de una cobardía o de una derrota. A San Marcos, después de la cobardía o el cansancio en el primer viaje, le vemos enseguida de nuevo en la tarea con Bernabé, dispuesto a ser fiel sin condiciones.

El que es humilde se siente con facilidad hermano de los demás; por eso busca cada día la comunicación con quienes se relaciona, y recompone la amistad si por cualquier motivo se hubiese roto o enfriado, y está dispuesto siempre a prestar una ayuda fraterna y también a ser ayudado. Así se construyen cada día las relaciones necesarias de toda convivencia. «Los que están cercanos se sostienen recíprocamente, y gracias a ellos surge el edificio de la caridad (...). Si yo, pues, no hago el esfuerzo de soportar tu carácter, y si tú no te preocupas de soportarme con el mío, ¿cómo podrá levantarse entre nosotros el edificio de la caridad si el amor mutuo no nos une en la paciencia? En un edificio, ya lo hemos dicho, cada piedra sostiene y es sostenida»12.

III. Además de sus tareas apostólicas en la extensión y consolidación de las nuevas conversiones, San Marcos fue colaborador muy cercano de San Pedro, de San Pablo y de Bernabé; y, según la tradición más firme, intérprete de San Pedro en Roma, probablemente traduciendo al griego y al latín la predicación y las enseñanzas orales del Príncipe de los Apóstoles. Y, sobre todo, fue un instrumento muy dócil al Espíritu Santo, dejándonos la joya impagable del segundo de los Evangelios.

Para nosotros es un gran motivo de consuelo y de esperanza contemplar la figura de este Evangelista: desde sus pasos primerizos hasta llegar a ser un instrumento valiosísimo en la primitiva Iglesia, y para siempre. A pesar de nuestras flaquezas, de las posibles faltas y titubeos de nuestros años pasados, podemos confiar como él en poder prestar con abnegación un servicio útil a la Iglesia, con el auxilio de la gracia. A pesar de todo, podemos también nosotros llegar a ser instrumentos eficaces.

¡Cómo ayudaría a San Pablo, ya anciano, preso en Roma! ¡Cuánta solicitud! Ambos habían hecho vida suya lo que el Apóstol de las gentes había escrito a los cristianos de Corinto: ... La caridad es paciente, la caridad es benigna...13. La caridad lo supera todo.

La caridad puede más que los defectos de las personas, que la diversidad de caracteres, que todo aquello que se pueda interponer en el trato con los demás. La caridad vence todas las resistencias. ¡Qué distinto hubiera sido todo si San Pablo se hubiera quedado con el prejuicio de que con Marcos no se podía hacer nada porque en una ocasión tuvo miedo o cansancio, o unos momentos de desánimo... y se volvió a su casa a Jerusalén! ¡Qué distinto también si Marcos se hubiera quedado con el corazón herido, guardando agravios, porque el Apóstol no quiso que le acompañase en el segundo viaje!

Pidámosle hoy nosotros a la Virgen, Nuestra Madre, que nunca guardemos pequeñas o grandes ofensas, que causarían un enorme daño en nuestro corazón, en nuestro amor al Señor y en la caridad con el prójimo. Aprendamos de San Marcos a recomenzar, una o mil veces, si por cualquier motivo tenemos un mal momento de desfallecimiento o de cobardía.


Ant. 1. Por tu nombre, Señor, consérvame vivo. Aleluya.

Salmo 142, 1-11

LAMENTACIÓN Y SÚPLICA ANTE LA ANGUSTIA
El hombre no se justifica por cumplir la ley, sino por creer en Cristo Jesús. (Ga 2, 16)

Señor, escucha mi oración;
tú que eres fiel, atiende a mi súplica;
tú que eres justo, escúchame.
No llames a juicio a tu siervo,
pues ningún hombre vivo es inocente frente a ti.

El enemigo me persigue a muerte,
empuja mi vida al sepulcro,
me confina a las tinieblas
como a los muertos ya olvidados.
Mi aliento desfallece,
mi corazón dentro de mí esta yerto.

Recuerdo los tiempos antiguos,
medito todas tus acciones,
considero las obras de tus manos
y extiendo mis brazos hacia ti:
tengo sed de ti como tierra reseca.

Escúchame en seguida, Señor,
que me falta el aliento.
No me escondas tu rostro,
igual que a los que bajan a la fosa.

En la mañana hazme escuchar tu gracia,
ya que confío en ti;
indícame el camino que he de seguir,
pues levanto mi alma a ti.

Líbrame del enemigo, Señor,
que me refugio en ti.
Enséñame a cumplir tu voluntad,
ya que tú eres mi Dios.
Tu espíritu, que es bueno,
me guíe por tierra llana.

Por tu nombre, Señor, consérvame vivo;
por tu clemencia, sácame de la angustia.

Ant. Por tu nombre, Señor, consérvame vivo. Aleluya.

Ant. 2. Pronto volveré a veros y se alegrará vuestro corazón. Aleluya.

Cántico Is 66, 10-14a

CONSUELO Y GOZO PARA LA CIUDAD SANTA
La Jerusalén de arriba es libre; ésa es nuestra madre. (Ga 4, 26)

Festejad a Jerusalén, gozad con ella,
todos los que la amáis,
alegraos de su alegría,
los que por ella llevasteis luto;
a su pecho seréis alimentados
y os saciaréis de sus consuelos,
y apuraréis las delicias
de sus pechos abundantes.

Porque así dice el Señor:
«Yo haré derivar hacia ella
como un río la paz,
como un torrente en crecida,
las riquezas de las naciones.

Llevarán en brazos a sus criaturas
y sobre las rodillas las acariciarán;
como a un niño a quien su madre consuela,
así os consolaré yo
y en Jerusalén seréis consolados.

Al verlo se alegrará vuestro corazón
y vuestros huesos florecerán como un prado.»

Ant. Pronto volveré a veros y se alegrará vuestro corazón. Aleluya.

Ant. 3. El Señor reconstruye Jerusalén y sana los corazones destrozados. Aleluya.

Salmo 146

PODER Y BONDAD DEL SEÑOR
Señor, Dios eterno, alegres te cantamos, a ti nuestra alabanza.

Alabad al Señor, que la música es buena;
nuestro Dios merece una alabanza armoniosa.

El Señor reconstruye Jerusalén,
reúne a los deportados de Israel;
él sana los corazones destrozados,
venda sus heridas.

Cuenta el número de las estrellas,
a cada una la llama por su nombre.
Nuestro Señor es grande y poderoso,
su sabiduría no tiene medida.
El Señor sostiene a los humildes,
humilla hasta el polvo a los malvados.

Entonad la acción de gracias al Señor,
tocad la cítara para nuestro Dios,
que cubre el cielo de nubes,
preparando la lluvia para la tierra;

que hace brotar hierba en los montes,
para los que sirven al hombre;
que da su alimento al ganado,
y a las crías de cuervo que graznan.

No aprecia el vigor de los caballos,
no estima los músculos del hombre:
el Señor aprecia a sus fieles,
que confían en su misericordia.

Ant. El Señor reconstruye Jerusalén y sana los corazones destrozados. Aleluya.

LECTURA BREVE Rm 8, 10-11

Si Cristo está en vosotros, aunque vuestro cuerpo haya muerto por causa del pecado, el espíritu tiene vida por la justificación. Y si el Espíritu de aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el mismo que resucitó a Cristo Jesús de entre los muertos vivificará también vuestros cuerpos mortales por obra de su Espíritu que habita en vosotros.

RESPONSORIO BREVE

V. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
R. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.

V. El que por nosotros colgó del madero.
R. Aleluya, aleluya.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. No es el discípulo más que el maestro; le basta al discípulo estar al mismo nivel de su maestro. Aleluya.

Cántico de Zacarías Lc 1, 68-79

EL MESÍAS Y SU PRECURSOR

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con
nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. No es el discípulo más que el maestro; le basta al discípulo estar al mismo nivel de su maestro. Aleluya.

PRECES

Oremos confiados a Dios Padre, que quiso que Cristo fuera la primicia de la resurrección de los hombres, y aclamémoslo, diciendo:
Que el Señor Jesús sea nuestra vida.

Tú que por la columna de fuego iluminaste a tu pueblo en el desierto,
ilumina hoy con la resurrección de Cristo el día que empezamos.

Tú que por la voz de Moisés adoctrinaste a tu pueblo en el Sinaí,
haz que Cristo, por su resurrección, sea hoy palabra de vida para nosotros.

Tú que con el maná alimentaste a tu pueblo peregrino en el desierto,
haz que Cristo, por su resurrección, sea durante este día nuestro pan de vida.

Tú que por el agua de la roca diste de beber a tu pueblo en el desierto,
por la resurrección de tu Hijo danos hoy parte en tu Espíritu de vida.

Se pueden añadir algunas intenciones libres.

Por Jesús hemos sido hechos hijos de Dios; por eso nos atrevemos a decir: Padre nuestro.

Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.

Señor Dios nuestro, que al restaurar la naturaleza humana le otorgaste una dignidad mayor que la que tuvo en sus orígenes, mantén siempre tus inefables designios de amor hacia nosotros, y conserva en quienes hemos renacido por el bautismo los dones que de tu bondad hemos recibido. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.